El presente estudio se adentra en la doctrina neotestamentaria del bautismo, examinando con rigor académico su definición etimológica y su praxis bíblica. Desde una perspectiva teológica Pentecostal Unicitaria, este análisis se centrará en demostrar que la inmersión total en agua, administrada en el Nombre de Jesucristo, constituye la forma y fórmula bautismal divinamente ordenada, tal como se evidencia en las Sagradas Escrituras. Se explorará la respuesta apostólica fundamental a la pregunta sobre la salvación, la semántica del término griego βαπτιˊζω (baptizō), el profundo simbolismo inherente a la inmersión y los precedentes escriturales que establecen el modo y la fórmula del bautismo cristiano.
*I. La Semántica Imperativa de Βαπτιˊζω (Baptizō): Inmersión Inequívoca*
La comprensión precisa del bautismo cristiano comienza con un análisis riguroso del término griego original empleado en el Nuevo Testamento. La elección léxica de los escritores inspirados no fue casual, sino divinamente guiada para transmitir un significado específico y una acción concreta.
*A. El Consenso Lexicográfico: Sumergir, Hundir, Sepultar*
El verbo griego βαπτιˊζω (baptizō), del cual se deriva la palabra "bautismo", posee un campo semántico claro y consistentemente definido por los principales léxicos del griego koiné.
* Strong's Concordance (#G907): Define βαπτιˊζω como "sumergir, anegar; hacer que algo quede totalmente mojado". Se destaca su uso específico para la ablución ceremonial y, técnicamente, para la ordenanza del bautismo cristiano.1 Esta definición primaria establece la naturaleza física del acto involucrado.
* Thayer's Greek Lexicon: Refuerza esta comprensión con significados como "sumergir repetidamente, inmergir, hundir (como barcos hundidos)" y "limpiar por inmersión o sumersión, lavar, purificar con agua, lavarse uno mismo, bañarse". La imaginería de hundir recipientes o sumergir repetidamente enfatiza la idea de totalidad.
* Bauer, Arndt, Gingrich, and Danker (BDAG): Este léxico autoritativo enumera "sumergir, inmergir, sumergirse, lavar" como significados primarios. También señala su uso en la literatura no cristiana como "hundir, anegar, abrumar". La consistencia entre estos importantes léxicos es crucial. Es significativo que Liddell y Scott, en ediciones posteriores de su léxico, eliminaran la acepción de "verter sobre" por falta de ejemplos en el griego clásico, lo que fortalece el argumento de la inmersión como el significado clásico predominante.
La analogía del teñido de telas ilustra vívidamente el concepto de inmersión total para una transformación completa. Para que una tela blanca adquiriese un nuevo color de manera uniforme y permanente, debía ser completamente sumergida en el tinte. Este proceso, conocido en la antigüedad, subraya que βαπτιˊζω implica una cobertura total que resulta en un cambio. Un ejemplo helenístico notable proviene del poeta y médico Nicandro (c. 200 a.C.), quien en una receta para hacer encurtidos distingue entre βαˊπτω (bapto, mojar o teñir superficialmente) y βαπτιˊζω (baptizō). Nicandro indica que el vegetal primero debe ser 'mojado' (βαˊπτω) en agua hirviendo y luego 'bautizado' (βαπτιˊζω) en la solución de vinagre. Ambos verbos implican inmersión, pero el segundo, el acto de 'bautizar' el vegetal, produce un cambio permanente. Esta distinción es fundamental: el bautismo cristiano no es una simple aspersión o un mojado temporal, sino una inmersión que significa y está vinculada a una transformación y una identificación permanentes con Cristo.
*B. Clarificando Distinciones: Βαπτιˊζω (Baptizō) versus Ἐκχεˊω (Ekcheō – Verter) y Ῥαντιˊζω (Rhantizō – Rociar)*
La lengua griega del Nuevo Testamento posee verbos específicos para las acciones de verter y rociar, los cuales, de manera significativa, nunca se utilizan para describir la ordenanza del bautismo cristiano.
* Ἐκχεˊω (ekcheō) significa "verter" o "derramar". Si los apóstoles hubieran querido describir el bautismo como un acto de verter agua sobre el candidato, este vocablo habría sido la elección apropiada y disponible.
* Ῥαντιˊζω (rhantizō) significa "rociar" o "asperjar". De igual manera, si la aspersión hubiera sido el modo bautismal, este término se habría empleado.
