Instrucciones a los padres: Efesios 6:4
Las direcciones de Pablo en este versículo fueron inusuales para su tiempo, dado que las demandas son recíprocas, para padres e hijos, particularmente para el padre. Esto iba en contra del modelo familiar establecido a través del imperio romano, que enfatizaba exclusivamente las obligaciones del hijo.
Patria potestad. En el mundo romano, el padre tenía propiedad absoluta y derechos incondicionales sobre su familia. Los hijos, incluso la esposa, estaban sujetos a su voluntad. Este era el principio de patria potestad. En la actualidad, todos veríamos con repugnancia tal concepto, sin embargo aún hay un sentido en el que esto se refleja en la sociedad latinoamericana: los hombres demandan autoridad total sobre su familia y esposas; y la sociedad aprueba esto, al ignorar los casos en los que esta autoridad se excede. Notemos la perspectiva de Nida al respecto:
Dentro de la familia latinoamericana, las tensiones de autoritarismo e individualismo son especialmente intensas. El rol del padre es el de caudillo, el paterfamilias en todo sentido. De él se espera no solo que demande obediencia, sino en algunos casos que sea el señor de sus hijos … El padre de familia demanda además, obediencia y fidelidad de su esposa, quien sirve como una mediadora influyente en las relaciones entre padre e hijos, y está en una condición de dependencia hacia su esposo, tanto legal como socialmente hablando.
Tal esquema mental necesita ser expuesto a la luz de la Escritura, incluidas las importantes indicaciones de Efesios 6:4. Allí se dice:
La relación padre-hijo no es de un solo lado. De la forma en la que Pablo trata estas categorías domésticas, el más fuerte también tiene obligaciones hacia el débil. El evangelio introduce un elemento fresco en la responsabilidad paternal al insistir que los sentimientos del hijo deben considerarse. En una sociedad donde la autoridad del padre (patria potestad) era absoluta, esto representa un concepto revolucionario.
Padres. Este término se refiere a los padres en general (Heb 11:23). Sin embargo, el énfasis de Pablo está sobre el varón. El hecho de que usa el término griego para padres en el versículo 1 parece indicar que el versículo 4 se refiere a los padres.
Las razones por las que el apóstol se dirige especialmente a ellos podrían ser: a. Porque sobre ellos, como cabezas de sus respectivas familias, recae la responsabilidad principal de la educación de los hijos; y b. Tal vez porque ellos, en ciertas circunstancias, más que las madres, necesitan de esta exhortación.
Aunque padres puede incluir a los dos o no, lo que sí es claro es que se espera que el padre esté involucrado en la educación y disciplina de los hijos. Los hombres latinoamericanos tienden a ver a sus hijos como asunto de la esposa. Tal concepto no bíblico debe ser continuamente confrontado. Animar a los padres a tomar su responsabilidad hacia sus hijos ayudará en gran manera a mitigar el abuso inherente a la concepción autoritaria de la paternidad.
Una de las razones es que es urgente considerar que una imagen autoritaria del padre es una mala imagen y mala construcción del concepto de Dios, y que afecta la vida del niño. Nida comenta que a «un nivel sobrenatural, el machismo refuerza la visión latina de Dios como el paterfamilias o la figura dominante, que demanda obediencia y lleva juicio y castigo. En las formas tradicionales de expresión religiosa, hay un pequeño énfasis en el amor de Dios, porque ello no compagina con las creencias acostumbradas acerca del rol de Dios». Se debe animar a los padres a ser cariñosos y amables, y esto ayudará a los niños a desarrollar un concepto saludable de su Padre celestial.
1. El deber negativo: Efesios 6:4a
Para combatir la disfuncionalidad familiar, es crítico que los futuros padres comprendan el plan de Dios para los hijos (Ef 6:1–3). Al tratar con esta área, los futuros compañeros además ganarán profundidad en los valores de las actitudes adquiridos durante su crianza.
«No provocar a ira a sus hijos». Estas palabras resumen el comportamiento que los padres deben evitar si quieren criar a sus hijos exitosamente. Esta frase «advierte a los padres para que no provoquen a sus hijos a un estado de resentimiento perpetuo…». Ironside comenta que los «padres están más inclinados a ser impacientes y poco permisivos».8 De acuerdo al estereotipo, los padres en Latinoamérica deben ser duros y distantes. La cercanía es una característica de la madre. Pero esta forma dura en la que muchos hombres ejercen su autoridad solo logra frustrar y desanimar a sus hijos (Col 3:21). La iglesia debe educar a los padres para que corrijan a sus hijos en amor (es decir, dentro del contexto de la relación) y, al mismo tiempo, abandonen cualquier supuesto derecho para actuar irracionalmente hacia ellos.
Hay muchas formas en las que los padres pueden provocar a ira a sus hijos, muchas de las cuales se enumeran a continuación. Claro que no es un recuento exhaustivo; pero sí provee un punto de partida que refleja el comportamiento de los padres. Estar conscientes de los efectos de estas acciones proveerá a los padres la motivación necesaria para salir de la lista de formas de provocación. Es importante para los futuros padres considerar estos puntos a conciencia, dado que la gente tiende a implementar los comportamientos que aprendió en su hogar de origen.
1. Sobreprotección. Muchos padres tienen tanto temor de que sus hijos sufran, que se vuelven excesivamente protectores; no quieren que estén fuera de su vista. Sin embargo, para que los hijos crezcan, tanto en el ámbito sicológico como el moral y el espiritual, es necesario tomar cierto nivel de riesgo. El resultado de una actitud sobreprotectora es, usualmente, la falta de confianza en el niño. Después de todo, al querer evitarles todo daño, los padres les están comunicando que no confían en el juicio del muchacho ni en su habilidad para protegerse a sí mismos. Eventualmente, tal comportamiento desarrolla frustración e ira contra los padres.
El ejemplo correctivo de Dios: Dios no nos sobreprotege. Nos pide caminar por fe, sabiendo que habrá momentos en los que fallaremos y seremos agredidos. Pero Él espera que lleguemos a dar «frutos de justicia» o madurez, que son lo que se produce en aquellos que han sido entrenados para vivir en fe (Heb 12:11).
2. Favoritismo. El preferir a un hijo genera rivalidad y amargura hacia el hermano. La Biblia provee varios ejemplos de favoritismo, y todos ellos con resultados negativos. Esaú, por ejemplo, era el preferido de Isaac, mientras Jacob, su hermano, era el preferido de Rebeca (Gn 25:28). La rivalidad que tales actitudes engendraron llegó a convertirse en fuente de contención y dolor. El favoritismo siempre merma la unión familiar. Además, crea problemas emocionales que perduran en el hijo no favorecido.
El ejemplo correctivo de Dios: Dios nunca tiene favoritos. Cada uno de sus hijos es igualmente amado y especial. De acuerdo con Efesios 1:6, los cristianos somos amados por Dios porque son aceptos en Cristo, quien también es amado.
3. Desanimar. Es fácil para los padres desanimar a sus hijos. Una forma muy común de hacerlo es no dar a las esperanzas y a los sueños del niño el apoyo necesario. La indiferencia le comunica que sus planes no tienen consecuencias. Otra forma en que los padres pueden desanimar a los hijos es a través de expresiones que transmitan la idea de que no creen en él, o que dudan que pueda lograr lo que dice o que tienen pocas expectativas para él. Todo esto puede afectar permanentemente las ambiciones de un niño y desanimarlo en cuanto a ser cuidadosos en sus asuntos (Ec 9:10).
El ejemplo correctivo de Dios: Dios siempre busca animarnos a ir adelante en la vida. Aun su reprobación tiene el objetivo de regresarnos al camino de la bendición (1 P 5:6).
4. No aceptar el hecho de que los hijos crecen y tienen derecho de tener ideas propias, y que no deben ser necesariamente la copia exacta de sus padres para tener éxito. Ahogar a un hijo al no darle el espacio para desarrollarse es algo que los puede llevar a la amargura o desesperación. En ambos casos, el efecto negativo sobre el hijo será devastador.
El ejemplo correctivo de Dios: Dios nos anima a crecer, una parte importante de esto es el desarrollo de nuestros dones espirituales. Su deseo es que lleguemos progresivamente a la posición de ministrar con fidelidad ese rol único que el Espíritu Santo ha preparado para nosotros (1 Co 12:11).
5. Negligencia. Muchos padres no dan a sus hijos el tiempo y atención que se merecen. El trabajo y otras actividades toman la prioridad. Los resultados de tal actitud se ilustran en la vida de Absalón, el hijo del rey David. Absalón se reveló contra su padre e incluso intentó destruirlo. Aunque tal comportamiento no puede ser justificado, los registros bíblicos indican que David también era culpable de negligencia paternal (2 R 14:13, 28). Tal descuido le dice a los hijos que no son importantes, o por lo menos, que existen otras personas o actividades que son más relevantes. Los hijos fueron creados con la necesidad de relacionarse con sus padres. Por esto, al tratarlos con indiferencia o negligencia, fácilmente nos lleva a todo tipo de problemas emocionales y aun físicos.
El ejemplo correctivo de Dios: Dios está siempre cerca de nosotros (Sal 139:7). Nada sucede sin que Él lo sepa o tenga cuidado de ello. En cada momento, podemos entrar en su presencia (Heb 4:16), y lo cierto es que siempre está disponible y se deleita al vernos (Pr 3:32; 15:8).
6. Palabras hirientes y crueldad física. Esto describe en particular al padre abusivo, aunque también hay madres a las que este rol les calza. Se trata de padres que usan su fuerza superior y mayor capacidad verbal para lograr sometimiento. Por medio de palabras, comentarios duros y excesos físicos, ellos destruyen cualquier armonía o esperanza dentro del hogar.
El ejemplo correctivo de Dios: Dios nunca nos fuerza a obedecerle. Puede usar la disciplina para llevarnos al camino correcto; pero su intención siempre será de amor (Heb 12:11). Adicionalmente, Dios siempre respeta nuestra dignidad.
2. El deber positivo: Efesios 6:4b
Hay varios conceptos clave en esta breve porción de la Escritura que nos dan la dirección para educar correctamente a nuestros hijos en un ambiente pacífico. Esta tarea es una solemne responsabilidad que puede alcanzarse solo en un hogar en el que el Señor y su Palabra sean reverenciados. Es en tal hogar que las siguientes instrucciones caen en tierra fértil.
a. Criar (del griego ektrephete). Este verbo tiene dos significados. Se refiere sobre todo al cuidado físico, es decir, proveerle al hijo de lo necesario para el cuerpo. En segundo lugar, se aplica a la educación completa o al proceso de crianza de un hijo, dándole la estimulación necesaria para su apropiado desarrollo. Juntando los dos elementos, concluimos que los «padres y madres deben dar a sus hijos alimentación, no solo física, sino también mental y espiritual. Deben nutrirlos y criarlos afectuosamente. "Deben ser afectuosamente amados" (Calvino)». La nutrición cristiana es incluyente. Su implementación requiere sabiduría y sensibilidad. Después de haber llamado a los padres a dar atención apropiada a la crianza de los niños, el apóstol Pablo menciona dos de los ingredientes más básicos:
b. Entrenamiento (del griego paideia). Este término se refiere a la disciplina del hijo, incluidas la dirección y corrección. En el mundo grecorromano, esta palabra quería decir disciplina estricta. Aun cuando, en palabras de Calvino, citado arriba, los hijos deben ser criados afectuosamente, esto también incluye firmeza. La palabra paideia en Hebreos 12:11 (también traducida como «casto» o «disciplina», en otras versiones) se refiere a una acción que no es agradable en el momento; pero finalmente trae beneficios. La Escritura nos enseña que la necedad está ligada al corazón del niño (Pr 22:15), por lo tanto, manifestará una naturaleza corrupta y egoísta. Por esta razón, necesitará corrección (Heb 12:9). En 2 Timoteo 3:16, paideia es instrucción o entrenamiento en justicia (esto es, con miras a tener una vida consagrada). Mirando todos estos conceptos, paideia es «entrenar por medio de reglas, regulaciones, recompensas y castigos cuando sea necesario. Se refiere primordialmente a lo que se le hace al niño».
c. Amonestación (del griego nouthesia). Esto es básicamente «corrección por medio de las palabras. Están implícitas la reprobación o aprobación, pero también el animar y aconsejar…». Podemos profundizar en la comprensión del término nouthesia examinando 1 Corintios 10:11 (traducido como «amonestación» o «instrucción») o Tito 3:10 («amonestación» o «advertencia»). Haciendo referencia a estos versículos, Hendriksen escribe: «La amonestación es entonces ejercer entrenamiento por medio de la palabra hablada, ya sea de enseñanza, advertencia o ánimo. Se refiere primordialmente a lo que se le dice al niño. La "amonestación" puede parecer más suave que la "disciplina". Pero debe ser firme…».
Entrenamiento y amonestación: estos dos importantes términos pueden resumirse así: Paideia es «entrenar a través de acciones»; nouthesia es «entrenar por medio de la palabra». Enfatizando estos dos conceptos, los padres podrán alcanzar las metas clave para una educación cristiana, algunas de las cuales son las siguientes:
• Llevar al niño a poner su fe en Jesucristo. Los niños nacen como pecadores y con la disposición a pecar (Sal 51:5), por lo tanto, necesitan ser salvos. Capacitar a los niños para comprender su condición de perdidos delante de Dios, y su necesidad de perdón y justificación, debe ser la principal prioridad de una educación cristiana.
• Enseñar buenos principios de vida derivados de la Escritura. Esta es la mejor manera de proteger a los niños contra los peligros morales y espirituales (Sal 119:9).
• Ayudar a los niños a aprender buenos hábitos. Los seres humanos somos criaturas de hábitos, lo que quiere decir que los niños, naturalmente, asumirán hábitos con la ayuda de sus padres o sin ella. Una de las metas de la crianza cristiana es ayudar al niño a desarrollar los hábitos adecuados que los acompañarán durante toda su vida (Ef 4:22–24). Algunos de ellos deberían ser la lectura y memorización de pasajes de la Biblia, la meditación y la oración, además de asistir a la iglesia.
• Guiar al niño a asociarse a gente buena o a tener amigos correctos (Sal 1:1; Pr 2:10–16). Los amigos malvados son una influencia corrupta (1 Co 15:33), así que es indispensable enseñar a los niños a cultivar amistad con personas que temen a Dios.
Criar hijos por medio del entrenamiento y la amonestación es una responsabilidad pesada que debería cumplirse (1) temprano, el entrenamiento para una vida consagrada comienza desde muy temprana edad (2 Ti 3:15); (2) consistentemente (Dt 6:7–9), para lograr imprimir la verdad de Dios sobre el niño; (3) pacientemente, escuchando con atención las preguntas del niño y dando las respuestas adecuadas (Dt 6:20–23); (4) con el ejemplo, viviendo los principios que estamos intentando trasladar a nuestros hijos; y (5) en oración, reconociendo nuestra dependencia de la ayuda divina para lograr criar niños y, posteriormente, personas temerosas de Dios.
d. Del Señor. Estas palabras se refieren sobre todo a la calidad del entrenamiento: debería basarse en el ejemplo del Señor Jesucristo. «Toda la atmósfera en la que se dé el entrenamiento debería tener tales características como para que el Señor pueda colocar el sello de su aprobación sobre él». Pero otro punto parece estar implícito en esta frase: Dios mismo es quien está detrás del proceso de educación. El entrenamiento y la amonestación le pertenecen. Él es quien ministra a los hijos y también a los padres. Esto da a la tarea de crianza de los niños una gran solemnidad.
Conclusión
El Antiguo Testamento enseña que los hijos son una herencia del Señor (Sal 127:3). Para estar de acuerdo con esta profunda perspectiva, los padres necesitan ver su descendencia no como una carga, sino como un precioso regalo de Dios. Y dado que son una bendición de parte de Él, también deben ser cuidados por Él (Pr 22:6). Esto involucrará una disciplina consistente así como instrucción verbal de acuerdo con la Palabra de Dios.
Eyrich, H. A., & Aanderud, D. (2005). Tres para estar listos: Manual de consejeria prematrimonial (Segunda Edición, pp. 239–244). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.