sábado, 3 de enero de 2009

Una Iglesia Peregrina


En la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, creyéndolo y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria, pues si hubieran estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad.[1]

 

UNA IGLESIA PEREGRINA

 

Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.[2]

 

Extranjero: Que es o vienen de país de otra soberanía. || 2. Natural de una nación con respecto a los naturales de cualquier otra. || 3. Quien está en toda nación que no es la propia.

 

Ser extranjero en el mundo antiguo era muy duro. Era llevar siempre un estigma.

 

Los patriarcas se la pasaron toda la vida como extranjeros en tierra que no era suya, no tenían un lugar fijo que pudieran llamar su hogar.

 

Peregrino: un extranjero que va de paso, no tiene residencia fija, no echa raíces en el país extraño. Que anda por tierras extrañas. Que está en esta vida mortal de paso para la eterna.

 

Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.[3]

 

LOS PATRIARCAS

 

Jehová había dicho a Abram: «Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.[4]

 

El mundo de hoy en día dice que más vale pájaro en mano que cien volando.  Pero ese refrán no es de fe. El que anda por la fe suelta el pájaro que tiene en la mano y sale tras los cien que aún están volando, pero que le prometieron que los tendría. 

 

Es que aquí en el reino de Dios todo es distinto.

 

¿Cuánto tiempo esperó Abraham para recibir la tierra prometida? Murieron pero vivieron inquebrantablemente creyendo que fiel es quien lo había prometido. La muerte física no pone fin al valor de la fe. Dios no deja de llamarse Dios de los creyentes aún cuando estos mueran.

 

Dios les había prometido una tierra y descendencia numerosa, y ninguna de esas promesas fue cumplida antes que murieran, es que la muerte no anula las promesas de Dios. Ellas siguen firmes aunque no podamos más que saludarlas a lo lejos y reconocer que ya se acercan.

 

Buscaban una ciudad que tiene fundamentos cuyo arquitecto y constructor es Dios.

 

Ellos, los patriarcas aprendieron que lo que esperaban, lo que Dios había prometido no pertenece a este mundo, no eran del mundo, sino que solamente estaban aquí de paso, eran peregrinos; así somos todos los creyentes.

 

No somos residentes permanentes de esta tierra. Esta tierra presente pasará, nuestra estadía aquí es temporal, Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.[5]

 

Cuando Abraham se describe a sí mismo como extranjero y forastero,  y  Jacob habla de su vida como los años de mi peregrinación, es obvio que no consideraban la tierra prometida, en la cual tantos años pasaron, como su verdadera patria. Ni estaban pensando en Ur de los Caldeos, ni en Haram, si así fuere tiempo tuvieron de regresar. 

¡Nunca quisieron volver atrás! En el momento en que un cristiano se lanza a una empresa de Dios, debe entender que ha pasado el punto de no retorno.

Ninguno que, habiendo puesto su mano en el arado, mira hacia atrás es apto para el reino de Dios[6].

 

Pero se mantenían firmes en su perspectiva de fe, su felicidad estaba en el futuro prometido y no en el pasado abandonado. Nunca se rindieron, vivieron en esperanza y murieron en esperanza.

 

Un día, José dijo a sus hermanos: —Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob.

E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: —Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos.[7]

 

Los patriarcas no echaron raíces dónde estuvieron, ni regresaron a dónde habían comenzado, porque la patria que anhelaban no estaba en este mundo: es la celestial.

Levantaos y andad, porque este no es lugar de reposo, pues está contaminado, corrompido grandemente.[8]

 

Vamos de paso para la tierra de Canaán.

 

Salimos con una determinada dirección, estamos buscando una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios. La actitud que le agrada a Dios es aceptar como real lo que él ha prometido, lo que él ha preparado.

 

Somos extranjeros y peregrinos.

 

Seguro que vendrán momentos difíciles pero tenemos las promesas de Dios.

 

No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás ni la llama arderá en ti.[9]

 

Aunque nos metan en el horno de fuego, de allí saldremos sin que aun el cabello de nuestras cabezas se queme; y nuestras ropas, intactas, ni siquiera olor de fuego tendrán.[10]

 

Y si nos meten en el foso de los leones mi Dios envía su ángel, el cual cierra la boca de los leones para que no nos hagan daño.[11]

 

El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende.[12]

 

Aunque mi padre y mi madre me dejaren con todo Jehová me recogerá.[13]

 

Dejemos las excusas materialistas para no buscar de Dios.

 

¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma? [14]

 

Somos herencia de Jehová. Si el Señor siendo quien es, se consagró a nosotros ¿por qué nosotros no podemos consagrarnos a Dios como nuestro único tesoro?

Prefiero a Cristo y sólo a él, que lo que este mundo da.

 

La bendición de Jehová es la que enriquece y no añade tristeza con ella.[15]

 

Él es capaz de sostenerme y por lo menos darme lo necesario hasta que él venga.

 

Somos extranjeros y peregrinos, tenemos una herencia especial y vamos hacia una patria celestial.

 

Por eso, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.[16] Tenemos una identidad clara, somos de la familia de Jesús. No somos de este mundo. Estamos aquí pero no somos de aquí.

 

Por eso los cristianos somos conciudadanos, a pesar de las diferencias de nacionalidad, cultura, e idioma, pues todos esperamos y confesamos la misma patria futura  y celestial.



[1] Hebreos 11: 13 al 16

[2] 1 Pedro 2: 11

[3] Filipenses 3: 20

[4] Génesis 12: 1

[5] 2 Pedro 3: 13

[6] Lucas 9: 62

[7] Génesis 50: 24 y 25

[8] Miqueas 2: 10

[9] Isaías 43: 1b y 2

[10] Daniel 3: 27b

[11] Daniel 6: 22a

[12] Salmo 34: 7

[13] Salmo 27: 10

[14] Mateo 16: 26

[15] Proverbios 10: 22

[16] Efesios 2: 19


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




Color coding for safety: Windows Live Hotmail alerts you to suspicious email. Sign up today.

No hay comentarios:

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO