domingo, 25 de diciembre de 2016

Jesús en el libro de Josué

Jesús en el libro de Josué Cristo aparece también en Josué. El manto escarlata, la circuncisión, etc.

domingo, 18 de diciembre de 2016

domingo, 4 de diciembre de 2016

Jesús en el libro de Levíticos

Jesús en el libro de Levíticos Cristo cumple el papel de Sumo Sacerdote, las fiestas, las ofrendas y sacrificios apuntan hacia él.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Alegorias, Tipos y Símbolos

ALEGORÍA Y TIPOLOGÍA

La interpretación bíblica está íntimamente vinculada a dos elementos: por un lado el texto a interpretar, por otro el intérprete que debe darle el significado. Ambas cosas no pueden desconectarse. Debe tenerse en cuenta que no se puede llegar a una comprensión profunda y correcta del texto sin un análisis exhaustivo que permita determinar lo que el autor quiso decir, cuando lo dijo y para quienes lo quería decir. En forma más sencilla, debe determinarse lo que el escritor pensaba y quiso comunicar. Cualquier otra forma de interpretación producirá efectos contrarios, distorsionando el mensaje y acomodándolo al criterio subjetivo del intérprete. 

Como Palabra de Dios, la Biblia tiene una sola interpretación. Por tanto, la asistencia del Espíritu Santo para interpretar la Escritura es esencial (1 Co. 2: 10-12; 3:2, 3)

Todo intérprete bíblico ha de ser objetivo en la interpretación. Objetividad es la disposición para interpretar el texto desde la realidad del mismo sin influencia externa que condicione el criterio interpretativo. La subjetividad condiciona la interpretación. Nadie esta absolutamente libre de prejuicios personales, de ahí que el intérprete ha de hacer un gran esfuerzo personal, al acercarse al texto bíblico, para hacerlo sin condicionantes subjetivos, de manera que acceda al texto con la mayor neutralidad posible. Si las presuposiciones teológicas o filosóficas se convierten en árbitros de la interpretación, peligran decididamente las conclusiones del intérprete. El racionalismo produce intérpretes que niegan todo lo sobrenatural, relegándolo a la condición de leyenda, pero el dogmatismo interpreta la Escritura buscando en ella la sustentación de sus concepciones teológicas o religiosas. El intérprete está condicionado por aspectos filosóficos, históricos, teológicos o psicológicos, personales que le condicionan, en alguna medida para una aceptación del texto y su mensaje sin condicionantes. El único condicionante que el intérprete debe tener es la propia Escritura, en una armonización general del texto bíblico y su interpretación. Es condición esencial del intérprete bíblico interesarse por alcanzar mayor conocimiento de la verdad revelada. 

Interpretar, o interpretación es dar el significado del pasaje conforme a lo que el autor tuvo en mente cuando lo escribió y para quienes lo hizo. Dejando a un lado la historia de la interpretación que necesariamente tendría que ser considerada desde los tiempos de Israel, especialmente a partir del retomo de cautiverio de Babilonia, pasando luego por la patrística de la Iglesia, luego por el tiempo de la edad media, siguiendo por el resurgir interpretativo en la Reforma, para concluir con los sistemas liberales del modernismo, cosa que excede al tema de este excursus, pasamos a considerar brevemente el sistema de interpretación alegórica

Alegoría. 

El sistema alegórico, llamado también en la interpretación bíblica, alegórico-místico, es el que busca un significado oculto diferente al propio que las palabras indican. Consideran los partidarios de este método que toda la Biblia es una sucesión de alegorías que ocultan las enseñanzas espirituales, que han de ser descubiertas por el intérprete. Históricamente los creyentes de Alejandría ante ciertas aparentes dificultades en la interpretación de la Escritura, recurrieron a este método frente a los gentiles cultos de entonces. Aunque el sistema tuvo sus opositores en Antioquía, pero el método ha influenciado en la interpretación a lo largo de la historia, especialmente en tiempos de la edad media. Actualmente algunos que emplean el método lo hacen con el pretexto de eliminar lo que consideran contradicciones científicas que aparecen en la Biblia. En la medida que se considera de poco valor la literalidad del texto bíblico y se coloca a un lado, no existe la necesidad de cuidar por su exactitud histórica. El peligro de este método es que la interpretación queda a juicio del intérprete, por lo que la Biblia puede decir lo que al intérprete le interese que diga. 

Aunque no se considere correcto el método alegórico, no impide reconocer alegorías en el texto bíblico, como es el caso de la utilización histórica de Agar, Sara y Jerusalén, que el apóstol aplica en el pasaje que se ha estudiado (4:24 ss.). 

Las palabras, en el lenguaje escrito, deben interpretarse literalmente. Normalmente en la lectura habitual nadie busca un significado oculto tras la literalidad del texto. Sin embargo, en cualquier pasaje escrito, bien sea de alta calidad literaria, como de una mas elemental, hay expresiones que no pueden tomarse al pie de la letra, porque carecerían de significado. Cuando se lee una expresión como esta: se abrió la puerta del buen tiempo, nadie pretende entender que una puerta, literalmente hablando, fue abierta por alguien para que por ella entrara el buen tiempo. Es una expresión literaria que da podría expresarse como ya comenzó el' buen tiempo. El lenguaje figurado forma parte natural del modo de expresión. Así es habitual decir que una persona está en las nubes, para decir que está despistado. 

Tal sistema de expresión ocurre en todos los idiomas del mundo, incluidos los que fueron utilizados para escribir la Biblia. Una palabra tiene sentido figurado cuando expresa una idea diferente a la que tiene en su sentido literal. A las figuras del lenguaje se les da el nombre de tropos, como · traducción literal de la voz griega que significa vuelta o cambio. Este modo de lenguaje enriquece notablemente la expresión idiomática y es una forma habitual para hablar o escribir. De la misma manera para dar un mayor significado a las expresiones, suele recurrirse con frecuencia a establecer comparaciones o analogías, que hacen fácilmente comprensibles las ideas que se desean comunicar.En relación con el lenguaje figurado en la Biblia, escribe J. M. Martínez: 

"La inmensa mayoría de las figuras del lenguaje que hallamos en la Escritura están tomadas del entorno del autor. Los profetas del Antiguo Testamento recurren una y otra vez a los elementos pictóricos de su mundo, tanto los referidos a la naturaleza como los relativos a las mil y una actividades humanas. Todo se convertía en fuente de ilustración; todo enriquecía y vigorizaba ·el lenguaje como convenía en la comunicación de un mensaje que frecuentemente entrañaba decisiones de vida o muerte. En el Nuevo Testamento también abundan los tropos derivados del contexto existencial. Jesús mismo fue verdadero maestro en el uso de este material. 

Dejando a un lado sus parábolas... podemos recordar sus múltiples alusiones a seres del mundo animal (zorras, camellos, ovejas, gorriones, peces, escorpiones, etc.), del reino vegetal (lirios, cañas, higueras, etc.), del mundo inanimado (señales meteorológicas, relámpagos, piedras, polvo), de las actividades laborales (siembra, siega, tirilla, pastoreo, construcción, administración), de las relaciones familiares (entre padres e hijos, entre esposos, entre amigos, etc.), de los objetos más usuales (lámpara, vestido, comida, sal, agua, etc.), de la esfera política (reyes, gobernadores, reinos en conflicto). La enumeración podríamos prolongarla aun bastante más. Y la impresión que nos produce ese casi constante uso que Jesús hace de las imágenes del mundo exterior es que, con toda naturalidad, su mensaje es comunicado no mediante proposiciones abstractas, sino mediante un lenguaje enraizado en la vida cotidiana de sus oyentes. Pero precisamente a causa del hondo contenido vital del habla de Jesús es indispensable captar no sólo la belleza retórica de sus figuras, sino las sublimes verdades que en ellas se atesoran y que posiblemente nos pasarían desapercibidas de haber sido expuestas de manera menos pictórica. Algo parecido podemos decir respecto al lenguaje.figurado de toda la Biblia".

Dentro de las llamadas figuras compuestas, está la alegoría, que es una ficción mediante la cual una cosa representa o significa otra diferente. Habitualmente es una sucesión de metáforas establecidas a modo de narración, de cuyo significado literal se prescinde. Su característica principal radica en la multiplicidad de sus aplicaciones. 

A modo de ejemplo se puede citar la alegoría del Buen Pastor (Jn. 10:7-18), en donde se aprecia la combinación de las metáforas que la forman. Así están presentes el pastor, las ovejas, el rebaño, los ladrones y salteadores, los asalariados. Todas estas metáforas tiene un significado diferente: El Pastor es Cristo; las ovejas son los discípulos; los ladrones y asalariados, los falsos maestros y guías religiosos de Israel. 

Cabe mencionar aquí alegorías destacables : La viña de Egipto (Sal. 80); los días malos de la ancianidad (Ecl. 12:3-7); la puerta y el pastor (Jn. 1O:1-16); la vid y los pámpanos (Jn. 15:1-16); la peregrinación por el desierto (1 Co. 10:1-12); Agar y Sara (Gá. 4:21:31); la responsabilidad en la edificación (1 Co. 3:10-15); la nueva pascua (1 Co. 5:5-8); la armadura del cristiano (Ef. 6: 11-17). Una mención especial, por indicarlo el propio texto es la que se ha considerado de Agar y Sara en la Epístola

Para interpretar una alegoría debe tenerse en cuenta la diferencia entre alegoría y alegorización. La primera es una figura del lenguaje, mientras que la segunda es un método de interpretación mediante el cual el intérprete da arbitrariamente el significado a un texto, apartándose del pensamiento y propósito del autor. La interpretación de las alegorías no es siempre sencillo. A modo de ejemplo Eclesiastés 12:3-7, en donde la mayoría de los intérpretes están de acuerdo en el sentido de las metáforas que la forman, de modo que los guardas de la casa, se entiende como referencia a los brazos del hombre; los hombres fuertes, representan las piernas; los que miran por las ventanas, apuntan a los ojos; las puertas de afuera, señalan a los oídos. Sin embargo, el problema principal está en el sentido que debe dársele al interpretar el v. 6, si tiene un sentido individual o uno general, y en estas opciones cual es el significado. 

Para encontrar el significado y, por tanto el sentido de una alegoría, hay que prestar atención a algunos aspectos. Determinar los lectores o los oyentes originales y las circunstancias que les rodeaban. Atender al contexto histórico general. Determinar el propósito del autor. Hacer una distinción entre las metáforas esenciales que deben ser interpretadas y las secundarias, como elementos complementarios a la narración y, por tanto, sin interpretación específica. 

En el caso concreto de la alegoría que Pablo utiliza en el capítulo, se ha considerado que, aunque no deja de ser alegoría y él mismo lo indica, no puede dejar de considerarse como una interpretación tipológica de un acontecimiento histórico

La revelación de Dios en la Palabra no sólo se expresa a modo de conceptos y verdades directamente enunciadas, sino que también ocurre por medio de hechos. Algunos de ellos representan realidades futuras que se producirían en un momento preciso. Es necesario descubrir el carácter típico o simbólico de ellos para conocer la revelación que Dios quiso dar por su medio. 

Es evidente la importancia del estudio de la simbología bíblica. Desconocer el significado tipológico del Antiguo Testamento impide apreciar la dimensión de muchas de las doctrinas del Nuevo Testamento, ya que como dice Anderson, "la tipología del Antiguo Testamento es el alfabeto del lenguaje en que están escritas las doctrinas del Nuevo Testamento". El estudio de la tipología bíblica no es del interés de algunos, aduciendo que es algo dificultoso en cuanto a comprensión, para encubrir con ello una cierta desidia a la hora de estudiar la Palabra. No cabe duda que el estudio de la tipología demanda esfuerzo, pero sobre todo, oración y dedicación. Sin embargo, los resultados son magníficos, al entender sus ricas enseñanzas que permiten una mejor comprensión de los detalles doctrinales de las realidades del Nuevo Testamento. 

La Escritura define los tipos como "sombra de lo que ha de venir" (Col. 2: 17). Es evidente que la sombra se produce cuando la luz incide en el cuerpo que la proyecta, por tanto en el Antiguo Testamento aparece la sombra de las realidades que se revelan en el Nuevo. Los tipos y símbolos son lecciones objetivas por las cuales Dios revela aspectos de su obra y gloria. Es, pues, preciso dedicarles la atención y el estudio que requiere todo lo relativo a la revelación de Dios. 

La relación entre los tipos y símbolos como figuras del lenguaje, los tropos considerados y los otros modos del lenguaje figurado, está en que tanto unos como otros expresan algo distinto de lo que se entiende en su sentido literal. Por otro lado, si el lenguaje figurado de la Biblia, es semejante a las otras figuras de cualquier otro escrito no bíblico, la tipología bíblica es radicalmente distinta, porque no queda al arbitrio del intérprete determinar cual es, sino que surgen básicamente de indicciones contenidas en la misma Palabra. 

Tipología bíblica. 

Tipo es una representación o ilustración, divinamente establecida, mediante personas, lugares, objetos, oficios, instituciones o sucesos, preparados para configurar una realidad espiritual futura. 

El tipo es una figura que fue preparada por Dios para configurar algo, no sólo una ilustración apta. El tipo bíblico debe determinarse mediante un texto que lo afirme. En el caso concreto del sentido que le da Pablo a parte de la historia de Agar y Sara, se entiende como un tipo porque el mismo apóstol lo indica en el texto al llamarle alegoría. A cada tipo corresponde la realidad que se denomina antitipo. De esa manera Agar es figura de los que dan hijos para la esclavitud debido a someterlos a la ley, mientras que Sara es figura o tipo, de quien genera hijos para libertad porque son hijos de la promesa, esto es, del Espíritu y no de la carne. 

Las conexiones (entre el tipo y el antitipo) no se efectúan arbitrariamente. No son, como en la interpretación alegórica, producto de la fantasía. Corresponden al desarrollo de la revelación progresiva y tienen su fundamento en Dios mismo, quien dispuso los elementos típicos del Antiguo Testamento de modo que entrañaran y prefiguraran las realidades que se manifestarían en la época novotestamentaria. 

Características esenciales. 

Tanto el tipo como el antitipo son realidades históricas que se corresponden. El tipo debe ser correspondido por la realidad del antitipo, para no convertir la tipología en mera ilustración o alegorización. El tipo no prefigura algo contrario a su propia condición. Así Jonás es tipo de Cristo, pero la relación tipológica entre ambos es tan sólo lo relativo a la permanencia del profeta en vientre del gran pez tres días y tres noches, equivalente al tiempo de la sepultura de Jesús (Mt. 12:40). Los otros aspectos de la vida de Jonás no tienen nada que ver con la realidad de la persona y obra de Jesucristo. 

El tipo tiene siempre un carácter predictivo y descriptivo. Es "sombra de lo que ha de venir" (Col. 2:17; He. 10:1). El tipo describe siempre rasgos que se hacen claramente apreciables en el antitipo. A modo de ejemplo: los sacrificios del Antiguo Testamento preanuncian el de Cristo, señalando algunas de sus cualidades esenciales: Su carácter purificador (He. 9: 13-14); 

Su eficacia para la remisión de pecados y consiguientes disfrute de la herencia divina (He. 9:15); Su valor para una obra de mediación (He. 9:24- 25). 

Los tipos respaldados por el Nuevo Testamento, se refieren a aspectos de la Persona y obra de Jesucristo. Esto debe evitar la búsqueda de tipología en el Antiguo Testamento en elementos que no pueden considerarse como tales. Una tipología que esté interesada en pormenores sin importancia no se ajusta al espíritu de la tipología del Nuevo Testamento. 

En todo tipo debe distinguirse entre lo principal y lo accesorio. Si el tipo está formado por un todo, no debe intuirse que cada una de las partes que lo integran tienen también significado tipológico. 

Escribe J. M. Martínez: "Uno de los ejemplos más claros es el tabernáculo israelita. Globalmente, al igual que algunos de los objetos en él contenidos, es evidentemente típico; pero ver en cada uno de los materiales, en cada una de las medidas y en cada uno de los colores el tipo de alguna realidad superior sería traspasar los límites de una tipología sensata". 

El tipo está determinado por Dios mismo. No corresponde al intérprete determinar lo que es un tipo y lo que no lo es. 

Niveles de la tipología bíblica. 

Tipos expresamente manifestados. Son aquellos que la misma Escritura los identifica sin reservas, como ocurre con Adán (Ro. 5:14), o con el tabernáculo (He. 9:24). Por tanto, son aquellos que expresamente se usan para referirse a aspectos concretos de la Persona y obra de Jesucristo, aún sin indicarlo formalmente, como ocurre con la pascua israelita (Le. 22: 14-20); Melquisedec (He. 7: 1-3). 

Tipos probables. Son aquellos que sin expresarlo directamente la Escritura, pueden relacionarse con notoria seguridad con alguna realidad del Nuevo Testamento. Así podría considerarse el sacrificio no consumado de Isaac, como tipo del de Cristo (Gn. 22: 1-8). 

Tipos dudosos. Son aquellos que pudieran representar alguna realidad del Nuevo Testamento pero que, ni tienen referencia expresa, ni una inequívoca relación. Así ocurre si se toma al criado de Abraham como tipo del Espíritu Santo y a Rebeca como tipo de la Iglesia (Gn. 24). Es necesario hacer una clara distinción entre tipo e ilustración. 

Clases de tipos. 

Personales. Cuando el tipo se establece en una persona. Como ocurre con Adán como tipo de Cristo, en cuanto a cabeza de una raza (Ro. 5:14,19; 1 Co. 15:45); Abraham tipo de las personas que son justificadas por fe (Gn. 15:6; Ro. 4:3; Gá. 3:6); Abraham e Isaac (He. 11:17-19); Melquisedec tipo de Cristo como sacerdote (He. 7:1-13, 15-17); Moisés tipo de Cristo en su fidelidad con la casa de Dios (He. 3:2-6), igualmente en su oficio profético (Dt. 18: 15,18; Hch. 3:22; 7:37); Josué tipo de Cristo como dador del reposo (Mt. 11 :28, 29; He. 4:8 , 9), en sí mismo (Jos. 1: 15; He. 4:8); David (Is. 55:3 Hch. 2:25-32); Salomón tipo de Cristo como rey y en su relación con Dios (2 S. 7:12-14; He. 1:5); Jonás (Mt. 12:40). En este mismo grupo debe introducirse las personas de Agar y Sara, consideradas en este capítulo. 

Materiales. Cuando el tipo se establece sobre diversos objetos. Así ocurre con el Tabernáculo israelita, tipo del Hijo de Dios encarnado, que puso su tienda entre los hombres (Jn.1:14); lugares y aspectos del tabernáculo, como el lugar santísimo como tipo del cielo (He. 9: 12, 24), la sangre de los sacrificios tipo de la sangre expiatoria de Cristo (He. 9: 13-22); el maná, tipo de Cristo en su poder vivificador (Jn. 6:32-35). 

Institucionales. Son los tipos establecidos sobre asuntos institucionales. De este modo el sábado como tipo del descanso de los creyentes (He. 4:4-9); La pascua como tipo de la institución de la cena del Señor (Mt. 26: 17-29; Mr. 14: 12-25 ; Le. 22:7-32). 

Históricos. Son los tipos establecidos sobre acontecimientos históricos. Por ejemplo, el éxodo de los israelitas como tipo de la liberación del pecado en razón de la obra de Cristo (Ro. 6:17-18; Gá. 5:1; 1 P. 1:17-19); la colocación de la serpiente de bronce, como tipo de la crucifixión del Señor (Jn. 3:14); los acontecimientos históricos de Israel en el desierto, como tipos de lo que debe ser evitado en la vida cristiana (1 Co. 1O:11); el diluvio, como tipo del bautismo (1 P . 3:20-21). 

Modo de interpretar los tipos. 

Primero es necesario seleccionar todos los pasajes del Nuevo Testamento que hagan alusión al tipo en cuestión. Seguidamente deben establecerse todos los puntos que se cumplan en el antitipo. Debe tenerse muy en cuenta no atribuir al tipo más de lo que realmente prefigure. Es necesario también determinar el contenido del tipo a la luz del Nuevo Testamento. Valga el ejemplo práctico de detallar el tipo que representa la serpiente de bronce en relación con la obra de Cristo. 

Tipo.

Números 21:4-9.

  1. El pueblo pecó contra Dios y Moisés.
  2. Las serpientes muerden al pueblo y muchos murieron.
  3. El pueblo confesó sus pecados. Moisés oró por el pueblo.
  4. Dios mandó hacer una serpiente de bronce.
  5. Dios prometió saludo por mirar a la serpiente.
  6. Moisés obedeció levantando la serpiente.
  7. Todo el que miraba la serpiente era salvo. 

Antitipo.

Juan 3:14-15.

  1. Todos pecaron (Ro. 3:23). 
  2. El pecado pasó a todos (Ro. 5: 12). 
  3. Necesidad de volver a Dios (Mr. 1: 15). Jesús intercede por nosotros (He. 7:25). 
  4. Dios constituyó a Cristo como sacrificio por el pecado (2 Co. 5:21). 
  5. La mirada de fe a Cristo para salvación (Jn. 3:16). 
  6. El Hijo del hombre sería levantado (Jn. 3:14).
  7. Todo aquel que cree es salvo (Jn. 3:15, 16)

A la vista del pasaje de Gálatas, es necesario entender que la alegoría que Pablo utiliza es más bien un tipo que se cumple plenamente en el antitipo del Nuevo Testamento, como se ha considerado en el comentario. 


Samuel Pérez Millos, COMENT ARIO EXEGETICO AL TEXTO GRIEGO DEL NUEVO TEST AMENTO GALATAS, 2013 EDITORIAL CLIE 



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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

domingo, 27 de noviembre de 2016

viernes, 25 de noviembre de 2016

Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Mateo 1

"La genealogía según Mateo es la genealogía del encuentro. La barrera de separación entre hombres quedó abolida en Jesús. Es notable ver que en la lista genealógica hay cuatro mujeres y no sólo varones. Una lectura superficial lleva a muchos a considerar como factor común a las cuatro su condición moral reprochable. Señalan a Tamar como una libertina egoísta que consiente en una relación incestuosa con su suegro para provecho propio. Acusan a Rahab como quien había ejercido la prostitución. A Ruth como una mujer con pocos escrúpulos morales. A Betsabé como una adultera. ¿Es realmente este el lazo que une a estas cuatro mujeres? ¿No lo es también en cierta medida el vínculo común a todos los de la genealogía? ¿Acaso no son seres humanos y, por tanto, pecadores? Un análisis más detenido determina una relación común con esas cuatro mujeres: ninguna de ellas es hebrea, todas son gentiles. Tamar era de origen cananeo, así como Rahab. Mujeres pertenecientes a pueblos que estaban considerados como anatema, a causa de su pecado y condenados a la destrucción. Ruth era una moabita. Betsabé era de los heteos. El Salvador no podía estar vinculado sólo a un pueblo, sino a la raza humana. En Cristo, Dios viene al encuentro del hombre como hombre y se hace solidario y compañero de los humanos. Aquel que es Verbo y, por tanto, Dios, viene a ser hombre sin dejar de ser Dios, para hacer algo más que aproximarse al hombre, aprojimarse, ser nuestro prójimo y compañero de experiencias. En Jesús, Dios se hace camino como Él mismo afirma (Jn. 14:6). Un camino de encuentro de Dios con el hombre y un camino de reencuentro del hombre con Dios. Es el encuentro de la vida absoluta con la experiencia de muerte por causa del pecado. Quien afirma ser vida (Jn. 14:6), se hace hombre para poder gustar la muerte por todos los que estaban muertos en delitos y pecados, e introducir al hombre en el camino de la vida y de la libertad (He. 2:14–15). El encuentro de Dios con el hombre alcanza los mayores niveles posibles. No es el hombre que se diviniza por la irrupción de Dios en él, sino que es Dios que se humaniza mediante la encarnación, haciendo subsistir en su Persona Divina la naturaleza humana engendrada por el Espíritu en María, uniendo perpetuamente deidad y humanidad para ser definitivamente Dios-hombre. El encuentro de Dios en Cristo no es limitado a un determinado pueblo o a un linaje humano. Jesucristo viene para dirimir en sí mismo las enemistades y hacer de judíos y gentiles un solo pueblo en Él (Ef. 2:14–16). En Él se concretan las buenas noticias de la salvación que produce la unidad de los salvos. El anuncio de la paz se hace extensiva a todos, tanto los más próximos como los más alejados (Ef. 2:18). El encuentro de Dios con la humanidad y de esta en Él por medio de Jesucristo, elimina todas las diferencias que separaban a los hombres entre sí y a estos con Dios. En razón del encuentro de Dios-hombre con el hombre, y de los hombres con Él por medio de la fe, "ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gá. 3:28). La metafísica desprecia todo cuanto tiene que ver con la carne, como naturaleza humana, la Biblia enseña la unidad de la carne con la deidad en la encarnación de Dios y en la resurrección de la carne de los cristianos. El Dios encarnado es solidario del hombre en tiempo y espacio. El Infinito se hizo hombre, para que el hombre pudiese acceder a la comunión vivencial con la Deidad, de tal modo que se haga participante de la divina naturaleza (2 P. 1:4)."

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Mateo 1. genealogía de la gracia

La lista genealógica es también la genealogía de la gracia. Dios se muestra en gracia para hacer posible la salvación del hombre. La gracia, como amor en descenso, fluye de Dios en el acto de planificar la salvación. Esta gracia infinita, como Dios mismo, y necesariamente infinita para superar el problema de la tragedia por el pecado, es entregada desde la eternidad en el único Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, con quien desciende y se hace razón de ser en Jesús mismo (Jn. 1:14, 17). La gracia hace posible el encuentro entre el Santo y los impíos, superando en la obra de Jesucristo el obstáculo del pecado. Es en gracia que Dios viene "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc. 19:10). La gracia hace posible la superación de los fracasos espirituales en quienes, humanamente hablando, son antecesores de Jesús. Es sorprendente que la relación de personajes conocidos –y no sabemos en que medida también los desconocidos- han tenido problemas morales. Abraham permitiendo que su esposa fuese entregada a otro hombre, aún cuando el Señor la libró de una situación pecaminosa que se hubiese producido (Gn. 20:1ss). De igual manera su hijo Isaac, en una situación semejante a la de su padre (Gn. 26:1–11). Jacob compró la primogenitura a su hermano cuando estaba hambriento (Gn. 25:34), mintió y engañó a su padre (Gn. 27:1ss). Judá y mantuvo relaciones ilícitas con su nuera Tamar (Gn. 38:1ss). Rahab había sido una prostituta (Jos. 2:1 ss). Ruth no tuvo reparo en entrar a la intimidad de Booz (Rt. 3:1–9). David un adúltero y homicida (2 S. 11:1–27). Así los muchos reyes de Judá entre los que estaba Jeconías un perverso e idólatra. Todos ellos son restaurados por la gracia. Dios ve lo que no ve el hombre y tiene misericordia de los hombres. La gracia es la expresión suprema del amor divino. Dios se hace amor presente, tangible y palpable en Cristo, saliendo de sí mismo y dándose en encuentro supremo a la creatura, sin tener en consideración su estado, condición y situación, para lo que aporta solución en la Cruz. Quienes vieron a Jesús de Nazaret y lo acompañaron quedaron impactados por su gracia (Jn. 1:14b).

jueves, 17 de noviembre de 2016

Hechos 13.13

Pablo acompañado de sus compañeros, en esta ocasión formado sólo por tres personas: él, Bernabé y Juan Marcos, abandonaron Chipre para dirigirse al Asia Menor, Es posible Menor. Es posible que en el pensamiento de Pablo hubiera estado antes este territorio que el de Chipre, donde había grandes ciudades como Éfeso, en donde se podía alcanzar a más personas con el evangelio y establecer iglesias bien consolidadas que pudieran llevar el mensaje a las ciudades alrededor de ellas. Sin embargo, no tenían, probablemente, un plan de viaje previamente establecido. Era el primer viaje misionero y simplemente se dejaban llevar a donde el Espíritu Santo les indicaba. Ante ellos, al otro lado del mar, estaba el territorio de la provincia costera de Panfilia, una de cuyas ciudades más cercanas a la costa era Perge. Este territorio era parte de lo que podríamos llamar el país de los gálatas. Pasando de la costa y atravesando la cadena montañosa del Tauro, se abría un camino sumamente difícil e incluso peligroso, como escribe el Dr. Holzner:
"Nadie emprendía entonces el camino, sumamente peligroso y largo, a través de Panfilia, inficionada de malaria, pasando por el Tauro, sin motivo apremiante, y éste era para los comerciantes el deseo de ganancia, para los soldados el deber, y para los misioneros el llamamiento de Dios. La palabra difícil o peligroso no existía para Pablo. Además como natural de Tarso, tenía desde su juventud cierta simpatía, una relación mental con aquellos pueblos toscos y desconocidos de la otra parte de los montes. Allí vivían numerosos judíos, que habían seguido a los colonizadores romanos, como las cornejas al labrador. Chipre mantenía vivo comercio con el Asia Menor, y así las jóvenes comunidades cristianas de Chipre habían rogado a los apóstoles que llevasen también el Evangelio a sus hermanos de la otra parte del mar. Concurrió en Pablo también inconscientemente cierto gusto de aventuras del tiempo de su niñez. Como sucede frecuentemente que un investigador en la madurez de su edad viril dirige sus pasos hacia países en los cuales ha soñado cuando niño. Pensemos en Schiliemann y en sus excavaciones de Troya. En todo grande hombre aparece también el niño, que en sus fantasías ya anticipa el futuro"
Es posible que durante la travesía Pablo hablase con Juan Marcos sobre el país al que se proponía llevar el evangelio. Incluso le pudo haber hablado que tras los montes que se veían a medida que la nave avanzaba hacia tierra, estaba Tarso, la patria del apóstol. Probablemente Marcos indagó los propósitos y la situación en que podría encontrarse la misión hacia el interior de Galacia. Tal vez fue informado sobre la llanura de Panfilia y la insalubridad de muchos lugares de aquella zona, donde la gente moría a centenares de malaria y otras enfermedades infecciosas. En aquel tiempo se oía decir que en aquellos lugares estaba un ángel de Satanás que hace que las gentes se enfermen y se muestres con un color cenizo; decían que tenía manos como de fuego que al tocar a las gentes las consumía de fiebres. Tal vez Pablo dijo al joven Timoteo que estaba dispuestos para atravesar aquel país, ciertamente peligroso. Todas estas cosas debieron producir cierta desazón en Juan Marcos y tal vez una pregunta: ¿por qué debo seguir, si no he sido llamado para esta misión? Es probable que conociera también relatos sobre viajeros que fueron asaltados y muertos cuando intentaron atravesar el país de los gálatas. Por otro lado, su primo Bernabé, parece que pasó a ocupar un segundo plano en la expedición misionera que era dirigida y liderada por Pablo. Nada le animaba a seguir con ellos. La nave que hizo la travesía marítima arribó al puerto en la bahía de Atalía, en la desembocadura del río Caistro. De allí, también en barco, navegaron río arriba, durante unas horas, hasta llegar a Perge de Panfilia.
Desde esta ciudad partía la ruta que atravesaba serpenteante por las gargantas del Tauro. A medida que subía el camino se hacía cada vez más escabroso. Bernabé estaba comprometido plenamente con el proyecto misionero y dispuesto a continuar el camino como fuese. No así Juan Marcos. Es posible que incluso hiciese alguna oposición a los dos misioneros. En las alturas de la montaña no había sinagogas con amigos judíos, ni lugar seguro, los caminos estaban destrozados y muchas veces pasaban por estrechos desfiladeros donde se agazapaban salteadores que procuraban despojar a los viajeros. Juan Marcos estaba acostumbrado a la ciudad y era hijo de familia acomodada, que no estaba acostumbrado a situaciones como las que podría atravesar. Todo aquello fue suficiente para desanimarlo; el no quería continuar más adelante. No se atrevía a arrostrar los peligros de los que tal vez tuvo mayor conocimiento en Perge. Lo único que correspondía era regresar a su casa; estaba resuelto y dispuesto a tomar el primer navío para regresar a Cesarea y desde allí seguir a Jerusalén. ¿Sería sólo esto o pesaría en Juan Marcos algún otro sentimiento que Lucas no revela? Cualquier cosa en este sentido es mera suposición. Sin embarbo, Juan Marcos, está unido y vinculado a una familia de profunda tradición judía. Algunos creyentes de origen judío no podían entender una separación de la iglesia y la sinagoga, de otro modo, no podían entender que el cristianismo no fuese un judaísmo reformado. Pablo había estado predicando en lugares donde había sinagoga y lo había hecho desde aquel lugar, pero su determinación era desvincular plenamente la iglesia del judaísmo. En Jerusalén quedaban otros creyentes, algunos de ellos apóstoles como Pedro, que no transitaban por el camino de la ruptura, sino de la concesión. Juan Marcos estaba muy ligado a Pedro, que le llamaba su hijo (1 P. 5:13), y tal vez quería seguir siendo su discípulo, el intérprete griego del apóstol, por tanto, debía regresar a Jerusalén. ¿Fue una debilidad personal? Tal vez; evidentemente el apóstol Pablo se sintió lastimado profundamente y tuvieron que pasar años hasta que entendió que Juan Marcos era útil para el ministerio. Lo seguro, a la luz de la Biblia, es que Dios tenía un plan para Juan Marcos, para el que necesitaba estar un tiempo bajo la tutela de Bernabé y otro tiempo bajo la dirección de Pedro hasta llegar a ser un hombre enteramente preparado para el servicio. Por qué no siguió adelante es un asunto del que el Espíritu guarda silencio. Bernabé no abandonaba la misión porque él tenía un llamamiento celestial para continuar adelante.

Samuel Pérez Millos

martes, 15 de noviembre de 2016

Hechos 13.1

La iglesia en Antioquía había recibido del Señor hombres dotados para la enseñanza. Estos son identificados aquí por sus dones profetas y maestros. El fundamento doctrinal de la iglesia descansa sobre la labor de enseñanza de los profetas y maestros (Ef. 2:20). Los creyentes están edificados, o mejor son sobreedificados, cada uno edificado en unión con los demás. No se hace aquí referencia a apóstoles, que tiene que ver directamente con el colegio apostólico y Pablo, es decir, los que como apóstoles de Jesucristo son enviados con su autoridad para establecer las bases doctrinales y el ordenamiento sobre el que descansa la Iglesia, aunque en Antioquía estaba Pablo, que era uno de los apóstoles de Jesucristo. Los apóstoles son por causa de su misión autoridades en la iglesia actuando en el nombre y comisionados para ello por el Señor de la Iglesia. Por tanto, los apóstoles pueden decir en sus escritos que lo que ellos establecen para la iglesia son "mandamientos del Señor" (1 Co. 14:37). Lo que realmente interesa a Lucas es referirse al liderazgo de enseñanza en la congregación al decir que había en ella profetas, no tanto en el sentido de aquellos dotados de el don fundante dado para revelar aspectos del misterio y escribir la profecía bíblica del Nuevo Testamento, sino de los que ministran exponiendo la Escritura y aplicándola para "edificación, exhortación y consolación" (1 Co. 14:3). Estos dos tipos de ministerios se estaban desarrollando en la iglesia en Antioquía, edificando a los creyentes y fundamentándolos en la fe. Estos hombres dotados de dones que los capacitaban para el ministerio en la iglesia era expresión del compromiso del Señor en la edificación de su Iglesia (Mt. 16:18). Los hombres dotados de dones no son constituidos por Cristo como autoridades sobre la Iglesia, sino dados como siervos suyos para ministrar en la congregación. Además de los profetas que alentaban, animaban y consolaban a la iglesia con la exposición y aplicación de la palabra estaban también los διδάσκαλοι, maestros, que podrían ser también los pastores de la congregación. El apóstol Pablo cita a ambos pastores y maestros precedidos de un solo artículo determinado, cuando escribe la Epístola a los Efesios (Ef. 4:11). En cualquier caso es interesante apreciar que aunque van precedidos de un mismo artículo van ligados por una conjunción copulativa, lo que permite entender también que uno es el don de pastor y otro el don de maestro. No cabe duda que pastorear lleva implícito dar pasto, esto es, alimentar el rebaño y el alimento en caso del rebaño de Dios, la Iglesia de Jesucristo, no puede ser otro que la enseñanza de la Palabra. A los pastores se les demanda capacidad para enseñar la Palabra, pero, no es menos cierto que en algún otro lugar del Nuevo Testamento, se habla de los enseñadores o maestros, pero no de los pastores (Ro. 12:7). Quien lidera y enseña al pueblo de Dios, no puede dejar de hacer trabajo pastoral, por esa misma causa se dice que el Señor levantará a su siervo David como pastor para Israel (Ez. 34:23), e incluso se dice de Ciro que "es mi pastor" (Is. 44:28), porque proveería de libertad y ayudaría al pueblo de Dios. Es, pues, más consecuente considerar el don de pastor distinto al don de maestro. El pastor es el que está cerca de cada oveja atento a las necesidades personales de cada una. El que, por conocerlas individualmente, puede darle la porción de alimento espiritual que necesita conforme a sus peculiaridades. Este ministerio es vital en cada congregación, por tanto, no debiera haber ninguna iglesia que no tuviese pastores, en el sentido de creyentes con don de pastor. El manual del pastor es el cumplimiento pormenorizado del Salmo 23. El don de pastor produce carga espiritual en quien lo ha recibido que lo orienta hacia las necesidades individuales de cada creyente. Es el que está con el miembro de la congregación siempre que lo necesita, el que le ayuda en las respuestas necesarias de cada día, el que lo exhorta con gracia, el que lo amonesta con mansedumbre, el que llora a su lado en sus penas, y el que lo lleva sobre sus hombros cuando la debilidad espiritual lo está afectando. Es el que lo busca cuando esta extraviado, el que va al lugar desierto del mundo para darle un abrazo de misericordia, el que restaura en las caídas y el que, por llevar la carga de cada uno de los miembros de la iglesia sobre su alma, dedica tiempo cada día a orar por ellos. Por esta causa es preferible entender el don de pastor como uno y el de maestro como otro. Lucas recalca que en Antioquía había maestros, los que enseñaban en la iglesia, hermanos dotados del don de maestro, que se traduce por doctores en algunas versiones. Se trata de creyentes capacitados para la enseñanza y exposición de la Palabra. Estos son los comisionados para dar la enseñanza e instrucción Bíblica, exponiendo la Palabra en las congregaciones. Es decir, hacer entender a los creyentes el cuerpo doctrinal del Nuevo Testamento y también la interpretación del texto bíblico del Antiguo Testamento. Por medio del don o del carisma del Espíritu, se adquiere la capacidad para este ministerio, pero es necesario entender también que la capacitación para ello procede del estudio profundo y sistemático de la Escritura bajo la dirección de otros maestros. Tal cadena de enseñanza está establecida por el apóstol Pablo para la Iglesia (2 Ti. 2:2). Como quiera que el maestro es un don, y no todos los creyentes tienen los mismos dones, la enseñanza en la iglesia debe estar reservada para los maestros, debidamente formados y preparados en la Palabra. Los creyentes pueden contribuir a la edificación del cuerpo en el ministerio de la Palabra, ejerciendo las labores proféticas de edificación, exhortación y consolación (1 Co. 14:3), pero la enseñanza doctrinal y la interpretación consonante de la Palabra debe estar en manos de maestros. Lo más peligroso para el estancamiento espiritual de una congregación, es que la enseñanza se vincule a personas espirituales aunque no hayan recibido el don de maestro, ni hayan sido preparados convenientemente en la Palabra. La enseñanza eficaz de la congregación es la que está en manos de hombres dotados para ello por Dios mismo y preparados bajo la instrucción de otros creyentes capaces para hacerlo. La iglesia de Antioquia es un claro ejemplo de las consecuencias fortalecedoras y saludables de un ministerio de enseñanza en manos de hombres dotados y competentes, como eran entonces Pablo y Bernabé. Aquellos dos estuvieron enseñando a la iglesia naciente durante todo un año. Una de las necesidades imperiosas en las iglesias locales tiene que ver con la exposición sistemática de la Palabra. No hay medio más eficaz -e incluso diría que es el único modo bíblico de enseñanzaque la exposición sistemática de la Escritura. Muchos líderes consideran que es mejor el mensaje temático, consistente en predicar sobre los asuntos urgentes de la sociedad actual. Este ministerio es el parche puesto a un grano cuando ya está infectado. La Palabra de Dios expuesta en toda su extensión da sabiduría al creyente y la meditación en ella hace vidas victoriosas y santas. El liderazgo de las iglesias debiera estar atento a creyentes a quienes Dios dio el don de maestro para proveer para ellos de lo necesario a fin de capacitarlos para el ejercicio de su ministerio. No siempre es posible tener en la propia iglesia local, maestros que enseñen a otros, pero, es posible aportar, bien individualmente o en la comunión fraterna con otras iglesias de recursos financieros que permitan al hermano en cuestión desplazarse a una institución en donde pueda recibir toda la enseñanza necesaria para llevar a cabo eficazmente el ejercicio del don. El don de maestro requiere el estudio continuado de quien lo ha recibido. Nadie piense que porque tiene un mayor conocimiento que antes, o porque a lo largo del tiempo va teniendo mayores recursos para la enseñanza ya ha alcanzado el nivel optimo y no necesita más. La experiencia del maestro bíblico es que nunca llega a alcanzar el nivel de conocimiento que no pueda superar. Esto requiere que el liderazgo de las iglesias provea de los recursos necesarios para que el maestro pueda, sin quebranto grave para su propio medio de vida, adquirir los libros necesarios que le permitan una mayor investigación del texto bíblico. Otro asunto necesario es que el maestro debe conocer los idiomas originales en que está escrita la Palabra, para que pueda interpretarla como corresponde en la mayor dimensión y precisión posible. La iglesia que deja de insistir en la enseñanza sistemática de la Palabra cae en el infantilismo, con las gravísimas consecuencias que le acompañan (1 Co. 3:1–4; He. 5:11–14). Los dones mencionados son necesarios para perfeccionar a los santos para el servicio, así como para la formación, madurez y estabilidad de los creyentes (Ef. 4:12–14).

 Pérez Millos, S. (2013). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Hechos (pp. 918–920). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.


lunes, 14 de noviembre de 2016

Qué familia!!

DINASTÍA HERODIANA
Los Herodianos fueron la dinastía que reinaba en Palestina, durante el tiempo del Nuevo Testamento. Eran descendientes de Antípater, el idumeo, que con 3000 soldados decidió la victoria de César en Egipto. Como manifestación de gratitud, Julio Cesar favoreció a Antípater y a los judíos, concediéndoles muchos privilegios.
La política externa de Antipater a partir del 63 a.C., estuvo ligada a la de la República Romana. Desde el siglo I a.C., Roma se vio convulsionada por la Guerras Civiles, por tanto, la política exterior del territorio Palestino a partir del gobierno de los idumeos Antipater y Herodes, el Grande, estuvo ligada a estas Guerras Civiles. Como personas astutas, se apoyaban en el contendiente más favorable a sus intereses y si era derrotado, pasaban a apoyar abiertamente a su opositor, así Antipater sostuvo en primer lugar a Pompeyo y después a Cayo Julio César, porque al haber un nuevo reordenamiento del poder en Roma se hacia indispensable establecer una nueva alianza con éste, para ser reconfirmado en el gobierno de Palestina y titular del Régimen del Protectorado.
El pueblo judío trató de que los romanos (Pompeyo, Julio César, Marco Antonio y Octavio) devolviesen a la Dinastía Asmonea el gobierno político-religioso de su país. Para ello mandaban embajadas a los principales representantes de Roma ya mencionados. De ese cuando Marco Antonio llegó a Oriente en el año 41, recibió en Bitinia embajadores de todos los países, entre los que estaban Fasael y Herodes por un lado y los principales dignatarios de los judíos por el otro. En esta primera entrevista los judíos acusaron a Fasael y a Herodes, diciendo que Hicarno solo tenía en apariencias el gobierno, pero que era aquellos dos quienes realmente gobernaban. Marco Antonio tenía en mucha estima a Herodes, quien se defendió personalmente a sí mismo de tal manera que los principales judíos no pudieron exponer sus quejas,  porque Herodes había sobornado a Marco Antonio mediante una fuerte suma de dinero.
Probablemente los dignatarios judíos era del partido asmoneo, que envió una segunda embajada para insistir ante Marco Antonio y pedirle por segunda vez que no depositase el gobierno de Palestina en manos de los hermanos idumeos. Esta segunda entrevista tuvo lugar en Cilicia en el año 41 a.C. Marco Antonio consultó a Hicarno sobre cual de los partidos, el de los asmoneos, o el de los herodianos, era mejor para entregarle el gobierno del pueblo, recibiendo como respuesta que la dinastía de los herodianos era la mejor opción, por lo que nombró a Fasael y a Herodes como tetrarcas y puso en sus manos el gobierno de todos los asuntos judíos, ordenando a jefe militar de su ejército que castigara a los legados judíos por ser deseosos de novedades y fortaleciera el gobierno de Herodes. Los romanos reconfirmaron siempre en el poder civil a los idumeos, dejando a los asmoneos el poder religioso. Estos dos poderes se encontraban unidos en la misma persona desde las Guerras Macabeas contra el rey seléucida Antíoco IV Epifanes, durante el s. II a.C. Esta forma romana de separar el poder religioso del civil, era una verdadera novedad para el pueblo judío, cuya idea de gobierno se basaba en una teocracia hereditaria, que se había establecido al nombrar a Jonatán, rey-sumo sacerdote.
El hijo de Antípater fue Herodes el Grande (47–4 a.C.). Con mucha astucia y una gran dosis de audacia, se hizo con la soberanía de toda Palestina, gobernando incluso sobre territorios más allá de ella. Para eliminar toda posible oposición, destruyó la casa de los Asmoneos, cuya última heredera fue Maramne, con la que se casó. Herodes el Grande fue confirmado como rey por el emperador Augusto, siendo siempre una dinastía amiga de los romanos. Fue un hombre a quien gustaron de forma notable los grandes monumentos y los palacios suntuosos. Una prueba de su megalomanía fue la reconstrucción del Templo de Jerusalén, la fortaleza llamada Torre Antonia, el Palacio Real, conocido como Torre de David, donde recibió a los magos de Oriente, y la ciudad de Cesarea, junto al mar.
Después de la muerte de su padre, Herodes llegó a Roma a finales del año 38 a.C., siendo recibido por Marco Antonio, su protector, y por Octavio, quienes decidieron nombrarlo rey junto el Senado. Por medio de un Senatus Consultum, un decreto, se nombraba Rex Amicus et socius populi Romani, de Palestina a Herodes el Grande. El nombramiento fue mal visto por los judíos por su origen idumeo y su amistad con Roma. Herodes regresó a Palestina, comenzando a gobernar su territorio como un dictador, con mano de hierro. Palestina era considerada por Roma como un estado vasallo, que era gobernado por los representantes romanos, dando origen a la instauración para Palestina del Régimen del Protectorado. Herodes mantuvo con Roma la misma relación que su padre Antípater, que no era otra cosa que una política acomodaticia, según conviniese.
Herodes, hombre de gran astucia, buscó siempre un protector en la corte romana, que le tutelara. Primero estuvo bajo la protección de Julio Cesar, y después de su asesino Casio, finalmente por Marco Antonio y Octavio. Buscar al protector conveniente se basó en su intuición política, buscando siempre la protección del más fuerte, cambiando urgentemente de benefactor cuando el que tenía era derrotado. A Herodes no le importaba quien estuviera en el poder, lo importante para él era que el poderoso, en cada ocasión, se convirtiera en su protector. A cambio mantenía la paz en sus territorios, aceptaba sin reservas el Régimen del Protectorado, y consideraba a Roma como dueña de un estado vasallo que era en el que gobernaba. Herodes nunca se le pasó por la cabeza una sublevación contra Roma.
En el tiempo de la Tercera Guerra Civil, cuando Marco Antonio separó Oriente del resto de Imperio Romano, para casarse con la reina Cleopatra VII de Egipto, fundando un reino helenístico-oriental, provocó el enfrentamiento entre Marco Antonio y Cleopatra con Octavio y el Senado Romano. Cleopatra fue derrotada en la batalla naval de Actium, en el año 31 a.C., pero logró huir con Marco Antonio a Egipto. Esto trajo como consecuencia que los dos se suicidaran en el año 30 a.C., siendo incorporado Egipto como provincia romana. Herodes el Grande, a causa de su participación en la guerra al lado de Marco Antonio, enviando tropas, tuvo que cambiar de benefactor, pasándose al bando de Octavio. El cambio fue causado por su intuición política, que le llevaba a ponerse siempre al lado del más fuerte. Para logar este cambio se entrevistó con Octavio en la isla de Rodas, en el año 31 a.C. En esta entrevista fue confirmado en su trono como rey de Palestina. Cuando Octavio llegó a Egipto, se produjo una segunda entrevista, que le reconfirmó en todos los privilegios y le entregó además las ciudades de Gadara, Hipos y Samaria, Gaza, Anteón y Torre de Estragón.
La relación de Herodes con los judíos no fue cordial. La división que había entre ellos en las sectas de fariseos, saduceos y esenios, le crearon serios problemas en los que tuvo que intervenir Roma. Los dignatarios judíos siempre pidieron a los romanos, que lo destituyese como rey. A finales de su reinado, como acto de complacencia para los romanos, puso un águila de oro en la puerta de acceso al Templo de Jerusalén. En respuesta a esta acción los más extremistas de los fariseos liderados por Judas y Matías procuraron la rebelión contra Herodes. La rebelión fue drásticamente reprimida con ayuda e intervención de los romanos.
Después de la muerte de Herodes el Grande, el país fue dividido en una tetrarquía. El testamento de Herodes tenía que ser confirmado por el emperador romano. En Roma, Augusto intervino como albacea, confirmando el reparto territorial de Palestina entre los hijos de Herodes, nombrando a Arquelao como etnarca de Judea y Samaria (4 a.C.–6 d.C); a Herodes Antipas como tetrarca de Galilea y Perea (4 a.C.–39 d.C.); y a Herodes Filipo como tetrarca de Iturea y Galaunítida (4 a.C.–34 d.C.).
A partir del año 4 a.C., Roma intervenía nuevamente en Palestina confirmando el reparto del testamento de Herodes. Este reparto tenía un interés notable para Roma, que seguía con su célebre política de dividir para gobernar. El territorio dividido estaba bajo la administración de un tetrarca nombrado por ella, conservando el Régimen del Protectorado. Los gobernadores de las tres fracciones tenía que sujetarse en todo a la autoridad romana y gobernar tanto en el interior del territorio como en las relaciones exteriores, de conformidad con los intereses de Roma, recaudando los tributos para el imperio y manteniendo la paz y el orden por el medio que fuese, en cada una de sus respectivas jurisdicciones.
El peor de los hijos de Herodes el Grande, fue Herodes Antipas (4 a.C a 39 d.C.), bajo cuyo reinado se produjo la muerte de Juan el Bautista, para dar satisfacción a la petición de su sobrina. Este rey construyó la ciudad pagana de Tiberíades en la orilla occidental del Mar de Galilea. Fue depuesto por el emperador Calúgla, muriendo en el exilio, en España.
Su hermano Felipe fue quien hizo edificar la ciudad de Cesarea de Filipos, en donde tuvo lugar la confesión de Pedro y de los discípulos sobre quien era Jesús (Mt. 16:13–20).
De la familia herodiana, está también Herodes Agripa I (37–44 d. C.), nieto de Herodes el Grande y de Mariamne. Pasó su juventud en Roma, en la corte imperial, donde se hizo amigo íntimo del que sería el emperador Gayo Calígula. Era un joven arrogante, dado a hablar sin recato, por lo que, a causa de ciertos dichos suyos, fue denunciando ante el emperador Tiberio y encarcelado. Flavio Josefo cuenta una leyenda en la se dice que cuando Agripa fue entregado a la guardia pretoriana, en su desesperación, se apoyó en el tronco de un árbol que había en el patio del cuartel. En aquellos momentos, un búho vino y se posó en una rama del árbol. Esto fue observado por un germano, que estaba cautivo allí, quien se acercó a Agripa y le dijo, por medio de un intérprete, que no se entristeciese y desmayase por la situación en que se encontraba, ya que los dioses habían decidido salvarlo y que pronto sería librado de su prisión para gozar de soberanía y prestigio. Le dijo más: todos los que ahora lamentan tu desgracia, se acercará a ti para alabarte pronto. Pero, añadió, si vuelves a ver ese búho, ten por seguro que en cinco días morirás. Esta predicción le pareció a Agripa absurda y ridícula, hasta que fue liberado, manteniéndola presente durante toda su vida. Poco después de esto murió Tiberio, y Calígula, su sucesor, confirió a Agripa, en el año 37, la tetrarquía de Felipe, de Lisanias y de Antipas, concediéndole el título de rey. Calígula fue asesinado en el año 41. Agripa, con la astucia que le era propia, consiguió burlar al senado romano, y contribuyó a elevar a Claudio a la dignidad de emperador. A cambio el nuevo emperador le entregó el gobierno de Judea y Samaria, con lo que llegó a poseer todo el territorio en que había reinado su abuelo, con el derecho de nombrar al sumo sacerdote en Jerusalén.
Este rey, astuto, de instintos criminales, quiso congratularse con los judíos, para lo que asumió la persecución de los cristianos. Mandó colgar en el templo de Jerusalén, a modo de exvoto, una cadena de oro que le había regalado Calígula, y que pesaba tanto como la cadena de hierro con que había estado atado durante su encarcelamiento en Roma.
En el año 44 se produjo lo que se relata en Hechos sobre su muerte (12:20–23). A este acontecimiento presta atención Flavio Josefo, contando que sus aduladores, lo aclamaban diciendo: Favorécenos, y desde ahora te consideraremos como un dios inmortal, en lugar de un ser humano. Agripa aceptó la alabanza de aquellos, entendiendo como propio que se le considerarse divino. En aquellos momentos, según el relato de Josefo, el rey Herodes Agripa levantó la cabeza y vio posado sobre una cuerda al búho, de modo que, conforme a la predicción que la habían hecho años antes, sabía lo que le iba a ocurrir. Lleno de remordimientos sintió como un dolor atenazaba sus entrañas. Pálido se volvió a sus amigos y les dijo: Mirad, vuestro dios debe ahora dejar la vida y Dios confunde vuestras palabras engañosas. Cinco días después moría, preso de horribles dolores, lo mismo que le había ocurrido a su abuelo Herodes el Grande.
A su muerte dejó cuatro hijos: Herodes Agripa II (50–100 d.C.), Bernice, Mariamne y Drusila. El territorio de Palestina fue dividido nuevamente, sobre el que Roma puso un gobernador. Agripa recibió los territorios de Felipe, de Lisanias y algunas otras ciudades; su hermana Drusila, que estaba casada con Azizo de Emesa, fue amante del gobernador romano Felix; su otra hermana Berenice, lo mismo que Mariamne, pasaban de un matrimonio a otro. La corrupción moral entre la familia era de tal dimensión que Berenice llegó a tener relaciones íntimas con su propio hermano Agripa, e incluso fue amante del romano Tito.
Agripa le gustaba vivir en la residencia palaciega de Herodes, en Jerusalén, procurando escandalizar cuanto pudo a los judíos, hasta el extremo de construir un mirador en el palacio desde el que podía observar cuanto se hacía en el atrio interior del templo. Dado que tenía autoridad, nombró sumo sacerdote a Anano, un hombre cruel como pocos, que fue el que condenó a morir por lapidación a Santiago, el hermano del Señor. Con el Siglo moría este rey.

COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO
DEL NUEVO TESTAMENTO
HECHOS
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Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO