De pesimista a optimista:
"Qué hermoso día! Y yo acá encerrado en esta oficina"; "Saqué un 8 en el examen... aunque me costó 3 semanas enteras sin salir"; "Ya limpié toda la casa... pero falta lo peor: arreglar el jardín"; "Ya llegan las vacaciones... lo que implica soportar todo el día a los chicos en casa";"Estoy bien,... pero,..."
Los pesimistas siempre encuentran una excusa para arruinar un buen momento.
Es increíble el poder que tiene el pesimismo sobre nuestro ánimo. Estas personas ven todos los acontecimientos buenos como temporarios y demasiado frágiles, cada buena noticia es seguida de una mala. Un pesimista es capaz de convertir todo en una gran catástrofe, de la cual se siente protagonista, ya sea asumiendo todas las culpas o delegándolas en otras personas.
"¿Siempre tiene que pasarme a mí?", "Si fuera más inteligente esto no me sucedería", "Era previsible, hago todo mal", "Rodeado de esta gente no puedo esperar otra cosa".
Este tipo de comentarios revelan síntomas de pesimismo que, más allá de ser un estilo negativo de pensamiento, es una forma negativa de vivir; una amenaza para nuestra salud mental.
Hoy en día está demostrado que el pesimismo y la depresión (casi una epidemia en estos tiempos) van de la mano. Está claro que nadie puede ser feliz (ni siquiera un poco) esperando siempre lo peor, o convirtiendo cada suceso en un drama cinematográfico.
Afortunadamente, existen pruebas que demuestran que el pesimismo puede modificarse a través de la enseñanza, tanto en niños como en adolescentes y adultos.
La clave está en descentrarse de ese futuro sombrío, cambiar la mirada, lograr pensar de una manera más operativa, que apunte a resolver las dificultades más que a contemplarlas.
Cuando el optimismo se convierte en un hábito de vida pasa a ser mucho más que un simple pensamiento positivo, se transforma en una disposición o tendencia a esperar y buscar los mejores resultados, los más favorables.
Ahora... cuidado! Dijimos esperar y buscar, lo cual implica una postura activa. Quedarse de brazos cruzados esperando buenas noticias, sin hacer nada por encontrarlas, no es propio de un optimista.
No es fácil cambiar la forma de pensar, ya que esto en definitiva es cambiar nuestra forma de ser y sentir, pero puede lograrse si uno realmente lo desea!
El optimismo se origina en el pensamiento realista, no distorsionado. Todos tenemos problemas, pero siempre hay una o varias formas de resolverlo. En vez de bloquearse pensando en lo perjudicado que se verá, en el tiempo que ha perdido, en lo mal que le han salido las cosas, utilice toda esa energía y potencia en mejorar esperando y buscando resolver el problema.
De padres optimistas debemos esperar niños con esa misma tendencia: No hay mejor modelo para sus hijos que usted mismo, ellos absorben tanto lo bueno como lo malo. Si quiere que obtengan los beneficios del pensamiento optimista debe comenzar por cambiar su propia forma de pensar y ver las cosas.
Pensar en forma realista, con los pies sobre la tierra, sin distorsiones, sin dejarse abatir por sentimientos de frustración y pérdida es la única manera que tenemos, como seres humanos, para ver las cosas objetivamente.
La vida está llena de momentos buenos y malos. Los optimistas tienen una gran ventaja, están vacunados contra el estrés y la depresión, en cambio los pesimistas siempre tienen las defensas bajas...
Un abrazo para todos....
Esneda Roa G.
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