EL PLAN FINANCIERO DE DIOS PARA EL SOSTENIMIENTO DE SU OBRA
Allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos y la ofrenda reservada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas; allí comeréis delante de Jehová, vuestro Dios, y os alegraréis, vosotros y vuestras familias, de toda obra de vuestras manos en que Jehová, tu Dios, te haya bendecido.[1]
Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.[2]
- INTRODUCCIÓN
Mientras estemos en esta vida necesitaremos del dinero para subsistir, y para la administración de la iglesia también es necesario hablar de lo económico. Algunos se molestan porque en la iglesia se habla de dinero y de dar; tal vez no saben que
Es evidente que el Señor Jesús usó el dinero, que lo consiguió milagrosamente, eso es otro tema; ahora, no todo fue milagroso, había mujeres que le servían de sus bienes; y también el Señor tenía un tesorero, eso indica que manejaban una economía.
La obra de Dios sí requiere del manejo de una economía, y mientras la iglesia no sea levantada de la tierra, tendremos que seguir comprando, vendiendo, construyendo, sosteniendo a los ministros, haciendo obra social, etc. Y todo eso requiere de dinero.
En tiempos de Salomón para construir el templo, aunque era para Dios, el oro, la madera, y todo lo demás que necesitaron no cayó del cielo, el pueblo ofrendó con alegría de corazón, como lo hacemos nosotros hoy. Aunque era un proyecto del rey todo el pueblo participó con sus bienes, porque sabían que el beneficio y la bendición era para todos.
Mientras la iglesia esté viva habrá que invertir en ella.
Pero se preguntará alguno, ¿Será posible que a Dios le interese nuestra actitud hacia el dinero y nuestras posesiones materiales? La respuesta es un rotundo Sí.
En las Sagradas Escrituras hay más de 16.000 referencias al dinero, las posesiones materiales, y la actitud que debemos tener para con ellas. En el Nuevo Testamento, el único tema que se menciona más veces que el dinero, es el amor, Dicen los teólogos que más de dos tercios de las parábolas de Jesús hace referencia al dinero y las posesiones.
- LA PARÁBOLA DE LOS LABRADORES MALVADOS
Escuchen otra parábola: El dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco; preparó un lugar donde hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo. Luego alquiló el terreno a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó unos criados a pedir a los labradores la parte que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a otro. El dueño volvió a mandar más criados que al principio; pero los labradores los trataron a todos de la misma manera.
"Por fin mandó a su propio hijo, pensando: 'Sin duda, respetarán a mi hijo.' Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: 'Este es el que ha de recibir la herencia; matémoslo y nos quedaremos con su propiedad.' Así que lo agarraron, lo sacaron del viñedo y lo mataron.[3]
Esta parábola titulada en varias versiones los labradores malvados nos servirá de introducción al tema de los principios bíblicos de administración. Es una de las más hermosas y conmovedoras historias que jamás alguien haya relatado. Muestra el pecado como algo extremadamente irracional, y el amor como algo incomprensible.
Hay en ella algunas cuestiones importantes que tuvieron un cumplimiento histórico y no debemos pasarlas por alto.
Era común en la época de Jesús que grandes terratenientes arrendaran sus propiedades y se fueran a vivir al extranjero, disfrutando de la prosperidad económica de la diáspora. Lo sorprendente del relato de Jesús es la actitud malvada de los labradores, que no cumplen con su deber y la prolongada paciencia del dueño de las tierras.
Detallemos algunas de las características del dueño de la tierra:
Les entregó todo muy bien arreglado a los labradores, así que no habría excusa para no dar fruto.
Confió en ellos al irse lejos y no estar interfiriendo a cada rato en su comportamiento.
A la hora de recibir la parte correspondiente siempre les envió a sus siervos a cobrarles.
Fue muy paciente al brindarles muchas oportunidades de arreglar su proceder y ponerse al día con él.
Pudo haber respondido enérgica al cruel tratamiento que sus siervos habían recibido, trato que al mismo tiempo era un insulto para él mismo, pero aunque estaba en su derecho, no lo hizo así.
Tuvo en gran estima a esos inquilinos pues hasta el último momento les facilitó las cosas, sin tomar medidas drásticas.
Ejerció su justo juicio quitándoles la viña y encomendándosela a otros inquilinos.
Ahora veamos el comportamiento de los inquilinos:
Fueron privilegiados pues la viña estaba perfectamente equipada, lo que les facilitaría sobremanera el cumplimiento de la tarea encomendada.
Es de suponer que en un comienzo estuvieron de acuerdo con las condiciones del contrato.
Estaban en libertad de trabajar cuando y como quisieran.
Al ver la prosperidad y la facilidad para obtener el fruto, se llenaron de avaricia.
Fueron irresponsables a la hora de rendir cuentas por la tarea encomendada.
No se mostraron hospitalarios con los siervos sino todo lo contrario, muy hostiles.
Estaban dispuestos a hacer lo que fuera con tal de desconocer la autoridad y los derechos del dueño de las tierras, incluso matar.
No solo mataron a los siervos sino que también, si hubiese sido posible, al mismo dueño. Eso quedó demostrado al quitarle la vida al heredero.
En su afán de enriquecerse pensaron apoderarse de las tierras y hacerse dueños y señores absolutos.
Habían actuado deliberadamente, sabían lo que les correspondía hacer pero no quisieron hacerlo.
Demostraron ser hombres perversos, malvados, deshonestos y crueles.
Israel actúo como los labradores malvados. Dios se muestra como dueño absoluto de todo, incluso de nuestra propia vida.[4] Él preparó todo para dárselo a Israel de manera gratuita, sólo les pidió que no se olvidaran de él. Dios los adoptó como hijos, estuvo entre ellos con su presencia gloriosa, y les dio las alianzas, la ley, el culto y las promesas.[5] Les dio un nombre, hizo de ellos una nación, les dio una tierra y unas ciudades con terrenos muy bien sembrados; solo tenían que disfrutarlos y acordarse de su Dios para honrarlo.
Pero ¿qué sucedió? Los Israelitas comenzaron a rendirles culto a otros dioses y se olvidaron del verdadero Dios que les había dado todo; y cuando éste mandaba sus siervos con mensajes de amor para que volviesen a él, entonces los maltrataban, insultaban, golpeaban, y hasta mataban. Eso les ocurrió a los profetas.
Nuestro Dios demostró su amor hacia los inquilinos Israelitas al enviarles durante muchos siglos emisarios en su nombre para que arreglaran cuentas, pero nunca obedecieron.
Finalmente y en la prueba más grande de su amor, Dios les envía a su propio Hijo, pero ¿qué hacen con él? Lo sacan fuera de la ciudad y lo matan. Jesús era el Hijo de Dios, Dios mismo manifestado en carne, pero el pueblo no lo conoció ni lo recibió como tal.[6]
Los Israelitas tenían todo para dar un buen fruto, pero nunca supieron aprovechar todas esas bendiciones.
¿Qué hará Dios ahora con Israel? Esa es la pregunta que les hace Jesús: Y ahora, cuando venga el dueño del viñedo, ¿qué creen ustedes que hará con esos labradores?[7]
Los judíos que respondieron sin pensarlo mucho no tenían ni idea de la seriedad de la pregunta. El dueño del viñedo había venido y estaba negociando con los labradores su castigo, les pidió a los mismos labradores que dictaran la sentencia.
Le contestaron:
—Matará sin compasión a esos malvados, y alquilará el viñedo a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde.[8]
La sentencia parecía más que justa pero ellos no entendían que se llevaría a cabo sobre ellos mismos. Pero lo entendieron cuando el dueño del viñedo aceptó su propuesta:
Por eso les digo que a ustedes se les quitará el reino, y que se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha.[9]
¡Qué parábola tan seria! Unos labradores que tenían todo a su favor para ser unos buenos administradores, terminaron castigados severamente. Debemos entonces tener en cuenta los principios bíblicos de administración para que a la hora de la evaluación no nos vaya tan mal como a Israel.
Luego de la muerte del Mesías, Jerusalén fue destruida y los judíos quedaron sin patria, vagaron errantes hasta el siglo pasado cuando en el año 1947 las naciones unidas le dieron un pedazo de tierra en la que antes era su nación.
Es verdad que la rebelión y el endurecimiento de Israel ha llegado a ser bendición para nosotros. Los que antes no éramos pueblo ahora somos pueblo de Dios. Por su trasgresión vino la salvación a los gentiles[10]. Pero ¿cómo actuaremos nosotros frente a la bendición que Dios ha puesto a nuestro cuidado?
Entendamos lo que dice
Por favor no hagamos como los Israelitas que se olvidaron de Dios y se llenaron de vanagloria creyendo que con ellos moriría la bendición.
Dios nos da todas las cosas pero quiere tener comunión con nosotros. Son muchas las cosas que de Dios hemos recibido, la lista se haría interminable. Piense por un momento, comenzando por su vida, la salvación con todos sus recursos, su hogar, su intelecto, el dinero, las posesiones, el tiempo, el espacio, etc..
¿Cómo se sentirá Dios cuando por cualquier circunstancia no le damos a él la honra y la gloria que merece? ¿Qué pensará de nosotros cuando lo desplazamos del primer lugar y preguntamos por qué tengo que dar?
Necesitamos sabiduría para vivir pidámosla a Dios y estudiemos bien los libros sapiensales, allí está encerrada mucha sabiduría. Esos son los mejores libros de administración que usted pueda estudiar. Dejemos el temor y apliquemos la palabra de Dios a nuestra vida y veremos como Dios cumple su parte.
Dos cosas te he pedido, no me las niegues antes que muera:
Vanidad y mentira aparta de mí,
y no me des pobreza ni riquezas,
sino susténtame con el pan necesario,
no sea que, una vez saciado, te niegue y diga: «¿Quién es Jehová?»,
o que, siendo pobre, robe
y blasfeme contra el nombre de mi Dios. [12]
Una persona no deja de dar para la obra por falta de dinero, sino por su actitud hacia el dinero.
- ¿CUAL ES SU ACTITUD HACIA EL DINERO?
El amor al dinero y a las cosas materiales puede hacer que alguien deje de respaldar la obra del Señor. Obviamente siempre habrá excusas para no dar:
- que siempre los mismos,
- ¿qué se hace la plata?,
- mejor me cambio de congregación, a una donde no pidan tanto,
- que las visitas no deben oír que en la iglesia se habla de dinero,
- ¿Uno a qué viene a que le prediquen, o a que le pidan plata?, etc.
Pero, ¿Quién es el que nos ha dado todas las cosas? ¿Cómo es posible que en el momento en que la economía mejora nos olvidemos del que nos ha dado toda bendición espiritual y material?
Nos olvidamos del Señor cuando tentados por el amor al dinero o por la falta de fe, dejamos de cumplir nuestros compromisos económicos con la obra del Señor, diezmos, ofrendas, primicias y votos.
Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre.[13]
Y les dijo:
—Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
También les refirió una parábola, diciendo: «La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: "¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos?". Y dijo: "Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: 'Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate' ". Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?". Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios».[14]
La codicia y la avaricia es lo malo, no el dinero. La codicia es el deseo intenso de riquezas y otras cosas por conseguir, el afán excesivo por la riqueza; y la avaricia es el afán desordenado, la actividad excesiva, por poseer y guardar riquezas. Es acumular sin importar los medios y las consecuencias.
La codicia y avaricia no es solo de los ricos, también es del pobre que en su falta de fe se apega tanto al poco dinero que recibe, que eso no le permite despojarse de esa ínfima suma para dar en la obra del Señor. Prefiere más bien comprar el baloto o jugar el chance que cumplir con su mayordomía financiera.
Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a MAMMOM.[15] (Mammom es el antiguo dios Sirio de la riqueza).
El que tiene su corazón puesto en el dinero, tendrá problemas con el reino de Dios; es una verdadera dificultad que el amor al dinero posea al hombre, y lo esclavice. La escritura dice: donde esta vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.[16]
Un caso clásico de un hombre poseído y esclavizado por sus riquezas, es el joven rico, que prefirió sus bienes, antes que seguir a Jesús:
Al salir él para seguir su camino, llegó uno corriendo y, arrodillándose delante de él, le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
Jesús le dijo:
—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: "No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre". Él entonces, respondiendo, le dijo:
—Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo:
—Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
—¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles:
—Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.[17]
El problema no radica en las riquezas en sí; sino en la actitud del hombre hacia ellas, en poner el corazón y la confianza en las riquezas. El engaño de las riquezas, es lo que hace daño, es lo que ahoga.
Qué triste es ver al pobre aferrado a sus pocos pesos:
ü ¡Cómo se le ocurre que voy a diezmar! si no me alcanza;
ü No tengo ni para comer y ¿ahora voy a dar un voto para pro-templo?;
ü a mi no me sobra la plata que den los que tiene;
ü ahí en la iglesia hay gente que tiene con qué, que den ellos;
ü el pastor que dé…
ü yo soy muy pobre;
ü la obligación es de los que tienen.
Esos comentarios demuestran cual es su actitud hacia el dinero, y esa enfermedad no le dejará dar a Dios lo que es de Dios, sus diezmos, sus ofrendas, sus primicias y sus votos.
¿Cual debe ser la actitud del creyente frente al dinero?
Porque nada trajimos al mundo y sin duda nada podremos sacar. Entonces teniendo alimentos y abrigo, estaremos contentos con estas cosas. Pero los que quieren ser ricos caen en tentación y trampa, y en muchas codicias insensatas y dañosas, las cuales hunden a los hombres en destrucción y perdición. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se descarriaron de la fe y se traspasaron así mismos con muchos dolores.[18]
El hombre fiel recibirá muchas bendiciones, pero el que quiere enriquecerse de prisa no estará libre de culpa.[19] El verdadero creyente debe ser íntegro, eso le traerá bendiciones.
Seguir al Señor requiere renunciar a todo, aun a mi apego por las cosas materiales, y entender que son de Dios y deben estar a disposición de su obra.
[1] Deuteronomio 12: 6 y 7
[2] 1 Corintios 9: 14
[3] Mateo 21: 33 al 39 DHH
[4] Levítico 25: 23; 1 Crónicas 29: 12, 14 y 16; Salmo 24: 1; Salmo 50: 12 DHH; Salmo 89: 11; Hageo 2: 8; 1 Corintios 10: 26 TLA
[5] Romanos 9: 4 DHH
[6] Juan 1: 11
[7] Mateo 21: 40 DHH
[8] Mateo 21: 41
[9] Mateo 21: 43
[10] Romanos 11: 11
[11] Romanos 11. 22
[12] Proverbios 30: 7 -9
[13] Deuteronomio 8: 11
[14] Lucas 12: 15 al 21
[15] Lucas 16: 13
[16] Mateo 6: 21
[17] Marcos 10: 17 al 25
[18] 1 Timoteo 6: 7 al 10
[19] Proverbios 28: 20
ADONAY ROJAS ORTIZ
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