Pablo acompañado de sus compañeros, en esta ocasión formado sólo por tres personas: él, Bernabé y Juan Marcos, abandonaron Chipre para dirigirse al Asia Menor, Es posible Menor. Es posible que en el pensamiento de Pablo hubiera estado antes este territorio que el de Chipre, donde había grandes ciudades como Éfeso, en donde se podía alcanzar a más personas con el evangelio y establecer iglesias bien consolidadas que pudieran llevar el mensaje a las ciudades alrededor de ellas. Sin embargo, no tenían, probablemente, un plan de viaje previamente establecido. Era el primer viaje misionero y simplemente se dejaban llevar a donde el Espíritu Santo les indicaba. Ante ellos, al otro lado del mar, estaba el territorio de la provincia costera de Panfilia, una de cuyas ciudades más cercanas a la costa era Perge. Este territorio era parte de lo que podríamos llamar el país de los gálatas. Pasando de la costa y atravesando la cadena montañosa del Tauro, se abría un camino sumamente difícil e incluso peligroso, como escribe el Dr. Holzner:
"Nadie emprendía entonces el camino, sumamente peligroso y largo, a través de Panfilia, inficionada de malaria, pasando por el Tauro, sin motivo apremiante, y éste era para los comerciantes el deseo de ganancia, para los soldados el deber, y para los misioneros el llamamiento de Dios. La palabra difícil o peligroso no existía para Pablo. Además como natural de Tarso, tenía desde su juventud cierta simpatía, una relación mental con aquellos pueblos toscos y desconocidos de la otra parte de los montes. Allí vivían numerosos judíos, que habían seguido a los colonizadores romanos, como las cornejas al labrador. Chipre mantenía vivo comercio con el Asia Menor, y así las jóvenes comunidades cristianas de Chipre habían rogado a los apóstoles que llevasen también el Evangelio a sus hermanos de la otra parte del mar. Concurrió en Pablo también inconscientemente cierto gusto de aventuras del tiempo de su niñez. Como sucede frecuentemente que un investigador en la madurez de su edad viril dirige sus pasos hacia países en los cuales ha soñado cuando niño. Pensemos en Schiliemann y en sus excavaciones de Troya. En todo grande hombre aparece también el niño, que en sus fantasías ya anticipa el futuro"
Es posible que durante la travesía Pablo hablase con Juan Marcos sobre el país al que se proponía llevar el evangelio. Incluso le pudo haber hablado que tras los montes que se veían a medida que la nave avanzaba hacia tierra, estaba Tarso, la patria del apóstol. Probablemente Marcos indagó los propósitos y la situación en que podría encontrarse la misión hacia el interior de Galacia. Tal vez fue informado sobre la llanura de Panfilia y la insalubridad de muchos lugares de aquella zona, donde la gente moría a centenares de malaria y otras enfermedades infecciosas. En aquel tiempo se oía decir que en aquellos lugares estaba un ángel de Satanás que hace que las gentes se enfermen y se muestres con un color cenizo; decían que tenía manos como de fuego que al tocar a las gentes las consumía de fiebres. Tal vez Pablo dijo al joven Timoteo que estaba dispuestos para atravesar aquel país, ciertamente peligroso. Todas estas cosas debieron producir cierta desazón en Juan Marcos y tal vez una pregunta: ¿por qué debo seguir, si no he sido llamado para esta misión? Es probable que conociera también relatos sobre viajeros que fueron asaltados y muertos cuando intentaron atravesar el país de los gálatas. Por otro lado, su primo Bernabé, parece que pasó a ocupar un segundo plano en la expedición misionera que era dirigida y liderada por Pablo. Nada le animaba a seguir con ellos. La nave que hizo la travesía marítima arribó al puerto en la bahía de Atalía, en la desembocadura del río Caistro. De allí, también en barco, navegaron río arriba, durante unas horas, hasta llegar a Perge de Panfilia.
Desde esta ciudad partía la ruta que atravesaba serpenteante por las gargantas del Tauro. A medida que subía el camino se hacía cada vez más escabroso. Bernabé estaba comprometido plenamente con el proyecto misionero y dispuesto a continuar el camino como fuese. No así Juan Marcos. Es posible que incluso hiciese alguna oposición a los dos misioneros. En las alturas de la montaña no había sinagogas con amigos judíos, ni lugar seguro, los caminos estaban destrozados y muchas veces pasaban por estrechos desfiladeros donde se agazapaban salteadores que procuraban despojar a los viajeros. Juan Marcos estaba acostumbrado a la ciudad y era hijo de familia acomodada, que no estaba acostumbrado a situaciones como las que podría atravesar. Todo aquello fue suficiente para desanimarlo; el no quería continuar más adelante. No se atrevía a arrostrar los peligros de los que tal vez tuvo mayor conocimiento en Perge. Lo único que correspondía era regresar a su casa; estaba resuelto y dispuesto a tomar el primer navío para regresar a Cesarea y desde allí seguir a Jerusalén. ¿Sería sólo esto o pesaría en Juan Marcos algún otro sentimiento que Lucas no revela? Cualquier cosa en este sentido es mera suposición. Sin embarbo, Juan Marcos, está unido y vinculado a una familia de profunda tradición judía. Algunos creyentes de origen judío no podían entender una separación de la iglesia y la sinagoga, de otro modo, no podían entender que el cristianismo no fuese un judaísmo reformado. Pablo había estado predicando en lugares donde había sinagoga y lo había hecho desde aquel lugar, pero su determinación era desvincular plenamente la iglesia del judaísmo. En Jerusalén quedaban otros creyentes, algunos de ellos apóstoles como Pedro, que no transitaban por el camino de la ruptura, sino de la concesión. Juan Marcos estaba muy ligado a Pedro, que le llamaba su hijo (1 P. 5:13), y tal vez quería seguir siendo su discípulo, el intérprete griego del apóstol, por tanto, debía regresar a Jerusalén. ¿Fue una debilidad personal? Tal vez; evidentemente el apóstol Pablo se sintió lastimado profundamente y tuvieron que pasar años hasta que entendió que Juan Marcos era útil para el ministerio. Lo seguro, a la luz de la Biblia, es que Dios tenía un plan para Juan Marcos, para el que necesitaba estar un tiempo bajo la tutela de Bernabé y otro tiempo bajo la dirección de Pedro hasta llegar a ser un hombre enteramente preparado para el servicio. Por qué no siguió adelante es un asunto del que el Espíritu guarda silencio. Bernabé no abandonaba la misión porque él tenía un llamamiento celestial para continuar adelante.
Samuel Pérez Millos
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