EL RELEVO GENERACIONAL
ADONAY ROJAS ORTIZ
Viejo ya David y colmado de días, proclamó a Salomón, su hijo, rey de Israel.[1]
Alguna vez leí una calcomanía que decía: Si el joven supiera y el viejo pudiera. Con los años no solo vienen las canas, los dolores, los kilos de más, las enfermedades, sino que también las fuerzas, la energía y la vitalidad menguan. Si bien es cierto que cuanto más se vive más se sabe, también es cierto que a mayor edad no se puede hacer de todo. Uno quisiera ser como Caleb que a los ochenta y cinco años de edad, haciendo memoria de sus proezas hechas a los cuarenta años, dijo: Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para combatir, para salir y para entrar.[2] Pero siendo honestos, hoy en día un anciano de ochenta y cinco años, por muy bien conservado que se encuentre no podrá hacer lo que hace un joven de cuarenta. Iniciemos aceptando esa verdad dura de la vida.
En el sacerdocio levítico se establecía una edad a la que se debía retirar el sacerdote anciano y darles paso a los jóvenes hijos que venían detrás de él. Es eso lo que ocurre en el nuevo testamento cuando se nos hace referencia a Anás y Caifás, Anás inicialmente había sido sumo sacerdote pero, ahora en el ministerio público de Jesús, su yerno Caifás le había relevado en el oficio pontifical. Le había llegado el turno al relevo generacional.
CARRERA DE RELEVOS:
En varios aspectos nuestro ministerio público y nuestro servicio a Dios tiene semejanza a una carrera de relevos.
Las carreras de relevos son pruebas para equipos de cuatro componentes, en las que un corredor recorre una distancia determinada, luego pasa al siguiente corredor un tubo rígido llamado testigo, y así sucesivamente hasta que se completa la distancia de la carrera. El pase del testigo, el relevo en sí, es el momento más crítico de la carrera, se debe realizar dentro de una zona determinada de 18 m de largo. En las carreras de relevos de 400 m (cada uno de los cuatro atletas cubre 100 m, por lo que se denomina 4×100) y 800 m (4×200), el testigo pasa del corredor que lo entrega al que lo recibe cuando este último ya ha comenzado a correr, continuando el receptor la carrera.
La responsabilidad no es sólo correr apropiadamente los metros correspondientes, es pasar el testigo de tal manera que su relevo lo reciba adecuadamente.
En carreras más largas, debido a la fatiga acumulada, el corredor que recibe el testigo muchas veces mira hacia atrás para recogerlo. En condiciones ideales, tanto el corredor que entrega el testigo como el que lo recibe, deben ir a la máxima velocidad y separados unos 2 m al efectuar el relevo del testigo. En estas pruebas, para completar cada relevo el corredor debe entrar en la llamada zona de traspaso, que permite al receptor del testigo iniciar su carrera.
A mi modo de interpretar las cosas hay una mutua responsabilidad, entre el que termina su tramo de carrera y aquel que apenas la inicia, a la hora del relevo.
El que termina siente la satisfacción de haber concluido exitosamente su tramo, pero debe estar muy atento de cómo transmite el testigo a su relevo. No debe estar disgustado por quien lo releva, su interés, su preocupación debe ser que éste inicie exitosamente su carrera, de lo contrario su esfuerzo resulta nulo.
Tampoco debe quien termina intentar seguir más allá de la zona de relevo así tenga fuerzas, eso no sería de beneficio para la competencia por el contrario sólo acarrearía problemas. No se debe aferrar al testigo sino que lo debe soltar en el momento apropiado para ello.
El que comienza siente en sus hombros la carga de la responsabilidad por el deber cumplido de sus predecesores, otros han corrido gastándose para entregarle ahora el testigo a él. En otras palabras le debe a otros el que él pueda estar ahí. Es su momento, pero debe estar agradecido por quienes llegaron hasta allí, sin ellos no hubiese tenido esa oportunidad que ahora tiene.
Hay en el relato bíblico dos escenarios que merecen nuestra atención, el relevo generacional de Moisés y el relevo generacional de David, en ambos encontramos principios que nos ilustran sobre cómo debemos comportarnos nosotros en un momento tan crucial como este, el momento del relevo generacional. Analizaremos inicialmente el caso Moisés-Josué, enseguida el caso David-Salomón.
JOSUÉ FUE EL RELEVO GENERACIONAL DE MOISÉS:
Entonces respondió Moisés a Jehová: —Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, ponga sobre la congregación un hombre que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación de Jehová no sea como rebaño sin pastor.
Es la sana preocupación de quien termina, ¿Quién continuará después de mí? Que sea Dios guiándole, que no se pierda el trabajo hecho hasta ahora.
Jehová dijo a Moisés: —Toma a Josué hijo de Nun, hombre en el cual hay espíritu, y pon tu mano sobre él. Preséntalo luego ante el sacerdote Eleazar y ante toda la congregación, y le darás el cargo en presencia de ellos. Pon parte de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca. Él se presentará ante el sacerdote Eleazar y le consultará por el juicio del Urim delante de Jehová. Por el dicho de él saldrán y por el dicho de él entrarán, él y toda la comunidad de los hijos de Israel junto con él.
¡Quién iba a pensarlo! Su relevo generacional estaba ahí al lado suyo. Yo no sé si Moisés había pensado o no en Josué como su sucesor, pero Dios sí.
Ya Dios tiene al hombre que nos va a relevar, esa no debe ser nuestra preocupación, sin embargo sí hay que hacer, se debe preparar al nuevo, y hay que hacerlo pronto y con buen ánimo.
Moisés hizo como Jehová le había mandado, pues tomó a Josué y lo presentó ante el sacerdote Eleazar y ante toda la congregación. Puso sobre él sus manos y le dio el cargo, como Jehová había mandado por medio de Moisés.[3]
En obediencia Moisés se preocupó por adiestrar a su relevo, insisto en que no sé si Moisés se hubiese fijado antes en Josué o simplemente le tuviese como su ayudante y quizás tendría otro candidato para ser su sucesor, lo cierto sí es que no lo escogió él. Dios ha elegido ya quien nos relevará. Es a él a quien le corresponde esa elección. ¿Le vamos a cuestionar su decisión? Mejor ni lo pensemos.
Moisés pudo pensar muchas cosas, ¿Este muchacho? ¿Si podrá Josué? ¿Y si fracasa? Siempre habrá una posibilidad de fracaso, Moisés pudo fracasar, pero no lo hizo, ¿por qué pensar ahora negativamente de Josué? Moisés había aprendido que el éxito dependía de la presencia de Dios.
Aconteció después de la muerte de Moisés, siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, y le dijo: «Mi siervo Moisés ha muerto. Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, hacia la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el Mar Grande donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie podrá hacerte frente en todos los días de tu vida: como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente, porque tú repartirás a este pueblo como heredad la tierra que juré dar a sus padres. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, cuidando de obrar conforme a toda la Ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas» [4]
El Dios que ha guiado, ayudado y guardado a los que nos precedieron también lo hará con nosotros ahora, esta es nuestra confianza. El mismo que había estado con Moisés también estaba con Josué. Esa es la garantía del éxito asegurado.
SALOMÓN FUE EL RELEVO GENERACIONAL DE DAVID:
Viejo ya David y colmado de días, proclamó a Salomón, su hijo, rey de Israel.[5]
Aún no ha muerto el rey y ya tenemos su reemplazo. Es un caso particular porque en la monarquía es conocido el dicho a rey muerto, rey puesto.
Salomón fue el primer rey dinástico en Israel, hijo de David y Betsabé; también llamado Jedidías ('amado de Jehová') por Natán el profeta. Salomón ("pacífico") no aparece en la narración bíblica hasta los últimos días de David a pesar del hecho de que nació en Jerusalén a principios del reinado de su padre.
Quizás muy pocos pensaban en Salomón como el sucesor de David, pero Dios había puesto sus ojos en él.
Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey: —Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor, el rey. De la manera que Jehová ha estado con mi señor, el rey, así esté con Salomón, y haga mayor su trono que el trono de mi señor, el rey David.[6]
Nuevamente aquí se nota que la garantía del éxito está no en estrategias humanas sino en la presencia de Dios como nuestra continua compañía.
Jonatán respondió a Adonías: —Ciertamente nuestro señor, el rey David, ha hecho rey a Salomón; el rey ha enviado con él al sacerdote Sadoc y al profeta Natán, a Benaía hijo de Joiada, y también a los cereteos y a los peleteos, los cuales lo montaron en la mula del rey. El sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido rey en Gihón; de allí han subido alegremente y la ciudad está llena de estruendo. Este es el alboroto que habéis oído.
Siempre habrá problemas que resolver. El camino que Salomón debió recorrer para llegar al trono no fue en manera alguna fácil. La oposición de Absalón fue continuada por el mayor de los hijos sobrevivientes de David, Adonías, quien hizo un intento de apropiarse del trono cuando aún vivía su padre. Con el apoyo de Joab, el general depuesto por David, quien había dado muerte a Absalón, y el influyente sacerdote Abiatar, Adonías reunió mucha gente en apoyo de su causa, y llegó a organizar una fiesta de coronación en la localidad de Rogel. Pero Salomón tampoco se había quedado sin aliados, Benaía, hijo de Joiada, y Sadoc. El que hablaba en nombre de ellos era Natán el profeta, confidente de David y Betsabé. Luego que Natán y Betsabé recordaron a David su promesa no cumplida respecto a Salomón, el rey dio instrucciones para la ascensión de Salomón al trono, y las selló con un juramento.
Las nuevas de la coronación de Salomón, para la cual ofreció su protección la histórica guardia real de cereteos y peleteos, tuvieron la virtud de anular los festejos de Adonías pero no así sus estratagemas para controlar el reino. Suplicó a Betsabé que influyese ante Salomón para entregarle a Abisag, la criada de David, como esposa. Salomón, aparentemente temiendo que ese casamiento pudiera ser usado como palanca para destronarlo, se negó a acceder al pedido. Adonías pagó con su vida su atrevimiento al hacer semejante propuesta; cuando Abiatar el sacerdote fue echado de su cargo y Joab, como venganza, fue ejecutado frente al altar, Salomón pudo reinar sin ningún rival.
Más aún, Salomón se ha sentado en el trono del reino, y aun los siervos del rey han venido a bendecir a nuestro señor, el rey David, diciendo: "Dios haga bueno el nombre de Salomón más que tu nombre, y haga mayor su trono que el tuyo". Y el rey adoró en la cama, y ha dicho además así: "Bendito sea Jehová, Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, y lo vean mis ojos".[7]
David estaba agradecido con Dios de poder terminar su carrera y ver con sus propios ojos el ascenso de su sucesor.
Después dijo el rey David a toda la asamblea: «Solamente a Salomón, mi hijo, ha elegido Dios; él es joven y tierno de edad, y la obra, grande;[8]
David también hace énfasis en que no es capricho de él, es Dios quien ha hecho la elección. Reconoce la inexperiencia de la juventud frente a tan grande reto, pero es cosa de Dios.
Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel. Y me ha dicho: "Salomón, tu hijo, él edificará mi Casa y mis atrios; porque a este he escogido por hijo…
Aconseja sabiamente a su sucesor, con un corazón noble.
Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo generoso; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscas, lo hallarás; pero si lo dejas, él te desechará para siempre. Mira, pues, ahora, que Jehová te ha elegido para que edifiques Casa para el santuario; ¡esfuérzate, y hazla!».
No esconde sus cosas, le entrega todo a su relevo para que continúe, y no repita, la obra.
Entonces David entregó a su hijo Salomón el plano del pórtico del Templo y sus casas, sus tesorerías, sus aposentos, sus salas y la casa del propiciatorio. Asimismo el plano de todas las cosas que tenía en mente para los atrios de la casa de Jehová, para todas las habitaciones alrededor, para las tesorerías de la casa de Dios, y para las tesorerías de las cosas santificadas. También para los grupos de los sacerdotes y de los levitas, para toda la obra del ministerio de la casa de Jehová, y para todos los utensilios del ministerio de la casa de Jehová.
No hay expresiones como: "a mi tocó comenzar huyendo a las cuevas, que a él también le toque para que aprenda". Todo lo contrario David entrega a su relevo generacional todo lo que Dios le ha dado, al fin de cuentas no son cosas de David son de Dios y deben estar disponibles para la obra.
Le dio oro en cantidad suficiente para las cosas de oro, para todos los utensilios de cada servicio, y plata en cantidad suficiente para todas las cosas de plata, para todos los utensilios de cada servicio. El oro necesario para los candelabros de oro, y para sus lámparas; suficiente oro para cada candelabro y sus lámparas; y para los candelabros de plata, la plata necesaria para cada candelabro y sus lámparas, conforme al servicio de cada candelabro. Asimismo le dio oro suficiente para las mesas de la proposición, para cada mesa; del mismo modo, plata para las mesas de plata. También oro puro para los garfios, para los lebrillos, para las copas y para las tazas de oro; para cada taza, según su peso; y para las tazas de plata, según el peso de cada taza. Además, suficiente oro puro para el altar del incienso, y para el carro de los querubines de oro, que con las alas extendidas cubrían el Arca del pacto de Jehová.
«Todas estas cosas—dijo David—me fueron trazadas por la mano de Jehová, que me hizo entender todas las obras del diseño».
Luego David anima a su relevo generacional con palabras alentadoras.
David dijo además a su hijo Salomón: «Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová. Ahí tienes los grupos de los sacerdotes y de los levitas para todo el ministerio de la casa de Dios; estarán a tu lado en toda la obra; también te dará su ayuda toda clase de voluntarios y gente hábil para toda forma de servicio, y los príncipes y todo el pueblo ejecutarán todas tus órdenes».[9]
Gracias a Dios no hubo ningún tipo de celo, David reconoció que la voluntad de Dios era entregar todo lo que Dios le había dado a su relevo generacional, el joven Salomón. Todo esto ayudó a que a pesar de tanta tensión alrededor de la sucesión del trono, el traspaso se diera exitosamente y a Salomón le fue mejor que a su padre en el trono.
Al día siguiente sacrificaron víctimas y ofrecieron holocaustos a Jehová; mil becerros, mil carneros, mil corderos con sus libaciones, y muchos sacrificios de parte de todo Israel. Y comieron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo; y dieron por segunda vez la investidura del reino a Salomón hijo de David, y ante Jehová lo ungieron como príncipe, y a Sadoc, como sacerdote. Se sentó Salomón como rey en el trono de Jehová en lugar de su padre David, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel. Todos los príncipes y poderosos, y todos los hijos del rey David, prestaron homenaje al rey Salomón. Y Jehová engrandeció en extremo a Salomón a los ojos de todo Israel, y le dio tal gloria en su reino, cual ningún rey la tuvo antes que él en Israel.[10]
CONCLUSIÓN:
Así como en algún instante de nuestra vida iniciamos nuestro tramo de carrera, en algún momento también lo terminaremos.
¿Qué actitud tomaremos en ese instante?
El Señor ya ha elegido a quien nos reemplazará, debemos estar dispuestos a capacitarlo, a darle todo lo que nos ha dado nuestro Dios.
Seamos agradecidos por lo que Dios ha hecho con nosotros y como muestra de nuestra gratitud ayudemos a quien Dios ha elegido como nuestro relevo generacional.
Reconozcamos que si estamos hasta aquí es porque otros han hecho bien su tramo de carrera.
[1] 1 Crónicas 23: 1
[2] Josué 14: 11
[3] Números 27: 15 al 23
[4] Josué 1: 1 al 9
[5] 1 Crónicas 23: 1
[6] 1 Reyes 1: 36 y 37
[7] 1 Reyes 1: 43 al 48
[8] 1 Crónicas 29: 1
[9] 1 Crónicas 28: 9 al 21
[10] 1 Crónicas 29: 21 al 25
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
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1 comentario:
Excelente, está palabra,me ministra, porque el Señor es Dios de generaciones, debemos estar sensibles a su voz para recibir la Posta y entregarla.
Gloria al Señor.
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