martes, 29 de agosto de 2017

miércoles, 23 de agosto de 2017

Atributos Morales de Dios

Atributos Morales de Dios Este video ilustra brevemente la manera en la que el conocimiento de cómo es nuestro Dios puede afectar nuestra vida diaria. Gracia y Paz!

domingo, 20 de agosto de 2017

JESÚS

Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a
su pueblo de sus pecados» Mateo 1: 21
El hebreo YESHUAH significa Jehová salva, Jehová es salvación, o
Jehová trae salvación.
El griego iesous es una transliteración del nombre hebreo que a
español se ha vertido como Josué, que significa «Jehová es nuestra
salvación»; o «Jehová es el Salvador»; era un nombre común entre los
judíos de la época de Jesús.
Fue dado al Hijo de Dios como su nombre personal, en obediencia a la
orden dada por un ángel a José, el marido de su madre, María, y a ella
misma poco antes de que Él naciera:
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
En Hechos se halla frecuentemente el nombre «Jesús». «Señor Jesús»
también se usa normalmente:
Mientras lo apedreaban, Esteban oraba y decía: «Señor Jesús, recibe mi espíritu»
pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que
solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.
Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo:
—Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por
donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del
Espíritu Santo.
Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús…
Esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como
griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era glorificado el nombre del
Señor Jesús.
Aunque otros seres humanos han portado el nombre Jesús, sólo Jesús el
Cristo, es el único que es y era exactamente lo que ese Nombre quiere
decir o describe ¡El Señor que existe por sí mismo es nuestra
Salvación!
Jesús es entonces el Nombre Redentor de Dios en esta Dispensación de
la Gracia y ese es el Nombre que está por encima de todo nombre:
Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a
su pueblo de sus pecados.
Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un
nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se
doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y
debajo de la tierra.
EL SEÑOR JESUCRISTO (Nombre compuesto)
«El Señor». Esto denota el aspecto Paterno de Jesús sobre su propia
Iglesia, Él es el heredero de todas las cosas:
Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en
los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean
tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue
creado por medio de él y para él.
Y él es antes que todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.
El es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y es el
principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga
la preeminencia.
La palabra «Jesucristo» aparece escasas cinco veces en los evangelios:
Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham…
El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando comprometida María, su
madre, con José, antes que vivieran juntos se halló que había
concebido del Espíritu Santo.
Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo… Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado.
Tanto Pedro, como Pablo, usaron también «Jesucristo»:
Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de
la paz por medio de Jesucristo; este es Señor de todos.
Ellos dijeron: —Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa.
Cristo, como hemos visto quiere decir el Ungido o el Enviado, el
Mesías, y hace referencia especial al poder del Espíritu Santo
actuando sobre el hombre Jesús.
El Nombre compuesto Señor Jesucristo, encierra en sí toda la plenitud
de la Divinidad del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
En las Epístolas de Santiago, Pedro, Juan y Judas, hombres que
acompañaron al Señor en los días de su carne, «Jesucristo» es el orden
invariable del nombre y título, porque este fue el orden de su
experiencia; lo conocieron primero como «Jesús», llegando a aprender,
finalmente, en su resurrección, que Él era el Mesías.
Pablo llegó a conocerlo por primera vez en la gloria celestial, y
siendo así su experiencia la inversa de la de los otros, se halla
frecuentemente el orden inverso, «Cristo Jesús», en sus epístolas.
En las cartas de Pablo, el orden siempre está en armonía con el
contexto. Así, «Cristo Jesús» describe al Excelso que se humilló a sí
mismo y da testimonio de su pre-existencia:
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús;
«Jesucristo» describe al Menospreciado y Rechazado que fue después
glorificado y da testimonio de su resurrección:
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
«Cristo Jesús» sugiere su gracia; «Jesucristo» sugiere su gloria.
EL NOMBRE DE JESUS
Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios sí satisfizo el añorar
de su pueblo y se reveló en todo su poder y gloria a través del Nombre
de Jesús.
LO QUE REPRESENTA EL NOMBRE DE JESÚS
Jesús es la culminación de todos los epítetos que Dios usó en el
Antiguo Testamento para darse a conocer, es el Nombre más exaltado que
jamás ha sido revelado a la humanidad.
Sabiendo el significado del Nombre Jesús, debemos intentar comprender
lo que Él es para quienes somos sus seguidores.
Este nombre representa la presencia de su dueño, su poder y la obra de
Dios. Cuando nosotros invocamos su Nombre creemos que Él mismo se
hace presente y comienza a obrar.
PLENA REVELACIÓN DE DIOS
Así como Dios en el Antiguo Testamento progresivamente revelaba más de
su naturaleza y su nombre respondiendo a las necesidades de su pueblo,
de igual manera en el nombre Jesús, en el Nuevo Testamento, reveló no
solo el Nombre sino la naturaleza misma de Dios por medio de los
milagros que hacía:
Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo
conocéis y lo habéis visto.
Felipe le dijo: —Señor, muéstranos el Padre y nos basta.
Jesús le dijo: —¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has
conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo,
pues, dices tú: "Muéstranos el Padre"? ¿No crees que yo soy en el
Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por
mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las
obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra
manera, creedme por las mismas obras.
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago,
aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y
creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.
Éstos milagros servían para exaltar el nombre de Jesús.
7.3. IDENTIFICACION DE LA IGLESIA
La Iglesia del Nuevo Testamento es identificada por "El Nombre de
Jesús", conviene recordar que somos su cuerpo, su esposa y esto nos da
a entender que llevamos su Nombre y le pertenecemos a Él.
Jesús dijo que seríamos perseguidos por causa de su Nombre, y esto
sucede desde el principio; sin embargo, para nosotros es un privilegio
sufrir por causa del Nombre:
Seréis odiados por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere
hasta el fin, este será salvo.
diciendo:
—¿No os mandamos estrictamente que no enseñarais en ese nombre? Pero
ahora habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar
sobre nosotros la sangre de ese hombre.
Ellos salieron de la presencia del Concilio, gozosos de haber sido
tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.
Y todos los que lo oían estaban atónitos, y decían:
—¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este
nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales
sacerdotes?
hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
7.4. USOS DEL NOMBRE DE JESÚS
En el Nombre de Jesús esta todo el poder, el carácter, las facultades
y la autoridad de Dios, por tal razón:
todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
La Iglesia del Señor, en obediencia a su Palabra:
- Predica y enseña en el Nombre de Jesús:
Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo,
amenacémoslos para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno
en este nombre.
Entonces los llamaron y les ordenaron que en ninguna manera hablaran
ni enseñaran en el nombre de Jesús.
- Bautiza en el Nombre de Jesús:
Pedro les dijo: —Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don
del Espíritu Santo.
- Echa fuera demonios en el Nombre de Jesús:
Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera
demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos y,
aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán.
- Ora en el Nombre de Jesús:
Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre
sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré… En
aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que
todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.
- Hace señales en el Nombre de Jesús:
mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades, señales y
prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.
- Se congrega en el Nombre de Jesús:
porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos.
- Sana los enfermos en el Nombre de Jesús:
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la
iglesia para que oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del
Señor.
EL NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE
Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvo
Esta declaración enfoca toda nuestra atención en la importancia del
Nombre de Jesús.
Esta declaración no puede ser ignorada en el estudio de la Deidad.
Los profesores Flanders y Cresson de la Universidad de Baylor (USA)
han dicho: "para la gente de antaño el nombre es parte de la persona,
una extensión de la personalidad del individuo".
En el Antiguo Testamento Dios usó una revelación progresiva de su
Nombre para revelar más de sus atributos y características a su
pueblo. Su nombre también representa su presencia.
Según el Señor suplía las diferentes necesidades de su pueblo, él
revelaba más de sí mismo a ellos, no sólo por medio de sus hechos,
sino en la forma de un Nombre.
Cuando Dios suplió la necesidad para que la humanidad fuese salva; El
se reveló a sí mismo como Jesús (Jehová el Salvador).
Jesús es el Nombre más alto y sublime que jamás haya sido revelado a
ser humano alguno.
Y esto es lo que dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías,
Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: —Levantaos y bendecid a Jehová,
vuestro Dios:
Desde la eternidad y hasta la eternidad sea bendecido tu nombre glorioso,
que supera toda bendición y alabanza
Este texto bíblico declara que el nombre de Dios, desde la eternidad
hasta la eternidad, es glorioso y alto sobre toda bendición y
alabanza, y …
sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo
nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el
venidero,
Pablo declara que el Nombre de Jesús es el nombre que esta sobre todo
nombre que se nombra.
¿Tendremos dos dioses con dos nombres sobre todo nombre? ¡Imposible!
La única respuesta es que el nombre de Jesús es el nombre de Dios.
El nombre de Jesús incluye todos los nombres que describen a Dios en
el Antiguo Testamento.
Él es uno y uno su Nombre.
El Nombre de Jesús es la plena revelación de Dios, sencillamente
porque Él es Jehová y …
Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad.
Pablo declara que el Nombre de Jesús es el nombre que es sobre todo nombre:
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra;
El Nombre de Dios es Jesús, porque es Dios quién dijo que ante Él se
doblará toda rodilla:
Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia y no
será revocada: "Que ante mí se doblará toda rodilla y jurará toda
lengua".
Esto será cumplido cuando todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo:
Tú, pues ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué
menosprecias a tu hermano?, porque todos compareceremos ante el
tribunal de Cristo, pues escrito está: «Vivo yo, dice el Señor, que
ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios».
Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día, porque yo mismo
que hablo, he aquí estaré presente.
Por esta causa conocer el nombre del Mesías es conocer el Nombre de
Dios. El cual naturalmente sería el nombre sobre todo nombre. No hay
duda que Jesús es el Nombre de Dios.
Jesús mismo declaró que Jesús es el nombre del Padre (Deidad):
Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en
su propio nombre, a ese recibiríais.
He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos
eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
El único Nombre manifestado por Jesús fue Jesús y este nombre se ha
convertido en el vínculo o puente entre Dios y el hombre.
Jesús heredó el nombre de su Padre:
hecho tanto superior a los ángeles cuanto que heredó más excelente
nombre que ellos.
Dios ha dado una gran importancia a su Nombre, Él mandó a los
sacerdotes que pusiesen suma importancia a su Nombre:
Si no escucháis y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha
dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros y
maldeciré vuestras bendiciones; y ya las he maldecido, porque no os
habéis decidido de corazón.


--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor Ordenado IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

jueves, 10 de agosto de 2017

miércoles, 9 de agosto de 2017

viernes, 4 de agosto de 2017

LA MISIÓN DE DIOS EN LAS ESCRITURAS

LA MISION DE DIOS EN LAS ESCRITURAS


Puntos clave de este capítulo

1. El ministerio intercultural tiene su origen en la
naturaleza de Dios.
2. Dios escogió a Israel para que participara en su misión
de redimir a todo el género humano.
3. El ministerio intercultural constituye el centro de la
naturaleza y razón de la existencia de la iglesia.
4. La clave para la participación del hombre con Dios en su
misión es obedecerlo de todo corazón. Esta es también la clave para
alcanzar las promesas y bendiciones de Dios.
5. Dios no mira a ninguna cultura ni pueblo como superiores
a otros, ni tampoco quiere que su Iglesia los mire así.

El carácter y la naturaleza de Dios son la base para estudiar la
importancia del ministerio intercultural. Sólo llegaremos a entender a
cabalidad el reino de Dios y los propósitos divinos mediante una
completa comprensión de su soberano control del universo y de la
historia del género humano.


A. El amor de Dios es el principio fundamental de la historia
de la redención

La única característica de la naturaleza de Dios de la cual depende
totalmente el género humano es su amor. Para Dios toda su creación es
importante, pero El ha escogido de un modo especial al hombre para que
reciba su inmerecido favor y gracia. Desde el principio, Dios tuvo que
encarar un dilema en lo que respecta al hombre.
En toda la creación, Dios delega autoridad. Esto es cierto en lo que
respecta al reino de Dios en el cielo así como en la tierra. Dios
organizó a los ángeles como una jerarquía, dándoles distintos grados
de responsabilidad y autoridad. Dios le dio a un querubín específico
una espléndida hermosura y una gran sabiduría y poder (Ezequiel
28:12–17). Le dio un trono y le confirió autoridad para gobernar como
primer ministro de Dios. Lucifer tenía un gran poder, una perfecta
hermosura y esplendor, todo lo cual le había sido dado por Dios. Pero
también tenía libre albedrío. En un determinado momento de la
historia, este ángel quedó tan deslumbrado por su propia hermosura y
grandeza que traspasó su posición y trató de ser "semejante al
Altísimo" (Isaías 14:14). Encabezó una rebelión en el cielo, en la
cual un tercio de los ángeles se le unió, tratando de establecer un
reino espurio (Apocalipsis 12:4, 7–9).
Por esa rebelión, Lucifer, ahora llamado Satanás (adversario), mereció
el juicio de Dios y la expulsión del cielo. Aun cuando se encuentra
bajo la condenación de la derrota final, Satanás todavía actúa en
franca rebeldía contra Dios y sus propósitos. Habiendo sido en su
origen un ángel de luz, ahora gobierna un reino de tinieblas. Su reino
está en continua rebelión contra Dios.
Cierto tiempo después que Satanás fue expulsado del cielo, Dios hizo
otra creación, a la cual también le dio libre albedrío: el hombre.
Esta libertad de escoger refleja la imagen de Dios. Le otorga al
hombre el poder de agradar a Dios, principalmente correspondiendo a su
amor. Para tener comunión con Dios y amarlo, se requiere contar con su
libertad moral de escoger.
El vínculo del amor es mucho más poderoso que la fuerza del poder.
Dios estableció su relación de compañerismo y comunión con Adán y Eva
sobre el amor, no sobre la fuerza. Incluso los hizo partícipes en su
señorío sobre la tierra. A fin de continuar en esa relación con Dios,
sólo tenían que pasar la prueba de una total obediencia a la voluntad
de Dios. Pero fallaron. Ese desastre identificó a la humanidad con
Lucifer, que también había fallado en su prueba.
Al crear seres morales, Dios se arriesgó a que lo desobedecieran. En
primer lugar, Lucifer se rebeló, inició un reino contrario y sedujo la
lealtad de un enorme número de ángeles. En segundo lugar, el hombre
desobedeció y cayó en un estado de pecado y continua decadencia moral.
En ese momento de la historia el interrogante crucial era: ¿Qué haría
Dios al respecto? ¿Destruiría a Satanás, a sus seguidores, al hombre y
a la tierra, todo con un golpe de su justicia? Pero la causa de las
acciones de Dios radica en la naturaleza de su carácter.
1. La historia de la redención la escribió el amor de Dios. Habría
sido justificable que Dios destruyese a todos o parte de los rebeldes
en su creación. Pero El había previsto la posibilidad del pecado y
había ideado un medio para rescatar al hombre. Ese plan había de
cumplir dos propósitos: reivindicar la usurpada porción del reino de
Dios, y redimir al género humano del poder y de la penalidad del
pecado. Pero en su condición de caído y de pecaminoso, el hombre
estaba imposibilitado para recibir el poder restaurador de Dios. La
solución soberana a ese problema fue la encarnación de Cristo como
hombre. En su gran amor por el hombre, Dios ya había determinado
realizar el sacrificio supremo aun antes de la caída del hombre. El
pagaría personalmente la pena por el pecado del hombre por medio de su
Hijo Jesucristo (Efesios 1:4; 1 Pedro 1:20).
Este acto de la gracia de Dios, único en la historia, ilustra la
profundidad y el poder vencedor del amor de Dios (Romanos 8:37). Aun
cuando Dios se reserva el derecho soberano de hacer un juicio final,
ha optado por no ejercer aún ese derecho, a fin de que la humanidad
creyente pueda ser redimida. Nunca en la historia de la humanidad se
ha visto una revelación más grande del carácter amoroso de Dios que
cuando El envió a Jesucristo para redimir a los hombres.
Cuando Dios anunció su sentencia sobre Satanás por la parte que él
tuvo en la caída del hombre, le dijo: "Y pondré enemistad entre ti y
la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la
cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3:14, 15). A menudo
se hace referencia a este pasaje como el protoevangelio. Esta es la
primera referencia a Cristo en la Biblia. Resulta importante que la
primera vez que se menciona a Cristo es con relación a la derrota de
Satanás. Esta es la esencia del evangelio: las buenas nuevas de la
victoria sobre el fracaso.
El hombre no estaba destinado a recibir una liberación instantánea de
su culpa. Fracasó por su desobediencia, pero Dios se propuso cimentar
el fundamento de la redención, enseñándole la importancia de la
obediencia a su voluntad. La historia del trato de Dios con el pueblo
de Israel es una continua demanda de obediencia. Dios llamó a Israel a
obedecer su ley, pero la historia de Israel es una repetición de
fracasos en obedecer la Ley de Dios. La continua desobediencia de
Israel hizo que fracasara en la misión que Dios le había encargado, y
trajo el juicio de Dios sobre la nación entera.
El sentido más directo en que este pasaje del Génesis se cumplió fue
en la crucifixión de Jesucristo. Satanás fue la fuerza impulsora
detrás del sumo sufrimiento de Cristo antes de su muerte. Pero la
herida "en el calcañar" producida por Satanás fue menor, y sólo
temporal, comparada con la herida "en la cabeza" inferida por Cristo.
La condena final de Satanás y su reino fue sellada en la muerte y
resurrección de Cristo.
No fue sólo Jesucristo quien desempeñó un papel en la derrota de
Satanás. Dios busca siempre levantar, redimir y capacitar al hombre
para que sea vencedor sobre el reino de Satanás. El quiere que Satanás
sea derrotado a diario, así como lo será en su juicio final.
Ese Dios amoroso interviene constantemente en los asuntos humanos para
levantar al hombre por encima de su naturaleza caída y capacitarlo
para contrarrestar la acción de Satanás. Nunca ha permanecido
impasible en lo que concierne al hombre. Nunca se ha mostrado propenso
a dejar simplemente que el hombre siga su propio camino. Permanece
siempre con la mirada vigilante, listo para buscar y salvar a toda
oveja perdida, para corregir y animar a todos los que lo siguen a El.
2. Dios tiene una misión. Con su misión activa Dios procura que los
hombres vengan al arrepentimiento por medio de la obra realizada por
Cristo (Lucas 19:10; 2 Pedro 3:9). A lo largo de la historia Dios ha
contado conque aquellos que lo servían participaran en su misión. Noé
construyó el arca, la cual llegó a ser el instrumento de salvación de
Dios en el diluvio. Israel había de ser el testigo de Dios ante las
naciones. Hoy la Iglesia de Jesucristo es el instrumento divino de
Dios llamado a participar en su misión.
El amor de Dios no está confinado a ninguna raza, nación, ni grupo
cultural. El ama a todos los pueblos. Ama a los pigmeos africanos
tanto como a los hombres de negocio asiáticos. El desea redimir a los
refugiados camboyanos tanto como desea que los soldados argentinos
encuentren a Cristo. El amor de Dios traspasa todas las fronteras
culturales, raciales y lingüísticas. El quiere que todos tengan una
oportunidad para seguir a Cristo.


B. La misión redentora del pueblo escogido de Dios

Son muchos los que se han preguntado por qué Dios escogió al pueblo de
Israel para que fuera su pueblo especial a lo largo de la historia.
¿Los amaba más Dios? ¿Quería El bendecirlos y olvidarse de las demás
naciones del mundo? Ellos fueron un pueblo obstinado, lento para
guardar las leyes de Dios. ¿Por qué se comprometió tanto con un solo
pueblo, con una sola nación?
El Señor favoreció al pueblo judío en parte por la fe de Abraham, su
primer patriarca. Pero lo más importante es que El escogió a los
israelitas para que fueran participantes especiales en su plan para
redimir a todo el género humano.
1. La promesa intercultural en el pacto abrahámico. Dios había
prometido bendecir a Abram haciendo de él una nación grande:
"Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren
maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra"
(Génesis 12:3).
Con las promesas que le hizo a Abram, Dios comenzó un nuevo capítulo
en la historia de la humanidad. El plan de Dios para redimir al género
humano, así a individuos como a naciones, no había cambiado. Lo que
hizo fue comenzar un nuevo método. El se identificaría de un modo
especial con el pueblo de una nación específica. Promovería su
crecimiento, determinaría su sistema social y político, y los
protegería y libraría de sus enemigos. Llegaría a ser conocido como el
Dios de Israel. Todo esto era parte de la promesa que Dios le había
hecho a Abram, ahora conocido como Abraham. Israel llegó a ser una
gran nación no porque Abraham fuera su padre, sino porque el único
Dios verdadero escogió ser identificado personalmente con el pueblo
judío. Fue basado en la identificación personal que Dios tenía con
Israel que Moisés tuvo éxito al suplicar a Dios que no destruyese a la
nación entera cuando Israel pecó al pie del monte Sinaí (Exodo
32:11–14). Dios se había identificado con Israel a fin de revelarse al
mundo.
La promesa hecha a Abraham: "En ti serán benditas todas las naciones"
es una referencia directa a la venida de Cristo, el Mesías.
Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham, es el único por medio de
quien todas las naciones de la tierra pueden ser bendecidas. De modo
que, aun al escoger a la nación de Israel, Dios estaba determinado a
alcanzar, levantar, elevar y redimir a todos los pueblos de la tierra.
En tanto que Jesucristo fue el cumplimiento final directo de la
promesa divina, Dios quiso usar su relación especial con Israel para
revelar su naturaleza al mundo. Gracias al trato de Dios con Israel,
el género humano pudo vislumbrar la gloria del amor de Dios, así como
de su poder, su paciencia, su juicio y su justicia. Aquella fue una
oportunidad para que los hombres pudieran recibir normas y principios
para vivir correctamente. Las leyes que Dios le dio a Israel han
llegado a ser en la actualidad la base de las leyes de muchas naciones
de la tierra. Durante siglos sus principios han guiado a los hombres
hacia una justa relación con Dios y con los hombres.
En Gálatas 3:8, Pablo escribió: "La Escritura, previendo que Dios
había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena
nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones."
Dios le dio a Abraham tres promesas personales específicas:

1. "Haré de ti una nación grande"
2. "Te bendeciré"
3. "Engrandeceré tu nombre" (Génesis 12:2).

Entonces Dios hizo una pausa, para dar una cláusula final: "Y [de modo
que] serás bendición". A nadie le permite Dios que simplemente gaste
en sí mismo las bendiciones o promesas divinas. Una gran bendición
exige una gran responsabilidad. Dios bendijo a Abraham a fin de
bendecir a otros.
A continuación Dios le dio dos promesas de poder a Abraham:

1. "Bendeciré a los que te bendijeren"
2. "A los que te maldijeren maldeciré" Génesis 12:3.

Dios le prometió a Abraham poder para cumplir su misión para El. Los
que colaboraran con Abraham, estarían colaborando con los propósitos
de Dios y, por tanto, recibirían la bendición de Dios. Al contrario,
los que se opusieran a Abraham, se estarían oponiendo a los propósitos
de Dios y por ello sufrirían su juicio. Dios le prometió a Abraham
darle su poder protector conforme él cumpliese la misión que Dios le
había encargado.
Una vez más Dios concluyó con otra cláusula final: "Y [por lo cual]
serán benditas en ti todas las familias de la tierra." Esta es una
reafirmación de la misma promesa que Dios había hecho en la primera
cláusula final del versículo dos. En ese versículo, Dios prometió
hacer que Abraham fuera bendición. En el versículo tres Dios predijo
el alcance de esa bendición. El llegaría a ser bendición a "todas las
familias de la tierra". ¡Qué promesa!
Fíjese en los verbos de estos dos versículos. En el versículo dos,
Dios promete hacer tres cosas. Luego dice que a su vez Israel servirá
de bendición. Este patrón de "Yo haré — tú serás" en la comunicación
de Dios con Abraham ha sido desde entonces una forma en que Dios ha
venido comunicándose con el hombre. Es al revés de como el hombre
procura dirigirse a Dios. El hombre le dice a Dios: "Si tú haces esto
… yo haré, o seré, esto otro." Por lo general, el hombre trata de
forzar a Dios a que haga su voluntad (la del hombre). Pero esto, en
realidad, es rebelión en contra de la idea de Dios. El dice: "Te
bendeciré a fin de que seas bendición para los demás."
Dios obra en la historia humana, declarando y demostrando sus
propósitos y su voluntad. Luego demanda del hombre que conforme su
voluntad con la de El. Dios bendijo a Abraham de modo que él, a su
vez, pudiera ser bendición a otros. Jehová liberó a Israel de la
esclavitud, para que ellos, a su vez, pudieran ser bendición para las
naciones que los rodeaban. El Señor ha bendecido a la Iglesia con el
poder y la presencia del Espíritu Santo a fin de que ella pueda ser
bendición para "todas las naciones de la tierra". El factor clave es
la voluntad del hombre. Es la respuesta del hombre al "Yo haré" de
Dios.
Dios revela en forma progresiva tanto sus promesas como sus
propósitos. En Génesis 12:1–3 El reveló el alcance general de sus
promesas hechas a Abraham.
Jacob, nieto de Abraham, era un hombre engañador. Obtuvo la herencia
de su hermano mediante ardid (Génesis 25:29–34; 27:1–46). Destruyó a
los habitantes de Siquem mediante engaño (Génesis 34). ¡No obstante,
él seguía siendo hijo del pacto abrahámico!
Al fortalecerse Jacob espiritualmente, Dios le dio una mayor
revelación de sus promesas y de sus propósitos. Cuando Jacob buscó a
Dios en Betel por segunda vez, quedó confirmado el llamamiento de
Jacob con el cambio de su nombre. Asimismo Dios volvió a confirmar con
Jacob el pacto abrahámico (Génesis 35:9–15). Como la vez anterior, el
Señor le prometió a Israel que le daría la tierra de Canaán a él y a
sus descendientes (v. 12). Pero Dios también proclamaba su propósito
de hacer del linaje de Abraham, Isaac y Jacob el linaje a través del
cual El bendeciría a "todas las familias de la tierra" (Génesis 12:3).
Al establecer su pacto con Abraham y sus descendientes, Dios le dio al
mundo un informe acerca de su naturaleza. El se daba a conocer como un
Dios amante y misericordioso, así como justo y recto. Al intervenir en
los asuntos de la humanidad a través del linaje de Abraham, Dios
mostraba renuencia a mirar con los brazos cruzados la continua
degeneración de la raza humana. No permitiría que el hombre se
destruyera a sí mismo sin esperanza ni conocimiento de su Creador.
Dios llamó a Abraham y a la nación de Israel con el fin de salvar a
todo el género humano, no solamente a una nación.
2. El llamamiento de Israel a la misión de Dios. El monte Sinaí fue un
hito en la historia de la relación de Dios con su pueblo escogido. Fue
al pie del Sinaí donde Israel acampó al tercer mes después de escapar
de Egipto. Fue junto al Sinaí donde Israel se rebeló contra Dios y
adoró al becerro de oro. Fue en el Sinaí donde Dios le dio la ley a
Moisés y asimismo llamó a Israel para que fuera instrumento de su
misión de alcance mundial (Exodo 19:1, 2).
Exigió de Israel una relación especial con El, la cual vino a ser
llamada el "Pacto mosaico".

Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo:
Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel:
Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas
de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi
voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre
todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis
un reino de sacerdotes, y gente santa.
Exodo 19:3–6

Dios le dio a Israel tres promesas específicas. Ellos llegarían a ser
su especial tesoro, llegarían a ser un reino de sacerdotes, y gente
(una nación) santa.
a. Especial tesoro. La palabra hebrea traducida "tesoro" tiene el
sentido de "artículos especiales que uno protege y guarda, como las
joyas". Dios indicaba el alto valor que le daba a su pueblo. El hecho
de guardar su pacto haría que los israelitas fueran como joyas
preciosas de Dios para que él, que las poseía, las exhibiese a todos
(Malaquías 3:17 y Daniel 12:3).
b. Un reino de sacerdotes. Si Israel guardaba el pacto de Dios,
llegaría a ser también un reino de sacerdotes para Dios. A fin de
entender el cuadro que Dios pintaba, debemos preguntarnos: ¿Para qué
servían los sacerdotes en el Antiguo Testamento? Su función principal
era actuar como mediadores entre Dios y los hombres. Pero ¿cómo es que
Dios estaba declarando aquí que tenía por objeto hacer de Israel una
nación entera de sacerdotes? Si todos los ciudadanos de Israel habían
de desempeñar la función de sacerdotes, ¿por quiénes mediarían
entonces? ¿Ante quiénes serían representantes de Dios?
Encontramos la respuesta en la promesa que Dios le hizo a Abraham: "En
tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Génesis
22:18 y 18:18). ¡Dios se proponía que Israel llegara a ser una nación
de sacerdotes para las otras naciones!
c. Una nación santa. La palabra "santo" quiere decir "separado,
especialmente justo". No significa separado en el sentido de
"segregado" o "intocable". Tiene el sentido de haber sido apartado
para un propósito específico. Ese nuevo pacto de Dios era un
llamamiento a Israel para que fuera apartado, escogido de un modo
especial, para los propósitos de Dios.
Israel había de ser santo en dos sentidos: 1) debía dedicarse a adorar
al único Dios verdadero en una singular devoción a El. Israel debía
imitar la justicia de Dios mediante una limpia observancia de sus
leyes y decretos. 2) Israel llegaría a ser también el agente de Dios
en su trato con las naciones pecadoras. Al establecer una correcta
relación vertical con Dios, Israel sería un brillante ejemplo para las
demás naciones. Las formas impías de adoración pagana — como la
prostitución al servicio de los templos y el sacrificio de niños —
contrastarían agudamente con un Israel iluminado con la gloria, la
justicia y la presencia de Jehová Dios. El se proponía que Israel se
distinguiera entre las naciones como una joya preciosa. ¡Dios quería
que la hermosura de la santidad de Israel atrajera al resto de las
naciones hacia El! El hecho de guardar las leyes y el pacto de Dios
haría que la sociedad israelita pareciera una utopía, en contraste con
el pecado, la codicia y la degradación de otras sociedades.
¡Así era cómo Israel debía llegar a ser una nación de sacerdotes! Dios
quería que su pueblo llegara a ser un ejemplo viviente del poder y la
gracia de Dios para las naciones, las cuales serían llamadas a la
justicia de Dios por la mediación del sacerdocio de Israel.
La ley de Dios tenía provisiones para el desempeño de la función a que
El había llamado a Israel. Los extranjeros que había entre ellos
debían ser tratados con benevolencia y amor (Levítico 19:33, 34). Los
judíos debían demostrar hospitalidad hacia los extranjeros, recordando
que ellos también habían sido extranjeros en tierra extraña, de donde
fueron redimidos por Dios (Deuteronomio 10:19; Exodo 22:21; 23:9).
Había solamente dos requisitos para que un extranjero pudiera
incorporarse a la sociedad israelita: los varones tenían que ser
circuncidados y tenían que guardar la ley y ponerla por obra. Más
tarde, los dirigentes judíos añadieron a estos requisitos los ritos
del bautismo y del sacrificio de animales. Pero el entrar en la
congregación de Israel — o hacerse "prosélito", como se lo vino a
llamar más tarde — le confería al nuevo miembro una plena
participación en el pacto de Dios. Si un judío poseía un esclavo y
este se convertía al judaismo, quedaba en libertad. A los judíos no se
les permitía tener esclavos judíos. Los extranjeros que se hacían
judíos recibían muchos otros beneficios también. Había muchas cosas en
la ley de los israelitas que resultaban atractivas para los pueblos de
otras naciones.
Dios llamó a Israel para que mostrase el poder, la gloria, el amor y
la compasión de Dios a las naciones. Igual que Abraham, toda la nación
fue llamada a tener una relación especial y santa con Dios. La
presencia de Dios en Israel debía hacer santo a Israel como un reflejo
de la propia santidad de Dios. La sociedad justa resultante, junto con
el poder de Dios que obraba en favor de Israel, actuarían como un
poderoso imán para atraer a las naciones a Dios. La ley del nuevo
pacto de Dios estimulaba la conversión de los hijos de otras naciones.
Israel tenía un llamamiento sacerdotal para ministrar a las naciones.
Cuando los habitantes de otras naciones prestaban oídos, eran
recibidos en la congregación del pueblo de Dios. Si rechazaban los
mandatos de Dios, El hacía uso de Israel para destruirlos, como hizo
con los cananeos (Deuteronomio capítulos 6–8). Israel había de ser el
principal instrumento de Dios para alcanzar a todos los pueblos de la
tierra.
3. La clave del éxito de Israel. Todas las promesas que Dios le hizo a
Israel dependían de una importante respuesta de su pueblo. El les
prometió hacerlos su especial tesoro, un reino de sacerdotes y una
nación santa si ellos lo obedecían en todo y guardaban su pacto. La
obediencia ha sido siempre el factor clave para alcanzar las promesas
de Dios.
Fue la constante obediencia de Abraham a los mandatos de Dios lo que
abrió las puertas de la ininterrumpida bendición y revelación de Dios.
Cuando Dios probó a Abraham ordenándole que ofreciera a Isaac en
holocausto, su obediencia le agradó en gran manera. Dios preservó a
Isaac, y la fiel obediencia de Abraham movió al Señor a volver a
confirmar su pacto:

Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto … no me has
rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y
multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la
arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las
puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las
naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.
Génesis 22:16–18 (cursivas del autor).

La fe es la conformidad con la voluntad de Dios. La obediencia es la
voluntaria respuesta de la fe. Es la prueba de la fe (Santiago 2:20).
Es la prueba de conformar el hombre su voluntad con la voluntad de
Dios. La obediencia es la fe en acción. Así como es imposible agradar
a Dios sin fe, es imposible agradar a Dios sin obediencia (Hebreos
11:6; Deuteronomio 6:24, 25). Es por esto que el cumplimiento de las
promesas de Dios depende siempre de la respuesta obediente y llena de
fe del hombre.
Cuando Dios le hizo sus promesas del pacto a Israel en el Sinaí,
Moisés comunicó las palabras de la ley al pueblo, como Dios se lo
había mandado. La respuesta del pueblo fue: "Todo lo que Jehová ha
dicho, haremos … y obedeceremos" (Exodo 19:8; 24:7). Pero a los
cuarenta y siete días Israel fue sorprendido en una orgía de
embriaguez ¡delante del becerro de oro que estaba adorando! Este caso
fue característico de la respuesta que Israel daría a los mandamientos
y promesas de Dios en todo el Antiguo Testamento. El pueblo escogido
de Dios se descalificaba continuamente de recibir las bendiciones de
Dios prometidas por su desobediencia.
¿Y cuál fue el resultado de su desobediencia? Israel tuvo que pasarse
cuarenta años andando por el desierto, en lugar de entrar directamente
a la tierra prometida. Después de la conquista de Canaán — llevada a
cabo por Josué — y de la muerte de este, Israel pasó unos 250 años
bajo los jueces, más de 400 años bajo el reinado de los reyes
israelitas, y 70 años en la cautividad babilónica. Con el transcurso
de los siglos, Israel se corrompió más y más con la idolatría y las
prácticas paganas de las naciones que lo rodeaban. En lugar de ser los
testigos justos, los hijos de Israel fueron rebeldes desobedientes,
atrapados por los vicios de las naciones que ellos debían traer a
Dios. Israel nunca aprendió a obedecer a Dios.
El salmista captó vislumbres del deseo de Dios cuando escribió: "Para
que sea conocido en la tierra tu camino, en todas las naciones tu
salvación. Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te
alaben. Alégrense y gócense las naciones …" (Salmo 67:2–4). El profeta
Isaías vislumbró el potencial de Israel en los pasajes del "Siervo de
Jehová", capítulos 42 y 49 de su libro. Israel podía haber sido "luz
de las naciones", si tan sólo hubiese aprendido a obedecer.
Israel fue llamado a recibir las bendiciones de Dios, a demostrar el
poder de Dios y a cumplir la misión de Dios para con las naciones de
la tierra. Por su desobediencia, Israel fracasó en su misión. Frustró
los propósitos de Dios, pero no los cambió. Jehová aún quiere que los
gentiles sean traídos a la luz. La salvación por medio de Jesucristo
es el cumplimiento divino de la promesa hecha a Abraham, de bendecir a
"todas las naciones de la tierra". Israel fracasó en su ministerio
intercultural. Pero el manto del ministerio intercultural ha sido
transferido de los hijos de Israel a los hijos del Nuevo Testamento:
¡la Iglesia de Dios! Ahora es la Iglesia la que está llamada a
participar con Dios en el evangelismo intercultural. Usted y yo
llevamos la responsabilidad de este llamamiento. ¡Y no debemos
fracasar!
4. La Iglesia en el ministerio intercultural. La Iglesia nunca ha
tenido oportunidades más grandes para ministrar el evangelio que las
que existen hoy. La Iglesia es más grande hoy de lo que jamás ha sido.
¡Aproximadamente unas 6.500 nuevas congregaciones de creyentes
cristianos están brotando por todo el mundo cada mes! Decenas de miles
de nuevos creyentes se están añadiendo a la Iglesia cada día. El
pueblo de Dios es suficientemente grande en número como para que tenga
realmente un impacto mundial por la causa de Cristo en esta
generación.
Pero al mismo tiempo, el número de personas que en todo el mundo no
conocen a Jesucristo como su Salvador es también mucho más grande
ahora. Nunca ha habido una época en que hubiera mayor necesidad de dar
a conocer a Cristo a las naciones. Todo verdadero creyente, no importa
qué edad tenga, debe saber cuán importante es la iglesia para los
propósitos que Dios tiene para con los hombres. Cada uno debe llegar a
ser un participante activo en el ministerio intercultural de la
iglesia. ¡La demanda de estos tiempos requiere nada menos que esto!
¡La Palabra de Dios lo reclama!
5. Revelación del misterio. La desobediencia del pueblo de Israel a
todo lo largo de la historia veterotestamentaria les impidió poder
llevar a cabo su misión intercultural a las naciones. Con el tiempo,
incluso deformó el concepto que tenían de sí mismos. La desobediencia
es una forma de egoísmo, y los judíos concentraron más y más su
atención en sí mismos al buscar a los falsos dioses de las naciones
que estaban a su alrededor. Pasaron siglos enteros procurando alcanzar
las promesas de Dios, pero prestaron poca atención a la
responsabilidad que habían recibido de Dios en el sentido de que
alcanzaran a las naciones.
Ni las naciones ni los individuos pueden amontonar continuamente sobre
sí mismos las bendiciones y la misericordia de Dios y olvidar las
responsabilidades concomitantes de esas bendiciones. Hacerlo así
pervertirá su manera de pensar. Con el tiempo los judíos empezaron a
mirarse a sí mismos como personas muy especiales para Dios por derecho
propio. Olvidaron que Dios los había redimido sacándolos de Egipto, y
los había llamado a ser una nación para sus propósitos divinos. Se
olvidaron de cumplir el llamamiento de Dios para el servicio. A la
postre, llegaron a creer que Dios los amaba ¡simplemente porque eran
judíos! En su opinión, el ser judíos era la condición más inmediata a
la santidad en la tierra. Si alguno quería agradar a Dios, tenía que
hacerlo por medio de la ley judaica, conforme a las formas de
adoración judaicas, y en la lengua hebrea. No reconocían el egoísmo,
la codicia y las formas impías de su propia cultura. Creían que ellos
eran el único pueblo que agradaba a Dios y, por consiguiente, que su
forma de vida era la única correcta.
Ese concepto tan torcido los llevó a tener un gran prejuicio contra
los pueblos no judíos. Tenían una gran predisposición racial y
cultural. Pervirtieron la ley que Dios le dio a Moisés. A los judíos
no se les permitía tocar a personas no judías. No se les permitía
siquiera estar en la misma pieza en que los gentiles estuvieran
comiendo. Los judíos llegaron a creerse superiores en todo sentido a
los gentiles.
Resultaba casi imposible que los judíos imaginaran que Dios podía
recibir a los gentiles sin convertirlos primero al judaísmo. Este
fuerte prejuicio cultural no desapareció cuando nació la Iglesia según
el ralato del libro de los Hechos. Aun después que se establecieron
iglesias por todo el Asia Menor, Pablo creyó necesario explicar a los
creyentes judíos de la iglesia de Efeso el "misterio de Cristo"
(Efesios 3:4).

Habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue
dada para con vosotros; que por la revelación me fue declarado el
misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis
entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio
que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los
hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por
el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo
cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del
evangelio.
Efesios 3:2–6 (cursivas del autor)

Este pasaje tuvo que haber producido un considerable impacto a los
creyentes judíos que todavía persistían en la vieja actitud de la
superioridad judaica. Pablo aborda directamente ese sentir de los
judíos declarando que tanto los judíos como los gentiles participan
por igual en la recepción de la gracia de Dios por medio de
Jesucristo.
Y lo que es más importante, Pablo vincula directamente el Pacto
Abrahámico, que es el fundamento de la nacionalidad judía, con los
gentiles. Los gentiles eran también "coherederos (con Israel) … de la
promesa …" Esta es una referencia directa a las promesas del pacto
dadas a Abraham. Pablo declaró que el centro de la actuación de Dios
había sido reubicado. Había sido traspasado de Israel a un nuevo
pueblo creado en Cristo Jesús, tanto de los judíos como de los
gentiles.
El apóstol describe aquí un importante momento crítico de la historia
de Israel. Judíos y gentiles se unirían alrededor de la obra de Cristo
realizada en la cruz para ser la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios. Y
sería la Iglesia la que heredaría la promesa de Dios hecha a Abraham
en cuanto a que sería bendición a "todas las naciones de la tierra".
Pablo aclaró grandemente la misión de la recién constituida Iglesia,
al continuar diciendo:

Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer
por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares
celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús
nuestro Señor.
Efesios 3:10, 11 (cursivas del autor)

Los "principados y potestades en los lugares celestiales" se refieren
a las mismas fuerzas espirituales mencionadas en Efesios 6:12. El
cuadro que Pablo está pintando para sus lectores es figurativo. El se
refiere a los gobernadores terrenales y a las fuerzas espirituales
malignas que los sostienen, al mantener el reino de tinieblas de
Satanás en la tierra. La Iglesia ha sido comisionada para derribar las
fortalezas del reino terrenal de Satanás, proclamando a todo
gobernador y a todos los que viven bajo su dominio "la multiforme
sabiduría de Dios", el evangelio puro y sencillo, las buenas nuevas de
que todos los pueblos pueden unirse en la Iglesia de Cristo. La
Iglesia ha reemplazado a Israel como instrumento de Dios para traer a
las naciones a sí mismo.
6. Misión centrípeta-centrífuga. Existe una diferencia muy importante
entre los métodos que Dios le dio a Israel y los que le dio a la
Iglesia para que cumpliesen su respectiva misión. Israel, como se ve
en el Pacto Mosaico, había de servir como un imán espiritual para
atraer los de otras naciones a Dios. Los hijos de Israel habían de
servir como sacerdotes santos a Dios, revelándolo [a El] a las
naciones y sirviendo como mediadores para traer a otros pueblos a
Dios. La naturaleza de su misión era centrípeta. Ver figura 1.a.
Debían atraer a los habitantes de otras naciones a su propia nación y
a la obediencia a las leyes de Dios. Su eficiencia en hacer esto
estaba directamente relacionada con su propia obediencia como pueblo
de Dios.



Figura 1.a: Misión Centrípeta

La Iglesia también tiene un llamamiento al ministerio sacerdotal (2
Corintios 5:16–19; 1 Pedro 2:9, 10). Pero la naturaleza de su
ministerio es centrífuga (figura 1.b). A diferencia de Israel, a la
Iglesia no se le requiere que esté quieta y atraiga a otros pueblos a
su propia cultura y nacionalidad. Se le requiere que salga y vaya a
los pueblos de la tierra y gane a los hombres para la causa de Cristo
allí donde están. Después de ganar a los hombres para Cristo, ellos
deben formar extensiones de la Iglesia en medio de su propio pueblo.
Luego ellos mismos han de llevar a cabo misiones centrífugas, "que
vayan" (Mateo 28:19; Hechos 1:8). Antes que Jesucristo ascendiera al
cielo, les dijo a sus discípulos que le serían testigos en Jerusalén,
en Judea, en Samaria y en los lugares más distantes de la tierra. Esta
es una perfecta descripción de la naturaleza centrífuga de la misión
de la Iglesia. La Iglesia no debe esperar nunca que los inconversos
vengan a ella. Debe salir de continuo a los inconversos en círculos de
influencia cada vez más amplios.



Figura 1.b: Misión centrífuga


C. La naturaleza misionera de la Iglesia

Jesús les dijo a sus discípulos: "Edificaré mi iglesia; y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella" (Mateo 16:18). ¿Qué entendió
Jesús por "Iglesia"? Sabemos que con toda seguridad El no hablaba de
un edificio. Se refería a los que lo seguirían a lo largo de los
siglos. El Nuevo Testamento señala que cuando los creyentes están
reunidos como Iglesia, constituyen mucho más que un mero grupo de
creyentes. Los miembros reciben individualmente dones espirituales, lo
cual permite que la Iglesia funcione unida para propósitos comunes
como el "Cuerpo de Cristo" (Romanos 12:3–8; 1 Corintios 12). Pero
¿cuáles son esos propósitos? ¿Cuál es la naturaleza de la Iglesia?
La Biblia habla con frecuencia del "reino de Dios". En general,
podemos referirnos al reino de Dios como la totalidad del reinado de
Dios en el universo. Con todo, en la Biblia se usa este término de
tres maneras: 1) Algunos pasajes se refieren al reino de Dios en el
sentido universal: el gobierno de Dios sobre todas las cosas; 2) otros
pasajes de las Escrituras se refieren al reino de Dios como el reinado
espiritual de Dios en la vida de los creyentes en la tierra; 3) otros
pasajes se refieren al reino de Dios como un futuro reino, en el cual
el cielo, la tierra y los hombres serán reunidos para experimentar la
plenitud del reinado de Dios al final de los tiempos.
La Iglesia está directamente relacionada con la segunda definición del
reino de Dios: las actividades y el reinado de Dios en la tierra. La
Iglesia no es el reino de Dios, sino que representa este reino sobre
la tierra. Ella ha de llevar a cabo la invasión que el reino de Dios
está haciendo al reino de Satanás. La Iglesia es la punta de lanza que
penetra las tinieblas espirituales de este mundo. Aun cuando la
Iglesia no es perfecta, ni lo será nunca hasta que Cristo retorne para
regir la tierra, es el equivalente más aproximado del reino de Dios en
la tierra.
Por eso, al enseñar, Jesús abundó tanto sobre el tema del reino de
Dios. La Iglesia ha de reflejar el reino.
Jesús habló acerca de la naturaleza de la Iglesia por medio de
parábolas sobre el "reino". El tema de la expansión y crecimiento es
común en estas parábolas. Jesús comparó el reino, y por tanto la
Iglesia, con:

— una red, que se echa en el mar con el fin de recoger
muchos peces. Mateo 13:47.
— un grano de mostaza que, cuando se siembra, crece y se
hace tan grande que sostiene a las aves del cielo. Mateo 13:31, 32.
— la levadura, la cual se echa en una gran cantidad de
harina, pero leuda toda la masa cuando se la mezcla en ella. Mateo
13:33.
— la semilla que se esparce para poder recoger una
abundante cosecha. Mateo 13:4–8.

Hay varios principios que Jesús enseñó mediante estas parábolas, pero
el tema particular incluido en cada una de ellas es la expansión. El
crecimiento es una característica fundamental de la naturaleza de la
Iglesia. El Señor quiere un pueblo que esté interesado en enviar
obreros-segadores a un mundo en que la cosecha de almas es abundante
(Mateo 9:37, 38). El quiere una Iglesia que esté interesada no sólo en
el trigo recogido en el granero, sino también en el trigo que está en
los campos blancos para la siega. El quiere una Iglesia que esté
constantemente extendiéndose hacia afuera para alcanzar a la gente, y
creciendo en número y en calidad de dedicación. El Señor quiere una
Iglesia que sea centrífuga en su misión para Dios; una Iglesia que
crezca en virtud de lo que es. La Iglesia es el instrumento de las
actividades de Dios en la tierra. La Iglesia que Jesucristo tuvo en
mente cuando dijo: "Edificaré mi iglesia" es un instrumento de la
gracia de Dios, siempre en expansión, y que crece por su propia
naturaleza.
1. Administradores de las Buenas Nuevas. La Iglesia heredó el
exclusivo derecho de Israel de ser el pueblo de Dios. La Iglesia se ha
unido a Israel como heredera de las promesas de Dios (Efesios 3:6).
Dios derribó "la pared intermedia de separación" que había entre
judíos y gentiles, y de los dos formó un cuerpo nuevo: la Iglesia, el
Cuerpo de Cristo (Efesios 2:14–16). Esta Iglesia ha heredado las
bendiciones de Dios prometidas por El. Pero también se le han confiado
las responsabilidades inherentes a esas bendiciones.
Pablo reconoció esto cuando escribió: "Téngannos los hombres por
servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea
hallado fiel" (1 Corintios 4:1, 2).
El término "administradores" es una palabra neotestamentaria
importante. El administrador (mayordomo) era un comisionado, uno a
quien se confiaban valiosos recursos. Se esperaba que él tomara esos
recursos, los usara según los propósitos de su señor y volviera con el
fruto de su esfuerzo y los recursos originales, para traer renombre a
su patrón. El principio clave en que se funda una buena administración
es el servicio fiel y productivo del cual el patrón pueda disponer
como quiera.
No es de extrañar que el Señor Jesús usara el ejemplo de la
administración, o mayordomía, para describir la responsabilidad que
Dios le ha dado a la Iglesia. Como lo señaló Pablo, a la Iglesia se le
ha dado el conocimiento del precioso evangelio: el perdón de pecados
para todo aquel que acepta a Jesucristo como su Señor. Dios ha
investido esta verdad en la Iglesia y ha dispuesto que la Iglesia sea
la única institución terrenal encargada de darla a conocer al mundo. A
la Iglesia se le ha dado la más grande y más importante mayordomía que
el mundo haya conocido jamás. Se le ha encomendado lo que más necesita
el hombre: la salvación.
Ninguna iglesia local puede darse el lujo de gastar las bendiciones de
Dios simplemente en sí misma como hizo Israel. Ninguna iglesia
nacional, ni grupo de iglesias del mismo conjunto étnico, pueden ser
plenamente la Iglesia que Cristo vino a edificar, a menos que se
extiendan en un esfuerzo evangelístico para hacer discípulos más allá
de sus propios límites. Debemos ayudar a todo creyente de toda iglesia
a que aprenda a hacer su parte en colaborar con Dios para hacer
discípulos entre todos los pueblos de la tierra.
2. El plan de acción del Espíritu Santo en el libro de los Hechos. A
lo largo de su ministerio terrenal Jesús pasó la mayor parte de su
tiempo enseñando a sus discípulos. No solamente les enseñó lo que
concierne al reino de Dios, sino que les enseñó cómo ministrar a las
multitudes que seguían a Jesús dondequiera que pudiesen. Los estuvo
preparando para un ministerio futuro, para después que El ascendiese
al cielo.
El ministerio de más de tres años que Jesús pasó con sus discípulos
fue el aprendizaje de ellos. El los enviaba sin dinero a las aldeas y
ciudades de Judea, diciéndoles que aceptaran la hospitalidad que les
ofreciesen. Debían proclamar el reino de Dios, sanar a los enfermos,
limpiar a los que tenían lepra, y echar fuera demonios (Mateo 10). Al
final de su ministerio, Jesús les dijo a sus discípulos:

Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su
señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi
Padre, os las he dado a conocer.
Juan 15:15

Jesús dijo estas palabras sólo unas horas antes de ser crucificado. El
aprendizaje de los discípulos había terminado. Fue también durante
este mismo tiempo de las instrucciones de última hora que Jesús les
prometió a sus discípulos:

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis
sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a
toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de
venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Juan 16:12–14

Jesús les hablaba a sus discípulos acerca del ministerio del Espíritu
Santo para con ellos después que El se hubiese ido. Les prometía la
continuación de su propio ministerio para ellos, pero en una medida
mucho mayor. Así, les dijo: "Os conviene que yo me vaya; porque si no
me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo
enviaré" (Juan 16:7). Era mejor para ellos que el Espíritu Santo
llegase a ser su maestro. El no estaría confinado en un cuerpo
material como Jesús estaba entonces. El no sólo estaría "con" ellos,
como Jesús estaba; ¡también estaría "en" ellos! Sería un Consolador
siempre presente, y un Guía constante. Les daría poder para continuar
el ministerio de Jesús en la tierra.
Una de las últimas instrucciones que Jesús les dio a sus discípulos
antes de subir al cielo fue: "Id por todo el mundo y predicad el
evangelio" (Marcos 16:15). ¡Y ellos estaban dispuestos a ir! Pero
cuando El estaba a punto de dejarlos definitivamente, les dijo que
esperasen hasta que recibiesen el poder necesario:

Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y
hasta lo último de la tierra.
Hechos 1:8

Estas fueron las últimas palabras que Jesús dijo en la tierra. Con
ellas designó a sus discípulos a la misión centrífuga. Ellos debían
ministrar el evangelio en territorios siempre más extensos y a pueblos
cada vez más diferentes. No debían detenerse ante ninguna frontera
cultural ni geográfica. ¡Debían continuar ampliando su ministerio
hasta que alcanzasen "lo último de la tierra"!
Lo que ocurrió diez días después es bien conocido. Había llegado el
día de la Fiesta de Pentecostés. Estaban todos unánimes juntos. El
Espíritu Santo descendió y llenó toda la casa, y llenó a los
discípulos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Muchos creyentes no comprenden el verdadero significado del día de
Pentecostés del capítulo dos de Hechos. Creen que lo más importante de
ese día fue que los creyentes hablaron en lenguas según el Espíritu
Santo les daba que hablasen. Pero es importante también comprender: 1)
¿Quiénes escuchaban? ¿Qué clase de personas fueron testigos de esa
manifestación divina? 2) ¿Qué fue lo que oyeron? ¿Cuál fue el
significado de ese acontecimiento para los oyentes?
¿Quiénes escuchaban a los discípulos el día de Pentecostés?
Principalmente un grupo de personas conocidas como judíos helenistas.
Eran judíos que durante dos o tres siglos habían sido dispersados a
causa de las persecuciones por todos los países y territorios de las
civilizaciones romana y griega de aquella era. Se habían dispersado y
establecido en todas las principales ciudades griegas y romanas, así
como en gran parte de las ciudades menores. Había aproximadamente unos
2,5 millones de judíos en Palestina en la época de Cristo. Pero había
alrededor de 3,6 milliones de judíos helenistas que vivían fuera de
Judea y de Palestina. Esos judíos helenistas habían sido esparcidos
mayormente durante el reinado de los griegos (en los siglos tercero y
segundo a.C.). Habían absorbido en gran parte la cultura griega y era
por eso que los judíos de Palestina los conocían como helenistas.
Los helenistas eran personas trilingües. Seguían siendo judíos y se
congregaban en sus propias sinagogas para adorar dondequiera que se
establecían. Aprendían el hebreo en las clases de la sinagoga. La
mayoría de ellos aprendía el griego Koiné, la lengua comercial de
aquella época. Pero también aprendían los idiomas o dialectos locales
de los pueblos de las regiones donde se habían establecido. De modo
que los helenistas hablaban cuando menos tres idiomas. Muchos de ellos
se habían radicado en esos lejanos rincones del mundo romano o griego.
¡Algunos incluso llegaron a emigrar tan lejos como la India y la
China! Absorbieron las culturas y costumbres de muchas tierras. Los
idiomas de los pueblos en medio de los cuales vivían llegaban a ser su
verdadera lengua materna, ya que aprendían esas lenguas desde
pequeños.
Pero los judíos helenistas nunca se olvidaron de Israel, que seguía
siendo la Tierra Prometida. Si tenían éxito en su trabajo o en su
negocio y deseaban tener un lugar para retirarse, era natural volver a
Jerusalén. Esta seguía siendo para ellos la Ciudad de David, la Sion
de Dios.
El nuevo templo construido por Herodes había quedado terminado
recientemente. Setenta años había llevado la edificación del complejo
del templo, ¡y era estupendo en su gloria y belleza! Había una
creciente animación y expectativa en cuanto a la venida del esperado
Mesías predicha por los profetas. La identificación nacionalista con
Jerusalén y con el judaísmo surgía en el corazón de los hebreos en
todo el mundo. Si los helenistas tenían de alguna manera los recursos
necesarios para ello, querían regresar a vivir en esa costosa ciudad
de Jerusalén.
Y a Jerusalén venían ¡por millares! De hecho, según el Talmud
(Historia judaica), había 480 sinagogas helenistas en Jerusalén en la
época del día de Pentecostés descrito en Hechos 2. Se llamaban
sinagogas helenistas porque los que regresaban a Jerusalén querían
retener su propia identidad cultural. Adoraban en sus propias
sinagogas en lengua hebrea al igual que cualquier otro judío. Pero
cuando confraternizaban junto a la entrada de la sinagoga o unos en la
casa de otros, hablaban en su lengua materna; las lenguas y dialectos
de las regiones en que habían vivido en los lejanos rincones del
Imperio Romano.
La ley judaica requería que todos los judíos hicieran una
peregrinación a Jerusalén en cada una de las tres fiestas especiales
del calendario judaico aunque, claro, los que vivían tan lejos no
podían ir tres veces en un año. Había que hacer un esfuerzo para
viajar aunque fuera una vez en la vida. La segunda de ellas era la
fiesta de Pentecostés. Era una buena época del año para viajar por la
calma del mar Mediterráneo. De modo que muchos judíos helenistas
convergían en la ciudad de Jerusalén, procedentes de todas partes del
mundo romano. Sin duda alguna venían para celebrar la fiesta de
Pentecostés. Pero muchos de ellos venían también para ver a la abuela,
o al abuelo, que estaban en Jerusalén. Dondequiera brotaban sitios de
mercado provisionales, aun a la orilla de los caminos que llevaban a
la ciudad, ahora atestados de peregrinos. A las nueve de la mañana,
cuando el Espíritu Santo llenó a los discípulos, había gente en las
calles por todas partes.
De repente el estruendo de fuertes ráfagas de viento despertó la
curiosidad de los que estaban en las proximidades del aposento alto.
Entonces oyeron algo que los asombró. ¡No lejos de ellos algunos
alababan a Dios en voz alta en las lenguas maternas de muchos de los
que escuchaban! Judíos partos y elamitas, helenistas procedentes de
Frigia, Panfilia y Egipto, helenistas procedentes de por lo menos
quince regiones del Imperio Romano, oyeron las alabanzas de Dios en
sus propias lenguas maternas ¡tan lejos de sus hogares!
Los creyentes galileos, sin títulos universitarios, hablaban
milagrosamente en por lo menos quince idiomas (enumerados en Hechos
2:8–10] las maravillas de Dios. Toda esa gente congregada en las
calles, al oír cada uno su lengua materna estando tan lejos de su
hogar, se miraban atónitos unos a otros, maravillados y asombrados.
a. El verdadero significado del día de Pentecostés. En ese momento
Dios le estaba mostrando al mundo algo muy especial: El ya no se
revelaría más por medio de los judíos. ¡Ahora lo haría por medio de la
Iglesia de Jesucristo! Y esta Iglesia estaría tan llena de poder
conferido por el Espíritu Santo que sería capaz de atravesar toda
frontera racial, cultural o lingüística en la tierra para penetrar la
idiosincracia de cada pueblo con el evangelio de Jesucristo. Sería una
Iglesia determinada a penetrar la vida misma de cada sociedad,
presentando el evangelio en la lengua materna, el lenguaje íntimo de
cada pueblo. Dios declaraba que el plan de acción del Espíritu Santo
en la Iglesia de Jesucristo sería establecer iglesias en medio de cada
grupo de personas en la tierra.
b. Superación del prejuicio judaico. Como se analizó anteriormente,
los judíos tenían un gran prejuicio racial, religioso y cultural
contra los gentiles. Los judíos religiosos procuraban evadir todo tipo
de asociación con los gentiles. Los romanos dominaban a los judíos
políticamente, pero eso les exaltaba el sentido de superioridad
espiritual que tenían sobre todos los gentiles, la cual sentían en un
grado tan intenso. ¡Y fue sobre este pueblo prejuiciado que Dios
derramó su Espíritu Santo! Era una cosa esperar que ellos
evangelizaran a su propia nación, pero otra muy diferente era
enviarlos a que evangelizaran a los gentiles. ¡El Espíritu Santo tenía
realmente una gigantesca tarea por delante si la iglesia judaica había
de llevar a cabo eficazmente el propósito divino!
El día de Pentecostés Pedro se puso en pie y predicó el evangelio.
¡Tres mil personas fueron salvas! Probablemente muchas de ellas eran
judíos helenistas que se hallaban en Jerusalén por la fiesta especial.
Luego el número de creyentes creció rápidamente: 5.000, 10.000,
15.000; antes de pasar mucho tiempo, había ya aproximadamente unos
25.000 creyentes en la ciudad.
Al principio, según la opinión de algunos eruditos, la mayor parte de
los creyentes eran judíos helenistas. Pero pronto el número de
creyentes de Judea alcanzó y sobrepasó el de creyentes helenistas. Eso
llevó a una división en la Iglesia primitiva (Hechos 6). Los creyentes
helenistas (de habla griega) empezaron a sentir cierto resentimiento
debido a que se los trataba como a menos importantes en la iglesia
creciente. Esta discriminación resultaba de prejuicios dentro y fuera
de la iglesia de parte de los judíos criados en la región que se
consideraban castizos a la vez que miraban a los helenistas como
mestizos culturales y, por lo tanto, inferiores.
El problema aparente era el hecho de asegurar que las viudas
helenistas fueran bien atendidas en la distribución diaria (Hechos
6:1). Pero rápidamente los apóstoles se percataron de que en realidad
el problema radicaba en la falta de dirección en el segmento helenista
de la iglesia. Los creyentes de habla griega no creían tener tal
acceso a los líderes. No había ninguno de los suyos entre los
apóstoles. Sabiamente los apóstoles les dijeron a los helenistas:
"Buscad … de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos
del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este
trabajo" (Hechos 6:3).
Algunos dan por sentado que aquellos hombres fueron nombrados
simplemente como diáconos y que sólo se esperaba de ellos que
administrasen la obra benéfica de la iglesia. En realidad esos hombres
eran apóstoles entre los creyentes helenistas de la Iglesia primitiva.
Un rápido examen de los nombres de los que fueron elegidos revela que
todos ellos tenían nombres helenistas (griegos). Tenían ministerios
apostólicos por derecho propio. ¡Después de todo, Felipe no comenzó un
avivamiento en Samaria sirviendo a las mesas! (Hechos 8:4–8). Esteban
no fue apedreado por atender a las viudas (Hechos 6:8–15). El
ministerio de estos hombres era paralelo al de los apóstoles. Eran
apóstoles entre el segmento helenista de la nueva iglesia.
Una vez que los helenistas llegaron a tener sus propios líderes,
creció su celo y su influencia. Muchos de los judíos helenistas de
Jerusalén, y aun sus sacerdotes, creyeron y comenzaron a seguir a
Cristo (Hechos 6:7). Esto entrañaba una amenaza a la existencia misma
de las 480 sinagogas helenistas de la ciudad. Una de esas sinagogas se
exasperó de tal modo que sus miembros presentaron el falso testimonio
que llevó al apedreamiento y a la muerte de Esteban (Hechos 6:8–15).
Después de la muerte de Esteban, la persecución de la Iglesia aumentó
espectacularmente (Hechos 8:1). Fue de modo especial intensa contra
los creyentes helenistas. Muchos de ellos huyeron de Jerusalén a otras
partes de Judea. Pero la mayoría de los helenistas comenzaron a
trasladarse al norte, hacia la costa fenicia, o al sur, hacia Egipto y
de allí al norte (Hechos 21:3, 4), Sidón (Hechos 27:3) y en muchos
otros lugares a donde fueron. Los helenistas se radicaron en los
numerosos sitios a los cuales fueron. Resultó providencial que
fundaran iglesias entre los otros judíos helenistas como ellos mismos
en la mayor parte de los lugares a donde se habían trasladado.
Hechos 11:19, 20 registra un acontecimiento significativo. "Ahora
bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que
hubo con motivo de Esteban …" Esto se refiere a los creyentes
helenistas de la iglesia de Jerusalén. "Pasaron hasta Fenicia, Chipre
y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos."
Iniciaron iglesias entre otros helenistas como ellos. "Pero había
entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando
entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el
evangelio del Señor Jesús" (itálicas del autor).
Las últimas palabras de Jesús en esta tierra fueron una orden para el
ministerio intercultural: "… hasta lo último de la tierra" (Hechos
1:8). La primera demostración del poder del Espíritu Santo al comenzar
la Iglesia en Hechos 2 fue una dramática declaración del propósito de
Dios de alcanzar a todos los pueblos en un ministerio intercultural.
Con todo, ¡le llevó diecisiete años a la Iglesia, después del día de
Pentecostés, para empezar a hablarles a los griegos también! ¡Pasaron
diecisiete años antes de que la Iglesia siquiera empezara a llevar a
cabo el plan de acción del Espíritu Santo!
¿Y cuáles fueron los resultados? "Y la mano del Señor estaba con
ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor" (Hechos 11:21).
Dios comenzó a moverse poderosamente entre los griegos no judíos en
Antioquía. Los apóstoles enviaron a Bernabé (Hijo de Consolación)
desde Jerusalén para que investigase ese movimiento de los gentiles
hacia Cristo. Era muy temprano para que la iglesia de Jerusalén
creyera que los gentiles podían servir a Dios sin guardar la ley
judaica (Hechos 15).
Siendo un hombre lleno del Espíritu, Bernabé reconoció de inmediato la
mano de Dios en la recién formada iglesia griega. Dio su aprobación al
ministerio que se realizaba entre los griegos (Hechos 11:22–24).
Aquello estimuló aún más el avivamiento de los griegos.
Entonces Bernabé pensó en Saulo, que había declarado que Dios lo había
llamado a ser "apóstol a los gentiles" (Romanos 11:13). Pablo llevaba
unos diez años en la ciudad de Tarso cuando Bernabé fue allá para
llevárselo a Antioquía.
Bernabé y Saulo ministraron en Antioquía un año entero. Durante ese
tiempo se comprobó allí el ministerio de Saulo a los gentiles. Para
cuando la narración del libro de los Hechos progresa llegando al
capítulo trece, Bernabé y Saulo han llegado a llamarse "Pablo y
Bernabé". Constituían el primer equipo de evangelismo intercultural
que sería enviado a evangelizar a los gentiles en la Iglesia
primitiva. Llegaron a ser modelos, el primero de muchos equipos de
evangelismo intercultural que establecería iglesias en ciudades y
poblaciones del Imperio Romano (Hechos 13:1–3). Fueron tan eficientes
que hasta sus enemigos exclamaron que "trastornan el mundo entero"
(Hechos 17:6).
¡Este es el plan de acción del Espíritu Santo: "trastornar el mundo
entero" con el evangelio de Jesucristo en cada generación! El quiere
que todas las iglesias y todos los grupos de iglesias en todos los
países estén comprometidos en forma continua y vital en realizar
evangelismo intercultural y establecimiento de iglesias. Con demasiada
frecuencia las agrupaciones nacionales de iglesias son muy parecidas a
la iglesia judaica primitiva. Tienen demasiados prejuicios en favor de
su propio pueblo y en contra de otros pueblos como para oír la voz del
Espíritu Santo cuando les dice que "vayan". Si sabemos escuchar,
oiremos la voz del Espíritu Santo cuando nos dice que llevemos a cabo
su principal plan de acción encomendado a la Iglesia: el ministerio
intercultural a "todos los pueblos de la tierra".
Cada iglesia debe buscar la voluntad de Dios para descubrir cómo debe
enviar evangelistas interculturales. Las agrupaciones de iglesias
deben trabajar conjuntamente para tener la seguridad de que tales
evangelistas estén bien preparados en el ministerio intercultural.
Asimismo deben asegurarse de que reciban fielmente su sostenimiento en
su importante ministerio. El ministerio intercultural es un ministerio
central y fundamental en el plan de acción del Espíritu Santo para la
Iglesia. El grado en que nuestras iglesias actúen en el centro del
movimiento del Espíritu Santo en la tierra será el grado en que ellas
mismas estén vigorosamente ocupadas en el evangelismo intercultural.
¡El ministerio intercultural es el plan de acción del Espíritu Santo!


Bosquejo del capítulo

La revelación del plan divino a favor del hombre

I. La base de la redención es el amor de Dios.
A. El amor de Dios determinó la historia de la redención.
B. Jehová tiene un plan divino.
II. El plan de redención del pueblo escogido
A. El pacto con Abraham tiene una promesa intercultural.
B. Dios encarga a Israel a participar en su plan divino.
C. La razón del éxito del pueblo escogido
D. La Iglesia participa en eì ministerio intercultural.
E. El "misterio de Cristo" revelado
F. La misión centrípeta-centrífuga
III. El carácter evangelizador de la Iglesia
A. Mayordomos del evangelio
B. La misión del Espíritu Santo en el libro de los Hechos


Un encuentro con las verdades

1.1 ¿Cuál es la única característica de la naturaleza
de Dios de la cual depende el hombre totalmente?
1.2 ¿Por qué?
2.1 De acuerdo con este capítulo, ¿qué
características tienen en común los hombres y los ángeles?
2.2 ¿Por qué Dios los creó de esta manera?
3.1 ¿Cuáles fueron los dos problemas que Dios tuvo
después que Adán pecó?
3.2 ¿De qué manera los resolvió Dios?
4.1 ¿Qué es el "protoevangelio"?
4.2 ¿Por qué es importante?
4.3 ¿Qué nos enseña respecto de Dios?
5.1 ¿Cuáles son las tres "promesas personales"
específicas que Dios le hizo a Abraham?
5.2 ¿Cuáles son las dos "promesas de poder" que Dios
le hizo a Abraham?
6. Cuando Dios hizo un pacto con Abraham, le prometió
que sus descendientes tendrían un ministerio intercultural. Cite el
texto de Génesis 12:1–3 en que Dios hizo esta promesa.
7.1 ¿Qué significa el nombre Abraham?
7.2 ¿Qué significa Israel?
7.3 ¿De qué manera estaba la misión de cada uno de
ellos relacionada con su nombre?
8. ¿Por qué escogió Dios al pueblo de Israel?
9.1 ¿Cuáles fueron las tres promesas que Dios le hizo
a Israel en el pacto mosaico?
9.2 ¿Qué tenían que ver esas promesas con el
llamamiento de Israel a la misión de Dios?
10.1 ¿Cuál era la clave para que Israel recibiese las
bendiciones prometidas por Dios?
10.2 ¿Cómo Israel se descalificó a sí mismo de su
ministerio intercultural?
11. ¿Cuál fue el "misterio" revelado a Pablo según
Efesios capítulos dos y tres?
12.1 ¿Quiénes heredaron el llamamiento de Israel al
ministerio intercultural después de la resurrección de Cristo?
12.2 ¿Cuál es la clave para cumplir ese mandamiento?
13.1 ¿Cuál es hoy la representación más aproximada
del reino de Dios en la tierra?
13.2 ¿Cuál es su naturaleza fundamental de acuerdo
con las parábolas de Jesús sobre el reino de Dios?
14. ¿Qué dijo Jesús después de su resurrección, y qué
hizo el Espíritu Santo para demostrar la importancia del ministerio
intercultural para la Iglesia?
15.1 ¿Dónde empezó realmente la iglesia
neotestamentaria su ministerio intercultural?
15.2 ¿Cuánto tiempo después del día de Pentecostés ocurrió eso?
15.3 ¿Por qué demoró tanto?


De la teoría a la práctica

A.1 Analice las características del amor y de la
misericordia, la justicia y la rectitud de Dios.
A.2 ¿Cómo se relacionan ellas con la manera en que
Dios trata con el hombre?
A.3 ¿Por qué permite Dios que el mal siga imperando
hoy en el mundo?
B.1 Demuestre la característica de "Yo haré — tú
serás" de las promesas que Dios le hizo a Abraham, registradas en
Génesis 12:1–3 y en otros pasajes de la Biblia.
B.2 ¿Qué importancia tiene para usted aprender a
obedecer a Dios?
B.3 ¿Qué relación hay entre obedecer y aprender a oír
la voz de Dios en su vida diaria?
C.1 Nombre cinco iglesias locales que usted conozca,
que estén sosteniendo activamente el evangelismo intercultural.
C.2 ¿Qué clase de ayuda proporcionan?
C.3 ¿Qué hace su propia iglesia al respecto?
C.4 ¿Qué debía hacer?
D.1 Si un amigo suyo de la iglesia le dijera que Dios
no está interesado en el evangelismo intercultural, ¿cómo le
contestaría?
D.2 ¿Qué pasajes bíblicos usaría usted para apoyar su
respuesta?
E.1 ¿Qué prejuicios culturales podría usted señalar
como existentes entre su pueblo, semejantes a los que había entre los
judíos en la época de Jesús?
E.2 ¿Cómo ha afectado esto a la visión del ministerio
intercultural de las iglesias de su pueblo?
E.3 ¿Qué pasos se podrían dar para hacer que sus
iglesias participen más eficientemente en el ministerio intercultural?


Pate, L. D. (1987). Misionología: Nuestro Cometido Transcultural (pp.
7–33). Miami, FL: Editorial Vida.

--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor Ordenado IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO