Contemporizar el mensaje cristiano
Objetivos del capítulo
Al finalizar este capítulo, debería ser capaz de:
• Apreciar los cambios en la cultura, que se han acelerado en los últimos años.
• Analizar y describir los elementos del cristianismo que son eternos e inalterables y contrastarlos con los que son expresiones temporales.
• Comparar y contrastar diferentes enfoques para contemporizar la teología y diferenciar los valores que hay en cada uno de ellos.
• Determinar que el objetivo esencial de la teología es la identificación de las verdades y las doctrinas centrales del cristianismo y colocarlas en su contexto cultural.
Resumen del capítulo
El mundo de la Biblia y el actual son muy diferentes. Es importante expresar el mensaje del evangelio de forma que pueda ser entendido en el mundo actual. Muchos teólogos han intentado hacer esto para que el mensaje sea aceptable para el pensamiento moderno. Algunos teólogos no sólo han cambiado la forma de la expresión, sino también su sustancia. El objetivo de contemporizar el mensaje cristiano es retener el contenido y la doctrina bíblica a la vez que se hace más comprensible el mensaje hoy en día. Se presentan cinco criterios para evaluar la integridad del mensaje.
Cuestiones de estudio
1. ¿Cómo respondería al intento de Rudolf Bultmann de desmitologizar el cristianismo en el mundo moderno?
2. Nombre y describa brevemente los elementos permanentes del cristianismo que el autor menciona y explique qué los hace esenciales para el cristianismo.
3. Compare y contraste el punto de vista transformador con el punto de vista traductor en la contemporización de la teología hoy en día.
4. ¿Qué criterios se utilizan para identificar la esencia de una doctrina?
El reto de la obsolescencia
El elemento permanente en el cristianismo
Una institución
Actos de Dios
Experiencias
Doctrinas
Un modo de vida
Dos enfoques para contemporizar la teología
Transformadores
Traductores
Criterios de permanencia
Constancia en todas las culturas
Situación universal
Factor permanente reconocido como base
Vínculo indisoluble con una experiencia considerada esencial
Posición final dentro de la revelación progresiva
El reto de la obsolescencia
Un problema de especial preocupación para el teólogo, y por supuesto para toda la iglesia cristiana, es la diferencia aparente entre el mundo de la Biblia y el mundo actual. No sólo la lengua y los conceptos, a veces también todo el marco de referencia parece ser muy diferente. Empezamos este capítulo describiendo una visión extrema de esta diferencia.
Rudolf Bultmann convulsionó el mundo teológico en su ensayo "Nuevo Testamento y Mitología." En él, observa que el Nuevo Testamento nos da un punto de vista mítico del mundo. Esto se ve de forma más obvia en su concepción de cosmología. Según Bultmann, el Nuevo Testamento concibe el mundo esencialmente como una estructura de tres niveles, arriba está el cielo con Dios y los ángeles; en el medio está la tierra donde viven los humanos; y abajo el infierno con el diablo y sus demonios. Incluso en la tierra, lo que ocurre no son solamente sucesos naturales. También se producen milagros. Dios aparece, y sus ángeles comunican mensajes y ayudan al hombre. Los demonios del reino inferior afligen a los seres humanos, creando enfermedades y otros infortunios, incluso tomando posesión de ellos en algunos momentos. Dios puede inspirar los pensamientos humanos o guiar sus acciones. Puede darles visiones celestiales. Puede darles el poder sobrenatural de su Espíritu. El mundo es el campo de batalla en el que está teniendo lugar una gran batalla o combate entre las fuerzas del bien y del mal. Pero pronto llegará el momento en que esta batalla terminará en un gran cataclismo. Habrá infortunios apocalípticos después de los cuales el Juez vendrá del cielo, los muertos resucitarán y tendrá lugar el juicio final y todos llegarán a su estado final, la salvación o la condenación eterna.
Según Bultmann, este punto de vista mitológico del mundo era el punto de vista general en la época en la que se escribió la Biblia. Se puede encontrar en la apocalíptica judía y en los mitos redentores de los gnósticos. En otras palabras, no hay nada especial en la cosmología bíblica. La Biblia sólo refleja la perspectiva del siglo primero. Como tal, sus ideas sobre estos asuntos han quedado obsoletas para nosotros hoy en día.
Bultmann asegura que la idea del universo de los tres niveles hoy en día es insostenible. Copérnico ha hecho posible esto para cualquier persona consciente, viva e inteligente de nuestro tiempo, o, incluso, para cualquier tiempo desde la época de Copérnico. Para la gran mayoría de personas que viven en el mundo actual no se sostiene la antigua idea de que la tierra es plana y tiene cuatro esquinas. Lo mismo ocurre con la idea de que la posesión demoníaca es lo que causa las enfermedades. La medicina moderna nos ha demostrado que las enfermedades son causadas por bacterias y virus, no por la posesión demoníaca. Con nuestra nueva comprensión de las causas naturales, los milagros del Nuevo Testamento ya no se consideran milagrosos, así como la idea de la ascensión de Jesucristo a los cielos ha desaparecido junto con el mito de los tres niveles del universo. La escatología bíblica mítica también es insostenible, y por ninguna otra razón más que el hecho de que la segunda venida de Cristo no se ha producido. Si esperamos un final del universo tal como lo conocemos, éste será mediante una catástrofe, como un holocausto nuclear, en lugar de con la mítica venida de Cristo. Es imposible tomar literalmente esos mitos. Lo que Bultmann sugiere es que los reinterpretemos.5
Si Bultmann pone objeciones lógicas a mantener lo que él considera mitos pasados de moda, también existe una dificultad psicológica. El cristiano medio, incluso el que asiste a la iglesia regularmente, vive en dos mundos distintos. El domingo por la mañana, desde las once hasta el mediodía, esa persona vive en un mundo donde las hachas flotan, los ríos se detienen como si estuvieran embalsados, los burros hablan, la gente camina sobre el agua, los muertos vuelven a la vida incluso días después de haber muerto y un niño nace de una madre virgen. Pero durante el resto de la semana, el cristiano se mueve en un ambiente muy distinto. Aquí la tecnología, la aplicación de los descubrimientos científicos modernos es la norma. El creyente sale de la iglesia conduciendo un automóvil moderno, con transmisión automática, dirección asistida, servofrenos, radio AM-FM, aire acondicionado y otros aparatos y llega a una casa de similares características. En realidad los dos mundos chocan. En el mundo cristiano bíblico, cuando la gente está enferma se ora pidiendo una curación divina, pero en este mundo secular, sin embargo, se va al médico. ¿Durante cuánto tiempo se podrá mantener esta esquizofrenia?
El elemento permanente en el cristianismo
Bultmann sostiene que los conceptos pasados de moda pueden y deben cambiarse, pero que haciéndolo no perdemos la originalidad del cristianismo. Todavía es cristianismo. Pero, de hecho ¿ha perdido la esencia de la religión al hacer esto? Debemos hacernos la pregunta: ¿qué tenemos que retener para mantener un cristianismo genuino o para seguir siendo genuinamente cristianos? Diferentes teologías y segmentos del cristianismo han sugerido distintas respuestas sobre cuál es el elemento permanente del cristianismo: (1) una institución, (2) actos de Dios, (3) experiencias, (4) doctrinas, (5) un modo de vida.
Una institución
Una primera respuesta es que el elemento permanente en el cristianismo es el institucional. Quizá la forma más pura de esta respuesta es el punto de vista de la tradición católica romana. Según este punto de vista, Dios ha hecho de la iglesia la depositaria última de la verdad. La revelación terminó cuando el último apóstol murió. Desde entonces la iglesia no ha añadido más contenido a la revelación, sino que ha aclarado o definido lo que ha sido revelado. Ha añadido nuevos dogmas, pero no nuevas revelaciones. La iglesia, como sucesora de los apóstoles, a los que se les confió la verdad, tiene autoridad para promulgar estos nuevos dogmas exponiéndolos e interpretándolos de forma infalible. En consecuencia, la iglesia es el factor constante. La verdad que hay que creer es la enseñanza actual de la iglesia. Aunque el dogma puede crecer y modificarse, la iglesia permanece constante.
Actos de Dios
Otra respuesta que se ha dado en los últimos años es que el elemento permanente del cristianismo son una serie de eventos históricos especiales o actos poderosos de Dios. Esta es la posición tomada por la escuela de pensamiento de la "teología bíblica" o "Heilsgeschichte." La mayoría de los relatos bíblicos no tienen por qué ser precisos o normativos, ya que la Biblia contiene mucho más que esos actos especiales de Dios. La religión bíblica está formada por la respuesta de los seres humanos a los actos de Dios. Por lo tanto, la mayoría de las narraciones son meras interpretaciones que el pueblo del pacto ha hecho sobre lo que ellos creían que había hecho Dios. El gran evento del Antiguo Testamento, el gran acto de Dios, es el éxodo. Los sucesos relatados que precedieron al éxodo son las interpretaciones de los hebreos sobre su pasado basándose en la fe conseguida gracias al éxodo. No son tanto historias literales sobre lo que Dios hizo como parábolas que expresaban la fe de los hebreos. Representan lo que los hebreos esperaban que hubiera hecho el tipo de Dios que ellos habían experimentado. De la misma manera, lo que se dice sobre el postéxodo se tiene que entender como su interpretación de sucesos subsecuentes a través de la perspectiva de la fe que ellos habían conseguido gracias al éxodo. Vieron la mano de Dios obrando en todo tipo de sucesos.
Para esta escuela de pensamiento hay, en efecto, dos actos de Dios: el éxodo en el Antiguo Testamento y el "evento cristológico" en el Nuevo. Por lo tanto, la Biblia no es tanto un relato de los actos de Dios como la religión de los hebreos. Se ha producido un cambio sutil. El énfasis ya no está en Dios como sujeto de los verbos de la Biblia, sino en la fe religiosa de los hebreos y en el pensamiento de los hebreos como los sujetos de los verbos en los libros modernos sobre el significado de la Biblia. Como señala Langdon Gilkey en un artículo clásico, el cambio se encubre poniendo los verbos en forma pasiva ("fue visto" o "fue creído," es decir, por los hebreos).
Según esto, son los actos de Dios, no los relatos bíblicos, el elemento permanente y autoritativo en el cristianismo. Aquí la distinción entre la teología bíblica, tal como la creían los hebreos, y la teología sistemática, tal como la creemos nosotros, es crucial. Gilkey ve este enfoque como un punto de vista que por una parte es medio liberal y moderno, y por otra, medio bíblico y ortodoxo. Los que lo defienden dicen que al desarrollar en la actualidad nuestra teología o, si se quiere, nuestra religión, tenemos que mantener estos actos de Dios como normativos. Sucedieron de una vez y para siempre. Por otra parte, las interpretaciones que se dieron a los eventos anteriores y posteriores pueden reemplazarse libremente con interpretaciones actualizadas.
Experiencias
Otra respuesta es que las experiencias perdurables son la esencia, el factor permanente, del cristianismo. Aunque las creencias doctrinales pueden cambiar, la gente de todos los periodos de tiempo tienen las mismas experiencias. Un ejemplo notable de esa experiencia es la esperanza universal de inmortalidad. Harry E. Fosdick considera la idea bíblica de la resurrección del cuerpo como la manera en que la personas que vivían en aquel tiempo dieron expresión a su esperanza de inmortalidad. Dada la concepción de los hebreos sobre el Seol, un lugar justo debajo de la superficie de la tierra donde los muertos soportan una existencia vacía y sin sentido, no es de extrañar que la gente esperase regresar a la tierra, resucitar del Seol. Hay que añadir a esto la influencia del zoroastrismo, que durante el exilio se convirtió en el molde en el que los hebreos vertieron su esperanza de una vida más allá de la muerte. Por lo tanto, la esperanza de que la muerte no sea el final empezó a tomar la familiar forma de un estado intermedio entre la muerte y el juicio final, una resurrección general de los justos y los impíos, un juicio y la designación de esos cuerpos-almas al cielo o al infierno. Aunque el Nuevo Testamento hace nuevas modificaciones, todavía presenta este punto de vista básico.11
Fosdick encuentra la idea de una resurrección del cuerpo exageradamente materialista. Desde su punto de vista no es necesario preservar esta doctrina particular, sino más bien retener la experiencia perdurable de la cual surge, y a la que satisface. Esta experiencia es la esperanza de la vida futura, esperanza que se puede mantener con un "marco mental" diferente. Fosdick es consciente de que está cambiando la forma de entender la doctrina o los conceptos, pero esto para él carece de importancia, ya que son sólo formas transitorias de expresar convicciones y experiencias permanentes. La esperanza de la inmortalidad se puede preservar mientras que se sustituye la idea de la resurrección del cuerpo por un entendimiento doctrinal diferente. El nuevo entendimiento que él propone es la inmortalidad del alma. Este punto de vista particular fue propuesto por Orígenes. Fosdick mantiene que con esta concepción él y otros como él han dado consuelo a los afligidos, han ayudado a sobrellevar con paciencia y gozo la edad madura, y han hecho que merezca más la pena que la juventud luche por tener un carácter íntegro. Esta concepción ayuda a clarificar la experiencia universal de los antiguos hebreos y los cristianos contemporáneos.
Doctrinas
Algunos afirman que lo permanente y lo que no cambia en el cristianismo son una serie de doctrinas que se presentaron en los tiempos bíblicos y que continúan en el presente. A diferencia de Fosdick, los que mantienen este punto de vista insisten en que las concepciones modernas no pueden sustituir a las doctrinas bíblicas. J. Greshan Machen fue un claro defensor de este punto de vista. Él prestó particular atención al intento de separar las enseñanzas éticas de Jesús de la doctrina que la acompañaba. Algunos, por ejemplo, han mantenido que los discípulos de Jesús, al basar su fe en el evento de la vida y la muerte de Jesús, fueron más allá de lo que él pretendía. Según esta visión, Jesús simplemente proclamó un reino de Dios sin hacerse él mismo objeto de creencia. Él no se consideraba a sí mismo el Mesías. Sin embargo, esta teoría ha demostrado ser insostenible. Aunque William Wrede y Adolf von Harnack reconstruyeron un Jesús que no se creía a sí mismo un mesías, lo hicieron mediante una cuidadosa selección de pasajes. Sin embargo, a pesar de la cuidadosa selección de ciertas porciones como el sermón del monte, todavía existe un problema inextirpable. Ya que, incluso aquí, cuando Jesús habla del tipo de comportamiento que debe caracterizar a los ciudadanos del reino, hay un enfoque peculiar. Mientras que los profetas decían "Ha dicho Jehová," Jesús anunció: "Yo os digo." Evidentemente él se consideraba alguien que tenía el derecho de reemplazar la ley y además basándose en su propia autoridad.
Vamos a desviarnos de estas consideraciones por el momento, dice Machen, y veamos qué pasa si construimos un cristianismo que retenga y practique sólo las enseñanzas éticas de Jesús. En algunos casos la regla de oro podría funcionar para el mal en lugar de para el bien. Tomemos el ejemplo de alguien que quiere dejar el alcohol. Sus antiguos compañeros de borrachera, si siguen la regla, le ofrecerán una copa, porque es lo que ellos quieren que los demás hagan por ellos. Por lo tanto la regla de oro se convierte en un poderoso obstáculo en el camino del avance moral. Sin embargo, el problema aquí no está en la regla, sino en la interpretación de su ámbito. Como el resto del sermón del monte, la regla de oro no iba dirigida al mundo entero. Jesús pretendía que la practicasen los discípulos, ciudadanos del reino de Dios. (Aquí entramos en el campo de la doctrina). Ellos son personas que han pasado por una transformación moral y espiritual. Si ellos les hacen a los demás lo que quieren que los demás hagan por ellos, harán lo correcto, porque las cosas que desean recibir de los demás serán virtuosas y puras. Y además de esto, la habilidad de hacer a otros lo que uno quiere para sí presupone una transformación y una infusión del poder espiritual. Las enseñanzas éticas no son suficientes sin la realidad que expone la doctrina subyacente tras la regla de oro. Tampoco las experiencias de las que habla Fosdick con tanto entusiasmo son realmente posibles sin las verdades doctrinales que las garantizan.
Un modo de vida
Una visión final identifica el elemento permanente como un modo de vida particular, o en otras palabras, una ética particular. Siguiendo la dirección señalada por Immanuel Kant y más tarde por Albrecht Ritschl, los que sostienen este punto de vista ven que la esencia de la religión está más en el comportamiento que en la creencia. Walter Rauschenbusch fue uno de los exponentes principales de este punto de vista.
Para determinar la naturaleza y el propósito real del cristianismo, observa Rauschenbusch, debemos verlo en su forma más pura y menos pervertida tal como estaba en el corazón de Jesucristo, ya que ha sido modificado de manera significativa a lo largo de la historia de la iglesia. La forma de entender y expresar el cristianismo que tenía Jesús se puede resumir en la sencilla frase "el reinado de Dios." Era el centro de sus parábolas y profecías. Era la base de todo lo que hacía. Es el primer y más esencial dogma de la fe cristiana. El reinado de Dios es el ideal social perdido del cristianismo. Lo que está pidiendo Rauschenbusch es una renovación del propio espíritu de Jesús y sus objetivos.
La enseñanza de Jesús en lo que se refiere al reinado de Dios en los corazones humanos no era algo nuevo y sin precedentes, según Rauschenbusch. Él lo único que hacía era continuar y elaborar el énfasis que los profetas ponían en la justicia personal y social. Jesús se oponía a los conceptos populares en los puntos en que entraban en conflicto con estos ideales. Lo que él proponía era un reino de Dios en la tierra; nunca lo mencionó en conexión con el cielo. Esta preocupación por la justicia, la igualdad social y la democracia fue el centro de la enseñanza y la práctica de Jesús y también debería ser el nuestro.
Dos enfoques para contemporizar la teología
Debería resultar aparente, desde el punto de vista de la religión adoptada en el primer capítulo, que el contenido doctrinal es un componente importante en el cristianismo, y que por lo tanto debe conservarse. Para nuestros propósitos en esta obra, se considerará como el elemento permanente más importante, un componente necesario, pero no suficiente del cristianismo. Pero si vamos a mantener la pertinencia de la religión cristiana, en este punto debemos introducir una preocupación adicional: cómo contemporizar la teología.
Los que creen que las creencias cristianas son importantes, pero necesitan ser expresadas de forma contemporánea siguen dos enfoques diferentes. (En esta sección no tomaremos en cuenta a las personas que no consideran los conceptos de gran importancia y que por lo tanto se muestran indiferentes a lo que se haga con ellos). Resulta útil la clasificación realizada por William Hordern. Denomina a estos dos enfoques como los traductores y los transformadores. Los traductores son teólogos que sienten la necesidad de reexpresar el mensaje de una forma más inteligible, pero que intentan retener el contenido, como se hace cuando se traduce de un idioma a otro. Sin embargo, los transformadores, como su nombre indica, están preparados para hacer cambios más serios en el contenido del mensaje para relacionarlo con el mundo moderno. Examinaremos primero este punto de vista más radical.
Transformadores
Los transformadores están convencidos de que el mundo ha sufrido un gran cambio desde los tiempos bíblicos. Ya estén pensando en las transformaciones tecnológicas de los últimos años o en los cambios más grandes en la ciencia básica en este siglo y antes, el mundo de hoy ya no es el mundo en el que surgió y creció el cristianismo. Es más, las creencias cristianas como tal están tan inseparablemente unidas a la antigua cosmovisión que no se pueden mantener independientemente de ella. En otras palabras, las creencias son la variable dependiente, el medio intelectual más amplio la variable independiente. Realmente no hay posibilidad de retener las creencias sólo enunciándolas de nuevo o modernizándolas.
Los liberales adoptan esta postura. Aunque algunos han preferido la etiqueta de modernistas, viéndose a sí mismos como los actualizadores de las viejas creencias, no consideran que la esencia del cristianismo esté realmente unida a las doctrinas particulares que tenían los antiguos creyentes. Por lo tanto, no es necesario conservar o preservar esas doctrinas.
Los transformadores también creen que la humanidad ha cambiado radicalmente con el paso del tiempo. Mientras que en cierto momento el mensaje puede haber sido adecuado y útil para los humanos además de ser aceptable para ellos, ahora son tan distintos, su misma naturaleza está tan alterada, que el mensaje caerá en oídos sordos o incluso será rechazado.
Como la verdad se considera en gran medida relativa, la humanidad de hoy es el juez de lo que es correcto e incorrecto. En ningún sentido se tiene la idea de que una revelación de Dios pueda ser fuente y criterio de la verdad. Por lo tanto, no hay nada normativo fuera de la experiencia humana, nada que pudiera enjuiciar las ideas humanas. Si tiene que producirse alguna alteración para que haya coherencia entre el cristianismo tradicional y el pensamiento de la gente actual, es la doctrina cristiana la que tiene que cambiar, no el humano. Relevancia es la palabra clave, en lugar de autoridad. Las fuentes de las que se extrae el contenido del cristianismo serían mucho más amplias que en el cristianismo tradicional. Tendrían que consultarse no sólo algunos documentos sagrados, sino toda la gama de la literatura, la filosofía y las ciencias para informar la creencia cristiana.
Un caso claro del enfoque transformador es la teología de la muerte de Dios, que tuvo una vida breve pero espectacular a mediados de los años 60. Era una teología característicamente americana, aunque tuvo paralelismos, como el pensamiento de John A. T. Robinson en Inglaterra. Los representantes más conocidos del movimiento fueron Thomas J. J. Altizer, William Hamilton y Paul Van Buren. El mismo nombre del movimiento indica lo radicalmente dispuestos que estaban estos hombres a llevar a cabo su objetivo de transformación del mensaje cristiano. Incluso abandonarían la creencia tradicional de Dios si fuera necesario. Desde luego ninguna creencia podría ser más básica que la de Dios.
Estos teólogos encontraron la concepción de Dios insostenible. Para algunos, la muerte de Dios significaba la irrealidad de la idea de Dios o de la palabra Dios. Paul van Buren, siguiendo el método de la filosofía analítica, pensaba que el concepto no tenía significado en un mundo de orientación empírica. En parte, todo esto era resultado de lo que los teólogos de la muerte de Dios consideraban como la quiebra del punto de vista neoortodoxo de la revelación.23 Según la neoortodoxia, a Dios no se le conoce a través de su naturaleza o de las experiencias disponibles general y universalmente para toda la gente, sino a través de y en su encuentro personal con el ser humano. Pero este encuentro, que no se puede controlar o forzar, parece que había dejado de producirse según los teólogos de la muerte de Dios. Parece haber una ausencia de la presencia de Dios. Es más, la capacidad cotidiana de experimentar a Dios parece haberse agotado para mucha gente moderna. Algunos cristianos encuentran a Dios significativamente en ciertos lugares. Un tranquilo santuario, las vidrieras, un órgano que toca cierto tipo de música evoca muchos sentimientos religiosos en mucha gente, sólo por su respuesta condicionada hacia esos estímulos. Algunas personas no pueden oír o cantar "Cuán grande es Él" sin sentir piedad. Sin embargo, muchas personas de hoy en día no tienen ese tipo de respuesta. Nunca han tenido este tipo de experiencia. Por lo tanto, los teólogos de la muerte de Dios concluyeron que "el sentido de la presencia de Dios" es más un fenómeno psicológico que religioso.
Aquí también tenemos el problema de lo que Dietrich Bonhoeffer llamó "un mundo que ha alcanzado la mayoría de edad." En el pasado, Dios era la respuesta a los rompecabezas y la solución a los problemas. Cualquier cosa que no se podía explicar se pensaba que estaba causada por Dios. Esto dio lugar a la expresión el "dios de las brechas." Las brechas son las lagunas en el conocimiento humano. Sin embargo, como el conocimiento ha aumentado, el lugar de Dios como principio explicatorio ha menguado. Él se ha ido retirando primero de una isla y luego de otra. La Geología, la Biología y la Psicología cada una en su momento han desplazado a Dios. La otra función típica desempeñada por Dios, la solución de los problemas, también ha tendido a evaporarse. En los tiempos bíblicos si la mujer de un hombre era estéril, se ofrecían oraciones a Dios para que "abriese su matriz" y que así pudiesen nacer hijos. Sara y Ana son dos ejemplos bíblicos notables. En nuestros días, la mujer va al ginecólogo, que le receta píldoras para la fertilidad; y nace un niño (o varios). En la Biblia si había una sequía, las personas oraban para que Dios enviase lluvia y llovía. Hoy, los científicos buscan una nube que tenga cierta humedad, vuelan sobre ella y le echan yoduro de plata o algo similar y ¡la lluvia cae! Parece que Dios se ha quedado sin empleo. El puesto que tradicionalmente ocupaba Dios en la experiencia humana ahora lo ocupan otros. No se le necesita como parte del mundo, y en consecuencia el concepto de Dios no tiene sentido para los seres humanos.
Sin embargo, hay que añadir algo al problema. La dificultad actual de los seres humanos no es sólo la ausencia de la experiencia de Dios. Es la experiencia de la ausencia de Dios. El problema del mal es real y serio. Ver lo destructiva que puede ser la naturaleza preocupa a la gente que cree en un ser divino todopoderoso. Y más allá de esto está el problema del mal moral. La crueldad humana y la indiferencia hacia los demás es asombrosa. Si Dios es realmente Dios, si es todopoderoso y puro amor, sin duda desearía evitar este tipo de mal en el mundo y podría hacerlo. La continua presencia del mal en ambas formas parece argumentar de forma evidente en contra de la existencia de tal Dios.
Thomas Altizer enfrenta el problema de una manera más subjetiva, casi con un enfoque místico. Él resalta no tanto el hecho de dejar de experimentar a Dios, como la muerte del Dios primordial o trascendente. Este Dios ha sufrido voluntariamente una transformación que va desde un ser externo al mundo que ocasionalmente obra en él, a un ser totalmente inmerso en los procesos de este mundo. Mientras que la encarnación en la teología ortodoxa se ha considerado como el acto de la venida Dios para hacerse uno con la raza humana, para Altizer no es más que un símbolo, sólo una venida más de toda una serie de ellas. A través de la historia Dios ha estado viniendo hacia la humanidad. El proceso ahora se ha completado. La muerte de Dios es por lo tanto el suicidio del Dios primordial y el nacimiento de un Dios inmanente.
Lo que recomendaron los teólogos de la muerte de Dios es toda una fe secular. En lugar de encontrar a Dios de una manera trascendente, en actos de alabanza y oración, este movimiento proponía encontrarle de nuevo en la acción, como en la implicación en el movimiento de los derechos humanos.
Traductores
Para los traductores, los transformadores no han reexpresado el mensaje, sino que lo han cambiado por otro. Un cristianismo sin Dios, o al menos sin un Dios trascendente, y sin un lugar cualitativamente especial para Jesucristo, no merece la pena que siga siendo denominado cristianismo. Los traductores comparten con los transformadores el deseo de hablar un lenguaje fresco e inteligible para el mundo moderno. Sin embargo, enfatizan con mucha más fuerza la necesidad de dejar claro que es el mensaje autoritativo el que se tiene que expresar. Uno de sus objetivos es retener el contenido básico del mensaje. En este sentido los traductores son conservadores. Otro objetivo es poner el mensaje en una forma nueva, hablar el lenguaje del oyente. Al igual que uno no pensaría en predicar un sermón en griego bíblico a gente que no entiende ese idioma, también es crucial alejarse de las expresiones antiguas o no familiares y utilizar sinónimos sacados de la experiencia contemporánea. Los traductores intentan decir lo que la Biblia diría si se estuviera escribiendo en la situación actual.
En los círculos cristianos conservadores parece haber un deseo real de hacer este tipo de esfuerzo. La popularidad de las paráfrasis de la Biblia testifica la percepción de esta necesidad. La versión Dios habla hoy, la Biblia en lenguaje sencillo, la versión de J.B. Philips, e incluso la versión Cotton Patch hacen que los eventos de la Biblia parezcan reales. Aunque los traductores bíblicos y los exégetas con frecuencia censuran estas paráfrasis de la Biblia por ser traducciones pobres (desde luego nunca pretendieron ser traducciones), hoy en día las personas no especialistas con frecuencia las encuentran útiles y esclarecedoras. El éxito de las paráfrasis puede sugerir que los estudiosos bíblicos del pasado hicieron un trabajo mejor averiguando lo que significaba la Biblia para los oyentes originales que expresando lo que significa para el lector moderno.
Los traductores mantienen que el ser humano no es la medida de la verdad. Es Dios el que habla y los seres humanos los que están a prueba y no al revés. Si la transformación es necesaria, es el ser humano, no el mensaje, el que debe ser transformado. Aunque los traductores pretenden hacer el mensaje inteligible o comprensible, no esperan que sea aceptable según el criterio humano actual. Hay una dimensión inherente al mensaje que siempre será causa de ofensa para los no cristianos. El mensaje debe retar a la mentalidad contemporánea, no sólo acomodarse a ella. Quizá incluso más ofensivo que las creencias de la Biblia son sus enseñanzas éticas. Esto parece cuestionar no sólo lo que uno cree, sino también lo que uno hace o lo que uno es. Ya sea doctrinal o ético en su naturaleza, el mensaje bíblico creará una fricción, una fricción que el teólogo y la iglesia no deberían intentar borrar.
El traductor debe distinguir cuidadosamente entre el mensaje y las interpretaciones y tradiciones que han surgido a partir de él. Estas últimas a veces se han hecho más influyentes que el mensaje mismo. De hecho, algunas personas son incapaces de distinguir entre la interpretación y el mensaje. Para ellos, cualquier intento de volver a exponer el mensaje parece una manipulación y una modificación o abandono del mensaje. Deben ser conscientes, sin embargo, de que los no cristianos puedan encontrar una interpretación particularmente desagradable y por ello rechazar el mensaje. No hay virtud, desde el punto de vista del traductor, en intentar preservar para siempre una manera de expresar un concepto. Las interpretaciones particulares son el auténtico tema de la teología histórica, lo que se ha creído, mientras que para la teología sistemática es lo que tenemos que creer.
Parte de la dificultad al contemporizar el mensaje surge del hecho de que la revelación bíblica sucede en una situación particular. Por lo tanto, el mensaje tiene una forma localizada. El problema está en detectar lo que simplemente era algo que había que creer y hacer en aquella situación, y lo que es de aplicación universal. Rápidamente vienen ejemplos a la mente: ¿el lavado de pies es una práctica que la iglesia debe continuar, de la misma forma que con el bautismo o la cena del Señor, o simplemente era algo adecuado a la situación bíblica? ¿La forma del bautismo es tan esencial en el acto como para que debamos determinar e intentar preservar esa forma precisa que se usaba en los tiempos bíblicos? ¿Y qué hay del gobierno de la iglesia? ¿El Nuevo Testamento da la forma normativa que hay que seguir para siempre o sólo son sugerencias que podemos sentirnos libres de modificar si la necesidad lo requiere?
Surge una complicación adicional del hecho de que la Biblia no trata completamente los temas conectados con ciertas doctrinas. Al contemporizar el mensaje, ¿tenemos que limitarnos explícitamente a lo que dicen las Escrituras o podemos asumir que los escritores bíblicos si hubieran tenido que enfrentarse a los problemas más complejos a los que nosotros nos enfrentamos, habrían dicho algo más? Un ejemplo es la doctrina de la Trinidad, de la que no se habla de forma explícita o directa en ninguna parte de las Escrituras. Esto no quiere decir que no hubiera conceptos sobre la Trinidad en los tiempos bíblicos, pero la reflexión y la formulación de la doctrina no había progresado tanto como para que se expresara específicamente en las Escrituras. En consecuencia, en esta doctrina no tenemos un trabajo bíblico como el que Pablo nos ofrece sobre la doctrina de la justificación, por ejemplo.
Otra dificultad surge de la necesidad de relacionar la revelación bíblica con nuestro entendimiento actual más completo sobre la revelación general. Por ejemplo, Pablo enseñó con bastante claridad que todos los seres humanos son pecadores (habló de forma detallada de nuestra naturaleza corrupta y pecadora y la consiguiente culpabilidad ante Dios). Esto él de alguna manera lo atribuía a Adán y a su pecado (Ro. 5:12–21). Hoy la biología, la antropología, la psicología, la sociología y muchas otras disciplinas plantean nuevas preguntas sobre la naturaleza humana, el alma (incluso si existe o no) y la base de los rasgos personales. Si tuviéramos que relacionar la revelación bíblica con nuestra cultura moderna, tendríamos que enfrentarnos a preguntas que Pablo no tuvo que enfrentar. Si por inspiración él hubiera sido capaz de hablar de ellas, sus primeros lectores no habrían podido entenderle.
Algunas verdades bíblicas se expresan de forma incomprensible para la gente de hoy en día. Fíjese que estamos hablando de la forma de expresión de una verdad, no de su esencia. La doctrina de la providencia de Dios es la enseñanza de que Dios vigila y guía todo lo que es y lo que sucede. Para ilustrar esta verdad, la Biblia compara a Dios con el buen pastor que cuida sus ovejas; también señala que Dios protege los pájaros del aire, alimentándoles y protegiéndoles del peligro. En la actualidad, muchas personas que viven en las ciudades casi nunca ven pájaros y puede que nunca hayan visto pastores cuidando ovejas. Si tales personas tienen que tener una imagen concreta de la providencia, tendremos que seleccionar imágenes muy diferentes. ¿Cuál es la relación de la providencia de Dios con la cibernética o con la guerra nuclear, por ejemplo?
A veces se dice que debemos dar dos pasos si nuestro objetivo es preservar el contenido esencial, pero dando una forma contemporánea a las enseñanzas bíblicas: primero, debemos determinar qué se quería decir en el contexto original y después debemos decir lo que significa en la actualidad. Lo que se pretende es una traducción directa del significado desde la situación pasada a la actual. Esto es parecido al método de aprendizaje de los idiomas extranjeros que la mayoría de nosotros probablemente hemos experimentado.
En este método, aprendemos a qué equivale la palabra de un idioma en otro idioma. Los españoles que estén aprendiendo alemán aprenden que der Stuhl = la silla. Memorizamos esta equivalencia. Buscamos una palabra alemana en un diccionario Alemán-Español, para saber cuál es su equivalente. Pero el significado de der Stuhl no es "la silla," el verdadero significado es un objeto con un asiento, un respaldo y cuatro patas. "La silla" sólo es una particularización de ese significado en un idioma, el español, como der Stuhl es una particularización en alemán, la chaise en francés, the chair en inglés, etc. No estamos argumentando que el verdadero significado de der Stuhl sea "silla." Nos estamos refiriendo a un objeto particular. Nos estamos refiriendo al significado que este objeto tiene en común en todas las culturas. Tampoco estamos intentando argumentar a favor de una inspiración conceptualdinámica (opuesta a la verbal). El problema con este enfoque de aprendizaje del idioma es que sólo puede funcionar con dos idiomas específicos a la vez. Y cuando en cualquier idioma una palabra toma un significado distinto, la expresión de la verdad queda obsoleta.
Hay otro método de la enseñanza de idiomas, que se puede usar simultáneamente con gente que habla muchos idiomas distintos. Aquí el instructor no dice "Der Stuhl (o la chaise, o the chair) significa la silla." Él simplemente señala o toca una silla y dice "der Stuhl." (La clase por sus inflexiones y sus acciones entenderá que tiene que repetir la palabra). Toca la pared y dice "die Wand." Mediante la demostración también se puede enseñar las palabras de distintas acciones. Los conceptos abstractos, de los cuales hay muchos en la teología, son más difíciles de expresar, pero también se pueden comunicar, una vez que se hayan entendido palabras y significados más concretos.
Hemos traído este segundo tipo de enseñanza del idioma a nuestra discusión de la metodología teológica para señalar un punto crucial. En el proceso de contemporizar una declaración bíblica, debemos introducir un paso intermedio entre determinar lo que significaba el contexto original y decir lo que significa hoy. Por lo tanto, el primer tipo de enseñanza del lenguaje es una metáfora inadecuada. Ya que tenemos que encontrar el significado esencial subyacente a todas las expresiones particulares de una enseñanza bíblica. Por lo tanto, si la enseñanza bíblica es que Dios está en lo alto encima de la tierra, debemos descubrir su idea clave permanente, esto es, que Dios es trascendente. No está limitado a cierto punto dentro de la naturaleza. Más bien, está más allá de la naturaleza. No tiene el conocimiento limitado que tenemos nosotros. Su amor, su misericordia y otros atributos van más allá de lo que encontramos en los seres humanos. Hacer esta verdad comprensible hoy significa darle una expresión concreta, como se hizo en los tiempos de la Biblia. Obsérvese que no estamos dando un "equivalente dinámico" de la declaración bíblica. Lo que estamos haciendo en su lugar es dar una expresión concreta nueva a la misma verdad duradera que se transmitió en los tiempos bíblicos con términos e imágenes que entonces eran comunes.
Criterios de permanencia
De lo anterior se puede deducir que la tarea realmente crucial de la teología es identificar las verdades atemporales, la esencia de las doctrinas, y separarlas de la forma temporal en que fueron expresadas, para poder crear una forma nueva. ¿Cómo podemos localizar e identificar este elemento permanente o esencia? En algunos casos, es bastante fácil, ya que la verdad atemporal se ha expresado como una declaración didáctica universal. Ejemplos de esto encontramos muchos en los Salmos. Uno se puede encontrar en el Salmo 100:5 "Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones." En otros casos, la verdad atemporal debe extraerse de un pasaje narrativo o de una enseñanza que trate un problema particular. Hay varios criterios mediante los cuales se pueden identificar los factores permanentes o la esencia de la doctrina: (1) constancia en todas las culturas, (2) situación universal, (3) factor permanente reconocido como base, (4) vínculo indisoluble con una experiencia considerada esencial y (5) posición final dentro de la revelación progresiva.
Constancia en todas las culturas
Somos conscientes de la variedad de culturas presentes en nuestro mundo actual y del gran espacio de tiempo que nos separa de los tiempos bíblicos. Lo que a veces olvidamos es que el periodo bíblico no estaba formado por un conjunto de situaciones uniformes. Las situaciones temporales, geográficas, lingüísticas y culturales que encontramos en las Escrituras canónicas varían mucho. Pasaron muchos siglos desde que se escribieron los primeros libros del Antiguo Testamento y los últimos del Nuevo. La situación cultural y geográfica va desde un ambiente de pastores en la antigua Palestina hasta el urbano de la Roma imperial. Hay diferencias entre la cultura y la lengua hebrea y griega, que, aunque a veces se exageran, no obstante son muy reales. Entonces, si hay constancia en las enseñanzas bíblicas de varias circunstancias, muy bien podemos estar en posesión de una constante cultural genuina o la esencia de la doctrina. Las variaciones se pueden considerar parte de la forma de la doctrina.
Un ejemplo de la constancia en todas las culturas es el principio de la expiación mediante sacrificios, y con él el rechazo de cualquier tipo de obras de justicia. Encontramos este principio presente en el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. También lo encontramos en las enseñanzas del Nuevo Testamento cuando habla de la muerte expiatoria de Cristo. Otro ejemplo es la centralidad de creer en Jesucristo, que elimina toda brecha entre judíos y gentiles. Pedro predicó esto a los judíos de varias culturas en Pentecostés en Jerusalén. Pablo lo declaró en un ambiente gentil al carcelero filipense (Hch. 16:31).
Situación universal
Otro criterio para determinar la esencia de una doctrina es saber qué elementos se han expuesto de forma universal. El bautismo no sólo se menciona con referencia a unas situaciones específicas donde se practicó, sino también en la situación universal de la Gran Comisión: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt. 28:18–20). En varias cosas podemos considerar esto como una situación universal: (1) la declaración de Jesús de que toda potestad le ha sido dada sugiere que, como él transfiere sus funciones y responsabilidades a sus discípulos, tiene en mente una tarea que seguramente tiene que continuar indefinidamente. (2) "Todas las naciones" sugiere una universalidad de cultura y lugar (cf. la comisión de Hechos 1:8 – "y me seréis testigos…hasta lo último de la tierra"). (3) Que Jesús estaría con ellos siempre, incluso hasta el fin del mundo, sugiere que esta comisión tripartita ha de aplicarse de forma permanente. Basándonos en este tipo de consideración, podemos concluir que el bautismo no sólo fue un fenómeno aislado, localizado en un tiempo y un lugar. Su aplicabilidad es permanente.
Por otra parte, el lavado de pies que aparece en Juan 13 no se expone de forma universal o general. Aunque Jesús dijo: "vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros" (v. 14), no se dice nada sobre la duración de la práctica. Aunque dijo: "porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis." (v. 15) no hay razón para creer que su ejemplo deba extenderse necesariamente de manera universal en esta forma precisa. No indica que la práctica se tenga que realizar de forma perpetua. La razón subyacente para esta acción aparece en su declaración sobre que el siervo no es más que su señor (v. 16). Lo que estaba intentando era transmitir a sus discípulos la actitud de un sirviente: humildad y deseo de poner a los demás por encima de uno mismo. En esa cultura lavar los pies de otra persona simbolizaba ese tipo de actitud. Pero en otra cultura, puede que haya otro acto más adecuado para expresar la misma verdad. Como encontramos enseñanzas sobre la humildad en todas las Escrituras sin mencionar el lavado de pies (Mt. 20:27; 23:10–12; Fil. 2:3), podemos concluir que la actitud de humildad y no el acto particular del lavado de pies como tal, es el componente permanente de la enseñanza de Cristo.
Factor permanente reconocido como base
Una enseñanza particular basada en un factor permanente reconocido puede ser también permanente. Por ejemplo, Jesús basa sus enseñanzas sobre la permanencia del matrimonio en el hecho de que Dios los creó hombre y mujer y los hizo uno (Mt. 19:4–6, citando Gn. 2:24). El antecedente se asume como un acontecimiento único teniendo una significación permanente. De esto se deduce la naturaleza permanente del matrimonio. Lo mismo ocurre con el sacerdocio de todos los creyentes que se basa en el hecho de que el gran sumo sacerdote "traspasó los cielos" de una vez para siempre. Por lo tanto nosotros podemos "acercarnos al trono de la gracia confiadamente" (He. 4:14–16). Es más, como Jesús es sacerdote para siempre (He. 7:21, 24), podrá salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios (v. 25).
Vínculo indisoluble con una experiencia considerada esencial
En el punto de vista de Bultmann, la Geschichte de la resurrección (la renovación de la esperanza y la apertura al futuro que experimentamos) es independiente de la Historie (la cuestión de si Jesús realmente resucitó). Pero Pablo afirma que la experiencia depende de la resurrección de Cristo. Dice: "Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: aún estáis en vuestros pecados" (1 Co. 15:17). Si nuestra experiencia de la resurrección es real y permanente, la resurrección de Cristo debe ser un hecho, algo permanente y universal. Reemplazar o cambiar esta doctrina de cualquier manera lleva consigo un cambio en la experiencia. Si consideramos esta experiencia esencial, el abandono de lo que la Biblia afirma que es la causa requerirá que encontremos otra base para explicar el resultado. Nuestra experiencia de creer que el mal se puede superar se basa en creer en las obras sobrenaturales de Dios en conexión con la segunda venida. La experiencia de Fosdick de que el mal se puede superar es bastante distinta, ya que la basa en su creencia en el progreso, lo cual requiere un cierto tipo de esfuerzo humano y va acompañado por su correspondiente grado de inseguridad. Su experiencia se construye sobre una base menos sólida que resultará no ser permanente. Por otra parte cada vez que nuestra experiencia demuestra ser real y permanente, nos podemos asegurar de que la doctrina bíblica de la que depende también es permanente.
Posición final dentro de la revelación progresiva
Un criterio final se relaciona con el tema de la revelación progresiva. Si entendemos que Dios ha obrado en un proceso de conseguir la redención de la humanidad, revelándose a sí mismo y su plan gradualmente, los desarrollos posteriores tendrán más peso que los anteriores. La suposición es que tenemos formas transitorias o anticipadoras en los primeros casos y que el último caso es la forma final. Un ejemplo sería el sacrificio de Cristo. Mientras que el Antiguo Testamento pedía sacrificios continuos en el patio, ofrendas de incienso dos veces al día en el lugar santo y una vez al año una ofrenda en el Lugar santísimo hecha por el sumo sacerdote (He. 9:1–10), Cristo puso fin a ese proceso cumpliéndolo (v. 12). Ofreció su propia sangre de una vez y para siempre. Es más, Jesús a menudo decía: "Habéis oído lo que fue dicho…pero yo os digo que…" En estas ocasiones Jesús estaba haciendo una declaración de la esencia de la doctrina para reemplazar las anteriores aproximaciones a ella.
En algunos casos, la esencia de la doctrina no se realizó explícitamente en los tiempos bíblicos. Por ejemplo, Jesús elevó mucho el estatus de la mujer en la sociedad. De la misma manera, Pablo concedía un estatus inusual a los esclavos. Sin embargo, la mayoría de estos grupos no mejoraron tanto como lo deberían haber hecho. Así que para encontrar la esencia de cómo debería tratarse a esas personas, debemos fijarnos en los principios establecidos o implícitos según su estatus, y no en la manera en que eran llevados a cabo realmente en los tiempos bíblicos.
Intentaremos llegar a la esencia básica del mensaje, reconociendo que toda la revelación tiene un propósito. Aquí no estamos hablando de separar la semilla de la cáscara, como hicieron gente como Harnack, y después descartar la cáscara. Ni estamos hablando de "descartar el bagaje cultural," como dicen algunos intérpretes de la Biblia con orientación antropológica en la actualidad. Nos referimos a encontrar la verdad espiritual esencial sobre la que descansa una parte de las Escrituras, y después hacer una aplicación contemporánea de la misma.
Es común observar (correctamente) que muy pocos cristianos se vuelven hacia las genealogías de las Escrituras para su tiempo devocional. Sin embargo, incluso estas porciones deben tener cierta importancia. Un intento de ir directamente de "lo que significaba una genealogía" a "lo que significa" seguramente resultaría frustrante. En su lugar, debemos preguntarnos: "¿Cuáles son las verdades subyacentes?" Vienen a la mente varias posibilidades: (1) todos tenemos una herencia humana de la cual se deriva mucho de lo que somos; (2) todos, a través del largo proceso de la descendencia, hemos recibido la vida de Dios; (3) Dios obra providencialmente en la historia de la humanidad, un hecho del que somos perfectamente conscientes si estudiamos la historia y el trato de Dios con los humanos. Estas verdades tienen significado para nuestra situación actual. De la misma manera, las reglas de higiene del Antiguo Testamento nos dicen que Dios se preocupaba por la salud y el bienestar de los seres humanos y la importancia de dar pasos para conservar ese bienestar. El control de la polución y unas prácticas dietéticas sanas podrían ser aplicaciones modernas de la verdad subyacente. Para algunos exégetas esto sonará como una alegoría. Pero no estamos buscando simbolismos, los significados espirituales escondidos en las referencias literales. Más bien, lo que proponemos es preguntar por la verdadera razón por la cual se dijo o se escribió una declaración en particular.
Al hacer esto, debemos tener cuidado y entender que nuestro entendimiento e interpretación están influenciados por nuestras propias circunstancias históricas, a fin de no equivocarnos al identificar la forma en la que expresamos una enseñanza bíblica con su esencia permanente. Si no somos capaces de reconocer esto, haremos absolutas las formas, y seremos incapaces de adaptarlas cuando la situación cambie. Una vez oí a un teólogo católico romano trazar la historia de las formulaciones de la doctrina de la revelación. Después intentó describir la esencia permanente de la doctrina, y expresó claramente y con corrección un punto de vista de la revelación ¡existencialista, neoortodoxo y del siglo xx!
Es importante señalar que para encontrar la esencia integradora no hay que estudiar la teología histórica para extraer el mínimo común denominador de las distintas formulaciones de una doctrina. Al contrario, la teología histórica señala que todas las formulaciones postbíblicas son condicionales. Es de las mismas declaraciones bíblicas de donde debemos sacar la esencia, y son el criterio de continuidad de la validez de esa esencia.
Erickson, M. J. (2008). Teología sistemática. (J. Haley, Ed., B. Fernández, Trans.) (Segunda Edición, pp. 115–134). Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie.
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