y humilde de corazón
La humildad nos enseña a vivir como Jesús. Humildad no es solo hablar pasito y despacio o vestir de manera modesta.
La importancia de esta virtud surge del hecho de que es parte del carácter de nuestro Dios: ¿Quién como Jehová, nuestro Dios, que se sienta en las alturas, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra? Sal 113.5
En imitación al ejemplo de Dios, el humillarse constituye una virtud, contrapuesta siempre en la Escritura al pecado de la soberbia y el orgullo. "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Pr. 3:34;
Los pasajes del AT que mencionan esta virtud, la alaban:
ü Ciertamente él escarnece a los escarnecedores
y da gracia a los humildes. Pr 3.34
ü El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría,
y a la honra precede la humildad. Pr 15.33
ü Antes del quebranto se engríe el corazón del hombre,
pero antes de los honores está la humildad. Pr 18.12
ü La soberbia del hombre le acarrea humillación,
pero al humilde de espíritu lo sustenta la honra. Pr 29.23
Este término humildad está estrechamente relacionado, con la aflicción, que a veces recae sobre los hombres por la acción de su prójimo, cosa que a menudo se atribuye directamente al propósito de Dios, pero que siempre está calculada para producir humildad de espíritu.
Una cosa es humillarse y otra es ser humillado. Se humilla a una persona cuando se le trata mal, o por debajo del respeto que merece, o cuando se le destruye, o cuando se le avergüenza injustamente.
El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo, porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.Mt. 23.12
En este texto aparece la humillación en primer lugar como el castigo que merece la arrogancia (la humillación, un estado de bajeza que sobrevendrá por el juicio de Dios.) pero en segundo lugar como el requisito previo de la promoción (la humildad, un espíritu de humildad que permite que Dios envíe la bendición). A menudo las bendiciones de Dios recaen sobre los que poseen la humildad.
Ante la grandeza y santidad de Dios lo que corresponde al ser humano es adoptar una actitud de rechazo a toda pretensión u orgullo, inclinándose ante él en pleno acatamiento de su voluntad. A eso se le llama humillarse delante de Dios.
Humillaos delante del Señor y él os exaltará. Stg 2.10
La Biblia describe la vida de muchos reyes que pecaron contra Dios y no se humillaron. Pero aquellos que lo hicieron y buscaron el arrepentimiento recibieron perdón y prosperidad.
Por ejemplo:
Cuando Sisac invadió a Judá en tiempos de Roboam:
Entonces los príncipes de Israel y el rey se humillaron, y dijeron:—¡Justo es Jehová!
Cuando Jehová vio que se habían humillado, vino palabra de Jehová a Semaías, diciendo: «Se han humillado, no los destruiré, sino que los salvaré en breve y no se derramará mi ira contra Jerusalén por mano de Sisac. 2 Cr 12.6
También el rey Acab se humilló delante de Dios, y evitó así un juicio:
Sucedió que cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, ciñó su carne con ropas ásperas, ayunó, durmió sobre las ropas ásperas y anduvo humillado. Llegó entonces la palabra de Jehová a Elías, el tisbita, diciendo: «¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí? Pues por haberse humillado delante de mí, no traeré el mal mientras él viva; en tiempos de su hijo traeré el mal sobre su casa».1 R. 21:27–29
De modo que la humildad se convierte entonces como en un anhelo divino para bendecir al pueblo:
si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. 2 Cr 7.14
También Pablo usa la misma palabra en Fil. 4.12 (Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.) para describir su aflicción, pero se apresura a aclarar que la virtud reside en la aceptación de la experiencia, de modo que una condición impuesta desde afuera se convierte en la ocasión para la manifestación de la actitud correspondiente dentro de la persona.
La persona que se coloca a sí misma en una actitud de no exigir los merecimientos que le corresponden, o que renuncia a ellos por amor a otras personas, ejecuta el acto de humillarse. En la misma epístola a los filipenses (2.8) el escritor cita un ejemplo que debemos emular: la humildad de Cristo, que deliberadamente dejó de lado su prerrogativa divina y se humilló progresivamente, recibiendo a su debido tiempo la exaltación:
Mas aún, hallándose en la condición de hombre,
se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz. Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas
y le dio un nombre que es sobre todo nombre.
Como ocurre con todas las virtudes, es posible simular la humildad; y el peligro está claramente expuesto en la carta que Pablo dirige a los colosenses. Cualquiera sea la traducción del difícil pasaje de Col. 2.18, es evidente que tanto allí como en 2.23 el apóstol se refiere a un impostor:
Que nadie os prive de vuestro premio haciendo alarde de humildad y de dar culto a los ángeles (metiéndose en lo que no ha visto), hinchado de vanidad por su propia mente carnal.
Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría, pues exigen cierta religiosidad, humildad y duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.
A pesar de todas las apariencias de humildad, los falsos maestros en realidad están hinchados por el concepto que tienen de su propia importancia. Al colocar su propio sistema especulativo en contraposición con la revelación de Dios, niegan precisamente lo que su ascetismo parecería proclamar. Pablo advierte a sus lectores contra esta falsa humildad, y en 3.12 los exhorta a que su humildad sea genuina:
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
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