¿Es Jesús Dios?
Mi objetivo en este capítulo no es otro que el de resumir el testimonio de los autores del Nuevo Testamento que hace referencia a la deidad de Cristo. En el capítulo I revisamos las evidencias de autores clásicos que apuntaban a que Jesús vivió y murió en el siglo I dC. En el capítulo II nos centramos en el debate en torno a la resurrección de Jesús. Teniendo en mente este hecho extraordinario, no estaríamos haciendo justicia a la persona de Jesús si solo habláramos de su humanidad. En este tercer capítulo investigaremos lo que el Nuevo Testamento dice sobre la otra dimensión de la persona de Jesús: su deidad. Mi propósito no es descubrir cuándo surgió entre los primeros cristianos la creencia de que Jesús era Dios, o cómo desarrollaron este tema los autores del Nuevo Testamento. Mi pretensión aquí es sintetizar, no analizar; reflejar cuál es el testimonio general del Nuevo Testamento, no considerar la contribución de cada uno de los autores.
I. Estatus divino que Jesús mismo se atribuyó, y que la gente le dio
A. En relación con Dios el Padre…
1. JESÚS POSEE LOS ATRIBUTOS DIVINOS
Hay un versículo del Nuevo Testamento que explica mejor que ningún otro que todos los atributos divinos se encuentran en Jesús: "Toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Jesús" (Col. 2:9). Pablo no solo dice "la plenitud de la Deidad", sino "toda la plenitud de la Deidad". Deja claro que no le falta ningún elemento de esa plenitud. Todas las características de Dios residen en Cristo, lo cual incluye tanto la naturaleza de Dios como sus atributos. En el texto griego el verbo "residir" (tiempo presente) y el adverbio que hemos traducido por "corporalmente" no aparecen el uno al lado del otro, lo que sugiere que se están haciendo dos afirmaciones distintas: que toda la plenitud de Dios reside en Cristo eternamente y que esa plenitud reside ahora de forma permanente en Cristo de forma corporal. Así, Pablo expresa tanto la deidad eterna como la humanidad permanente de Cristo.
2. JESÚS EXISTE ETERNAMENTE
Hay dos versículos que hablan de la existencia o la actividad de Cristo antes de la Encarnación:
Esto dijo Isaías porque vio su gloria, y habló de Él (Jn. 12:41; ver Is. 6:1–3)
Y todos [los israelitas] bebieron de una roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo (1 Co. 10:4)
También hay muchos pasajes que hablan de que el Padre envió a su Hijo al mundo (p. ej., Jn. 3:17; Ro. 8:3; Gá. 4:4; 1 Jn. 4:9) o de que el Hijo vino al mundo (p. ej., Jn. 1:9; 2 Co. 8:9) o de que se ha manifestado en la Tierra (p. ej., He. 9:26; 1 P. 1:20); todos estos versículos dan por sentado su preexistencia.
En el principio existía el Verbo (Jn. 1:1)
Y ahora, glorifícame Tú, Padre, junto a ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera (Jn. 17:5)
En los últimos días [Dios] nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el Universo (He. 1:2)
Estos versículos apuntan a la preexistencia eterna de Jesús, aunque no la afirmen explícitamente. La forma más explícita en la que el Nuevo Testamento se expresa en cuanto a esta verdad es usando el tiempo presente atemporal:
Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer (Jn. 1:18)
Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy" (Jn. 8:58; cf. Éx. 3:14)
[Cristo], aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse (Fil. 2:6)
Él es antes de todas las cosas (Col. 1:17)
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos (He. 13:8; el verbo en tiempo presente está elidido en el texto griego)
3. JESÚS ES IGUAL EN DIGNIDAD
La oración del rey David después de haber ofrecido su fortuna personal para la construcción del templo es el ejemplo más claro de todo el Antiguo Testamento sobre la dignidad consumada del Dios de Israel:
Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder
Pero el Nuevo Testamento le otorga a Jesús la misma dignidad que al Dios de Israel. Juan recoge las palabras de Jesús mismo, cuando éste dijo: "Porque ni aún el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió" (Jn. 5:22–23). Y en el mismo sentido, encontramos que tanto el Padre como el Hijo poseen:
a. el nombre divino: "bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt. 28:19)
b. nombres específicos:
Señor | para Dios (Éx. 6:2; Is. 45:5) |
para Jesús (Hch. 2:36; 1 Co. 12:3) | |
Señor de señores | para Dios (Dt. 10:17; Sal. 136:3) |
para Jesús (Ap. 17:14; 19:16) | |
Pastor | para Dios (Sal. 23:1; Ez. 34:11–31) |
para Jesús (Jn. 10:11–16; He. 13:20; 1 P. 5:4) | |
Alfa y Omega | para Dios (Ap. 1:8; 21:6) |
para Jesús (Ap. 22:13; cf. 1:17) |
c. el Espíritu (Ro. 8:9)
4. JESÚS ES UNIVERSALMENTE SUPREMO
Una de las ideas que más se repite en el Antiguo Testamento aparece resumida en las siguientes palabras del salmista: "Porque Tú eres el Señor, el Altísimo sobre toda la tierra, muy excelso sobre todos los dioses" (Sal. 97:9). Los primeros cristianos le atribuyeron a Jesús la misma supremacía universal. Pedro afirma que Jesús "está a la diestra de Dios, habiendo subido al Cielo después de que le habían sido sometidos ángeles, autoridades y potestades" (1 P. 3:22). Pablo dice que "Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos" (Ro. 14:9). Y Juan observa que Jesús es "el Soberano de los reyes de la Tierra" (Ap. 1:5). Pero Jesús no es soberano solo sobre los seres celestiales y los seres terrenales, vivos o muertos. Gobierna y tiene autoridad sobre todo el Universo, animado o inanimado. Él está "sobre todas las cosas" (Ro. 9:5) y "es antes de todas las cosas" (Col. 1:17) por lo que al tiempo y al estatus se refiere. En estos dos versículos, la palabra griega que nosotros traducimos por "todas" es ambigua, ya que puede ser masculino ("todos los seres humanos") o neutro ("todas las cosas", animadas o inanimadas). Y lo más probable es que la interpretación más acertada sea la segunda.
[el poder de Dios], el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero. Y sometió todo bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia.
5. JESÚS ES LA REVELACIÓN PERFECTA DE DIOS
La tradición cristiana recoge la creencia de que a Dios nadie le ha visto; de hecho, nadie le puede ver, pues es invisible (1 Ti. 1:17; 6:16; 1 Jn. 4:12). Pero el cristiano también tiene la convicción de que, en Cristo, Dios el Padre se ha manifestado de forma perfecta. En Jesucristo podemos ver de forma completa y exacta la naturaleza invisible de Dios:
Nadie ha visto a Dios jamás. El Hijo unigénito, que es Dios mismo y reside en el corazón del Padre, Él le ha dado a conocer (Jn. 1:18, traducción del autor)
El único cualificado para revelar al Padre de forma personal y completa es su Hijo, pues comparte su naturaleza divina (Jn. 1:1). El verbo compuesto que Juan usa (exegesato, "ha dado a conocer") evoca la perfecta revelación que Dios ha efectuado, al elegir manifestarse en Cristo. Cuando Felipe le pide a Jesús: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta" (Jn. 14:8), éste respondió: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn. 14:9).
6. JESÚS ES LA REPRESENTACIÓN DE LA VERDAD
En todo el Antiguo Testamento se describe al Señor como "el Dios de verdad" (p. ej., Sal. 31:5; Is. 65:16). Entre otras cosas, esta expresión implica que su carácter es recto e íntegro, se puede confiar en su palabra, y sus acciones son coherentes.
B. En relación con los seres humanos…
1. JESÚS RECIBE LA ALABANZA Y LA ADORACIÓN
En el siglo I dC., los religiosos judíos recitaban Deuteronomio 6:4 (la shemá) dos veces al día, por la mañana y al atardecer: "Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor, uno es". Esta confesión de fe afirma que solo hay un Dios, que es único en el Universo. Pero también recoge que Dios es el único que merece adoración; adorar a la criatura en lugar de adorar al Creador es blasfemia. Los primeros cristianos compartían este mismo sentido de repulsa ante la idea de adorar al ser humano. Cuando los habitantes de Listra intentaron ofrecer sacrificios a Bernabé y a Pablo, los apóstoles "rasgaron sus ropas y se lanzaron en medio de la multitud gritando y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis estas cosas? Nosotros también somos hombres como vosotros" (Hch. 14:14–15). Rechazaban incluso la adoración a los ángeles. Cuando el apóstol Juan cayó a los pies de un ángel para adorarle, recibió una amonestación bien clara: "No hagas eso… ¡Adora a Dios!" (Ap. 19:10).
Entonces todos los que estaban en la barca le adoraron, diciendo: "En verdad eres Hijo de Dios" (Mt. 14:33)
Pero cuando los principales sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que Jesús había hecho, y a los muchachos que gritaban en el templo: "¡Hosanna al Hijo de David!" se indignaron. Y le dijeron: "¿Oyes lo que éstos dicen?" Y Jesús les respondió: "Sí, ¿nunca habéis leído 'de la boca de los pequeños y de los niños de pecho te has preparado alabanza'?" (Mt. 21:15–16)
Y he aquí que Jesús les salió al encuentro [de las mujeres], diciendo: "¡Salve!". Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies y le adoraron (Mt. 28:9)
Cuando [los once discípulos] le vieron, le adoraron; mas algunos dudaron (Mt. 28:17)
Respondió Tomás y le dijo: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn. 20:28; cf. 5:22–23)
En segundo lugar, cuando Jesús ya está de nuevo en los Cielos como Señor exaltado, la alabanza y la adoración a Él aún es más intensa:
Cantad y alabad con vuestro corazón al Señor (Ef. 5:19)
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el Cielo, y en la Tierra, y debajo de la Tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Fil. 2:9–11)
Cuando [el Cordero] tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; … Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: "Digno eres …". Y [muchos ángeles] decían a gran voz: "El Cordero …, digno es". Y toda cosa creada que está en el Cielo, sobre la Tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: "Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos". Los cuatros seres vivientes decían: "Amén". Y los ancianos se postraron y adoraron (Ap. 5:8–9, 12–14)
Todos estos pasajes del Nuevo Testamento justifican la observación de J. R.W. Stott: "Nadie puede llamarse a sí mismo cristiano si no adora a Jesús. Si no es Dios, adorarle es idolatría; pero si es Dios, no adorarle es apostasía".
2. JESÚS RECIBE ORACIONES
Todas las oraciones formales recogidas en el Nuevo Testamento están dirigidas a Dios el Padre. Pero en alguna ocasión vemos grupos de cristianos que oraban dirigiéndose a Jesús:
Y orando, dijeron: "Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muéstranos a cuál de esos dos has escogido [cf. 1:2] para ocupar este ministerio y apostolado" (Hch. 1:24–25)
"Ala iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en cualquier parte invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro (1 Co. 1:2; cf. Ro. 10:13, citando Joel 2:32)
Si alguno no ama al Señor, sea anatema. ¡Ven, Señor! (1 Co. 16:22)
El que testifica de estas cosas dice: "Sí, vengo pronto". Amén. Ven, Señor Jesús (Ap. 22:20)
Además, también encontramos personas que, de forma individual, oraban a Jesús:
Y mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor y decía: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Y cayendo de rodillas, clamó en alta voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado" (Hch. 7:59–60)
Había en Damasco un cierto discípulo llamado Ananías; y el Señor le dijo en una visión: "¡Ananías!". Y él dijo: "Heme aquí, Señor"… Ananías respondió: "Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuánto mal ha hecho a tus santos en Jerusalén" (Hch. 9:10, 13; cf. 9:15–17)
Y aconteció que cuando regresé a Jerusalén y me hallaba orando en el templo, caí en un éxtasis, y vi al Señor que me decía… Y yo dije: "Señor, ellos saben bien que en una sinagoga tras otra, yo encarcelaba y azotaba a los que creían en ti" (Hch. 22:17–19)
Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que quitara [el aguijón de la carne] de mí (2 Co. 12:8)
Los seres humanos solo orarían pidiendo salvación, perdón, que les libre del mal, sanidad, misericordia, guía o protección y seguridad después de la muerte a alguien que fuera divino.
3. JESÚS ES EL OBJETO DE LA FE QUE SALVA
Una de las ideas más recurrentes del Antiguo Testamento es la que aparece en las siguientes expresiones: "la salvación es del Señor" (Jn. 2:9); "Solo Él es … mi salvación" (Sal. 62:2, 6); "mi salvación y mi gloria descansan en Dios" (Sal. 62:7). Sin embargo, el Nuevo Testamento añade a la fe salvífica un objeto más:
Creed en Dios, creed también en mí (Jn. 14:1)
De éste [Jesús] dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados (Hch. 10:43)
Cree en el Señor Jesús, y serás salvo (Hch. 16:31)
Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor [Jesús; ver v. 9] es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque: "Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo" (Ro. 10:12–13)
De hecho, en el Nuevo Testamento, pocas veces se menciona a Dios mismo como el objeto de la fe (solo en doce ocasiones). Esto no es porque Jesús haya relegado a Dios el Padre, sino porque Cristo es Aquel por el que Dios nos salva. No se trata de una cuestión de competencia, o de tener que decidir creer en uno o en otro. La razón por la que Jesús es un objeto legítimo en el cual depositar nuestra fe es la siguiente: Él es completamente divino, e intrínsecamente tiene la misma naturaleza y los mismos atributos que Dios.
4. JESÚS ES FUENTE DE BENDICIÓN JUNTO CON DIOS
Al comienzo de todas las epístolas de Pablo encontramos una salutación que acaba con la siguiente fórmula: "Gracia y paz de Dios Padre y del Señor Jesucristo". El apóstol no está diciendo que la Gracia y la Paz emanan de dos fuentes diferentes, una divina y otra humana; véase que la preposición "de" (en griego) no vuelve a aparecer delante de "el Señor Jesucristo", sino que Padre e Hijo juntos constituyen una fuente única. De ningún otro ser humano se puede decir que es, junto con Dios, una fuente de bendición espiritual. Pablo solo podía expresarse así si Jesús era realmente completamente divino.
Hay dos pasajes de las epístolas a los Tesalonicenses que expresan esta conclusión teológica de forma muy clara:
Ahora, pues, que el mismo Dios y Padre nuestro, y Jesús nuestro Señor, dirijan nuestro camino a vosotros (1 Ts. 3:11)
Aquí encontramos dos sujetos (Dios y Jesús), pero sin embargo, solo aparece un verbo (dirijan) y, en griego, ¡está en singular! Esto no demuestra que Pablo igualara a Dios con Jesús, como si se tratara de la misma persona, pero sí apunta a que aceptaba la deidad de Jesús y creía que esa acción provenía de una sola fuente.
Y que nuestro Señor Jesucristo mismo, y Dios nuestro Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia, consuele vuestros corazones y os afirme en toda obra y palabra buena (2 Ts. 2:16–17)
En griego, los verbos que aquí aparecen en cursiva están en singular, aunque estén precedidos por un sujeto doble. Es posible que los cuatro verbos se refieran solamente al Padre, pero a la luz del paralelo tan cercano que acabamos de considerar, 1 Ts. 3:11 (donde el orden de los sujetos es el contrario), es mucho más probable que una vez más Pablo esté presentando al Padre y al Hijo como un solo sujeto, dado que Jesús es divino.
5. JESÚS ES EL OBJETO DE LAS DOXOLOGÍAS
Una doxología es una atribución: forma de alabanza, honor y gloria, o una bendición dirigida a una persona divina, nunca a una figura humana. Las doxologías del Nuevo Testamento normalmente están dirigidas a Dios, en ocasiones "por medio de Cristo".8 Pero encontramos, al menos, cuatro doxologías dirigidas directamente a Cristo:
El Señor [Jesús] me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (2 Ti. 4:18)
Antes bien, creced en la Gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén (2 P. 3:18)
Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre, e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre, a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. (Ap. 1:5–6)
Y a toda cosa creada que está en el Cielo, sobre la Tierra, debajo de la Tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: "Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos" (Ap. 5:13)
Todos estos pasajes neotestamentarios dejan bien claro que los primeros cristianos creían que Jesús de Nazaret tenía la misma naturaleza que el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob. Pero la idea de naturaleza, de estatus, suele ser una idea o concepto estático. ¿Qué indicaciones encontramos en el Nuevo Testamento de que Jesús actuó y actúa igual que Dios? ¿Qué funciones dinámicas de las que Jesús realiza prueban que es inherentemente divino?
II. Funciones divinas que Jesús desempeña
A. En relación con el Universo…
1. JESÚS ES EL CREADOR
En el Antiguo Testamento, a Dios se le presenta como el Creador de todo el Universo, animado o inanimado, y como el que sostiene constantemente lo que ha creado. Dos salmos ilustran el doble papel de Dios, el de Creador y Sustentador de todo:
Desde la Antigüedad tú fundaste la Tierra,
¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor!
En el Nuevo Testamento volvemos a encontrar este énfasis en la obra creadora y sustentadora de Dios (Hch. 17:24–25, 28; Ro. 11:36; He. 2:10).
En su persona fueron una vez creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la Tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todas estas cosas fueron creadas, y ahora existen, por Él y para Él.
El Universo tiene una relación continua con Cristo, lo cual nos lleva directamente al siguiente punto.
