jueves, 2 de diciembre de 2010

Jesús en la casa del fariseo Simón

Jesús en el hogar de Simón, el fariseo

Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.  Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora,  al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;  y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: «Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora.» Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: —Simón, una cosa tengo que decirte.

Y él le dijo: —Di, Maestro.

—Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta.  No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos lo amará más?

Respondiendo Simón, dijo: —Pienso que aquel a quien perdonó más.

Él le dijo: —Rectamente has juzgado.

Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: — ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.  No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

Y a ella le dijo: —Tus pecados te son perdonados.

Los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: — ¿Quién es éste, que también perdona pecados?

 Pero él dijo a la mujer: —Tu fe te ha salvado; ve en paz.

Lc 7.36-50

Introducción

La historia de la pecadora arrepentida, que unge los pies de Jesús y los lava con sus lágrimas, es exclusiva de Lucas.

En este relato podemos observar cómo se debía atender a un invitado especial  en la casa de un judío de la época de Jesús.

Analizaremos cómo una persona  realmente agradecida lo demostrará sin importar el qué dirán.

También podemos ver aquí cómo a veces por la guardar la apariencia no se le rinde el verdadero culto a Dios.

Finalmente observaremos que un culto agradable a Dios es por supuesto de beneficio para nuestra propia vida.

Desarrollo

Seguramente usted ha oído expresiones como:

ü  Antes agradezca que vine a culto.

ü  A duras penas traigo la Biblia al culto.

Estas y otras expresiones son usadas comúnmente por personas que las presentan como excusa para no ofrecer a Dios un culto congregacional como es debido a su majestad.

Lo paradójico del asunto es que la mayoría de estas personas invitan a Jesús a su vida, a sus casas.

Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él.

Los Fariseos, de una palabra aramea que significa separar, debido a una manera de vivir diferente a la de la mayoría del pueblo. Los fariseos y saduceos aparecen como partidos distintos en la última mitad del siglo II a.C., aunque representan tendencias que se pueden seguir mucho más atrás en la historia del judaísmo, tendencias que se acentuaron después del retorno de Babilonia (537 a.C.). Eran un grupo de hombres celosos de la religión, que actuaban bajo la conducción de los escribas, en oposición al impío partido helenizante, los saduceos. Así, los saduceos,  helenizantes, eran ante todo una secta política, en tanto que los fariseos, cuyo principio fundamental era una separación completa de los elementos no judíos, eran el partido estrictamente legal entre los judíos, y llegaron finalmente a ser el partido más popular e influyente. En su celo por la ley casi llegaron a deificarla, y su actitud se tornó meramente externa, formal y mecánica. Como consecuencia, fue inevitable su oposición a Cristo; su manera de vivir y su enseñanza eran esencialmente una condenación de las suyas; de ahí sus denuncias contra ellos.

Los fariseos mantuvieron una posición influyente en el sanedrín.

Para el pueblo el atractivo principal de los fariseos era que en su mayoría provenían de la clase media baja y de las mejores capas de los artesanos y que, comprendiendo al hombre común, trataban sinceramente de hacer que la ley les resultase llevadera.

Los fariseos estaban convencidos de que tenían la recta interpretación de la Torá, y sostenían que esta "tradición de los ancianos" (Mr. 7.3) provenía de Moisés en el Sinaí.

Para el fariseo diezmar plenamente constituía una marca de lealtad a Dios.

Indudablemente esto que hasta acá hemos dicho nos sirve para entender qué tipo de persona era la que había invitado a Jesús a su casa, el fariseo era un hombre que gozaba de buena reputación ante los ojos de la mayoría. Uno de los fariseos.

Era una persona que se había dedicado a servir al Señor con todas sus fuerzas.

Los que pertenecían a esta secta eran muy piadosos (por lo menos, así los veían otros, y así se consideraban ellos mismos).

Según algunos autores, los fariseos que invitaban a Jesús a comer en sus casas pertenecían a la clase media, como la mayoría de los fariseos . Otros opinan que seguramente formaban parte de la elite urbana adinerada. Esta elite constituía solamente entre un 5 y un 10 por ciento de la población total del país, pero era la que controlaba el sistema político y económico, con la legitimación aportada por los grupos religiosos y educativos. Éstos eran los "guardianes de la tradición" y los autores de la versión "oficial" de la cultura.

Los miembros de la elite no se relacionaban con gente que no conocían o con los que no eran de su mismo rango social. Invitar a alguno de un rango social inferior era exponerse al rechazo de sus pares, lo cual ponía en peligro la posición social, la fortuna y el honor de la familia. Todo eso estaba supeditado a la delicada red de relaciones sociales en la que estaban inmersos los que pertenecían a las clases superiores.

Los religiosos, aunque no tuvieran dinero, gozaban de honor y prestigio social. Eran los únicos, aparte de su propio grupo, con los que se relacionaban los que pertenecían a la elite judía. Los banquetes eran verdaderas ceremonias que consolidaban la posición social y la red de relaciones de los anfitriones.

¿Cuál fue el motor que llevo a este fariseo a invitar a Jesús a comer a su casa?

¿Sentiría realmente amor hacia Jesús?

¿Lo tendría en una elevada consideración?

Quizás había recibido algún favor de Jesucristo y quería demostrarle públicamente su gratitud.

Puede haber sido motivado por la curiosidad.

Habiendo oído que muchas personas estaban llamando al Señor "gran profeta" puede ser que haya invitado a Jesús para ver si había que dar consideración a la fama que este así llamado profeta estaba adquiriendo.

Aun no se puede excluir completamente la posibilidad de que quisiera tener una oportunidad de encontrar base para formular alguna acusación contra Jesús.

Motivaciones totalmente erróneas para brindar una atención especial a Jesús.

Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. 

No podemos imaginarnos un comedor como el de nuestra cultura, con sillas alrededor de una gran mesa. Había una mesa baja y alrededor de ella se reclinaban los comensales apoyados en el brazo izquierdo.

A pesar de saber que como grupo los fariseos no eran amistosos con él, Jesús no los rehuía. Esta es una lección para todos nosotros.

Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, 

La mujer podía ser una de estas tres cosas: virgen, madre / esposa o pecadora. Toda mujer caía dentro de alguna de estas tres categorías.

DHH dice: una mujer de mala vida, que vivía en el mismo pueblo. Pero anota al pie de página: literalmente diría pecadora; posiblemente una prostituta, aunque el texto no lo dice, y la palabra tiene un sentido más general. Los fariseos llamaban pecadores a los que no interpretaban la ley como ellos o ejercían profesiones poco honrosas.

 «pecadores». Leemos a menudo en los evangelios que Jesús trataba con ellos. Para el lector común de nuestro tiempo, lo normal es considerar que todo el mundo es pecador. Pero en el caso de los evangelios, esa palabra se refería a una clase específica de gente que, desde la perspectiva de los líderes religiosos, era considerada «pecadora en una categoría especial»; entre esos pecadores estaban las prostitutas, los enfermos crónicos, los mendigos y los que tenían defectos físicos. Era una especie de apodo para señalar a los que no cumplían con los requisitos de la ley de Moisés y de la tradición oral de los intérpretes oficiales de dicha ley. Para aclarar este significado, la versión Dios habla hoy habla de «gente de mala fama».

Concluimos entonces que una mujer podía ser tildada de "pecadora" sin ser una ramera.

Así que fariseos y pecadores estaban en extremos opuestos.

al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo,

Por supuesto que una mujer como esta no estaba convidada a la casa de un fariseo. Eso poco le importó esta mujer, ella desde un comienzo sabía que sería criticada, pero poco le importó eso.

Se enteró quizás por lo pequeño del pueblo y porque sería todo un acontecimiento que Jesús cenara con un hombre, sin lugar a dudas, importante de la región.

Algo había en el corazón de esta mujer que la movió a hacerse presente aún sin ser invitada, y lo más sorprendente, ella no venía a pedir un favor, ella no venía buscando un beneficio personal, ella venía a dar, ella venía con gratitud a ofrendar, a reconocer la majestad del ilustre invitado.

¿Quién sería Jesús para esta mujer? En el interior de esta mujer Jesús ocupaba un lugar muy importante, sin dudarlo, el primer lugar. Quizás ella no había tenido la oportunidad de brindar el reconocimiento merecido a Jesús, pero ahora escucha que hay una gran ocasión para hacerlo. Y no duda en hacerlo.

Que esta mujer en particular, conocidísima como "pecadora", tuvo el valor de entrar en casa de un estricto fariseo, sí que era algo extraordinario. El único modo de explicarlo es suponer que la urgencia que ella tenía de expresar su gratitud a Jesús era tan irresistible que nada pudo detenerla de hacer lo que ella quería hacer.

En la sociedad del primer siglo –tanto en la judía como en la griega, y un poco menos en la romana – las mujeres respetables estaban confinadas al espacio privado de sus casas. El espacio público era dominio de los varones. Las mujeres podían salir a dicho espacio sólo si iban "debidamente" acompañadas de sus esposos o de un varón de la familia. No estaba bien visto que un varón hablara públicamente con una mujer.

trajo un frasco de alabastro con perfume;

¡Nada es demasiado bueno para ofrendarlo a Jesús!

Alabastro: piedra blanda y fina, especie de mármol traslúcido. Con ella se hacían frascos sin asas destinados a guardar perfumes. Aunque después se fabricaron de otros materiales, siguieron llamándose «vasos de alabastro».

La mujer no vino con las manos vacías.

Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada uno presentará su ofrenda conforme a la bendición que Jehová, tu Dios, te haya dado.[1]

no ofreceré a Jehová, mi Dios, holocaustos que no me cuesten nada.[2]

Lo mejor para él!

Abel también presentó al Señor lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda.[3]

Lo cierto es que ella sintió la necesidad de traer una ofrenda de acción de gracias a quien había sido el instrumento en el cambio de su vida.

y estando detrás de él a sus pies,

En ciertas ocasiones de carácter formal, los judíos, para comer, se recostaban en divanes con los pies descalzos y alejados de la mesa; de ese modo la mujer pudo acercarse a los pies de Jesús.

llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus cabellos;

¿Por qué lloraría esta mujer? Lo más probable es que estuviese compungida de corazón por la gratitud que la embargaba. Las lágrimas no siempre son señal de dolor, duelo o tristeza,  también lo son de profunda alegría.

En realidad, es vencida por la emoción. Se puede suponer que un pesar abrumador por el pecado del pasado se mezcla con una profunda gratitud por el sentido presente de perdón

Eso debió ser bochornoso, que en una cena de atención a un invitado especial se aparezca una no invitada a llorar.

Impulsivamente ella hace lo que en aquellos días ninguna mujer debía hacer en público: se desata la cabellera. Entonces, inclinándose con el cabello suelto, mientras sigue llorando continuamente, sigue secando los pies de Jesús.

El pelo suelto era una señal de desvergüenza entre las mujeres judías. El día de la boda las mujeres se sujetaban el cabello y nunca más volvían a llevarlo suelto en público.

Si la mujer lo soltó  a los pies de Jesús  nos deja ver a qué altura había llegado esta mujer en su adoración a Jesús, había olvidado o ignorado a todos los que la rodeaban, excepto al propio Jesús.

y besaba sus pies

Generalmente los pies estaban llenos de polvo, pero ya la mujer los había lavado y secado.

Y los ungía con el perfume.

Había llegado hasta esa casa para ungir a Jesús con perfume; con perfume, costoso y fragante, no solamente con aceite de oliva común.

Si la vergüenza –entendida en un sentido positivo, como conciencia de la propia reputación– era considerada como el mayor honor de las mujeres, esta mujer cae en la categoría de desvergonzada. En aquel contexto social eso era lo peor que se podía decir de una mujer. Y todo lo que ella hace muestra su desvergüenza:

  • se introduce en casa de un hombre honorable y en una comida de varones
  • toca a un varón y le besa los pies
  • se suelta el pelo delante de todos
  • da rienda suelta abiertamente a sus emociones

Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: «Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora.»

Las críticas no faltaron, alguna como la del fariseo no salió de su pensamiento, pero quien escudriña la mente y prueba los corazones lo escuchó.

El fariseo, se siente herido en su sentido de decencia por el hecho de que Jesús tolere tal conducta de parte de ella. ¿Se ha estado preguntando Simón si Jesús es realmente un profeta? Está convencido que si Jesús hubiera sido profeta, inmediatamente habría tenido discernimiento en cuanto al carácter de esta intrusa de baja categoría, esta "pecadora". Habría despedido a esa mujer de reputación infame.

Ninguna mujer respetable de esa época haría tales cosas en público. Pero Jesús demuestra que las convenciones sociales lo tienen sin cuidado. Él ve mucho más allá de las apariencias.

El fariseo no ha visto realmente al ser humano que está a los pies de Jesús. Sólo ha visto a una persona que él considera doblemente despreciable, por ser pecadora y por ser mujer.

El fariseo realmente no conocía (ni entendía) a Jesús.

Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: —Simón, una cosa tengo que decirte.

Simón era un nombre común—no debe confundirse con "Simón Pedro", ni con "Simón el Zelote", con "Simón el padre de Judas Iscariote", con "Simón de Cirene", con "Simón el curtidor", ni siquiera con "Simón el leproso"—

Jesús le demuestra que realmente es un profeta al responder a lo que Simón estaba pensando, al demostrar que sabe muy bien que la mujer es una pecadora y al dar a Simón una lección.

Y él le dijo: —Di, Maestro.

El dueño de casa siente curiosidad por saber de qué se trata.

El fariseo del relato se dirige a Jesús llamándolo Maestro, lo cual muestra que lo considera un igual. Ningún fariseo invitaría a comer a alguien, a menos que fuera de su mismo nivel y, por lo tanto, digno de compartir su mesa. Al ser Jesús un maestro y un profeta, es decir un religioso, gozaba del respeto y la consideración de los fariseos y de otros grupos socialmente honorables.

—Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta.  No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos lo amará más?

Respondiendo Simón, dijo: —Pienso que aquel a quien perdonó más.

Él le dijo: —Rectamente has juzgado.

Una alegoría: la pecadora es el deudor mayor, el fariseo es el deudor menor, Dios es el acreedor, las sumas de dinero debidas son los pecados ante Dios, la imposibilidad de pagar es la imposibilidad del ser humano de salvarse a sí mismo.

El énfasis de la parábola no está en el arrepentimiento sino en la gratuidad del perdón. La libertad absoluta que tiene el acreedor para perdonar a los deudores refleja la libertad absoluta de Dios para perdonar a los pecadores. El arrepentimiento, necesario para recibir el perdón, no aparece en la parábola en las que se habla más que nada de las consecuencias del perdón.

Jesús resuelve la duda de Simón:

1.       conoce a esta mujer, su pasado y su presente condición;

2.       aun sabe lo que Simón se ha estado diciendo;

3.       en consecuencia, él sí que es un profeta; y más que profeta, en realidad él es quien discierne las intenciones de la mente y del corazón.

Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: — ¿Ves esta mujer?

Llamando la atención del fariseo hacia los actos de la criticada mujer.

Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos.

"Entré en tu casa", dijo Jesús, sin siquiera añadir, como podría haberlo hecho, "por invitación tuya". Enseguida el Maestro revela ante todos el mezquino tratamiento que ha recibido de su anfitrión. Este había omitido todas las acostumbradas evidencias de hospitalidad, todas las formalidades que, como todos sabían, debían otorgarse a un invitado de honor.

1.       Simón no había proporcionado agua para lavar los pies de Jesús.

El calzado no era más que unas suelas sujetas a los pies con correas, por lo que los pies estarían llenos de polvo, así que el anfitrión echaba agua a los pies del huésped de honor para limpiárselos y refrescarlos.

No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.  

2.       No le había dado la bienvenida con un beso.

El anfitrión al recibir en su casa a un rabino distinguido, como señal de respeto ponía la mano en el hombro del huésped y le daba un beso de paz. Eso jamás se omitía en el protocolo de la época.

No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies.

3.       No había ungido la cabeza de su invitado, ni siquiera con aceite de oliva barato.

También se podía rociar sobre la cabeza del invitado un poco de esencia de rosas o al menos se quemaba un poco de incienso aromático en honor al huésped.

Así que definitivamente la recepción había sido fría, con aires de superioridad, el fariseo había sido deliberadamente descortés con su invitado.

Y esa actitud contrastaba visiblemente con la de aquella mujer de mala reputación en el pueblo.

Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

La traducción RV siendo fiel a la forma literaria griega, no lo es al sentido del texto en este pasaje, pues nos quedamos con la sensación de que el amor de la mujer es la causa, la razón de su perdón.

Una traducción alternativa de la palabra griega hóti que une las dos partes de la primera declaración del perdón a la pecadora: La traducción usual de esta conjunción es "porque", pero también se le puede traducir como "por tanto". Así se arreglaría el problema, quedando la frase como sigue: "Fueron perdonados sus muchos pecados, por tanto amó mucho". El amor no sería la causa del perdón, sino su consecuencia, como en la parábola y en la otra parte del versículo "Pero a quien poco es perdonado, poco ama".

La NVI es muy clara al traducir:

Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.

Ahora sí entendemos que el amor que muestra la mujer hacia Jesús no es causa sino la consecuencia de perdón.

Lo que Jesús enseña es que el desborde de amor es resultado del hecho de estar consciente de haber sido perdonado.

El gran amor mostrado es una evidencia de que se ha recibido mucho perdón, el amor es una prueba de que se ha recibido perdón.

Jesús hace algo inaudito en esa cultura al comparar al varón honorable con la mujer desvergonzada, y más aún al mostrar que ella sale ganando en la comparación. Para Jesús no importan ni el género, ni el status social, ni el honor ante el mundo, ni siquiera la condición de pecado. Lo que importa es el amor.

