jueves, 12 de diciembre de 2024

Mateo 24:29 a 25: 46 Comentario de Charles Swindoll

Aunque podríamos pasarnos volúmenes explorando los detalles de los acontecimientos del final de los tiempos, he decidido centrar la atención en el panorama general extrayendo siete principios (a menudo con aplicaciones relacionadas) del discurso de Jesús sobre los días que precederán a Su glorioso regreso y que lo incluirán. Estos principios se basarán principalmente en las profecías de Mateo 24:29-51 y 25:31-46, aunque también se extraerán algunas ideas de las dos parábolas relacionadas de Mateo 25:1-30. No explicaré punto por punto el significado de cada versículo, ni me adentraré en las turbias aguas de la especulación. En mi comentario sobre el libro del Apocalipsis ofrezco una explicación más completa de los detalles de los acontecimientos del final de los tiempos. Básicamente, me gustaría ofrecer una visión concisa de los puntos principales de Jesús en esta sección, junto con algunas palabras prácticas relativas a nuestra respuesta. En primer lugar, el retraso de Cristo puede ser largo, así que esperemos con paciencia. Como ahora está claro, desde el momento en que Jesús pronunció las palabras en el discurso del Olivar hasta su regreso, pasarían muchos siglos. Los discípulos originales sentados con Él en el Monte de los Olivos no tenían idea de que habría un retraso tan largo. Tampoco lo sabían las siguientes generaciones de la iglesia primitiva, que estaban viviendo una intensa persecución. Tampoco el fiel remanente de verdaderos creyentes que mantuvo viva la llama de la esperanza durante la Edad Media. Ni los reformadores, que veían su movimiento como una restauración del Evangelio antes de la Segunda Venida. Ni tampoco muchos entusiastas de las profecías de hoy, que se han convencido a sí mismos y a otros de que ciertamente somos la generación que experimentará el rapto de la iglesia. Sin embargo, Jesús dijo claramente que nadie puede saber cuándo comenzarán a suceder los acontecimientos del fin de los tiempos (24:36). De hecho, en la Parábola de las Diez Vírgenes, la figura del novio (que representa a Cristo) retrasó su venida (25:5). Del mismo modo, al relatar la Parábola de los Talentos, Jesús hizo notar que el amo volvió para ajustar cuentas "después de mucho tiempo" (25:19). El hecho es que la brecha entre Su primera venida y Su segunda venida es un retraso sólo desde nuestra perspectiva humana. No debemos olvidar 2 Pedro 3:8: "Para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día". El tiempo de Dios es diferente del nuestro. Por lo tanto, debemos estar siempre alerta, esperando pacientemente mientras trabajamos diligentemente. En segundo lugar, el regreso de Cristo será repentino e inesperado. Aunque debemos ser fieles en nuestra espera y fructíferos en nuestro servicio, nunca debemos acomodarnos demasiado en el mundo. En Mateo 24:37-39, Jesús comparó el contexto de su futura venida con los días de Noé y Lot: La gente llevaba una vida normal, ajena al hecho de que su maldad estaba a punto de ser juzgada. Del mismo modo, la última generación sobre esta tierra no esperará el repentino comienzo de los juicios en la Tribulación (24:39, 42-44, 50). A la luz del hecho de que Él vendrá tan inesperadamente como un ladrón (24:43), nuestra responsabilidad es clara: "Estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos pensáis" (24:44). En la Parábola de las Diez Vírgenes, las vírgenes prudentes estaban preparadas para la llegada repentina e inesperada del novio, y fueron acogidas en el banquete de bodas (25:6-10). Sin embargo, las vírgenes necias fueron sorprendidas con la guardia baja. Se quedaron fuera sin esperanza de entrar (25:10-12). La aplicación: "Estad, pues, alerta, porque no sabéis el día ni la hora" (25:13). En tercer lugar, el juicio de Cristo será irreversible. La gente necesita aprender a tomar en serio a Dios y Su Palabra. Él no vacila en Su voluntad ni tartamudea en Sus palabras. En Mateo 24 y 25 hay advertencias contra la demora en las decisiones, la falta de preparación y la esperanza de segundas oportunidades. Cuando llega el tiempo de la prueba de Dios, Él no califica en una curva, ni ofrece repeticiones o crédito extra. Los juicios serios y repentinos en el regreso de Cristo no son sólo metafóricos, diseñados para mover a la gente al arrepentimiento; son reales e irreversibles. Sólo tenemos una oportunidad de creer mientras estemos vivos: "Está establecido que los hombres mueran una sola vez y después de esto viene el juicio" (Heb. 9:27).
En cuarto lugar, cuando Cristo regrese, se revelará la verdad. En la parábola de las diez vírgenes, las vírgenes insensatas, que no estaban preparadas para la llegada del novio, se encontraron encerradas fuera de la fiesta de bodas, sin poder entrar (Mt. 25:8-11). Cuando llamaron a la puerta y pidieron entrar, el novio les respondió: "En verdad os digo que no os conozco" (25:12). Aunque los que fingen pueden jugar el papel de amigos fieles y guardar las apariencias durante un tiempo, al final, la verdad se manifestará. Ciertamente, es posible vivir la vida de un hipócrita y salirse con la suya durante mucho tiempo. Algunos cristianos actúan de una manera en público pero se comportan de otra en privado. A menudo, la familia y los amigos cercanos conocen la verdad, pero a veces incluso ellos se dejan engañar. Al final, sin embargo, ni el mejor charlatán ni el hipócrita más experimentado podrán engañar al Juez omnisciente. La verdad será revelada.


Quinto, cada individuo será personalmente responsable al regreso de Cristo. La misteriosa descripción de Mateo 24:40-41 nos dice que en la venida de Cristo dos personas estarán trabajando juntas en la misma ocupación, pero una será tomada y la otra dejada. Algunos entienden que esto significa que los que sean tomados serán rescatados del juicio venidero y por lo tanto llevados a un lugar seguro. Sin embargo, creo que es mejor entender a los tomados como los que son barridos en el juicio-paralelo a los malvados en el tiempo de Noé, mencionado en 24:38-39, donde Jesús dijo que "vino el diluvio y se los llevó a todos". Pero en cualquier caso, el punto se mantiene: Cada individuo será responsable de su propia fe o incredulidad. Usted no será capaz de estar detrás de su esposa o esposo, reclamar para sí mismo la fe de sus padres, o declararse inocente sobre la base de su apellido, membresía de la iglesia, o la participación en el ministerio. Uno será tomado en juicio, el otro dejado para heredar las recompensas del reino de Dios.

En sexto lugar, el futuro de los fieles será gozoso. Las promesas de Dios se cumplirán, y Él nunca olvidará a Sus propios hijos. Mateo 24:31 nos dice que al final de la Tribulación, el Hijo del Hombre enviará a Sus ángeles con sonido de trompeta para reunir a Sus elegidos de "los cuatro vientos", o, como dice Marcos, "desde el extremo más lejano de la tierra hasta el extremo más lejano del cielo" (Marcos 13:27). En otras palabras, desde el norte, el sur, el este y el oeste -hasta donde alcanza la vista- se reunirá a los creyentes en el reino mesiánico terrenal. Algunos han identificado erróneamente este acontecimiento con el rapto de la iglesia mencionado en 1 Tesalonicenses 4:16-17, pero la cita del Antiguo Testamento en Mateo 24:31 apunta a una reunión diferente de unos elegidos distintos. Isaías 11:12 dice que Dios "levantará estandarte a las naciones y reunirá a los desterrados de Israel, y congregará a los dispersos de Judá desde los cuatro puntos cardinales". Esta reunión ocurrirá en la segunda venida de Cristo, cuando Él venga en gloria (ver Mateo 19:28) -después de la Tribulación (ver 24:29). Como explica un comentarista: "Se trata de la reunión de aquellos que se habrán convertido en creyentes durante la Septuagésima Semana de Daniel y que se habrán dispersado por diversas partes del mundo a causa de la persecución (véase Mateo 24:16)."

Esta reunión de los elegidos en el reino también se describe en el gran juicio de "las ovejas y las cabras" en Mateo 25:31-46, en el que el Mesías invita a las ovejas que están a Su derecha -los justos- a "heredar el reino" (25:34-36). Aunque esta promesa está escrita en relación con el remanente de santos fieles que estarán en la tierra durante los últimos días de la Tribulación, antes de la segunda venida de Cristo, hay una aplicación para nosotros también: Dios honra la vida de fe y obediencia. Incluso promete recompensas específicas en el reino futuro por los actos de fidelidad en esta vida (25:21). Y, del mismo modo que los creyentes que sobrevivan al final de la Tribulación serán reunidos y recompensados con la vida en el reino, los creyentes de hoy -durante la era de la Iglesia- seremos arrebatados al cielo para encontrarnos con el Señor en el aire, basándonos únicamente en nuestra posición en Cristo (1 Tesalonicenses 4:16-17).


Por último, el destino de los perdidos será terrible. No hay manera de restarle importancia a esto. Los incrédulos, los que no están preparados para el regreso de Cristo, los hipócritas y los malvados injuriadores, serán consignados a un lugar donde habrá "llanto y crujir de dientes" (Mateo 24:51). La Parábola de los Talentos describe este lugar como "las tinieblas de afuera" (25:30). En otro lugar, se refiere a él como un lugar de "castigo eterno" (25:46). Cambiar nuestro destino eterno es algo que debe tener lugar en esta vida. La única forma de asegurarse la vida eterna es aceptar la muerte sacrificial y expiatoria de Cristo por nosotros y su milagrosa resurrección corporal (1 Co. 15:1-5). Somos salvos sólo por gracia mediante la fe sólo en Cristo, o no somos salvos en absoluto.

LOS DOS ADVENIMIENTOS DE CRISTO CONTRASTADOS
En Su Primera Venida ...
Vino con mansedumbre de siervo (Mateo 20:28).
Vino a buscar y salvar a los perdidos (Mateo 18:11; Lucas 19:10; Juan 3:17).
Vino como siervo para sufrir la ira por los pecadores (Mateo 16:21; 17:12; Marcos 9:12).
Vino a sembrar la semilla del Evangelio (Mt. 13:3-9; Lc. 8:11).
En Su Segunda Venida ...
Vendrá con poder como juez (Mateo 24:30-31; 25:31-46; Juan 5:26-29).
Vendrá en majestad y esplendor (1 Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 1:7).
Vendrá para juzgar y reinar (Hch. 10:40-42; 2 Co. 5:10; Apoc. 11:15).
Vendrá como vencedor para rescatar a los justos de la ira (1 Co. 15:51-52; 1 Ts. 4:15-17).
Vendrá a recoger la cosecha (Mt. 13:37-43)

Nadie sabe el día ni la hora
Desde Jesús a Pablo, desde Pedro a toda la Iglesia primitiva, todos estaban de acuerdo en que nadie sabe cuándo comenzará el Día del Señor ni cuándo regresará el Señor. Considere estos claros textos bíblicos:
    - "Pero de aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". (Mt. 24:36)
    - "Estad, pues, alerta, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor". (Mt. 24:42)
    - "Estad atentos, manteneos alerta, porque no sabéis cuándo llegará el tiempo señalado". (Marcos 13:33)
    - "Cuando se reunieron, le preguntaban diciendo: "Señor, ¿es en este tiempo cuando vas a restaurar el reino a Israel?". Él les respondió: 'No os corresponde a vosotros conocer tiempos o épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad.' " (Hechos 1:6-7)
    - En cuanto a los tiempos y las épocas, hermanos, no tenéis necesidad de que se os escriba nada. Porque vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche." (1 Tes. 5:1-2)
    - "Pero el día del Señor vendrá como un ladrón". (2 Pe. 3:10)
    - "Vendré como ladrón, y no sabréis a qué hora vendré a vosotros". (Ap. 3:3)
    - "He aquí que vengo como ladrón. Bienaventurado el que permanece despierto y guarda su ropa, para que no ande desnudo y los hombres no vean su vergüenza." (Ap. 16:15)

APLICACIÓN: MATEO 24:29-25:46

Tres preguntas que sólo tú puedes responder

En esta sección he adoptado un enfoque poco habitual. En lugar de repasar cada versículo explicando los detalles y respondiendo a algunas de las preguntas más complicadas, he optado por presentar el panorama general y centrarme en las implicaciones prácticas para todos nosotros. ¿Por qué? Porque cuando un día nos presentemos ante el Señor para rendir cuentas de nuestras vidas, no nos hará un examen teológico sobre la doctrina del fin de los tiempos ni un examen bíblico sobre pasajes clave del Rapto o la Segunda Venida. No nos dará una hoja en blanco y nos pedirá que dibujemos un gráfico del fin de los tiempos con todos los acontecimientos en el orden cronológico correcto. Más bien, seremos evaluados en base a cómo respondamos a tres preguntas vitales.


Primero, ¿cómo respondí a lo que oí? Algunos seguirán ignorando la verdad durante toda su vida, retrasando una decisión por Cristo día tras día, año tras año. Sin embargo, para entrar en la vida eterna, el evangelio de la salvación sólo a través de Cristo debe ser recibido por fe. Esto requiere una aceptación decisiva e inequívoca de quién es Él (el Dios-hombre) y de lo que hizo por nosotros (murió y resucitó). Creo que los acontecimientos del final de los tiempos descritos en Mateo 24 y 25 se exponen temáticamente, no de forma estrictamente cronológica, por una razón: para desviar nuestra atención de la tabla y dirigirla hacia el corazón.


En segundo lugar, ¿soy capaz de presentarme ante Cristo con plena seguridad? Debemos confiar en Cristo y sólo en Cristo para nuestra salvación. No se trata de un esfuerzo cooperativo, en el que Jesús hace su parte y nosotros la nuestra. Nuestros propios esfuerzos son una afrenta a la gracia absolutamente gratuita e inmerecida que recibimos por la simple fe. Así como no contribuiremos absolutamente en nada a nuestra futura resurrección corporal al regreso de Cristo, tampoco podemos contribuir en nada al poder que nos levanta de la muerte espiritual cuando aceptamos a Cristo por la fe. Nuestra seguridad de salvación se tambaleará y vacilará si depositamos siquiera una pizca de confianza para esa salvación en algo que no sea el Dios-hombre, que murió, resucitó y ascendió, y que un día regresará como Juez y Rey.


Tercero, ¿he estado viviendo mi vida como si Él pudiera llamarme a casa en este mismo momento? Ninguno de nosotros sabe cuántos minutos, horas, días o años tenemos por delante. Pero sí sabemos que todos tenemos un segundo menos de lo que teníamos hace un segundo. Nuestras vidas pasan, y también las oportunidades de servir al Señor y de amar a los demás con todo lo que tenemos. Los que hemos sido salvados por la fe estamos llamados a la fidelidad, no porque amar a Dios y amar a los demás con nuestras palabras y obras nos salve, sino porque estamos habitados e impulsados por el Espíritu Santo a vivir una vida nueva en Cristo. Las palabras de Jesús en el discurso del Olivar nos recuerdan una y otra vez que la fidelidad trae consigo la recompensa cuando Él regrese como nuestro tan esperado Rey.


 "¡HE AQUÍ EL NOVIO!" MATEO 25:1-13 Cuando vemos que el Nuevo Testamento compara la relación de Cristo con la Iglesia con la relación de un novio con su novia (por ejemplo, 9:15; 25:1-13), debemos comprender el contexto histórico y cultural de esta analogía. Las tradiciones matrimoniales del antiguo Oriente Próximo eran muy diferentes de las de nuestra cultura occidental del siglo XXI. En lugar de haber una única celebración, en las tradiciones matrimoniales judías hay varias etapas distintas. Los esponsales. Era mucho más oficial y legalmente vinculante que un compromiso moderno. Los padres de la novia y el novio sellaban un contrato. A continuación, comenzaban los preparativos para la ceremonia, que solía celebrarse un año o más después. Durante este periodo de esponsales, el hombre y la mujer se consideraban legalmente casados -aunque no vivían juntos- y los esponsales sólo podían romperse mediante una sentencia de divorcio. La presentación. Una vez terminados los preparativos del futuro hogar de la pareja y ultimados los arreglos, podía comenzar la siguiente etapa del matrimonio. Antes de la ceremonia, el novio salía de su casa y se dirigía a la de la novia, donde ella esperaba con sus amigas, las damas de honor. El novio la reclama como su amada esposa. La ceremonia. La presentación de la novia daría inicio a una larga fiesta conocida como la cena nupcial, que podría durar varios días. Los nuevos novios saldrían de la cena nupcial con todos los derechos, privilegios y responsabilidades de marido y mujer. La analogía del matrimonio de la Iglesia con Cristo refleja estas antiguas costumbres nupciales judías. En la previsión de Dios Padre, Él escogió a la iglesia "antes de la fundación del mundo" (Ef. 1:4). Así, cuando los pecadores se salvan, son desposados con Cristo, una relación vinculante que aún espera su completa realización. En el momento de la presentación, la Iglesia será raptada para encontrarse con el Señor en el aire (1 Tes. 4:17; cf. Mt. 25:1-13). Luego, en el banquete de bodas del Cordero (Ap. 19:7-9), el matrimonio será finalizado, y Cristo y Su pueblo tomarán sus lugares para reinar sobre la tierra (Ap. 20:4-6).


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


miércoles, 11 de diciembre de 2024

JACOB

JACOB

Jacob fue el tercero de los grandes patriarcas hebreos y el segundo de los mellizos de *Isaac y Rebeca. Se le presenta como uno que a veces manifestó episodios de gran fe y que en sus últimos años de vida mostró una profunda espiritualidad. A pesar de estas excelentes cualidades Jacob fue, en ciertos aspectos, un héroe poco corriente, ya que especialmente en la primera etapa de su vida estuvo fluctuando entre la piedad y la mundanalidad. En ocasiones fue un maquinador, como cuando engañó a su padre. Fue un astuto oportunista en su trato con su hermano *Esaú. Fue un padre amargado y furioso cuando perdió a *José. A veces fue un hombre egoísta, llegando a la conducta inmoral en algunos de sus tratos con su tío Labán. No obstante, en relación con algunos de estos defectos puede que hayan concurrido circunstancias atenuantes. Su mellizo, Esaú, tenía un carácter mucho más fuerte y estaba menos interesado en cuestiones espirituales que él; el propio Labán era un charlatán embaucador; y su madre, Rebeca, posiblemente le animo a reivindicar la hegemonía que se le había prometido frente a su hermano.

1. Patrón literario

2. Primeros años

3. Jacob en Harán

4. Los últimos años de Jacob

5. Evaluación de Jacob.

1. Patrón literario

El material sobre Jacob consiste de una serie de episodios biográficos que constituyen casi todos "los descendientes [tôlĕdōt] de Isaac" (Gn 25:19–35:22). Este material se encuentra situado entre el de *Ismael (hermano mayor de Isaac) y el de Esaú (hijo mayor de Isaac), ninguno de los cuales formaba parte del linaje de la promesa. Teniendo en cuenta las sugerentes líneas divisorias, y a tenor de que determinados casos aparece como estrechos paralelos el uno del otro, se ha propuesto que los acontecimientos individuales del relato de Jacob están unificados en el patrón literario de una estructura quiástica. La presentación más completa y convincente de esta posición es el análisis llevado a cabo por M. A. Fishbane:

A búsqueda del oráculo; Rebeca brega durante el alumbramiento; bĕkōrâ ("derecho de primogenitura"); nacimiento; temas de lucha, engaño, infertilidad (Gn 25:19–34)

B interludio; lucha; engaño; bĕrākâ ("bendición"); alianza con un extranjero (Gn 26:1–35)

C engaño; bĕrākâ robada; temor de Esaú; huida de la tierra (Gn 27:1–28:9)

D encuentro (verbo: pāga') con lo divino en un lugar sagrado cerca de la frontera; bĕrākâ (Gn 28:10–22)

E se abre el ciclo interno; llegada; Labán en la frontera; engaño; salarios (Gn 29:1–35)

F (Gn 30:1–43) Raquel estéril; Lea fértil (Gn 30:1–24) Raquel fértil; Jacob incrementa sus rebaños (Gn 30:25–43)

E' se cierra el ciclo interno; partida; Labán en la frontera; engaño; salarios (Gn 31:1–55)

D' encuentros (verbo: pāga' con seres divinos en lugares sagrados cerca de la frontera; bĕrākâ (Gn 32:1–32)

C' planificación del engaño; temor de Esaú; el don de la bĕrākâ devuelto; regreso a la tierra (Gn 33:1–20)

B' interludio; lucha, engaño; alianza con un extranjero (Gn 34:1–31)

A' cumplimiento del oráculo; Raquel brega durante el alumbramiento; bĕrākâ; muerte, resoluciones (Gn 35:1–22)

Este patrón demuestra una hábil prefiguración literaria que va creando una tensión dramática exquisita. Muchos de los temas vuelven a aparecer, para deleite del lector. Algunos de los juegos de palabras nos permiten vislumbrar el propósito del autor.

2. Primeros años

El material concerniente a los primeros años de Jacob está incluido en las secciones A y C del quiasmo (Gn 25:19–34; 27:1–28:9; véase 1 más arriba). Antes de narrar el episodio con Esaú, el autor cuenta tres asuntos solemnes: (1) Rebeca era la hermana de Labán de Padan-aram; (2) era estéril; y (3) después de que Isaac intercediera, concibió mellizos, cuyas luchas prenatales le provocaron considerables dificultades.

Jacob y Esaú nacieron cuando sus padres llevaban veinte años casados (Gn 25:20); Isaac tenía sesenta años en ese momento (Gn 25:26). Los mellizos nacieron, probablemente en Beer-lajai-roi (Viviente-que-me-ve) en torno al 2006 a.C., como respuesta a la oración (Gn 25:21). Antes de nacer forcejearon en el seno de Rebeca, un presagio de la lucha que iban a mantener durante toda su vida y en la historia futura de sus respectivas progenies. En el mundo del AT, el momento de ponerle nombre a un niño era una feliz ocasión. Esaú ("peludo") recibió ese nombre debido a su aspecto, pero el nombre de Jacob ("el que agarra por el talón" o, por derivación, "el que suplanta", que se parece a la palabra que designa el "talón") vino como consecuencia de su comportamiento inusual durante el nacimiento. Jacob y Esaú eran mellizos, pero se parecían poco entre sí. A medida que fueron creciendo, las diferencias entre ellos se hicieron evidentes, ya que Jacob eligió una vida tranquila y hogareña, permaneciendo cerca del hogar, probablemente trabajando no muy lejos en labores de pastoreo. Era un "hombre pacífico que habitaba en tiendas" (LBLA) y totalmente distinto a su hermano, que se dedicó a la peligrosa tarea del cazador (Gn 25:27). Jacob era el favorito de su madre, mientras que su padre sentía debilidad por Esaú.

En circunstancias normales, el primogénito recibía ciertos derechos de herencia, incluida una doble porción de la herencia material, la posición como cabeza de familia, con un énfasis especial en el liderazgo espiritual, y la *bendición en el "lecho de muerte" del padre. Tales costumbres reflejaban la práctica del mundo del antiguo Oriente Próximo. Por ejemplo, la hacienda familiar solía estar dividida en una serie de partes igual a la del número de hijos más uno, y el primogénito recibía dos partes. En relación con el liderazgo de la familia, C. F. Keil escribe lo siguiente: "Con los patriarcas, esta jefatura incluía el control sobre los hermanos y toda la familia [Gn 27:29], y, más importante todavía, la titularidad de la bendición de la promesa [Gn 27:4, 27–29], que comprendía la futura posesión de Canaán y la relación de alianza con Yahvé [Gn 28:4]" (Keil, 1.268–69). Atendiendo al orden de nacimiento, a Esaú le aguardaban estos privilegios especiales de primogenitura, pero Dios le dio a Rebeca un mensaje especial, mientras estaba embarazada de los mellizos, en el que le indicaba, entre otras cosas, que "el mayor servirá al menor" (Gn 25:23). Aunque Dios, en su propósito soberano, le concedió a Jacob estos privilegios del "primogénito", la manera en que Jacob se apropió de esas ventajas es considerada por algunos como artera y maquinadora, lo que quedó demostrado en dos sucesos independientes.

2.1. El derecho de primogenitura. La primera de las ocasiones en las que Jacob se apoderó de la posición de primogénito de Esaú fue en la adquisición del derecho de primogenitura. El incidente tuvo lugar un día en el que Jacob estaba cocinando un guiso de lentejas mientras Esaú volvía de una expedición de caza. Habría que puntualizar que en la cultura de la época, la preparación de la comida la realizaban tanto hombres como mujeres. Jacob se aprovechó de lo famélico que estaba su hermano y compró el derecho de primogenitura de Esaú por un plato de guiso. Si bien Jacob tomó esta oportunidad, el narrador comenta que "Esaú menospreció la primogenitura" (Gn 25:34). Según Hebreos 12:16, Esaú era una persona "profana", y Malaquías 1:2–3 dice que Yahvé amó (mantuvo una relación de alianza con) a Jacob pero aborreció (no mantuvo una relación de alianza con) a Esaú.

2.2. La bendición. La segunda ocasión en la que Jacob hizo gala de su taimada manera de adquirir los derechos prometidos ocurrió cuando su padre tenía 137 años; este material se presenta en la sección quiástica C (Gn 27:1–28:9; véase 1 más arriba). O bien Isaac no sabía nada del cambio de la primogenitura o no reconoció la transacción como válida, ya que le ofreció uno de los elementos concretos del derecho de primogenitura—la bendición en el lecho de muerte—a Esaú. Isaac le encargó a Esaú que cazara y preparara venado para inducirle al mejor estado de ánimo posible y darle esa bendición.

2.2.1. El engaño de Isaac. Rebeca escuchó las palabras de su marido a Esaú. Dado que tal bendición era considerada tan vinculante como lo sería un documento legal en la actualidad, ella y Jacob actuaron rápidamente para obtener la bendición para el propio Jacob. Deliberadamente engañaron a Isaac haciéndose pasar Jacob por su hermano, mediante falsedades y subterfugios. La bendición incluía promesas de fertilidad del suelo, la supremacía sobe otras naciones, el dominio sobre Esaú y sus descendientes y una promesa especial de que aquellos que bendijeran a Jacob serían bendecidos, y que aquellos que maldijeran a Jacob serían maldecidos. Comprensiblemente, al enterarse del engaño que había perpetrado Jacob, Esaú lo lamentó mucho y se volvió violento contra él.

2.2.2. La respuesta de Esaú. Esaú decidió matar a Jacob a la primera oportunidad que se le presentase, pero optó por posponer el asesinado hasta después de la muerte de su padre. Cuando Rebeca supo de las intenciones de Esaú, aconsejó a Jacob que huyera a *Harán, en Padan-aram, y se refugiara con su hermano Labán, justificando su consejo en la necesidad de que Jacob no se casara con una mujer cananea local, como había hecho Esaú, sino que buscara esposa de entre su propio pueblo. La endogamia (casarse dentro de un grupo selecto) parece haber sido el procedimiento recomendado durante la época patriarcal. La huida de Jacob se produjo cuando tenía unos setenta y siete años.

3. Jacob en Harán

3.1. Viajes de Jacob. Jacob habría viajado siguiendo la ruta de la cadena montañosa central, desde Beerseba hasta Hebrón, a través de Belén, pasado Jerusalén, y después por Gabaa, Mizpa y Bet-el (también llamada Luz), donde tuvo un sueño de una escala—más probablemente una escalera—que llegaba al cielo, con ángeles que ascendían y descendían por ella (Gn 28:10–22). Allí Dios le prometió a Jacob que su presencia continuaría acompañándole. A la mañana siguiente, Jacob ungió la piedra que había utilizado como reposacabezas para conmemorar la confirmación que Dios le había hecho de las promesas de la *alianza patriarcal, en virtud de las cuales se le aseguraba a Jacob la presencia protectora de Dios, y para recordarle determinados votos de aprecio (e.g., el diezmo de sus bienes) que había hecho. El compromiso de Jacob con Dios resultó fundamental en este punto de su vida, pues pronto iba a encontrarse en una cultura donde se adoraba a falsas divinidades. Tras esta ocasión tan importante y personal, Jacob cambió el nombre del pueblo de Luz y lo denominó Bet-el ("Casa de Dios"). Este encuentro divino se presenta en la sección quiástica D (28:10–22; véase 1 más arriba); la sección D' (Gn 32:1–32) describe otro encuentro divino. Pasado Bet-el, se interrumpe la cadena que va de norte a sur, pero la ruta general continúa hasta Siquem, Tirza y Bet-seán, donde esta ruta local se une a la vía internacional hacia Mesopotamia. La distancia total que Jacob habría recorrido de la misma sería de más de 640 kilómetros, o lo que es lo mismo, unos veinte días de camino.

3.2. Llegada de Jacob. Al llegar a Harán, Jacob se encontró con Raquel, la hija de Labán, que trabajaba como pastora. Dado que el pastoreo era una actividad generalmente reservada a los hombres, esto probablemente dé a entender que en ese momento Labán no tenía hijos. Después de darle a Raquel un beso de saludo, Jacob la ayudó quitando la pesada piedra que cubría el pozo. Tras presentarse como pariente suyo, Raquel informó a su padre de la llegada de Jacob y Labán le recibió en su casa. Jacob iba a pasar los siguientes veinte años como parte de la familia de su tío.

3.3. Matrimonios de Jacob. Transcurrido un mes desde que Jacob llegara a casa de Labán, su tío preguntó qué salario quería recibir Jacob. Puesto que Jacob deseaba casarse con Raquel y que en circunstancias normales un matrimonio incluiría un pago como una especie de "fondo fiduciario" que se le entregaba a la familia de la novia por parte del novio o de su familia, Jacob solicitó contraer matrimonio con Raquel a cambio de siete años de servicio a Labán. Durante la ceremonia nupcial celebrada al final de ese período, Labán sustituyó a escondidas a Raquel por Lea, excusando su comportamiento en la costumbre del país. A la luz del engaño de Jacob a su hermano y a su padre, resulta especialmente irónico que su suegro le estafara a él, no sólo en esta ocasión, sino de manera sistemática durante los veinte años que vivieron juntos.

Labán sugirió que tan pronto se cumplieran los siete días de celebraciones nupciales que acompañaron su matrimonio con Lea, Jacob podía casarse con Raquel, a condición de que trabajara para Labán otros siete años. Al darle a Zilpa y a Bilha por criadas a Lea y Raquel, respectivamente, Labán se aseguró de que cada una de sus hijas dispusiera de una criada personal que la ayudara en la realización de sus deberes.

3.4. Hijos de Jacob nacidos en Harán. Durante su servicio a Labán, Jacob tuvo una serie de hijos. Lea fue la madre de los cuatro primeros: *Rubén ("¡ved, un hijo!"), Simeón ("escuchado"), *Leví ("unido") y *Judá ("alabanza"). Debido a que no había tenido hijos, Raquel, llevada por los celos, le presentó a Bilha a Jacob con vistas a que tuviera hijos en su nombre. Entonces Bilha dio a luz a un hijo a quien Raquel llamó *Dan ("juez"); el segundo hijo de Bilha fue *Neftalí ("lucha"). Posteriormente, contagiada por ese espíritu de competición, Lea le dio a su sierva Zilpa a Jacob; Zilpa tuvo a *Gad ("una compañía") y a *Aser ("dichoso"). Después de nacer los hijos de las dos criadas, Lea dio a luz a *Isacar ("recompensas") y *Zabulón ("morada"); Lea fue también la madre de Dina ("juicio"). Tras los nacimientos de estos diez hijos y una hija, Dios le permitió a Raquel tener un hijo, a quien puso de nombre *José ("añadido"). El final del segundo ciclo de siete años de servicio de Jacob a Labán y el final de la esterilidad de Raquel le proporcionaron un estatus en la familia de Jacob, de modo que éste se sintió con la libertad de pedirle permiso a Labán para regresar a Canaán. (Más tarde, durante el viaje de regreso de la familia a Canaán, Raquel murió al dar a luz al duodécimo hijo de Jacob, *Benjamín ["hijo de la diestra"].) Aparentemente el servicio de Jacob a Labán había supuesto un gran beneficio, ya que en lugar de darle permiso a Jacob y a su familia para marcharse, Labán lo persuadió para que se quedara más tiempo. Como se demostró finalmente, el acuerdo fue beneficioso para ambas partes, pues Jacob pudo amasar sus propios bienes durante ese tiempo.

3.5. Posterior servicio de Jacob a Labán. Durante posteriores negociaciones sobre el salario, Jacob propuso que a cambio de pastorear los rebaños y las manadas de Labán, su parte fueran todos aquellos animales que no fueran de un solo color. Puesto que Labán sabía que los animales a rayas o moteados normalmente formaban tan solo una pequeña porción de la manada, accedió rápidamente a la propuesta de Jacob. Viendo otros contratos de la época parece ser que Jacob iba a recibir una parte mucho más pequeña de lo habitualmente le correspondía a los pastores, ya que documentos antiguos muestran que en algunas ocasiones recibían hasta un veinte por ciento de las crías que iban naciendo. El acuerdo ya era extremadamente favorable para Labán, pero tomó la precaución adicional de apartar a los animales abigarrados de la manada de cría y ponerlos bajo el cuidado de sus propios hijos. Respondiendo a la doblez de Labán, Jacob, que como pastor estaba familiarizado con los ciclos de reproducción de sus animales, sabía que la cría de ovejas robustas produciría corderos sanos. N. Sarna propone que las ovejas y cabras inusualmente marcadas eran híbridos que mostraban ciertos genes recesivos, y que cuando Jacob apartó a estos animales en concreto, los genes recesivos tuvieron una posibilidad mayor de aparecer (Gn 30:40). Pero evidentemente Jacob también creyó en la superstición de que el uso de ayudas visuales con la madre podía afectar las características de la descendencia. Parece ser que tío y sobrino estaban tratando de engañarse el uno al otro. Con todo, Dios bendijo a Labán con un gran aumento de sus propios rebaños y manadas (Gn 30:29–30), pero Dios bendijo a Jacob todavía más, y los animales multicolores se hicieron especialmente abundantes. El éxito de Jacob disgustó mucho a Labán y a sus hijos, y su actitud hacia su pariente se deterioró aún más.

Llegado ese punto, Jacob, que había trabajado para Labán otros seis años (haciendo así un total de veinte), recibió instrucciones especiales de Dios de que era el momento de que regresara a Canaán. Es interesante observar que, según Jacob, Dios se le identificó como "el Dios de Bet-el", recordándole a Jacob el voto que había hecho en Génesis 28:20–22. Clandestinamente hizo planes de viaje con sus esposas, quienes a causa de los tratos económicos de su padre con él, estaban dispuestas a partir con su esposo. Incluso, es posible que Labán hubiera adoptado a Jacob y estuviera pensando en desheredarle en favor de sus hijos que habían nacido con posterioridad a la adopción. Si ese era el caso, ciertamente se trataba de una medida severa. Tal adopción podría explicar el hecho de que, sin el conocimiento de Jacob, Raquel hubiera robado los "dioses" domésticos de Labán, que tal vez podían haber servido para garantizar los derechos de la herencia y ser reconocidos como evidencia tangible del derecho de Jacob a todo lo que él poseía (véase Ídolos, idolatría, terafines, dioses domésticos). Muchos especialistas, sin embargo, ponen en duda esta función de los "dioses domésticos" (tĕrāpîm).

3.6. Regreso de Jacob a Canaán. Para evitar un conflicto abierto, Jacob aguardó hasta que llegara el momento en que Labán estuviera preocupado con la trasquiladura de las ovejas. Tras esos veinte años llenos de incidencias, Jacob reunió a su familia y sus propiedades y partió hacia Canaán aproximadamente en 1909 a.C.

Cuando supo de la marcha de Jacob tres días más tarde, Labán se enfadó y salió en persecución del grupo de Jacob. Antes de que alcanzara a Jacob, Dios se apareció a Labán en sueños y le advirtió de que no impidiera el regreso de Jacob. Pudiendo desplazarse con mucha mayor rapidez que el grupo de Jacob, Labán lo alcanzó a la altura de Mizpa, en la región de Galaad, a unos 440 kilómetros de Harán, lo que sugiere que para su regreso Jacob había escogido la ruta de los reyes que sigue el borde occidental de la meseta transjordana. Labán se quejó agriamente a Jacob de que hubiera abandonado Harán encubiertamente, lo acusó de robar sus dioses domésticos y le reprochó a Jacob que con su partida secreta le hubiese impedido tener la oportunidad de celebrar una fiesta de despedida, tal como era habitual en esa cultura. Jacob le devolvió el reproche con una recriminación, explicando que su sigilosa marcha obedecía a su falta de confianza en su tío. Negó vehementemente el robo de los tĕrāpîm, recomendando incluso la muerte para el ladrón si se llegaba a encontrar a éste entre los suyos. Raquel, engañando a su padre, se sentó sobre los ídolos, invocando a su ciclo menstrual como excusa para no levantarse en presencia de su padre. Es posible que esta excusa fuera aceptada en parte porque, en el mundo antiguo, la sangre de la menstruación a menudo se creía que era una guarida para los demonios.

Posteriormente Labán declaró, casi en tono amenazante, que las esposas de Jacob eran sus hijas, que la familia de Jacob era su familia y que los bienes de Jacob eran sus bienes. Esta desagradable reunión concluyó con el acuerdo por ambas partes de no invadir los dominios del otro. Como testimonio de su acuerdo levantaron una columna en Mizpa. Por parte de Jacob, esto representaba el compromiso de que no tomaría otras esposas. Es posible que la columna también sirviera como una especie de hito que marcaba la frontera entre las áreas de influencia de los dos hombres. A continuación sellaron el acuerdo con una comida sacrificial (Gn 31:54), destacando así la solemnidad de la ocasión. Finalmente se separaron de forma amistosa.

3.7. Jacob en Mahanaim

3.7.1. Encuentro de Jacob con los ángeles. Veinte años antes, mientras iba camino de Harán, Jacob había visto una compañía de ángeles en su *sueño; ahora, en su viaje de regreso, volvió a ver una compañía de ángeles (Gn 32:1). Desde una perspectiva literaria, esto parece formar una inclusión, haciendo de la experiencia de Harán una unidad literaria. Del mismo modo que estas experiencias angélicas habían llevado a Jacob a nombrar el lugar Bet-el, también esta segunda manifestación angélica le llevó a nombrar el lugar Mahanaim ("dos campamentos").

3.7.2. Preparativos de Jacob para encontrarse con Esaú. Jacob quiso contactar con su hermano Esaú con un informe sobre su propio estado, así que envió mensajeros, que siguieron bajando por la ruta de los reyes hacia Seir; estos mensajeros regresaron con las alarmantes noticias de que Esaú y cuatrocientos hombres estaban viniendo a su encuentro. Temeroso, Jacob dividió su gente y animales en dos campamentos como medida de precaución, de manera que en caso de ataque uno de los campamentos pudiera escapar. Esto también ofrece una segunda explicación etiológica del nombre Mahanaim. Luego mandó a Esaú un generoso regalo como propuesta de paz.

3.7.3. Encuentro de Jacob con el ángel. Sintiendo temor ante la amenaza de hostilidad por parte de Esaú, Jacob envió a su gente y animales a la orilla sur del río Jaboc mientras él se quedaba en la orilla norte. Allí Jacob pasó una agónica noche en oración. En el transcurso de la misma experimentó una confrontación durante la cual luchó con el ángel de Yahvé. Al pelear, el encaje del muslo de Jacob se dislocó, dejándolo cojo. El ángel preguntó por el nombre de Jacob y a continuación lo cambió por el de Israel ("luchador con Dios" o, menos probablemente, "príncipe de Dios"). Entonces Jacob le pidió a este ser sobrenatural que le dijera su nombre, pero su petición fue denegada. No obstante, se le aseguró que la continua presencia de Dios estaría con él. Tras este memorable encuentro, Jacob nombró el lugar, cerca de los vados del Jaboc, Peniel ("cara de Dios"), porque, dijo, "He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida" (NVI).

3.7.4. Reunión de Jacob con Esaú. Al amanecer, a pesar de las garantías que se le habían dado la noche anterior, Jacob todavía estaba atemorizado cuando vio a Esaú acercarse con su comitiva. Dividió a su propia gente en tres grupos, los menos prescindibles acompañados por las siervas y sus hijos, el siguiente grupo con Lea y sus hijos, y el más protegido con Raquel y José. Jacob iba delante de los grupos, y al acercarse a Esaú se postró siete veces. Inclinarse era una expresión de respeto hacia un superior; repetirlo en siete ocasiones magnificaba el respeto de manera exponencial. Esaú lo recibió amablemente, abrazándolo entre lágrimas, sin ningún signo de ira o amargura. Esaú se ofreció a devolver los regalos de Jacob, pero a instancias de Jacob se los quedó. Esaú le imploró a Jacob que lo acompañara a Seir, su patria, pero Jacob declinó, alegando que los débiles y jóvenes de entre su grupo no podían seguir el ritmo. Entonces Esaú ofreció dejar algunos de sus propios hombres para que ayudaran; Jacob también declinó esta propuesta. De hecho, parece que Jacob no tenía ninguna intención de ir a Seir, ya que en lugar de viajar hacia el sur cambió de dirección y tomó rumbo al oeste, siguiendo más o menos el curso del Jaboc en dirección a Sucot, cerca del río Jordán. Tras vadear el Jordán, llevó a su grupo en dirección noroeste por el Wadi Faria hasta Siquem (identificado como Tell Balatah). En Siquem, compró propiedad y allí construyó un altar a El-Elohe-Israel (Dios, el Dios of Israel).

3.8. Continuación y conclusión del viaje de Jacob. En Siquem, Dina, la hija de Jacob, fue violada por el hijo del líder de una ciudad. Al enterarse de la violación de Dina, Jacob se mostró extrañamente reticente. Parece que estaba ansioso por preservar las buenas relaciones con sus vecinos, quizás por temor. Cuando Hamor pidió la mano de Dina en matrimonio, sus hermanos respondieron insistiendo en que todos los hombres de la ciudad debían circuncidarse. Mientras los hombres de Siquem estaban incapacitados por el dolor, los hermanos llevaron a cabo una terrible venganza. De este modo Jacob se convirtió en persona non grata y Dios le mandó que se fuera a Bet-el. Antes de partir, Jacob quiso purificar su campamento y tomó todos los "dioses extraños" y los enterró "debajo de una encima que estaba junto a Siquem".

En Bet-el, Dios se le apareció a Jacob y renovó la alianza con él. Mientras el grupo de Jacob viajaba de Bet-el a Efrat, Raquel falleció durante el nacimiento de Benjamín. Jacob erigió allí un monumento donde enterró a su amada esposa. Bajando más al sur llegó hasta Hebrón, donde todavía vivía su padre Isaac. Fue durante el tiempo de estancia en Hebrón que diez de los hijos de Jacob vendieron a José a una caravana de mercaderes ambulantes y le dijeron a su padre que José había muerto. Jacob se sintió devastado por la pérdida de su hijo favorito. Poco después de esa pérdida, Isaac murió. Para el entierro, a Jacob se le unió su hermano Esaú.

4. Los últimos años de Jacob

4.1. Viaje de Jacob a Egipto. Veinte años después de perder a José, la hambruna que asolaba la tierra hizo necesario que Jacob enviara al resto de sus hijos, excepto Benjamín, a Egipto para comprar grano. Allí fueron interrogados solícitamente por el egipcio al mando, sin saber que en realidad se trataba de su hermano José. Durante su entrevista, José les preguntó específicamente acerca de Jacob y Benjamín. José informó luego a sus hermanos que no podían recibir más sustento de Egipto a menos que estuvieran acompañados de Benjamín. Además, José hizo que sus siervos devolvieran a cada uno de sus hermanos lo que habían pagado por el grano. Más tarde, cuando se hubieron agotado las provisiones, Jacob pidió nuevamente a sus hijos que fueran a Egipto a comprar grano. Judá le recordó a Jacob que no podían comprar grano a menos que Benjamín fuera con ellos; finalmente, rindiéndose ante la insistencia de Judá, Jacob permitió que Benjamín fuera. A su regreso a Egipto descubrieron la identidad de José y fueran enviados de vuelta a Canaán con una invitación de parte de José para que toda la familia se trasladara a Egipto. Respondiendo a las noticias de que José estaba vivo y recibiendo los regalos que había enviado, Jacob viajó a Egipto cuando tenía 130 años para ver de nuevo a su amado hijo José. Tras ser presentado ante *Faraón, Jacob vivió en la región de Gosén durante diecisiete años; probablemente años de gozo y satisfacción. Murió a la edad de 147 años (Gn 47:28).

4.2. Muerte de Jacob. Poco después de su muerte, Jacob bendijo a los dos hijos de José y después a sus propios once hijos restantes. Su cuerpo fue embalsamado, y posteriormente llevado a Canaán para ser depositado en la cueva de Macpela, en Hebrón. Debido a que fue el padre de los progenitores de las doce tribus, a Jacob se le puede considerar como el padre de la nación que lleva el nombre que recibió en lugar de su nombre anterior, Israel.

5. Evaluación de Jacob

¿Qué impresión debería sacar el lector de Jacob? Está claro que la reputación de Jacob como engañador se ve corroborada por el relato bíblico, que plantea la pregunta de cómo puede Dios utilizar a personas como él. En la narración aparecen pocos juicios morales, así que esta conclusión debe ser una conclusión teológica. Sin duda este fue un caso de gracia divina aceptada por alguien especialmente necesitado de ella. Jacob no merecía estas bendiciones, pero Dios las concedió.

Véase también ESAÚ, EDOMITAS; ISAAC; ISRAELITAS; JOSÉ.

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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


Generalidades de la Escatología Bíblica

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