viernes, 9 de octubre de 2009

PARABOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO

Lucas 18: 9 al 14

Adonay Rojas Ortiz, Pastor IPUC.

Cuantas veces después de haber caminado años por los senderos del Señor y de haber batallado por ser lo que Dios quiere que seamos, el camino se hace aún más largo y una sensación de estancamiento empieza a dominarnos.

¿Quién iba a imaginarse que la búsqueda de la santidad podría generar una nueva forma de esclavitud al pecado?

¿Quién iba a sospechar que el intento de ser íntegros y decentes podría llevarnos a la miseria espiritual?

Nuestro combate contra el mal puede convertirse en una lucha contra nuestro prójimo y tornarse en el hábito de ser expertos en ver el pecado de los demás con una animosidad inmisericorde llena de desprecio. Y nada más lejos de la experiencia de la gracia de Dios que esto.

Dios ve con qué actitud, con qué objetivo nos presentamos delante de él. Esta parábola nos habla de lo peligrosa que es la oración presumida, y nos deja ver qué cosa constituye la verdadera justicia delante de Dios. Por supuesto que debemos orar, pero debemos hacerlo con la actitud correcta.

 

Jesús contó esta otra parábola

Las parábolas de Jesús: El vocablo parábola proviene del griego parabolē, que significa literalmente poniendo cosas a la par. Las parábolas de Jesús tienen algunos elementos característicos:

1.      Todas ellas tienen forma de narración. La parábola es, esencialmente, un relato, una especie de cuento.

2.      En todas estas historias, intervienen siempre, sin excepción, personajes humanos. Esto diferencia la parábola de la fábula.

3.      En todas esas parábolas, los elementos que las constituyen son todos objetos tomados de la experiencia cotidiana de Jesús y sus oyentes.

4.      Los relatos mismos son creíbles. Esto no quiere decir que necesariamente hayan sido verdaderos, sino que se asemejan a la verdad y pudieron ser verdaderos.

5.      Contienen un elemento sorpresa que cautiva la atención e incita a la reflexión.

6.      El interés de la parábola no radica en el relato, pues se trata de un relato simbólico.

7.      El oyente —sea este una persona o un grupo de personas— es parte de la parábola. Frente a la parábola, el oyente tiene que asumir su propia posición.

 

Enfoquémonos ahora en la parábola de nuestro interés:

 

para algunos que, seguros de sí mismos  por considerarse justos,

Confianza en sí mismo: Esta parábola va dirigida a unos que confiaban en sí mismos como justos. Unos que pensaban que ya eran tan santos como debían ser, poseían un espíritu santurrón; tenían un espíritu de pretensión de superioridad religiosa. Unos que tenían exceso de confianza en su propia justicia y en consecuencia creían que Dios les era deudor.

Esta parábola tiene trascendencia para todo aquel que tenga un espíritu farisaico, dentro o fuera de la iglesia.

 

despreciaban a los demás:

Menosprecio: menospreciaban a los demás, y pensaban que ya eran más santos que todos sus vecinos. En medio de su deseo de hacer la voluntad de Dios y de ser santos como nuestro Dios es santo ha brotado un sentimiento de autosuficiencia que desprecia a los demás.

 

"Dos hombres fueron al templo a orar:

Las oraciones: Los judíos religiosos practicaban tres oraciones, a las nueve de la mañana, a las doce del día y a las tres de la tarde. Consideraban que la oración era más eficaz si se realizaba en el templo, por lo que el templo era muy frecuentado a esas horas.

 

el uno era  fariseo,

Los fariseos, santos o separados, religiosos, patriotas, defensores de la identidad judía por medios pacíficos aunque enérgicos, opuestos al dominio extranjero.

Ellos cumplían escrupulosamente todas las normas de la ley Mosaica, y las interpretaban de manera literal.

Era una persona que se había dedicado a servir al Señor con todas sus fuerzas.

Los que pertenecían a esta secta eran muy piadosos (por lo menos, así los veían otros, y así se consideraban ellos mismos).

El fariseo vino al templo a orar porque era un lugar público en que otras personas le verían, ya el Señor había descrito bien ese carácter de los fariseos cuando dijo que ellos todo lo hacían para ser vistos de los hombres[1]. Su oración tiene el objeto de ser oída por la gente de su derredor.

 

y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma.

Los publicanos eran el polo opuesto a los fariseos, funcionarios del estado al servicio de los opresores romanos, colaboraban con el gobierno o la dinastía de Herodes, que a la vez ayudaba a Roma a mantener sometido al pueblo judío.

Ellos tenían el respaldo de los herodianos y de los soldados romanos para cobrar las cantidades que todo mundo debía pagar.

Los publicanos cobraban enormes sumas, todo lo posible según las circunstancias. De este modo los "publicanos" tenían la reputación de extorsionistas. Si era judío, era considerado por sus conciudadanos como traidor o maldecido también, pues estaba al servicio del opresor extranjero.

Eran ladrones sin derechos civiles a los que era mejor evitar.

 

El fariseo, de pie,

Esa era la costumbre de las oraciones.

 

oraba así: 'Oh Dios, te  doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones,  malvados y adúlteros, ni como ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima parte  de todo lo que gano.'

La oración del fariseo: No venía al templo a orar, venía a informarle a Dios lo bueno que él era.

El fariseo, aunque suponemos que decía la verdad, demostró que estaba muy confiado en su propia justicia pues dijo muchas cosas buenas de sí mismo. El apóstol inspirado por el espíritu santo dice a los corintios: Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.[2]

El fariseo le da gracias a Dios no por lo que Dios haya hecho por él, sino por lo que él ha hecho por Dios.

Exteriormente se dirige a Dios, puesto que dice, "Oh Dios". Pero interior y realmente, el hombre está hablando de sí mismo consigo mismo. Además, habiendo mencionado una vez a Dios, no vuelve a referirse a él. A través de toda su oración el fariseo se está felicitando a sí mismo.

Comienza comparándose con otras personas. Sin embargo, no se compara con hombres verdaderamente devotos, sino con aquellos de mala reputación.

La ley judía solo prescribía un día de ayuno obligatorio al año, el día de la expiación, pero los que querían ser muy consagrados y ganar méritos para con Dios, ayunaban también todos los lunes y los jueves.

Es legalista y por eso a través de sus propias palabras desmiente su necesidad de Dios, ya que confiaba en su propia justicia.

No hay petición alguna en su oración, se cree totalmente autosuficiente.

Tampoco hay confesión alguna en su oración. Dice no ser ladrón… como si no estuviera en aquel mismo momento robando a Dios el honor que se le debe.

Es la oración de la autocomplacencia, posee cierto todo despectivo, se vanagloria de ser superior de los demás por guardar ciertos mandamientos. Pensaba que era mejor que el resto de la humanidad.

Hay quienes necesitan ver pecar a otros para sentirse justificados ellos mismos.

 

Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta distancia,

Quizás por temor pues era como un paria social.

El publicano era odiado no solo por el fariseo de la parábola sino por la mayoría de los judíos.

 

y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo,

El publicano tenía tal conciencia de pecado que andaba con la vista clavada en el piso. Se reconoce a sí mismo como pecador delante de Dios.

 

sino que se golpeaba  el pecho

Eso era signo de humildad. Y la demostración pública de un profundo arrepentimiento.

 

y decía: '¡Oh Dios, ten compasión de mí,  que soy pecador!'

La oración del Publicano: Mientras el fariseo confía en sus propios méritos, el publicano acudía al perdón, es como si dijese: la justicia me condena, solo dependo de tu gracia. Pide misericordia porque no se atreve a pedir  más, ora y espera la respuesta divina.

Su oración no poseía palabras de alabanza, ni adoración, ni agradecimiento; su pecado era tan grande que solo podía sollozar: Dios se propicio a mí pecador.

 

Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo,  pero el fariseo no.

La justificación: es la doctrina bíblica que declara inocente y justo a aquel culpable que no tiene en sí mismo mérito alguno para hacerlo.

¡Oh, sorpresa! Humanamente muchos habrían levantado muy alto al fariseo, y rechazado y hasta reprobado al publicano, pero nuestro Señor Jesucristo no pensaba así, aquel a quien el fariseo no quería contar ni siquiera entre los perros de su rebaño, es contado por Dios entre los miembros de su familia.

Ahora el publicano vuelve a casa. Ha sido quitada la tempestad de su corazón. Ahora todo es paz, porque está profundamente convencido que la aprobación de Dios le pertenece.

El fariseo también vuelve a casa, ¡pero no tiene nada! Podría haberse quedado en casa ese día y no haber ido al templo.

¿Acaso ahora ser bueno es malo y llevar una vida irreprochable es mal visto?

¿Cómo es posible que se le conceda el perdón a un sinvergüenza que todavía no ha hecho nada por remediar el daño que ha causado?

Es que la confianza en Dios pesa más en la balanza divina que la fe en los méritos propios.

Nada puede alejarnos más de Dios que la confianza en nosotros mismos, que el orgullo basado en nuestra propia justicia.

 

Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido."

Dios nos está enseñando que no podemos limitar la misericordia de Dios, Dios puede perdonar cualquier pecador siempre y cuando éste se arrepienta genuinamente y esté dispuesto a obedecerle.

El publicano había sido un gran pecador, pero de su gran pecado surgió la grandeza de su arrepentimiento  y de ello la grandeza del perdón de Dios.

Buena cosa es que el fariseo no hubiese sido ladrón, ni adúltero, ni injusto; pero el diablo le hizo orgulloso de todo ese bien y con eso lo llevó a la ruina.

La soberbia del hombre le acarrea humillación, pero al humilde de espíritu lo sustenta la honra.[3]

el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.[4]

Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.[5]

 

APLICACIÓN:

Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.[6]

La parábola presenta a dos hombres, dos oraciones y dos resultados.

Dios acepta al pecador arrepentido que le suplica humildemente perdón, pero rechaza al justo que no sabe humillarse y se cree autosuficiente. Dio no aprueba el orgullo en el corazón humano.

El error fundamental del fariseo es el orgullo espiritual. Creerse justo por mérito propio es peligroso pues conduce al orgullo, motiva desprecio a otros e impide aprender más de Dios.

 

ü  La actitud farisea no solo nos separa de Dios sino del resto de los seres humanos. Ellos, los fariseos, criticaban a Jesús precisamente porque comía y bebía con publicanos y pecadores.

 

ü  Una actitud farisaica impide que veamos el mal que todavía se apega a nosotros. Jesús responde a la crítica de dime con quién andas y te diré quién eres con —Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.[7]

 

ü  La actitud farisea desarrolla una intolerancia al sufrimiento pues creemos que ahora Dios nos debe algo por lo bueno que somos. Y eso puede alejarnos de Dios y llenarnos de amargura.

 

ü  La actitud farisaica nos hace pensar que hay injusticia en Dios. Y nada más errado de la realidad que esto. Lo que realmente ocurre es que no le reconocemos a Dios sus derechos, ni aceptamos nuestra posición.

 

ü  Esa misma actitud del fariseo nos impide recibir la gracia de Dios, pues tratamos de ganárnosla. Entonces, cual buen hijo mayor, preferimos no entrar a la fiesta y no nos sentimos amados.

 

ü  La actitud del fariseo nos lleva a aparentar lo que en realidad no somos, tratando de ser más buenos de lo que en realidad podemos ser.

 

¿Hasta qué punto podemos estar seguros de que no corre una gota de sangre farisea por nuestras venas?

¿No salen muchas veces de nuestra boca oraciones infladas de vanagloria? Cuidémonos de presentar oraciones orgullosas al Señor y de despreciar al prójimo.

Desdichadamente muchos de los nuestros han asumido la actitud y la postura del fariseo.

¿Seremos lo suficientemente humildes hoy como para aprender una lección de un miserable publicano?

Mientras más tiempo uno sea "buen cristiano", más tendemos a olvidarnos que aún somos humanos con necesidad de arrepentimiento.

Cuidado con el peligro de llegar equivocadamente a la idea de superioridad espiritual.

Al igual que el publicano necesitamos reconocer nuestro pecado, confesarlo al Señor, y pedir perdón en el nombre de Jesús; el arrepentimiento no es un acto único en la vida del cristiano, debe ser una actitud constante, una característica permanente del verdadero cristiano.

La actitud del publicano acepta la gracia de Dios y la disfruta, entiende la alegría de encontrar lo perdido.

 



[1] Mateo 23: 5

[2] 2 Corintios 1: 9

[3] Proverbios 29: 23

[4] Mateo 23: 12

[5] Lucas 14: 11

[6] Salmos 51.17, RVR95

[7] Lucas 5.31-32, RVR95



 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




1 comentario:

ANABELEN dijo...

https://platinumpeachpress.com/el-trigo-y-su-metabolismo/
La leptina es producida por células grasas
En realidad, la leptina es producida por células grasas, un hecho descubierto recientemente. Las células grasas no sólo se encuentran almacenando energía.

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO