1. EL PAN DE VIDA
Jesús les respondió: —Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.
Juan 6: 35
Este es el primero de los siete Yo soy de Jesús, que sólo aparecen en el Evangelio de Juan.
Jesús les respondió: —Yo soy
Hay un paralelo significativo entre esta expresión y el nombre del Dios del pacto (Jehová), por el cual Él mismo se reveló a Moisés en Éxodo 3.14: «Yo soy el que soy». Yo soy el que tiene existencia en sí mismo. Yo soy el eterno. Jesús se está identificando acá con el Dios del antiguo testamento. Jesús es Jehová manifestado en carne. Jesús es la manifestación en carne del Dios que mostró su poder en el éxodo del pueblo de Israel de la tierra de Egipto a la tierra prometida. Cuarenta años los guió por el desierto, y los sustentó hasta meterlos en la tierra de Canaán..
Dios diseñó una dieta especial para su pueblo, una dieta que era la que ellos necesitaban, no hay mejor nutricionista que nuestro Señor: Pan y Agua.
El maná.
Cuando los Israelitas andaban por el desierto, el cielo se abrió y les llovió pan en el desierto.
Jehová dijo a Moisés:
—Mira, yo os haré llover pan del cielo. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Pero en el sexto día se prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día. [2]
les envió comida hasta saciarlos. [3]
Era una ración diaria, no podían guardar para el otro día porque se llenaba de gusanos. Todos los día debían salir a buscar su ración. Había suficiente para todos.
Lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer. [4]
Era un alimento delicioso, tenía buen sabor y se podía preparar de varias formas.
La casa de Israel lo llamó «maná»; era como una semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel. [5]
El maná era como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se esparcía y lo recogía, lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas. Su sabor era como sabor de aceite nuevo.[6]
En el desierto no había menú a la carta. Algunos se fastidiaron de ese alimento celestial y deseaban comer otra cosa, y pidieron su propio menú. Pero quienes pidieron a carta murieron.
La gente extranjera que se mezcló con ellos se dejó llevar por el hambre, y los hijos de Israel también volvieron a sus llantos, diciendo: «¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos. ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos!»[7]
Entonces Jehová envió un viento que trajo codornices del mar y las dejó sobre el campamento, un día de camino de un lado y un día de camino del otro lado, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la superficie de la tierra. El pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche y todo el día siguiente, recogiendo codornices. El que menos, recogió diez montones, y las tendieron a secar alrededor de todo el campamento. Aún tenían la carne entre sus dientes, antes de haberla masticado, cuando la ira de Jehová se encendió contra el pueblo, y lo hirió Jehová con una plaga muy grande. Y llamaron a aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso. [8]
Yo mejor me como lo que Dios me ponga a la mesa. No hay codornices de vida, hay pan de vida.
Se cansaron de ese delicioso y nutritivo alimento, y Dios les envió serpientes venenosas.
Después partieron del monte Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom. Pero se desanimó el pueblo por el camino y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y estamos cansados de este pan tan liviano».[9]
Pero fíjese que al final, quienes siguieron el menú que les preparó el Señor, quienes se sometieron a su dieta nutricional, llegaron a la tierra prometida. Los demás quedaron tirados en el desierto.
Así comieron los hijos de Israel maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán[10]
No llegaron desnutridos a la tierra prometida, cuando llegaron a Jericó tenían energías suficientes para darle vueltas a esa ciudad durante siete días.
el pan de vida.
La gente se alimenta para saciar su hambre física y para mantener su vida física.
Ese mismo Yo Soy que alimentó al pueblo en el desierto, apareció en las tierras de Israel y dio de comer a una multitud de miles de personas, confirmando con éstos hechos que definitivamente él era el mismo del Antiguo Testamento. Pero el pueblo no le reconoció.
Jesús acaba de alimentar gratis a más de cinco mil personas. Al siguiente día después de esa señal la gente corre a buscar a Jesús, entonces él les enfrenta:
Respondió Jesús y les dijo:
—De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del hombre, porque a este señaló Dios, el Padre. [11]
La multitud le cuestiona y trata de presionarlo para que les de pan gratis de nuevo, recordando que sus antepasados habían comido maná en el desierto:
—¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo".[12]
Entonces Jesús comienza a explicarles:
—De cierto, de cierto os digo: Moisés no os dio el pan del cielo, pero mi Padre os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. [13]
La gente sigue penando en el pan material y entonces quieren comer, y si es gratis mucho mejor:
—Señor, danos siempre este pan.
Entonces viene esa magnífica declaración de Jesús:
—Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.[14]
Jesús proclamó tres veces: «Yo soy el pan de vida» (vv. 35, 48, 51).
Es una respuesta directa a la demanda de pan de la gente, porque era necesario que entendieran que Jesús estaba hablando de pan espiritual y no físico.
Él es el «verdadero» pan celestial, el poder sustentador de la vida; cualquier otra cosa, no importa su significado religioso en el pasado o el presente, incluso hasta en el fututo, es un sustituto inadecuado. La vida espiritual solo la encontramos en Jesucristo el Señor.
El significado de la frase pan de vida es el de un pan que da vida, que genera vida:
porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.[15]
El pan físico nutre sólo por los poderes del cuerpo vivo, pero Cristo mismo es el Pan vivo y nutre por su propio poder.
El que a mí viene nunca tendrá hambre
Podemos saciar el hambre y mantener la vida espiritual únicamente mediante una adecuada relación con Jesucristo. Él es el pan de vida, es el pan que da vida.
Así como el pan debe comerse para mantener la vida, a Cristo debe invitarse a entrar a nuestro diario andar para mantener la vida espiritual. Tenemos que estar en él para vivir. Sin él no somos nada.
Jesucristo es para el alma lo que el alimento es para el cuerpo, nutre y sustenta da vida espiritual. Es el Pan de Dios. El pan que da el Padre, el pan que está hecho para alimento y sustento de nuestras almas.
Pero ese pan sólo lo pueden obtener aquellos que creen en Jesús, una condición que aquellos primeros oyentes no habían cumplido. Ni cumplieron porque se fueron a sus casas defraudados.
y el que en mí cree no tendrá sed jamás.
Se escandalizaron y quizás hasta pensaron que ellos no eran caníbales:
—¿Cómo puede este darnos a comer su carne?
Pero es que ni escuchaban bien lo que Jesús decía, el les dijo el que viene y el que cree. Esa es la manera como podemos alimentarnos de su carne y de su sangre. Creyendo en él, es decir por Fe.
Pan y Agua. Ese es el menú del cielo para darnos vida
Jesús dijo a la samaritana: "el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás."
Quien pruebe de este pan y esta agua quedará satisfecho, vivirá tan saciado que jamás pensará en cambiar de menú y comer a la carta.
Digamos, con inteligencia y fervor: ¡Señor, danos siempre este Pan!
¿Somos imitadores de esa multitud que seguía a Jesús, sólo por el pan material?
¿Qué estamos haciendo por nuestra salvación?
¿Estamos a listos para recibir este Pan de vida?
¿Cree usted en Jesús el Seño?
Permitamos que sea el Señor de la Vida el que ingrese a nuestras vidas y nos haga disfrutar de esa nueva vida que nos tiene preparada a cada uno de nosotros.
[1] Salmo 81.16
[2] Éxodo 16.4–5
[3] Salmo 78.23–25
[4] Éxodo16.18
[5] Éxodo 16.31
[6] Números 11.7–8
[7] Números 11.4–6
[8] Números 11.31–34
[9] Números 21.4–5
[10] Éxodo 16.35
[11] Juan 6.26–27
[12] Juan 6.30–31
[13] Juan 6.32–33
[14] Reina Valera Revisada (1995). (1998). (Jn 6.35). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
[15] Juan 6.33