miércoles, 23 de febrero de 2011

Quinta Señal

Jesús anda sobre las aguas!

Al anochecer descendieron sus discípulos al mar, y entrando en una barca iban cruzando el mar hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero él les dijo:

—Yo soy; no temáis.

Entonces ellos lo recibieron con gusto en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra a donde iban.

Juan 6: 16 al 21

El evento de Jesús caminando sobre el agua se encuentra también en Mateo y en Marcos, pero con algunas diferencias. En Mateo y Marcos los discípulos se asustaron, pensando que Jesús era un fantasma y sólo Mateo relata el intento de Pedro de ir hacia Jesús caminando sobre el agua. Mateo y Marcos también revelan el propósito de Jesús de apartarse de la multitud para orar, mientras que Juan indica que su motivo fue de evitar que lo tomaran por la fuerza para ser rey. Dichas diferencias no representan contradicciones, sino datos adicionales que cada autor pensaba que eran importantes y que son fáciles de armonizar.

El mar de Galilea está 195 m por debajo del nivel del mar, tiene una profundidad de 45 m y está rodeado de colinas. Estas características físicas hacen que quede expuesto a tormentas repentinas con vientos que causan olas muy altas. Aunque estas tormentas se esperaban en este lago, no dejan de ser atemorizantes.

Cuando Jesús fue a sus discípulos durante la tormenta andando sobre el agua (a más de 5 km de la costa), les dijo que no temiesen. A menudo nos enfrentamos a tormentas espirituales y emocionales y nos sentimos sacudidos como un pequeño bote en un gran lago. A pesar de las circunstancias aterradoras, si confiamos nuestras vidas a Cristo para que las proteja, Él nos dará paz en cualquier tormenta.

A. Los discípulos sin Jesús.

Estando separados de Jesús, estaban expuestos a peligros inminentes que no tardaron en manifestarse.

Los discípulos habían remado varias horas. Habían partido de la orilla oriental al oscurecer, o poco después. Probablemente se demoraron con la esperanza de que Jesús se uniera con ellos, y así dejaron que llegara la noche oscura. Ahora serían las 3 de la madrugada, o más tarde (la cuarta vigilia de la noche; es decir, entre 3 y 6 de la madrugada). Tan fuerte era la tempestad que la barca no había recorrido más que veinticinco o treinta estadios. Un estadio son 180 metros, y por tanto el significado es que la barca había navegado cuatro o cinco kilómetros. Ahora bien, si la distancia del punto en que los discípulos embarcaron al punto de llegada era de algo más de siete kilómetros, como parece probable, entonces queda claro que los discípulos se encontraban, realmente, en medio del mar. Por otra parte no hay que descontar la posibilidad de que la violencia del viento los hubiera desviado algo de su ruta, o que ellos hubieran intentado alcanzar la orilla. Sea como sea, todavía les quedaba mucho trecho para llegar a su destino.

De lo que no se habían dado cuenta los discípulos era que el Señor Jesucristo sabía dónde y cómo estaban ellos.

Marcos agrega el detalle gráfico y emocionante, los vio fatigados bogando, usando todas sus fuerzas para combatir las olas y poder avanzar contra el viento, pero con poco resultado. Jesús vio desde la montaña y a través de la obscuridad de la noche, porque su corazón estaba del todo con ellos; sin embargo, no quiso ir en su auxilio mientras no llegara el momento que él quisiera. Los veía de lejos y en el momento preciso, de acuerdo a su plan, llegó hasta ellos.

B. Los discípulos y el Jesús desconocido.

Cuando habían remado como cuatro o cinco kilómetros, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.

¡Sucedió de repente! Mirando hacia el este (mientras que su barca se dirigía al oeste), aquellos remeros vieron en la espesa oscuridad la silueta de una figura que andaba sobre las embravecidas olas. Ni los vientos ni las olas parecían preocuparle mucho a esta forma humana. Andaba, pues, en medio de la tempestad, y lo hacía tan rápido que gradualmente se fue acercando a la barca, hasta que pareció que iba a pasar por su lado. Al ver a Jesús caminar sobre el agua, cosa nueva y extraña, la única conclusión de ellos, según los Sinópticos, sería que era un fantasma. ¿Quién no tendría temor y quién no llegaría a esa conclusión en tales circunstancias? Es completamente comprensible.

Muy asustados, los fatigados discípulos gritaron: ¡Un fantasma, un fantasma! Estos detalles que Mateo y Marcos dan, los omite Juan, quien se limita a decir simplemente: Cuando habían remado como cuatro o cinco kilómetros, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.

La causa de este miedo era que, al principio, los hombres no entendieron que esa figura humana no era un fantasma, era Jesús.

C. Los discípulos y el Jesús que ellos conocen.

El Jesús que les trae palabras de paz.

Mas él les dijo: Yo soy; no temáis. Según Mateo y Marcos, las palabras Yo soy fueron precedidas por ¡Tened ánimo!

Yo soy es una expresión que nos recuerda de la manera en que Dios se identificó con Moisés y que Juan emplea repetidas veces. Yo soy es la traducción del término hebreo para Jehovah, JHVH.

Al decir Yo soy, Jesús estaba afirmando su deidad. El pronombre personal yo es enfático y el verbo soy del tiempo presente enfatiza el eterno ser de Dios.

El autor de la carta a los hebreos lo declara en otros términos: ¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos! El mandato ¡no temáis! sigue la afirmación identificadora. Literalmente sería: no continuéis temiendo.

Volviendo al relato de Juan, cuando los discípulos se convencieron de que lo que veían no era un fantasma sino el mismo Señor, quisieron recibirlo a bordo, y, en efecto, lo hicieron. Entonces cesó el viento. Sus primeros temores ahora se convierten en admiración y gozo. Y en seguida el bote, que cuando Jesús lo abordó se encontraba a mucha distancia de la orilla, se halló en la tierra adonde iban. También esto se presenta como un milagro.

Aquél que ya había manifestado su poder en las enfermedades tenía también absoluto dominio del viento y las olas. Demostró ser el mismo Dios manifestado en carne.

Lo que Job celebra como la prerrogativa distintiva de Dios: Él solo extiende los cielos, y anda sobre las olas del mar. (Job 9: 8). Lo que Agur se preguntaba acerca de Dios, ¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes? (Proverbios 30:4). Se hace carne y claramente visible a través de Jesús de Nazaret.

Con Jesús en la barca el viaje se cumplió feliz, seguro y rápido, cosa que no sucedía cuando ellos estaban remando sin él. Él tiene la capacidad y la voluntad de cuidar a los suyos.

Mateo indica que cuando subió a la barca los discípulos vinieron y le adoraron diciendo: ¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!

 

Mateo continúa la historia con la intención de Pedro de andar sobre las aguas para llegar hasta Jesús. Juan omite esta reacción de Pedro. Ese evento, relatado en los Sinópticos, revela el carácter impulsivo y audaz de Pedro, pero también su debilidad en medio de una crisis.

 

El milagro que se produjo en el mar, constituye en realidad, cuatro milagros en uno:

1.      Jesús anda sobre el mar;

2.      hace que Pedro ande también sobre el mar (aunque este suceso no se narra en el cuarto Evangelio);

3.      se revela como Señor de la tempestad, pues al entrar en la barca, la tormenta cesa; y

4.      muestra su dominio sobre las distancias, ya que al entrar en la barca ésta se encuentra inmediatamente en la orilla.

 

Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario  (Mt. 14:23, 24).

Aun cuando la tempestad rugía furiosa, y las tinieblas envolvían al pequeño grupo, en realidad estaban totalmente seguros, pues en el monte había alguien que estaba pendiente de ellos. Aquí tenemos, verdaderamente, una hermosa imagen con muchas aplicaciones en nuestro tiempo.

Los discípulos aprendieron que Jesús conocía sus circunstancias, así como conoce las nuestras hoy. También se dieron cuenta de que el Señor no se quedó mirando, sino que les ayudó en el tiempo de presión, como también lo hace con nosotros aquí.

Juan nos demuestra con este relato la dependencia que los apóstoles tenían de Jesús.

Otra vez el Mesías responde a una gran necesidad y lo hace milagrosamente, andando sobre el agua. Ni el viento ni el oleaje lo pudieron detener o afectar de tal manera que el milagro de caminar sobre el agua se convierte en una verdadera señal que logró el propósito anunciado por Juan: para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

 


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 


jueves, 17 de febrero de 2011

Cuarta Señal

LA ALIMENTACIÓN DE LOS CINCO MIL

Juan 6:1–15

¿Existe alguna tarea imposible que cree usted que Dios desea que haga?

No permita que su evaluación de lo irrealizable le impida aceptar la tarea. Dios puede hacer algo milagroso; confíe en Él en cuanto a la provisión de recursos.

Jesús alimentó a los cinco mil en una colina cercana al mar de Galilea, en Betsaida.

Aparte de la resurrección de Jesús, la alimentación de los cinco mil es el único milagro que se incluye en los cuatro Evangelios. Como es el único milagro incluido en los cuatro evangelios a la vez, tenemos más detalles.

Juan dio por sentado que sus lectores conocían los detalles de los primeros evangelios y sólo menciona la gran necesidad que tenía la gente congregada.

Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.

El milagro que el presente párrafo nos da a conocer tuvo lugar entre seis meses y un año después de los sucesos del capítulo 5.

Se nos dice que Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el lugar donde esto sucedió estaba en los alrededores de Betsaida, "Casa de Pescado".

Al mar de Galilea se le designa también con otros nombres entre los que estaban: mar de Cineret, Lago de Genezaret y mar de Tiberias. El pueblo de Tiberias fue fundado por Herodes Antipas por el año 20 d.C. en honor del emperador romano Tiberio (14–37 d.C.). Después al mar de Galilea se le dio el nombre de mar de Tiberias por el pueblo de ese nombre que estaba a sus orillas.

Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos

Cristo estaba en el apogeo de su ministerio en Galilea. La multitud lo seguía porque quería ver más señales. Tristemente, no era el mensaje, sino los milagros, lo que los motivaba. No veían en Jesús al Salvador que los librase de sus pecados, sino que habían quedado impresionados por un Obrador de milagros.

Según los Sinópticos, Jesús cruzó el mar en una barca, pero aparentemente la multitud rodeó el mar caminando.

Entonces Jesús subió al monte, y se sentó allí con sus discípulos.

Parece ser que la intención de Jesús fue la de retirarse de las multitudes, descansar y enseñar a los discípulos en un ambiente de tranquilidad. Cristo acababa de saber del asesinato de Juan Bautista y quería que sus discípulos descansaran en un lugar privado y quieto.

Esto explica por qué querían estar a solas en el monte.

Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.

Probablemente se menciona la proximidad de la Pascua para explicar la reacción final de la gente. La Pascua era una conmemoración de la liberación de la esclavitud en Egipto. En consecuencia, en este día los pensamientos de los judíos giraban en torno a la pregunta: ¿cuándo quedaremos libres de la esclavitud de Roma?

Jesús daría a la multitud lo que la Pascua no lograba dar, una realidad a la que la fiesta sólo señalaba.

Cuando alzó los ojos y vio que venía a él una gran multitud,

Cuando alzó Jesús los ojos y vio que venía a él una gran multitud, lejos de considerarlos como un motivo de molestia, empezó a descender del monte para encontrarlos, pues estaba lleno de compasión hacia ellos.

dijo a Felipe: "¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?"

De saber alguno dónde conseguir comida, ese hubiese sido Felipe, porque era de Betsaida, una aldea a unos catorce kilómetros y medio de distancia.

Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.

Jesús probaba a Felipe a fin de fortalecer su fe.

Al pedir una solución humana (sabiendo que no existía tal cosa), el Señor Jesús destacó el acto poderoso y milagroso que estaba a punto de realizar.

El Señor quería dar una oportunidad a Felipe para revelar si se compadecía de aquella gente, y si había comprendido la lección que enseñaban los milagros, en su calidad de señales; es decir, que señalaban la majestad, el poder, la gloria y el amor del Señor, su capacidad y disposición para satisfacer las necesidades. El propósito de la pregunta no era obtener información acerca de dónde se podría comprar pan; ni tampoco representa esta pregunta que el Señor no sabía qué hacer.

Felipe le respondió: "Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco".

Felipe contempla la enorme multitud, e inmediatamente empieza a calcular, olvidando completamente que el poder de Jesús sobrepasa todo cálculo.

Felipe era sumamente práctico en sus cálculos. Su respuesta muestra un sentido natural pero muy humano de la ocasión. Doscientos denarios sería la cantidad de dinero que un hombre recibiría en doscientos días de trabajo.

Jesús quería enseñarle que los recursos financieros no son los más importantes. Es posible que limitemos la obra de Dios en nosotros por suponer de antemano lo que es posible y lo que no.

A pesar de las manifestaciones de poder, parece que no se le ocurrió a Felipe pensar que el Señor, que en Cana había manifestado su poder para dar vino cuando éste faltó, sería igualmente capaz de dar pan en Betsaida.

En Mr. 6:35–37 se narra lo que sucedió a continuación: Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: Dadle vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?

La fe de los restantes discípulos no era mejor ni más fuerte que la fe Felipe. A ninguno de ellos se les ocurre pensar en el poder de Jesús. Todos ellos calcularon, pero no ejercieron fe.

Jesús preguntó a los discípulos: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. La respuesta fue: Cinco panes y dos peces. El escritor del cuarto Evangelio que fue testigo ocular, añade algunos detalles interesantes:

Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro,

Andrés estuvo algo mejor, al informar a Jesús de los recursos disponibles, desesperadamente inadecuados para la magnitud de la necesidad. También enfocó las cosas literalmente, pero ninguno de los discípulos podía saber lo que había en la mente de Jesús.

le dijo: "Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?"

Aunque el pan de trigo era el más común, el de cebada era más barato y era consumido por los pobres. Algunos de los escritores judíos decían que el pan de cebada era comida para bestias, pero el pan de cebada es un alimento bueno y completo. ¡La comida que comen los pobres no tiene que ser necesariamente comida pobre!

Cuando Andrés pensó en los cinco panes—¡sólo cinco!—y en los dos peces—¡sólo dos!—y en la vasta y hambrienta multitud, pero no en Jesús, en su poder y en su amor.

Se hace un contraste entre los discípulos y el niño que brindó lo que tenía. Contaban con más medios que el niño, pero como sabían que lo que tenían no era suficiente, no dieron nada. El niño entregó lo poco que tenía y eso fue lo que lo cambió todo. Si no ofrecemos nada a Dios, Él no tendrá nada para usar. Pero puede tomar lo poco que tenemos y convertirlo en algo grande.

Entonces Jesús dijo: "Haced que la gente se siente".

Para mayor facilidad al contarlos y al servirles, la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.

¿Esperarían ellos ver un milagro? ¿Sería ésta la razón por la que no vacilaron en obedecer el mandato de sentarse en orden?

Y había mucha hierba en aquel lugar; y se sentaron como en número de cinco mil varones.

¿Es posible que se contaran los hombres porque había muchos más de ellos que de mujeres y niños? De todos modos había como en número de cinco mil varones, además de las mujeres y los niños.

Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados; y lo mismo hizo con los pescados (dándoles) todo lo que quisieran.

Todos los registros relatan que Jesús dio gracias antes de distribuir la comida.

Jesús acepta lo poco que tenemos, humanamente visto como insuficiente e insignificante, agradece a Dios por esa entrega y la multiplica para que alcance y sobre.

Lo que se resalta es que todos los que estaban presentes recibieron todo lo que quisieron. Algunos, incluso, tomaron más de lo que podían consumir.

Y cuando se hubieron saciado,

Juan subraya que todos quedaron satisfechos, lo que significa que se trató de una verdadera comida y no meramente de un acto simbólico.

dijo a sus discípulos: "Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada".

Dios da en abundancia, pero los recursos infinitos no son una excusa para desperdiciar. El desperdiciar es pecado.

Es interesante que el que podía multiplicar los panes y los peces se cuidaba de no perder nada, una lección para muchos en el siglo 21 que acostumbran echar a la basura montones de restos que tendrían valor para otros.

Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.

Existe una lección en las sobras,  que algunos habían tomado demasiados pedazos cuando se había repartido el pan.

Entonces, cuando la gente vio la señal que Jesús había hecho, decía: "Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo".

«El profeta» es aquel que profetizó Moisés (Deuteronomio 18.15).

La respuesta de la gente: Este verdaderamente es el profeta, refleja la creencia popular de que un profeta como Moisés, quien alimentó a los israelitas con maná, había de venir al mundo para establecer un paraíso terrestre. Esto avivó su fervor mesiánico, e intentaron instalar a Jesús como su «Mesías-dador de pan», haciéndolo rey por la fuerza. Jesús no aceptó nada de eso.

Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.

En el primer siglo había una expectativa mesiánica, nacionalista y candente, entre los judíos que deseaban librarse del yugo romano. Su concepto del Mesías era el de una figura libertadora, un tipo de Moisés quien guió al pueblo de Dios de la esclavitud desde Egipto a la Tierra Prometida. Muchos pensaban que la multiplicación de los panes y los peces apuntaban a Jesús como el asignado para librar a Palestina del dominio romano. Procuraron forzarlo a un rol que él decididamente rechazaba. Ellos tenían la intención de "usarlo" para lograr sus propios fines. En cambio, él vino para establecer un reino basado en una liberación espiritual, no en una política, militar y nacional.

La clase de Mesías que el pueblo quería era uno que fuera capaz de satisfacer sus necesidades físicas y estuviera dispuesto a hacerlo. Cuando creyeron que Jesús cumpliría sus esperanzas, quisieron llevarle en triunfo a Jerusalén, por la fuerza si era preciso, para coronarlo rey. En realidad, Jesús ya era rey, pero no como ellos deseaban. Pero tan pronto como se les dio a entender claramente que su héroe no era lo que ellos habían imaginado, sino que era un Mesías espiritual que había venido a salvar a su pueblo de la culpa, la corrupción y la miseria del pecado, le volvieron la espalda y ya no anduvieron más con él. A medida que su identidad se aclaraba y la naturaleza de su reino se definía, el entusiasmo popular iba enfriándose.

Por lo tanto, en el mismo capítulo, Jesús aparece en la cúspide de su celebridad, y luego, de repente, avanza a grandes pasos hacia el punto más bajo de la burla pública. Pero en medio de esta voluble multitud, aparece revelada su gloria, y especialmente en el sentido de que, aunque conocía a este pueblo a fondo, estaba, sin embargo, dispuesto a derramar su favor sobre ellos.

CONCLUSIÓN

A. El fracaso de los cálculos humanos

El lugar (una llanura a casi dos kilómetros de Betsaida Julia, al noreste del Mar de Galilea) estaba solitario. En cuanto a la hora, ya estaba oscureciendo. Además, había más de cinco mil bocas que alimentar. Los discípulos no tenían dinero ni para comprar "un poco" para cada persona. ¡Y el muchacho que apareció en escena sólo tenía cinco panes y dos peces! La situación, en resumen, parecía no tener solución; es decir, contando con el cálculo humano, aparte de la fe en el amor y el poder de Cristo. Los discípulos (no sólo Felipe y Andrés, sino todos ellos) eran hombres de poca fe. Parece que todavía no habían llegado a conocer suficientemente bien a Jesús, cuyos recursos son infinitos.

Jesús puede satisfacer las necesidades humanas cuando nuestros recursos son insuficientes!

B. La suficiencia total de la provisión divina

Jesús nunca tuvo duda sobre lo que tenía que hacer. Desde el principio sabía cómo tenía que proveer. Su corazón estaba lleno de amor. ¿Perturbó aquella muchedumbre su deseo de descansar y tener tranquilidad? ¿Era gente en busca de emociones, con ideas terrenas? ¿Sabía Jesús que buscaban un Mesías político y que rechazarían al verdadero Mesías? ¡Claro está que lo sabía! Y, sin embargo, les dio pan, tanto como quisieron. Cuando se estudia este milagro, se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué virtud brilla con más gloria: el amor o el poder de Cristo?

C. Un milagro es algo inexplicable

Es una necedad tratar de explicar lo que ocurrió allí. Uno de los ejemplos más absurdos es éste: Jesús y los discípulos llevaban algo de comida, y empezaron a dar a los que no tenían. Cuando la gente vio esto, todos los que habían llevado algo consigo, avergonzados de su egoísmo, empezaron a hacer lo mismo. Y por esta razón hubo suficiente para todos.

Pero el relato de este milagro se debe aceptar por fe. Si uno no lo cree, que no trate de explicarlo con otras razones; que sea sincero y diga: "No lo creo".

D. Para que creyeran en él.

Claro que la señal demostró el deseo y capacidad del Mesías para suplir las necesidades de los imposibilitados. Sin embargo, Cristo sabía la importancia que la señal tendría para sus discípulos. A la verdad, dar de comer a la gente no fue la razón principal de que viniera el Mesías, o el propósito de su ministerio. Lo que sí era importante era hacer crecer la fe de sus seguidores para que realizaran la gran responsabilidad que les quedaría.

E. Instrumentos útiles en las manos de Dios.

Al efectuar sus milagros, Jesús por lo general prefería obrar a través de la gente. Aquí tomó lo que le ofrecía un niño y lo usó para llevar a cabo uno de los milagros más espectaculares narrados en los Evangelios. La edad no representa una barrera para Cristo. Nunca piense que es demasiado joven ni demasiado viejo para serle útil.

BIBLIOGRAFÍA

ü  Bartley, James ;  Patterson, Juan B ;  Wyatt, Joyce Cope ;   Editorial Mundo Hispano (El Paso, Tex.): Comentario Bı́blico Mundo Hispano Juan. 1. ed. El Paso, TX : Editorial Mundo Hispano, 2004, S. 151

ü  Biblia Del Diario Vivir. electronic ed. Nashville : Editorial Caribe, 2000, c1996, S. Jn 6.5

ü  Biblia Plenitud: La Biblia De Estudio Que Le Ayudara a Comprender a Aplicar La Plenitud Del Espíritu Santo En Su Diario Vivir. electronic ed. Nashville : Editorial Caribe, 2000, c1994, S. Jn 6.9

ü  Carson, D.A. ;  France, R.T. ;  Motyer, J.A. ;   Wenham, G.J.: Nuevo Comentario Bíblico: Siglo Veintiuno. electronic ed. Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 2000, c1999, S. Jn 6.1-15

ü  Hendriksen, William: Comentario Al Nuevo Testamento: El Evangelio Según San Juan. Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 1981, S. 229

ü  Hernández, Eduardo A. ;   Lockman Foundation (La Habra, CA): Biblia De Estudio : LBLA. La Habra, CA : Editorial Fundación, Casa Editorial para La Fundación Bíblica Lockman, 2003, S. Jn 6.1-15

ü  Platt, Alberto T.: Estudios Bíblicos ELA: Para Que Creáis (Juan). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1995, S. 51

 


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
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jueves, 10 de febrero de 2011

Tercera señal

SANIDAD DEL PARALÍTICO DE BETESDA
Juan 5:1–18

Es posible poner la vista en lo que no sirve. Puede ser que la sociedad diga que algo sí sirve, o que las costumbres y la cultura lo afirmen así. Puede ser que haya presión de parte de la familia para que confiemos en lo que "siempre hemos hecho". Y en esas condiciones, usted se haya quedado esperando "el movimiento del agua", o un golpe de suerte. Sin embargo, Cristo vino a cambiar ese enfoque.

Betesda era el nombre de un estanque que todavía existía en los tiempos en que Juan escribió su libro. Pero el lugar exacto donde esto ocurrió ya no existe. Se ha excavado un doble estanque en el sector noroeste de la ciudad que se piensa que puede ser el que se describe aquí ubicado junto a la puerta de las Ovejas. Hay variaciones en el nombre, pero Betesda es el más seguro. El detalle más importante es el número de cinco pórticos, cuya existencia ha sido confirmada por la arqueología. Estas áreas contendrían una gran cantidad de personas esperando aprovechar las aguas medicinales.

En este pasaje, el autor reporta fielmente la idea popular, una especie de mitología o superstición, que decía que de vez en cuando las aguas eran agitadas por un ángel, y que el primer enfermo que lograra meterse en ellas después de esto, sanaba.

Tal vez las aguas tuvieran algún valor curativo o que hubiera un manantial intermitente, lo que explicaría la frase "de tiempo en tiempo". Tal vez algunas enfermedades, causadas por los nervios, sanaban con los baños y la referencia al "ángel" probablemente era una superstición, o invento creado por los muchísimos enfermos que acudían en busca de salud. Lo cierto es que ni Juan ni Cristo hicieron referencia a las "curaciones," supuestas o verídicas, asociadas con Betesda.

El texto adicional que aparece en los vv. 3, 4 no tiene buena base y ha sido correctamente omitido en la RVA y otras versiones. Sin embargo, el v. 7 confirma que había algunos movimientos en las aguas, posiblemente debido a manantiales. De todos modos, el enfoque de capítulo 5 no es ni el estanque ni "el ángel", sino el Mesías y su ministerio a un enfermo entre los muchos que ahí había.

¿Por qué Juan escogió este milagro como señal?

Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

La frase: después de estas cosas no indica necesariamente mucho tiempo después. En consecuencia, no sabemos exactamente cuándo sucedió el milagro que nos ocupa en este capítulo. Sabemos que fue en el tiempo en que había una fiesta de los judíos; pero también esta indicación es algo vaga. ¿A qué fiesta se refiere el escritor? Pudo haber sido la Pascua, el Pentecostés o la fiesta de los Tabernáculos. Si se trata de la Pascua, se extendería el ministerio de Jesús en Galilea todo un año, ya que Juan menciona explícitamente otras tres Pascuas (cp. 2:13, 23; 6:4; 11:55; 12:1)

Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Bethzatha, el cual tiene cinco pórticos.

No lejos de la puerta de las ovejas, así llamada probablemente porque por ella pasaban muchas ovejas que se llevaban a sacrificar al cercano atrio del templo, había un estanque. Popularmente, a este estanque se lo conoce por el nombre de Betesda ("casa de misericordia", muy apropiado para el escenario en que Jesús mostró misericordia a un hombre físicamente impotente), pero el de Bethzatha (arameo: ¿casa de olivo?) tiene más apoyo textual.

En éstos (cinco pórticos) yacía una multitud de inválidos (de toda clase, particularmente:) ciegos, cojos y paralíticos.

Después de 5:3, tanto la versión Reina-Valera 1960 dice lo siguiente: Versículo 3b: "… que esperaban el movimiento del agua". Versículo 4: "Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese".

Sin embargo, ninguno de los mejores y más antiguos manuscritos contienen estas palabras.

(1) Probablemente sería mucho más difícil explicar cómo se omitieron estas palabras de los mejores manuscritos si realmente eran parte del texto original, que explicar en qué forma se han introducido en el texto (p.ej., como glosa marginal dirigida a explicar la agitación del agua, mencionada en 4:7, atribuyéndola a la visita periódica de un ángel).

(2) Basándonos en el texto que encontramos en los mejores manuscritos (es decir, omitiendo 5:3b y 4) no hay necesidad de creer que la agitación del agua se debía a una causa sobrenatural. Además, la idea de que el primero en descender después del movimiento de las aguas quedaba curado, no se presenta aquí necesariamente como la creencia del escritor del cuarto Evangelio ni como la enseñanza del Espíritu Santo, sino como la opinión implícita del hombre enfermo (5:7b).

(3) Por otro lado, es completamente cierto que no se debe descartar la posibilidad de una actividad sobrenatural y angélica. Nunca se debe olvidar que una interpolación marginal en el texto puede ser correcta. En los días del ministerio terrenal de nuestro Señor, el ministerio de los ángeles aparece prominentemente una y otra vez, y poderes y fuerzas poco comunes representan un importante papel.

(4) El milagro que aquí tiene lugar cuando este hombre enfermo recobra la salud, no se atribuye a ninguna virtud medicinal del estanque, ni a la actividad angélica, sino al poder y al amor de Jesús. De hecho, cuando Jesús cura a este hombre no hace ningún uso del estanque. Nuestra atención se debe centrar en este milagro; no en la cuestión de si en este estanque se producían o no milagros constantemente.

Y había allí un hombre que había treinta y ocho años que era afligido por su enfermedad.

Y había allí un hombre, es decir entre los inválidos había un hombre que atrajo la atención de Jesús más que ningún otro.

Cuando Jesús lo vio allí acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo en esta condición,

Jesús vio a este hombre, y sin duda lo miró con afecto, sondeando su alma. El Señor sabía que el inválido había estado en aquel lamentable estado durante mucho tiempo. ¿De dónde obtuvo Jesús este conocimiento? Fue por su conocimiento sobrenatural, o quizás alguien le habría informado de entre los que estaban al lado.

le dijo: "¿Quieres ser sano?"

Con toda probabilidad estas palabras fueron pronunciadas para llevarlo a un pleno conocimiento de su miseria y de su incapacidad para salir de ella; de forma que, a su vez, esta frase hiciera que la milagrosa recuperación resaltara más por su amplitud. La pregunta de Jesús también contiene una promesa de ayuda. No sólo es que Jesús toma la iniciativa, sino que no demanda una señal de fe en el paralítico para realizar el milagro. Así que, aunque normalmente la fe es una condición para los milagros, hay excepciones.

 "Señor", le respondió el enfermo, "no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo".

La pregunta ¿quieres ser sano? puede haber tenido la intención de sacar al hombre de su apatía, pero la respuesta no revela fe alguna de parte del hombre. Si el enfermo hubiera sabido con quién hablaba, sólo hubiera dicho: "¡Sí!" En cambio, lo que expresó fue una lamentación, echando la culpa en otros

Parece que la regla en este estanque era: "Cada cual cuide lo suyo". Nadie ayudó jamás a este inválido que, debido a su aflicción física, apenas podía moverse. Nunca pudo actuar con suficiente rapidez: siempre, antes de que él llegara, otro ya se había metido en el estanque.

¿Pensaría, quizá, el inválido que la próxima vez que se agitara el agua este forastero estaría dispuesto a meterlo en el estanque?

Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla, y anda".

Qué sorpresa recibió cuando de repente el Médico Celestial le dirigió aquellas inolvidables palabras. Con sólo seis poderosas palabras, el Mesías, hizo la curación. No usó otros medios (medicina, lodo, como en el caso del ciego, o agua). Tampoco requirió de fe previa. No le impuso las manos, no utilizó los servicios de sus discípulos (quienes, a propósito, ni siquiera se mencionan). Con la sola palabra de Cristo ¡desaparecieron 38 años de enfermedad!

¡Qué desafío para un hombre que acababa de confesar su completa incapacidad! La camilla a que Jesús se refiere era algo semejante a una cama de campaña, estera, saco, o colchón, etc. Jesús le dijo a este hombre que recogiera aquello y comenzara a andar.

Y al instante aquel hombre fue sanado,

Obedeció y quedó curado inmediatamente. Una vez más la gloria de Jesús aparece claramente revelada. Esta recuperación no es ni gradual ni parcial; ni, podemos añadir, tampoco fue un simulacro (como algunos han creído). Todos los que pretenden "curar por fe" deberían estudiar cuidadosamente este maravilloso relato. Cuando Jesús pronunció la palabra, el cuerpo de aquel hombre recibió nuevo poder y energía; y tomó su camilla, y anduvo.

y tomó su camilla, y anduvo.

No es que dio apenas uno o dos pasos con las piernas temblando, sino que caminaba normalmente. Los treinta y ocho años de parálisis hacen destacar aún más lo maravilloso de este milagro.

Era el día de reposo aquel día. 

Jesús curó a aquel hombre en día de reposo. Por esta causa se desarrolla una controversia entre Jesús y los judíos. Los fariseos habían añadido a la Ley de Dios sus ridículas distinciones y restricciones rabínicas. En lugar de considerarlo como un día consagrado especialmente para obras de gratitud por la salvación que Dios había concedido, lo miraban como día de descanso de todo trabajo. Para ellos el día de reposo significaba holganza; para Cristo trabajo. Y, sin embargo, para ellos constituía una pesada carga; y para él un descanso. Según el parecer de ellos, el hombre había sido hecho para el día de reposo; tal como Cristo lo entendía, el día de reposo había sido hecho para el hombre.

Lo que Dios dio para el bien de la humanidad, ellos lo habían convertido en una carga penosa e imposible para la persona común. Jesús no vino para abrogar la ley, sino para dar la interpretación correcta y volverla a su propósito original, como "nuestro tutor para llevarnos a Cristo" (Gál. 3:24)

Por eso los judíos le decían a aquel que había sido sanado: "Es día de reposo; no te es lícito llevar tu camilla".

Sin lugar a dudas se referían a Ex. 20:10, y más aun a Jer. 17:19–27 ("Así ha dicho Jehová: Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día de reposo, y de meterla por las puertas de Jerusalén. Ni saquéis carga de vuestras casas en el día de reposo …") y a Neh. 13:15 ("En aquellos días vi en Judá a algunas que pisaban en lagares en el día de reposo, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda suerte de carga, y que traían a Jerusalén en día de reposo; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones"). Estos pasajes, sin embargo se refieren claramente a esa clase de transporte de carga que produce ganancia y que supone comercio y especulación. Al prohibir a este hombre sanado que recogiera su lecho—como si fuera algo comparable a una carga que llevara al mercado para venderla con beneficio—hacían de la Ley de Dios una caricatura.

Pero él les respondió: "El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu camilla y anda".

Su razonamiento era así: uno que realiza una obra tan gloriosa—concediendo instantáneamente curación completa a un cuerpo que ha estado treinta y ocho años atrofiado—tiene derecho, incluso en día de reposo, de decirle al que ha curado lo que debe hacer.

Le preguntaron: "¿Quién es el que te dijo: Toma (tu camilla) y anda?"

No le preguntan: "¿Quién te curó?" En primer lugar, el problema para los judíos no era la curación, sino el hecho de que hubiera tenido lugar en sábado. Lo único que les interesaba eran los excesivos reglamentos humanos. Hay un amplio contraste entre la compasión de Jesús por los pobres y la falta de interés en el hombre por parte de los judíos.

Debido a su gran celo en observarlos llegaron, incluso, a olvidarse del carácter altamente ridículo de su observación: no parecían darse cuenta de que, después de todo, lo que el hombre llevaba no era más que una camilla. Por eso, incluso, omiten esa palabra. A su modo de ver, el pecado que este hombre estaba cometiendo era éste: que había levantado una cosa del suelo; lo que fuera, no importaba, y que estaba caminando con ella. No obstante se comportan con lógica al atribuir la terrible acción al que había ordenado que lo hiciera.

El que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús había desaparecido entre la gente que estaba en aquel lugar.

El hombre curado no se había enterado de la identidad de su Benefactor, pues Jesús, inmediatamente después de obrar su milagro, había desaparecido de entre la multitud de visitantes enfermos que acudían los días de reposo. ¿Se apartó Jesús para evitar una manifestación popular? ¿O fue, quizás, para poder enfrentarse con los dirigentes religiosos y no con sus seguidores? ¿O, como algunos piensan, para dar una oportunidad a este hombre sanado para afirmarse en sus convicciones al verse obligado a expresarlas sin la ayuda de nadie? Sea cual sea la razón o combinación de razones, sigue siendo cierto que aquel hombre no pudo determinar quién había sido el que había tornado su aflicción en gozo.

Después de estas cosas Jesús le halló en el templo, y le dijo: "Mira, has sido sanado; no continúes pecando, o algo peor te puede suceder".

Le halló Jesús en el templo; probablemente en el atrio de los gentiles. El texto no permite decidir si este encuentro tuvo lugar el mismo día, el día siguiente o más tarde. Tampoco hay nada en el texto o en el contexto que indique con qué propósito había ido el hombre sanado al templo. Había muchas razones—unas estrictamente religiosas, y otras no tanto—por las que los judíos, en grandes números, entraban en la casa de Dios y permanecían allí un rato. Por eso en esta ocasión se debiera a que fuera a llevar una ofrenda de acción de gracias a Dios por su restablecimiento.

Por otra parte, se puede comprender muy claramente por qué razón Jesús continuó obrando con este hombre. En todo el relato de su curación no se dice nada sobre algún cambio de su condición espiritual. El cuerpo le había sido sanado. Por lo tanto no es de extrañar que el Médico le restablezca ahora el alma.

Algunos sacan la conclusión de que el Señor quiso decir: "Hace más de treinta y ocho años cometiste un pecado. La consecuencia fue que quedaste físicamente deformado y paralítico. Ahora te amonesto para que no peques más; de otro modo te puede suceder algo peor".

En aquel momento estaba sin reconciliarse con Dios. Jesús sabía esto. Por ello le advierte que no continúe en esta condición pues de otra forma le aguarda algo peor que la enfermedad física de que acaba de ser librado. ¿No es posible que al decir "algo peor" Jesús se refiriese al castigo eterno? De ahí se ve claramente que el relato no contiene una sola palabra que haga referencia a la causa de la enfermedad física de este hombre.

Si por su gracia has conquistado algún hábito pecaminoso, "¡no peques más!" Si has logrado la victoria sobre alguna debilidad. "¡no peques más!" La frase ha de resonar en tu alma todos los dias "…para que no te venga alguna cosa peor".

El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.

¿Por qué el hombre fue en seguida a informar a los judíos, sabiendo de su hostilidad? Mostró poco aprecio por el beneficio que Jesús le había hecho, pero refleja un sentido ciego del deber.

Con gratitud en su corazón, el hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. No obstante, se puede observar que existe una diferencia interesante entre la pregunta de los dirigentes religiosos judíos y la respuesta del hombre. Ellos preguntaron: "¿Quién es el que te dijo: Toma (tu camilla) y anda?" Pero él respondió: "Jesús es el que me ha curado". Enfatiza lo que corresponde; a saber, la curación, en la cual los judíos no habían mostrado ningún interés.

Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en el día de reposo.

Uno hubiera pensado que al verlo, las autoridades se regocijarían con él por haber sanado. Pero, no, solamente lo criticaron porque esta se efectuó en el día de reposo.

Cuando la atención de las autoridades judías se fija en Jesús, su furor es tan intenso que determinan en sus corazones perseguirle hasta hacerle morir. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús. Fue haciéndose más definida y determinada hasta que finalmente clavaron a Cristo en la cruz. La razón de este odio se nos da en estas palabras: porque hacía estas cosas en el día de reposo.

Y Jesús les respondió: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo también trabajo".

No es asunto de imitación, ni de ejemplo, sino de igualdad de voluntad y procedimiento.

¿Fueron los judíos los que en este momento empezaron a dirigirse a Jesús personalmente, acusándolo de violar el día de reposo? ¿O fue el Señor, que leyendo en sus corazones, les habló primero? ¿Pretendían los judíos decir que la esencia del día de reposo consistía en la holganza y que toda forma de trabajo era ilícita? ¿Pero no sería esto acusar al mismo Dios de violar el día de reposo?

La curación era un acto divino y que, por lo tanto, no estaba sujeto a reglas humanas. 

Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

Habían determinado ya hacerle morir porque no sólo quebrantaba el día de reposo (a su modo de ver Jesús era violador del día de reposo), sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios; y ésta era la causa de que su determinación se hubiera vuelto más intensa y enérgica.

Con las palabras, también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios, el escritor vuelve a presentar claramente el propósito de su Evangelio. Este propósito, recordaremos, era el de fortalecer a los creyentes para que continuaran creyendo que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo continuaran teniendo vida en su nombre (20:30, 31).

Lo que llevó, pues, a Jesús a la cruz fue que, además de su forma de considerar el día de reposo, decía ser igual a Dios. Cuando las autoridades judías oyeron que Jesús llamaba a Dios "mi (propio) Padre", no hicieron lo que muchos en nuestros tiempos han hecho: no intentaron rebajar el carácter de la filiación de Cristo. Comprendieron inmediatamente que Jesús se atribuía la divinidad en el sentido más alto posible de esta palabra. Esta pretensión, o bien era la más maligna blasfemia, que se debía pagar con la muerte, o bien la más gloriosa verdad, que debía aceptarse por fe. El mismo carácter del milagro que Jesús acababa de obrar debía haber hecho que estos dirigentes religiosos adoptasen esta última alternativa; pero, en lugar de ello, escogieron la primera.

 


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 


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