La enseñanza de la parábola es que el perdón es otorgado por la misericordia del acreedor, por pura gracia, sin mérito alguno de parte de los deudores.

Y a ella le dijo: —Tus pecados te son perdonados.

Dios, en Cristo, abraza a esta mujer arrepentida con sus brazos de amor protector, amor adoptivo.

Jesús declaró públicamente "Tus pecados son perdonados", no solamente por causa de la mujer misma, para que se sintiera segura, sino también por causa de los otros invitados, para que ya no la consideraran "pecadora".

Los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: — ¿Quién es éste, que también perdona pecados?

Esta afirmación de Jesús provocó resentimiento en los corazones de quienes estaban reclinados a la mesa con él, la mayoría de los cuales probablemente fueran fariseos. Decían consigo mismos: "¿Quién es éste que hasta perdona pecados?".

¡Con razón no le habían atendido como es debido, es que no sabían quién es Jesús!

Pero él dijo a la mujer: —Tu fe te ha salvado; ve en paz.

Jesús pasa por alto lo que está ocurriendo en los corazones de estas personas autosuficientes. Pero, sí toma en cuenta a la mujer. Es a ella, cuando la despide, que dirige su observación maravillosamente consoladora: "Tu fe te ha salvado. Vete en paz".

Conclusión

Simón se consideraba justo, perdonado (si es que alguna vez sintió la necesidad de perdón) y miraba a la mujer como pecadora sin perdón. Jesús muestra que por su falta de amor es Simón quien da muestras de no haber sido perdonado mientras la mujer se regocija en la libertad de culpa que ha recibido como un don de la gracia de Dios.

El culto agradable a la presencia del Señor es el culto que se le ofrece de corazón, sin intereses personales sino como fruto de un alma agradecida por todas las bondades recibidas de parte de Dios.

No debemos estar atentos a las críticas que otros hagan de nuestra forma sincera de acercarnos a Dios, con tal que al Señor le sea agradable lo demás no interesa.

Jesús se cuidó de dejar bien en claro que la aprobación de Dios no pasa por el prestigio social o religioso, ni por las obras de la ley, ni por el género, sino por la fe que actúa en amor.

El amor es lo más importante para un Dios cuya característica principal es ser precisamente Amor.

Aplicación

La igualdad de género se evidencia en la forma en que Jesús trata al fariseo y a la mujer. Él no hace distinción entre varones y mujeres, ni acepción de personas. Para Dios no existen las diferencias que parecen tan importantes en la sociedad humana. Ésta es una de las cosas que Jesús vino a mostrarnos, y que la sociedad y las iglesias tan a menudo olvidan.

En lo referente a nuestros semejantes:

ü  La práctica del cristianismo no excluye las buenas costumbres sociales (hospitalidad, bondad, etc.). Aunque esto no se enseña directamente aquí, está ciertamente implícito. Los cristianos profesantes a veces son muy descorteses.

ü  ¿Nos muestra esta sección cómo debemos tratar a los caídos? ¿A los arrepentidos?

En lo referente con nuestro salvador:

ü  ¿Qué tanto le ha perdonado el Señor?

ü  ¿Nos comportamos en nuestro culto congregacional como el fariseo o como la pecadora?

Bibliografía

Barclay, William. (1999). Comentario al Nuevo Testamento. CLIE

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Bíblico: Primera Edición. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas

Edersheim, Alfred. (2009). Comentario Bíblico Histórico. CLIE

Hendriksen, W. (2002). Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio Según San Lucas. Grand Rapids, MI: Libros Desafío

La Biblia de estudio: Dios habla hoy. 1998 Miami: Sociedades Bíblicas Unidas

Nueva Versión Internacional. (1979).  East Brunswick, NJ, USA: Sociedad Bíblica Internacional

Reina Valera 1995—Edición de Estudio. (1995; 2007). Sociedades Bíblicas Unidas.

Sánchez Cetina, Edesio. (2006). Descubre la Biblia II. La Biblia, su formación, sus contextos y su interpretación. Sociedades Bíblicas Unidas.

Vine, W. (2000). Vine diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo. Nashville: Editorial Caribe

 

 

 



[1]Dt 16.16-17

[2]2 Sm 24.24

[3]Gn 4.4


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 


2 comentarios:

lupita dijo...

exelente explicacion y hermosa enseñanza gracias por compartir que el señor le siga bendiciendo en sabiduria y amor

Unknown dijo...

muy interesante, muchas gracias, bien explicado bendiciones

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO