sábado, 23 de julio de 2016

Génesis

IBP Pompano Beach, FL

Adonay Rojas Ortiz

July 23, 2016



Génesis

Libro de los orígenes.


Como primer libro del AT, Génesis pone los cimientos del Pentateuco y del resto de las Escrituras. Su importancia para el judaísmo y el cristianismo queda reflejada en la ingente cantidad de energía que han gastado en su estudio los especialistas. Este artículo da un repaso a la naturaleza básica del libro bajo tres epígrafes. 

Estructura 

Argumento 

Teología 

  1. Estructura. 

Existe un consenso general según el cual el Génesis se compone de dos bloques de tamaño desigual, si bien hay distintas opiniones sobre el punto exacto en que debería trazarse la línea divisoria entre ambos. La postura mayoritaria (e.g., Westermann, Wenham) sostiene que la primera sección, la historia primigenia, que comienza con la *creación (Gn 1: 1– 2: 4a), concluye con la *genealogía de *Sem (Gn 11: 10– 26). Otros autores han propuesto que finaliza con la historia de *Babel en Génesis 11: 1– 9 (e.g., Coats), la genealogía de *Taré en Génesis 11: 27– 32 (e.g., Whybray) o la salida de *Abraham en Génesis 12: 4– 9 (e.g., von Rad). Estas discrepancias no afectan de manera fundamental a las valoraciones que se hacen sobre el énfasis general de la primera sección. Trata de cuestiones relativas al mundo y a la humanidad en general, trascendiendo el particularismo nacional e insertas en un mundo que se encuentra más allá de la propia experiencia del lector. El resto del libro comprende la historia de los antepasados, que empieza presentando a Taré y su familia (Gn 11: 27– 32) y anunciando el llamamiento que Dios le hace a Abraham en *Harán (Gn 12: 1– 3). Concluye con las muertes de *Jacob (Gn 49: 29– 33) y *José en *Egipto (Gn 50: 24– 26). Comparada con la historia primordial, esta sección contiene una mayor precisión geográfica e histórica, y aunque el hilo argumental atraviesa el antiguo Oriente Próximo, se ocupa principalmente de los antepasados de Israel. Las secciones más importantes son la historia de Abraham (Gn 11: 27– 25: 18), la historia de Jacob (Gn 25: 19– 37: 1) y la historia de la familia de Jacob (Gn 37: 2– 50: 26). Aunque el Génesis se descompone en varias secciones, éstas están claramente interconectadas. 

1.1. El papel de tôlĕdôt. 

La división entre las dos secciones principales del libro está marcada por las genealogías (tôlĕdôt), donde la de Sem concluye la primera parte (Gn 11: 10– 26) y la de Taré introduce la segunda (Gn 11: 27– 32). A su vez, en cada sección van apareciendo puntualmente las fórmulas tôlĕdôt. A excepción de Génesis 5: 1, donde dice: "Este es el libro de los descendientes de…" (zeh sēper tôlĕdōt), todas las fórmulas tôlĕdôt siguen el patrón "[ ahora] estas son las generaciones de…" ([ wĕ] ᾿ ēlleh tôlĕdôt) (NRSV). El patrón tôlĕdôt aparece cinco veces en la historia primigenia (Gn 2: 4a; 5: 1; 6: 9; 10: 1; 11: 10) y otras tantas en la historia de los antepasados (Gn 11: 27; 25: 12, 19; 36: 1; 37: 2), y aporta la estructura básica a cada una de ellas (aunque véase, e.g., Whybray). Existen también otros usos de esta fórmula o expresiones análogas, que sirven para resumir (Gn 10: 32) o reiterar (Gn 25: 13; 36: 9) una tôlĕdôt que ya ha sido presentado con anterioridad, pero estos no cumplen la función de estructurar el texto. Los casos en que sí operan como marcadores de la estructura concluyen (Gn 2: 4a, véase más adelante) o bien introducen una genealogía extensa (Gn 5: 1; 10: 1; 11: 10; 25: 12; 36: 1), o introducen un relato con una genealogía resumida inicial de al menos dos generaciones (Gn 6: 9; 11: 27; 25: 19). La excepción es Génesis 37: 2, que introduce un relato que carece de genealogía propiamente dicha. Sin embargo, incluso aquí se resume la relación entre Jacob y todos sus hijos al principio (Gn 37: 2– 4). La función general de las fórmulas tôlĕdôt consiste, por tanto, en yuxtaponer bloques narrativos y bloques de genealogías, un rasgo que tiene un impacto significativo sobre la teología del libro en su conjunto (véase 3 más adelante). La primera fórmula tôlĕdôt (Gn 2: 4a) merece una breve acotación adicional. Se ha generado una enorme cantidad de bibliografía tratando de dilucidar si tiene un carácter retrospectivo, haciendo un resumen del relato de la creación que le precede (Gn 1: 1– 2: 3) y refiriéndose a cómo llegaron a existir los cielos y la tierra (e.g., Westermann, Whybray), o prospectivo, introduciendo aquello que generaron los cielos y la tierra en el relato de la creación que sigue a continuación (Gn 2: 4b– 25), una postura cuya formulación clásica cabe atribuir a J. Skinner (véase también, e.g., Hamilton, Stordalen). Si bien esta cuestión está siendo muy debatida, el presente artículo se pone de parte de aquellos que argumentan que, contextualmente hablando, Génesis 2: 4a es la conclusión de la sección que le precede (Gn 1: 1– 2: 3), y que resume su naturaleza como tôlĕdôt (para una discusión más detallada, véase Turner 2000). Así pues, y por recapitular, las fórmulas tôlĕdôt cumplen distintas funciones, actuando a modo de conclusión en Génesis 2: 4a y como introducciones en el resto, iniciando listas genealógicas (e.g., Gn 5: 1; 11: 10) o relatos (e.g., Gn 37: 2), y presidiendo secciones más extensas (e.g., Gn 25: 19– 35: 29) o más breves (e.g., Gn 25: 12– 18) del libro. Su función y contenido es flexible, pero básicamente sirven para dividir el texto en bloques, al tiempo que recuerdan la sucesión genealógica que tan esencial resulta para la continuación del argumento del libro en su conjunto. 

1.2. Estructuras formales del libro. 

Ha habido pocos intentos de ir más allá de esta estructura rudimentaria y proponer un diseño formal integrado para todo el libro (aunque véase Garrett, Prewitt). Sin embargo, en parte como reacción a la fragmentación del texto que llevan implícitas las metodologías histórico-críticas, entre los últimos estudios especializados se han observado una serie de intentos por demostrar la coherencia estructural de secciones extensas. Muchas propuestas sugieren estructuras paralelas o quiásticas, algunas de ellas desconcertantemente complejas y, en muchos casos, mutuamente excluyentes. 

1.2.1. Historia primordial (Gn 1: 1– 11: 26). 

En Génesis 1– 11 han tenido más éxito los intentos por mostrar la forma de los episodios individuales, como en el caso de las correspondencias paralelas dentro de Génesis 1: 1– 2: 4a (Wenham; Turner 2000) o la estructura palistrófica del relato del diluvio, Génesis 6: 9– 9: 19 (e.g., Anderson), que por demostrar una estructura general para la historia primigenia en su conjunto. I. M. Kikawada y A. Quinn postulan seis elementos narrativos dispuestos según el sencillo patrón A-B-C-C'-D-E, conde cada uno de ellos va seguido de una sección genealógica. G. A. Rendsburg propone una estructura más compleja compuesta por cinco elementos repetidos A-B-C-D-E-A'-B'-C'-E'-D', con una inversión de los dos últimos elementos en la segunda secuencia que impide que se produzca una simetría absoluta. T. E. Fretheim también considera que los relatos están estructurados en cinco "paneles paralelos", pero estos difieren de las propuesta de Rendsburg, ya que el punto intermedio concluye en Génesis 8: 19 y el de Rendsburg lo hace en Génesis 6: 8, por citar tan sólo un ejemplo. J. Blenkinsopp y D. A. Garrett también proponen un esquema en cinco partes, pero la estructura de Blenkinsopp es unitaria y no encuentra ningún paralelismo en la historia primigenia, sino en el patrón quíntuple de la historia de los antepasados. Su punto medio estructural concluye en Génesis 9: 29. La propuesta de Garrett se inspira en los supuestos vínculos estructurales con textos del antiguo Oriente Próximo. Basándose en la obra de Kikawada y Quinn, sostiene que Génesis 1– 11 refleja la estructura de la epopeya de Atrahasis, con una introducción (Gn 2: 1– 3; cf. Epopeya de Atrahasis 1.1– 351), tres amenazas (Gn 2: 4– 3: 24; 4: 23– 24; 6: 11– 9: 29; cf. Epopeya de Atrahasis 1.352– 415; 2.1.1– 5.21; 2.5.22– 3.6.4) y una conclusión (Gn 11: 1– 32; cf. Epopeya de Atrahasis 3.6.5– 8.18), una secuencia que él denomina el "modelo de la epopeya del antepasado". El hecho de que se puedan establecer tantas estructuras incompatibles, predominantemente quíntuplos, en algo tan básico como es el diseño de un bloque de texto sugiere que si bien estos capítulos es posible que tengan una coherencia interna, no presentan necesariamente una estructura simétrica, equilibrada o repetitiva. 

1.2.2. La historia de Abraham (Gn 11: 27– 25: 18). 

De la historia de Abraham puede decirse casi lo mismo. Aquí se han propuesto muchas estructuras concéntricas. Se suele considerar que su elemento central tiene gran importancia y que supone el punto central de la narración, o al menos el fulcro en torno al cual se corresponden la primera y segunda mitades como pares reflejados. Una vez más no hay consenso en torno a esta cuestión, como bien ilustran los siguientes ejemplos. La influyente obra de A. Rendsburg identifica el centro de la estructura en los dos pasajes emparejados que enfatizan la alianza de Dios con Abraham (Gn 15: 1– 16: 16; 17: 1– 18: 15), igual que hace G. W. Coats en su propuesta, algo más complicada. El palístrofe de J. Rosenberg se centra en la despedida y el regreso de *Agar (Gn 16: 1– 16). J. P. Fokkelman utiliza las referencias al tiempo, en particular las edades concretas que se les atribuye a los personajes en una estructura que se centra en Génesis 17: 17, "¿ A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y *Sara, ya de noventa años, ha de concebir?". De nuevo, el hecho de que se puedan proponer estructuras concéntricas que se centran en diferentes pasajes y plantean distintos pares que hacen juego no inspira confianza, especialmente cuando han de omitirse partes de la narración, bien al final (e.g., Rendsburg) o, lo que resulta aún más crítico, en el transcurso de la misma (e.g., Rosenberg), con tal de conseguir la simetría propuesta. La "duplicidad" de muchos episodios, como las historias de la esposa-hermana (Gn 12: 10– 20; 20: 1– 18) y secciones importantes sobre la alianza (Gn 15; 17), bien podrían ser importantes (véase la sección 2 más adelante), pero no forman parte de un recurso sistemático de estructuración de parejas coincidentes. 

1.2.3. La historia de Jacob (Gn 25: 19– 37: 1). 

Desde el histórico estudio de M. Fishbane, sin embargo, se ha solido aceptar que la historia de Jacob es un bloque narrativo del Génesis que sí posee una estructura concéntrica claramente definida. 

A Búsqueda del oráculo; Rebeca pasa apuros al dar a luz; derecho de primogenitura; nacimiento; conflicto, engaño y fertilidad (Gn 25: 19– 34) 

B Interludio; conflicto; engaño; bendición; alianza con un extranjero (Gn 26) 

C Engaño; bendición robada; temor de Esaú; huida de la tierra (Gn 27: 1– 28: 9) 

D Encuentro con seres divinos al anochecer en un lugar sagrado cerca de la frontera; bendición (Gn 28: 10– 22) 

E Se abre el ciclo interno; llegada; besos; Labán en la frontera; sueldos; engaño (Gn 29) 

F Raquel estéril; Lea fértil: Raquel fértil; Jacob cría rebaños (Gn 30) 

E' Se cierra el ciclo interno; salida; besos; Labán en la frontera; sueldos; engaño (Gn 31) 

D' Encuentro con seres divinos en lugares sagrados al anochecer cerca de la frontera; bendición (Gn 32) 

C' Engaño planeado; temor de Esaú; el regalo de la bendición devuelto; regreso a la tierra (Gn 33) 

B' Interludio; conflicto; engaño; alianza con un extranjero (Gn 34) 

A' Oráculo cumplido; Raquel pasa apuros al dar a luz; bendición; muerte; resoluciones (Gn 35: 1– 22)

La estructura general de Fishbane resulta convincente, incluso a pesar de que algunos puntos individuales sean discutibles, y exige tratar Génesis 35: 23– 36: 43 como un postludio que se encuentra fuera de la composición principal (véase también Rendsburg). A pesar de que uno podría sorprenderse de encontrarse con que el elemento central está relacionado con la fertilidad, en un relato que tiene que ver principalmente con el conflicto, el servicio y el engaño, ello no hace sino subrayar la importancia fundamental que tiene la *bendición en la narración (véase 3 más adelante). 

1.2.4. Historia de la familia de Jacob (Gn 37: 2– 50: 26). 

Se ha dicho que Génesis 37– 50 también está dispuesto a modo de palístrofe. Sin embargo, aquí se dan tantas diferencias de opinión como en la historia primigenia y la historia de Abraham. Por ejemplo, Rendsburg considera que el centro es cuando José prueba a sus hermanos y *Judá le responde (Gn 44: 1– 34), mientras que Garrett dice que toda la narración pivota en torno a la genealogía de Génesis 46: 8– 27. G. J. Wenham propone que Génesis 39– 47 está estructurado como A-B-C-A'-B'-C', pero solamente existe una correspondencia general en los episodios que van desarrollándose hasta alcanzar "el punto álgido" en vez de relaciones precisas en el contenido, y por supuesto no abarca toda la historia de José. Una vez más, las propuestas mutuamente excluyentes no hacen sino demostrar que este recurso de estructuración no se puede aplicar para todo a lo largo del libro, y también denota la necesidad de más rigor metodológico. 

1.2.5. Conclusión. 

Del resumen precedente de los intentos más representativos por discernir las estructuras formales de los principales bloques del Génesis se desprende que en la mayoría de los casos el texto se resiste a tales análisis. El libro se puede leer como una unidad coherente, con correspondencias de detalles entre sus partes, pero esto se logra, principalmente, mediante un estudio detallado del desarrollo del argumento y de los temas y motivos repetidos, y no tanto gracias a paralelismos ocasionales o estructuras concéntricas que puedan darse. 

2. Argumento. 

Habida cuenta del hecho de que el Génesis es un texto narrativo, resulta sorprendente que su argumento haya sido relativamente ignorado entre los especialistas. Los métodos *histórico-críticos, con su hincapié en la reconstrucción de las fuentes, la postulación de contextos históricos y el seguimiento de la evolución del texto, fragmentan el libro. Así pues, incluso en los tratamientos antológicos del Génesis el argumento de unidades relativamente pequeñas, y no digamos ya del libro en su conjunto, ni siquiera se ha intentado (e.g., Westermann). Incluso las investigaciones sobre el argumento de las hipotéticas fuentes individuales han sido poco frecuentes (e.g., Hendel). Y sin embargo es precisamente el argumento general del libro lo que le da a este su coherencia, dejando ver una obra que es mucho más que una colección miscelánea de historias vagamente conectadas entre sí. 

2.1. Creciente complejidad del Génesis. 

Como ha demostrado Cohn, los principales bloques narrativos del Génesis se hacen cada vez más complejos en los planos argumental, de caracterización y teológico. 

2.1.1. Historia primigenia (Gn 1: 1-11: 26). 

Si bien la historia primigenia sin duda es más que un ensamblaje de narraciones inconexas, cada uno de sus episodios es relativamente independiente. Del mismo modo que sus genealogías van pasando constantemente de una generación a la siguiente, también sucede igual con las narraciones. Las conexiones temáticas unen los episodios unos con otros, pero los personajes individuales no pasan el suficiente tiempo en el escenario del relato para permitir una caracterización compleja o una elaboración del argumento sofisticada. Aparte de Dios, *Noé dispone de más espacio narrativo que cualquier otro personaje, pero incluso él sigue siendo un individuo anodino que aporta poca profundidad a su narración. Sin embargo, la propia falta de un argumento y una caracterización complejos complementa la temática de Génesis 1– 11, que establece a grandes trazos aspectos básicos de los orígenes cósmicos y de la relación entre Dios y los seres humanos. 

2.1.2. Historia de Abraham (Gn 11: 27-25: 18). 

En comparación, la historia de Abraham está dominada por su personaje principal, que aparece en casi todos los episodios. Él es quien aporta tanto la continuidad como la complejidad a una sección fundada en las promesas y bendiciones divinas (Gn 12: 1– 3). En mayor grado que en Génesis 1– 11, la historia progresa mediante las iniciativas humanas, más que por decreto divino. A medida que los personajes humanos se van haciendo más autónomos y Dios se hace menos antropomórfico, cada uno de ellos se vuelve más completo. Las acciones humanas son moralmente más ambiguas, lo que hace necesario que los lectores sean menos pasivos de lo que lo eran en el mundo en blanco y negro de Génesis 1– 11. Su argumento está más integrado y es menos sencillo que el de Génesis 1-11, y además contiene numerosas complicaciones, como la esterilidad de Sara, el rechazo de Ismael y la orden de sacrificar a Isaac. 

2.1.3. Historia de Jacob (Gn 25: 19-37: 1). 

La historia de Jacob presenta una complejidad aún mayor. Es claramente menos episódica e incluso más integrada que la historia de Abraham. Los episodios se agrupan en secciones más grandes que están interrelacionadas, como en el caso de los conflictos de Jacob con *Esaú (Gn 27-28; 32-33) y con Labán (Gn 29-31). Está claro que Abraham no es unidimensional, pero Jacob es más complejo, incluso enigmático, singularmente en lo que se refiere a su integridad moral. Dios domina menos el panorama en la historia de Abraham que en la historia primigenia, y esa tendencia continúa en la historia de Jacob, donde Dios aparece con menos frecuencia y de modo más trascendente. 

2.1.4. Historia de la familia de Jacob (Gn 37: 2-50: 26). 

La historia de la familia de Jacob culmina la cada vez más sofisticada narración del Génesis con una integración muy hábil del argumento y la caracterización. Más que en cualquier otro bloque del Génesis, se trata de una historia continua que hace hincapié en sus dimensiones humanas. José es el personaje principal, que eclipsa a Dios como participante activo. Sin embargo, y por paradójico que parezca, a pesar de que José es el personaje más perfilado de todos cuanto se presentan en el Génesis, al final se trata del más desconcertante de todos. Así, la historia de José es, en muchos sentidos, una imagen especular de la historia primigenia que sustituye la omnipresencia divina y los personajes moralmente diáfanos de ésta por la reticencia divina y la ambivalencia humana. 

2.2. Promesas y bendiciones. 

Génesis es demasiado complejo como para analizar su argumento general en un breve espacio. No obstante, el consenso que se da entre los especialistas en el sentido de que el núcleo del libro se encuentra en sus promesas y bendiciones divinas es indudablemente correcto. Resulta significativo que los pasajes básicos que tratan de la bendición y la promesa aparezcan al comienzo de la historia primigenia y también de las historias de Abraham, Jacob y la familia de Jacob. Si eliminamos estos elementos, desaparece la coherencia del libro en su conjunto. Por lo tanto, una investigación del argumento del libro que sitúe estos elementos en primer plano nos llevará al corazón de su mundo narrativo. 

2.2.1. Historia primordial (Gn 1: 1-11: 26). 

Las cuestiones principales que dominan el argumento de la historia primigenia se encuentran resumidos en Génesis 1: 28, con las promesas y mandamientos divinos relativos a la multiplicación de los seres humanos, a sojuzgar la tierra y a enseñorearse de los animales. Uno o más de estos elementos está presente en cada episodio de Génesis 1-11. Por otro lado, el éxito de la multiplicación humana se enfatiza a lo largo de toda la sección, siendo las fórmulas tôlĕdôt (Gn 5: 1; 6: 9; 10: 1; 11: 10) y otro tipo de información subsidiaria (Gn 4: 17– 26) las que dan fe de la fecundidad universal de los seres humanos. Sin embargo, puesto que el Génesis es una historia con una trama, surgen complicaciones para el desempeño de esta tarea humana. Por ejemplo, la maldición que recae sobre la mujer, en la que se anuncia un parto doloroso, introduce una falta de incentivos para la reproducción (Gn 3: 16a), aunque se trata de algo que la intensidad de la atracción sexual humana superará (Gn 3: 16b). Asimismo, el objetivo de la reproducción humana, llenar la tierra, es evidente que no se logrará de manera rápida, a tenor del refrán genealógico "y murió" (Gn 5: 5, 8, etc.), la reducción de la población humana a ocho personas en el diluvio (Gn 8: 18) y el simple rechazo humano a obedecer (Gn 11: 4b). Igualmente, sojuzgar la tierra se convierte en algo más difícil debido a las maldiciones divinas sobre la tierra (Gn 3: 17– 19), que dan como resultado el trabajo duro y el sudor del hombre. De hecho, el anuncio de que el hombre volverá al polvo de la tierra al morir (Gn 3: 19) sugiere que la tierra sojuzgará al hombre tanto o más que este a aquella. El diluvio demuestra de manera convincente que la tierra es cualquier cosa menos un entorno dócil en el que los seres humanos ejercerán su dominio. La renovación del edicto creativo de Dios después del diluvio (Gn 8: 21– 9: 7), que por otra parte desarrolla su anterior bendición de la creación, omite de manera reveladora cualquier mención al hecho de sojuzgar la tierra. El desarrollo de la tercera bendición/ mandato, enseñorearse de los animales, es tan complicado como los otros dos. La *serpiente es el primer animal que tiene un papel independiente en la historia, y está bastante claro que los humanos no se enseñorean de ella (Gn 3: 1– 15). Esa posibilidad se mantiene como una esperanza futura, más que como una realidad presente (Gn 3: 15). En un plano más general, el mandato original de enseñorearse de los animales se dio originalmente en un contexto vegetariano (Gn 1: 29– 30), donde se limitaban claramente los aspectos del dominio que se preveían. Sin embargo, la acelerada depravación humana y el juicio divino embrutecen las relaciones entre seres humanos y animales hasta el punto de que Dios anuncia que todos los animales pueden servirle a los humanos de comida (Gn 9: 3). Por lo tanto, tomado en su conjunto, el argumento de la historia primigenia se desarrolla en direcciones complejas y sorprendentes. Al hacerlo así, marca la pauta para el resto del libro. 

2.2.2. Historia de Abraham (Gn 11: 27-25: 18). 

El discurso divino inicial a Abraham relacionado con la nación, la tierra y la bendición (Gn 12: 1– 3) desarrolla algunos de los elementos de la trama que ya se han visto en Génesis 1-11. El motivo de la multiplicación general se transforma en una promesa de ser una nación (Gn 12: 2a), y sojuzgar la tierra se transforma en la promesa de poseer la tierra (tal como se define en su momento). Uno de los rasgos de la historia de Abraham es que la intención general del discurso divino inicial solamente se aclara de forma gradual a medida que se va desarrollando la trama. Saber que Sara es estéril (Gn 11: 30) no representa un problema insuperable para la promesa de convertirse en nación, ya que es Abraham, y sólo él, quien la recibe (Gn 12: 1), y posiblemente existen varias maneras de que se cumpla. La trama se va desarrollando insinuando primeramente que Abraham tal vez vea cumplida la promesa de ser una nación de manera vicaria, a través de su sobrino *Lot. Tras dejar a su padre en Harán, tal como se le había ordenado (según la cronología del TM), Abraham no obstante toma consigo a su sobrino huérfano. Además, parece estar más preocupado por el bienestar de Lot (Gn 14) que por el de su propia esposa (Gn 12: 10– 20). Lot desaparece de la escena a partir de Génesis 15, donde se informa a Abraham por primera vez de que él debe ser el padre del heredero prometido (Gn 15: 4). El nacimiento de *Ismael de la egipcia Agar cumple la condición de la paternidad de Abraham, pero Dios posteriormente elimina a Ismael revelando otra condición más: Sara deberá ser la madre del hijo prometido (Gn 17: 16). Este es un giro de los acontecimientos que ni Abraham ni Sara encuentran fácil de creer (Gn 17: 17– 18; 18: 12– 15). Incluso habiendo nacido ya Isaac, su vida se ve amenazada por el mandato divino, aparentemente extraño, de ofrecerle en sacrificio (Gn 22: 2), y es rescatado en el último momento. Así pues, la promesa central de la historia de Abraham, que al principio parece que se puede alcanzar de diversas maneras, luego se va circunscribiendo mediante condiciones que hacen que su cumplimiento, desde un punto de vista humano, resulte extremadamente improbable. Luego, cuando nace Isaac, su propia existencia se ve amenazada por el mismo Dios. Por lo tanto, al final de la historia de Abraham la promesa de convertirse en una nación sigue siendo viable, pero sólo por los pelos. Al igual que ocurre con la promesa de la progenie, el significado pleno de la promesa de la tierra no está claro al principio, cuando a Abraham simplemente se le dice que vaya a la tierra que Dios le mostrará (Gn 12: 1). Incluso en el momento de su muerte, Abraham solamente tiene la promesa de que la tierra de Canaán será dada a sus descendientes (e.g., Gn 15: 18; 24: 7), y sus únicas posesiones personales en ella son un pozo que ha excavado (Gn 21: 30) y una tumba que ha comprado (Gn 23: 17– 19). La posesión de la tierra sigue siendo tan precaria como la potencial condición de nación. En vez de anunciar en lo que se convertirá, Dios ordena a Abraham que se convierta en una bendición (Gn 12: 2), en último término para beneficio de "todas las familias de la tierra" (Gn 12: 3). (Para un análisis del hebreo, véase Turner 1990; Alexander 1994). Sin negar que Abraham posee una serie de excelentes cualidad, y que es capaz en ocasiones de demostrar una gran fe (Gn 15: 6; 22: 12), evidentemente no es una bendición para la mayoría de personas con las que se encuentra. Es posible que su viaje a Egipto y su mentira sobre su "hermana" trajeran bendiciones sobre Abraham (Gn 12: 16), pero provocaron las plagas sobre la casa de Faraón (Gn 12: 17). Esta experiencia es compartida por *Abimelec, a quien Dios le dice: "puedes darte por muerto" (Gn 20: 3, NVI) cuando Abraham repite la treta. Si bien Sodoma recibe alguna bendición de mano de Abraham, se trata de algo meramente secundario, que se deriva del propósito principal de rescatar a Lot, que hace necesaria la derrota de varios reyes extranjeros (Gn 14: 15). Por citar un solo ejemplo más, por más que los cananeos merezcan ser desposeídos de su tierra (Gn 15: 16), ni Abraham ni sus descendientes bendecirán a estos extranjeros en concreto (Gn 15: 18– 21). Cuando consideramos el progreso de las bendiciones y promesas abrahámicas dentro del argumento del libro en su totalidad, queda claro que la resolución de las numerosas complicaciones se encuentra más allá del Génesis. Al llegar a Génesis 46: 27 la "nación" embrionaria cuenta solamente con setenta personas. Las palabras finales del libro, "en Egipto" (Gn 50: 20), subrayan que la promesa de poseer Canaán se ha aplazado (cf. Gn 15: 13, 16). Y si bien José salva a Egipto de la inanición, el precio que se paga es el de la esclavitud de la población (Gn 47: 21) y la confiscación de su tierra (Gn 47: 20). Así, las naciones todavía aguardan su bendición abrahámica. Esta es tan sólo un área en la que el Génesis anticipa la trayectoria del resto del Pentateuco. 

2.2.3. Historia de Jacob (Gn 25: 19-37: 1). 

El conflicto entre pretendientes rivales a la línea de la promesa es uno de los subtemas de la historia de Abraham, pero llega a destacar de manera más nítida en la historia de Jacob. De hecho, el conflicto comienza antes del nacimiento de los principales antagonistas, en la lucha intrauterina entre Jacob y Esaú. El oráculo divino a Rebeca anuncia que esto presagia la división entre su descendencia, donde el mayor servirá al menor, y se proyecta más allá de los hermanos en sí hasta incluir a las naciones que surgirán a partir de ellos (Gn 25: 23). La bendición que posteriormente Jacob, mediante engaño, hace que le dé a él Isaac, confirma la inversión de la primogenitura (Gn 27: 29) y le confiere fertilidad y prosperidad a Jacob (Gn 27: 28). Como consecuencia de ello, lo único que puede hacer Isaac es anunciarle a Esaú el resultado del engaño de Jacob: Jacob es el señor de Esaú, y Esaú le servirá y será privado de fertilidad y prosperidad (Gn 27: 37, 39– 40). No obstante, el argumento de esta historia no confirma ninguna de estas declaraciones. En el resto del relato, es a Jacob a quien le toca servir (' ābad). No sólo sirve a su tío Labán para conseguir sus esposas (Gn 29: 20, 30), sino que también es empleado por Lea para cumplir sus anhelos de maternidad (Gn 30: 16). Sin embargo es su reencuentro con Esaú el que da lugar al desenlace más sorprendente de todos. Instruye a su entorno para que informe a Esaú de que los rebaños de animales que envía por delante de él "son de tu siervo Jacob; es un presente enviado a mi señor Esaú" (Gn 32: 18, LBLA). La bendición de Isaac había predicho que el hermano de Jacob se postraría ante él (Gn 27: 29), y sin embargo los únicos que se postran en toda la historia son Jacob y su familia delante de Esaú (Gn 33: 3, 6– 7). Teniendo en cuenta el historial de engaños que Jacob ha ido acumulando a estas alturas de la trama, uno podría preguntarse perfectamente hasta qué punto sus actos son genuinos en esta ocasión, pero sus palabras y acciones suponen una inversión muy gráfica de las predicciones de servicio y obediencia que hallamos tanto en el oráculo divino como en la bendición de Isaac. Otras expectativas que aparecen al comienzo de la historia también se van complicando de manera parecida a medida que se desarrolla la trama. El contraste entre las dos bendiciones que Isaac pronuncia sobre sus hijos debería resultar en la fertilidad y prosperidad para Jacob y la privación para Esaú. Si bien Jacob sin duda es bendecido en estas áreas, uno no debería olvidar que Raquel experimenta la infertilidad (Gn 29: 31; 30: 2). Pero el sino de Esaú va en contra de las predicciones. Puede permitirse rehusar la oferta inicial de Jacob de regalarle rebaños con las palabras: "Suficiente tengo yo, hermano mío; sea para ti lo que es tuyo" (Gn 33: 9). Y más adelante, los dos hermanos se separan porque cada uno de ellos tiene demasiadas posesiones como para poder vivir juntos (Gn 36: 7). De modo que contrariamente a todas las previsiones, no hay distinción entre ambos hermanos por lo que se refiere a la prosperidad material. El tercer elemento de división entre los hermanos también toma una dirección sorprendente. La huida inicial de Jacob ante las intenciones homicidas de Esaú (Gn 27: 41) acaba con los dos hermanos separados durante una parte importante de la historia. Cuando ambos se vuelven a encontrar, en contra de todas las expectativas, se reconcilian (Gn 33: 4). Cuando se separan nuevamente al final de la historia, la causa no es la animosidad (que es lo que espera el lector), sino la necesidad que tiene cada uno de encontrar espacio para acomodar su prosperidad (Gn 36: 6– 8). Por tanto, tomada como un todo, la trama de la historia de Jacob le da la vuelta a las expectativas iniciales. 

2.2.4. Historia de la familia de Jacob (Gn 37: 2-50: 26). 

La historia de la familia de Jacob va precedida de dos sueños (Gn 37: 6– 11). Estos predicen las relaciones futuras en el seno de la familia y provocan el conflicto que sirve de elemento central en el desarrollo de la historia. Aunque parecidos, cada sueño se centra en un aspecto concreto. Suponiendo que las interpretaciones dadas por los hermanos y el padre de José son correctas, el primero predice que sus hermanos se postrarán ante él y el segundo que sus hermanos, padre y madre harán lo propio. En línea con la tendencia general del libro, no debería sorprendernos que los acontecimientos en sí son más complejos que todo eso. Aunque el primer sueño lo cumplen parcialmente los diez hermanos en Génesis 42: 6 y luego los once en Génesis 43: 26, 28; 44: 14, el segundo sueño, tomado en su totalidad, no se cumple. Si bien sus hermanos se postran ante él, su padre nunca lo hace. De hecho, es José quien se postra ante su padre (Gn 48: 12). Y su madre nunca tiene la oportunidad de hacerlo, puesto que ya ha fallecido al dar a luz a Benjamín (Gn 35: 18). Así pues, como mínimo el giro que toma la trama de la historia de José no es tan simple y directo como se le hizo creer al lector inicialmente. 

2.2.5. Conclusión. 

Los bloques narrativos individuales del Génesis siguen un desarrollo coherente del argumento. El hecho de que las expectativas del lector rara vez se cumplan de una forma directa no prueba la falta de refinamiento literario, sino más bien lo contrario. El desenlace de los episodios individuales, y del libro en su conjunto, depende de la compleja interrelación entre las acciones y declaraciones divinas, por un lado, y las iniciativas humanas por el otro. Esta casi nunca es sencilla, pero nunca deja de ser interesante (véase 3 más adelante). 

3. Teología. 

Génesis es un libro narrativo, y su teología se transmite a través de aspectos tales como su estructura, argumento y caracterización, más que por piezas fijas de promulgaciones divinas, como es el caso en los textos legales o proféticos. 

3.1. Implicaciones teológicas de la estructura del libro. 

La división estructural básica del Génesis en historias primigenia (Gn 1: 1-11: 26) y ancestral (Gn 11: 27-50: 26) muestra los intereses teológicos generales del libro. La historia primigenia, que lleva al lector desde la creación del universo (Gn 1: 1) y la humanidad (Gn 1: 26– 27; 2: 7, 21– 22), pasando por el *diluvio universal (e.g., Gn 6: 17; 7: 19), hasta la dispersión de las naciones en Babel (Gn 11: 9), indica sus preocupaciones universalistas. Afirma el interés divino por toda la creación en general y por la humanidad en particular. Esta atención universal en Génesis 1-11 aporta un prefacio teológico significativo para el llamamiento de Abraham (Gn 12: 1– 3), que es el principio rector de la historia de los antepasados. El universalismo de la historia primigenia es adoptado como el subtexto de la historia de los ancestros, donde la familia objeto de atención será el agente para bendecir a "todas las familias de la tierra" (Gn 12: 3). El recurso estructural consistente en alternar las tôlĕdôt y otro tipo de información genealógica por un lado y las narraciones por el otro (véase 1 más arriba) tiene implicaciones teológicas, y produce dos perspectivas sobre las relaciones entre Dios y los seres humanos. Las genealogías resumidas se caracterizan por la progresión ordenada que pasa de una generación a la siguiente. En muchos casos, sin embargo, en especial en la historia primigenia, también son esquemáticas y predecibles. Por ejemplo, las genealogías individuales a menudo estructuran cada generación prácticamente de la misma manera (e.g., Gn 1: 1-2: 4a; 5: 1– 32; 11: 10– 26) o se ajustan a un sencillo catálogo de hijos nacidos de padres, con algún breve comentario ocasional (e.g., Gn 10: 1– 32; 25: 12– 18; 36: 1– 30; 46: 8– 27). Muchas también muestran una preocupación con el número siete. El relato de los "orígenes de los cielos y la tierra" (Gn 1: 1-2: 4a), que describe la creación en seis días, culmina con un álgido, enfático y singular séptimo día (Gn 2: 1– 3). Génesis 4: 17– 24 esboza la descendencia humana desde Caín hasta Lamec, la séptima generación desde Adán. La mención a Lamec se amplía, y como elemento singular incluye un discurso en el que se refiere a la venganza en términos de "siete veces" y "setenta veces siete" (Gn 4: 24). Obsérvese que su tocayo en la genealogía del capítulo siguiente muere a la edad de 777 años (Gn 5: 31). La genealogía de Génesis 5 pasa por las diez generaciones que van desde Adán a Noé, pero se destaca la séptima generación de Enoc. En un pasaje reticente a divulgar cualquier otra cosa que no fueran datos genealógicos puros y duros, se menciona en dos ocasiones que "Enoc caminó con Dios" (Gn 5: 22, 24), y es únicamente su entrada la que altera el refrán "y murió" añadido a todas las demás generaciones (véase Gn 5: 5, 8, etc.; cf. 9: 29), con el enigmático "y desapareció, porque le llevó Dios" (Gn 5: 24). La tabla de las naciones en Génesis 10 contiene setenta (siete veces diez) elementos, si se omite el comentario entre paréntesis sobre Nimrod (Gn 10: 8). También habría que fijarse en que el último versículo de la genealogía de Sem, y de la historia primigenia en su conjunto, recoge a Taré como padre de Abram, Nacor y Harán a la providencial edad de setenta años (Gn 11: 26). Estos intereses no se reducen a la historia primigenia. Génesis 46: 8– 27 enumera a los hijos y nietos de Jacob, y el séptimo hijo, Gad, tiene, a su vez, siete hijos. El valor numérico de su nombre es siete, y toda la familia asciende a setenta personas (Gn 46: 27) (véase Turner 2000; Sasson). Este tipo de elementos genealógicos esquemáticos dan la impresión de que existe un esquema divino que supera la historia humana; los grandes trazos de las generaciones son comprensibles y, hasta cierto punto, predecibles. Además, a través de las genealogías la atención se centra en una línea familiar concreta que resulta clave para los propósitos de Dios, un tema que se desarrolla en el motivo de la "simiente" que se encuentra en las narraciones (Alexander 1993). A diferencia de las genealogías, los relatos no son ni esquemáticos ni predecibles. Tienen un final abierto que depende de todo tipo de detalles. Los personajes tienen la libertad de actuar de maneras impredecibles y con motivaciones ambiguas. Por ejemplo, un lector que observa cómo Abraham demuestra una gran fe (Gn 15: 6) y sin embargo objeta a los planes de Dios (Gn 17: 18), o cómo trata de persuadir a Dios de que no extermine Sodoma (Gn 18: 22– 33) pero obedece el mandamiento de sacrificar a su hijo (Gn 22: 1– 10), se vería en apuros si tuviera que predecir el próximo paso de Abraham y qué es lo que podría motivarlo. Estas dos perspectivas opuestas crean una paradoja teológica importante en cuanto a la relación entre la soberanía divina (ejemplificada en las genealogías) y el libre albedrío humano (demostrado en los relatos). Génesis no se decanta por ninguna de las dos opciones, sino que afirma la necesidad de mantener ambas en una tensión teológica. La soberanía de Dios no puede quedar anulada por la libertad humana y viceversa. La paradoja no se explica, sino que simplemente se afirma a través de la estructura del libro (véase Robinson; Fretheim). 

3.2. Papel teológico de Génesis 1-11. 

La historia primigenia aporta un telón de fondo teológico significativo para comprender las bendiciones y promesas que dominan la historia de los antepasados. Podría decirse que el tema principal de Génesis 1-11 es el orden y el desorden, que opera en dos planos. El relato de la creación comienza con un cuadro de la tierra en un estado de desorden (tōhû wābōhû, Gn 1: 2). A partir de este principio tan poco prometedor Dios crea el universo ordenado de una forma completamente sistemática, donde los entornos creados en cada uno de los tres primeros días se corresponden con cada uno de los tres días siguiente mediante "criaturas" que viven o se enseñorean de esos entornos. El desorden inicial se ve compensado por el descanso final del tiempo santificado en el séptimo día.



 
 



Así pues, la creación pasa del desorden al orden. Esta misma dinámica se vuelve a utilizar en el relato del diluvio, donde la tierra regresa a su desorden primigenio, y vuelve a estar cubierta otra vez de agua (Gn 7: 17– 24), antes de ser nuevamente transformada en un mundo nuevo  ordenado, donde se repiten los mandamientos creacionales (Gn 9: 1– 7; Turner 2000). Sin embargo, el motivo del orden y el desorden no se limita a la esfera física, sino que también opera en el terreno moral y espiritual de las relaciones entre Dios y los seres humanos. Génesis 3 marca una transición entre la relación inicial de armonía de la que disfrutaban los humanos con Dios (Gn 1: 31; 2: 15– 17) y entre sí (Gn 2: 23– 25) a una situación de desorden en la que se acusan los unos a otros y a Dios (Gn 3: 12), donde están en conflicto con el resto de la creación (Gn 3: 15, 17– 19) y donde sus relaciones personales incluyen el dolor y la dominación (Gn 3: 16). El desorden de la existencia humana queda ejemplificado en el asesinato de Caín (Gn 4: 8), en su exclusión a una vida caracterizada por un deambular sin propósito (Gn 4: 12– 16) y en el escalofriante júbilo de Lamec (Gn 4: 23– 24). La tendencia alcanza su cénit en el juicio sobre la depravación humana universal que da paso al diluvio (Gn 6: 5). Se recapitula en Génesis 11: 1– 9, la narración final de la historia primigenia. Aquí la humanidad se opone al deseo de Dios de poblar la tierra (Gn 1: 28; cf. 11: 4) y es juzgada por ello, recibiendo el nombre de "Babel", que se explica como un juego de palabras con el verbo bālal, "confundir o desordenar" (Gn 11: 9). La historia primigenia está vinculada, pues, al desorden. Pero el desorden físico con el que comenzó se invirtió fácilmente mediante el mandato divino en la creación. El desorden moral y espiritual de Babel todavía aguarda una solución cuando la historia primigenia llega a su conclusión. La solución al dilema humano llega de la mano del llamamiento de Abraham y sus bendiciones programáticas que controlan la historia ancestral. Los beneficiarios últimos serán "todas las familias de la tierra", es decir, los mismos que se han visto afectados por la crisis de Babel (Gn 12: 3; cf. 11: 1, 9). 

3.3. Implicaciones teológicas de las promesas y las bendiciones. 

Si bien casi todo lo que sucede en la historia de los antepasados se puede relacionar de una u otra forma con la voluntad divina esbozada en Génesis 12: 1– 3, la narración evidentemente no presenta el desarrollo inexorable de un plan ordenado de antemano en todos sus detalles (véase 2 más arriba). Por un lado, los intentos humanos por hacer cumplir las bendiciones, o conseguir que avancen meramente sobre la base de las iniciativas humanas, tienden a frustrarlas. Por ejemplo, la decisión de Abraham de llevarse a Lot a pesar de habérsele dicho que dejara a su parentela (Gn 12: 1, 4), el hecho de hacer pasar a Sara como su hermana (Gn 12: 10– 20; 20: 1– 18) y de convertirse en padre de Ismael (Gn 16: 1– 4) podrían ser acciones humanas defendibles, teniendo en cuenta el conocimiento que tenía Abraham de la promesa de convertirse en una nación que se le había revelado hasta ese punto. Sin embargo, cada acción complica el cumplimiento último de la promesa tal como es finalmente definida por Dios (Gn 17: 15; 18: 10). El fracaso de las iniciativas de Jacob por ver cumplidas las esperanzas del oráculo divino y de la bendición paterna (Gn 25: 23; 27: 27– 29; cf. 33: 3– 8) según la cual se convertiría en señor de Esaú y su hermano se postraría ante él sigue el mismo patrón. Parece que también se aprecia la presencia de una relación complementaria: los esfuerzos humanos por frustrar las bendiciones tienden a hacer que estas se cumplan. Por ejemplo, los hermanos de José actúan contra él llevados por el propósito explícito de echar por tierra sus sueños (Gn 37: 20). Sin embargo esa misma motivación, que trae como consecuencia su exilio en Egipto y su ascenso al poder, provoca una situación en la que se puede cumplir el primero de los sueños (Gn 42: 6; 43: 26, 28; 44: 14). Por tanto la dinámica que controla la relación entre la soberanía divina y el libre albedrío humano, y que se observa en la yuxtaposición general de las genealogías y las narraciones (véase 1 más arriba), se ve complementada por la participación humana en las bendiciones, tal como presentan los relatos. También dice mucho acerca de la naturaleza de la fe humana. La fe nunca alcanza un punto de equilibrio, sino que siempre está en desarrollo; a veces aceptando las iniciativas divinas, otras cuestionándolas y ocasionalmente esforzándose por comprender cuáles puedan ser estas. Las bendiciones y las promesas se presentan como radicalmente teocéntricas, pero no como predestinadas. Las bendiciones contienen elementos que, desde un punto de vista humano, se encuentran más allá de cualquier expectativa: por ejemplo, la promesa de que Abraham se convertirá en una gran nación (Gn 12: 2). Esa esperanza general es notable en sí misma sin verse complicada, como de hecho ocurre, por las posteriores revelaciones divinas de que esto se logrará transformando la esterilidad en fertilidad (Gn 17: 16) e invirtiendo los derechos de primogenitura (Gn 17: 18– 19), por no decir nada de que se va a ver amenazada por un mandato divino de deshacerse del único hijo de la promesa (Gn 22: 2). En todo este proceso, la iniciativa es de Dios, sin el cual ni siquiera habría una historia. Pero el rumbo que toma la historia se decide muchas veces por la iniciativa humana, lo que complica todavía más la historia. Al llegar al final del libro ninguna de las bendiciones o promesas se ha cumplido. Son heredadas por el resto del Pentateuco, desarrolladas por la Escritura en su conjunto, pero solamente se pueden comprender adecuadamente cuando se leen teniendo en cuenta el trasfondo que aporta el Génesis. 

3.4. Conclusiones. 

De la dinámica del texto que se ha esbozado anteriormente se desprende que no es posible hacer una síntesis sencilla de la manera en que opera la relación entre Dios y los seres humanos en el Génesis. No obstante, la idea narrativa central del libro sugiere un desarrollo coherente. Comienza con el Dios siempre presente y antropomórfico de la historia primigenia y luego pasa a Abraham, en cuya historia Dios aparece y actúa en la mayoría de los episodios, y donde Abraham reconoce la presencia y los actos de Dios a intervalos regulares. En la historia de Jacob, la involucración de Dios con Jacob y la respuesta de este último es menos frecuente y más enigmática. En la historia de José Dios apenas habla o actúa explícitamente, y su participación se transmite principalmente a través de las infrecuentes reflexiones de José (Cohn). Así pues, Génesis no presenta una teología estática de la involucración de Dios con la humanidad, pero a pesar de esta forma de interactuar, Dios está presente y activo, aunque algunas veces solamente lo esté a los ojos de la fe. En este sentido Génesis aporta una introducción teológica apropiada al resto del Pentateuco, en la que la libertad de Dios para interactuar con su creación queda ampliamente demostrada, y donde el compromiso de Dios con el mundo no puede ser negado por la actitud ambivalente de la humanidad hacia él.


BIBLIOGRAFÍA. Comentarios: V. P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1-7 (NICOT; Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1990); ídem, The Book of Genesis: Chapters 18-50 (NICOT; Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995); G. von Rad, Genesis (ed. rev.; OTL; Filadelfia: Westminster, 1972)– existe edición castellana: El libro del Génesis (Salamanca: Sígueme, 1988); J. Skinner, A Critical and Exegetical Commentary on Genesis (2ª ed.; ICC; Edimburgo: T & T Clark, 1930); L. A. Turner, Genesis (Readings: A New Biblical Commentary; Sheffield: Sheffield Academic Press, 2000); G. J. Wenham, Genesis 1-15 (WBC 1; Dallas: Word, 1987); ídem, Genesis 16-50 (WBC 2; Dallas: Word, 1994); C. Westermann, Genesis 1-11: A Commentary (Minneapolis: Augsburg, 1984); ídem, Genesis 12-36 (Minneapolis: Augsburg, 1985); ídem, Genesis 37-50 (Minneapolis: Augsburg, 1986). Estudios: T. D. Alexander, "Abraham Re-Assessed Theologically", en He Swore an Oath: Biblical Themes from Genesis 12-50, ed. R. S. Hess, G. J. Wenham y P. E. Satterthwaite (2ª ed.; Grand Rapids, MI: Baker, 1994) 7– 28; ídem, "Genealogies, Seed and the Compositional Unity of Genesis", TynBul 44 (1993) 255– 70; B. W. Anderson, "From Analysis to Synthesis: The Interpretation of Genesis 1-11", JBL 97 (1978) 23– 39; J. Blenkinsopp, The Pentateuch: An Introduction to the First Five Books of the Bible (ABRL; Nueva York: Doubleday, 1992) – existe edición castellana: El Pentateuco (Estella: Verbo Divino, 2001); D. M. Carr, Reading the Fractures of Genesis: Historical and Literary Approaches (Louisville: Westminster/ John Knox, 1996); G. W. Coats, Genesis, with an Introduction to Narrative Literature (FOTL 1; Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1983); R. L. Cohn, "Narrative Structure and Canonical Perspective in Genesis", JSOT 25 (1983) 3– 16; M. Fishbane, "Composition and Structure in the Jacob Cycle (Gen 25: 19-35: 22)", JJS 26 (1975) 15– 38; J. P. Fokkelman, "Time and the Structure of the Abraham Cycle", OtSt 25 (1989) 96– 109; T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996); D. A. Garrett, Rethinking Genesis: The Sources and Authorship of the First Book of the Pentateuch (Grand Rapids, MI: Baker, 1991); R. S. Hendel, "Tangled Plots in Genesis", en Fortunate the Eyes That See: Essays in Honor of David Noel Freedman in Celebration of His Seventieth Birthday, ed. A. B. Beck, A. H. Bartelt, P. R. Raabe y C. A. Franke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995) 35– 51; W. L. Humphreys, The Character of God in the Book of Genesis: A Narrative Appraisal (Louisville: Westminster John Knox, 2001); I. M. Kikawada y A. Quinn, Before Abraham Was: The Unity of Genesis 1-11 (Nashville: Abingdon, 1985); T. J. Prewitt, The Elusive Covenant: A Structural Semiotic Reading of Genesis (Bloomington: Indiana University Press, 1990); G. A. Rendsburg, The Redaction of Genesis (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1986); R. B. Robinson, "Literary Functions of the Genealogies of Genesis", CBQ 48 (1986) 595– 608; J. Rosenberg, King and Kin: Political Allegory in the Hebrew Bible (Bloomington: Indiana University Press, 1986); J. M. Sasson, "Genealogical 'Convention' in Biblical Chronography?", ZAW 90 (1978) 171– 85; T. Stordalen, "Genesis 2, 4: Restudying a Locus Classicus", ZAW 104 (1992) 163– 77; L. A. Turner, Announcements of Plot in Genesis (JSOTSup 96; Sheffield: JSOT, 1990); R. N. Whybray, Introduction to the Pentateuch (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995); P. Williamson, "Abraham, Israel and the Church", EvQ 72 (2000) 99– 118. L. A. Turner


Alexander, T. Desmond; Baker, David W. (2016-04-26). Diccionario del A.T. Pentateuco (Spanish Edition) (Kindle Locations 18003-18037). Editorial CLIE. Kindle Edition. 


No hay comentarios:

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO