Creo que la Iglesia es el cuerpo de Cristo[1], esa comunidad de creyentes en Jesucristo[2], de todos los tiempos[3] y en todos los lugares[4], quienes por virtud del Espíritu Santo hemos nacido de nuevo[5], y hemos sido hechos santos[6], y nos mantenemos firmes en la fe apostólica[7], perfeccionándonos[8] unos a otros[9] cada día, en comunión y unidad[10], mientras aguardamos con ansias el inminente retorno de Cristo por nosotros[11]. La historia terrenal de la Iglesia comenzó el día de pentecostés[12], si bien en la mente de Dios estaba desde antes del inicio de los tiempos, y terminará el día que Cristo regrese por ella. En la Iglesia operan los dones del Espíritu Santo, quien la preside[13]. La Iglesia es tanto un organismo viviente como una organización[14] dinámica. Mientras permanezca en esta tierra la Iglesia tiene como tarea fundamental[15] la proclamación del evangelio de Jesucristo con miras a la salvación de la humanidad, reflejando al mundo las glorias de Cristo[16]. (Mat 16.18; Jn 17.17; Hch 2.38–47; Ro 12.5; 1 Cor 12.12–27; 2 Cor 3.18; Ef 1.20–23; 4.3–10; 5.26–27; Col 3.14–15; 1 P 2.9).
EXPOSICIÓN DETALLADA
Llamativo que de los más de 144 usos de la palabra ekklesia, en el texto del Nuevo Testamento[17], ninguno de ellos se refiera al lugar donde se reúnen los santos[18]. Bíblicamente podemos afirmar que la iglesia es el cuerpo de Cristo compuesto por la comunidad de creyentes en Jesucristo en todo tiempo y lugar. Quienes la formamos, gracias a una relación personalísima con Jesucristo, y a que somos uno con él, somos también miembros unos de los otros, formando entre todos el solo y único cuerpo universal de Cristo. (Ro 12.4-5; 1 Cor 1.2; 6.15-17; 11.29; 12.12-27; Ef 3.18; Flm 5).
Somos el cuerpo y Cristo es la cabeza, quien gobierna, sustenta, y cuida su Iglesia. Es por medio de su iglesia, la comunidad del Espíritu[19], que Dios está obrando hoy en el mundo.[20] (Ef 2.29; 3.10; 2 Cor 2.14; 1 P 2.9).
El Nuevo Testamento usa varias metáforas para la Iglesia[21], unas hacen énfasis en su naturaleza como el cuerpo, o la esposa, otras en su misión como soldado, embajadores, etc[22]. Las metáforas surgen especialmente de la lectura de Pablo, Pedro, y Juan[23]. En sus escritos hallamos palabras como rebaño, labranza de Dios, edificio de Dios, casa de Dios, columna y baluarte de la verdad, plenitud de aquel que todo lo llena, templo de Dios, familia de Dios, casa espiritual, sacerdocio santo, linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, candelero, además de las ya mencionadas, cuerpo, esposa, soldado, y embajador. (Hch 20.28; 1 Cor 3.9-16; Ef 1.23; 2.19; 5.23-32; Col 1.18; 1 Tim 3.15; 1 P 2.5; Ap 1.20).
La iglesia es presentada como el misterio[24] que había estado oculto en edades pasadas, pero ahora se manifiesta. A saber, que la barrera que hacía diferencia entre israelitas y gentiles desapareció[25], Dios la quitó de en medio e hizo de los dos pueblos uno solo y nuevo[26], haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. (Ef 1.9; 2.14-16; 3.3-9; Col 1.20, 26-27).
No se es parte de la Iglesia por nacimiento, es decir no es por herencia genética, se debe nacer de nuevo por virtud del Espíritu Santo[27]. (Jn 1. 12-13; 3.1-8; Hch 2.37-38; 3.19; 16.31; 17.30; 1 Cor 12.13; 2 Cor 5.17; Gál 6.15; Ef 2.1-9; 2 Tim 2.25).
Una vez justificados de nuestros pecados[28] estamos en paz con Dios[29] y él nos santifica[30], nos hace santos[31]. Es Dios la fuente de nuestra santificación. La santidad no es inherente a nosotros mismos, ni es algo que alcancemos por mérito alguno. Aún salvos y santos continuamos en lucha interna con el pecado, esa naturaleza pecaminosa que aún permanece en nosotros. El estado de impecabilidad no se alcanza en esta vida, somos santos imperfectos que estamos esperando el postrer estado de glorificación[32], en el que seamos semejantes al Señor, cuando finalmente seremos liberados del todo de esta naturaleza pecaminosa. (Ro 5.1-2; 8.19-21; 12.1-2; 1 Jn 3:1-3).
Mientras ocurre este evento glorioso, estamos en un proceso de perfeccionamiento en el que nos adherimos fielmente a la enseñanza bíblica[33] y, guardando celosamente la verdad de la fe dada a los santos[34], vamos creciendo a través de la interacción de todos los miembros, del trabajo de los ministros[35] que Dios ha dado como regalo a su pueblo, y del poder del Espíritu que nos va transformando de día en día a la imagen de Dios. (Ro 8.32; 2 Cor 3.18; Jud 3).
La iglesia no es un plan B, que como el plan A (Israel) falló, entonces sigamos el plan B, no sino que la Iglesia es el propósito eterno de Dios. La Iglesia se puede diferenciar fácilmente de Israel[36] en su origen, en cómo se es parte de ella, y en su destino[37]. (Ef 1.3; 3.10-13; Col 3.1-2; 1 Tes 4:16-17; Heb 3.1).
La Iglesia como organismo vivo es una comunidad en la que se experimenta el poder del Espíritu Santo, se reciben, y ejercitan, dones espirituales dados a cada miembro para el beneficio de los otros. (Ro 12; 1 Cor 12- 14; Efe 4:10; 1 P 4.10).
Como organización la estructura administrativa de la Iglesia no es rígida, se va desarrollando y adaptando a las necesidades que van surgiendo.[38] Lo importante es que no se atente contra la unidad de la Iglesia, siempre teniendo presente que la organización es para beneficio de los miembros, y no a la inversa. (Hch 6:1-6; 13:1-3; 15.22-29; Tit 1:5-9).
La misión más importante que tiene la Iglesia es la predicación del Evangelio con miras a la salvación de los perdidos. Cada miembro de la Iglesia debe estar comprometido en llevar el mensaje del Evangelio a todo el mundo. (Mat 28:19-20; Mar 16.15; Luc 24:46-47; Hch 1.8; 4.31).
REFLEXIÓN E IMPLICACIONES PRÁCTICAS
El significado etimológico de la palabra griega ekklesia lleva implícito el hecho de ser distintos pues lleva en sí un llamado, una convocación. La iglesia como comunidad de creyentes comprometidos con seguir a Jesús y obedecerle como Señor, hace contraste con el mundo. Fuimos llamados a dejar nuestra vana manera de vivir, de ahí que el tema de la eclesiología sea afín al de la santificación. Aquel que es santo ha sido apartado, consagrado, y eso lo distingue de quien no lo es. Por eso el mundo se maravilla de nuestra manera de vivir, porque no andamos como ellos, somo diferentes. El ser miembro de la Iglesia me conduce inevitablemente al hacer cristiano, a vivir una vida a la altura de mi llamamiento celestial.
En la práctica el Nuevo Nacimiento comienza por allí, por el llamamiento a la salvación. El evangelio se predica para dar la oportunidad, a quien aún está perdido, de entender y creer en la suficiencia del sacrificio de Cristo. Su sangre hizo la paz. Alguien oye una noticia y si la comprende, puede creerla. Son muchos los textos bíblicos que nos hablan de la respuesta del hombre a la Gracia de Dios, esa primera respuesta que Dios espera es la fe, el ser humano debe creer. Pero lamentablemente dice la Biblia que no todos lo que oyen creerán[39].
Quien cree al mensaje que se proclama obedece a la invitación que el anuncio lleva, porque el anuncio del evangelio lleva a confrontar al oyente con una decisión, se invita, llama, o convoca, a una reconciliación con Dios. Pablo nos habla de conducir a todas las naciones a la obediencia a la fe, y Santiago nos dice que la fe sin obras es muerta. Así que el evangelio tiene algo que hay que obedecer, inicialmente, para ser parte de la Iglesia, para nacer de nuevo, para ser salvo, el que cree se arrepiente de sus pecados, se convierte al Señor, y se bautiza[40] en su Nombre, como confesión pública de su genuina fe[41], y el Espíritu Santo le bautiza en el cuerpo de Cristo[42], que es la Iglesia.
Quien ha nacido de nuevo, es miembro de la familia de la fe, es santo, pero su vieja naturaleza de pecado permanece aún en él. Ya no lo domina, pero está ahí latente, sujeta por el poder del Espíritu Santo que le ha sido dado a la Iglesia. La santidad del cristiano no implica impecabilidad, pero sí caminar hacia la madurez espiritual, hacia la meta del varón perfecto que es Cristo. Pablo no confunde la santidad con la perfección. De hecho, él mismo reconoció su propia imperfección en Filipenses 3:12-14, al decir que no había alcanzado la perfección, pero que seguía adelante para alcanzar aquello para lo cual Cristo lo había alcanzado. Eso es madurez cristiana. Además, el apóstol Juan deja claro que, si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. No pensemos que estamos en un estado de impecabilidad. En lugar de enfatizar la perfección absoluta en esta vida, la Escritura habla de los "santos imperfectos", es decir, han sido santificados, pero todavía están en proceso de transformación y crecimiento espiritual, ese es el perfeccionamiento de los santos. No se perfecciona a quien está perdido, sino al santo. A los perdidos hay que salvarlos, y una vez salvos y santos vamos hacia la meta del supremo llamamiento. La meta será la transformación de nuestros cuerpos, nuestra glorificación, cuando Cristo regrese por nosotros. Y Juan nos exhorta diciendo que quien tiene esta esperanza, se purifica a sí mismo, así como Él es puro.
Una vez soy miembro del cuerpo de Cristo tengo muchos beneficios, pero también responsabilidades prácticas significativas en nuestra vida cotidiana… El servirnos mutuamente implica trabajar junto a los demás miembros para resolver conflictos y mantener relaciones saludables, y buscar el bienestar de todos los santos en lugar de nuestros propios intereses egoístas. Para eso Dios me dota de dones espirituales, porque esta obra no se hace con fuerzas y estrategias humanas, sino con, y por, el poder del Espíritu Santo. Si hacemos esto, si cada uno cumple su función Dios dará el crecimiento a la iglesia. Pero esta actividad nos lleva a dar regularmente de nuestro tiempo, talentos y recursos para apoyar la labor de la iglesia, atendiendo no solo a las necesidades de los miembros de la Iglesia sino también a las de la comunidad.
Estamos llamados, convocados, a vivir una vida de santidad comprometida con Cristo, su enseñanza, la comunidad de creyentes, y la misión encomendada.
¡Gracia y Paz!
BibliogrAFÍA
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[1] Esta es metáfora que mejor ilustra la naturaleza de la Iglesia, de la que Cristo es cabeza (algunos discuten si como autoridad o fuente de sustento) y la otra metáfora que igualmente muestra el destino escatológico y glorioso de la Iglesia es la de la Iglesia como novia de Cristo, la esposa del Cordero.
[2] Sin distinción alguna entre judíos o gentiles. Lo característico de esta "comunidad" no es su nacionalidad, lengua, origen, color, o raza, sino su fe en Jesús.
[3] Se entiende que es durante el tiempo transcurrido entre Pentecostés y el arrebatamiento de la Iglesia. Los salvos del Antiguo Testamento, o después de que la iglesia sea recogida no son parte de ella. Como escribe Rubén Gómez: "tampoco debería resultar tan difícil entender que Israel no es la Iglesia, la Iglesia no es Israel y, sin embargo, Israel es el pueblo de Dios y la Iglesia es el pueblo de Dios".
Rubén Gómez, A Jacob Amé: Análisis Bíblico, Teológico E Histórico Del Lugar de Israel En Los Planes de Dios, 1a ed. (Bellingham, WA: Tesoro Bíblico Editorial, 2019), 164.
[4] Pablo A. Deiros, La Iglesia Celular, Formación Ministerial. Buenos Aires: Publicaciones Proforme, 2011), 80.
[5] Es así como se es parte de la Iglesia, naciendo de nuevo, con todo lo que ello implica como bien expone el profesor Küen en su texto clásico sobre Eclesiología, y citando en su exposición principalmente al prominente teólogo Emil Brunner, uno de los principales representantes del movimiento teológico conocido como "neo-ortodoxia", que surgió en la década de 1930 como una reacción a la teología liberal.
Alfred Küen, Introducción a la Eclesiología, La Iglesia según el plan de Dios. (Barcelona, España. Clie, 2001) 89-102
[6] La santificación, que etimológicamente tiene que ver con "ser apartado para Dios," se alcanza porque Cristo nos la imparte, es decir nos comparte de su naturaleza divina. Él es el único Santo y el que santifica al que es de la fe de Jesús. Algunos llaman a este estado "santidad posicional" para diferenciarla de la "santidad progresiva", ese continuo madurar del Cristiano. "Los creyentes son declarados santos (santificación posicional) y también llamados a una vida de santidad (santidad progresiva)."
Bob Utley, La Carta de Pablo a Los Colosenses Y a Filemón: Pablo Encadenado, El Evangelio Liberado: Cartas Desde La Prisión, ed. Patricia Cabral and Gisela Ramos, trans. José González, Comentario Del Intérprete Bíblico (Marshall, TX: Lecciones Bíblicas Internacional, 2015), Col 1:2
[7] Esta es la perseverancia de los santos. Debemos ser retenedores de la Palabra Fiel. El secreto de la vida cristiana es la permanencia en esa relación fresca con aquel que es la fuente de la santidad. Juan capítulo 15 nos repite que debemos permanecer, ahí está la clave. Es en este sentido que la Iglesia es Apostólica, porque guarda lo enseñado y vivido por los apóstoles de Cristo.
[8] La editorial CLIE publicó en 1990 un librito de solo 80 páginas y titulado: "Santidad Falsa y la Verdadera" en el que el influyente líder del movimiento fundamentalista de la iglesia evangélica en los Estados Unidos, Henry Allan Ironside (conocido por su firme defensa de la inerrancia y autoridad de la Biblia) hace un práctico estudio sobre el verdadero sentido del uso que las Escrituras hacen del término "perfecto", y no es el de impecabilidad o perfección absoluta, sino el de madurez. En internet se pueden consultar algunos apartes: https://www.graciayverdad.net/id291.html
[9] Es llamativo estudiar todo lo que se nos recomienda hacer unos a otros en las epístolas: Amarnos, preferirnos, vivir en armonía, aceptarnos, tenernos el mismo cuidado, ayudarnos mutuamente, tolerarnos las faltas por amor, ser buenos y compasivos, perdonarnos, sujetarnos, confortarnos, fortalecernos, buscar la manera de motivarnos, confesarnos mutuamente nuestros pecados, rogar en oración, ser hospitalarios, servirnos, amonestarnos, enseñarnos y exhortarnos, saludarnos, procurar hacernos el bien, y vivir en comunión. Y los mandamientos negativos, lo que explícitamente la Palabra nos recomienda no hacernos unos a otros: Juzgarnos, mordernos, devorarnos, consumirnos, irritarnos, envidiarnos, mentirnos, murmurarnos, y quejarnos unos a otros.
[10] Me limito a citar las bellas palabras de Pablo Deiros: "La unidad cristiana es expresión de nuestra koinonía (comunión) en Cristo. Debemos orar para que Dios nos dé esta koinonía que resulta en unidad y nos ayude a preservarla. Esta koinonía no es una asamblea voluntaria de amigos. Esta unidad es nuestro venir juntos a Cristo como hombres y mujeres reconciliados con él y por él. Esta koinonía es la victoria del amor sobre el odio, una victoria que no hemos ganado nosotros sino Cristo, y una victoria que las fuerzas del mal pugnan por destruir."
Pablo A. Deiros, La Iglesia Como Comunidad de Personas, Formación Ministerial (Buenos Aires: Publicaciones Proforme, 2008), 65.
[11] Este es el destino celestial de la Iglesia, así estaremos, como Pablo lo escribe a los Tesalonicenses, para siempre con el Señor.
J. Dwight Pentecost, Eventos Del Porvenir: Estudios de Escatología Bíblica (Miami, FL: Editorial Vida, 1989), 163.
[12] De origen y destino completamente distinto de Israel. Acuña escribe que el libro de Hechos de los Apóstoles: "Describe la vida de la primera comunidad de creyentes en Jesucristo surgida a raíz de la experiencia del día de Pentecostés: venida poderosa del Espíritu, sermón de Pedro y bautismo de tres mil personas (2:1–41). Esta iglesia surge por obra del Espíritu que Jesús envió como consecuencia de su muerte, resurrección y ascensión."
Mauricio Acuña, "'No Había Entre Ellos Ningún Necesitado': La Normatividad de La Comunidad de Bienes En Hechos 2–6," Kairós 48: Enero–Junio (2011): 46.
[13] Contrario a quienes argumentan que porque el Espíritu Santo preside a la Iglesia no se necesita en ella ninguna figura de autoridad, se ve en el Nuevo Testamento no solo la elección de Ancianos y diáconos, sino también una sujeción a autoridades supralocales, tal como es el caso de la decisión tomada en Jerusalén sobre lo que se le debía exigir a los creyentes no judíos. Todas las iglesias de los gentiles recibieron la carta y se sujetaban a ella. Pero no es el único caso. Es el Espíritu mismo quien elige a sus ministros, como ocurre en el capítulo 13 de Hechos, la Iglesia solo reconoce la elección y ora por ellos. Y Pablo, apóstol a los gentiles, tiene injerencia incluso en algunas congregaciones que no solo que no han sido fundadas por él, sino que incluso nunca había visitado. Además de esto, la vigencia de los dones ministeriales de Efesios 4 para el perfeccionamiento de los santos da testimonio de ciertas figuras de autoridad (entiéndase de servicio, no de señorío) establecidas por el mismo Espíritu Santo. Que los ministerios sigan vigentes hoy en día lo justifico por el tiempo dado con el adverbio "hasta", hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4.13).
[14] Como organismo la Iglesia es Universal, como organización se pueden entender las distintas agrupaciones de congregaciones locales que por facilidades de funcionamiento solamente, se han organizado en corporaciones independientes la una de la otra.
[15] Como tarea fundamental, no la única, pues si la Iglesia es el cuerpo de Cristo, esto implica que es el medio a través del cual Dios obra en el mundo (como explicaremos más adelante), y su misión prioritaria es la de hacer discípulos en todas las naciones, predicando el Evangelio, para eso fue establecida por Jesucristo la iglesia en esta tierra, para cumplir su propósito salvífico, que es reconciliar al mundo consigo mismo y restaurar la relación entre Dios y la humanidad (evangelización).
Pero además hay que edificar a los creyentes, los ya salvos, en la fe y la santidad (perfeccionamiento de los santos), ayudándoles a crecer en su relación con Dios y a convertirse en discípulos maduros que pueden a su vez llevar a cabo la obra de Dios en el mundo (la obra del ministerio).
[16] Cuando hablo de reflejar al mundo las glorias de Dios, quiero decir que la Iglesia también tiene una responsabilidad ética y social, llevar a cabo obras de justicia y de misericordia en medio de este caótico mundo, mostrando así el amor y la compasión de Dios a aquellos que están necesitados, trabajando así para hacer frente a las injusticias y las desigualdades que existen en el mundo. No nos olvidemos de que somos sal, y luz, del mundo.
Pero en definitivas la única obra que hace que todavía permanezcamos en esta tierra como Iglesia es la obra evangelizadora. A los pobres siempre los tendremos en el mundo, y los salvos solo serán completamente perfeccionados cuando seamos glorificados, pero los pecadores que en esta era han de ser salvos solo lo serán si les anunciamos el evangelio. Esa es la tarea inconclusa, la evangelización. Jesús nos mandó a hacer discípulos y nosotros entendimos que debíamos ir a hacer cultos.
Cristo, en la Gran Comisión de Mateo 28:18–20, explicó que la manera de hacer discípulos era a través del bautismo y la enseñanza. El único verbo en el imperativo es "haced discípulos", mientras que "bautizando" y "enseñando", correctamente traducidos como gerundios, dan una explicación de cómo hacerlo.
Roberto Kasper, "Educación Bancaria vs. Formación Integral," Kairós 42: Enero-Junio (2008): 100.
[17] Alfred Küen, Introducción a la Eclesiología, La Iglesia según el plan de Dios. (Barcelona, España. Clie, 2001) 57
[18] Clinton E. Arnold and Jonathan Haley, eds., Efesios, trans. Beatriz Fernández Fernández, 1a edición., Comentario Exegético-Práctico Del Nuevo Testamento (Barcelona, España: Andamio, 2016), 516.
[19] Pablo A. Deiros, La Iglesia Como Comunidad de Personas, Formación Ministerial (Buenos Aires: Publicaciones Proforme, 2008), 53.
[20] Son muchos los privilegios que tenemos al ser parte de la Iglesia, pero los privilegios también implican ciertas responsabilidades, y esas casi no gustan. Pero si es a través nuestro que Dios está obrando hoy, tenemos una gran tarea en nuestras manos. Pablo dijo que es a través de la iglesia que la multiforme sabiduría de Dios será dada a conocer al universo.
Greg Gilbert, ¿Qué Es El Evangelio?, trans. Giancarlo Montemayor, 9Marks (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2012), 6
[21] "Hay seis figuras de la iglesia en Efesios, cada una ubicada en un capítulo: cuerpo (1:23); edificio o, más precisamente, templo (2:21); misterio (3:4); nuevo hombre (4:13); novia (5:27) y soldado (6:12)."
Horacio R. Piccardo, Introducción Al Cuerpo Epistolar Del Nuevo Testamento: Tomo 2 (Buenos Aires, Argentina: Ediciones del centro, 2006), 77–78.
[22] "Un examen cuidadoso de Efesios revela que Pablo emplea por lo menos quince diferentes palabras o frases pictográficas. Las más importantes son: «santos» (usada nueve veces), «cuerpo» (usada ocho veces), «soldado con armadura» (usada ocho veces) y «esposa» (usada siete veces). Una serie de imágenes menores hermosean los grandes conceptos: «pueblo elegido de Dios» (usada cuatro veces), «hijos» o «familia» (usada cuatro veces), «la destreza del trabajo», «edificar» o «templo» (usada tres veces), «un canto de alabanza» o «una ofrenda» (usada dos veces), «un nuevo hombre» o «un nuevo ser» (usada dos veces). Finalmente, una serie de imágenes vislumbran en la carta una sola vez: «la anchura, la longitud, la profundidad y la altura de amor», «imitadores de Dios», «reino de Cristo», «hijos de luz», «sabios», y «embajadores»."
Charles Van Engen, El Pueblo Misionero de Dios (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío, 2004), 54.
[23] Daniel Carro et al., Comentario Bíblico Mundo Hispano Hechos, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993), 11.
[24] "El concepto de misterio es una de las características distintivas tanto de la Epístola a los Efesios como la dirigida a los Colosenses."
Jorge León, Teología de La Unidad (Buenos Aires, Argentina: Ediciones La Aurora, 1971), 31–32.
[25] Respecto al capítulo tres de la carta a los efesios, Richards comenta: "Todo el pasaje explora a la iglesia como misterio, en el que creyentes judíos y gentiles están unidos, como iguales."
Lawrence O. Richards, Comentario Histórico-Cultural Del Nuevo Testamento, ed. Karín Förster and Adrián Aizpiri, trans. Karín Förster and Adrián Aizpiri, Primera Edición. (Miami, FL: Editorial Patmos, 2014), 428
[26] La Iglesia es una cosa nueva, tanto para el judío como para el gentil.
Lewis Sperry Chafer, Teología Sistemática de Chafer, trans. Evis Carballosa et al., vol. 2, Teología Sistemática (Barcelona, España: editorial clie, 2009), 78
[27] Sobre este tema el profesor Küen hace una magnífica exposición entre lo que es una sociedad abierta en la que prácticamente se pasa a formar parte de ellas por el azar del nacimiento, como la iglesia en la localidad zuiza de Vaud en la que se considera miembro de la iglesia nacional a todas aquellas personas que no declaran de manera expresa que no quieren pertenecer a ella, y una sociedad cerrada en la que solamente pasa a formar parte de ella el que expresamente solicita ser admitido y cumple con los requisitos del reglamento para su admisión. Todo esto para afirmar finalmente que sin nuevo nacimiento es imposible ser parte de la Iglesia. Él esboza siete razones por las que la admisión de personas no regeneradas como miembros de la Iglesia es incompatible con las enseñanzas del Nuevo Testamento.
Alfred Küen, Introducción a la Eclesiología, La Iglesia según el plan de Dios. (Barcelona, España. CLIE, 2001) 163-212
[28] Sobre la doctrina de la justificación Trenchard escribió: "He aquí la doctrina que Lutero volvió a hallar en las epístolas de Romanos y de Gálatas y que expuso la flaqueza del sacramentalismo y del semipelagianismo del sistema religioso imperante entonces."
Ernesto Trenchard, Estudios de Doctrina Biblica, Cursos de Estudio Bíblico (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 1976), 110
[29] La base de esta justicia es la obra expiatoria de Cristo en la cruz.
Charles Hodge, Teología Sistemática de Charles Hodge, trans. Santiago Escuain, Teología Sistemática (Barcelona, España: editorial CLIE, 2010), 733
[30] Sobre el tema de la justificación hay diferentes posturas en el mundo evangélico. Muestra de esto es el excelente libro sobre cinco puntos de vista distintos sobre la santificación, en el que se reúnen Melvin E. Dieter, Anthony A. Hoekema, Stanley M. Horton, J. Robertson McQuilkin, y John F. Walvoord para exponer su propia postura sobre el tema, desde la perspectiva wesleyana, reformada, pentecostal, de Keswick, y agustiniana-dispensacionalista, que cada uno respectivamente representa.
Stanley N. Gundry, ed., Five Views on Sanctification, Zondervan Counterpoints Collection (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1987), 3
[31] En plena concordancia con todo el Nuevo Testamento donde si alguien es salvo, también es santo. Baste echar una ojeada al trato que se le da a los hermanos no solo en los textos paulinos, sino en Hechos y hasta el Apocalipsis (Hch 9:32, 9:40–41, 26.10; Ro 1.7, 8. 27, 12.13, 15.25 y 26, 15.31, 16.2, 16.15; 1 Cor 1.2, 6.1 y 2, 14.33, 16.1, 16.15; 2 Cor 1.1, 8.4; 9.1; 9.12 y 13; Ef 1.1, 1.4, 1.15, 1.18, 2.19, 3.8, 3.18, 4.12, 5.3, 6.18; Fil 1.1, 4.21 y 22; Col 1.2, 1.4, 1.12, 1.22, 1.26; 1 Tes 3.13; 5.27; 2 Tes1.10; 1 Tim 5.10; Fil 5, 7; Heb 3.1, 6.10, 13: 24; Jud 3; y Ap 5.8)
[32] Aquí N.T. Wright subraya que "la glorificación es parte de la renovación cósmica que se producirá cuando Cristo regrese y restaure todas las cosas", una manera peculiar de ver la eternidad e interpretar el cielo nuevo y la tierra nueva. Él recalca la restauración de todas las cosas, más que una nueva creación.
N. T. Wright, The Epistle to the Romans. In The New Interpreter's Bible. Vol. 10. (Nashville: Abingdon Press, 2002). 547
[33] Es importante hacer notar aquí que la enseñanza bíblica está en las Escrituras y no en los credos, anatemas, y demás, que se han publicado después de sínodos o concilios. ¡Volvamos a la fuente! Esa es, vale insistir en ello, la verdadera apostolicidad de la Iglesia. El testimonio apostólico llegó a tomar cuerpo en los escritos que denominamos el Nuevo Testamento. Así, el Nuevo Testamento puede considerarse el "sucesor" de los apóstoles, aunque no todos sus libros hayan sido escritos por apóstoles. El verdadero sucesor del apostolado… no fue la jerarquía sino el canon de la Escritura escrita para prolongar su voz y compilada para reemplazar a los testigos desaparecidos. Hans Küng ha sostenido que "toda la iglesia" es la sucesora de los apóstoles si su "testimonio" y "ministerio" son apostólicos.
James Leo Garrett h., Teología Sistemática: Bíblica, Histórica Y Evangélica, trans. Nancy Bedford de Stutz, Segunda edición., vol. I (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2003), 119.
[34] Esta perseverancia debe ser sobre la fe (doctrina) que fue una vez dada a los santos, es decir en el Nuevo Testamento. La mayoría de los grupos cristianos reconocen como reales las experiencias de los apóstoles, pero le dan mayor prioridad a doctrinas y tradiciones desarrolladas en tiempos posteriores a la era apostólica. Para ellos el mensaje y la experiencia de los apóstoles fue solo el punto inicial de la discusión teológica, pero realmente no es así, el canon sagrado está cerrado, la enseñanza (doctrina) y práctica (experiencias) de los apóstoles son el punto final, y por lo tanto debe ser normativo para nosotros hoy, más que meramente informativo.
No es fácil la tarea de distinguir entre lo descriptivo o prescriptivo de las Escrituras, especialmente en el libro de Hechos de los Apóstoles.
Craig S. Keener, Hermenéutica Del Espíritu: Leyendo Las Escrituras a La Luz de Pentecostés, trans. Jorge Ostos (Salem, OR: Publicaciones Kerigma, 2017), 9–14
[35] "La palabra ««ministerio» indica la función del «ministro». Este vocablo se deriva del latín minister, que los antiguos romanos oponían a magister, pues mientras el término magister era aplicado a los encargados de administrar justicia (los magistrados) y se les atribuía un magis = más que los demás (en competencia y honestidad), el término minister suponía un minus = menos que las «autoridades» (al servicio de ellas), como lo demuestra el término «menestral» con que fue en seguida vertido al romance. En este sentido, ministro equivale a criado o persona al servicio de otra u otras."
F. Lacueva, La Iglesia, Cuerpo de Cristo, Curso de Formación Teológica Evangélica (Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE, 1973), 191.
[36] La distinción que hace el profesor Walvoord sobre los tres tipos de descendencia: (1) el linaje o descendencia natural, (2) el linaje espiritual dentro del natural, y (3) una descendencia espiritual de Abraham que no son israelitas naturales; podría ayudar a explicar cómo se puede relacionar la Iglesia con las promesas del pacto, sin ser el pueblo del pacto en quien han de cumplirse las promesas nacionales.
J. Dwight Pentecost, Eventos Del Porvenir: Estudios de Escatología Bíblica (Miami, FL: Editorial Vida, 1989), 68
[37] La Iglesia comenzó el día de Pentecostés, con el bautismo del Espíritu Santo. Israel comenzó con la promesa hecha a Abraham. El destino de la Iglesia es celestial, las promesas para Israel son terrenales. De la Iglesia se es parte por el Nuevo Nacimiento, de Israel se es parte por el nacimiento natural.
"El concepto étnico de "judío" o de Israel nunca se pierde."
Rolland McCune, Teología Sistemática Del Cristianismo Bíblico (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2018), 632.
[38] Que la organización no es rígida es evidente en el Nuevo Testamento desde el momento en que Jesús elige a sus discípulos y entre ellos escoge a doce que llama apóstoles, de entre ellos notamos que Pedro, Juan y Jacobo ocupan un círculo de más intimidad con el Maestro, y de entre ellos Juan se recuesta a Jesús y le habla al oído. Y no podemos pasar por alto que había un tesorero, un hombre de confianza, Judas. A quien después reemplazan por Matías, ya en ausencia corporal de Jesús. En Hechos 6 vemos a unos elegidos entre los hermanos griegos, que no solo servían a las mesas, sino que también eran tremendos predicadores, como Esteban y Felipe. Las Iglesias que se iban formando estaban supervisadas por los apóstoles que permanecieron en Jerusalén, como es el caso de Samaria, y de Antioquía. En el capítulo 13 vemos a Bernabé y Saulo saliendo a hacer labor misionera. Pablo nos cuenta que él mismo fue a Jerusalén y expuso sus enseñanzas ante quienes tenían cierta reputación como columnas, es decir Pablo no es rueda suelta. Quien va a ejercer autoridad, primero aprende a sujetarse. Las congregaciones no elegían a sus pastores, estos ancianos eran establecidos por los apóstoles y/o sus comisionados, según notamos en las epístolas pastorales, aparte de Hechos. En general vemos un desarrollo dinámico en la administración eclesial, que obviamente va siendo dirigido por el mover del Espíritu Santo. Sería muy arbitrario decidir un único modelo administrativo basados en lo que nos muestra en Nuevo Testamento. En la elección de un modelo para hoy en día debemos tener en cuenta varios factores, como la cultura, etc. Un modelo que puede funcionar muy bien entre hispanos, por ejemplo, podía ser un desastre entre eslavos o viceversa.
[39] Como dices Orth: "Es paradójico que la mejor noticia para la humanidad sea tan difícil de aceptar."
Stanford Orth, Estudios Bı́blicos ELA: La Unidad Puede Ser Una Realidad (Efesios) (Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1997), 35.
[40] Es el orden que sigue Küen para responder a ¿qué se debe hacer para ser salvo? Él explica que hay una parte que debe hacer el hombre en el proceso del nuevo nacimiento creer, arrepentirse, convertirse, y bautizarse, y de la incorporación a la Iglesia se encarga el Espíritu Santo.
Alfred Küen, Introducción a la Eclesiología, La Iglesia según el plan de Dios. (Barcelona, España. CLIE, 2001) 89-102
[41] El tema del bautismo como necesidad de salvación es aún discutido hoy en día. Lacueva por ejemplo, cambiando el orden de las palabras en la Biblia, dice que no nos bautizamos para salvarnos, sino para confesar que somos salvos. El evangelio de Marcos dice otra cosa: el que creyere y fuere bautizado, será salvo. Además, es interesante que en su argumentación use el pasaje de Hechos 2: 37 al 41 en que claramente se da la orden de arrepentirse y bautizarse, para el perdón de los pecados. Una cosa es estar arrepentido, y otra perdonado. Pero el orden en que se narran las cosas en el verso 41 es contundente, se bautizaban y se añadían a la iglesia. Bíblicamente el orden no es que el que crea y sea salvo se bautice (si quiere) ni que el que se añada a la Iglesia se bautice. Mejor sigamos el orden establecido en el Nuevo Testamento.
F. Lacueva, La Iglesia, Cuerpo de Cristo, Curso de Formación Teológica Evangélica (Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE, 1973), 310
[42] "Únicamente el bautismo del Espíritu Santo puede hacer de un hombre un miembro del Cuerpo de Cristo."
Alfred Küen, Introducción a la Eclesiología, La Iglesia según el plan de Dios. (Barcelona, España. CLIE, 2001) 102