SANIDAD DEL PARALÍTICO DE BETESDA
Juan 5:1–18
Es posible poner la vista en lo que no sirve. Puede ser que la sociedad diga que algo sí sirve, o que las costumbres y la cultura lo afirmen así. Puede ser que haya presión de parte de la familia para que confiemos en lo que "siempre hemos hecho". Y en esas condiciones, usted se haya quedado esperando "el movimiento del agua", o un golpe de suerte. Sin embargo, Cristo vino a cambiar ese enfoque.
Betesda era el nombre de un estanque que todavía existía en los tiempos en que Juan escribió su libro. Pero el lugar exacto donde esto ocurrió ya no existe. Se ha excavado un doble estanque en el sector noroeste de la ciudad que se piensa que puede ser el que se describe aquí ubicado junto a la puerta de las Ovejas. Hay variaciones en el nombre, pero Betesda es el más seguro. El detalle más importante es el número de cinco pórticos, cuya existencia ha sido confirmada por la arqueología. Estas áreas contendrían una gran cantidad de personas esperando aprovechar las aguas medicinales.
En este pasaje, el autor reporta fielmente la idea popular, una especie de mitología o superstición, que decía que de vez en cuando las aguas eran agitadas por un ángel, y que el primer enfermo que lograra meterse en ellas después de esto, sanaba.
Tal vez las aguas tuvieran algún valor curativo o que hubiera un manantial intermitente, lo que explicaría la frase "de tiempo en tiempo". Tal vez algunas enfermedades, causadas por los nervios, sanaban con los baños y la referencia al "ángel" probablemente era una superstición, o invento creado por los muchísimos enfermos que acudían en busca de salud. Lo cierto es que ni Juan ni Cristo hicieron referencia a las "curaciones," supuestas o verídicas, asociadas con Betesda.
El texto adicional que aparece en los vv. 3, 4 no tiene buena base y ha sido correctamente omitido en la RVA y otras versiones. Sin embargo, el v. 7 confirma que había algunos movimientos en las aguas, posiblemente debido a manantiales. De todos modos, el enfoque de capítulo 5 no es ni el estanque ni "el ángel", sino el Mesías y su ministerio a un enfermo entre los muchos que ahí había.
¿Por qué Juan escogió este milagro como señal?
Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
La frase: después de estas cosas no indica necesariamente mucho tiempo después. En consecuencia, no sabemos exactamente cuándo sucedió el milagro que nos ocupa en este capítulo. Sabemos que fue en el tiempo en que había una fiesta de los judíos; pero también esta indicación es algo vaga. ¿A qué fiesta se refiere el escritor? Pudo haber sido la Pascua, el Pentecostés o la fiesta de los Tabernáculos. Si se trata de la Pascua, se extendería el ministerio de Jesús en Galilea todo un año, ya que Juan menciona explícitamente otras tres Pascuas (cp. 2:13, 23; 6:4; 11:55; 12:1)
Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Bethzatha, el cual tiene cinco pórticos.
No lejos de la puerta de las ovejas, así llamada probablemente porque por ella pasaban muchas ovejas que se llevaban a sacrificar al cercano atrio del templo, había un estanque. Popularmente, a este estanque se lo conoce por el nombre de Betesda ("casa de misericordia", muy apropiado para el escenario en que Jesús mostró misericordia a un hombre físicamente impotente), pero el de Bethzatha (arameo: ¿casa de olivo?) tiene más apoyo textual.
En éstos (cinco pórticos) yacía una multitud de inválidos (de toda clase, particularmente:) ciegos, cojos y paralíticos.
Después de 5:3, tanto la versión Reina-Valera 1960 dice lo siguiente: Versículo 3b: "… que esperaban el movimiento del agua". Versículo 4: "Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese".
Sin embargo, ninguno de los mejores y más antiguos manuscritos contienen estas palabras.
(1) Probablemente sería mucho más difícil explicar cómo se omitieron estas palabras de los mejores manuscritos si realmente eran parte del texto original, que explicar en qué forma se han introducido en el texto (p.ej., como glosa marginal dirigida a explicar la agitación del agua, mencionada en 4:7, atribuyéndola a la visita periódica de un ángel).
(2) Basándonos en el texto que encontramos en los mejores manuscritos (es decir, omitiendo 5:3b y 4) no hay necesidad de creer que la agitación del agua se debía a una causa sobrenatural. Además, la idea de que el primero en descender después del movimiento de las aguas quedaba curado, no se presenta aquí necesariamente como la creencia del escritor del cuarto Evangelio ni como la enseñanza del Espíritu Santo, sino como la opinión implícita del hombre enfermo (5:7b).
