lunes, 15 de septiembre de 2008

segundo artículo


Si nos hubiésemos apresurado…

 

Había una vez un individuo que, con su papá, labraba un pedazo de tierra. Varias veces al año cargaban la vieja carreta tirada por un buey e iban a la ciudad más cercana para vender sus productos. Excepto por el apellido y el pedazo de tierra, padre e hijo poco tenían en común: el viejo creía en tomarse las cosas con calma. El joven siempre estaba de prisa... era un tipo impaciente.

Una mañana brillante, uncieron temprano el buey a la carreta cargada e iniciaron el largo viaje. El hijo pensó que si marchaban rápido y seguían andando todo el día y la noche, llegarían al mercado a primera hora de la mañana siguiente. Así que estaba todo el tiempo aguijoneando al buey, urgiendo a la bestia para que fuera más rápido.

—Tómalo con calma, hijo —dijo el viejo—. Durarás más.

—Pero si llegamos al mercado antes que los demás, tendremos más oportunidad de conseguir mejores precios —alegó el hijo.

El viejo no contestó, se caló el sombrero sobre los ojos y se quedó dormido. Impaciente e irritado, el joven siguió aguijoneando al buey para que se apresurara. Pero éste se negaba a apurar el paso.

Cuatro horas y cuatro millas después en el camino, llega­ron a una casita. El padre despertó, sonrió y dijo: —Esta es la casa de tu tío. Detengámonos a saludarlo.

—Pero ya hemos perdido una hora —se quejo el impa­ciente.

—Entonces no importará unos pocos minutos más. Mi hermano y yo vivimos cerca, pero nos vemos de tarde en tarde —contestó el padre despacio.

El joven se agitaba y echaba humo mientras los dos viejos se reían y hablaban casi durante una hora. Otra vez en camino, al hombre le tocó su turno de conducir al buey. Cuando se acercaban a una bifurcación del camino, el padre condujo al buey a la derecha.

—El de la izquierda es el camino más corto —dijo el hijo.

—Lo sé —replicó el viejo—, pero éste es mucho más bonito.

— ¿Para tí el tiempo no significa nada? —preguntó el impaciente joven.

— ¡Por supuesto que sí! Por eso me gusta admirar lo bello y disfrutar cada momento al máximo.

La senda serpenteante conducía a través de praderas ele­gantes, flores silvestres y a lo largo de un arroyuelo murmu­rante... todo lo cual el joven se perdió mientras se revolvía por dentro, preocupado e hirviendo de ansiedad. Ni siquiera ad­virtió la belleza del atardecer aquel día.

El crepúsculo los encontró en lo que tenía el aspecto de un enorme jardín lleno de color. El viejo aspiró el aroma, escuchó el arroyo borboteante, y detuvo el buey. —Durma­mos aquí —suspiró.

—Este es el último viaje que doy contigo —replicó mor­daz su hiio—. ¡Estás más interesado en observar los atardeceres y oler las flores que en hacer dinero!

—Bueno, eso es lo más agradable que me has dicho en mucho tiempo —sonrió el papá. Un par de minutos después estaba roncando, en tanto su hijo observaba las estrellas. La noche transcurrió lentamente, mientras el hijo no podía descansar.

Antes del amanecer, el joven se apresuró a sacudir a su padre para despertarlo. Uncieron el animal y emprendieron el camino. Al cabo de un kilómetro se encontraron con otro labriego —un perfecto desconocido— tratando de sacar su carreta de una zanja.

—Démosle una mano —murmuró su padre.

—¿Y perder más tiempo? —explotó el hijo.

—Cálmate, hijo... puede que algún día también tú caigas en una zanja. Es preciso ayudar a quienes lo necesiten; no olvides eso. —El muchacho volvió la cabeza con enojo.

Eran casi las ocho de la mañana cuando pudieron sacar la otra carreta al camino. De pronto, un gran relámpago partió el cielo. Le siguió algo que sonó como un trueno. Más allá de las colinas, el cielo se oscureció.

—Parece que hay una gran tormenta en la ciudad —dijo el viejo.

—Si nos hubiésemos apresurado, casi lo habríamos ven­dido todo a esta hora —gruñó el hijo.

—Tómalo con calma... durarás más. Y disfrutarás la vida mucho más —aconsejó el bondadoso caballero.

Hacia el final de la tarde llegaron a la cima de la colina desde donde se divisaba toda la ciudad. Se detuvieron y miraron hacia abajo durante un largo, largo rato. Ninguno de los dos dijo una palabra. Finalmente, el joven le puso la mano en el hombro a su padre y le dijo:

—Ya veo lo que quieres decir, Papá.

Le dieron vuelta a su carreta y empezaron a rodar lenta­mente alejándose de lo que una vez había sido la ciudad de Hiroshima.[1]

 

ADONAY ROJAS ORTIZ

Pastor IPUC

http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com



[1] Billy Rose en En Aguas Refrescantes, Alice Gray, UNILIT, 1998, pág 203 -205.



 



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domingo, 14 de septiembre de 2008

MÁS SOBRE EL ESPÍRITU SANTO


NOMBRES, TITULOS Y SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO

PARTE UNO

1.       INTRODUCCIÓN

 

Estos temas aunque bien pudiera catalogarse como generalidades del Espíritu Santo, no carecen de interés, por el contrario son cosas tan básicas y esenciales que desconocerlas sería peligroso para todo estudioso de la Biblia y para aquellos que anhelan vivir sujetos al Espíritu.

Cada nombre, título y símbolo tiene una enseñanza especial para nosotros. Abramos nuestro corazón a la Palabra de Dios y dejemos que nuestro espíritu se edifique por al actuar del Espíritu de Dios.

Sin proponérnoslo cada vez más descubrimos la belleza de la doctrina de la Unicidad de Dios.

 

2.       NOMBRES Y TITULOS DADOS AL ESPÍRITU SANTO:

 

Hay en la Biblia más de trescientos cincuenta pasajes que hacen referencia al Espíritu Santo, y en estos pasajes se pueden contar más de cincuenta nombres o títulos. Todos estos títulos ponen de manifiesto ciertas características y la naturaleza misma del ministerio del Espíritu Santo. Aquí algunos de los más sobresalientes:

a.       Espíritu Santo: Yo a la verdad os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.[1]

Dios es Espíritu[2], y Dios es Santo[3]. Luego el término Espíritu Santo es uno más de los nombres de Dios, Dios en acción, Dios obrando a favor de la humanidad, Dios salvando.

Santo es un adjetivo calificativo usado para rendir honor especial en la adoración a Dios[4].  El mismo Jesucristo lo usó al dirigir su oración al Padre, él dijo Padre santo[5].

Cuando hablamos del Espíritu Santo estamos hablando de Dios en su esencia y naturaleza espiritual.

b.      Espíritu de Jehová: El espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y un espíritu malo de parte de Jehová lo atormentaba.[6]

La tan característica frase del Antiguo Testamento el espíritu de Jehová vino sobre reflejaba el actuar del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. No todos poseían el Espíritu de Jehová sino que era un privilegio de pocos, reyes, jueces, sacerdotes y profetas; hombres que actuaron directamente en nombre de Dios cumpliendo órdenes y oficios específicos.

Esa precisamente es la razón por la que al oyente del Antiguo Testamento sonaba tan absurda la profecía de Joel derramaré mi espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días[7].

El Espíritu de Jehová es el mismo Espíritu prometido en Joel y derramado en Jerusalén el día de Pentecostés. Pedro lo dijo al responder a la multitud: Judíos y todos los que viven en Jerusalén, sepan ustedes esto y oigan bien lo que les voy a decir. Estos no están borrachos como ustedes creen, ya que apenas son las nueve de la mañana. Al contrario, aquí está sucediendo lo que anunció el profeta Joel, cuando dijo: 'Sucederá que en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad; los hijos e hijas de ustedes comunicarán mensajes proféticos, los jóvenes tendrán visiones, y los viejos tendrán sueños. También sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y comunicarán mensajes proféticos.[8]

El Espíritu Santo que recibimos nosotros los creyentes es el mismo Espíritu de Jehová.

c.       Espíritu del Dios Vivo: Y se ve claramente que ustedes son una carta escrita por Cristo mismo y entregada por nosotros; una carta que no ha sido escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente; una carta que no ha sido grabada en tablas de piedra, sino en corazones humanos.[9]

La iglesia es un testimonio de Cristo ante los hombres. El dador de la vida ha escrito en nuestros corazones, en otras palabras, a medida que funcionamos en el cuerpo de Cristo, su iglesia, el Espíritu Santo va grabando el carácter de Jesús en nuestros corazones.  La acción del Espíritu Santo nos transforma cada día y nos hace parecernos más a él.

Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu.[10]

d.      Espíritu de Jesús: Como el Espíritu Santo no les permitió anunciar el mensaje en la provincia de Asia, atravesaron la región de Frigia y Galacia, y llegaron a la frontera de Misia. De allí pensaban entrar en la región de Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió.[11]

Ya estudiamos que una de las funciones del Espíritu Santo es guiar, y aquí lo vemos en plena acción. ¿Acaso hay dos espíritus guiando al apóstol? Obviamente la respuesta es negativa y la solución única es que el Espíritu Santo es el mismo Espíritu de Jesús.

e.       Espíritu de Jesucristo: pues yo sé que todo esto será para mi salvación, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo.[12]

El Espíritu Santo nos fortalece, nos llena de valor, fue precisamente eso lo que ocurrió el Jerusalén en los días de la iglesia primitiva: Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios.[13]

Una vez entendemos que el Espíritu Santo es el Espíritu de Jesucristo no tenemos la dificultad de pensar si hay dos espíritus ayudándonos.

De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. [14]

f.        El Consolador: Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.[15]

Uno que es llamado al lado de otro con el propósito de ayudarle en cualquier forma, particularmente en procedimientos legales y criminales. Se acostumbraba en los tribunales antiguos que la parte demandante se presentaba acompañado de uno o más amigos de influencia denominados en griego paracletos.

Estos paracletos proporcionaban a sus amigos, sin esperar recompensa alguna y por simples razones de amistad o afecto, los beneficios de su presencia y la ayuda que representaban sus sabios consejos. Aconsejaban qué hacer y qué decir, actuaban como sus representantes. Permanecían todo el tiempo junto a las partes y asumían su defensa y protección en las pruebas, dificultades y peligros de la situación. Ellos hacían de la causa de su amigo, su propia causa.

Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no cometan pecado. Aunque si alguno comete pecado, tenemos ante el Padre un defensor, que es Jesucristo, y él es justo.[16]



[1] Marcos 1: 8

[2] Juan 4: 24

[3] Salmo 99: 9

[4] Isaías 6: 3

[5] Juan 17: 11

[6] 1 Samuel 16: 14

[7] Joel 2: 28 y 29

[8] Hechos 2: 14 al 18

[9] 2 Corintios 3: 3

[10] 2 Corintios 3: 17

[11] Hechos 16: 6 y 7

[12] Filipenses 1: 19

[13] Hechos 4: 31

[14] Romanos 8: 26

[15] Juan 14: 26

[16] 1 Juan 2: 1


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 



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Generalidades de la Escatología Bíblica

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