Nueva escala de valores económicos.
Así ha dicho Jehová: «No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová.»[1]
El Evangelio como poder transformador:
Es propio observar, como muchos lo han hecho, que el Nuevo Testamento no presenta un programa de reforma social y económica. No hay protesta frente a la institución de la esclavitud, no se cuestiona la situación que dejaba la esposa casi sin derechos legales, no se atacan las políticas del gobierno, ni las condiciones económicas en general.
A la larga, el Nuevo Testamento produjo cambios, no por un programa político de reforma, sino por una nueva valoración y evaluación de las instituciones existentes.
Que amo y esclavo pueden ser hermanos en la fe, dentro de la comunidad de la iglesia; que en Cristo no hay varón ni hembra; la responsabilidad de amor y cuidado por parte del marido en el matrimonio; la predicación de un reino nuevo y la subordinación de la obediencia política a la obediencia absoluta que el cristiano le debe a Dios. Todos éstos son elementos que, como la levadura, van cambiando la sociedad y la cultura donde se predican y se practican.
Desarrollo:
En el Antiguo Testamento se dejaba vislumbrar que una nueva escala de valores ya venía en camino:
Así ha dicho Jehová: «No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová.»[2]
La gente tiende a admirar ciertas cualidades en los demás: sabiduría humana, poder (fortaleza física), y riqueza.
En este mundo de pecado y dolor, que termina pronto en muerte y juicio, ¡qué necios los hombres que se glorían en su conocimiento, salud, fuerza, riqueza o en cualquiera de las cosas vanas que existen debajo del sol! De ello se debe rendir cuentas en el más allá. Esto sólo acrecienta su desgracia final.
Es por eso que les invito a hacer un PARE en el camino y a reflexionar sobre nuestro andar.
Así dijo Jehová: «Paraos en los caminos, mirad y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino. Andad por él y hallaréis descanso para vuestra alma.»
Mas dijeron: «¡No andaremos!»
«Puse también sobre vosotros atalayas, que dijeran: "¡Estad atentos al sonido de la trompeta!"
Y ellos dijeron: "¡No lo estaremos!"»[3]
¿Detrás de qué estamos caminando?
Ahora bien, Dios establece como la prioridad más alta en esta vida, no la ciencia, ni la fuerza, ni el dinero, sino el conocerlo a él en forma personal y vivir de manera que nuestra vida refleje la justicia y rectitud de Dios.
Somos sabios quienes atendemos a Dios y sus consejos y nos regocijamos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en la carne:
Nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne, aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que se basa en la Ley, irreprochable.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que se basa en la Ley, sino la que se adquiere por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa en la fe. Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte, si es que en alguna manera logro llegar a la resurrección de entre los muertos.[4]
En razón de su encuentro, camino a Damasco, con el Cristo resucitado, es que Pablo fue llevado a una "revaluación radical de valores".
Para gloriarse y confiar en la carne, el apóstol hubiera tenido muchos motivos como cualquier hombre. Pero las cosas que consideró ganancia mientras era un fariseo ejemplar, y las había reconocido, por las que había luchado en su vida, a esas cosas que les dedicó su esfuerzo, su dedicación, su tiempo, las consideró como pérdida por Cristo.
El apóstol Pablo considera que todas esas cosas no eran sino pérdida comparadas con el conocimiento de Cristo.
Habla de todos los deleites mundanos y de los privilegios externos que buscaban en su corazón un lugar junto a Cristo, o podían pretender algún mérito y algo digno de recompensa, y los cuenta como pérdida. Había sufrido la pérdida de todo por los privilegios de ser cristiano. Sí, no sólo los consideraba como pérdida, sino como la basura más vil, sobras tiradas a los perros; no sólo menos valiosas que Cristo, sino en sumo grado despreciables cuando se las compara con poderoso evangelio de la salvación.
El verdadero conocimiento de Cristo modifica y cambia a los hombres, sus juicios y modales, y los hace como si fueran hechos de nuevo.
El creyente verdadero prefiere a Cristo sabiendo que es mejor para nosotros estar sin todas las riquezas del mundo pero con Cristo y su palabra que sin él.
Decidió que a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor (DHH). Esta es una declaración profunda acerca de los valores: la relación de una persona con Cristo es más importante que cualquier otra cosa. Conocer a Cristo debe ser nuestro objetivo número uno en la vida. Considere sus valores.
La riqueza no alarga la vida natural, pero la sabiduría verdadera da vida espiritual y fortalece a los hombres:
Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol; porque escudo es la ciencia y escudo es el dinero; pero más ventajosa es la sabiduría, porque da vida a sus poseedores.[5]
Tengamos en alta estima no el reconocimiento de los hombres sino la distinción que viene de Dios y que durará por siempre. Busquémosla con diligencia.
si la buscas como si fuera plata y la examinas como a un tesoro.[6]
…
En esta nueva escala de valores ya no vale el hombre por lo que este mundo aprecia y valora, sino por la relación que tenga con Dios:
Y les dijo: —Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.[7]
El Evangelio de Lucas nos refiere la bienaventuranza que Jesús pronuncia sobre los pobres:
Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.[8]
"Bienaventurados (sois) vosotros los pobres" no significa "Bienaventurados son todos los pobres", ni puede significar, "Bienaventurados vosotros, discípulos míos, porque sois pobres en bienes terrenales". La pobreza material no es necesariamente una bendición. Pero Jesús dijo: "Bienaventurados (sois) vosotros los pobres", porque, considerados como un grupo, estos hombres, pobres con respecto a bienes terrenales, habían captado su estado de pobreza espiritual y estaban conscientes de sus riquezas en Dios.
Aunque yo esté afligido y necesitado, Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú. ¡Dios mío, no te tardes![9]
Jesús añada: "porque vuestro es el reino de Dios". La suma total de las bendiciones resultantes del hecho de reconocer a Dios como Rey y Señor sobre el corazón y la vida son ahora para quienes habían sido considerados como pobres.
También Lucas nos cuenta los ayees que pronunció sobre los ricos y saciados:
Pero ¡ay de vosotros, ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.[10]
Jesús pronuncia el Ay sobre los ricos, es decir, sobre los que confiaban en las riquezas porque el logro de la riqueza terrenal, de cualquier tipo, era la suprema ambición de ellos. Era su objetivo apasionado y lo que absorbía todo su ser.
Bueno, ellos habían logrado lo que buscaban. En un recibo pueden escribir las palabras "Pago recibido en forma completa". Esa era su sola y única "consolación".
¿Pero para su futuro eterno qué habían provisto? … ¡exactamente nada! Entonces nada de verdadero valor pueden esperar recibir.
…
La práctica económica de la iglesia primitiva nos muestra qué implicaciones prácticas tenían los nuevos valores económicos en el reino de Dios:
Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.[11]
Cuando los israelitas viajaron a través del desierto por cuarenta años, Dios les proveyó día tras día de lo que necesitaban para subsistir. Todos estaban en el mismo nivel económico; ni uno era más rico, ni uno era más pobre. Cuando llegaron a la Tierra Prometida, cada uno recibió su herencia. Con el correr del tiempo, empezaron a observar y experimentar riqueza y pobreza en sus comunidades. Esta diferencia se hizo más y más evidente a lo largo de los siglos, porque el pueblo judío rechazó observar las estipulaciones de Dios respecto a cuidar de los pobres y ser generoso con ellos.
Después de Pentecostés, los nuevos convertidos en Jerusalén "tenían en común todas sus cosas. Empezaron a vender sus propiedades y pertenencias y repartieron a todos que tuvieran necesidad".
El compartir cosas materiales fue una actitud completamente voluntaria de los dueños de poner sus posesiones a disposición de todos los creyentes que tuvieran necesidades económicas. Los que vendieron sus posesiones lo hicieron sobre una base completamente voluntaria. Una nueva escala de prioridades llevaba a los pudientes a proveer por las necesidades de los demás, sin ninguna coerción u obligación:
Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti?, y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.[12]
La aspiración de los primeros cristianos fue abolir la pobreza de tal modo que los menesterosos, como una clase social, no existiera más entre ellos.
Lucas no provee información en el sentido que los ricos vendieran todas sus posesiones. En cambio, alude al establecimiento de un fondo general gracias al cual los pobres fueron sostenidos y en el cual los ricos pusieron el dinero ganado por la venta de propiedades.
Lucas compara la unidad y armonía de los creyentes en el templo con su solidaridad en las comidas comunes en hogares privados. Los cristianos "comían juntos con alegría y sinceridad de corazón". Aunque no da más explicación sobre esto, la práctica de tener comidas comunes es comparable a las fiestas de amor mencionadas directa e indirectamente por Pablo en su carta a la iglesia de Corinto, por Pedro y por Judas. Una comida en común servida por los primitivos cristianos en conexión con los cultos de la iglesia y con el propósito de fomentar la expresión del amor fraternal.
En Jerusalén, los creyentes disfrutan estas comidas "cada día", como Lucas lo indica en el griego. Por consiguiente, vale la pena aclarar que las comidas en común no son la celebración de la Cena del Señor.
Lucas enfatiza la unidad, la armonía, el gozo y la sinceridad de los creyentes. Estos elementos son frutos del Espíritu Santo, quien está actuando en los corazones y vidas de los primeros cristianos.
"Alabando a Dios, y gozando favor con todo el pueblo". La primera frase relaciona a Dios y el otro al pueblo.
¡Qué testimonio de verdadero cristianismo!
Estos creyentes viven una vida de alabanza a Dios y como resultado, son reconocidos por el pueblo. Son exponentes del poder del evangelio y la presencia del Espíritu Santo.
Son testimonios vivientes para Cristo. Aquí está trabajando la iglesia misionera: el pueblo observa la conducta cristiana de los convertidos hablando en favor de la iglesia y son atraídos a Cristo.
La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el producto de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa «Hijo de consolación»), levita, natural de Chipre, vendió una heredad que tenía y trajo el producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles.[13]
Un nuevo concepto de mayordomía llevaba a los cristianos a no mirar nada como de su posesión exclusiva.
Una vez más Lucas ilustra la unidad entre los cristianos primitivos, preocupándose por el cuidado de los pobres entre ellos. Lo hacen compartiendo sus posesiones materiales y demostrando su buena voluntad al no guardar como propias aquellas cosas. Están bien conscientes de la instrucción divina de que no hubiera pobre entre el pueblo de Dios. Esto es, debido a las abundantes bendiciones de Dios para con su pueblo, la comunidad cristiana debía abolir la pobreza.
Mientras algunos creyentes tenían posesiones, otros no las tenían. Pero nadie en la comunidad tenía necesidad, porque los ricos vendían sus tierras o casas y generosamente daban el producto a los apóstoles.
Conclusión y aplicación:
¿Por qué cualidades desea que la gente más lo admire?
¿Hay algo más importante que su relación con Cristo?
Si sus prioridades están equivocadas, ¿cómo puede reordenarlas?
Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer. No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.[14]
Esto, pues, es lo que les digo y les encargo en el nombre del Señor: que ya no vivan más como los paganos, los cuales viven de acuerdo con sus equivocados criterios y tienen oscurecido el entendimiento. Ellos no gozan de la vida que viene de Dios, porque son ignorantes a causa de lo insensible de su corazón. Se han endurecido y se han entregado al vicio, cometiendo sin freno toda clase de cosas impuras. Pero ustedes no conocieron a Cristo para vivir así, pues ciertamente oyeron el mensaje acerca de él y aprendieron a vivir como él lo quiere, según la verdad que está en Jesús. Por eso, deben ustedes renunciar a su antigua manera de vivir y despojarse de lo que antes eran, ya que todo eso se ha corrompido, a causa de los deseos engañosos. Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad.[15]
…
¿Qué está dispuesto a dar a fin de conocer a Cristo?
¿Una agenda repleta a fin de dedicar unos pocos minutos cada día para orar y estudiar la Biblia?
¿La aprobación de sus amigos?
¿Algunos de sus planes o placeres?
Sea lo que sea, conocer a Cristo es más valioso que el sacrificio.
Cuando nos unimos a Cristo confiando en Él, experimentamos el poder que lo resucitó de la muerte. Ese mismo poder maravilloso nos ayudará a vivir moralmente, renovará y regenerará nuestras vidas.
Pero antes de que caminemos en nueva vida debemos morir al pecado. Así como la resurrección de Cristo nos da el poder de Cristo para vivir para Él, su crucifixión señala la muerte de nuestra vieja naturaleza pecadora. No podemos conocer la victoria de la resurrección sin usar personalmente la crucifixión.
[1] Jr 9.23-24
[2] Jr 9.23-24
[3] Jr 6.16-17
[4] Flp 3.3-11
[5] Ec 7.11-12
[6] Pr 2.4
[7] Lc 12.15
[8] Lc 6.20
[9] Sal 40.17
[10] Lc 6.24-25
[11] Hch 2.44-45
[12] Hch 5.4
[13] Hch 4.32-37
[14] Ro 12.1
[15] Ef 4.17
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
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