(3) Por otro lado, es completamente cierto que no se debe descartar la posibilidad de una actividad sobrenatural y angélica. Nunca se debe olvidar que una interpolación marginal en el texto puede ser correcta. En los días del ministerio terrenal de nuestro Señor, el ministerio de los ángeles aparece prominentemente una y otra vez, y poderes y fuerzas poco comunes representan un importante papel.
(4) El milagro que aquí tiene lugar cuando este hombre enfermo recobra la salud, no se atribuye a ninguna virtud medicinal del estanque, ni a la actividad angélica, sino al poder y al amor de Jesús. De hecho, cuando Jesús cura a este hombre no hace ningún uso del estanque. Nuestra atención se debe centrar en este milagro; no en la cuestión de si en este estanque se producían o no milagros constantemente.
Y había allí un hombre que había treinta y ocho años que era afligido por su enfermedad.
Y había allí un hombre, es decir entre los inválidos había un hombre que atrajo la atención de Jesús más que ningún otro.
Cuando Jesús lo vio allí acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo en esta condición,
Jesús vio a este hombre, y sin duda lo miró con afecto, sondeando su alma. El Señor sabía que el inválido había estado en aquel lamentable estado durante mucho tiempo. ¿De dónde obtuvo Jesús este conocimiento? Fue por su conocimiento sobrenatural, o quizás alguien le habría informado de entre los que estaban al lado.
le dijo: "¿Quieres ser sano?"
Con toda probabilidad estas palabras fueron pronunciadas para llevarlo a un pleno conocimiento de su miseria y de su incapacidad para salir de ella; de forma que, a su vez, esta frase hiciera que la milagrosa recuperación resaltara más por su amplitud. La pregunta de Jesús también contiene una promesa de ayuda. No sólo es que Jesús toma la iniciativa, sino que no demanda una señal de fe en el paralítico para realizar el milagro. Así que, aunque normalmente la fe es una condición para los milagros, hay excepciones.
"Señor", le respondió el enfermo, "no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo".
La pregunta ¿quieres ser sano? puede haber tenido la intención de sacar al hombre de su apatía, pero la respuesta no revela fe alguna de parte del hombre. Si el enfermo hubiera sabido con quién hablaba, sólo hubiera dicho: "¡Sí!" En cambio, lo que expresó fue una lamentación, echando la culpa en otros
Parece que la regla en este estanque era: "Cada cual cuide lo suyo". Nadie ayudó jamás a este inválido que, debido a su aflicción física, apenas podía moverse. Nunca pudo actuar con suficiente rapidez: siempre, antes de que él llegara, otro ya se había metido en el estanque.
¿Pensaría, quizá, el inválido que la próxima vez que se agitara el agua este forastero estaría dispuesto a meterlo en el estanque?
Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla, y anda".
Qué sorpresa recibió cuando de repente el Médico Celestial le dirigió aquellas inolvidables palabras. Con sólo seis poderosas palabras, el Mesías, hizo la curación. No usó otros medios (medicina, lodo, como en el caso del ciego, o agua). Tampoco requirió de fe previa. No le impuso las manos, no utilizó los servicios de sus discípulos (quienes, a propósito, ni siquiera se mencionan). Con la sola palabra de Cristo ¡desaparecieron 38 años de enfermedad!
¡Qué desafío para un hombre que acababa de confesar su completa incapacidad! La camilla a que Jesús se refiere era algo semejante a una cama de campaña, estera, saco, o colchón, etc. Jesús le dijo a este hombre que recogiera aquello y comenzara a andar.
Y al instante aquel hombre fue sanado,
Obedeció y quedó curado inmediatamente. Una vez más la gloria de Jesús aparece claramente revelada. Esta recuperación no es ni gradual ni parcial; ni, podemos añadir, tampoco fue un simulacro (como algunos han creído). Todos los que pretenden "curar por fe" deberían estudiar cuidadosamente este maravilloso relato. Cuando Jesús pronunció la palabra, el cuerpo de aquel hombre recibió nuevo poder y energía; y tomó su camilla, y anduvo.
y tomó su camilla, y anduvo.
No es que dio apenas uno o dos pasos con las piernas temblando, sino que caminaba normalmente. Los treinta y ocho años de parálisis hacen destacar aún más lo maravilloso de este milagro.
Era el día de reposo aquel día.
Jesús curó a aquel hombre en día de reposo. Por esta causa se desarrolla una controversia entre Jesús y los judíos. Los fariseos habían añadido a la Ley de Dios sus ridículas distinciones y restricciones rabínicas. En lugar de considerarlo como un día consagrado especialmente para obras de gratitud por la salvación que Dios había concedido, lo miraban como día de descanso de todo trabajo. Para ellos el día de reposo significaba holganza; para Cristo trabajo. Y, sin embargo, para ellos constituía una pesada carga; y para él un descanso. Según el parecer de ellos, el hombre había sido hecho para el día de reposo; tal como Cristo lo entendía, el día de reposo había sido hecho para el hombre.
Lo que Dios dio para el bien de la humanidad, ellos lo habían convertido en una carga penosa e imposible para la persona común. Jesús no vino para abrogar la ley, sino para dar la interpretación correcta y volverla a su propósito original, como "nuestro tutor para llevarnos a Cristo" (Gál. 3:24)
Por eso los judíos le decían a aquel que había sido sanado: "Es día de reposo; no te es lícito llevar tu camilla".
Sin lugar a dudas se referían a Ex. 20:10, y más aun a Jer. 17:19–27 ("Así ha dicho Jehová: Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día de reposo, y de meterla por las puertas de Jerusalén. Ni saquéis carga de vuestras casas en el día de reposo …") y a Neh. 13:15 ("En aquellos días vi en Judá a algunas que pisaban en lagares en el día de reposo, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda suerte de carga, y que traían a Jerusalén en día de reposo; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones"). Estos pasajes, sin embargo se refieren claramente a esa clase de transporte de carga que produce ganancia y que supone comercio y especulación. Al prohibir a este hombre sanado que recogiera su lecho—como si fuera algo comparable a una carga que llevara al mercado para venderla con beneficio—hacían de la Ley de Dios una caricatura.
Pero él les respondió: "El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu camilla y anda".
Su razonamiento era así: uno que realiza una obra tan gloriosa—concediendo instantáneamente curación completa a un cuerpo que ha estado treinta y ocho años atrofiado—tiene derecho, incluso en día de reposo, de decirle al que ha curado lo que debe hacer.
Le preguntaron: "¿Quién es el que te dijo: Toma (tu camilla) y anda?"
No le preguntan: "¿Quién te curó?" En primer lugar, el problema para los judíos no era la curación, sino el hecho de que hubiera tenido lugar en sábado. Lo único que les interesaba eran los excesivos reglamentos humanos. Hay un amplio contraste entre la compasión de Jesús por los pobres y la falta de interés en el hombre por parte de los judíos.
Debido a su gran celo en observarlos llegaron, incluso, a olvidarse del carácter altamente ridículo de su observación: no parecían darse cuenta de que, después de todo, lo que el hombre llevaba no era más que una camilla. Por eso, incluso, omiten esa palabra. A su modo de ver, el pecado que este hombre estaba cometiendo era éste: que había levantado una cosa del suelo; lo que fuera, no importaba, y que estaba caminando con ella. No obstante se comportan con lógica al atribuir la terrible acción al que había ordenado que lo hiciera.
El que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús había desaparecido entre la gente que estaba en aquel lugar.
El hombre curado no se había enterado de la identidad de su Benefactor, pues Jesús, inmediatamente después de obrar su milagro, había desaparecido de entre la multitud de visitantes enfermos que acudían los días de reposo. ¿Se apartó Jesús para evitar una manifestación popular? ¿O fue, quizás, para poder enfrentarse con los dirigentes religiosos y no con sus seguidores? ¿O, como algunos piensan, para dar una oportunidad a este hombre sanado para afirmarse en sus convicciones al verse obligado a expresarlas sin la ayuda de nadie? Sea cual sea la razón o combinación de razones, sigue siendo cierto que aquel hombre no pudo determinar quién había sido el que había tornado su aflicción en gozo.
Después de estas cosas Jesús le halló en el templo, y le dijo: "Mira, has sido sanado; no continúes pecando, o algo peor te puede suceder".
Le halló Jesús en el templo; probablemente en el atrio de los gentiles. El texto no permite decidir si este encuentro tuvo lugar el mismo día, el día siguiente o más tarde. Tampoco hay nada en el texto o en el contexto que indique con qué propósito había ido el hombre sanado al templo. Había muchas razones—unas estrictamente religiosas, y otras no tanto—por las que los judíos, en grandes números, entraban en la casa de Dios y permanecían allí un rato. Por eso en esta ocasión se debiera a que fuera a llevar una ofrenda de acción de gracias a Dios por su restablecimiento.
Por otra parte, se puede comprender muy claramente por qué razón Jesús continuó obrando con este hombre. En todo el relato de su curación no se dice nada sobre algún cambio de su condición espiritual. El cuerpo le había sido sanado. Por lo tanto no es de extrañar que el Médico le restablezca ahora el alma.
Algunos sacan la conclusión de que el Señor quiso decir: "Hace más de treinta y ocho años cometiste un pecado. La consecuencia fue que quedaste físicamente deformado y paralítico. Ahora te amonesto para que no peques más; de otro modo te puede suceder algo peor".
En aquel momento estaba sin reconciliarse con Dios. Jesús sabía esto. Por ello le advierte que no continúe en esta condición pues de otra forma le aguarda algo peor que la enfermedad física de que acaba de ser librado. ¿No es posible que al decir "algo peor" Jesús se refiriese al castigo eterno? De ahí se ve claramente que el relato no contiene una sola palabra que haga referencia a la causa de la enfermedad física de este hombre.
Si por su gracia has conquistado algún hábito pecaminoso, "¡no peques más!" Si has logrado la victoria sobre alguna debilidad. "¡no peques más!" La frase ha de resonar en tu alma todos los dias "…para que no te venga alguna cosa peor".
El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
¿Por qué el hombre fue en seguida a informar a los judíos, sabiendo de su hostilidad? Mostró poco aprecio por el beneficio que Jesús le había hecho, pero refleja un sentido ciego del deber.
Con gratitud en su corazón, el hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. No obstante, se puede observar que existe una diferencia interesante entre la pregunta de los dirigentes religiosos judíos y la respuesta del hombre. Ellos preguntaron: "¿Quién es el que te dijo: Toma (tu camilla) y anda?" Pero él respondió: "Jesús es el que me ha curado". Enfatiza lo que corresponde; a saber, la curación, en la cual los judíos no habían mostrado ningún interés.
Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en el día de reposo.
Uno hubiera pensado que al verlo, las autoridades se regocijarían con él por haber sanado. Pero, no, solamente lo criticaron porque esta se efectuó en el día de reposo.
Cuando la atención de las autoridades judías se fija en Jesús, su furor es tan intenso que determinan en sus corazones perseguirle hasta hacerle morir. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús. Fue haciéndose más definida y determinada hasta que finalmente clavaron a Cristo en la cruz. La razón de este odio se nos da en estas palabras: porque hacía estas cosas en el día de reposo.
Y Jesús les respondió: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo también trabajo".
No es asunto de imitación, ni de ejemplo, sino de igualdad de voluntad y procedimiento.
¿Fueron los judíos los que en este momento empezaron a dirigirse a Jesús personalmente, acusándolo de violar el día de reposo? ¿O fue el Señor, que leyendo en sus corazones, les habló primero? ¿Pretendían los judíos decir que la esencia del día de reposo consistía en la holganza y que toda forma de trabajo era ilícita? ¿Pero no sería esto acusar al mismo Dios de violar el día de reposo?
La curación era un acto divino y que, por lo tanto, no estaba sujeto a reglas humanas.
Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Habían determinado ya hacerle morir porque no sólo quebrantaba el día de reposo (a su modo de ver Jesús era violador del día de reposo), sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios; y ésta era la causa de que su determinación se hubiera vuelto más intensa y enérgica.
Con las palabras, también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios, el escritor vuelve a presentar claramente el propósito de su Evangelio. Este propósito, recordaremos, era el de fortalecer a los creyentes para que continuaran creyendo que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo continuaran teniendo vida en su nombre (20:30, 31).
Lo que llevó, pues, a Jesús a la cruz fue que, además de su forma de considerar el día de reposo, decía ser igual a Dios. Cuando las autoridades judías oyeron que Jesús llamaba a Dios "mi (propio) Padre", no hicieron lo que muchos en nuestros tiempos han hecho: no intentaron rebajar el carácter de la filiación de Cristo. Comprendieron inmediatamente que Jesús se atribuía la divinidad en el sentido más alto posible de esta palabra. Esta pretensión, o bien era la más maligna blasfemia, que se debía pagar con la muerte, o bien la más gloriosa verdad, que debía aceptarse por fe. El mismo carácter del milagro que Jesús acababa de obrar debía haber hecho que estos dirigentes religiosos adoptasen esta última alternativa; pero, en lugar de ello, escogieron la primera.
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.