domingo, 8 de noviembre de 2009

Yo soy la resurrección y la vida


Le dijo Jesús: —Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Juan 11: 25 y 26

INTRODUCCIÓN

Ya hemos estudiado cuatro de los siete YO SOY de Jesús en el evangelio de Juan:

ü  Jesús les respondió: —Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.[1]

ü  Otra vez Jesús les habló, diciendo: —Yo soy la luz del mundo;  el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.[2]

ü  Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos.[3]

ü  Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.[4]

 

En la entrada de un cementerio había un letrero: "El fin del camino". Para muchos la muerte es la pérdida irreparable. Pero realmente, ¿qué es? ¿Es el fin o la continuación de la vida? En Juan 11, Jesús nos da una enseñanza clave en cuanto a la muerte y la vida.

El significado del bautismo en agua en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados es muy importante para el creyente. El ser puesto debajo del agua simboliza que ha muerto al pecado y ahora es enterrado (sepultado con Cristo). El ser levantado del agua simboliza que resucita para andar en novedad de vida.

A este escrito de Juan se llama "Evangelio de la vida" por el énfasis del tema y por sus más de treintaiséis referencias. Así que el tema de "la vida" corre a través del Evangelio de Juan como un hilo dorado.

Los mensajeros de la casa de Lázaro salieron de Betania a donde estaba Jesús cuando Lázaro aún estaba enfermo. Después de recibir la noticia de la enfermedad, Jesús demoró dos días, al fin de los cuales anunció la muerte de Lázaro. Si salió en seguida, el viaje habría llevado cuatro días.

Algunos suponen que la mención de cuatro días se debe más bien a la superstición de que el espíritu de un muerto se quedaba tres días al lado del cuerpo con la esperanza de que resucitaría. Después de los tres días, el espíritu se retiraba definitivamente, habiendo perdido toda esperanza de poder reincorporarse al cuerpo. Al mencionar cuatro días, Juan estaría indicando que sólo un gran milagro de Dios lograría la resurrección.

La proximidad de Betania a Jerusalén se menciona quizá para explicar de la presencia de tantos judíos que habían venido a consolar a las hermanas. La mención de quince estadios de distancia de Jerusalén, o sea unos tres kilómetros, también indicaría el peligro que representaba para Jesús y sus discípulos el acercarse a Jerusalén.

Jesús fue encontrado en las afueras de Betania y le informaron que Lázaro había muerto cuatro días antes.

La conversación entre Jesús y Marta es la parte más teológica de todo el relato de la resurrección de Lázaro.

Era claro que existía una gran fe en el poder sanador de Jesús. Marta recibe a Jesús con el título Señor y con el sentido pleno de la palabra, y expresa su fe en el poder de él para evitar la muerte, pero no se atreve a abrigar la esperanza de una resurrección, especialmente después de "cuatro días". La expresión si hubieses estado aquí es una frase condicional de segunda clase que connota una situación irreal.

Pero la fe de Marta va un paso más allá al decir: Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará[5]. Pareciera que estaba alcanzando un rayo de iluminación al afirmar que creía que Dios respondería a cualquier pedido de Jesús.

Tu hermano resucitará tiene un doble significado. Marta lo tomó como una seguridad convencional de la resurrección en el día final, pero Jesús tenía otra intención.

La respuesta de Marta refleja su entendimiento de que Jesús no hablaba de una resurrección inminente. Los fariseos enseñaban una resurrección en el día final para los verdaderos israelitas, pero los saduceos negaban la realidad de esa esperanza. Probablemente, muchos de los que habían venido a consolar a las dos hermanas habían hablado de la esperanza de la resurrección en el día final.

 

DESARROLLO

El punto sobresaliente del relato es el "Yo soy", que aparece en el v. 25, y en el que Jesús se identificó tanto con la resurrección como con la vida, que, como veremos, son aspectos complementarios de una misma cosa.

La resurrección precede a la vida porque la nueva vida es el producto de la resurrección. El camino a esa vida es por medio de la fe y Jesús desafió a Marta al respecto. No estaba pidiendo una confesión de fe en él mismo sino en su afirmación, en su declaración; el énfasis aquí recae en el contenido de la fe, en las palabras de Jesús, ¿Qué es lo que hay que creer?.

Él es el Creador de la vida. Aquel que es la vida sin duda puede restaurar la vida. Todo aquel que cree en Cristo tiene una vida espiritual que la muerte no conquistará ni disminuirá de manera alguna.

Cuando logramos comprender su poder y hasta qué punto es verdaderamente maravillosa la oferta que nos hace, ¡cómo hemos de hacer otra cosa que no sea entregar nuestras vidas a Él!

Para quienes creemos, qué maravillosa es la seguridad y la certeza que tenemos: Porque yo vivo, vosotros también viviréis[6].

 

Dícele Jesús: Resucitará tu hermano—expresándose adrede en términos generales, para provocar una reacción de parte de ella. Marta le dice: Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero—Pero ¿no hemos de verlo en vida hasta entonces?

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida—quiere decir: Todo el poder de restaurar, comunicar y mantener la vida reside en mí.

Yo soy. Esta frase hace referencia al nombre divino.

La resurrección y la vida. En Jesús mismo reside el poder de dar la resurrección física y la vida espiritual, una vida que comienza ahora y anticipa la eternidad.

Jesús es la resurrección y la vida; la resurrección y la vida, eso es Jesús. Tanto la resurrección como la vida están en él:

·         Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él[7].

·         El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero[8].

·         en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados,  pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad.

Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «Sorbida es la muerte en victoria». ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?,  porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley.  Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.[9]

La resurrección abre la puerta hacia la vida inmortal.

Jesús es la resurrección y la vida en persona, la vida plena y bendita de Dios, con todos sus gloriosos atributos: omnisciencia, sabiduría, omnipotencia, amor, santidad, etc. Como tal es también la causa, manantial o fuente de la gloriosa resurrección de los creyentes y de su vida eterna. Porque él vive, también nosotros viviremos. Si él desaparece, no queda sino la muerte. Si él está presente, están aseguradas la resurrección y la vida. El príncipe de la vida es siempre el vencedor de la muerte. No sólo lo es en la resurrección en el último día; lo es siempre.

El resto de este glorioso YO SOY es un desarrollo sistemático de las palabras iniciales:

·         Jesús es la resurrección; por ello, "el que cree en mí, aunque muera vivirá".

·         Jesús es la vida; por ello, "todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás".

Es un hermoso paralelismo sintético. La segunda frase refuerza a la primera pero no se limita a repetirla.

El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá—La muerte del creyente será absorbida en la vida, Vida que nunca se hundirá en la muerte.

Aquí, se describe al creyente en el momento de la muerte. Uno piensa naturalmente en Lázaro, pero lo que se dice se aplica a todo creyente que muere físicamente. Jesús se refiere tanto a la vida eterna que se recibe por medio de la fe en El, como a la resurrección de Lázaro. Las palabras son: El que cree (permanentemente) en mí, aunque muera (físicamente) vivirá (consiguiendo la vida eterna en la gloria).

·         El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.[10]

Si algún muerto se atreve a creer en Jesús, él lo resucita. Me refiero obviamente a los muertos espiritualmente. Es como si Jesús dijera: aunque una persona esté muerta en el pecado;  aunque, por sus pecados, haya perdido todo lo que hace que la vida merezca llamarse vida, Yo puedo hacer que vuelva a estar viva otra vez, si cree en mí.  

Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás.

Ahora, se describe al creyente como a alguien que vive en la tierra, antes de la muerte. Leemos: Y todo aquel que vive y cree (permanentemente) en mí, no morirá jamás (nunca gustará la muerte eterna; nunca estará separado alma y cuerpo de la presencia del Dios de amor).

No morirá jamás. El creyente en Cristo tiene asegurado un futuro de vida eterna en El. Que el creyente que reside en la tierra tenga la seguridad de que no morirá jamás resulta sorprendente.

La promesa no es que no morirá físicamente, sino que nunca morirán para siempre[11], no morirá eternamente[12], no morirá jamás[13], refiriéndose a la muerte eterna.

Tenemos aquí un ejemplo de lítote: no morirá jamás implica realmente: ciertamente vivirá para siempre, sí, para siempre.

ü  para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. »De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda,  sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.[14]

ü  De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna.[15]

ü  De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra nunca verá muerte.[16] O bien, nunca verá muerte para siempre[17], no verá muerte para siempre[18], vivirá para siempre con Dios[19].

Incluso la muerte física no puede apagar la vida real del creyente; por el contrario, esa muerte es ganancia, porque lo introduce al disfrute pleno de la vida.

·         Pero si Cristo está en vosotros el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia.[20]

·         Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.[21]

·         porque para mí el vivir es Cristo y el morir, ganancia[22].

¿Crees esto?

Creer en Cristo es condición indispensable para recibir la vida eterna. El evangelio es para todos los que cumplen con la condición establecida, creer.

El incrédulo repudia ambas cláusulas de este glorioso YO SOY (el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente), y también la afirmación en la que ambas se apoyan (Yo soy la resurrección y la vida). Opina que con la muerte todo acaba. Por esto no puede aceptar la afirmación: "el que cree en mí, aunque muera vivirá". También concibe la muerte física como lo real, como el inflexible segador; por ello, para él, no tiene sentido la idea de que esta muerte pudiera alguna vez verse privada de su verdadero poder.

Estas verdades se aceptan por fe, sólo por fe. Como resultado de lo que él es—es decir, la resurrección y la vida—la vida del creyente triunfa siempre sobre la muerte.

Jesús usa una ocasión de gran dolor para expresar una verdad de gran consolación: la muerte física no es el final de todo.  

Llamamos a este mundo la tierra de los vivientes, pero más correcto sería llamarla la tierra de los murientes.

Sabemos que con Jesucristo no vamos camino al ocaso, vamos camino al nuevo amanecer y la muerte no es más que una puerta que debemos atravesar. No vamos camino a la muerte sino camino a la vida.

 

¿Crees esto?, la pregunta de Jesús a Marta sigue resonando para nosotros hoy.

Las verdades eternas que Jesús estaba anunciando no son meras doctrinas abstractas para discutir en el sillón cómodo del filósofo o del teólogo, sino son realidades de vida que uno debe abrazar, atesorar y aplicar a la vida diaria.

Creer en Jesús significa aceptar todo lo que ha dicho como la verdad absoluta, y jugarnos la vida con entera confianza en que es así.

Cuando creemos en Jesús y aceptamos como verdad todo lo que él nos dice, y nos jugamos el todo por el todo a que es verdad, entonces resucitamos de verdad, volvemos a la vida:

·         Somos liberados del miedo que caracteriza a una vida sin Dios,

·         Somos liberados de la frustración que caracteriza a  una vida sometida al pecado,

·         Somos liberados de la insipidez de una vida sin Jesús.

 

Cristo Jesús está ofreciendo vida, vida eterna, a todos los que se atrevan a creer.

Jesús conquistó la victoria sobre la muerte. Él quiere darle vida ahora y por la eternidad. Arrepiéntase de su pecado y acepte su oferta de perdón y vida. ¿Desea hacerlo ahora?

 

 


[1] Juan 6: 35

[2] Juan 8: 12

[3] Juan 10: 9

[4] Juan 10: 11

[5] Juan 11: 22

[6] Juan 14: 19b

[7] Romanos 6: 8

[8] 1 Tesalonicenses  4: 16

[9] 1 Corintios 15: 52 al 58

[10] Juan 3: 36

[11] TLA

[12] RVR95 EE

[13] DHH

[14] Juan 3: 15 al 18

[15] Juan 6: 47

[16] Juan 8: 51

[17] RVA

[18] RVR 1909

[19] TLA

[20] Romanos 8: 10

[21] 2 Corintios 4: 16

[22] Filipenses 1: 21


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




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