miércoles, 20 de diciembre de 2017

Las colonias puritanas del norte

Fue mucho más al norte que buena parte del movimiento colonizador
británico dio más claras muestras de presentarse como una alternativa
al dogmatismo y la intolerancia que reinaban en Inglaterra y otras
partes de Europa. Allí, en lo que pronto se llamó Nueva Inglaterra, se
fundó una serie de colonias en las que la motivación religiosa era uno
de los impulsos predominantes.
La primera de estas colonias fue la "Plantación de Plymouth". Un grupo
de disidentes ingleses que había hallado refugio en Holanda, pero que
no se sentía completamente cómodo en ese país cuyas costumbres no eran
las suyas, comenzó a soñar con la posibilidad de establecerse en el
continente americano, y allí organizar una comunidad que se ajustara a
sus principios religiosos. Ese grupo de disidentes entró en
negociaciones con la Compañía de Virginia, en la que no faltaban
personas de inspiración puritana que veían el proyecto con simpatía.
Además, la Compañía estaba urgentemente necesitada de nuevos colonos.
Por fin, a bordo del famoso Mayflower, ciento un colonos, hombres,
mujeres y niños, partieron hacia el Nuevo Mundo. Durante la travesía,
se desviaron hacia el norte, más allá de lo que se consideraban los
límites de la colonia de Virginia, y por tanto antes de desembarcar
algunos de ellos convencieron a los demás para que se constituyeran en
"cuerpo político", bajo el soberano de Inglaterra, pero con los
atributos necesarios para gobernar sus asuntos. Según aquel Pacto del
Mayflower, todos se comprometían a obedecer las leyes "justas e
iguales" que la comunidad promulgara. Tras desembarcar en el cabo Cod,
y decidir que el lugar no era propicio, se asentaron en Plymouth.
Los primeros meses de la colonia de Plymouth fueron trágicos. Una
epidemia barrió la población, y solo quedaron cincuenta
sobrevivientes. A la llegada de la primavera, los indios les enseñaron
a sembrar maíz. A base de ese cultivo y de la caza y la pesca, cuando
llegó el otoño tenían suficientes provisiones para el invierno, y
celebraron una festividad de acción de gracias que después se volvió
tradicional en toda la nación norteamericana.
A base del cultivo del maíz, y el comercio con los indios, los colonos
lograron obtener suficientes pieles para cubrir sus deudas en
Inglaterra, y para importar los aperos de labranza y otros útiles
necesarios. Así la colonia, aunque no prosperó, al menos logró
sobrevivir.
Poco después, un grupo de puritanos ingleses, deseosos de organizar
una comunidad según los dictados de su conciencia, formó la Compañía
de la Bahía de Massachusetts. Parte del pacto que estos colonos
hicieron era que al trasladarse al Nuevo Mundo llevarían consigo la
Compañía, cuyo cuartel general no estaría en Inglaterra, sino en
América. De ese modo esperaban evitar las intervenciones reales, como
había sucedido en Virginia. Obtenido el permiso de la corona, los
colonizadores decidieron transferir la sede de la compañía a
Massachusetts. Tras hacer las preparaciones necesarias, un millar de
puritanos partió en más de una docena de buques.
Estos colonos de la Compañía de la Bahía de Massachusetts, a
diferencia de los de la Plantación de Plymouth, no eran separatistas.
Eran sencillamente puritanos que deseaban que la Iglesia Anglicana se
adaptara a los usos del Nuevo Testamento y que, en vista de que esto
no sucedía en Inglaterra, esperaban llevarlo a cabo en la nueva y
santa comunidad que iban a fundar.
Estas colonias probablemente no hubieran pasado de unos cuantos
centenares de habitantes, de no haber sido por las medidas represivas
que el Arzobispo Laud comenzó a tomar contra los puritanos, y que
hemos consignado en otro capítulo de esta sección. En vista de tales
medidas, fueron muchos los que estuvieron dispuestos a abandonar su
patria y partir hacia las nuevas colonias donde se les permitiría
adorar según sus principios puritanos.
Además, tal decisión no era vista en términos negativos de fuga, sino
que parecía ser más bien un llamado divino a establecer una nueva
comunidad en la que se cumpliera verdaderamente la voluntad de Dios.
Así, en los años que duró la persecución de Laud, unas diez mil
personas se establecieron en lo que dio en llamarse Nueva Inglaterra.
Esa ola migratoria produjo además las colonias de Connecticut y New
Haven, organizadas según el patrón de la de Massachusetts.
Carlos I se disponía a tomar medidas contra ese creciente foco de
puritanismo cuando se vio envuelto en la guerra civil que a la postre
le costó la corona y la vida. Pero la guerra misma, y el triunfo de
los puritanos, hizo menguar la ola migratoria, pues ahora existía la
esperanza de establecer la comunidad santa, no ya en las lejanas
playas americanas, sino en la propia Inglaterra. Aunque sus simpatías
estaban con los rebeldes en Inglaterra, las colonias se mantuvieron
neutrales, y se dedicaron a extender sus territorios y consolidar sus
instituciones. Por tanto, la restauración de los Estuardo no fue para
ellas el golpe que pudo haber sido. Algo más tarde, Jaime II intentó
consolidar varias de las colonias en lo que llamó el "Dominio de Nueva
Inglaterra". Pero su deposición le puso término a ese proyecto, y las
colonias recuperaron muchos de sus antiguos privilegios, aunque bajo
estructuras distintas. Fue entonces que se impuso la tolerancia
religiosa, no por el deseo de los colonos, sino por decisión de la
corona.
Mientras tanto, las colonias puritanas de Nueva Inglaterra (que
quedaron consolidadas bajo los nombres de Massachusetts y Connecticut)
se vieron sacudidas por varias controversias teológicas. La principal
dificultad estaba en que estos puritanos, al tiempo que continuaban
bautizando niños, insistían en la necesidad de una experiencia de
conversión para ser verdaderamente cristiano. ¿Qué sentido tenía
entonces el bautismo? ¿No sería mejor esperar, como los bautistas, a
que la persona tuviera esa experiencia? Esa solución, que, como
veremos más adelante, algunos adoptaron, les hubiera planteado serias
dificultades a los puritanos. En efecto, su propósito era fundar una
sociedad que se guiara por los principios bíblicos —como algunos
decían, "un pequeño modelo sobre la tierra del Reino de Dios". Tal
cosa sólo era posible si, como en el antiguo Israel, se era miembro de
la comunidad por nacimiento. Por esa razón era necesario insistir en
el bautismo de los "hijos del Pacto", así como Israel había
circuncidado a los hijos de su pacto cuando todavía eran párvulos.
Pero, por otra parte, si todos los bautizados eran miembros del pacto,
¿cómo garantizar la pureza de vida y de doctrina que era tan
importante para quienes tenían la experiencia personal de la gracia
redentora? Aun más, si solamente los "hijos del Pacto" debían recibir
el bautismo, ¿debían o no ser bautizados los hijos de quienes, aunque
bautizados de niños, nunca habían tenido la experiencia de la
salvación? Así se llegó a lo que algunos dieron en llamar el "pacto a
medias", es decir, el estado de quienes, habiendo sido bautizados, no
habían tenido la experiencia personal. Esas personas eran miembros del
Pacto, y por tanto sus hijos eran bautizados. Pero no eran miembros de
la iglesia en todo el sentido de la palabra hasta tanto no tuvieran la
experiencia que les faltaba. Como es de imaginarse, estos problemas
que hemos descrito en unas pocas líneas crearon amargos debates entre
los colonos, y contribuyeron a debilitar el espíritu de optimismo que
había reinado en los primeros años.
También hubo controversias en cuanto al modo en que las iglesias
debían gobernarse, y en particular en cuanto a las relaciones entre
ellas. A la postre se llegó a un sistema de gobierno congregacional.
Pero la independencia de las congregaciones se limitaba por cuanto era
necesario aceptar una Confesión de Fe que no era sino una revisión de
la de Westminster, y las autoridades civiles quedaban encargadas de
castigar a quien se apartara de ella.
Uno de los más tristes episodios en la historia de esas colonias fue
el de los "brujos" de Salem, en Massachusetts. Antes de 1692, habían
tenido lugar varios procesos por brujería en las colonias, y tres
personas habían sido ahorcadas en Massachusetts por supuestas
prácticas de hechicería. Pero en ese año de 1692, al parecer a base de
las falsas acusaciones de unas jóvenes que solamente deseaban
entretenerse, comenzaron a circular rumores acerca de la existencia de
un nutrido circulo de hechiceros en Salem. Pronto los rumores dieron
en histeria. A la postre veinte personas fueron ahorcadas (catorce
mujeres y seis hombres). Además, varias murieron en prisión. Las
cárceles rebosaban de acusados, y muchos confesaban prácticas de
hechicería y acusaban a otros porque así lograban que se les perdonara
la vida. Cuando las acusaciones llegaron a personajes más elevados,
como los miembros más distinguidos del clero, los mercaderes y la
esposa del Gobernador, las autoridades decidieron que habían ido
demasiado lejos y le pusieron término a la investigación. Veinte años
más tarde los tribunales de Massachusetts determinaron que se había
cometido una grave injusticia, y ordenaron que se indemnizara a las
familias de las víctimas.
Durante todo este tiempo, algunos de los colonos mostraron interés en
la evangelización de sus vecinos indios. Una de las más notables
manifestaciones de ese interés fue la obra de la familia Mayhew, que a
partir de 1642 recibió la isla conocida como "Martha's Vineyard".
Allí se dedicaron a la conversión y educación de los indios del lugar,
y continuaron esa obra por espacio de cinco generaciones, hasta que en
1806 murió Zacarías Mayhew, el último de esos notables
evangelizadores. Mucho mayor impacto tuvo la obra de Juan Eliot, quien
en 1646, con el apoyo de la Compañía de Massachusetts, empezó a
trabajar entre los mohicanos. Eliot estaba convencido de que los
indios eran las diez tribus perdidas de Israel, y que con su
conversión se cumplirían ciertas antiguas profecías. Por esa razón
organizaba a sus conversos en aldeas en las que se aplicaba la ley
mosaica. Además les enseñaba artes agrícolas y mecánicas, y los guiaba
en el estudio de la Biblia, que había traducido a su idioma (con ese
propósito, estudió ese idioma con detenimiento y produjo un modo de
escribirlo). Eliot fundó catorce aldeas, y otros que seguían sus
métodos fundaron varias más.
A mediados de 1675 algunos de los indios no convertidos, bajo el mando
de un cacique a quien llamaban "el rey Felipe", decidieron ponerles
término a los abusos de que eran objeto por parte de los blancos, y a
la continua y progresiva invasión de sus tierras. En esa "Guerra del
Rey Felipe", muchos de los indios convertidos tomaron el bando de los
blancos. Pero a pesar de ello centenares de ellos fueron arrancados de
sus aldeas y obligados a vivir hacinados en una isla en la bahía de
Boston. Además, algunos blancos, convencidos de que todos los indios
eran sus enemigos, mataron a cuantos pudieron.
Cuando por fin los colonos derrotaron a los indios, los que se
rindieron o fueron cautivados fueron repartidos entre los blancos—las
mujeres y los niños como sirvientes en las colonias, y los hombres
como esclavos que fueron exportados al Caribe y Africa. La casi
totalidad de la obra de Eliot se perdió en medio de tales descalabros.


González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 2 (Vol. 2, pp.
360–363). Miami, FL: Editorial Unilit.

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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

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