sábado, 1 de septiembre de 2007

Un hombre enviado por Dios

 

Pero el ángel le dijo:

—Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída y tu mujer Elisabet dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan[1]. Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento, porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. Hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor, su Dios. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.[2]

 

Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado,

porque irás delante de la presencia del Señor para preparar sus caminos,

para dar conocimiento de salvación a su pueblo,

para perdón de sus pecados,

por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

con que nos visitó desde lo alto la aurora,

para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte,

para encaminar nuestros pies por camino de paz.[3]

 

Hubo un hombre enviado por Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz.[4]

 

Juan El Bautista



Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a hablar de Juan a la gente:

«¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? Los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta, porque este es de quien está escrito:

»Yo envío mi mensajero delante de ti,

el cual preparará tu camino delante de ti.

»De cierto os digo que entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; y, sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.

»Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Todos los profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oir, oiga.[5]

 

Muchos acudían a él, y decían:

—Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad.[6]

 

Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:

—¿Quién eres tú?

Él confesó y no negó. Confesó:

—Yo no soy el Cristo.

Y le preguntaron:

—¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?

Dijo:

—No soy.

—¿Eres tú el Profeta?

Y respondió:

—No.

Entonces le dijeron:

—¿Quién eres? Tenemos que dar respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

Dijo:

—Yo soy "la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.

Los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron diciendo:

—¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió diciendo:

—Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, quien es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Al siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! Este es de quien yo dije: "Después de mí viene un hombre que es antes de mí, porque era primero que yo". Y yo no lo conocía; pero por esto vine bautizando con agua: para que él fuera manifestado a Israel». Además, Juan testificó, diciendo: «Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que permaneció sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo". Y yo lo he visto y testifico que este es el Hijo de Dios».

Al siguiente día estaba otra vez Juan, y con él dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: «¡Este es el Cordero de Dios!». Los dos discípulos lo oyeron hablar y siguieron a Jesús. [7]

 

Y vinieron a Juan y le dijeron:

—Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, él también bautiza, y todos van a él.

Respondió Juan:

—No puede el hombre recibir nada a menos que le sea dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: "Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él". El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, el que está a su lado y lo oye, se goza grandemente de la voz del esposo. Por eso, mi gozo está completo. Es necesario que él crezca, y que yo disminuya.[8]



[1] La gracia o misericordia del Señor.

[2] Lc. 1. 13 -17

[3] Lc. 1: 76 -79

[4] Jn. 1: 6 -8

[5] Mt. 11. 7 -15

[6] Jn. 10. 41

[7] Jn. 1. 19 -37

[8] Jn. 3. 26 -30



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