viernes, 9 de enero de 2009

PARÁBOLA DE LOS DIFERENTES TIPOS DE TERRENO

Hermano Álvaro Torres Forero

Un sembrador salió a sembrar.

Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron.

Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; esa semilla brotó pronto, porque la tierra no era muy honda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó.

Otra parte de la semilla cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.

Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio buena cosecha.    

Mat 13:4-8

 

1.      Introducción:

Cuando uno se acerca a los que siembran siempre escucha de las dificultades que plantean los terrenos. Los hay ácidos, alcalinos, y de muchas otras clases. Estas peculiaridades agregan exigencias a los agricultores. No es problema del sembrador, ni de la semilla, es problema del terreno, la dificultad está en él.

Jesucristo uso este símil para hablar de la predicación del evangelio.

Aquí se trabaja a usanza antigua, tirando la semilla sin importar dónde caiga. Era costumbre que el trigo o la cebada se sembrase al voleo. Lo que hace que la semilla  sea recibida en diversas formas.

No se preparaba con anticipación el terreno como hoy en día, cuando casi que se va a la fija.

Así ocurre en el evangelismo, usted sale y no sabe con quién se va a encontrar y el otro salió y tampoco pensaba que se iba a encontrar con usted.

Jesús llegó con sus discípulos a Samaria, la actitud de los discípulos los llevó a hacer un día de campo porque pensaban que allí no había ninguna cosecha. Pero Jesús llevaba otra actitud y les dijo como dicen ustedes que por acá no se da fruto, que el terreno es estéril, yo veo los campos muy fructíferos.

¿Qué puede producir el campo? El hombre de Dios debe tener en cuenta que hay diferentes clases de terreno, y hay que saber también dónde es que se va a sembrar.

Por eso antes de hablar, antes de evangelizar, es bueno estudiar el terreno, salga a conocer el terreno, y luego sí vaya a sembrar.

 

2.      Las Implicaciones de la Parábola:

 Jesús en un espacio muy reducido nos hace un sicoanálisis del ser humano. No tuvo que escribir el Señor un libro larguísimo para decirnos que hay diferentes clases de corazones en el mundo.

Hay que saber dónde es que se va a sembrar. Aquí se habla del terreno no del sembrador ni de la semilla. Debe ser entonces que el estudio del terreno sí tiene su importancia. El Señor le asigna un gado alto de responsabilidad al suelo en el que cae la semilla.

El resultado de oír el evangelio, siempre y en todo lugar, depende de la condición del corazón de aquel a quien es dirigido. El carácter del oyente determina en efecto de la palabra sobre él.

No se trata de ser osado, hay que usar sabiduría, la osadía es buena pero la ciudad se salva por los sabios. Tomó el sabio la ciudad de los fuertes

y derribó la fuerza en que ella confiaba.[1]

También vi debajo del sol esto que me parece de gran sabiduría: Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes, y vino un gran rey que le puso sitio y levantó contra ella grandes baluartes; pero en ella se hallaba un hombre pobre y sabio, el cual libró a la ciudad con su sabiduría. ¡Y nadie se acordaba de aquel hombre pobre! Entonces dije yo: «Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada y no sean escuchadas sus palabras».[2]

Si usted es inteligente entonces entienda que no todo terreno es igual. Hay una particularidad en cada terreno al que vayamos a sembrar.

Obviamente no está hablando de los convertidos, creyentes, sino de los inconversos ya que a estos es a quienes se les predica el evangelio, no a los creyentes. Así que podemos sacar la primera conclusión, no todos los pecadores son iguales, no están convertidos, pero no son iguales, dentro de ellos hay diversos tipos de personalidad que reaccionan de manera distinta al mensaje de Cristo.

Un sembrador salió a sembrar.

El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre.[3]

El sembrador es el Hijo del Hombre, sin embargo podemos de manera legítima extender esta figura de sembrador a todo aquel ministro, misionero, evangelista, creyente, que fielmente proclama el mensaje del evangelio.

La semilla es la palabra de Dios.[4]

El terreno sobre el que cae la semilla es, sin ninguna objeción. El corazón del hombre. Y en cada uno de los casos relatados en la parábola en corazón del hombre es diferente.

 

3.      El Terreno junto al Camino:

Mientras iba esparciendo la semilla,  una parte cayó junto al camino,  y llegaron los pájaros y se la comieron.

La semilla junto al sendero quedó en la superficie con el previsible funesto resultado.

El Señor mismo dice que el terreno junto al camino es  Cuando alguien oye la palabra del reino, pero no capta el sentido de ella, el inicuo viene y arrebata lo que se sembró en su corazón; este es el que se sembró a lo largo del camino.

Esta persona es la que en su reacción a la predicación del evangelio se asemeja  a la reacción del terreno a la semilla que fue sembrada a lo largo del camino. Nada hace en cuanto a ella, no la recibe, no la absorbe. El corazón de esta persona nada hace con el mensaje.

Hay personas que no entienden el evangelio, por lo que no responden. No se molestan en reflexionar, en meditar en el significado del mensaje, por lo tanto no lo captan.

Esto nos describe a la persona despistada, distraída y desconcentrada que por no prestar atención no llega a la comprensión del mensaje y entonces el enemigo la arrebata.

Debemos tener en cuenta que hay gente que se despista rápido y debemos hacer lo posible para llamar su atención.

El Señor sacó a Moisés de su distracción, a través de una zarza ardiendo, antes de sembrarle el mensaje en su corazón.

Saquemos a la gente de la distracción en la que van y llevémosla a que se concentren en el mensaje que les vamos transmitir.

 

4.      El Terreno Pedregoso:

Otra parte cayó en terreno pedregoso,  sin mucha tierra.  Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol,  las plantas se marchitaron y,  por no tener raíz,  se secaron.

Entre piedra y piedra hay una grieta y al caer la semilla allí algo de tierra encontró y germinó. Pero no había suficiente tierra para profundizar, así que no pudieron echar raíces, por lo cual al salir el sol se marchitaron. Por falta de raíz esta semilla no tuvo humedad.

El terreno de pedregales es el terreno de poca profundidad.

Aprendamos a reconocer los terrenos. ¿Qué audiencia tiene enfrente? ¿Quién es el que está hablando con usted?

En cuanto al que se sembró sobre los pedregales, este es el que oye la palabra y en seguida la acepta con gozo. Sin embargo, no tiene raíz en sí mismo, sino que continúa por un tiempo, y después que ha surgido tribulación o persecución a causa de la palabra, en seguida se le hace tropezar.

Aquí se nos describe al de carácter débil. La persona cuyo compromiso dura mientras dura "el buen tiempo".

A veces nos ilusionamos fácilmente con aquellos que nos reciben con alegría.

Hay personas que son impulsivas, saltan de alegría al recibir el mensaje, están emocionadas, entusiasmadas, y hasta lloran de gozo, pero una vez disminuye la efusividad se olvidan de todo y vuelven a su anterior estado de pacaminosidad.

No todos los que por la presión del momento pasan al frente como muestra de su decisión de aceptar el evangelio, afectados emocionalmente por el mensaje, o por la insistente invitación del predicador, o por el efecto de la música, permanecen fieles.

Este tipo de persona jamás fue un seguidor genuino porque su confesión personal no fue fruto de una convicción interior sino de una presión externa, así que ella jamás había considerado lo que el verdadero discipulado significa, entrega total, negación de sí mismo, sacrificio, servicio y sufrimiento.

 

5.      El Terreno Espinoso:

Otra parte de la semilla cayó entre espinos que,  al crecer,  la ahogaron.

Nada crece tan rápido como lo que no se desea.

En cuanto al que se sembró entre los espinos, este es el que oye la palabra, pero la inquietud de este sistema de cosas y el poder engañoso de las riquezas ahogan la palabra, y él se hace infructífero.

Con estas  palabras el Señor nos describe al hombre de "Principios cambiados". Su corazón  valora lo sensual y material por encima de lo espiritual y esto hace que naufrague. Es el mundano que le gusta el mundo, porque no a todos los mundanos les gustan los placeres mundanos.

El amor por el mundo y las cosas del mundo pueden ahogar la semilla.

Mucha gente recibe con alegría el mensaje pero hay que esperar hasta las fiestas de fin de año, hasta los carnavales, hasta las fiestas patronales, para ver que tan fuerte es el amor al mundo que tienen esas personas.

Un suelo infestado con raíces y talluelos de espinas es una seria amenaza para el crecimiento de cualquier planta deseable.

Un corazón lleno de preocupaciones por este mundo vano y oscurecido por sueños de riquezas, frustra toda influencia que para bien hubiera recibido a través del evangelio de Jesucristo.

Un corazón así es un corazón atribulado, afanado, preocupado, ocupado, y no tiene lugar para la meditación seria y calmada de la Palabra de Dios.

 

6.      El Buen Terreno:

Pero las otras semillas cayeron en buen terreno,  en el que se dio una cosecha que rindió treinta,  sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado.

Aunque era buen terreno el grado de rendimiento de la semilla no era el mismo, pero igual era buena tierra.

Recuerde que estamos hablando de los inconversos, entre ellos hay personas que sí quieren el evangelio. Solo que hay algunos que no son tan fructíferos como otros, algunos producen al treinta, otros al sesenta y otros al ciento por uno, pero igual todos son catalogados como buen terreno.

En cuanto al que se sembró sobre la tierra excelente, este es el que oye la palabra y capta el sentido de ella, que verdaderamente lleva fruto y produce, este de a ciento por uno, aquel de a sesenta, el otro de a treinta.

Un corazón receptivo y fértil. Aquí  está plenamente descrita la persona que oye, reflexiona, entiende, cree de corazón, y pone en práctica la Palabra de Dios. La que produce los frutos del reino de los cielos.

Hay quienes producen el fruto abundante del reino, otros no tanto, pero igual son buen terreno.

 

7.      Análisis de la Parábola:

El que tenga oídos para oír que oiga.

La lección aquí enseñada es muy interesante. Hay más que lo que parece superficialmente. Los que tengan la capacidad espiritual para hacerlo deben meditar en esta parábola y aplicar la lección para sus vidas.

Resulta más que interesante comprender que Jesús aquí no centra la explicación en la semilla, ni aún en el sembrador, sino en los diferentes tipos de terreno, o sea, las diferentes clases de personas. El sembrador no tiene problema, tampoco hay algo de malo en la semilla, todo el problema radica en el corazón del ser humano.

En relación con esta  realidad encontramos en la Biblia lo siguiente:

Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica,  pues recibieron la palabra con toda solicitud,  escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.[5]  

Seguramente que los de Berea eran pecadores, pero eran nobles, más que de los de Tesalónica. Así que no todos los terrenos son iguales. Hay personas como los de Berea con hambre de Dios, deseando conocer, queriendo que alguien les explique.

Felipe encontró a Natanael y le dijo: —Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los Profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret.

Natanael le dijo: — ¿De Nazaret puede salir algo bueno?

Respondió Felipe: —Ven y ve.[6]

Si Berea era tierra de nobles, Nazaret no tenía buena reputación. El mismo Jesús estuvo allí y la biblia dice:

No pudo hacer allí ningún milagro,  salvo que sanó a unos pocos enfermos poniendo sobre ellos las manos   Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos.  Y recorría las aldeas de alrededor,  enseñando.[7]

En estos dos ejemplos encontramos algo en común: Dios obro de acuerdo a la actitud de las personas.

Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad entre mí y mi viña.

¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?

¿Cómo, esperando yo que diera uvas buenas, ha dado uvas silvestres?[8]

Mal terreno, se le hizo todo el tratamiento, sin embargo no dio fruto.

El evangelista tiene que aprender a sembrar y saber bien la enseñanza de esta parábola, que no todos los terrenos son iguales,  porque él será impactado por la realidad que lo rodea.

Y así como el sembrador de la parábola debe ser imperturbable: Sembrar y sembrar. Esa es su misión en la vida y debe desarrollarla con alegría y fidelidad.

Ser agricultor no es perder el tiempo. Los campos son el futuro de cualquier país. Por eso el gobierno le presta tanta atención al campo.

Salgamos de la burbuja en la que estamos y veamos la realidad.

Los campos nos están esperando, la gente que se está yendo para el infierno nos está reclamando. Hemos crecido y tenemos herramientas para trabajar. Solo es usarlas y veremos el resultado.

Hemos sido llamados a producir fruto.



[1] Proverbios 22: 22

[2] Eclesiastés 9: 13 al 16

[3] Mateo 13: 37

[4] Lucas 8: 11

[5] Hechos 17: 11

[6] Juan 1: 45 y 46

[7] Marcos 6: 5 y 6

[8] Isaías 5: 3 y 4


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




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