¿Cuál debe ser la actitud de un obrero cristiano, un siervo de Dios, en cuanto al dinero?
Éste es un asunto muy serio, y a menos que el obrero tenga una victoria completa en este asunto, no podrá trabajar para el Señor. Frecuentemente todo obrero tiene que manejar dinero. Pero si el obrero tiene problemas en el manejo del dinero, no podrá avanzar mucho. Por tanto, debemos tener presente que lo que está en juego es un asunto de suma importancia.
Mammon, osea, las riquezas, está en oposición a Dios, así que debemos rechazar su influencia. Ésta es la visión apropiada que todos los cristianos deben tener hacia el dinero. Debemos estar alertas para no caer bajo su poder.
Ningún obrero que esté atado por las riquezas materiales puede persuadir a otros a ser liberados de su control. Esto no es posible. Si estamos atados y controlados por Mammon, será imposible que ayudemos a los hermanos y hermanas a ser liberados de su control y atadura. El obrero debe odiar la pereza y también debe detestar el poder de las riquezas, de otro modo, no será útil en la obra de Dios. El dinero es un asunto crucial. Analicemos algunos aspectos relacionados con el dinero.
En primer lugar, observemos la relación que existe entre el dinero y el camino y la enseñanza del obrero. En el Antiguo Testamento tenemos la historia de Balaam, y en el Nuevo Testamento vemos el camino y la enseñanza de Balaam, lo cual se relata en 2 Pedro, Judas y Apocalipsis. Estos relatos nos muestran la importancia que Dios le da a Balaam, quien era un profeta que buscó su beneficio propio. En otras palabras, él hizo un comercio del ministerio profético. Balaam no ignoraba su posición de profeta, estaba consciente de ella y le sacó provecho. Tampoco ignoraba la voluntad de Dios. Cuando Balac, el rey de Moab, se propuso destruir al pueblo de Dios, Balaam estaba plenamente conciente de que el pueblo de Dios no debía ser maldecido; él sabía que era un pueblo bendecido por Jehová. Sin embargo, debido a que codició la oferta de Balac, quien le ofrecía darle todo lo que deseara, él acudió a Dios una y otra vez buscando Su permiso para hacerlo. Finalmente, Dios se lo concedió. Muchos piensan erróneamente que este episodio es un buen ejemplo acerca de como esperar en Dios. De hecho, Balaam nunca habría consultado a Dios de no haber sido por la promesa de Balac; sabía perfectamente que tal viaje no estaba de acuerdo con el Señor. Pues Dios nunca desea maldecir a Su pueblo, sino mas bien siempre intenta bendecirlo y cuidarlo con Su gracia. No obstante, Balaam indagó a Dios repetidas veces debido a la promesa que había recibido de Balac. Finalmente, Dios le permitió ir. Pero no por que fuera Su voluntad, sino que era sólo Su permiso para ir, considerando que si la oferta de Balac podía generar tanta oración en Balaam, entonces le dijo que fuera. Indudablemente Balaam era un profeta, pero él permitió que el dinero afectara su camino y lo condujera a extraviarse.
Todo obrero cristiano que no haya resuelto el asunto del dinero en su vida, y que aún esté atado por su poder, ciertamente dejará que la influencia del dinero afecte su campo de trabajo. Cuando él tenga que decidir a dónde debe ir a trabajar, su decisión será influenciada por el apoyo financiero que pueda recibir. Irá a donde reciba ayuda económica y no irá a donde no la den. El respaldo monetario se convertirá en su dirección. Si va solamente a adonde hay ayuda financiera, seguramente no irá a un lugar pobre o, en todo caso, si llega ir a tal lugar, se quedará poco tiempo. En cambio, si en otro lugar hay un apoyo generoso, espontáneamente será atraído por su apoyo y sentirá que Dios lo está conduciendo a ese lugar. Algunas oraciones sólo siguen a la ayuda monetaria. El dinero se convierte en el centro de atención. El beneficio propio y el dinero condujeron a Balaam a molestar a Dios repetidas veces, insistiendo acerca si debía ir o no. Hace unos diez años, un hermano de mayor edad comentó sobre la situación tan lamentable en que se encuentran los cristianos, diciendo: "¡Consideren cuántos siervos de Dios van en pos del dinero! Tantos lugares pobres carecen de cuidado espiritual, y miren cuántos obreros se amontonan en los lugares más prósperos. ¿No hay algo que está mal en la dirección que han recibido?". Ésta fue una palabra fuerte. Si un hermano no ha resuelto el asunto del dinero, no será una sorpresa que sus pasos sean como los de Balaam. El camino que tome será determinado por la cantidad de ayuda económica que reciba. La cantidad de apoyo económico se convertirá en la dirección para su camino. Si un lugar es pobre, él no lo visitará, o lo hará raramente. Y si lo visita, se irá de allí rápidamente. Pero si un lugar es rico y tiene abundancia, él lo visitará más o permanecerá allí permanentemente. El dinero se convertirá en la fuente de su dirección. A tales personas Dios sólo puede decirles: "ve y cumple tu deseo". Un obrero que no esté libre de la influencia del dinero, es inútil. Si con respecto al dinero, un obrero no puede jactarse como Pablo se jactó, tal obrero es inútil. Si no puede librarse del dinero y de su influencia, no puede ser un ministro de Dios; su camino ciertamente será el mismo que el de Balaam. Algunos son fácilmente dominados por el dinero; el dinero fácilmente determina su camino. Como consecuencia, su camino viene a ser el camino de Balaam. El cual es simplemente un camino determinado por el dinero. Que el Señor nos conceda Su gracia para que seamos liberados de la influencia del dinero. No deseamos ver que ninguno de nosotros se convierta en un mendigo, y que la ubicación donde labore sea el lugar donde mendiga. Una vez que hacemos esto, nos convertimos en esclavos del dinero. ¡Es lamentable y vergonzoso que un siervo de Dios sea conducido y controlado por el dinero! ¡Es una vergüenza que en lugar de buscar la guía del Señor postrándose a Sus pies, vayan a donde el dinero los guíe! Si una persona no ha sido plenamente liberada del dinero, realmente puede estar bajo una profunda esclavitud al dinero, aun cuando dice que está bajo la dirección de Dios. ¡Esto es muy vergonzoso! Por supuesto, el asunto del dinero es muy superficial. Si el Dios en quien creemos es viviente, entonces podemos ir a cualquier lugar. Pero si Él no lo es, entonces podemos emprender la retirada y no hacer nada. Es una vergüenza predicar al Dios vivo y tomar un camino que es gobernado por el dinero. ¡Esto es una gran vergüenza!
En el Nuevo Testamento Pedro habla del camino de Balaam, y nos muestra lo que significa: "Tienen los ojos llenos de adulterio, no cesan de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón ejercitado en la codicia, y son hijos de maldición" (2 P. 2:14). Aquí el énfasis recae en el ejercicio habitual de la codicia. La codicia es un asunto del corazón, y esta puede convertirse en un hábito. Cuando alguien es dominado por la codicia una, dos o muchas veces, la codicia se convierte en su hábito. "Han dejado el camino recto, y se han extraviado, siguiendo el camino de Balaam, hijo de Beor, el cual amó el pago de la injusticia" (v. 15). ¿Qué sucede cuando una persona cae en el hábito de la codicia? Él abandona el camino recto y se extravía siguiendo el camino de Balaam, hijo de Beor. Hermanos y hermanas, Dios ha puesto ante nosotros "el camino recto". ¿Cuál camino debemos escoger? Algunos han abandonado el camino recto y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam. ¿Cuál es "el camino de Balaam"? Él era un profeta que amó el pago de la injusticia. Esto nos demuestra claramente que el camino de Balaam es un camino que compromete el ministerio profético de uno al venderlo por ganancia personal. Pero el evangelio no se vende, ni se vende el ministerio profético. No podemos vender el evangelio de Dios ni el ministerio de los profetas. Con todo, aquí vemos a un hombre que vendió su ministerio profético. Su camino estaba errado. Su corazón se llenó de codicia. Por esto se extravió tan pronto como sobrevino la tentación. La razón por la que Balaam aceptó la oferta de Balac no fue meramente porque se le cruzó por la mente un simple pensamiento de codicia; sino que fue el resultado de que tenía el hábito de codiciar. Hermanos y hermanas, ¿pueden ver este punto? En él la codicia era un hábito. Ésta fue la razón por la que él se extravió tan pronto como Balac le ofreció dinero. Si el poder de Mammon no es erradicado de nosotros, nuestros pies correrán tras él tan pronto como su cebo sea puesto ante nosotros, y así sacrificaremos nuestra utilidad al Señor. Si deseamos seguir por un camino recto, tenemos que rechazar por completo a Mammon. De otro modo, aunque externamente podamos buscar la dirección del Señor, orando por orientación y procurando la voluntad del Dios, nuestros pies permanecerán en la senda incorrecta. Balaam oraba, procuraba hacer la voluntad de Dios y esperaba en Él, pero a pesar de ello, tomó el mal camino. Recuerde por favor, que mientras el dinero ocupe un lugar en nuestro corazón y la codicia se convierta en un hábito para nosotros, podemos orar todo lo que queramos para que Dios nos impida ir a cierto lugar, pero finalmente el dinero dirigirá nuestros pasos. Seremos incapaces de tomar el camino recto.
Judas también habla de Balaam. El versículo 11 dice: "Ay de ellos porque ... se lanzaron por lucro en el error de Balaam". Esta es una palabra dura. Algunos se lanzaron por motivos de lucro. Lanzarse significa correr rápido, velozmente y con prisa. Algunos se han lanzado al error de Balaam. Los hijos de Dios deben ser completamente liberados de codiciar el lucro. De otra manera, no tendrán otra opción que tomar el camino del error.
Además de hacer referencia a Balaam, 2 Pedro 2:3 describe otra condición: "y en su codicia, harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. El juicio pronunciado sobre ellos hace tiempo no está ocioso, y su destrucción no se duerme". 2 Pedro 2 habla de los falsos profetas. ¿Qué hacen los falsos profetas? En su codicia fingen palabras para hacer mercadería de los creyentes. Ellos son codiciosos y buscan su propio beneficio; por lo tanto, fabrican mentiras. Si el camino de una persona es dirigido por el dinero, tarde o temprano su enseñanza también lo será. Podemos asegurar esto. Tal persona les dirá una cosa a los pobres y otra a los ricos. Él les hablará a los pobres sobre una clase de demanda del Señor, y cuando vengan los ricos les hablará de otra clase de demanda del Señor. Sus palabras serán dirigidas por su deseo de obtener ganancias propias. Es decir, su enseñanza estará influenciada por el dinero. La palabra de Dios es franca y fuerte. Temo que algunos hayan seguido el ejemplo de los falsos profetas y de los falsos maestros. Si la línea de conducta de una persona es dirigida y gobernada por el poder del dinero, tal persona es un falso profeta y un falso maestro. Ningún profeta, instructor o maestro que sea un fiel siervo de Dios debe ser manipulado por el poder del dinero. Si alguien puede ser comprado con dinero, si puede ser influenciado por el dinero y el dinero puede cambiar la dirección que tome, debe cubrirse con cenizas y confesar que es un profeta falso y un maestro falso. Él es un falso siervo de Dios, no es genuino. Éste es un asunto muy serio. Debemos ser librados totalmente de Mammon. Aquellos que son guiados por el dinero en cuanto al camino que tomen y a las palabras que hablen, deben ser quitados de la obra de Dios.
Pedro y Judas no fueron los únicos que hablaron de este tema. Pablo le dijo lo mismo a Timoteo subrayando este peligro de caer en la codicia. En 1 Timoteo 6:3 dice: "Si alguno enseña cosas diferentes, y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la piedad". ¿Qué quiere decir ser uno que enseña cosas diferentes y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo? Los versículos 4 y 5 dicen: "Está cegado por el orgullo, nada sabe, y padece la enfermedad de cuestiones y disputas acerca de palabras, de las cuales nacen envidias, contiendas, calumnias, malas sospechas, constantes altercados entre hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia". Es interesante observar que en la historia de la iglesia todos los maestros heréticos, aquellos que enseñaron algo diferente, fueron los que tomaron la piedad como fuente de ganancia. Ninguno de ellos se entregó tanto como Pablo; pues ellos siempre calculaban cuánto podrían obtener por lo que hacían. ¡Ninguno de nosotros debe tratar de obtener ganancia de ninguna persona valiéndose del evangelio! Nada en este mundo es tan condenado por Dios como el hecho de tomar la piedad como fuente de ganancias. Nada puede ser más bajo que hacer de la obra cristiana una fuente de ganancias. Esto es lo más detestable. Tomar la piedad como fuente de ganancias es lo más repugnante. Todo obrero debe estar totalmente libre de cualquier pensamiento de lucro antes de involucrarse en la obra. Hermanos y hermanas, si desean laborar para el Señor, deben estar totalmente libres de la influencia del dinero. La muerte y el hambre deben ser preferibles que trabajar por lucro personal. Todo obrero del Señor tiene que ser muy estricto en este asunto. Si alguien nos tienta a transigir en esto, no debemos concederle ni un centímetro de terreno. Tenemos que seguir a nuestro Señor de forma incondicional. Hermanos y hermanas, podemos vender nuestra ropa y nuestras posesiones, pero nunca podemos vender nuestra verdad y nuestra piedad. A menos que nos declaremos muertos para con Mammon y que nuestra mente esté totalmente libre de su influencia, sería mejor no tocar nada de la obra del Señor. El versículo 6 dice: "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento". Es aquí donde reside la verdadera ganancia: donde hay piedad, hay contentamiento. Cuando tenemos piedad, ya no pedimos nada más, no esperamos nada más y nos quedamos satisfechos con lo que tenemos. Ésta es la verdadera ganancia, una gran ganancia. Sería una vergüenza para la piedad que vayamos en pos de ganancias económicas. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento. Los versículos del 7 al 10 son de suma importancia para los obreros del Señor: "Pues nada hemos traído a este mundo, porque nada podremos sacar. Pero teniendo sustento y abrigo estemos contentos con esto. Mas los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y ruina. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual persiguiendo algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores". Hermanos y hermanas, nunca debemos hacer de la piedad un medio de ganancias. Debemos ser totalmente libres de la influencia del dinero. Si tenemos problemas para vencer en este asunto, sería mejor buscar otra ocupación. Jamás deberíamos caer tan bajo como para buscar que nos paguen por nuestra predicación y nuestra obra. Sería mejor tener otra profesión y servir al Señor de otra manera. No hay nada malo en servir al Señor en cualquier empleo decente, pero nadie debería ser descuidado en cuanto al asunto del dinero ni traerle vergüenza al nombre del Señor por causa del dinero. El obrero del Señor debe ser íntegro en este asunto. Su corazón debe estar completamente libre del amor al dinero. Tiene que ser absoluto, porque la Palabra de Dios condena seriamente cualquier impureza relacionada con el dinero.
En Judas 16 dice: "Estos son murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus propias concupiscencias, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho". Muchos hablan cosas infladas. Se jactan de la cantidad de oraciones contestadas y de las muchas veces que han realizado milagros increíbles y obras maravillosas. Pero ellos dicen estas cosas "para sacar provecho". Muchas personas dicen lo que a otros les gusta oír para adularlos y sacar provecho. Tenemos que eliminar cualquier motivo que nos induzca a buscar nuestro beneficio propio. Éste es un rasgo básico del carácter de un obrero del Señor. Una persona que cede en el asunto del dinero hará concesiones en todas las cosas. Con respecto al dinero debemos ser severos, muy severos, y no ceder a ninguna corrupción. Como obreros del Señor, tenemos que ser íntegros, absolutamente limpios en cuanto al asunto del dinero.
Ahora consideremos cómo el Señor Jesús entrenó a Sus discípulos en este asunto. Lucas 9 narra que Él envió a los doce discípulos, y el capítulo 10 registra que Él envió a los setenta. De los cuatro Evangelios, solamente Lucas registra el envío de los setenta. Al enviar a los doce, el Señor les dijo: "No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas cada uno" (9:3). El Señor les mandó que dejaran atrás muchas cosas. Cuando Él comisionó a los setenta, les dijo: "No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias" (10:4). Un punto común en ambos casos es el dinero. Es decir, que el dinero no debe ser un artículo que el obrero precise para su labor. Más tarde, el Señor les dijo: "Cuándo os envié sin bolsa, sin alforja, y sin sandalias, ¿acaso os faltó algo? Ellos dijeron: nada" (22:35). Enseguida el Señor dijo "Mas ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una" (v. 36). La razón para esto fue que la dispensación había cambiado. Para entonces, el Señor Jesús ya había sido rechazado. Mientras los israelitas tenían la oportunidad de recibir al Señor, no había necesidad de estas cosas. El punto que debemos subrayar en este caso es que, al cumplir su comisión para el Señor, un obrero no debe prestar atención a su cartera. Todo su ser debe estar centrado en su mensaje, no en su cartera. Salimos para testificar que Jesús de Nazaret es el Señor designado por Dios. Nuestro ser debe centrarse en el mensaje, no en la cartera. En otras palabras, estamos calificados para trabajar sólo si estamos totalmente libres del dinero. Si vamos a ir de ciudad en ciudad a predicar el evangelio del reino, no debemos ser como un camello que se atora en el ojo de una aguja y queda excluido del reino, mientras que al mismo tiempo les habla a otros sobre la necesidad de entrar en el reino tomándolo con violencia (Mt. 11:12). Esto es imposible.
¿Qué significan las palabras no llevéis? Estas palabras nos muestran que el principio del evangelio contradice el principio de la cartera y de las dos túnicas. Cuando alguien se prepara para predicar el evangelio, no debe fijar su mente en estas cosas. Para un viaje ordinario, uno necesita de una cartera para llevar dinero, un bastón para caminar y dos túnicas para cambiarse. Todas estas cosas son necesarias. Ésta es la razón por la que el Señor les dijo a Sus discípulos que llevaran esto en Lucas 22. Entonces, ¿por qué les dijo que estas cosas no eran necesarias cuando Él envió a los doce discípulos en el capítulo 9 y a los setenta en el capítulo 10? Él les prohibió estas cosas porque un predicador del evangelio no debe fijar su mente en estas cosas. Cuando alguien es enviado, debe ir. Debe ir si hay dos túnicas y debe ir si solamente hay una. Debe ir con o sin bastón, con o sin dinero, y con o sin cartera. Esto es lo que significa ser un predicador del evangelio. Éste fue el entrenamiento básico que el Señor les dio a los discípulos cuando Él envió a los doce y a los setenta a la obra. Hermanos y hermanas, tenemos que estar claros en este asunto. Si el corazón de un hombre está centrado en el evangelio, estas cosas de menor importancia no serán importantes para él en absoluto. Si tales cosas son de mucha importancia para él, sería mejor que no saliera. Si hemos de predicar el evangelio, nuestra ropa, cartera y bastón no deben ser una preocupación para nosotros. Si lo son, no somos aptos para predicar el evangelio. El evangelio requiere que nos enfoquemos absolutamente en él; requiere tanto de nuestra atención que estas cosas deben llegar a ser irrelevantes para nosotros. El evangelio es lo único que debe ocupar nuestros corazones. Cuando nos alistamos para realizar nuestro trabajo, debemos estar contentos si tenemos o no tenemos hospitalidad. Tenemos que ponernos del lado de Dios y llevar un testimonio glorioso para el Señor. Esta es la razón por la cual el Señor dijo: "En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: paz sea a esta casa" (10:5). ¡Cuán digno es esto! Un obrero es uno que imparte paz a otros. Debe honrar su posición delante del Señor. Puede ser pobre, pero nunca debe perder la dignidad. Ningún obrero debe estar tan mal como para perder su dignidad. Si vamos a cierto lugar y la gente allí no nos recibe, ¿qué debemos hacer? El Señor dijo: "Y cuando no os reciban, al salir de su ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos" (9:5). ¿Pueden ver la dignidad de los siervos de Dios? Cuando ellos son rechazados, no se sienten avergonzados ni se quejan, diciendo: "Qué mala suerte. Vinimos a la casa equivocada". En lugar de ello, sacuden el polvo de sus pies; no toman ni un ápice de polvo de esa ciudad. Los siervos de Dios deben mantener su dignidad. Pueden ser pobres, pero no pueden perder su dignidad. Si nuestra mente no está completamente convencida de esto, no podemos tener parte en la obra de Dios. Como obreros, tenemos que tratar con el Señor apropiadamente con respecto al dinero. De otra forma, no debemos tocar la obra de Dios, porque Mammon es un asunto muy serio.
Podemos ver más de cómo el Señor entrenó a Sus discípulos en los pasajes de la alimentación de los cinco mil y más tarde de los cuatro mil. En una de estas ocasiones, Él tomó a Sus discípulos consigo y predicó a una gran muchedumbre de cinco mil, sin contar a las mujeres y a los niños. Al caer la tarde, se acercaron a Él los discípulos, diciendo: "El lugar es desierto y la hora ya avanzada; despide a las multitudes, para que vayan a las aldeas y compren para sí alimentos. Mas Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer" (Mt. 14:15-16). Los discípulos esperaban que el Señor enviara a la muchedumbre a conseguir su propio alimento. Pero el Señor dijo: "Dadles vosotros de comer". Cuando uno de los discípulos oyó esto, fue sorprendido y dijo: "Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomara un poco" (Jn. 6:7). Mientras ellos contaban los doscientos denarios, el Señor dijo: "¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo" (Mr. 6:38). Cuando ellos le trajeron cinco panes y dos peces, el Señor realizó un milagro y los alimentó a todos. Hermanos y hermanas, todos aquellos que se ponen a contar sus doscientos denarios no son aptos para la obra del Señor. Si el dinero significa tanto para nosotros, no debemos tocar la obra de Dios. En estos versículos el Señor nos muestra que todo obrero debe estar dispuesto a dar todo lo que tiene. Si le damos mucha importancia al dinero, siempre estaremos calculando el monto de nuestras ganancias. El obrero debe ser librado del poder de Mammon. El dinero no debe ejercer ningún poder ni influencia sobre el obrero del Señor. Durante los tres años y medio que el Señor permaneció con los doce discípulos, se dedicó a ellos por completo. Ésta fue la manera que Él entrenó a los doce discípulos. Él les mostró que había que gastar lo que fuera necesario. La obra de Dios no tiene nada que ver con sacar provecho. Es un error el ver la obra de Dios desde una perspectiva comercial. Aquellos que siempre están contando el dinero no son esclavos de Dios; son esclavos de Mammon. Tenemos que ser rescatados del poder de las riquezas.
Los discípulos no aprendieron esta lección inmediatamente. En Mateo 15 vemos otra ocasión donde había cuatro mil personas, sin contar mujeres ni niños. Esta vez la situación era aún más precaria. La muchedumbre había estado allí por tres días. ¿Qué podían hacer los discípulos bajo tales circunstancias? El Señor les dijo: "Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y despedirlos en ayunas no quiero, no sea que desfallezcan en el camino" (v. 32). La palabra "y" significa que el Señor mismo también había estado sin alimento por esos tres días. Él continuó diciendo: "y despedirlos en ayunas no quiero, no sea que desfallezcan en el camino". Pero los discípulos aún no habían aprendido la lección. Ellos le preguntaron cómo podrían conseguir suficiente comida para alimentar a la gente. La preocupación del hombre siempre es de dónde vendrá el alimento. Entonces el Señor les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos" (v. 34). Entonces ellos le trajeron los siete panes y los pocos pececillos, y el Señor realizó otro milagro y alimentó a los cuatro mil.
El Señor repitió este milagro porque los doce discípulos necesitaban ser entrenados dos veces. Si el Señor no hubiera alimentado a los cinco mil y a los cuatro mil, los discípulos probablemente no habrían podido manejar la situación en Pentecostés. Si nunca hubieran tenido la experiencia de alimentar a los cinco mil y a los cuatro mil mencionados en los Evangelios, no habrían sabido cómo cuidar de los tres mil y los cinco mil en el libro de Hechos. Aquellos que huyen ante los osos y leones, ciertamente también huirán ante Goliat. Los que no pueden pastorear ovejas ciertamente no podrán pastorear a Israel. Aquí vemos a un grupo de discípulos que aprendió la lección de alimentar a cinco mil y a cuatro mil. Por consiguiente, no tuvieron ningún problema en Pentecostés cuando fue necesario que tomaran cuidado de los necesitados. Hermanos y hermanas, nosotros tenemos que pasar por el mismo entrenamiento; nuestros corazones tienen que ser ensanchados. Podemos restringir nuestros gastos, pero Dios no desea que restrinjamos Sus milagros. Muchos están muy preocupados por el dinero. No le dan a otros la impresión de que son siervos de Dios; no se asemejan a alguien que ha sido entrenado por Dios. Una persona que ha sido entrenada no le dará tanta importancia al dinero; no estará tan preocupada por el dinero que tiene en su bolsillo. Hermanos y hermanas, cuanto más calculamos, más nos desviaremos de la meta de Dios y más pobres nos volveremos. Éste no es el principio que Dios tiene con respecto al dinero. Necesitamos el mismo entrenamiento que recibieron los doce y los setenta discípulos. Con todo, uno de los doce finalmente llegó a ser un ladrón que hurtaba dinero. Él no aprendió su lección y el dinero seguía siendo muy importante para él. Cuando él vio que María derramó el frasco de alabastro de nardo puro sobre el Señor, él lo consideró como un desperdicio, y dijo, "¿Por qué no fue este ungüento vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?" (Jn. 12:5) Para una persona calculadora, un frasco de ungüento puede ser vendido por trescientos denarios para ayudar a los pobres. Pero el Señor no estuvo de acuerdo con esa manera de calcular. En lugar de eso dijo: "De cierto os digo: Dondequiera que se proclame este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella" (Mt. 26:13). El resultado máximo y final del evangelio es quebrar nuestro frasco de alabastro y ungir al Señor Jesús con el ungüento que cuesta trescientos denarios. Es decir, cuando alguien recibe el evangelio, por causa de Cristo no escatima el costo y derrama sobre el Señor todo lo que tiene; esto es grato a los ojos del Señor. Es correcto incluso "desperdiciar" todo nuestro ser sobre el Señor. Aquellos que no entienden el evangelio están siempre contando su dinero, pero aquellos que lo entienden, saben que es bueno y apropiado "desperdiciarse" a sí mismos sobre el Señor. Es bueno que el Señor reciba nuestra ofrenda "derrochadora". ¿Quién fue el que consideró aquello como un desperdicio? Judas. Él fue uno que nunca aprendió su lección. Sus palabras parecían muy razonables. Para el hombre, no era de ningún beneficio gastar trescientos denarios de esta manera. Para Judas, trescientos denarios eran suficientes como para traicionar a un hombre; él vendió al Señor Jesús por treinta monedas de plata. Sin embargo, para él, verter aquel ungüento era un desperdicio, y él estaba afligido por ello. Él quería sacar provecho de eso; era muy calculador. Pero aquellos que han recibido genuinamente el evangelio y que se entregan incondicionalmente al Señor, lo sacrificarán todo. Incluso si el sacrificio les parece demasiado a otros, ellos hacen este sacrificio por causa del evangelio del Señor. Donde se proclama el evangelio, nadie debe regatear con el Señor. Él dijo: "Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a Mí no siempre me tendréis" (v. 11). El Señor estaba dando a entender que no había nada malo con atender a los pobres, pero en lo que se refiere a sacrificio por el Señor, nosotros, no debemos escatimar nada por Él. Incluso si exageramos y vamos hasta el extremo, nunca será un desperdicio para el Señor. Un hermano dijo en una ocasión: "Si un creyente toma el camino de moderación cuando recién cree en el Señor, no tendrá futuro espiritual". Hermanos y hermanas, podemos tener pensamientos de moderación a los diez o veinte años de creer en el Señor, pero un nuevo creyente debe desperdiciarse absolutamente en el Señor. Si usted es un nuevo creyente, debe ofrecerle al Señor todo lo que tiene. Debe derramar sobre el Señor todo el frasco de alabastro de nardo puro. Tiene que sacrificarlo todo de esta manera para que pueda avanzar. Éste fue el entrenamiento que los discípulos recibieron. Tenemos que aprender a sufrir un poco más y a desperdiciarnos un poco más en el Señor y en otros. Como siervos de Dios, debemos ser muy generosos en cuanto al dinero. Debemos seguir adelante con dinero o sin dinero. Aquellos que siempre están contando el dinero no son personas adecuadas para la obra.
En Hechos 3:6 Pedro le dijo al hombre lisiado: "No poseo plata ni oro". El Señor trajo a Pedro y a Juan a un punto donde podían afirmar: "No poseo plata ni oro". Aunque en el capítulo 2 vemos que se manejaba mucho dinero, encontramos un testimonio en el capítulo 3: "No poseo plata ni oro". ¿Qué siguió diciendo Pedro al hombre lisiado? Le dijo "pero lo que tengo, esto te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda". Ellos estaban tan entrenados que, aunque por sus manos pasaba mucho dinero, aún así podían decir: "No poseo plata ni oro". Hermanos y hermanas, si nos entregamos a la obra del Señor, tenemos que ser íntegros con respecto al dinero. Si somos débiles en este asunto, también seremos débiles en otros asuntos. Un factor subyacente que tienen los obreros que son fuertes y estables es que son confiables ante Dios en lo concerniente al dinero. Dios puede confiarles Su obra a tales personas.
Veamos el tercer asunto: la actitud de Pablo hacia el dinero. La palabra de Pablo en cuanto a este tema es muy clara. En Hechos 20 le dijo a los efesios: "Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado" (v. 33). Esto se refiere al motivo. Él no codiciaba nada. Al trabajar para el Señor, él podía jactarse de que nunca había codiciado ninguna posesión de ninguna persona. Él no albergaba la más mínima codicia por tener oro, plata o vestido de nadie. Ésta fue su primera declaración. Luego añadió: "Vosotros mismos sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido" (v. 34). Ésta debe ser la actitud de todo siervo de Dios. No debemos codiciar la plata, el oro, ni la ropa de nadie. Las posesiones de otros son suyas, y no codiciamos nada de ellos. Ellos deben quedarse con lo que tienen. A la vez, trabajamos para suplir nuestras propias necesidades y las de nuestros colaboradores. Esto no significa que un obrero del Señor no pueda ejercer su derecho que tiene en el evangelio (1 Co. 9:18), pero sí quiere decir que un obrero del Señor debe ver el evangelio como una responsabilidad tan seria e inmensa que prefiere ofrecer sus manos y su dinero a la obra. Éste debe ser nuestro deseo delante del Señor. Hasta donde nos sea posible, debemos trabajar con nuestras manos. Por supuesto Pablo aceptaba donativos de otros, pero eso tiene que ver con otro tema, a saber, con la responsabilidad de aquel que ofrenda. Veremos ese asunto un poco después.
La palabra de Pablo a los corintios fue muy dulce. En 2 Corintios 11:7 él dijo: "¿Pequé yo humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis enaltecidos, por cuanto os he anunciado gratis el evangelio de Dios?". Y él continuó en los versículos 9 al 12: "Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso. Por la veracidad de Cristo que está en mí, que no se me impedirá esta mi gloria en las regiones de Acaya. ¿Por qué? ¿Porque no os amo? Dios lo sabe. Mas lo que hago, lo haré aún, para quitar la ocasión a aquellos que la desean, a fin de que en aquello en que se glorían, sean hallados semejantes a nosotros". Pablo no se negaba en forma categórica a recibir donativos, pero en aquella región, en Acaya, era un asunto del testimonio. Algunos criticaban y buscaban la oportunidad de criticar; se jactaban como si fueran diferentes a otros, y Pablo no quería darles esa ocasión para criticar. Él declaró que les había anunciado el evangelio de Dios gratuitamente, y que no había sido una carga para ellos, ni siquiera cuando estuvo en escasez. Él se cuidó de no ser una carga y determinó mantener dicha actitud. No se permitiría a sí mismo convertirse en una carga para ellos. Esto no significa que no los amara; más bien, actuaba de esa manera y continuaría haciéndolo para no darles ocasión a aquellos que la buscaban y para cerrar sus bocas. Ésta es la actitud de un obrero hacia el dinero. A dondequiera que vamos, tan pronto como detectemos cualquier renuencia, debemos cortar toda oportunidad de que se susciten críticas. Los hijos de Dios deben mantener su dignidad en la obra de Dios. Cuanto más una persona ame el dinero, más debemos anunciarle el evangelio gratuitamente, y cuanto más se aferre a su dinero, menos debemos recibir donativos de él. Debemos entender cuál es nuestra posición como siervos de Dios. Si encontramos cualquier persona como los de Acaya, que eran renuentes y que buscaban la oportunidad para criticar, debemos decirles lo que Pablo parecía decirles: "no seré carga a ninguno de vosotros. Pero si desean enviar algo a los pobres de Jerusalén, puedo llevárselo. Si viene Timoteo, pueden enviarlo en paz. Pero yo mismo, debo mantener mi dignidad como obrero del Señor". Pues si nos critican por recibir alguna dádiva de alguien, habremos perdido por completo nuestra dignidad como siervos del Señor, y nosotros debemos mantener nuestra dignidad como siervos de Dios. En nuestro servicio al Señor, no podemos ser descuidados con el dinero. Tenemos que ser muy estrictos en este respecto; de otro modo, no podremos hacer mucho para Dios.
Pablo no sólo nos dijo cómo mantuvo su integridad, sino también cómo trabajó con sus manos para suplir las necesidades de sus colaboradores. Esto nos muestra el principio de dar. Pablo declaró: "Para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido" (Hch. 20:34). Ningún obrero empobrecerá por el hecho de dar. Si retenemos todo lo que recibimos y sólo hacemos provisión para nosotros mismos, no conoceremos el significado de lo que es la obra de un ministro. Si los colaboradores sólo ofrendan poco de su propia bolsa, algo está mal. Si un obrero sólo sabe recibir, es decir, si ejercita su fe solamente para recibir, pero no la ejercita para dar, su función será limitada. Hermanos y hermanas, nuestro futuro espiritual tiene mucho que ver con nuestra actitud hacia el dinero. La peor actitud que podemos tomar es acumular sólo para nosotros mismos y hacer todo sólo para nosotros mismos. Tal vez parezca una tarea dura pedirles a los levitas que ofrenden. Sin embargo, ellos tienen la misma responsabilidad de diezmar como todos los demás. Es verdad que los levitas no tenían ninguna herencia en ninguna de las ciudades; sino que eran peregrinos entre las doce tribus y vivían del altar. Algunos levitas podían haber sido tentados a decir: "Yo vivo del altar. ¿Qué pues tengo yo para dar?". Pero Dios dispuso que todos los levitas debían recibir el diezmo y que también debían diezmar. Esto impedirá que los siervos de Dios puedan decir: "Yo lo he dejado todo. ¿Tengo además que ofrendar de mis reducidos ingresos?". Si nuestros ojos están siempre puestos en nuestras propias necesidades, terminaremos en problemas económicos y no seremos capaces de suplir las necesidades de nuestros colaboradores. Tenemos que aprender a dar. Tenemos que ser capaces de proveer para todos nuestros hermanos y hermanas. Si retenemos el dinero en nuestras manos, no importa cuán poco sea, y si al mismo tiempo esperamos que Dios trabaje constantemente en los hermanos y hermanas para que nos suplan, encontraremos que Dios hará lo contrario, y ya no confiará más Su dinero a nuestras manos.
Las palabras de Pablo en 2 Corintios 6:10 son maravillosas: "Como pobres pero enriqueciendo a muchos". Aquí vemos a un hermano que realmente conocía a Dios. Aparentemente él era pobre, pero asombrosamente enriquecía a muchos. Hermanos y hermanas, éste es nuestro camino. Cuando laboramos en un lugar y los hermanos y hermanas hablan negativamente de nosotros o si tienen una actitud incorrecta hacia nosotros, debemos mantener nuestra dignidad como obreros del Señor. Por ningún motivo debemos aceptar sus dádivas. Al contrario, debemos decirles abiertamente: "No puedo tomar su dinero ya que soy un siervo de Dios. Ustedes han murmurado contra mí, así que no puedo aceptar su dinero. Como siervo del Señor, tengo que mantener la gloria de Dios. Es por ello que no puedo recibir vuestro dinero". Incluso cuando estemos pasando por una pobreza extrema, tenemos que aprender a dar. Si deseamos recibir más, tenemos que dar más. Cuanto más podamos dar, más podremos recibir. Éste es un principio espiritual. A menudo cuando estamos en carencia, debemos dar más, porque tan pronto como el dinero que tenemos se va, el suplir del Señor viene. Algunos hermanos y hermanas tienen muchas de estas experiencias. Pueden testificar que cuanto más dan, más reciben. Nosotros no debemos contar con cuanto dinero nos quedamos, porque el Señor dice: "Dad, y se os dará" (Lc. 6:38). Ésta es una ley de Dios. No podemos anular las leyes de Dios. La mayordomía cristiana es diferente de la del mundo. En el mundo se gana mediante el ahorro; pero nosotros ganamos al dar. Podremos ser pobres, pero podemos enriquecer a otros.
En 2 Corintios 12:14 Pablo dijo: "He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no seré gravoso". Ésta era la actitud de Pablo. ¡Cuán estricto era consigo mismo! Algunos habían hablado contra Pablo y tenían un problema con él. Por lo tanto, cuando Pablo estaba listo para ir a ellos por tercera ocasión, él no fue una carga para ellos. En el versículo 14 él continuó diciendo: "Porque no busco lo vuestro, sino a vosotros". ¿Tenía él una mala actitud y era estrecho? No. Él añade en el mismo versículo: "Pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos". Hermanos y hermanas, ¿pueden ver cuán tierna era la actitud de Pablo delante de Dios? Los corintios oyeron muchos rumores y hablaron muchas cosas sobre Pablo. Por lo tanto, Pablo se vio obligado a rechazar sus dádivas, pero aun así, él no puso a un lado su responsabilidad de enseñarles acerca del dinero. Segunda de Corintios puede ser la epístola que aborda más detalladamente el asunto del dinero. Si Pablo se hubiera refrenado de hablar algo sobre el tema del dinero, algunos habrían interpretado que él estaba ofendido al respecto, pero él no estaba ofendido en lo mas mínimo, porque el dinero tenía muy poca influencia sobre él. Por eso podía instruir a los corintios acerca el dinero. Les dijo que debían enviar el dinero a Jerusalén. No les aconsejo lo contrario. Él se encontraba por encima del dinero; por eso él podía trascender sobre la actitud que los corintios tenían hacia su persona. Él rechazó sus dádivas porque quería mantener su dignidad. No obstante se jactó ante los macedonios de que los corintios estaban bien preparados. Y al mismo tiempo, alentó a los hermanos corintios a tener lista de antemano su bendición antes prometida, a fin de que no fueran avergonzados por hallarse desprevenidos cuando los macedonios vinieran a ellos (9:2, 4-5). Su sentir personal fue completamente puesto a un lado. Los siervos de Dios deben ser librados de la influencia del dinero. Si Pablo no hubiera sido una persona libre de la influencia del dinero, los corintios nunca habrían oído su mensaje. Pablo todavía les habría dicho tales cosas a los efesios o a los filipenses, pero no a los corintios. Sin embargo, él todavía procuró ver a los corintios; no los abandonó, sino que continuó hablándoles acerca del dinero. Él les mostró que Dios aún podía utilizar su dinero, pero Pablo mismo no lo haría; él no buscaba ninguna cosa de ellos. En este respecto, él no llegó a serles gravoso a ellos. Sin embargo, aún abrigaba esperanzas de que ellos pudiesen avanzar en cuanto al asunto del dinero.
Hermanos y hermanas, cuando se relacionan con otros en la iglesia, ¿pueden distinguir entre ellos y lo que es de ellos? Cuándo vemos a los hermanos, ¿vamos en pos de ellos o en pos de sus bienes materiales? Si ellos tienen algún problema con nosotros y no podemos ganar sus corazones, ¿aun así los apoyamos, los edificamos y oramos por su crecimiento espiritual? Pablo tenía demasiadas razones para abandonar a los corintios, pero él vino a ellos vez tras vez, e incluso en una tercera ocasión. Con todo, él no buscó sus posesiones. Hacer esto es una gran tentación para los siervos de Dios. Tenemos que aprender a hacer lo que hizo nuestro hermano Pablo.
En 2 Corintios 12:15-18 él continuó diciendo: "Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas. Amándoos más, ¿seré yo amado menos? Pero admitiendo esto, que yo no os he sido carga, sino que, según algunos de vosotros dicen, como soy astuto, os prendí por engaño, ¿acaso he tomado ventaja de vosotros por alguno de los que os he enviado? Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Acaso se aprovechó de vosotros Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y en las mismas pisadas?". Hermanos y hermanas, piensen en la actitud de Pablo: Él con el mayor placer gastaba lo suyo y él mismo se gastaba en beneficio de ellos. Al predicar el evangelio, no es suficiente que nosotros mismos nos gastemos, sino también debemos gastar lo nuestro. Tenemos que dar todo lo que tenemos. Nunca es correcto recibir dinero a cambio de nuestra predicación del evangelio. Más bien, tenemos que estar preparados y dispuestos a gastar con gusto nuestro dinero por causa del evangelio. Si no invertimos nuestro dinero en la predicación, algo está mal. Pero si nuestro dinero va con nuestra predicación, estamos haciendo lo correcto y estamos invirtiendo nuestro dinero en una causa digna. Esto es lo que hizo Pablo. Él estaba dispuesto a desgastarse y también a gastar lo suyo. Estaba dispuesto a gastar y a gastarse por amor a las almas de los corintios. Cuando estuvo entre ellos, no fue una carga para ninguno. Tampoco Tito ni el otro hermano fueron gravosos en absoluto. Pablo no tomaba ventaja de nadie. El evangelio es la verdad: es por esta razón que podemos invertir nuestro dinero en él. Hermanos y hermanas, tenemos que ser como nuestro hermano Pablo; no debemos ser una carga para nadie. Por el contrario, debemos gastarnos por completo por amor al evangelio. Ya que el evangelio es la verdad, es correcto gastarlo todo y gastarnos completamente en él. Nuestro evangelio es uno que se lleva nuestro dinero con él. Este es el camino apropiado por el que debemos andar.
A pesar de lo que hemos dicho hasta ahora, Pablo aceptó donativos de los macedonios y de los filipenses. Bajo circunstancias normales, es correcto que un predicador del evangelio reciba ofrendas. Pablo aceptó donativos de algunos lugares y los rechazó de otros lugares. Él no estaba limitado en cuanto a recibir donativos. Aceptó la dádiva de los macedonios. Pero cuando algunos en Acaya y Corinto lo criticaban y buscaban oportunidad para desacreditarlo, él rehusó aceptar sus donativos. Esta era la actitud de Pablo. Debemos ser iguales a él hoy en día. Podemos aceptar donativos de algunos lugares como Macedonia y debemos rechazar el dinero de otros lugares donde murmuran contra nosotros. Hermanos y hermanas, debemos mantener esta posición delante del Señor. No debemos pensar que podemos aceptar dinero sin ninguna restricción. Si alguien está hablando mal a nuestras espaldas o si está buscando la oportunidad para criticarnos, simplemente no podemos aceptar sus dádivas; de otros lugares podemos aceptar alguna ofrenda, pero no de ese lugar.
Ahora veamos la Epístola de Pablo a los Filipenses para ver su actitud al recibir ofrendas de los santos allí. Filipenses 4:15-17 dice: "Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al comienzo del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que aumente en vuestra cuenta". Ésta era la actitud de Pablo. Tal pareciera que los filipenses eran los únicos que le proveyeron. Cuando él estuvo en Corinto y Tesalónica, fueron los filipenses los que le suplieron. Él les dijo a los filipenses: "no es que busque dádivas, sino que busco fruto que aumente en vuestra cuenta". Él sabía que Dios haría depósitos en la cuenta de los filipenses por el dinero que ellos habían invertido en él. Dios tomaría nota del dinero que aportaban los filipenses. Esta es la razón por la cual él no pedía dinero de ellos. Aquí encontramos a un hombre que tenía una actitud especial para con los únicos que le proveían. Él no buscaba dádivas, sino fruto que aumentara en su cuenta. Los macedonios le habían dado ofrendas repetidas veces, pero los ojos de Pablo no estaban puestos en el dinero. En ocasiones podemos rechazar algunas dádivas, pero cuando las aceptemos, debemos hablar como Pablo lo hizo a los filipenses. Debemos orar para que haya fruto que aumente a su cuenta. Es totalmente incorrecto que los siervos de Dios estén atados al dinero. Debemos ser librados del dinero.
Sigamos para ver lo que Pablo dijo en el versículo 18: "Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno". Éste no era un informe financiero ordinario. Un informe común generalmente destaca cierta carencia, buscando que otros sean motivados a dar. Pero a la única iglesia que lo apoyaba, nuestro hermano Pablo le dijo: "Todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno". Las palabras de Pablo raras veces eran repetitivas, pero aquí, él dijo: "todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno". Hermanos y hermanas, por favor presten atención a la actitud de nuestro hermano. Él le dijo a la única iglesia que lo apoyaba que él estaba lleno, que tenía abundancia y que lo había recibido todo. Él tenía lo suficiente; su único anhelo era que aquellas dádivas se convirtieran en "un olor fragante, un sacrificio acepto, agradable a Dios" (v. 18). Aquí vemos a una persona con un espíritu hermoso. Él no estaba consciente del dinero, éste no lo afectaba de ninguna forma.
Avancemos al versículo 19, el cual es muy precioso: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús". Él estaba agradecido por su apoyo, pero no perdió su dignidad. Ellos habían ofrecido su dinero como sacrificio a Dios; este dinero no era para Pablo personalmente y él no tenía nada que ver con ello. Al mismo tiempo, él los bendijo, diciendo: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús". No podemos hacer otra cosa sino decir: "Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amen".
Finalmente, consideremos la actitud de Pablo concerniente a los fondos que la iglesia puso en sus manos para que los administrara. En 2 Corintios 8:1-4 él escribió: "Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado en las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su liberalidad. Pues doy testimonio de que, conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, por su propia voluntad, con muchos ruegos nos pidieron la gracia y la participación en la ministración a los santos". Los hijos de Dios deben ser estrictos en cuanto al asunto del dinero. Cuando un obrero va a cierto lugar a laborar para el Señor, ésta debe ser su actitud siempre que toque dinero. Los hermanos de Macedonia ofrecieron ayuda financiera para los hermanos que estaban padeciendo hambruna en Jerusalén. Primero, Pablo les informó la calamidad. Después de que lo oyeron, fueron más allá de su capacidad, pues a pesar de su profunda pobreza y aflicción cuidaron de los hermanos en Jerusalén. ¿Qué hicieron? Pablo dijo que con muchos ruegos le pidieron la gracia y la participación en la ministración a los santos. Ésta fue la actitud de los macedonios al ofrecer ayuda financiera para cubrir las necesidades de los santos. Ellos deseaban tener parte en esta gracia. No les importaba si ellos mismos estaban en pobreza y aflicción; aun así deseaban tener parte en esta obra. Fue por eso que le rogaron a Pablo una y otra vez que recibiera su ayuda. Es decir, Pablo no les permitió dar la primera vez. Esto muestra una actitud apropiada. Un obrero del Señor debe no aceptar a la ligera cualquier ofrenda que se le ofrezca, incluso cuando no está destinada para su propio uso. Es verdad que los hermanos en Jerusalén estaban pasando necesidad, pero esa no era simplemente una cuestión de conseguir el dinero y pasarlo a los santos. Los hermanos macedónicos también estaban en gran necesidad, y Pablo les dijo que tomaran de nuevo sus ofrendas. No obstante, ellos insistieron una y otra vez, le suplicaron repetidas veces rogándole mucho que les permitieran participar de esta gracia de ministrarles a los santos. Ambas partes actuaron maravillosamente bien. Esta es la manera de proceder que debe tener un cristiano. Por una parte, el oferente dice: "Aunque sea pobre y esté en necesidad, aun así daré. Aunque esté más allá de mi capacidad de dar, aun así quiero dar". Por otra parte, el obrero dice: "Usted no debe dar". ¡Esto es hermoso! Finalmente el obrero dice: "Si usted realmente desea dar, no puedo detenerlo más". Ésta es la actitud apropiada de un obrero del Señor. Pablo cuidaba así de los asuntos de la iglesia. Aunque él vio la necesidad que había en Jerusalén y deseaba ayudar a los hermanos, su actitud era diferente a la de muchos obreros hoy en día. Él permitió que las iglesias de Macedonia participaran en la gracia de ministrar para los santos solamente después que le habían suplicado una y otra vez.
En 2 Corintios 8:16-22 Pablo añadió: "Pero gracias a Dios que pone en el corazón de Tito la misma solicitud que yo tengo por vosotros. Pues no sólo aceptó el ruego, sino que también, estando muy solícito, por su propia voluntad partió para ir a vosotros. Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se ha difundido por todas las iglesias; y no sólo esto, sino que también fue elegido por las iglesias como nuestro compañero de viaje en esta gracia, que nosotros ministramos para gloria del Señor mismo, y para demostrar nuestra prontitud de ánimo; evitando que nadie halle falta en nosotros en cuanto a la abundancia que ministramos; pues pensamos de antemano en lo que es honroso, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres. Enviamos también con ellos a nuestro hermano...". Aquí vemos el arreglo hecho por Pablo al enviar el dinero a Jerusalén. Él fue muy recto en su procedimiento. Ningún siervo de Dios debe ser descuidado en cuanto al dinero. ¿Qué dijo Pablo? Él dijo: "evitando que nadie halle falta en nosotros en cuanto a la abundancia que ministramos". Pablo le pidió a uno, dos, tres hermanos que manejaran el dinero; él mismo no lo manejó. ¿Qué hicieron los tres hermanos? Él dijo: "pues pensamos de antemano en lo que es honroso, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres". En la administración de fondos, la única manera de evitar problemas es permitir que dos o tres personas se encarguen de la administración.
Debido a que el dinero es una cuestión tan seria, Pablo, escribiendo a ambos, a Timoteo y a Tito, les mandó que no permitieran que ninguna persona codiciosa desempeñara la posición de anciano (1 Ti. 3:3; Tit. 1:7). En 1 Timoteo 3:8 se estipula lo mismo con respecto al oficio de diácono. Ninguna persona que no haya vencido el dinero es apta para ser un anciano o un diácono. Un requisito básico para ser un anciano o un diácono es no codiciar dinero. Debemos tratar con el dinero de una manera muy sobria. Pedro escribió dando el mismo énfasis que Pablo cuando dijo: "Pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros ... no por viles ganancias, sino con toda solicitud" (1 P. 5:2). Ninguna persona codiciosa puede pastorear el rebaño de Dios.
Que el Señor nos conceda Su gracia para tratar íntegramente con el asunto del dinero. A menos que resolvamos definitivamente el asunto relacionado a la codicia, tarde o temprano nos encontraremos en dificultades. Si no resolvemos este asunto de una vez por todas, no podremos ser útiles al Señor, y no podremos resolver otros asuntos, y ciertamente nos enfrentaremos con problemas en el camino. De ninguna manera debemos ser influenciados por el dinero.
Siempre que alguna persona nos critique, tenemos que aprender a rechazar sus donativos. Al mismo tiempo, tenemos que aprender a llevar las cargas de otros. No debemos cuidar solamente de nuestras propias necesidades y de las necesidades de nuestros colaboradores, sino también de las necesidades de todos los hermanos y hermanas. Si podemos manejar el asunto del dinero de una manera apropiada, habremos logrado un gran avance. Aquellos que no han solucionado el asunto básico relacionado con el dinero, nunca podrán laborar bien.
Watchman Nee, "El Carácter del Obrero de Dios".
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