¡Ay del solo!
Mejor son dos que uno, pues reciben mejor paga por su trabajo. Porque si caen, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del que está solo! Cuando caiga no habrá otro que lo levante. También, si dos duermen juntos se calientan mutuamente, pero ¿cómo se calentará uno solo? A uno que prevalece contra otro, dos lo resisten, pues cordón de tres dobleces no se rompe pronto.[1]
Todos tenemos una gran responsabilidad de parte de Dios y ante él:
Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo, anciano también con ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. [2]
Y les dijo: —Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado. Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lengua, tomarán serpientes en las manos y, aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.[3]
Te suplico encarecidamente delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su Reino, que prediques la palabra y que instes a tiempo y fuera de tiempo. Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina, pues vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.[4]
No todos son pastores pero todos los miembros de la Iglesia somos ministros y debemos cumplir con nuestro ministerio, somos parte activa de un cuerpo que hasta ahora trabaja, y entonces yo también debo trabajar en él, ese cuerpo es la Iglesia de Jesucristo.
v ¿Hasta qué punto puedo "yo solo" cumplir con el propósito de Dios?
v ¿Cuánta gente de la congregación está involucrada en la obra de Dios?
v ¿Si vinculo a todos en la obra de Dios podré hacer un mejor trabajo?
La Iglesia es algo grande y muy valioso; y Dios nos ha puesto esto que es de gran valor en nuestras manos para que ayudemos a todos sus miembros a perfeccionarse para cumplir el ministerio que han recibido de parte de Dios:
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.[5]
Nosotros los ministros de tiempo completo estamos puestos por Dios para trabajar con ustedes, para ayudarles a descubrir los dones que Dios ha puesto en sus vidas y ponerlos al servicio de Dios, de la congregación y de la comunidad en la que vivimos.
Unas de las excusas más comunes para no involucrarse en un trabajo activo en la Iglesia son:
ü No tengo tiempo.
ü No hay plata.
ü No tengo liderazgo.
ü Estoy muy cansado.
ü Es que yo sí trabajo.
ü Ya tengo un cargo.
ü Aquí siempre se ha hecho así.
ü Eso siempre lo ha hecho Fulano.
ü Eso le toca es al pastor.
ü Para eso hay directivas.
Pero es tiempo de motivarnos a servir, a ministrar en la obra de Dios, a involucrarnos en su labor:
El fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.[6]
La labor es grande, hay mucho por hacer, por eso: ¡Ay del solo!
¡Ay del que trabajo solo!
¿Dónde están tus valientes?
Vino David a Nob, adonde estaba el sacerdote Ahimelec; éste salió a su encuentro, sorprendido, y le preguntó: —¿Por qué estás tú solo, sin nadie que te acompañe?[7]
Debemos aprender y acostumbrarnos a trabajar juntos.
Dios nos ha diseñado para que vivamos en comunidad.
En la Biblia vemos ejemplos de trabajos materiales en los que Dios no permitió que uno solo hiciera todo el trabajo:
1. En las construcciones Dios nunca permitió que el líder solo hiciera todo el trabajo:
Ø El tabernáculo.
Dios involucró a toda una nación para la construcción del tabernáculo. Dios le dio a Moisés una nación que estaba con él en el proyecto que emprendió.
Ø Entonces salió toda la congregación de los hijos de Israel de delante de Moisés. Todo aquel a quien su corazón impulsó, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, trajo una ofrenda a Jehová para la obra del Tabernáculo de reunión, para toda su obra y para las sagradas vestiduras. Vinieron tanto hombres como mujeres, todos de corazón generoso, y trajeron cadenas, zarcillos, anillos, brazaletes ytoda clase de joyas de oro; todos presentaban una ofrenda de oro a Jehová. Todo hombre que tenía azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, o pieles de tejones, lo traía. Todo el que ofrecía una ofrenda de plata o de bronce, traía a Jehová la ofrenda; y todo el que tenía madera de acacia, la traía para toda la obra del servicio. Además, todas las mujeres sabias de corazón hilaban con sus manos, y traían lo que habían hilado: azul, púrpura, carmesí o lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las impulsó, hilaron hábilmente pelo de cabra. Los príncipes trajeron piedras de ónice y las piedras de los engastes para el efod y el pectoral, las especias aromáticas y el aceite para el alumbrado, para la unción y para el incienso aromático.
De los hijos de Israel, tanto hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón generoso para traer algo a la obra que Jehová había mandado por medio de Moisés que hicieran, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová.[8]
Todos aportaron. Algunos tenían talentos, dones, sabían hacer cosas.
»Todo sabio de corazón de entre vosotros vendrá y hará todas las cosas que Jehová ha mandado.[9]
»Así, pues, Bezaleel y Aholiab, y todo hombre de talento a quien Jehová haya dado sabiduría e inteligencia para saber hacer toda la obra del servicio del santuario, harán todas las cosas que ha mandado Jehová.»[10]
¿Vinculó Moisés al pueblo en el trabajo que Dios le ordenó?
Ø Los muros de Jerusalén.
Nehemías trabajó con el pueblo. Es importante sentir lo que Nehemías sintió por el pueblo. Dios comenzó a darle gente a Nehemías para que trabajara con él.
¿Cómo encontraría Nehemías al pueblo en Jerusalén? Todos estaban desanimados, pero Dios le dio gracia a Nehemías para con el pueblo.
¡Deje las excusas e involúcrese en la obra de Dios!
Entonces puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos, por las partes bajas del lugar, detrás del muro y en los sitios abiertos. Después miré, me levanté y dije a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo: —No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.
Cuando supieron nuestros enemigos que estábamos sobre aviso, y que Dios había desbaratado sus planes, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea. Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad se mantenía armada con lanzas, escudos, arcos y corazas. Y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. Los que edificaban en el muro, los que acarreaban y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra y con la otra sostenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a la cintura, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí, pues yo había dicho a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo: —La obra es grande y extensa, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos los unos de los otros. En el lugar donde oigáis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.
Así pues, mientras trabajábamos en la obra desde la subida del alba hasta que salían las estrellas, la mitad de ellos montaba guardia con la lanza en la mano. También dije entonces al pueblo: —Cada uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén; de noche sirvan de centinelas y de día trabajen en la obra.
Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse.[11]
Una vez más Dios no dejó solo a su líder.
2. En la salvación de la gente:
Ø Naamán, el sirio.
Dios quería sanar a Naamán el leproso –esa clase de sanidad es tipo de nuestra salvación-, pero no le dijo al general. "Ve y métete en el Jordán."
Dios comenzó a involucrar personas en la misión que quería llevar a cabo. La Sierva de Naamán fue un instrumento de Dios. La esposa de Naamán no se quedó callada. El rey de Siria le envió cartas al rey de Israel. Alguien le llevó la noticia de lo ocurrido al profeta Eliseo. Pero cuando se indispuso Naamán entonces uno de sus siervos le instó a obedecer. Dios quería sanar a Naamán pero usó a lo menos seis personas en el proceso.
Cuando Dios va a salvar a alguien siempre involucra personas en el proceso.
Ø Cornelio.
El caso relatado en Hechos 10 también es bien particular.
¿Por qué el ángel no le dijo lo que le correspondía hacer para su salvación?
Dos de sus criados y un devoto soldado. Pedro y unos compañeros de la circuncisión, hermanos de la ciudad de Jope.
Ø Jesucristo mismo.
Él es Dios Todopoderoso, cuanto quiso hizo, pero no trabajó solo. A él le encanta involucrar personas en el proceso.
Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios: a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que le entregó.[12]
¿Tenían defectos? Por supuesto! Eran como usted y como yo.
Pero a pesar de nuestros defectos y limitaciones, nuestro Señor creyó en nosotros, nos llamó, nos escogió, nos eligió. Él nos quiere vincular en el proceso de salvación de esta generación que nos ha correspondido vivir.
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.»
Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus impuros, para que los echaran fuera y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.[13]
3. Para administrar el mismo Pueblo de Dios:
Ø Jetro visita a Moisés.
Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde. Al ver el suegro de Moisés todo lo que él hacía por el pueblo, le preguntó:
—¿Qué es esto que haces tú con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo, mientras todo el pueblo permanece delante de ti desde la mañana hasta la tarde?
Moisés respondió a su suegro:
—Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen algún pleito, vienen a mí; yo juzgo entre el uno y el otro, y declaro los preceptos de Dios y sus leyes.
Entonces el suegro de Moisés le dijo:
—No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú y también este pueblo que está contigo, porque el trabajo es demasiado pesado para ti y no podrás hacerlo tú solo. Oye ahora mi voz: yo te aconsejaré y Dios estará contigo. Preséntate tú por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios .Enséñales los preceptos y las leyes, muéstrales el camino por donde deben andar y lo que han de hacer. Además escoge tú de entre todo el pueblo a hombres virtuosos, temerosos de Dios, hombres veraces, que aborrezcan la avaricia, y ponlos sobre el pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así se aliviará tu carga, pues ellos la llevarán contigo. Si esto haces, y Dios te lo manda, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar.
Oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo lo que él le dijo. Escogió Moisés hombres de virtud de entre todo Israel, y los puso sobre el pueblo como jefes sobre mil, sobre cien, sobre cincuenta y sobre diez, los cuales juzgaban al pueblo en todo tiempo. Los asuntos difíciles los traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño. Luego Moisés despidió a su suegro, y éste se fue a su tierra.[14]
Dios usa al hermano para que le sirva a usted.
Ø Los diáconos.
En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron:
—No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.
Agradó la propuesta a toda la multitud y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. A estos presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.
La palabra del Señor crecía y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.[15]
¿No hay murmuraciones en la congregación?
Pero es que a veces para hacer una cosa hay que dejar de hacer otra, y sólo tenemos dos manos.
¿A cuántos les gusta escuchar buenos mensajes de parte de Dios?
No podemos dejar de orar y enseñar, pero claro que es necesario atender bien a los hermanos. ¿Qué hacemos entonces? Ministrarnos los unos a los otros.
Solo no puedo, necesitamos armar un equipo de trabajo para atender bien a todos. Así que es necesario vincularnos todos al trabajo de la Iglesia.
Ø Pablo.
El apóstol siempre armó equipos misioneros.
Todo lo que a mí se refiere, os lo hará saber Tíquico, amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor. Os lo he enviado a vosotros para esto mismo, para que conozca lo que a vosotros se refiere y conforte vuestros corazones. Lo acompaña Onésimo, amado y fiel hermano, que es uno de vosotros. Todo lo que acá pasa, os lo harán saber.
Aristarco, mi compañero de prisiones, os saluda; y también Marcos, el sobrino de Bernabé, acerca del cual habéis recibido instrucciones; si va a visitaros, recibidlo. También os saluda Jesús, el que es llamado Justo. Estos son los únicos de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y han sido para mí un consuelo. Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo. Él siempre ruega encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere. De él doy testimonio de que se preocupa mucho por vosotros, por los que están en Laodicea y los que están en Hierápolis. Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas.
Saludad a los hermanos que están en Laodicea, a Ninfas y a la iglesia que está en su casa. Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros. Decid a Arquipo: «Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor.»
Esta salutación es de mi propia mano, de Pablo. Acordaos de mis prisiones. La gracia sea con vosotros. Amén.[16]
¡Qué tremendo Equipo de trabajo!
Tíquico, el hombre de confianza.
Onésimo, el hombre transformado por Dios, ya no era un ladrón.
Aristarco, el compañero de un prisionero.
Marcos, el hombre con la segunda oportunidad.
Jesús, el recto, el honorable.
Epafras, el hombre de oración.
Lucas, el médico cercano a Pablo, el que conocía sus debilidades físicas y le ayudaba.
Demas, el que lo abandonó amando más al mundo que al Señor.
Ninfas, la hermana que prestó su casa para hacer cultos.
Arquipo, el que aún no se había decidido a cumplir lo encomendado.
Aplicación
La Iglesia es algo muy valioso, haga de ella su tesoro, ésta es su casa.
Aprendamos a hacer tesoros en el cielo.
Deje de ser un simple asistente, un simple espectador y conviértase en un miembro activo de la Iglesia.
¡Vincúlese al cuerpo de Cristo! Y déjese usar por el Señor Jesucristo.
Confiese su falta de compromiso delante del Señor y comprométase con él. Entréguese a él.
[1] Ec 4.9-12
[2] 1 P 5.1-4
[3] Mr 16.15-18
[4] 2 Ti 4.1-5
[5] Ef 4.11-13
[6] 1 P 4.7-11
[7] 1 Sm 21.1
[8] Ex 35.20-29
[9] Ex 35.10
[10] Ex 36.1
[11] Neh 4.13-23
[12] Mr 3.13-19
[13] Mt 9.35-10.1
[14] Ex 18.13-27
[15] Hch 6.1-7
[16] Col 4.7-18
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
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