La selección consistente de βαπτιˊζω por los autores neotestamentarios, con la exclusión de ἐκχεˊω y ῥαντιˊζω en el contexto específico de la ordenanza bautismal, constituye un argumento lingüístico de peso. Demuestra una elección deliberada que refleja una acción específica: la inmersión. Como acertadamente se ha señalado, "es un hecho lingüístico simple que ῥαντιˊζω 'rociar' y ἐκχεˊω 'verter', ambos ocurren en el Nuevo Testamento, pero nunca en conexión con el bautismo".
Esta deliberada elección léxica por parte de los escritores sagrados, guiados por el Espíritu Santo, trasciende la mera preferencia semántica para convertirse en una declaración teológica implícita. El Espíritu Santo, al inspirar las Escrituras, disponía de un léxico griego completo. La preferencia invariable por βαπτιˊζω para la ordenanza iniciática cristiana, y la omisión de ἐκχεˊω o ῥαντιˊζω en este contexto particular, no puede considerarse accidental. Sugiere que el modo de la inmersión está intrínsecamente ligado al significado y la teología del bautismo. Si el vertimiento o la aspersión fuesen modos divinamente aceptables, el Nuevo Testamento podría haber empleado fácilmente los términos griegos específicos para dichas acciones. Su ausencia en los contextos bautismales es un silencio elocuente que aboga poderosamente por la inmersión como el modo divinamente instituido. Esto implica que las prácticas eclesiásticas posteriores de vertimiento o aspersión representan desviaciones del modo original, prescrito léxica y bíblicamente, surgidas probablemente por conveniencia o cambios teológicos, más que por un fundamento escritural.
*II. La Proclamación Apostólica: Hechos 2:38 y el Umbral de la Salvación*
El entendimiento del bautismo debe estar anclado no solo en su etimología, sino primordialmente en su presentación y mandato dentro del contexto de la proclamación apostólica del evangelio. El día de Pentecostés se erige como el momento fundacional donde se revela el plan de salvación para la era del Nuevo Pacto.
*A. La Convicción de Pecado y la Respuesta Petrina: "¿Qué Haremos?"*
El día de Pentecostés, narrado en Hechos capítulo 2, marca el nacimiento de la Iglesia Neotestamentaria. El sermón del apóstol Pedro, ungido y empoderado por el Espíritu Santo, produjo una profunda convicción en los corazones de sus oyentes respecto a su culpabilidad en la crucifixión del Mesías (Hechos 2:36-37). Su clamor angustiado, "Varones hermanos, ¿qué haremos?" (Hechos 2:37), no era una mera pregunta retórica, sino una súplica desesperada por conocer el camino hacia la reconciliación con Dios y la salvación. Como se ha señalado, "el capítulo dos de los Hechos ha sido correctamente llamado el capítulo más pivotal de la Biblia... La salvación se hizo realidad en Hechos 2". Esto subraya la importancia fundamental de las instrucciones que Pedro procedería a impartir.
*B. Una Exploración Exegética de Hechos 2:38*
La respuesta de Pedro, divinamente inspirada, se encuentra en Hechos 2:38: " _Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo_ ." (RVR1960). Este versículo no es meramente descriptivo de una práctica, sino prescriptivo, delineando los pasos fundamentales para ingresar al Nuevo Pacto y recibir la salvación. De hecho, "el plan maestro para la salvación en la iglesia Apostólica está bellamente encapsulado en Hechos 2:38". Un análisis exegético detallado revela sus componentes esenciales:
*El Prerrequisito del Arrepentimiento.*
El imperativo aoristo activo μετανοηˊσατε (arrepentíos) demanda una acción inicial y decisiva. El arrepentimiento (μεταˊνοια, metanoia) significa una transformación radical de la mente, el corazón y la dirección de la vida – un volverse del pecado hacia Dios. Implica reconocer el señorío de Jesucristo y someterse a Su voluntad. "Μετανοεˊω... significa 'cambiar la mente o el propósito de uno', siempre, en el NT, involucrando un cambio para mejor, una enmienda...". Este arrepentimiento es la preparación interna indispensable para el bautismo y la recepción del Espíritu Santo.
*El Mandato de ser Bautizado.*
El verbo βαπτισθηˊτω está en imperativo aoristo pasivo, tercera persona singular: "sea bautizado cada uno de vosotros". Esto indica un mandato divino que debe ser obedecido por cada individuo. No es un ritual opcional, sino una ordenanza fundamental. El modo imperativo subraya que, al igual que el arrepentimiento, el bautismo no es una sugerencia, sino un mandamiento divino, unido al arrepentimiento por la conjunción copulativa καιˊ (kai, y).
*El Nombre Singular, Salvador y la Autoridad Divina.*
Este es el punto crucial, el bautismo debe ser administrado "en el nombre de Jesucristo". Esta frase no se interpreta meramente como "por la autoridad de" en un sentido general, sino como la invocación del Nombre específico, personal y salvador del Señor Jesucristo, quien es la manifestación plena de la Deidad en carne (Colosenses 2:9). Los cristianos del primer siglo "INVOCARON O LLAMARON el nombre de Jesús sobre los creyentes en el bautismo en agua". Se entiende que "EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO ES JESUCRISTO". En el contexto apostólico, los creyentes son "bautizados en el nombre de Jesús, significando nuestra aceptación de Jesús como nuestro Señor y Salvador personal, y el lavamiento de nuestros pecados para siempre".
*Para Remisión de los Pecados.*
La preposición εἰς (eis) aquí indica propósito o resultado: el bautismo en el Nombre de Jesucristo es con el propósito de o resulta en la remisión de los pecados. No es meramente simbólico de un perdón ya recibido de antemano, sino una parte instrumental divinamente ordenada en el proceso de recibir dicho perdón. La Nueva Traducción Viviente vierte: "Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados". La conexión directa con el "perdón de los pecados" es textualmente explícita.
*La Promesa del Espíritu Santo y el Nuevo Nacimiento.*
Siguiendo al arrepentimiento y al bautismo en el Nombre de Jesucristo para remisión de los pecados, se encuentra la promesa de la recepción del don del Espíritu Santo, que se acompaña típicamente de la evidencia inicial de hablar en otras lenguas según el Espíritu da que se hable (Hechos 2:4; 10:44-46; 19:6).
La respuesta de Pedro en Hechos 2:38 no es una sugerencia casual, sino una respuesta directa y autoritativa a la pregunta "¿Qué haremos [para ser salvos]?". Los elementos de arrepentimiento, bautismo en el Nombre de Jesucristo y la recepción del Espíritu Santo se presentan como un plan de salvación cohesivo e indivisible. La frase "para remisión de los pecados" (εἰς ἄφεσιν ἁμαρτιῶν) está gramaticalmente vinculada tanto al arrepentimiento como al bautismo. Esto significa que el bautismo en el Nombre de Jesucristo no es simplemente una señal externa de una gracia interna ya plenamente consumada, sino un acto de fe obediente a través del cual el pecado es remitido y el creyente es preparado para recibir el Espíritu Santo. Es un componente esencial del Nuevo Nacimiento, formando el "Plan Apostólico para la salvación". Esta comprensión desafía los sistemas teológicos que relegan el bautismo a una ordenanza puramente simbólica sin eficacia soteriológica directa, o que separan la fórmula bautismal de la identidad y obra salvadora de Jesucristo como el único Dios verdadero. Coloca una inmensa importancia en la adhesión al patrón apostólico para la salvación, tal como fue revelado el Día de Pentecostés.
*III. El Profundo Simbolismo de la Inmersión: Participación en la Muerte, Sepultura y Resurrección de Cristo*
Más allá de la evidencia etimológica y los mandatos apostólicos, el modo de inmersión en el bautismo está cargado de un profundo simbolismo teológico, representando la participación del creyente en los actos redentores centrales de Cristo.
*A. Conformados a Su Muerte* : Romanos 6:3-4 – Sepultados con Él por el Bautismo
El apóstol Pablo articula esta verdad de manera inequívoca: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva." (Romanos 6:3-4, RVR1960).
Este pasaje vincula explícitamente el bautismo con una participación en la muerte y sepultura de Cristo. El acto de ser completamente sumergido bajo el agua es una representación poderosa y gráfica de ser sepultado con Cristo, significando la muerte del "viejo hombre" de pecado. La inmersión, en contraposición a la aspersión o el vertimiento, es lo que mejor captura el simbolismo intencionado por Pablo del entierro y la resurrección con Jesús. Al ser "sepultados" bajo el agua, somos vistos como sepultados con Cristo.
*B. Resucitados en Novedad de Vida* : Colosenses 2:12 – Vivificados Juntamente con Él
De manera similar, Pablo escribe a los Colosenses: "sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos." (Colosenses 2:12, RVR1960).
Emerger del agua simboliza la resurrección con Cristo a una nueva vida, empoderada por Dios. Esto no es solo una esperanza futura, sino una realidad presente iniciada en el bautismo. Al ser levantados del agua, somos resucitados con Cristo de la tumba.18 El bautismo del eunuco, por ejemplo, implicaba ser "sepultado con Él en el bautismo, en el cual también fuisteis resucitados con Él mediante la fe en la operación de Dios, quien le resucitó de los muertos".
*C. La Inmersión como el Vívido Cuadro de la Realidad Redentora*
Solo la inmersión total puede retratar adecuadamente este profundo doble simbolismo de muerte/sepultura y resurrección. La aspersión o el vertimiento de agua sobre la cabeza fallan en capturar la imaginería gráfica de ser "sepultado" y "levantado". La conexión metafórica entre la muerte y el bautismo solo tiene sentido si el modo del bautismo simboliza significativamente el ahogamiento del viejo yo del creyente. La analogía del proceso de teñido (Sección I.A) también encaja aquí: así como la tela es completamente transformada por la inmersión, el creyente es completamente identificado con la obra redentora de Cristo a través de la inmersión.
El simbolismo de la inmersión en Romanos 6 y Colosenses 2 no es meramente ilustrativo, sino performativo. En el acto de ser sumergido, el creyente, por fe, se identifica activamente con y participa en los eventos históricos de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Es un medio divinamente señalado para apropiarse de los beneficios de la obra de Cristo. El acto físico refuerza la realidad espiritual. Esta comprensión eleva el modo de la inmersión más allá de la mera preferencia a una necesidad teológica si se ha de mantener el pleno significado simbólico y participativo del bautismo, tal como lo articula Pablo. Modos como la aspersión o el vertimiento no pueden transmitir adecuadamente esta identificación participativa con ser "sepultado" y "resucitado".
*IV. Precedentes Escriturales: El Modo del Bautismo en la Práctica del Nuevo Testamento*
El Nuevo Testamento no solo define el bautismo etimológicamente y lo explica teológicamente, sino que también proporciona ejemplos claros de su práctica, los cuales consistentemente apuntan a la inmersión como el modo empleado.
*A. El Bautismo del Propio Mesías:* Jesús Ascendiendo "del Agua" (Mateo 3:16; Marcos 1:10)
El bautismo de nuestro Señor Jesucristo por Juan el Bautista en el río Jordán establece un precedente divino. Mateo 3:16 registra: "Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua (ἀνέβη εὐθὺς ἀπὸ τοῦ ὕδατος - anebē euthys apo tou hydatos)..." Similarmente, Marcos 1:10 dice: "Y luego, cuando subía del agua (ἀναβαίνων ἐκ τοῦ ὕδατος - anabainōn ek tou hydatos), vio abrirse los cielos..."
Las preposiciones griegas ἀποˊ (apo - desde, de) y ἐκ (ek - fuera de, de) implican fuertemente que Jesús estuvo dentro del agua para Su bautismo, lo que necesariamente requiere inmersión. Uno no "sube de" o "sale de" el agua a menos que primero haya "descendido a" ella. La afirmación de que Jesús "salió del agua después de ser sumergido (o bautizado) por Juan" indica claramente la inmersión.
*B. El Ministerio Bautismal de Juan:* La Necesidad de "Muchas Aguas" (ὕδατα πολλαˊ - hudata polla) en Enón (Juan 3:23)
El Evangelio de Juan nos informa sobre la práctica bautismal de Juan el Bautista: "Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas (ὅτι ὕδατα πολλὰ ἦν ἐκεῖ - hoti hydata polla ēn ekei); y venían, y eran bautizados." (Juan 3:23, RVR1960).
La razón explícita por la que Juan escogió Enón fue la abundancia de agua. Tal consideración práctica sería completamente innecesaria para la aspersión o el vertimiento, que requieren una cantidad mínima de agua. Sin embargo, es esencial para la inmersión, especialmente cuando se bautiza a multitudes. La necesidad de "mucha agua" es un indicador contextual contundente del modo de inmersión.
*C. La Conversión del Eunuco Etíope:* Descendiendo a y Ascendiendo del Agua (Hechos 8:36-39)
El relato de la conversión y bautismo del eunuco etíope por Felipe el evangelista ofrece otro claro ejemplo de inmersión. Hechos 8:38-39 declara: "Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco (κατέβησαν ἀμφότεροι εἰς τὸ ὕδωρ - katebēsan amphoteroi eis to hydōr), y le bautizó. Cuando subieron del agua (ἀνέβησαν ἐκ τοῦ ὕδατος - anebēsan ek tou hydatos), el Espíritu del Señor arrebató a Felipe..."
El lenguaje es inequívoco: ambos entraron en el agua, Felipe realizó el bautismo (que, dada la etimología de βαπτιˊζω y el contexto, fue inmersión), y luego ambos salieron del agua.
Teológicamente, es crucial notar que Hechos 8:35 afirma: "Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús." Dado que Felipe predicó a "Jesús", desde una perspectiva Pentecostal Unicitaria, el bautismo subsecuente (v. 38) habría sido administrado en el Nombre de Jesucristo, consistente con el patrón apostólico establecido en Hechos 2:38 y observado en otros pasajes (Hechos 8:16; 10:48; 19:5).
La naturaleza incidental de estos detalles narrativos en Mateo 3, Marcos 1, Juan 3 y Hechos 8 hace que la evidencia a favor de la inmersión sea aún más convincente. Ninguno de estos pasajes es un tratado didáctico sobre el modo del bautismo; son narraciones históricas. Si los escritores simplemente describían lo que sucedió, y lo que sucedió fue la inmersión, entonces estas frases son naturales y esperadas. Si otros modos hubieran sido comunes o aceptables, el lenguaje probablemente habría sido más genérico o diferente. La consistencia del lenguaje descriptivo refleja una práctica histórica consistente de inmersión en la iglesia primitiva, desafiando los intentos de reinterpretar estos pasajes para acomodar prácticas no inmersionistas.
*V. La Inmutable Fórmula Apostólica: Bautismo "En el Nombre de Jesucristo"*
La praxis apostólica, tal como se registra en el Libro de los Hechos, no solo confirma la inmersión como el modo, sino que también establece de manera consistente la fórmula bautismal: en el Nombre del Señor Jesucristo.
*A. Práctica Constante en el Libro de los Hechos*
El Libro de los Hechos, nuestro registro histórico primario de la práctica de la Iglesia primitiva, describe consistentemente el bautismo siendo administrado en el Nombre del Señor Jesucristo.
* Los Samaritanos (Hechos 8:16): "porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.".
* Los Gentiles en la Casa de Cornelio (Hechos 10:48): "Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días." (Algunos manuscritos leen "Señor Jesús" o "Jesucristo").
* Los Discípulos de Juan en Éfeso (Hechos 19:5): "Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús". Estos relatos explícitos, junto con la instrucción de Pedro en Hechos 2:38, demuestran una práctica apostólica unificada.
*B. Armonizando Mateo 28:19 con la Obediencia Apostólica: La Revelación del Único Nombre*
La Gran Comisión en Mateo 28:19 instruye: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre [singular] del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo."
No hay una contradicción entre este mandato de Jesús y la práctica apostólica de bautizar en el Nombre de Jesucristo. Por el contrario, se entiende que los apóstoles comprendieron que el "nombre" singular (τοˋ ὄνομα) del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo se revela y se encarna en la persona del Señor Jesucristo.
El nombre del Padre se manifiesta en el Hijo (Juan 5:43: "Yo he venido en nombre de mi Padre"; Juan 17:6, 11-12).
El nombre del Hijo es Jesús (Mateo 1:21: "y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados").
El Espíritu Santo viene en el Nombre de Jesús (Juan 14:26: "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre..."). Por lo tanto, bautizar "en el nombre de Jesucristo" es cumplir el mandato de Mateo 28:19 al invocar el único Nombre que posee la plenitud de la Deidad y la autoridad para la salvación. Los apóstoles no repitieron las palabras del mandato como una fórmula trinitaria, sino que lo obedecieron al identificar y usar el Nombre salvador, que es Jesús. "Padre", "Hijo" y "Espíritu Santo" son títulos o descripciones de manifestaciones, no el Nombre personal y redentor.
*C. La Plenitud de la Deidad Habitanto Corporalmente en Cristo (Colosenses 2:9)*
El apóstol Pablo declara: "Porque en él [Cristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad." (Colosenses 2:9). Este versículo es fundamental para la Cristología Unicitaria y sostiene la comprensión de que el Nombre "Jesucristo" representa la totalidad del Ser divino manifestado en carne. Por consiguiente, invocar Su Nombre en el bautismo es invocar la plenitud de Dios.
*D. Testimonios Históricos Corroborantes de la Práctica Bautismal de la Iglesia Primitiva*
Diversas fuentes históricas sugieren que el bautismo en el Nombre de Jesús era la práctica prevalente en los primeros siglos de la Iglesia, y que la fórmula trinitaria se volvió dominante posteriormente. Aunque la interpretación precisa y la datación de estas afirmaciones históricas requieren una evaluación académica cuidadosa, presentan una línea de evidencia que los Pentecostales Unicitarios consideran como respaldo a su comprensión de la práctica apostólica.
* La Britannica Encyclopedia (11ª ed.) supuestamente afirma: "El bautismo fue cambiado del nombre de Jesús a las palabras Padre, Hijo y Espíritu Santo en el siglo II." y "En todas partes, en las fuentes más antiguas, se afirma que el bautismo tuvo lugar en el nombre de Jesucristo".
* La Canney Encyclopedia of Religion indica: "La iglesia primitiva bautizaba en el nombre del Señor Jesús hasta el siglo segundo".
* La Hastings Encyclopedia of Religion señala: "El bautismo cristiano se administraba usando las palabras, 'en el nombre de Jesús'." y "El bautismo fue siempre en el nombre de Jesús hasta la época de Justino Mártir".
* Incluso la Catholic Encyclopedia es citada reconociendo que "la fórmula bautismal fue cambiada por su iglesia".
En el pensamiento hebraico y cristiano primitivo, un "nombre" (ὄνομα - onoma; שם - shem) no era simplemente una etiqueta, sino que representaba la esencia misma, el carácter, la autoridad y la presencia de la persona. Actuar "en el nombre de" alguien era actuar con su plena autoridad y poder. Cuando los apóstoles bautizaban "en el nombre de Jesucristo", no estaban simplemente pronunciando una fórmula, sino invocando el poder redentor, la autoridad divina y la presencia personal del Señor Jesucristo resucitado, quien es la manifestación del único Dios verdadero. Esta es la razón por la cual Pedro pudo declarar en Hechos 4:12: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." Esta comprensión desafía la noción de que la fórmula bautismal es arbitraria o que diferentes fórmulas son igualmente válidas. El Nombre de Jesús está única y esencialmente ligado al acto del bautismo para la remisión de los pecados porque Él es Dios manifestado para nuestra salvación. El cambio a una fórmula trinitaria en siglos posteriores, desde esta perspectiva, representa una desviación de la comprensión y práctica apostólica, diluyendo potencialmente el enfoque directo en la persona y el poder salvador de Jesucristo.
*Conclusión: La Ordenanza Indispensable del Bautismo en el Nombre de Jesús*
El análisis etimológico, exegético y teológico del bautismo converge de manera irrefutable hacia una conclusión singular y poderosa. El significado intrínseco del término griego βαπτιˊζω (baptizō) apunta consistentemente a la inmersión. Los precedentes bíblicos, incluyendo el bautismo de Jesús mismo, el ministerio de Juan el Bautista que requería "muchas aguas", y el bautismo del eunuco etíope que implicó "descender al" y "subir del" agua, describen vívidamente la práctica de la inmersión.
Más aún, el profundo simbolismo de la muerte, sepultura y resurrección con Cristo, articulado por el apóstol Pablo en Romanos 6 y Colosenses 2, encuentra su más fiel y gráfica representación en el acto de la inmersión total. Finalmente, y de crucial importancia, el mandato apostólico y la práctica constante registrada en el Libro de los Hechos, comenzando con la instrucción seminal de Pedro en Hechos 2:38 y reiterada a lo largo de los ministerios apostólicos, fue bautizar a los creyentes arrepentidos por inmersión en el Nombre singular y salvador del Señor Jesucristo para la remisión de los pecados.
Pastor
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