lunes, 4 de junio de 2007

El precio de ser un mensajero del Rey de reyes I



El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Mateo10: 37 -39

Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les decía: «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que, después que haya puesto el cimiento, no pueda acabarla y todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: “Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar”. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. Lucas 14: 25 -33
Introdución:

Hay una gran diferencia entre andar con Jesús y ser su discípulo. Algunos están de parte de Jesús, pero nos son sus soldados, están a favor de él pero sin sacrificar nada. En algunas congregaciones hay muchos que andan con Jesús, espectadores sin compromiso que van solo por ver que va a pasar, pero pocos reales discípulos suyos.

Se ve clara la absoluta honestidad de Jesús. EL Señor no engaña a sus seguidores les es muy claro, es más les pone como condición de admisión que esté dispuestos a sufrir. Quienes no están preparados para el padecimiento no pueden seguir a Jesús. Quien le sigue no va camino a la gloria y al poder terrenal, sino que debe estar dispuesto a sacrificar lo que más quisiera en la vida, ya abrazar un sufrimiento que sólo podía compararse con la agonía de un crucificado.

El siervo del Señor debe ser un varón de dolores experimentado en sufrimientos.[1]

No es digno del Señor quien no esté dispuesto a prescindir de todo por seguir a Jesús.

Quien no ponga en el interés por Cristo un valor tan grande como para preferirlo por encima de todos los demás intereses de la vida es indigno de la felicidad y la dignidad que sobrelleva el ser un verdadero cristiano.

Cualquier cosa que entreguemos a cambio de esta perla preciosa bien vale la pena por la eterna ganancia del cambio que hagamos. Este es el mejor negocio. Vale la pena hacer esta buena inversión pero hay que calcular muy bien el costo.

El matrimonio es un estado en el que no se debe entrar a la ligera, ni descuidadamente; hay que pensarlo bien, con respeto y en el temor del Señor. El hombre y la mujer deben calcular bien lo que cuesta el matrimonio, porque tiene un costo.

Lo mismo sucede con el evangelio, pero si bien es cierto que las exigencias de Jesucristo imponen bastante respeto y seriedad, no debemos olvidar que también es cierto que él nunca nos deja solos a la hora de cumplirlas.[2]

¡Prefiero a Cristo!

Prefiero a Cristo que oro y plata, prefiero ser suyo que andar en el mal.
Prefiero a Cristo que cualquier bien, prefiero vivir guiado solo por él.
Más que ser el rey de dominios mil y vivir en la maldad;
Prefiero a Cristo y sólo a él que lo que este mundo da.
Prefiero a Cristo que a aplausos aquí, prefiero ser fiel y tras él seguir. Prefiero a Cristo que fama mundial, prefiero su nombre por siempre exaltar.

[1] Isaías 53: 3
[2] Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Mateo 28: 20
Porque yo, el Señor tu Dios, te he tomado de la mano; yo te he dicho: 'No tengas miedo, yo te ayudo.' " Isaías 41: 13 DHH

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