Saulo de Tarso
Y yo, con el mayor placer, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.
2 Co 12.15
Saulo, cuyo nombre romano era Pablo, nació en Tarso, un centro de la cultura griega, una ciudad universitaria situada en Cilicia, cerca del rincón nordeste del mar Mediterráneo. Recibió su primera educación en Jerusalén bajo aquel tan distinguido doctor de la ley, un fariseo llamado Gamaliel, [1] nieto del famoso Hillel.
A Esteban lo echaron fuera de la ciudad y lo apedrearon. Los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.[2] Y Saulo consentía en su muerte.[3]
Inmediatamente después de la muerte de Estaban Pablo tomó un papel dominante en la persecución de los cristianos. No satisfecho con librar persecución en Jerusalén, hasta pidió del sumo sacerdote cartas para la sinagoga de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajera presos a Jerusalén.[4]
Entonces sucedió algo que causaría un cambio radical no sólo en la vida de Saulo de Tarso sino también en el curso de toda la historia futura.
Era la hora del mediodía y el sol brillaba con toda su fuerza. Pablo se acercaba a Damasco con el fin de destruir la comunidad cristiana de esa ciudad.
Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente lo rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: — ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: —Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: —Señor, ¿qué quieres que yo haga? El Señor le dijo: —Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer.[5]
Los hombres que acompañaron a Pablo vieron la luz pero no pudieron distinguir a quien hablaba. Oyeron la voz o sonido, pero no pudieron entender las palabras. Pablo, por otra parte, vio al Señor y oyó sus palabras. Llegando a Damasco, recibió su vista a través del ministerio de Ananías, quien también lo bautizó y oró por él para que fuese lleno del Espíritu Santo.
Pablo comenzó de inmediato su obra evangelística en Damasco:
En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Y todos los que lo oían estaban atónitos, y decían: — ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?
Pero Saulo mucho más se enardecía, y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.[6]
Pablo pasó cierto tiempo en Arabia, pero las Escrituras no nos dicen qué hizo allí.
Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo lo predicara entre los gentiles, no me apresuré a consultar con carne y sangre. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco.[7]
Cuando regresó a Damasco, su predicación causó tal oposición que debió huir por su vida, porque los judíos tramaban matarlo. Estos tenían la cooperación de las autoridades civiles. El relato de Pablo es como sigue:
En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas puso guardias en la ciudad de los damascenos para apresarme; y fui descolgado en un canasto desde una ventana del muro, y escapé de sus manos.[8]
Después de cumplirse tres años completos de su conversión, Pablo llegó a Jerusalén. Trató de unirse a los discípulos pero todos ellos tenían miedo de él, porque no creían que era realmente un discípulo. Pero Bernabé, un levita de Chipre de gran corazón, que se había convertido anteriormente, quitó el temor de ellos y presentó a Pablo ante Pedro y Santiago, el hermano del Señor:
Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.[9]
Mientras estaba en Jerusalén, el antiguo perseguidor predicaba intrépidamente a los judíos grecoparlantes. Ellos inmediatamente se confabularon para matarlo. En consecuencia, los hermanos decidieron enviar a Pablo a otro lugar.
Y estaba con ellos en Jerusalén; entraba y salía, y hablaba con valentía en el nombre del Señor, y discutía con los griegos; pero estos intentaban matarlo. Cuando supieron esto los hermanos, lo llevaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso.[10]
En una visión el Señor mismo confirmó esta decisión:
»Volví a Jerusalén, y mientras estaba orando en el Templo me sobrevino un éxtasis. Vi al Señor, que me decía: "Date prisa y sal prontamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Yo dije: "Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo también estaba presente y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que lo mataban." Pero me dijo: "Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles."»[11]
Por lo tanto, el apóstol dejó Jerusalén antes de haber visto al resto de los apóstoles y antes que las iglesias de Judea pudiesen conocerle de vista. Sin embargo, los creyentes de todas partes habían oído la buena nueva.
Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia; pero no me conocían personalmente las iglesias de Judea que están en Cristo, pues sólo habían oído decir: «Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo combatía.» Y glorificaban a Dios a causa de mí.[12]
Los amigos de Pablo lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. Es probable que el apóstol trabajara en Tarso y en el territorio circundante durante varios años, fundando las iglesias que se mencionan cuando emprendió su segundo viaje misionero:
y pasó por Siria y Cilicia, animando a las iglesias.[13]
Cuando Bernabé, que había sido enviado a Antioquía de Siria, vio el progreso del evangelio en esa gran ciudad y la necesidad de un colaborador adicional, fue a Tarso a buscar a Pablo y lo trajo a Antioquía. Juntos trabajaron allí durante un año. La iglesia creció rápidamente y se transformó en el punto de partida de la misión de Pablo al mundo pagano.
En aquellos días, unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sobrevino en tiempo de Claudio.[14]
Claudio fue emperador durante los años 41–54. En Antioquía se hicieron contribuciones para ayudar a los cristianos que estaban en Judea. Por manos de Bernabé y Pablo éstas fueron enviadas a Jerusalén. Este viaje probablemente ocurrió allá por el año 44, poco antes de la muerte de Herodes Agripa I. Los dos hombres, habiendo cumplido su misión, regresaron a Antioquía.
La extensión de la iglesia a partir de Antioquía por medio de tres grandes viajes misioneros comenzó en este tiempo. El Espíritu Santo dirigió a la iglesia a comisionar a Bernabé y a Pablo para la obra a la cual Dios los había llamado.
Ministrando estos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.» Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.[15]
No sabemos cuánto tiempo llevó este primer viaje misionero. Lo que podemos decir es que se le debe asignar, en general, al período 44–50. Los detalles de este viaje, seguido del concilio en Jerusalén, se hallan registrados en los capítulos 13 al 15 del libro de Hechos de los Apóstoles. Queda en claro que en este viaje Pablo y sus compañeros no viajaron muy hacia el oeste. El viaje quedó limitado a la isla de Chipre y a la parte sur de la provincia romana de Galacia.
El segundo viaje. Su fecha probable es 50/51–53/54. El mismo cubrió mucho más territorio que el primer viaje. En realidad, esta vez los misioneros no se quedaron en Asia sino que alcanzaron a entrar en Europa. Se llevó a cabo una obra evangelística en Macedonia (Grecia del norte) y en Acaya (Grecia del sur). Las ciudades visitadas fueron respectivamente:
1) Filipos, Tesalónica, Berea; y
2) Atenas y Corinto.
En esta última ciudad Pablo permaneció mucho tiempo, predicando y manteniéndose a sí mismo trabajando en su oficio de manufactura de tiendas. Fue también desde esta ciudad que el apóstol envió su epístola a los gálatas y, quizá un poco más tarde, las dos epístolas a los tesalonicenses. En el viaje de regreso de esta gira Pablo se detuvo en Éfeso, pero no permaneció allí mucho tiempo; prometió, sin embargo, regresar. Finalmente Pablo regresó a Antioquía vía Cesarea.
En su tercer viaje (53/54–57/58) Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso,[16] cumpliendo así su promesa. Permaneció allí mucho tiempo y tuvo mucho éxito. Es probable que todas, o la mayoría, de las "siete iglesias de Asia" fueran fundadas durante este período. También parecería que antes de escribir 1 Corintios el apóstol hubiese hecho una segunda visita a Corinto, regresando un poco después a Éfeso. Un poco más tarde envió una carta a los corintios, aquella que llamamos 1 Corintios.
Al dejar finalmente a Éfeso, Pablo fue a Macedonia. Fue aquí (¿quizá en Filipo?) que escribió 2 Corintios. Y así el apóstol llegó por fin a Corinto, su tercera visita a dicha ciudad. Y fue cuando estaba a punto de partir de Corinto que escribió Romanos.
El triunfo del evangelio durante el período de los tres viajes misioneros de Pablo fue realmente asombroso. Se ha estimado que al cierre del período apostólico el número total de cristianos en el mundo había llegado a medio millón. Fueron muchos los misioneros y testigos laicos que contribuyeron a obtener tal resultado. Sin duda el obrero más efectivo de todos ellos fue el instrumento escogido[17] por Dios, el apóstol Pablo. Él era hebreo de hebreos,[18] ciudadano romano[19] por nacimiento, y versado en la "sabiduría" de los griegos.
Había ciertos factores externos que favorecieron a Pablo y a su mensaje, tales como:
1) un gobierno mundial
2) paz mundial
3) un lenguaje mundial (el griego)
4) las famosas rutas romanas que unían las diferentes partes del mundo
5) un escepticismo mundial respecto a las deidades paganas
6) la dispersión de los judíos y de su religión monoteísta entre las naciones del mundo
7) la traducción del Antiguo Testamento al griego, en cierto sentido el lenguaje mundial
Con todo, también había obstáculos formidables. El viajar de un lado a otro del Imperio Romano para abrirle senda al evangelio era una tarea llena de grandes peligros. Además, los enemigos eran muchos e implacables. En consecuencia, si bien no deseamos quitar nada del significado de las circunstancias favorables antes mencionadas, era necesario algo más que circunstancias externas favorables para que el evangelio triunfase. Pero todo esto fue también divinamente provisto.
Dios, en su maravillosa providencia, preparó no sólo las condiciones externas que favorecieran el crecimiento del cristianismo, sino también el hombre que iba a hacer uso de tales condiciones.
El mismo Pablo cuenta agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia[20] para proclamar el evangelio a los gentiles.
¿Qué tipo de persona, entonces, era el apóstol Pablo?
Era un hombre con un brillante intelecto, una voluntad de hierro, y un corazón compasivo.
1. Pablo tenía un intelecto brillante
Pablo era un pensador de primer orden, un hombre con una mente penetrante, bien versado en el Antiguo Testamento y capaz de captar la relación entre sus preciosos pasajes y la doctrina de la salvación en Cristo. Lejos de ser el creador de un sistema teológico completamente nuevo, como algunos parecen pensar, él descubrió la doctrina de la justificación por la fe en pasajes del Antiguo Testamento. Él también comprendió que lo que hacía posible esta solución maravillosamente misericordiosa al problema de la culpa del hombre era el sacrificio vicario del Mesías, como lo enseña el cap. 53 de Isaías. Que Pablo en realidad estaba bien versado en el contenido de este capítulo queda en claro a partir de textos no solo de Romanos sino también de las otras epístolas por él escritas.
Varios pasajes de las epístolas de Pablo revelan una consumada habilidad literaria.
Hay una combinación de astucia y sabiduría que es evidente en lo que podemos llamar la estrategia misionera de Pablo, que abarca puntos tales como los siguientes:
1) Trabajar en los grandes centros urbanos, de modo que el mensaje se pueda extender de allí a los pueblos y villas circundantes.
2) Hacer uso de la sinagoga para alcanzar no solamente a los judíos sino también a los prosélitos gentiles.
3) Demostrar que los acontecimientos del nuevo pacto son el cumplimiento de las profecías del antiguo pacto.
4) Adaptar el mensaje del evangelio a la cultura y necesidades de sus oyentes.
5) Efectuar obra de seguimiento por medio de nuevas visitas, cartas, y enviados especiales.
6) Promover la unidad entre rico y pobre, gentil y judío, pidiendo a las iglesias más prósperas que ayudasen a las más pobres.
2. Pablo tenía una voluntad de hierro
Junto con su mente penetrante estaba la invencible determinación de Pablo de ser canal de bendición para los hombres. Su lema era:
Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme, porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciara el evangelio! Por eso, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada. ¿Cuál, pues, es mi recompensa? Que, predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio.
Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la Ley (aunque yo no esté sujeto a la Ley) como sujeto a la Ley, para ganar a los que están sujetos a la Ley; a los que están sin Ley, como si yo estuviera sin Ley (aunque yo no estoy sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin Ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.[21]
Este indomable propósito y resolución seguramente debe ser considerado como dato para explicar la disposición del apóstol de sufrir persecución por amor a la causa a la cual estaba tan ardientemente dedicado.
¡Cuán tremendo su sacrificio!
¡Cuán ilimitada su disposición para sufrir por amor a Cristo y a su reino!
Aquí están las palabras mismas de Pablo:
¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos, más abundante; en azotes, sin número; en cárceles, más; en peligros de muerte, muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido náufrago en alta mar; en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez. Y además de otras cosas, lo que sobre mí se añade cada día: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar y yo no me indigno?[22]
Aun si nos limitamos a la historia de Pablo que se registra en el libro de Hechos nos quedamos asombrados de la cantidad de sufrimientos que este héroe de la fe estaba dispuesto a sufrir por lograr su invariable y ardiente propósito. Pero cuando añadimos al detalle de Hechos lo que Pablo mismo nos dice en Corintios, ¡faltan palabras para expresar nuestra admiración por este gran don de Dios a la iglesia!
Lo que es más, debe tenerse en mente que Corintios fue escrita antes de la prisión del apóstol en Jerusalén, Cesarea y Roma.
¡Esto también significa, por supuesto, que Pablo ya había experimentado todas las pruebas mencionadas antes de componer su epístola a los romanos!
El tener esto en mente hará que el estudio de Romanos sea aun más interesante y útil.
Al hablar de la voluntad de hierro del apóstol, de su actitud de seguir el camino recto a todo costo, no se debe interpretar erróneamente su resolución. No llegaba a la testarudez.
Lo bello de la filosofía de Pablo era exactamente esto, que cuando era el principio lo que estaba en juego—por ejemplo, la todo suficiencia de Cristo para la salvación—él era inflexible, pero en asuntos que no tenían que ver con principios él podía ser muy complaciente, flexible, conciliador.
En consecuencia, en vez de acusar al apóstol de inconsistencia, deberíamos acreditarle bondad. Cuando el partido judaísta en Jerusalén demandó que Tito fuera circuncidado, Pablo no cedió a su clamor. Sin embargo, circuncidó a Timoteo.
Una cosa era circuncidar a una persona de ascendencia mixta, como lo era Timoteo, y efectuarlo para hacer de él un testigo más eficaz entre los judíos; era algo totalmente diferente forzar la circuncisión en Tito (cuyos padres eran ambos gentiles), y, en general, a todos los gentiles, eso sería ceder a la demanda de algunos de Judea: «Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés no podéis ser salvos.»[23]
La flexibilidad de Pablo probablemente también explique que él estuviese dispuesto, al llegar a Jerusalén de su tercer viaje misionero, a ceder a la sugerencia de que acompañase a cuatro hombres que habían tomado un voto temporario de nazareato y que pagase por sus ofrendas.
La pregunta respecto a si esta concesión de parte suya fue sabia no viene aquí al caso. El hecho que debe ser enfatizado es este: Pablo, aunque tomaba una posición firme en asuntos de principios, siempre estaba dispuesto a ceder en asuntos que no estuviesen ni prohibidos ni ordenados. El seguía este curso de acción a propósito y consistentemente.
Cedía en asuntos pequeños para poder ganar en los grandes.
3. Pablo era un hombre apasionado
El "empuje" del apóstol no habría sido tan vehemente si no hubiese estado activado por este tercer factor. Varias fases de la personalidad intensamente emotiva del apóstol son exhibidas en el libro de Hechos y en las epístolas.
¡Estamos frente a un hombre con un corazón maravillosamente amoroso, un alma verdaderamente grande! Un hombre apasionado por lo que Dios lo llamó a hacer. Pablo era un hombre de nobles sentimientos.
Habiendo perseguido anteriormente a los seguidores de Jesús, después de su conversión una pena, sincera y profunda, caminaba con Pablo:
Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.[24]
Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.[25]
Que a tan cruel perseguidor Cristo se hubiese revelado como un Salvador amoroso era algo que lo desconcertaba. Él simplemente no podría acostumbrarse a ello:
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo.[26]
Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrara en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.[27]
¡Esto hacía que su corazón rebosara de una gratitud, duradera y humilde!
Por esta y por otras razones sus epístolas están llenas de magníficas alabanzas a Dios, que son las expresiones espontáneas de un hombre agradecido que escribió:
El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.[28]
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.[29]
Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.[30]
Y el Señor me librará de toda obra mala y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.[31]
Habiendo sido "asido" por Cristo, el apóstol a su vez estaba ansioso de consumirse por la salvación de otros:
Del mismo modo, también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos.[32]
Y yo, con el mayor placer, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.[33]
Sentía un profundo dolor al pensar en tantos de su propio pueblo (israelitas) que no eran salvos:
Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón, porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne.[34]
Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios es por la salvación de Israel.[35]
La ansiedad por todas las iglesias pesaba sobre él diariamente:
Y además de otras cosas, lo que sobre mí se añade cada día: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar y yo no me indigno?[36]
Muy fervientes y conmovedoras eran sus oraciones por los hermanos:
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo (de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra), para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.[37]
Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios, orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro y completemos lo que falte a vuestra fe?
Pero el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros. Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros. Que él afirme vuestros corazones, que os haga irreprochables en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.[38]
Amaba sinceramente a los hermanos, de modo que podía escribir:
Antes bien, nos portamos con ternura entre vosotros, como cuida una madre con amor a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy queridos.[39]
Antes bien, nos portamos con ternura entre vosotros, como cuida una madre con amor a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy queridos.[40]
¡Cuán fervorosos y delicados eran sus ruegos!
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. [41]
Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros.[42]
Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.[43]
Aunque por el propio bien de ellos él era capaz de reprender muy severamente a los descarriados, aun esto era una manifestación del amor de su grande y palpitante corazón:
Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguien os predica un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema.[44]
¡Gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente crucificado? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley o por el escuchar con fe? ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue en vano.[45]
¿Es sorprendente entonces que cuando la ocasión lo demandaba, de los ojos de ese hombre de espíritu entusiasta y corazón amoroso brotasen fuentes de lágrimas?
Cuando vinieron a él, les dijo:
—Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuera útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.[46]
Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.[47]
Por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fuerais entristecidos, sino para que supierais cuán grande es el amor que os tengo.[48]
Hermanos, sed imitadores de mí y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros, porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo. [49]
Es por esta cualidad del apóstol que no nos sorprende que en ciarta ocasión las lágrimas de sus amigos, debido a su inminente partida y a las aflicciones que le esperaban, casi rompieran su corazón:
Pero Pablo respondió: —¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?, pues yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.[50]
Pero Pablo también era un hombre alegre, que demostraba su gozo independientemente de las circunstancias en las que se encontrara. Son numerosas las referencias al gozo en sus escritos, pero particularmente en la carta a las Filipenses:
¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo y me gozaré siempre.[51]
Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. [52]
Un hombre que conoció tantas revelaciones divinas, que tuvo tantas experiencias sobrenaturales, que procuró mantener una vida irreprochable de tal modo que se atrevió a decir:
Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo.[53]
Aún con todo eso Pablo mantiene su humildad al declarar:
¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!, porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿o quién fue su consejero? ¿Quién le dio a él primero, para que le fuera recompensado?, porque de él, por él y para él son todas las cosas.
A él sea la gloria por los siglos. Amén.[54]
El fin.
Por los Hechos de los Apóstoles sabemos que fue preso en Jerusalén tras los disturbios provocados por sus antagonistas judíos, y que fue conducido a Roma. En el mismo texto se refiere también a la posibilidad de su muerte (He. 20,24; 20,38). Lo más probable es que fuese ejecutado en Roma en el año 62. Desde el siglo IV la tradición cristiana fijó el día en el 22 de febrero.
[1] Hch 5.34-35 y 22. 3
[2] Hch 7.58
[3] Hch 8.1
[4] Hch 9.2
[5] Hch 9.3-6
[6] Hch 9.20-22
[7] Gl 1.15-17
[8] 2 Co 11.32-33
[9] Gl 1.18-19
[10] Hch 9.28-30
[11] Hch 22.17-21
[12] Gl 1.21-24
[13] Hch 15.41
[14] Hch 11.27 y 28
[15] Hch 13.2-3
[16] Hch 19.1
[17] Hch 9.15-16
[18] Flp 3.5
[19] Hch 22.27-28
[20] Gl 1.15
[21] 1 Co 9.16-22
[22] 2 Co 11.23-29
[23] Hch 15.1
[24] 1 Co 15.9
[25] 1 Ti 1.15
[26] Ef 3.8
[27] 1 Ti 1.16
[28] 2 Co 5.14-15
[29] Ef 3.20-21
[30] 1 Ti 1.17
[31] 2 Ti 4.18
[32] 1 Co 10.33
[33] 2 Co 12.15
[34] Ro 9.1-3
[35] Ro 10.1
[36] 2 Co 11.28-29
[37] Ef 3.14-19
[38] 1 Tes 3.9-13
[39] 1 Tes 2.7-8
[40] 1 Tes 2.7-8
[41] 2 Co 5.20-21
[42] Gl 4.19-20
[43] Ef 4.1
[44] Gl 1.6-9
[45] Gl 3.1-4
[46] Hch 20.18-21
[47] Hch 20.31
[48] 2 Co 2.4
[49] Flp 3.17-19
[50] Hch 21.13
[51] Flp 1.18
[52] Flp 2.17-18
[53] 1 Co 11.1
[54] Ro 11.33-36
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
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