domingo, 24 de febrero de 2013

El diezmo en el Nuevo Testamento parte 2


Este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y lo bendijo. A él asimismo dio Abraham los diezmos de todo. Melquisedec significa primeramente «Rey de justicia», y también «Rey de Salem», esto es, «Rey de paz». Nada se sabe de su padre ni de su madre ni de sus antepasados; ni tampoco del principio y fin de su vida. Y así, a semejanza del Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. 
 Considerad, pues, cuán grande era este, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín.Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la Ley, es decir, de sus hermanos, aunque estos también sean descendientes de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos y bendijo al que tenía las promesas. Y, sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos, porque aún estaba en las entrañas de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. 
(He 7.1–10)

El argumento contrario a la práctica del diezmo en esta época de la Iglesia es que en este pasaje se hace referencia es al orden levítico, del Antiguo Testamento, y que ya no estamos allí, no estamos bajo la ley; por lo tanto el diezmo no está vigente. ¿Es esto del todo cierto?

Por supuesto que no! Vamos a ver por qué.

Si bien es cierto que el tema principal aquí no son los diezmos sino la supremacía del sacerdocio de Cristo sobre el orden levítico, no obstante nos deja ver algunos puntos interesantes sobre el asunto del diezmo en el Nuevo Testamento.

En la primera y la última referencia que hace la Biblia al tema del diezmo menciona a Abraham, el padre de todos los creyentes, el detalle es significativo al considerarse que los diezmos no iniciaron con Leví, mas bien aparecen en la promesa y, como dice Pablo, la ley que vino 430 años después no la puede abrogar. 

Cito una vez más las palabras de nuestros Artículos de Fe:

El diezmo es el plan financiero de Dios para proveer para su
obra, y ha existido desde los días de Abraham. El diezmo vino
desde Abraham por fe. La ley de Moisés lo ordenó, e Israel lo
practicó cuando estaba bien con Dios...

Aunque es apresurado decir que dicha práctica comenzó con Abraham, lo que sí se puede afirmar sin temor  a ser contradicho es que el Diezmo como principio bíblico de mayordomía sí comienza con Abraham, pues es del primero que se menciona que diezmó y no por una ley, sino por fe, no se le impuso el diezmo sino que lo hizo voluntariamente. El diezmo es por fe, como una muestra de reconocimiento de mi mayordomía y de la soberanía de Dios.

¿No le enseñaría alguien a Abraham a diezmar? ¿Por qué no dió Abraham otro porcentaje? ¿Por qué no un 2%, 5%, o un 20%? ¿Por qué se menciona el porcentaje "diezmo"?

En la ley se legisló el asunto, pero una vez abolido  ese pacto, el diezmo permanece como principio bíblico pues es anterior a la ley misma, el asunto no es por ley sino por fe. Y los creyentes no circuncidados también somos hijos de Abraham:
 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo cuando aún no había sido circuncidado, para que fuera padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia.
(Ro 4.11)

Volviendo al texto a analizar, la palabra diezmo aparece siete veces en este pasaje último de Hebreos. Cuatro en relación con Melquisedec como quien los recibe, y tres en relación con Leví (sino son dos si el libro de Hebreos se escribiese en una fecha tardía, en donde entonces tendríamos que buscar quienes son los que "aquí ciertamente reciben los diezmos").

En referencia a Melquisedec:
  1. A él asimismo dio Abraham los diezmos de todo
  2. a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín
  3. aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos
  4. en Abraham pagó el diezmo también Leví
  1. Podríamos añadir un caso implícito: pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Pues aunque aquí no se menciona la palabra diezmo, sí está implícita en el contexto cercano.

En referencia a Leví:
  1. tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la Ley
  2. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales
  3. Leví, que recibe los diezmos.

Si consideramos la mayoría simple reconozcamos que se está haciendo más énfasis en el orden de Melquisedec que en el orden de Leví. Reitero que el tema general acá no es el diezmo sino la superioridad del orden permanente de Mequisedec sobre el orden temporal de Leví.

Entonces no es tan cierto que acá se esté refiriendo al sistema Levítico, más bien está haciendo referencia al orden de Melquisedec. Por supuesto que es verdad, no estamos bajo el regimen Levítico, estamos bajo el orden de Melquisedec, en el que tenemos un sacerdote perpetuo:
Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
(Ro 4.11)

¿Qué ocurre en este orden respecto al tema del diezmo?

Abraham dio a Melquisedec los diezmos del botín.  Con esto quería reconocer que Dios era el que le había concedido la victoria. La parte que le correspondía a Dios, se la da a Dios en la persona de su sacerdote Melquisedec. Le entrega los diezmos, como si Melquisedec fuese el representante legítimo de Dios. Así, Abraham reconoció a Melquisedec como sacerdote de Dios.

El hecho de que Abraham dio los diezmos a Melquisedec, y fue bendecido por él, establece la superioridad de este. El hecho de que Abraham, el antepasado de Leví y de Aarón, se incline ante Melquisedec, se convierte en un elocuente símbolo de la superioridad del orden sacerdotal de Melquisedec con respecto al sacerdocio levítico. 

Ahora, ¿qué implica esto? Lo primero es que aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. ¿Por qué dice aun y llama a Abraham el patriarca, cuando todos los judíos sabían perfectamente que él era el padre de su nación? Si lo dice es con la intención de subrayar la grandeza de Abraham. Él fue el principio de la raza, cabeza del pueblo. Aun por sus contemporáneos era tenido por un príncipe de su pueblo. Santiago 2:23 nos recuerda que Abraham era el amigo de Dios. Su grandeza se veía en muchos sentidos: era grande en su relación con el Señor; grande en su riqueza y fuerza política; grande en su estatura moral; grande en las promesas divinas que heredó y persiguió; grande, en fin, porque era el patriarca.

Si ahora el autor llama nuestra atención a la grandeza de Abraham, es con el fin de demostrar que la de Melquisedec es mayor aún. En la antigüedad, cuando los reyes verdaderamente gobernaban, muchas veces se veían obligados a rendir homenaje a otros reyes aún más poderosos. Imaginemos a dos reyes. Uno de ellos está sentado en el trono. El otro se arrodilla delante de él y le rinde homenaje. Es obvio que el que se queda sentado es mayor en autoridad que aquel que se doblega. Lo mismo es cierto en el sentido religioso. Quien entrega los diezmos tiene menos autoridad espiritual que el que los recibe. A pesar de la incuestionable talla espiritual de Abraham, llegado el momento de la verdad, él es quien se doblega y hace homenaje a Melquisedec, ofreciéndole los diezmos.

El rey de Sodoma, ciertamente, reconoce la grandeza de Abraham; pero Melquisedec no necesita reconocerla; más bien Abraham tiene que reconocer la grandeza de Melquisedec, y esto a pesar de que era el patriarca, el padre de todos nosotros, como diría Pablo:

 Por eso, la promesa es fe, para que sea por gracia, a fin de que sea firme para toda su descendencia, no solamente para la que es por la Ley, sino también para la que es de la fe de Abraham. Él es padre de todos nosotros.
(Romanos 4.16).

La superioridad del sacerdocio de Melquisedec también se ve resaltada en el hecho de que los sacerdotes levíticos recibían diezmos de parte de sus hermanos israelitas, pero que Melquisedec los recibía de parte del patriarca de Israel, Abraham.

Los hijos de Aarón eran hijos de Abraham tanto como los demás judíos; pero por designación divina, en virtud del oficio y ministerio que realizaban, recibían el diezmo de parte de sus hermanos. Es decir, los demás judíos tenían que asumir la responsabilidad de dar la décima parte de todos sus ingresos a sus hermanos los levitas, aun cuando éstos no fueran mayores que ellos en dignidad, sino que todos procedían del mismo padre. Sin embargo, aunque todos en sí eran iguales, los levitas eran designados como «superiores» en dignidad espiritual en virtud de su oficio. El diezmo era el reconocimiento del carácter especial de la tribu de Leví, dentro de la nación, como administradores de los bienes divinos.

Cuando volvemos al caso de Melquisedec, vemos que no se trata de unos hermanos que dan el diezmo a otros, sino del padre de la nación que se los da a un extraño!!!

Melquisedec era un forastero sin credenciales, sin genealogía (¡que nosotros sepamos!). Pero su grandeza se ve en que todo un Abraham –no sólo un descendiente suyo– le ofrenda los diezmos de todo.

Naturalmente, estos énfasis pueden resultar de poco interés para nosotros, pero para los primeros lectores, que eran cristianos judíos todos ellos, que cada uno podía identificar su tribu y jactarse de su estirpe, no carecían de importancia. Precisamente su orgullo nacional era uno de los factores que podía cegarlos ante el sacerdocio universal de Jesucristo. 

Pero aquí vemos a Abraham doblegado delante de un forastero, reconociendo en él al representante legítimo del Dios Altísimo y entregándole los diezmos.

A propósito, ¿dónde diezmarían, y a quién nuestros hermanos judíos destinatarios de esta carta?

En cierto sentido, Abraham también ejerció como sacerdote. Él ofreció sacrificios al Señor. En aquellos tiempos, por supuesto, las instrucciones divinas en cuanto a la organización del sacerdocio no habían sido dadas. Los patriarcas, por lo tanto, asumieron funciones sacerdotales en momentos determinados. Pero, llegado el momento de la verdad, el patriarca Abraham reconoce la designación divina de Melquisedec como sacerdote.

Pero la mayor aplicación del pasaje tiene que ver con el Señor Jesucristo. Si alguno de los lectores discutía la idea del sacerdocio de Jesucristo, aduciendo que éste no era hijo de Leví, la escena de Abraham y Melquisedec viene bien para enseñarle que hay otro legítimo sacerdocio, anterior al de Aarón y claramente superior a él, al cual el mismo Salmo 110 señala como el sacerdocio del Mesías. 

El sacerdocio de Melquisedec, lejos de desaparecer para siempre del escenario de la historia, es el prototipo y anticipo del de nuestro Señor Jesucristo.

Finalmente, así como nos deleitamos con la gramática griega cuando apoya la unicidad, por ejemplo en los singulares usados por los verbos en las epístolas:

El Padre y el Hijo (1 Tes. 3:11) o aun el Hijo y el Padre (2 Tes. 2:16, 17) están seguidos con un verbo en singular, y a ambos se le dirige la oración. De modo que "nuestro Señor Jesús" está asociado directa y activamente con "nuestro Dios y Padre" 


Les dejo esta otra perlita gramatical, para que también le demos gloria a Dios por ella:

Todas estas ideas vienen reforzadas por un pequeño detalle de la redacción del texto. Habríamos esperado que el autor empleara el tiempo pretérito al hablar de la entrega de diezmos (y así lo han entendido nuestros traductores): Aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos tomó de Abraham los diezmos. Sin embargo, el texto griego emplea el tiempo perfecto: … ha tomado de Abraham los diezmos… La diferencia es tan pequeña que quizás sea arriesgado construir argumentos en base a ella, pero el tiempo perfecto, en este contexto, no deja de ser inusual. Los dos tiempos indican una acción realizada en el pasado, pero el perfecto sugiere una acción que sigue siendo vigente en el presente. La entrega de los diezmos por parte de Abraham es un hecho del pasado, pero el empleo del tiempo perfecto para describirla sugiere un hecho reciente cuyas implicaciones aún están vigentes: la superioridad de Melquisedec sobre la casa de Abraham en cuanto a autoridad sacerdotal sigue en pie.


Y con esto cerramos el círculo hermenéutico volviendo al texto inicial:
"»Indefectiblemente diezmarás" 
Deuteronomio 14.22
En conclusión:

Realmente no hay un argumento teológico convincente para afirmar que el diezmo en la era de la Iglesia está abolido. Hemos demostrado que los dos pasajes del Nuevo Testamento que hacen referencia al diezmo, lejos de deslegitimarlo lo avala y lo hace vigente.

Jesús no desaprobó la práctica del diezmo, si bien exhortó a hacerlo de corazón, en fe, y no como un mero rito legal.

Si Melquisedec no rechazó sino que recibió los diezmos, y Melquisedec es tipo de Cristo (Aunque algunos lo ven como una teofanía), y estamos bajo el sacerdocio universal y perpetuo de Cristo, ¿han de desaparecer los diezmos? Obvio, no.

….


Hoy en día muchos que no diezman lo hacen con un argumento que cuestiona el uso que se le da al diezmo, usando para eso el modo en que se repartía en diezmo en el sistema levítico (el mismo que dicen que ya no está vigente) y comparándolo con lo que hace la Iglesia hoy. Pero al hacer esto caen en su propia red pues la cuestión no es que uso se le dé sino si debo o no diezmar. Ya verán quienes administran que uso hacen de ello, yo cumplo con mi deber que es entregarle a Dios lo que es de Dios.   

Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
Le esperamos!





sábado, 16 de febrero de 2013

el diezmo en el N.T. parte 1

"»Indefectiblemente diezmarás" 

Deuteronomio 14.22

indefectiblemente.

1. adv. m. De un modo indefectible.

indefectible.

1. adj. Que no puede faltar o dejar de ser.

 

En nuestros artículos de fe reza:

 

PLAN FINANCIERO DE DIOS

El diezmo es el plan financiero de Dios para proveer para su

obra, y ha existido desde los días de Abraham. El diezmo vino

desde Abraham por fe. La ley de Moisés lo ordenó, e Israel lo

practicó cuando estaba bien con Dios; Jesús lo aprobó en (Mateo

23:23). No debemos robar a Dios su porción, es decir, los

diezmos y las ofrendas (Hebreos 7:2-10; Malaquías 3).

 

No solo personas inconversas, también creyentes de nuestras congregaciones e inclusive uno que otro pastor tiene en tela de juicio el asuntico de los diezmos, es como un mito, como lo que no se puede decir, "ojalá que no lo oigan los amigos".

 

Algunos quisieran que ya no hablásemos de este tema, pues lo consideran fuera de lugar en nuestro contexto neotestamentario, y aunque ellos creen y ya hasta enseñan que esto no está vigente, yo creo firmemente que todavía hoy, en pleno siglo XXI, los diezmos y las ofrendas son el plan financiero de Dios para el soporte de su obra.

 

Los argumentos son variados y básicamente se enfocan en que la Biblia habla muy poco acerca del diezmo en el nuevo testamento y menos específicamente en lo que tiene que ver con el sostenimiento del pastor.

 

Me enfocaré en dos de los tres pasajes en que el N.T. se refiere al tema.

 

El Diezmo en el Nuevo Testamento:

 

ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano. 

(Lc 18.12)

Con este pasaje no hay mucho problema pero nos sirve de contexto histórico para entender lo que pasaba en los días de Jesús. En los días de Jesús no se habló mucho del diezmo porque se daba con jactancia y lo decían públicamente, como este fariseo que estaba orando en alta voz en medio de la congregación.

 

Los fariseos eran fanáticos de dar el diezmo, no sólo de lo que ganaban, sino también de los arbustos casi sin valor como la menta, el eneldo y el comino.

 

¿Daría Jesús los diezmos? Indudablemente que sí, de otro modo hubiese sido atacado públicamente de parte de los escrupulosos religiosos de la época por infringir la ley en este aspecto.

 

»¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. 

(Mt 23.23)

»Pero ¡ay de vosotros, fariseos!, que diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. 

(Lc 11.42)

 

Es este el primer tropezadero de muchos. ¿Está Jesús aprobando o desaprobando los diezmos? Acá la cuestión es que algunos argumentan que por estar el verbo en pasado era necesario, se deduce que ya no es necesario. Pero aunque parece muy gramatical este argumento, la misma gramática desenmascara esta falacia:

 

En la estructura gramatical de estos versos tenemos dos partes, una con dos afirmaciones o proposiciones y otra con dos comentarios o juicios a esas proposiciones:

 

Proposiciones:

1: diezmáis la menta, el anís y el comino

Lucas: diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza

2: dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe

Lucas: pasáis por alto la justicia y el amor de Dios

 

Comentarios:

1: Esto (os) era necesario hacer

2: sin dejar de hacer aquello

 

La controversia va a ser entonces saber a qué proposición corresponde cada comentario. y específicamente saber relacionar a qué se refieren los pronombres demostrativos "Esto" y "aquello".

 

Esto:

Designa lo que está cerca de la persona que habla, o representa y señala lo que se acaba de mencionar.

Aquello:

En oposición a este y con referencia a términos mencionados en el discurso, designa el que lo fue en primer lugar.

 

Con estas definiciones, de la real academia de la lengua, en mente ya podemos afirmar entonces que el comentario 1 corresponde a la proposición 2, y el comentario 2 a la proposición 1. De tal modo que:

 

1. lo que era necesario hacer es lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe (la justicia y el amor de Dios).

 

La gramática griega del texto original nos confirma lo mismo: El verbo de obligación en el imperfecto, ἔδει, traducido: era necesario (significa que no está ocurriendo, aunque es una obligación).

 

 

De ningún modo era necesario está abrogando, anulando, o quitando algo sino más bien reclamando lo que, aunque se debía hacer, no se estaba haciendo.

 

2. sin dejar de hacer hace referencia a diezmáis la menta, el anís y el comino (diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza).

 

En otras palabras Jesús no los acusa por lo que hacían (diezmar las hierbas) sino por lo que no hacían. Sin dejar de diezmar es necesario hacer lo más importante. En conclusión, Jesús no condena las prácticas judías en cuanto al diezmo sino que las avala.

 

Los escribas y fariseos iban más allá de las exigencias de la ley y calculaban meticulosamente los diezmos de las plantas más pequeñas que servían como especias para la comida y medicinas. Inclusive, algunas de estas plantas eran tan pequeñas que se cultivaban en cajitas colocadas en las ventanas. 

 

El celo por pagar los diezmos fue un elemento en la reforma de los macabeos. Los fariseos lo habían aplicado demasiado bien, pero con esto estaban sustituyendo la obediencia de "las cosas más pesadas" de la ley. Escrupulosamente celosos de las cosas exteriores más triviales, tales como todo lo relacionado con el diezmo de pequeñas semillas y plantas, olvidaban los más importantes principios morales. Las cosas "más pesadas" de la ley eran: el juicio, la misericordia y la fe ( Miq. 6:8). Ambas cosas son necesarias, pero una es "más pesada" en la escala divina de valores.

 

Como dice un famoso comentarista: "Los escribas y fariseos eran meticulosos en dar un diezmo al Señor de las plantas más insignificantes que cultivaban. Jesús no los condenó por este cuidado acerca de los pequeños detalles de la obediencia, pero les reprochó duramente que fuesen totalmente carentes de escrúpulos para lo que se refería a mostrar justicia, misericordia y fidelidad a otros. Empleando una figura de lenguaje insuperada por su expresividad, Jesús los describió colando el mosquito y tragando un camello. El mosquito era un diminuto insecto que a menudo caía en una copa de vino dulce, y que era colado sorbiendo el vino a través de los dientes. ¡Qué ridiculez cuidarse tanto de lo insignificante, y luego tragarse el animal inmundo más grande de Palestina! Los fariseos estaban infinitamente preocupados por las minucias, pero burdamente ciegos a enormes pecados, como la hipocresía, falta de honradez, crueldad y codicia. Habían perdido el sentido de la proporción."

 

 

Superado el primer escollo pasemos al segundo…

 

 

 

 

Paz de Cristo!

 

ADONAY ROJAS ORTIZ

Pastor

Iglesia Pentecostal Unida de Colombia

Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca

Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM

http://adonayrojasortiz.blogspot.com/





El camino del sabio

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sábado, 9 de febrero de 2013

MELQUISEDEC

MELQUISEDEC

hebreos 7:1–3

Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,

a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también rey de Salem, esto es, Rey de paz;

sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

Hasta aquí, el escritor de Hebreos se ha servido de las Escrituras del Antiguo Testamento para iluminar varias facetas de la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo:

–    Ha demostrado que Él es superior a los ángeles, por lo cual el mensaje que nos trae –el evangelio– debe ser atendido con más diligencia todavía que en el caso de la ley, el mensaje dado a los hombres por mediación de ángeles.

–    Nos ha enseñado que Jesús es mayor que Moisés y Josué como líder de su pueblo, porque nos introduce en el verdadero «reposo de Dios», del cual la Tierra Prometida no era más que una ilustración.

–    Ahora ha iniciado un tercer tema, que constituye el grueso de esta Epístola: el de la superioridad de Jesucristo con respecto al sacerdocio levítico. Ha empezado a exponerlo indicando que Jesucristo reúne a la perfección los distintos requisitos que Dios estableció para los sacerdotes y ha concluido este primer apartado con la afirmación de que Cristo fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (5:10).

Acá vuelve al tema del sacerdocio de Melquisedec: Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (6:20).

Así pues, los versículos que ahora vamos a mirar, que son sencillamente una descripción de la figura de Melquisedec, nos introducen en el tema central de la Epístola: la superioridad del sacerdocio de Jesucristo por encima del de Aarón y sus hijos.

LA HISTORIA BÍBLICA DE MELQUISEDEC

Encontramos pocas referencias a Melquisedec en el Antiguo Testamento. De hecho, sólo existen dos y conviene entonces refrescar nuestra memoria en cuanto a ellas, porque de esto dependerá nuestra comprensión del tema.

En primer lugar, pues, tenemos la historia del encuentro de Abraham con Melquisedec después de la batalla del valle de Sidim:

Cuando [Abraham] volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.

(Génesis 14:17–20).

Melquisedec es una figura extraña y casi misteriosa. Aparece como llovido del cielo; no se dice nada de su vida, nacimiento, muerte o genealogía. Sencillamente, aparece. Le da a Abraham pan y vino. Bendice a Abraham. Recibe de él los diezmos, y seguidamente se desvanece de la escena de la Historia tan repentinamente como había entrado. Así de escueta es la historia de Melquisedec.

Luego, en segundo lugar, encontramos una breve referencia a él en el Salmo 110:4:

Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

De hecho, estas referencias, aunque pocas y breves, en seguida despiertan preguntas importantes en la mente de cualquier lector acucioso.

Es precisamente tratando de resolver esas preguntas, que había en la mente de muchos cristianos judíos de su época, que el escritor de esta carta nos deja estas palabras.

El Mesías puede ser Rey y Sacerdote a la vez, precisamente porque no es sacerdote conforme al orden de Aarón, sino según el de Melquisedec. La narración de Génesis nos dice que Melquisedec fue rey y sacerdote a la vez. Lo que Dios había prohibido en Israel era que alguien fuera a la vez rey y sacerdote conforme al orden de Aarón. Por esto, los reyes habían de proceder de la tribu de Judá y los sacerdotes de la de Leví. Pero el Salmo 110 no identifica al Mesías con el orden de Aarón, sino con el de Melquisedec, contestando así por anticipado las legítimas dudas que los judíos podían abrigar sobre la doble función del Mesías. ¡Gloria a Dios por la perfección de la revelación de su Palabra! ¿Qué habría sido de nuestro entendimiento del sacerdocio de nuestro Rey si no hubiese sido por esta pequeña frase del Salmo 110:4?

En fin, respecto a Melquisedec una cosa es evidente: Dios dispuso los detalles de su vida para que fuese un excelente tipo del Señor Jesucristo.

En cuanto al futuro del sacerdocio levítico después de la manifestación del Mesías, queda claro sobre la misma base de la cita del Salmo 110, que el orden de Aarón no era más que una institución parentética, temporal y terrenal, que Dios constituyó como provisión para su pueblo a la espera de la venida de Cristo, pero que cede y desaparece ante la llegada del orden sacerdotal verdadero, permanente y celestial, del cual ha servido como ilustración y anticipo.

LA FIGURA DE MELQUISEDEC

1.        Sacerdote del Dios Altísimo

En primer lugar, este Melquisedec, rey de Salem, [era] sacerdote del Dios Altísimo. Melquisedec es una figura extraña y sorprendente que como ya dijimos aparece repentinamente en el escenario de la historia bíblica y luego desaparece con la misma rapidez. Hasta el momento de su aparición, uno podría haber pensado, por la lectura de la narración de Génesis, que el único creyente en aquel momento era Abraham. Pero, de repente, nos encontramos con alguien que no sólo es creyente, sino que ha sido constituido sacerdote de Dios.

En seguida nos preguntamos: ¿Quién es este Melquisedec? ¿Cuáles son sus antecedentes? ¿Cómo tuvo conocimiento de Dios? ¿Cómo llegó a ser sacerdote? Su sacerdocio ¿hace suponer que existían en aquel entonces muchos sacerdotes del mismo orden y un santuario dedicado al culto del Dios Altísimo? A todas estas preguntas, la Biblia responde con silencio. Sencillamente no conocemos las respuestas, no porque no las haya, sino porque han desaparecido en medio de las nieblas de la historia, y porque realmente no las necesitamos. Hemos de aceptar lo que dice el texto, pero no podemos saber lo que no nos dice. Debemos estar convencidos de que el Espíritu de Dios guió a los autores de la Escritura tanto en lo que omitieron como en lo que afirmaron.

Sabemos, pues, que Melquisedec era sacerdote del Dios Altísimo y deducimos, por la narración de Génesis, que se trata del mismo Dios que se había manifestado a Abraham, pero no sabemos más.

Así que, tanto Melquisedec, como Abraham, tenían conocimiento del Dios único, supremo y altísimo; pero, Melquisedec además, había sido designado por Dios para servirle como sacerdote.

En el mundo gentil del tiempo de Abraham todavía quedaban restos de la verdadera adoración a Dios, el Creador de los cielos y de la tierra (Gn. 14:19). Melquisedec servía al Dios de Abraham, y mantenía la tradición desde los tiempos del Paraíso, cuando la humanidad reconocía solamente un solo Dios verdadero.

Cuando el texto de Génesis habla del Dios Altísimo, no quiere decir que Dios sea el más alto de todo un panteón de dioses, como si Moisés, al escribirlo, tuviera ideas politeísta. Más bien la frase indica que Dios es supremo por encima de toda creación: no hay ser más alto que él en todo el universo. Se trata entonces de una afirmación monoteísta.

2.        Salió a recibir a Abraham … y le bendijo

Lo segundo que se nos dice acerca de Melquisedec es que salió a recibir a Abraham después de la derrota de Quedorlaomer y sus aliados, y le bendijo. Es decir, Abraham y Melquisedec tuvieron comunicación espiritual entre sí. Suponemos que Melquisedec sabía de la fe de Abraham y compartía con él una relación viva con el mismo Dios Altísimo. Por otra parte, observamos que Abraham no vaciló en aceptar la bendición. No cuestionó ni por un momento el que Melquisedec también adorase al mismo Dios que él y le sirviese como sacerdote. Tampoco cuestionó el derecho de Melquisedec a concederle esa bendición en nombre de Dios.

Más adelante, los sacerdotes levíticos recibirían de parte de Dios el derecho y la función de bendecir a su pueblo.

Entonces se acercarán los sacerdotes hijos de Leví, porque a ellos los escogió Jehová, tu Dios, para que lo sirvan y bendigan en el nombre de Jehová, y por su veredicto se decidirá toda disputa y toda ofensa.

(Deuteronomio 21.5)

Pero mucho antes, encontramos que ejerce esta función un rey gentil constituido sacerdote del Dios Altísimo.

3.        A quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo

En tercer lugar, se nos dice que Abraham dio a Melquisedec los diezmos del botín. No solamente recibe la bendición de Melquisedec, reconociendo implícitamente la superior autoridad espiritual de éste, sino también le entrega los diezmos, como si Melquisedec fuese el representante legítimo de Dios. Así, Abraham reconoció a Melquisedec como sacerdote de Dios.

El hecho de que Abraham dio los diezmos a Melquisedec, y fue bendecido por él, establece la superioridad de este. Tanto en un caso como en el otro, Abraham se somete a la autoridad espiritual de Melquisedec. El significado de esto es claro: el hecho de que Abraham, el antepasado de Aarón, se incline ante Melquisedec, se convierte en un elocuente símbolo de la superioridad del orden sacerdotal de Melquisedec con respecto al sacerdocio levítico.

4.        Rey de justicia y Rey de paz

En cuarto lugar, el autor llama nuestra atención sobre el nombre de Melquisedec: significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz. El nombre Melquisedec significa Rey de justicia –o, literalmente, mi Rey es justo– mientras su título, Rey de Salem, significa Rey de paz; porque salem –es decir, Jerusalén– es una forma antigua del vocablo hebreo que significa paz.

En este orden de ideas el nombre de este rey, pues, es altamente significativo. Es rey de justicia y rey de paz. Notemos bien el orden: Su nombre significa primeramente Rey de justicia, y también… Rey de paz. Éste es el orden bíblico bien establecido. No hay paz mientras no haya justicia. En cuanto el ser humano practica el pecado, no conoce la paz de Dios. De hecho, la condición ineludible para conocer la paz de Dios es el haber sido «justificados».

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.

(Romanos 5.1)

Pero es necesario aquí aclarar, y valga esta aclaración para el proceso que está llevando nuestro gobierno, que previa a la justicia también es muy necesaria la verdad. Cuando la verdad tropieza en las plazas, la justicia no se puede alcanzar.

El derecho se retiró

    y la justicia se puso a distancia,

    porque la verdad tropezó en la plaza

    y la equidad no pudo llegar.

(Isaías 59.14)

Melquisedec sólo pudo vivir en conformidad con su título, rey de paz, por cuanto era rey de justicia. Ahora bien, en el caso del Melquisedec histórico, no sabemos nada acerca de su gobierno y sólo podemos hacer especulaciones en cuanto al carácter justo de su reinado. En su caso, es una cuestión de nombres y títulos. Pero estas palabras son importantes. Anticipan lo que será una realidad sublime en el Señor Jesucristo. Sólo éste se constituye Rey de la verdadera Ciudad de Paz –la Jerusalén de arriba– por cuanto, previamente, ha demostrado su propia justicia perfecta y ha justificado a los que ha trasladado a su reino. Es porque hemos sido hechos justos en Él por lo que podemos conocer la paz de Dios ahora y tener la esperanza de llegar a la Ciudad Celestial en el futuro.

Así lo anunciaron previamente los profetas. El Mesías había de ser un Rey de justicia:

En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra. En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra. Porque así ha dicho Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre la casa de Israel.

(Jeremías 33:15–17).

Pero también debía ser un Príncipe de paz:

Todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla, y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del fuego. Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz …

Y habitará el juicio en el desierto, y en el campo fértil morará la justicia. Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo.

(Isaías 9:5–6; 32:16–18).

5.        Sin padre, sin madre, sin genealogía

Melquisedec aparece en las páginas del Antiguo Testamento repentinamente, sin explicación alguna en cuanto a su procedencia o descendencia, y esto a pesar de que el libro de Génesis habitualmente dedica mucha atención a la cuestión de genealogías y parentesco. En cuanto a la narración de la historia de Génesis, es como si Melquisedec no hubiese tenido antepasados humanos.

Por supuesto, en la historia real seguramente no fue así. No podemos ser dogmáticos al respecto, porque hay diferentes opiniones entre los comentaristas bíblicos. Algunos, desde los primeros tiempos de la Iglesia, han utilizado estas afirmaciones del autor de Hebreos en apoyo de la tesis de que Melquisedec en realidad no era otro sino el mismo Señor Jesucristo en una manifestación anterior a la encarnación. En otras palabras, según ellos se trata de lo que los teólogos llaman una teofanía, una aparición visible de Dios. En varias ocasiones en el Antiguo Testamento, en especial en el Libro de Génesis, el ángel de Jehová aparece en forma visible y es tratado como si él mismo fuera Dios. Quizás el caso más conocido sea el de los tres huéspedes de Abraham en Génesis 18. En todos estos casos –dicen esos comentaristas– hacemos bien en comprender que quien toma esa forma corporal no es otro sino nuestro Señor Jesucristo; por lo tanto, en la historia de Melquisedec tenemos otro ejemplo de una teofanía cristológica.

Sin embargo, hay suficientes datos en Génesis 14 y en el texto de Hebreos como para hacernos creer que no debemos interpretar la historia de Melquisedec de esta manera. Para empezar, no cabe dentro de nuestros esquemas habituales imaginar que Jesucristo haya ejercido funciones de un rey terrenal en Jerusalén en tiempos de Abraham. Pero además, el versículo 3 de nuestro texto afirma que Melquisedec fue hecho semejante al Hijo de Dios, frase sorprendente si el autor verdaderamente creyese que ya lo era.

Hacemos bien, por lo tanto, en entender que Melquisedec era un anticipo y prototipo del Hijo de Dios, no una teofanía. Así lo entiende la gran mayoría de comentaristas evangélicos de nuestros días.

Es decir, Melquisedec fue una figura real de la historia, un hombre que creía en el Dios verdadero y que era rey de Jerusalén. Pero, como figura literaria, los detalles de su vida narrados en las Escrituras le convierten en el prototipo ideal del Hijo de Dios. Seguramente, como persona histórica, tuvo padres. Pero éstos no son mencionados en ninguna parte y, como consecuencia, el autor puede decir que, en cuanto a figura literaria, estuvo sin padre y sin madre.

Tanto el relato de Génesis como la epístola a los hebreos describen a Melquisedec como figura histórica contemporánea a Abraham. Melquisedec, insistimos en que era rey de Salem, cuidad que normalmente se identifica con Jerusalén, y era sacerdote del Dios Altísimo.

¡Con qué esmero ha inspirado el Espíritu Santo las páginas de las Escrituras!

¡Incluso las omisiones son significativas!

Si hubiese inspirado la redacción de la genealogía de Melquisedec, habría disminuido, en esta misma medida, su idoneidad como tipo del Señor Jesucristo. El hecho del silencio sobre la paternidad de Melquisedec es de gran significado para la tipología.

En cuanto a los sacerdotes levíticos, el principal requisito que tenían que cumplir era demostrar la autenticidad de su linaje.

Por ejemplo, cuando los judíos volvieron del cautiverio babilónico, se nos dice que cualquier hombre que no pudo establecer de una manera fehaciente su descendencia de la casa de Aarón, fue excluido del sacerdocio.

Estos buscaron su registro genealógico, pero como no lo hallaron, fueron excluidos del sacerdocio.

(Esdras 2.62)

No bastaba con que afirmasen su linaje; tenían que poder demostrarlo. En el sacerdocio levítico, la cuestión de linaje era esencial. En cambio, en torno al orden sacerdotal de Melquisedec, opera el principio contrario. La cuestión del linaje brilla por su ausencia. Melquisedec se parece al Señor Jesucristo tanto en lo que el texto de Génesis dice de él, como en lo que no dice. Es la ausencia de las condiciones del sacerdocio temporal de Aarón en el caso de Melquisedec lo que hace que el autor descubra aquí el hondo significado del sacerdocio permanente.

6.        Ni tiene principio de días, ni fin de vida

En sexto lugar, nuestro autor afirma que Melquisedec ni tuvo principio de días, ni fin de vida… Nuevamente, a pesar de que algunos entienden estas palabras en un sentido estrictamente literal y, por lo tanto, concluyen que Melquisedec no es otro que el mismo Jesucristo en una teofanía anterior, es mejor entenderlas en el sentido de que el texto de Génesis no habla de su principio ni de su fin. En las páginas del Antiguo Testamento no hay narración de su nacimiento ni de su muerte. Como ya hemos dicho, aparece de repente en el texto y desaparece sin más. Seguramente murió. Pero no murió en las páginas de Génesis.

Lo que le interesa al autor de Hebreos no es tanto la figura histórica de Melquisedec como la figura literaria. No porque la historicidad no sea importante, sino porque el texto inspirado llega a tener un valor en sí: es necesario que las Escrituras sean cumplidas.

Aquella lectura de la historia que el Espíritu Santo quiere que conozcamos a fin de recibir lecciones espirituales y morales a través de ella, la encontramos precisamente en el texto escrito, no tanto en los hechos históricos con independencia de aquél. Por tanto, el texto se convierte en algo importante en sí.

Es la figura literaria de Melquisedec, más que la figura histórica, la que se convierte en prototipo del Señor Jesucristo.

Seguramente, en cuanto a su humanidad histórica, Melquisedec nació y murió. El autor no pretende negarlo. Tampoco está negando el nacimiento y la muerte de Jesucristo. En un sentido histórico, Jesucristo también nació y murió. Era de la tribu de Judá, como dirá el versículo 14 de este mismo capítulo. Pero el autor ve más allá de esta realidad humana y comprende que lo importante en cuanto a Jesucristo no es tanto su nacimiento en Belén como el hecho eterno de que Él hiciera el universo (1:2).

Él es el origen de todas las cosas. Como Dios, Él no tiene principio de días. Aun su muerte, si bien fue necesaria para proveerle de un sacrificio que ofrecer como sacerdote, no puso fin a su sacerdocio: murió, pero resucitó; y ya no puede morir, sino que vive eternamente.

Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, … vivirá por largos días (Isaías 53:10).

No tiene fin de vida. Y en esto, la figura literaria de Melquisedec se le parece.

No ocurre lo mismo con Aarón. Sabemos de él que murió (Números 20:22–29). Él no sirve, pues, como modelo adecuado para el sacerdocio de Jesucristo.

Éstas, pues, son seis verdades que sabemos acerca de Melquisedec a través del texto de Génesis, y que tienen que ver con el sacerdocio del Señor Jesucristo. Pero de él podemos aprender aún más:

DOS LECCIONES ADICIONALES

Antes de seguir adelante y explorar con el autor las implicaciones de estas verdades para nuestra comprensión del ministerio sacerdotal de Jesús, observemos dos cosas más. La primera es que el autor de Hebreos no hace mención de uno de los detalles de la narración de Génesis que más se presta a una interpretación tipológica: el hecho de que Melquisedec ofrezca a Abraham pan y vino (Génesis 14:18). Puesto que algunos de los detalles en los que ve paralelismos entre Melquisedec y Jesucristo son realmente atrevidos, nos sorprende que haya omitido este paralelismo más obvio: Melquisedec ofrece pan y vino a Abraham, como nuestro Sumo Sacerdote nos lo ofrece a nosotros. Si no lo menciona, seguramente se debe a que es obvio. No es su intención agotar todas las posibilidades simbólicas de la historia de Melquisedec, sino sólo centrar nuestra atención en aquellas que demuestran la superioridad del sacerdocio de Cristo con respecto al de Aarón. Sin duda, da por sentado que nosotros seremos capaces de aplicar a Cristo otras lecciones procedentes de la historia de Melquisedec. Podría habernos comentado más extensamente el hecho de que Abraham le ofreciese diezmos, instándonos a seguir su ejemplo. Podría habernos hablado de la importancia de vivir bajo la bendición de Jesucristo, como Abraham fue bendecido por Melquisedec. Podría habernos hablado de la importancia de recibir pan y vino de Jesucristo, como Abraham los recibió de Melquisedec. Todos estos paralelismos serían válidos.

Sin embargo, su énfasis no recae sobre estos detalles, sino sobre otras dos ideas principales. La primera: la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Aarón. La segunda: la permanencia del sacerdocio de Melquisedec, como anticipo de la permanencia del sacerdocio de Jesucristo. Éstas son las dos ideas que quiere recalcar, y por esto deja de lado otros detalles del texto de Génesis.

La otra cosa que nos llama la atención es que no es el prototipo –es decir, Melquisedec– el que determina cómo ha de ser el cumplimiento, Jesucristo; sino que el cumplimiento, Jesucristo, determina cómo ha de ser el prototipo, Melquisedec. Porque nos encontramos con esta frase sorprendente: [Melquisedec fue] hecho semejante al Hijo de Dios (v. 3). Nosotros habríamos esperado más bien que se nos dijese lo contrario: que el Hijo de Dios fue hecho semejante a Melquisedec, porque éste era el prototipo y ejerció el sacerdocio antes. Pero no. El autor nos dice que Melquisedec fue hecho semejante a Aquel que había de venir.

Lo importante aquí no es Melquisedec, sino Aquel que había de venir. Dios, pues. constituyó a un sacerdote que fuese un modelo adecuado, y el Espíritu Santo inspiró el texto de Génesis para que fuese redactado de tal manera que subrayara aquellos detalles que refuerzan el carácter ejemplar de su sacerdocio.

En otras palabras, si el autor establece que Melquisedec se ajusta al patrón de Jesucristo, y no viceversa, es porque Jesucristo no solamente es más importante que Melquisedec, sino que en cierto modo es anterior a él. No se trata solamente de Jesús de Nazaret, sino, en la frase de nuestro versículo, del Hijo de Dios, que se refiere por supuesto a su Divinidad. Eternamente Jesucristo es Dios. Eternamente ocupa la preeminencia en todo. Y, aunque debemos tener cierta precaución para no llevar las evidencias bíblicas más allá de los límites que la misma revelación establece, sabemos que hay una dimensión eterna en torno al sacrificio de la Cruz de Jesucristo. Pedro nos dice que Jesucristo fue destinado ya antes de la fundación del mundo para ser ofrecido como sacrificio (1 Pedro 1:20), por lo cual su sangre es la sangre del pacto eterno (Hebreos 13:20).

Quizás veamos algo de esto en el hecho de que Melquisedec se ajuste al modelo divino, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, no al revés. De hecho, el sacerdocio de Melquisedec, como el de Aarón, sólo fue válido en virtud de ser un anticipo del verdadero sacerdocio eterno que llegó a nosotros en la persona de Jesucristo.


Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
Le esperamos!




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