Introducción general
El Evangelio
El sustantivo εὐαγγέλιον, se usaba para referirse a la recompensa que recibía un mensajero que traía una buena noticia. El mensaje llenaba de felicidad a quien lo recibía y recompensaba a quien era portador del mensaje. Pero el sustantivo se utilizaba también en el griego para expresar el mensaje en sí mismo. El término tiene que ver con una buena noticia, generalmente la noticia de una victoria, aunque se usaba también para referirse a noticias gozosas en el terreno personal o incluso en el campo político. En el mundo heleno y romano, las buenas noticias eran relacionadas con acciones de los dioses, lo que originaba que se les ofreciese algún sacrificio por el bien que se les atribuía. La palabra fue adquiriendo una vinculación religiosa especialmente en el culto al emperador. El término en el cristianismo permite ya un entendimiento general para el lector pleno en contenido religioso.
En alguna medida el sustantivo aparece en traducciones griegas del Antiguo Testamento. La LXX utiliza el término en 2 S. 4:10 para trasladar el equivalente hebreo besoräh, que significa la recompensa por una buena noticia (en este caso concreto fue una sentencia a muerte por lo que el mensajero creía buena noticia). El verbo εὐαγγελίζω, muy limitado traslada al griego la palabra bissar, literalmente anunciar buenas noticias (cf. 1 R. 1:42).
Tanto el sustantivo εὐαγγέλιον como el verbo εὐαγγελίζω, adquieren importancia en el Nuevo Testamento. Es notable la gran cantidad de veces que el texto griego los pone de manifiesto, si bien los escritores los usan con una distribución muy diferente. El verbo aparece una sola vez en el evangelio según Mateo (Mt. 11:5), mientras que Lucas utiliza el término 25 veces. Pablo lo usa 21 veces, apareciendo también 2 en Hebreos y 3 en 1 Pedro. El verbo no aparece en Marcos, sin embargo el segundo evangelio usa el sustantivo en 7 ocasiones. El uso del sustantivo εὐαγγέλιον, es un término preferente en Pablo figurando por lo menos 60 veces en sus escritos. Sin embargo, no deja de ser sorprendente que los términos no aparecen en los escritos de Juan. Esto no significa que Juan desconozca la teología del evangelio; simplemente sustituye los términos por el sustantivo μαρτυρία, que significa testimonio, y por el verbo μαρτυρέω, con el sentido de testimoniar.
Cabe preguntarse si Jesús usó los términos para referirse al mensaje que Él proclamaba en las ciudades y aldeas durante su ministerio. Es cierto que hay alguna referencia a sus propias palabras afirmando la necesidad de que el evangelio fuese predicado en todo el mundo (Mt. 24:14; Mr. 13:10; 14:9). El Señor se refirió al evangelio en el pleno sentido mesiánico que autentificaba su ministerio, de modo que afirmó que mediante sus palabras "los pobres eran evangelizados" (πτωχοὶ εὐαγγελίζονται). Las buenas noticias del evangelio son posibles en el tiempo actual en base a la obra realizada por Cristo en la Cruz, que abre la puerta de esperanza para todo aquel que crea. No tiene tanta importancia el uso de la palabra en el ministerio de Jesús como el alcance que tenía para quienes escuchaban su mensaje. La teología hebrea intuía en el Mesías al libertador que eliminaría a los enemigos de Israel y lo encumbraría a la situación de nación suprema entre el resto de las naciones. La proclamación del evangelio del reino alcanza tanto la gran dimensión liberadora en la enseñanza apostólica del Nuevo Testamento, como el traslado de la "potestad de las tinieblas al reino de Hijo Amado" (Col. 1:13). De ahí que la enseñanza apostólica ligase el sustantivo evangelio para expresar de un modo sintético el mensaje de salvación ligado a la Persona y obra de Jesucristo.
Probablemente se deba a Pablo la utilización y extensión del término evangelio a los escritos del Nuevo Testamento y, con ello, a la doctrina de la Iglesia. Es evidente que no fue el apóstol el primero en usar esa palabra para expresar tal concepto. La palabra se hace familiar en las iglesias fundadas por él, que conocen plenamente el contenido del evangelio. El evangelio pasó a ser un concepto fundamental y central de la teología paulina. El mensaje expresaba la buena noticia que anunciaba que Dios, en la encarnación, muerte y resurrección de su Hijo, operó la salvación del mundo. De ahí que el término evangelio no puede vincularse sólo a un determinado contenido de fe, sino al mismo hecho de la proclamación de esa verdad, la realización del anuncio de la obra de Dios a todo el mundo. El evangelio, pues, no es sólo la proclamación de un acontecer salvífico, sino que es el mismo acontecimiento de salvación. Esa es la causa por la que la transmisión del evangelio no se vincula al verbo evangelizar, sino con el sustantivo evangelio (2 Co. 8:18). El evangelio, donde quiera que es predicado, es una palabra eficaz que genera el proceso de la fe (Ro. 1:16) obra la liberación y salvación de Dios (Ro. 1:16; 1 Co. 15:2) y colma la esperanza absoluta del pecador creyente (Col. 1:5, 23). El mensaje del evangelio no procede de los hombres, sino que es comunicado por Cristo mismo a sus apóstoles (Gá. 1:11). En él, Cristo habla a los hombres y Dios los llama a la conversión.
Los evangelios sinópticos usan el término para designar la buena noticia del acontecimiento de salvación que Dios operó en la obra de Cristo. Sin embargo, cada uno de los tres sinópticos enfatizan un aspecto determinado de la obra salvífica, consonante con sus respectivos enfoques teológicos. Marcos suele usar la palabra en un sentido absoluto (en cierta medida es un uso idéntico al que Pablo hace de la misma). Para Marcos, Jesucristo es el contenido, alcance y autor del evangelio, que se hace presente y actúa en todo lugar donde se anuncia el evangelio. Marcos presenta a Jesús unido en un todo al evangelio (Mr. 8:35; 10:29). Esa es la causa por la que introduce relatos sobre aspectos de la vida y obra de Jesús afirmando que es "el principio del evangelio de Jesucristo" (Mr. 1:1). Para él, no hay posibilidad de separar a Jesús del evangelio. Marcos introduce su relato del evangelio reclamando la fe en Jesucristo, mediante la fe en el evangelio (Mr. 1:15). Mateo integra en el evangelio la proclamación del reino, de ahí que use la expresión "evangelio del reino", reclamando a los lectores la atención sobre el aspecto mesiánico de Jesús. El evangelio es la enseñanza que Jesús da a sus discípulos y las gentes con las que se relaciona durante el ministerio terrenal y está vinculado íntimamente con Él, el Mesías prometido en los profetas. Por tanto, el contenido del evangelio es Jesús mismo. Lucas utiliza el término evangelio en Hechos para referirse a la predicación de los apóstoles (Hch. 15:7; 20:24), pero no lo hace en relación con la proclamación de Jesús. El sentido que Lucas da al proceso de proclamar el mensaje de la buena nueva tiene que ver con el aspecto técnico que se refiere al hecho mismo de proclamar el mensaje; por eso utiliza el verbo εὐανγελίζεσθαι, vinculando la evangelización a la proclamación del reino de Dios (Lc. 4:43; 8:1).
Aunque el significado de evangelio en el Nuevo Testamento es desarrollado en distintas formas y con diferentes alcances, se puede llegar a la conclusión de que el término se refiere siempre y está vinculado al mensaje de salvación proclamado al mundo, tanto en forma oral como por medio de los escritos bíblicos. Desde el S. II se habla de los evangelios haciendo referencia a los escritos de los cuatro evangelistas.
Los evangelios
Si el evangelio es el mensaje de salvación vinculado a la persona y obra de Jesucristo, los evangelios son documentos que recogen el mensaje del evangelio desde la perspectiva de cuatro personas. No se puede decir que los cuatro relatos sobre la persona y obra de Jesucristo sean biografías, con mayor o menor extensión sobre Jesucristo. El encabezamiento de cada uno de los cuatro evangelios afirma que su propósito y contenido tiene una dimensión mayormente teológica que histórica y todos los datos biográfico-históricos han de considerarse desde la perspectiva integrante de un mensaje espiritual para salvación. Afirmar que los relatos de los evangelios son formas distintas de presentar el relato de la salvación en la persona y obra de Jesucristo, conforme a la visión de Mateo, Marcos, Lucas y Juan es, en cierta medida, subjetivar la realidad espiritual del único mensaje de salvación. La importancia del autor humano es muy relativa al lado de la razón misma del escrito bíblico. La Iglesia Primitiva consideraba los cuatro evangelios como un solo mensaje de salvación, expresado en forma diversa por cuatro evangelistas.
La impactante figura y obra de Jesucristo fue proclamada oralmente en la evangelización de los primeros momentos de la Iglesia. Los apóstoles primero y los convertidos luego, anunciaron al mundo la obra de salvación contenida en la acción divina de redención en Cristo Jesús. Hubiera sido lógico que la Iglesia Primitiva encomendase a alguien la redacción de un documento de fe que recogiese los aspectos que se predicaban de la obra de salvación, vinculada con los hechos directamente llevados a cabo por el Verbo encarnado. Esto hubiera sido necesario en la extensión de la Iglesia, fuera del entorno de Palestina. En este último contexto no había una necesidad imperiosa de un relato escrito, por cuanto Jesús fue un personaje histórico conocido en todo el territorio, donde nació, creció, ejerció su ministerio, murió y resucitó, según el testimonio apostólico autentificado con las obras de poder hechas en su nombre. Sin embargo, la extensión de la iglesia, especialmente a la gentilidad y con ello la presencia en distintos ambientes sociales del mundo antiguo, hacía necesario que se expresase la verdad mediante escritos. Los ambientes sociales y nacionales hacían preciso enfatizar algunos aspectos según el lugar de origen y los destinatarios de los relatos escritos. Es en este contexto donde aparecen las cuatro presentaciones del evangelio. Sin duda, cada uno de ellos podría ser más afín a un determinado lugar o a una determinada cultura. Sin embargo, no se procuró nunca la eliminación de alguno de los cuatro aceptados en la Iglesia Primitiva. El tema era tan atractivo que Lucas afirma que fueron muchos los que "trataron de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas" (Lc. 1:1). La Historia de la Iglesia y las investigaciones más recientes ponen de manifiesto algunos relatos además de los cuatro que se consideran como canónicos y se aceptan como inspirados. Los evangelios llamados apócrifos, como el de Tomás y otros semejantes, no fueron nunca considerados como Palabra de Dios. Quiere decir que los cuatro evangelios, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan, son los que se incorporaron al canon y fueron aceptados desde el principio como Sagrada Escritura.
Las corrientes de pensamiento y, sobre todo, las posiciones heréticas que se hacen evidentes en el S. II, tratan de capitalizar los evangélicos conforme a su pensamiento, buscando en ellos el sustento para sus posiciones personales, como escribe el Dr. Everet Harrison:
"Cuando en el siglo dos comenzaron a surgir movimientos de dudosa ortodoxia, los mismos se inclinaban a favorecer aquel Evangelio que era más afín a su punto de vista. Fue así que Mateo fue asociado con los ebionitas, Lucas con los seguidores de Marción y Juan con la mayoría de los grupos gnósticos. Esta apropiación de los Evangelios ortodoxos para propósitos no ortodoxos debe haber fastidiado a los Padres, pero ellos no podían repudiar un Evangelio sólo por el uso que le dieran los herejes".
Se hizo un intento para uniformizar los cuatro evangelios en uno solo, hacia fines del s. II, por Taciano en una obra llamada Diatessaron. El intento de refundición fue rechazado por dos razones: primero porque el autor era poco fiable desde el punto de vista de ortodoxia de la fe, como simpatizante con los encratitas; en segundo lugar porque los cuatro evangelios estaban arraigados en la Iglesia y no podían ser desalojados de ella.
Los cuatro evangelios son básicos para el enriquecimiento del único mensaje del evangelio de la gracia. Con sus peculiaridades y sus énfasis propios, aportan lo necesario para determinar la extensión del kerygma que debe ser transmitido para salvación a todo aquel que crea. Las aparentes discrepancias en los relatos de cada uno de los evangelios, especialmente notables en la diferencia de los tres sinópticos con el cuarto, lejos de general controversias, contribuyen a precisar aspectos y dar matices enriquecedores que confirman, la veracidad de los hechos centrales del misterio del evangelio, atestiguados en la diversidad de detalles manifestados en cada uno de estos cuatro documentos.
La fiabilidad de los cuatro evangelios
Los relatos escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan, no se produjeron inmediatamente después de la muerte, resurrección y ascensión del Señor, sino bastante tiempo después. Como mínimo debe hablarse de la década de los años 50, en las dataciones más tempranas y llegar hasta la de los 80 o incluso de los 90 para el cuarto evangelio. Una distancia tal entre las narraciones y los acontecimientos, pudiera dar lugar a escritos no fiables en toda la extensión, especialmente en cuanto a historia. No debe olvidarse que en la Iglesia se estaban desarrollando ya los prolegómenas que permiten la fijación de las doctrinas. Hubiera sido posible que los evangelistas se sintiesen más condicionados por el dogma de fe que por la historia en sí, en la que la salvación se desarrolla y lleva a cabo en la persona y obra de Jesucristo. Sin embargo, la tradición oral estaba preservando la fidelidad de los cuatro escritos, al coincidir plenamente con el mensaje que se proclamaba por los apóstoles y los evangelistas. Los relatos de los cuatro evangelistas tenían que ver con una historia no común, sino extraordinaria, o tal vez mejor, sobrenatural. La vida y obra de Jesús de Nazaret, tenía que ver con la salvación de los pecadores y la ejecución del plan de gracia que Dios había determinado en la eternidad y anunciado a lo largo de los siglos por medio de muchos profetas enviados por Él (2 Ti. 1:9). Los relatos evangélicos se mantuvieron y conservaron sólo en la medida en que perpetuaban el mensaje tal y como había sido expresado por los apóstoles. Pablo afirmaba que todo cuanto él proclamaba no procedía de los hombres, ni en visión personal ni en contenido, sino que le había sido comunicado directamente por Jesucristo mediante manifestación personal (Ga. 1:11), por tanto, cuanto discrepase de ese mensaje, en contenido bien fuese teológico y bien histórico, debía ser considerado como anatema, sin importar el origen del mensaje (Gá. 1:8). Los propios apóstoles preservaron los escritos sobre Jesucristo al enfatizar insistentemente que "si alguno predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema" (Gá. 1:9).
Los cuatro evangelios ofrecen, en mayor o menor grado, los elementos que se destacaron en la vida de Jesús. Entre otros el entorno geográfico, ya que su ministerio se desarrolló en el norte de Palestina, Galilea y en el sur Judea, especialmente en Jerusalén; la vinculación profética, en el sentido de que Jesús era el Mesías enviado, con un ministerio anunciado ya en el Antiguo Testamento; de igual modo la confrontación entre Jesús, por su ministerio y enseñanza y el estamento religioso-político nacional que se le oponía y que, en alguna medida, condicionaba también las posiciones de las gentes en relación con Jesús, haciendo que unos le repudiasen apartándose de él y otros, los discípulos, le siguiesen hasta la cruz y luego, tras su resurrección, en la senda del testimonio. Los tres elementos principales del ministerio de Jesús, están presentes en cada uno de los cuatro relatos, con los énfasis y condicionantes que cada autor les imprimió bajo la dirección y conducción del Espíritu Santo. Estos tres elementos que se proclamaban en el kerygma de la evangelización dan forma a los cuatro evangelios, que son concordantes y perpetúan la tradición de la Iglesia.
Los evangelios sinópticos
Reciben el calificativo de Evangelios Sinópticos, a los escritos correspondientes a los tres primeros evangelios, según Mateo, Marcos y Lucas. El término sinóptico tiene origen en Griesbarch (1745–1812) y significa visión común o visión conjunta, utilizado por la similitud que presentan los tres primeros relatos del Evangelio, tanto en su presentación como en su contenido. Desde el principio, los relatos causaron cierto impacto a causa de su identidad similar. Los relatos tienen concordancias sorprendentes, relatos comunes y también algunas diferencias notorias. Tal situación despertó desde el principio preguntas sobre los orígenes y fuentes de los relatos de los cuatro evangelistas. Tradicionalmente la Iglesia consideró la aparición de los evangelios conforme al orden en que figuran en el Nuevo Testamento, considerando a Mateo como el primero en aparición y a los otros tres como dependientes de este en alguna medida. Agustín llegó a afirmar que Marcos se limitó a abreviar el texto de Mateo. Incluso Crisóstomo pensaba que Marcos, intérprete de Pedro, escribió el Evangelio más corto, porque Pedro era hombre parco en palabras.
Un análisis de los tres sinópticos presenta muy poco material en Marcos que aparezca únicamente en ese Evangelio. Si se excluye el llamado final largo (16:9–20), apenas quedan unos treinta versículos que no estén en alguno de los otros dos. Estos textos son (1:1; 2:27; 3:20–21; 4:26–29; 7:2–4; 3:2–7; 8:22–26; 9:29, 48–49; 14:51–52). Más de la mitad del contenido de Mateo está presente en Marcos o es muy similar. Tan sólo cuarenta versículos de Marcos no aparecen en Mateo, mientras que unos doscientos versículos están en Mateo y Lucas, pero ausentes en Marcos.
Ante esta situación deben considerarse aquí algunos aspectos que permitan tomar una posición en relación con el llamado problema sinóptico. Sin embargo, los asuntos a considerar deben ser breves, teniendo en cuenta que el presente trabajo no es una Introducción al Nuevo Testamento, sino un comentario textual al mismo.
Estructura general de los sinópticos
Los tres primeros Evangelios ofrecen una estructura semejante, salvando la extensión de su contenido y las formas y énfasis propios de cada autor. Todos comienzan presentando el principio o inauguración de la vida y ministerio de Jesús; sigue el desarrollo del ministerio; y concluye con la culminación en su muerte y resurrección. Esta estructura común a los tres sinópticos se detecta en la simple lectura de los Evangelios.
Inauguración
La primera sección de los tres Evangelios ofrecen un material semejante, detallando en mayor o menor extensión el período inicial de la presencia y obra de Jesucristo (Mt. 1:1–4:11; Mr. 1:1–13; Lc. 3:1–4:13). El material no es común en su totalidad a los tres sinópticos, pero, lo es en cuanto a extensión del tiempo que considera.
Todos ellos ofrecen el tiempo previo a la manifestación de Jesús, mencionando, con distinta extensión, el ministerio de Juan el Bautista, o tal vez mejor, Juan el Bautizador, que anuncia la venida del Mesías y da testimonio acerca de Él. El bautismo de Jesús en el Jordán es otra de las referencias comunes en la primera parte de los tres Evangelios, así como las tentaciones del Señor. No obstante, es necesario recordar que la extensión sobre este tema en Marcos es limitada, consistente en una simple referencia al hecho, pero sin detallar nada en particular como hacen Mateo y Lucas.
Desarrollo
Específicamente concuerdan en situar el ministerio de Jesús principalmente en Galilea, en donde Capernaum fue el lugar de residencia principal en aquel primer período (Mt. 4:13; 8:5; 11:23; Lc. 4:23, 31; 7:1; Mr. 1:21; 2:1). El ministerio en Galilea comprende secciones completas de los tres Evangelios (Mt. 4:12–15:20; Lc. 4:14–9:17; Mr. 1:14–7:23). En todos ellos se hace referencia a la invitación de Cristo a sus primeros discípulos, los pescadores del Mar de Galilea. Una serie de milagros comunes en ellos forman el ambiente que rodea el primer período del ministerio de Cristo, desde aquellos que tienen que ver con prodigios sobrenaturales sobre la creación, hasta los de sanidad y resurrección de muertos. En los detalles referentes al tiempo del desarrollo del ministerio de Jesús, los tres ofrecen detalles del rechazo de que fue objeto, especialmente por parte de los dirigentes religioso-políticos, pero que, de algún modo iba alcanzando también a sectores del pueblo (Mt. 13:57; Lc. 4:28–29; Mr. 6:3). Por tanto se produce en los tres relatos un vuelco en la atención de Cristo que dejando de prestarla preferente hacia las multitudes se vuelve, con mayor intensidad y dedicación al grupo de los doce discípulos que lo acompañaban continuamente, retirándose con ellos a lugares de pequeña población. Con todo, si bien se produce un mayor acercamiento para la formación de los doce, no es menos cierto que el interés de Cristo por las multitudes no disminuye, porque, conforme a la enseñanza del Evangelio, había venido con este ministerio o misión. Las actividades de Cristo se trasladan, al final de este período a la región del otro lado del Jordán, conocida como Perea. Hay diferencias entre los tres evangelistas en detalles concretos, pero, en líneas generales, un material común está presente en la segunda sección de los sinópticos que se refiere al ministerio en Perea (Mt. 15:21–20:34; Mr. 7:24–10:52; Lc. 9:18–19:28). Aparte de las diferencias entre los tres textos, que deben tenerse presentes, hay elementos comunes que merecen ser destacados como es el caso de la pregunta que Cristo hizo a los discípulos sobre quien consideraban las gentes que era Él y el testimonio de Pedro sobre su Persona (Mt. 16:13–20; Mr. 8:27–30; Lc. 9:18–21). Es notable también que en los tres Evangelios aparezcan las tres ocasiones en que Cristo anunció a los discípulos su muerte y resurrección (Mt. 16:21; 17:22–23; 20:17–19; Mr. 8:31; 9:31; 10:33–34; Lc. 9:22, 44; 18:31–34). Los detalles, más o menos extensos, sobre la transfiguración es otro de los temas comunes en estos primeros tres Evangelios.
Culminación
Los acontecimientos finales previos a la pasión, ésta misma y la resurrección, figura en una gran medida como material común en los sinópticos, con la misma secuencia y con una extensión proporcionalmente semejante en relación con la de cada uno de ellos (Mt. 21–28; Mr. 11–16; Lc. 19:29–24:53). La proporción es algo mayor en los Evangelios según Mateo y Marcos. Algunos eruditos consideran que los evangelios son un relato de la pasión, con una introducción general más o menos extensa, que conduce al conocimiento del que moría en la Cruz. Tal aseveración confirma lo dicho antes, que el propósito de los tres relatos no es el biográfico, sino esencialmente el evangelístico, en la proclamación del mensaje de salvación contenido en la Persona y obra de Jesucristo. La tercera parte de la división general de estos Evangelios pone de manifiesto un amplio paralelismo, que evidencia una procedencia común o bien de fuentes o de bosquejo preestablecido, común para todos o, por lo menos, conocido por los tres. Sobre este paralelismo escribe Hendriksen:
"Es especialmente en estos capítulos finales que los tres se desarrollan en un paralelismo sorprendente. Los tres registran los siguientes acontecimientos: La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, como Príncipe de Paz. Las multitudes, con sus mentes llenas de anhelos de una gloria terrenal, lo reciben con desenfrenado entusiasmo. Llegado al templo y al notar que su gran atrio exterior ha sido convertido en mercado, en una cueva de ladrones, Jesús lo limpia. Cuando cuestionan su autoridad, muy adecuadamente pregunta a sus críticos si el bautismo de Juan –el bautismo practicado por ese mismo Juan que había dado testimonio de Aquel que ahora ha expulsado a los mercaderes- era divino o era simplemente humano en su origen. Por añadidura Jesús agrega la parábola de los labradores malvados. Responde a las preguntas capciosas de sus oponentes y por medio de una pregunta que les dirige implica claramente que el Hijo de David es nada menos que el Señor de David".
La planificación de la muerte de Jesús por los dirigentes de la nación, la compra de Judas para que lo entregase, son elementos comunes dentro de esta última parte de los Evangelios. La institución de la ordenanza del Partimiento del Pan, es recogida también por todos ellos. El relato de la agonía en Getsemaní, del prendimiento, de la negación de Pedro y de los juicios a que Cristo fue sometido, es material común en los sinópticos. El relato con más o menos detalles de la crucifixión, el título puesto sobre la cruz, el desprecio que soportó el Señor y las tres horas de tinieblas, también están presentes en los tres relatos.
Términos griegos comunes a los sinópticos
Llama la atención que junto al paralelismo de los relatos, se utilicen palabras o expresiones idénticas en ellos. A modo de ejemplo sirva la comparación del relato de la sanidad del leproso (Mt. 8:2–4; Mr. 1:40–44; Lc. 5:12–14), para apreciar esta realidad. Es sorprendente también la coincidencia en el relato de la alimentación de los cinco mil (Mt. 14:15–16; Mr. 6:35–37; Lc. 9:12–13). Analistas del texto griego han llegado a la conclusión de que aproximadamente un 40 % de las palabras que utiliza Marcos, aparecen también en Mateo y Lucas. Muchas otras palabras aparecen bien en Mateo y Marcos, bien en Marcos y Lucas.
Secuencia de los acontecimientos
Ya se ha considerado este aspecto anteriormente. Es suficiente con acudir a una armonía de los Evangelios, para verificar que la secuencia de los acontecimientos es la misma, en líneas generales, para cada uno de los tres primeros Evangelios. Surge la dificultad, en esta armonización, del libre uso que Lucas hace de los acontecimientos en la segunda división del evangelio, lo que hace que resulte un tanto dificultoso determinar cuando se produce el hecho, o incluso cuando fueron pronunciadas algunas enseñanzas o palabras de Jesús. Con todo, a pesar de las diferencias que evidentemente se aprecian en los sinópticos, la similitud es de tal dimensión que la secuencia de los acontecimientos es prácticamente la misma en los tres Evangelios.
Diferencias
Deben ser marcadas las diferencias que aparecen en los tres relatos y que los hacen individuales, es decir, narraciones independientes una de la otra y algo más que una simple adaptación de una fuente común para los tres.
Referencias únicas en Mateo
Pueden establecerse las diferencias siguiendo este órden: 1) La genealogía de Jesús (1:1–17). Aun cuando aparece la genealogía también en Lucas, la diferencia es notoria entre ambas, por razones que se considerarán en su lugar y momento. 2) El nacimiento y relato de la adoración de los magos (1:18–2:23). 3) La oposición de Juan a bautizar a Jesús (3:14, 15). 4) La residencia de Jesús en Capernaúm como cumplimiento profético (4:13–16). 5) El Sermón del Monte (5:1–8:1), que aun cuando aparece parcialmente en Lucas, no tiene comparación en cuanto a extensión y alcance. 6) Curación de dos ciegos y de un endemoniado (9:27–34). 7) La misión de los Doce (9:35–10:42), en un amplio número de frases y precisiones que no aparecen en los Evangelios según Marcos y Lucas. 8) La referencia a Juan el Bautista identificándolo con Elías (11:14). 9) La reflexión sobre la misericordia y el sacrificio (12:5–7). 10) Las obras permitidas en el día de reposo (12:11–12). 11) El comportamiento de Pedro en la tempestad (14:28–31). 12) Sanidades de multitudes (15:30–31). 12) La ilustración de la levadura de los saduceos (16:11–12); 13) La bienaventuranza a Pedro (16:17–19). 14) La reprensión de Pedro (16:22). 15) El temor de los tres discípulos ante la transfiguración del Señor (17:6, 17). 16) La identificación de Elías con Juan el Bautista (17:13). 17) El pago del impuesto del templo (17:24–27). 18) La enseñanza en relación con los más pequeños (18:3, 4, 10, 14). 19) La exhortación al perdón y las normas de disciplina (18:15–20). 19) Aplicación a una referencia profética en relación con la entrada de Jesús en Jerusalén (21:4–5). 20) Las alabanzas de los adolescentes en la entrada en Jerusalén (21:14–16). 21) La advertencia de Cristo relativa al reino que sería quitado de aquellas gentes (21:43). 22) Parte del discurso sobre la condición de los escribas y fariseos (23). 23) El remordimiento y suicidio de Judas (27:3–10). 24) Mensaje de la esposa a Pilato en relación con el sueño que había tenido sobre Cristo (27:19). 25) Lavamiento de las manos de Pilato y exculpación sobre la muerte de Jesús (27:24–25). 26) Algunos milagros operados como consecuencia de la crucifixión y muerte de Jesús (27:51–53). 27) Aparición del Resucitado a las mujeres (28:9–10). 28) La guardia establecida para custodiar la tumba y la huida espantados de los guardianes (27:62–66; 28:2–4, 11–15). 29) La subida de los discípulos a Galilea donde Jesús los encuentra (28:16–18, 20).
Referencias únicas en Marcos
Es el Evangelio con menos material propio, es decir, que no aparezca en los otros dos sinópticos. 1) El escrito como principio del Evangelio de Jesucristo (1:1). 2) El día de reposo hecho para el hombre (2:27). 3) La consideración que tenían algunos, tal vez sus propios familiares, de que Jesús estaba fuera de sí (3:20–21). 4) La parábola del crecimiento de la semilla (4:26–29). 5) Las explicaciones sobre las purificaciones ceremoniales de los fariseos (7:3–4). 6) La sanidad operada en un sordomudo (7:32–37). 7) La sanidad del ciego en Betsaida (8:22–26). 8) La advertencia que Jesús hace sobre la condición necesaria para la expulsión de un determinado tipo de demonio (9:29). 9) Referencias a un fuego perpetuo (9:48–49). 10) El relato del joven que huyó desnudo (14:51–52).
Referencias únicas en Lucas
Son varias las referencias que deben considerarse como únicas del Evangelio según Lucas. 1) El método y propósito del escrito (1:1–4). 2) El nacimiento de Juan el Bautista y el detalle del nacimiento de Jesús (1:5–2:52). 3) Detalle de datación correspondiente al ministerio de Juan (3:1–2). 4) Preguntas y respuestas hechas a Juan (3:10–14). 5) La genealogía de Jesús, con notorias diferencias respecto a la de Mateo (3:23–38). 6) Detalles exclusivos de una de las pescas milagrosas (5:1–11). 7) Sentencias de Jesús sobre riquezas y fama (6:24–26, 34). 8) La resurrección del hijo de la viuda de Naín (7:11–17). 9) El ungimiento de los pies de Jesús por una mujer pecadora en casa de Simón el fariseo (7:36–39). 10) Mujeres que acompañaban a Jesús (8:1–3). 11) La condición física de los discípulos que estaban con Jesús en el monte de la transfiguración (9:31–32). 12) La falta de hospitalidad de los samaritanos (9:51–56). La misión de los setenta (10:1–24). 13) La recepción de Jesús en casa de Marta y María (10:38, 42). 14) Sanidades hechas en sábado (13:11–17; 14:1–6). 15) La denuncia contra Herodes Antipas (13:31–33). 16) Reprensión de burladores (16:14–15). 17) La sanidad de los diez leprosos (17:11–19). 18) Respuesta a la pregunta de los discípulos sobre el futuro (17:20–22, 28, 29, 32, 34). 19) El llamamiento de Zaqueo (19:1–10). 20) La petición de los fariseos para que Cristo reprendiese a sus discípulos (19:39–40). 21) Las lágrimas de Jesús sobre Jerusalén y la predicción sobre su futuro (19:41–44). 22) Palabras de la última cena prácticamente exclusivas de Lucas (22:15–18, 28–32, 35–38). 23) Aspectos distintivos del relato sobre la confrontación de Getsemaní (22:43–44, 48–49, 51, 53). 24) La mirada de Jesús a Pedro en la negación (22:61). 24) Relato distintivo sobre las palabras de Jesús ante el Concilio (22:68–70). 25) El ladrón arrepentido y el impenitente (23:39–41). 26) La oración del ladrón arrepentido y la respuesta del Señor (23:39–41). 27) La séptima expresión de Jesús en la cruz (23:46). 28) El modo como las multitudes se alejaban de la cruz (23:48). 29) La referencia al día en que Jesús fue descendido de la cruz y puesto en la tumba (23:54). 30) Referencia a las mujeres que preparaban especies aromáticas para el cuerpo del Señor (23:56). 31) El efecto causado en los apóstoles por el anuncio de las mujeres sobre la resurrección (24:10–11). 32) El relato de la conversación de Jesús con los discípulos de Emaús (24:13–25).
Referencias únicas de Mateo y Marcos
Varias son las referencias que aparecen en los dos primeros Evangelios y faltan en el tercero. Entre otras merecen destacarse 1) El auditorio, modo de vestir y alimentación de Juan el Bautista (Mt. 3:4–5; Mr. 1:5–6). 2) La prohibición de que diesen testimonio sobre él muchos de los que habían sido sanados (Mt. 12:15; Mr. 3:7–12). 3) Referencia al uso parabólico por Jesús (Mt. 13:34; Mr. 4:33). 4) La fiesta de cumpleaños de Herodes, donde se produjo la muerte de Juan el Bautista (Mt. 14:3–12; Mr. 6:17–29). 5) Jesús caminando sobre el mar (Mt. 14:22–33; Mr. 6:45–56). 6) La curación de la hija de la sirofenicia (Mt. 15:21–29; Mr. 7:24–31). 7) La alimentación de los cuatro mil (Mt. 15:30–38; Mr. 8:13–21). 8) La pregunta de los discípulos sobre Elías (Mt. 17:10–13; Mr. 9:10–13). 9) La enseñanza más extensa sobre el divorcio (Mt. 19:1–12; Mr. 10:1–12). 10) La profecía sobre los falsos cristos y falsos profetas (Mt. 24:23–25; Mr. 13:21–23). 11) El secreto sobre la fecha de la segunda venida de Jesús (Mt. 24:36; Mr. 13:32). 12) El ungimiento de Jesús en Betania (Mt. 26:6–13; Mr. 14:3–9). 13) La salida del grupo con Jesús hacia el Monte de los Olivos (Mt. 26:30–32; Mr. 14:26–28). 13) El silencio de Cristo ante Pilato (Mt. 27:11–14; Mr. 15:2–5). 14) Jesús coronado de espinas (Mt. 27:29–31; Mr. 15:17–20). 15) El grito de Jesús después de las horas de tinieblas (Mt. 27:46–49; Mr. 15:34–36). 16) La gran comisión detallada (Mt. 28:19–20; Mr. 16:15–16).
Referencias únicas en Mateo y Lucas
Se calcula que hay unas 200 referencias comunes en ambos Evangelios. Como muestra se pueden citar: 1) Ejemplo de la predicación del Bautista (Mt. 3:7–10, 12; Lc. 3:7–9, 17). 2) Detalle de las tentaciones de Jesús (Mt. 4:1–11; Lc. 4:1–13). 3) Algunas bienaventuranzas (Mt. 5:3, 4, 6, 11, 12; Mr. 6:20–23. 3) Precisión acerca de la Ley (Mt. 5:18; Mr. 6:17). 4) Mandamiento de amar a los enemigos (Mt. 5:39–48; Lc. 6:27–36). 5) La oración del Padrenuestro (Mt. 6:9–13; Lc. 11:2–4). 6) El mandamiento de no afanarse (Mt. 6:19–21, 25–33; Lc. 12:22–34). 7) La exhortación a la oración (Mt. 7:7–11; Lc. 11:9–13). 8) La fe del centurión (Mt. 8:5–13; Lc. 7:1–10). 9) La exhortación a pedir que Dios envíe obreros (Mt. 9:37–38; Lc. 10:2). 10) El valor de los hombres superior al de las avecillas (Mt. 10:26–33; Lc. 12:2–9). 11) Los detalles sobre la duda de Juan sobre Cristo y el testimonio de Cristo sobre Juan el Bautista (Mt. 11:2–11, 16–19; Lc. 7:18–20, 22–28, 31–35).
Referencias únicas en Marcos y Lucas
Hay unas veinticuatro referencias textuales que solo tienen paralelo en Marcos y Lucas. Cabe destacar entre ellas 1) la expulsión de un demonio en Capernaum (Mr. 1:23–28; Lc. 4:33–37). 2) El ministerio evangelizador de Jesús y su propósito (Mr. 1:35–38; Lc. 4:42–43). 3) Lámparas que deben alumbrar y oídos que deben prestar atención (Mr. 4:21–24; Lc. 8:16–18). 4) Referencia al regreso de los Doce después del cumplimiento de la primera comisión (Mr. 6:30; Lc. 9:10). 5) La acción de Juan en relación con el exorcista (Mr. 9:38–41; Lc. 9:45, 50). 6) La ofrenda de la viuda (Mr. 12:40–44; Lc. 21:1–4).
Relatos parabólicos
Jesús utilizó el discurso parabólico como un modo habitual de enseñanza, especialmente desde el momento en que comenzó a ser rechazado por los líderes de la nación y por el pueblo en general. Las parábolas forman parte de un extenso documento en cada uno de los Evangelios, sin embargo, hay diferencia en el número que es propio de cada uno de los escritos.
Parábolas únicas en Mateo
Deben considerarse como únicas en el primer Evangelio las siguientes parábolas: 1) La cizaña (13:24–30, 36–43). 2) El tesoro escondido (13:44). La perla de gran precio (13:45, 46). 3) La red (13:47, 50). 4) El siervo inmisericorde (18:23–35). 5) Los obreros de la viña (20:1–16). 6) Los dos hijos (21:28–32). 7) La fiesta de las bodas del hijo del rey (22:1–14). 7) Las cinco vírgenes (25:1–13). 8) Los talentos (25:14–30).
Parábolas únicas en Marcos
Tan sólo puede considerarse cómo peculiar a Marcos la parábola de la semilla que crece en secreto (4:26–29).
Parábolas únicas en Lucas
El tercer Evangelio tiene el mayor número de parábolas que le son propias, así: 1) Los dos deudores (7:40–50). 2) El buen samaritano (10:29–37). 3) El amigo a media noche (11:5–13). 4) El rico insensato (12:13–21). 5) Los siervos vigilantes (12:35–40). 6) La higuera estéril (13:1–9). 7) Los principales asientos (14:7–11). 8) La gran cena (14:15–24). 9) El que edifica sin calcular el costo (14:28–30). 9) El rey que se descuida (14:31–33). 10) La moneda perdida (15:8–10). 11) El hijo pródigo (15:11–32). 12) El mayordomo injusto (16:1–13). 13) El rico y Lázaro (16:19–31). 14) El siervo inútil (17:7–10). 15) El juez injusto (18:1–8). 16) El fariseo y el publicano (18:9–14). 17) Las diez minas (19:11–27).
Parábolas únicas en Mateo y Lucas
Los dos Evangelios tienen en común las siguientes parábolas: 1) Los dos constructores (Mt. 7:24–27; Lc. 6:47–49). 2) Los muchachos en la plaza (Mt. 11:16–19; Lc. 7:11–24–26). 3) La levadura (Mt. 13:33; Lc. 13:20). 4) La oveja perdida (Mt. 18:12–14; Lc. 15:1–7). 5) El contraste entre siervos (Mt. 24:45–51; Lc. 12:42–48).
Parábolas comunes a los tres Evangelios
Figuran en los tres relatos las siguientes parábolas: 1) El sembrador (Mt. 13:3–9, 18–23; Mr. 4:3–9, 14–20; Lc. 8:4–15). 2) La semilla de mostaza (Mt. 13:31–32; Mr. 4:30–32; Lc. 13:18–19). 3) Los labradores malvados (Mt. 21:33–41; Mr. 12:1–9; Lc. 20:9–16).
Pérez Millos, S. (2009). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Mateo (pp. 21–35). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.