2. JESÚS ES EL SUSTENTADOR
El Universo no solo le debe a Jesús su existencia, sino que también le debe su consistencia o coherencia. Pablo dice que "En Él todas las cosas permanecen o subsisten" (Col. 1:17). Lo que Cristo creó en el pasado ahora lo sostiene en un orden, una estabilidad y una productividad permanentes. Él es la fuente de la unidad y la cohesión de todo el Universo. Este concepto dual de la Creación y de su mantenimiento aparece como ya hemos visto en Colosenses 1, y también en Hebreos 1:
[el Hijo de Dios], a quien [Dios] constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el Universo. Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder (He. 1:2–3)
Por la misma palabra de poder que creó el Universo, Jesús continúa sosteniendo y dirigiendo todo el orden creado.
B. En relación con los seres humanos…
1. JESÚS ENSEÑÓ Y SANÓ CON AUTORIDAD
En el Evangelio de Mateo se dice dos veces que Jesús iba por las ciudades y aldeas de Galilea "enseñando en sus sinagogas, y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia" (Mt. 4:23; 9:35). Estos dos versículos están colocados en el Evangelio de forma concienzuda, pues son (por el recurso literario llamado inclusio) un ejemplo clásico de la enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte (caps. 5–7) y un ejemplo ilustrativo de las curaciones de Jesús (caps. 8–9). Es cierto que los doce discípulos de Jesús fueron enviados a "sanar toda enfermedad y toda dolencia" (Mt. 10:1) y a enseñar (Mt. 28:20), pero la diferencia con Jesús es que ellos recibieron la autorización y el poder para hacer esas cosas de Jesús mismo. Como en el caso del cojo que se sentaba a la puerta del templo de Jerusalén, el poder de los apóstoles para sanar provenía de Jesús. Pedro dijo: "No tengo plata ni oro, mas lo que tengo, te doy: en el nombre de Jesucristo el nazareno, ¡anda!" (Hch. 3:6; cf. 4:10). Lo mismo ocurrió en Lida, donde Pedro le dijo a Eneas el paralítico: "Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama" (Hch. 9:34). Y lo mismo podemos decir de la enseñanza de los apóstoles. Su poder se debe a dos hechos: fueron a enseñar enviados por Jesús, quien había recibido "toda autoridad en el Cielo y en la Tierra" (Mt. 28:18), y Jesús les dijo que lo que debían enseñar a sus discípulos de todas las naciones era a obedecer todo lo que él les había mandado (Mt. 28:20), es decir, "las buenas nuevas del reino" que giraban en torno a Él y a su sacrificio en la cruz. Era un mensaje poderoso debido a la fuente de la que emanaba, y debido a su contenido.
2. JESÚS DIO EL ESPÍRITU
Según el pensamiento del Antiguo Testamento, la nueva era llegaría cuando Dios enviara su Espíritu, derramándolo sobre los hombres:
Y sucederá que después de esto,
Pedro reconoció que esta profecía se había cumplido en Pentecostés, ya que cita este pasaje al principio de su sermón en el día de Pentecostés, sustituyendo la expresión "después de esto" por "en los últimos días", y añadiendo "dice Dios". Está claro que la entrega del Espíritu es una función exclusivamente divina. No obstante, en el mismo sermón, Pedro explica que Jesús, resucitado a la vida y exaltado a la diestra del Dios, fue el que recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo y el que lo derramó (Hch. 2:32–33). Esa acción de Jesús también cumple la profecía de Juan el Bautista sobre el que iba a venir después de Él: "Él os bautizará con el Espíritu Santo" (Mt. 3:11).
3. JESÚS RESUCITÓ DE LOS MUERTOS
El Antiguo Testamento deja claro que Dios es el único que puede levantar a alguien de los muertos. Tanto la resurrección de los muertos para volver a la vida mortal en la Tierra, como para ser transformado para la vida eterna en el cielo, ambas son obra de Dios: "El Señor da muerte y da vida; hace bajar al Seol y hace subir" (1 S. 2:6).
Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que Él quiere… Viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo], y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio (Jn. 5:21, 28–29)
En el capítulo siguiente del Evangelio de Juan encontramos esa recurrente declaración que hace referencia a Jesús y todo el que cree en Él: "Yo mismo lo resucitaré en el día final" (Jn. 6:40; cf. 6:39, 44, 54).
4. JESÚS PERDONA PECADOS
Los enemigos de Jesús, al preguntarle "¿quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?", expresaron una gran verdad bíblica (Mr. 2:7). Le lanzaron esas palabras después de que Jesús le dijera al paralítico de Capernaúm: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mr. 2:5). Jesús no estaba ofreciendo perdón a alguien que le había fallado. Tampoco estaba anunciando que Dios había perdonado los pecados de aquel hombre. Estaba proclamando su "autoridad en la Tierra para perdonar pecados" (Mr. 2:10). La respuesta a la pregunta "¿quién puede perdonar pecados, sino el Dios del Cielo?" es "el Hijo del Hombre en la Tierra". En un episodio similar, Jesús le dice a una mujer pecadora: "Tus pecados han sido perdonados". Lucas recoge que los invitados de Simón el fariseo "comenzaron a decirse entre sí: '¿quién es éste que hasta perdona pecados?' " (Lc. 7:48–49).
5. JESÚS DA SALVACIÓN O VIDA ETERNA
Desde el principio hasta el final del Antiguo Testamento, se nos presenta al Señor Dios como la única fuente de salvación física y espiritual. El salmista dijo: "Solo Él es mi roca y mi salvación" (Sal. 62:2, 6), "la roca de nuestra salvación" (Sal. 95:1). La salvación, que "es del Señor" (Jonás 2:9), "será para siempre" (Is. 51:6).
6. JESÚS JUZGA
En toda la Escritura encontramos afirmaciones tales como "el juicio es de Dios" (Dt. 1:17), "el Señor… entra en juicio con toda carne" (Jer. 25:31), y "todos compareceremos ante el tribunal de Dios" (Ro. 10:14). El nuevo elemento que introducen los autores neotestamentarios es que Dios juzgará a todos los seres humanos a través de su Hijo. Cuando Pedro habla con Cornelio en Cesarea, el apóstol le dice al centurión que "Jesús es el que Dios ha designado como Juez de los vivos y de los muertos" (Hch. 10:42). Cuando Pablo habló en el Areópago de Atenas, afirmó que Dios "ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado" (Hch. 17:31). Así, vemos que Pablo habla tanto del tribunal de Dios (Ro. 10:14) como del tribunal de Cristo (2 Co. 5:10), y no lo hace para describir dos juicios distintos, sino que se trata del mismo juicio: el juicio de Dios por medio de Cristo. El apóstol Juan expresa esta idea de forma aún más directa: "Porque ni aún el Padre juzga, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre" (Jn. 5:22–23). Como agente de Dios, Jesús juzgará a todas las personas (Mt. 7:22–23; 16:27) y los que se condenen quedarán eternamente excluidos de su presencia (2 Ts. 1:8–9; cf. Mt. 7:23; 25:41).
C. Jesús y Yahveh
Yahveh es el nombre hebreo del Dios de Israel. A veces aparece escrito en el formato artificial "Jehová", y otras aparece como Señor (en alguna versión, escrito en letras mayúsculas, SEÑOR).
1. EL CARÁCTER DE YAHVEH
Y Dios dijo a Moisés: "YO SOY EL QUE YO SOY. Así dirás a los hijos de Israel. 'YO SOY' me ha enviado a vosotros" (Éx. 3:14) | Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham naciera, yo soy" (Jn. 8:58) |
Así dice el Señor, Rey de Israel, y su Redentor, el Señor de los ejércitos: "Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios" (Is. 44:6) | Cuando lo vi [a Jesús], caí como muerto a sus pies. Y Él puso su mano derecha sobre mí, diciendo: "No temas, yo soy el primero y el último" (Ap. 1:17) |
Ellos [cielos y tierra] perecerán, pero Tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero Tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin (Sal. 101:27–28, Septuaginta) | Ellos [cielos y tierra] perecerán, pero Tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se envejecerán, y como un manto los enrollará; como una vestidura serán mudados. Pero Tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin (He. 1:11–12) |
Por tanto, así dice el Señor Dios: "He aquí, pongo por fundamento de Sion una piedra, una piedra probada, angular, preciosa, fundamental, bien colocada. El que crea (en ella [Septuaginta]) no será perturbado" (Is. 28:16) | el que crea en Él [Jesús el Señor] no será avergonzado (Ro. 9:33; 10:11; 1 P. 2:6) |
2. LA SANTIDAD DE YAHVEH
No temáis lo que ellos temen, ni os aterroricéis. Al Señor de los ejércitos es a quien debéis tener por santo (Is. 8:12–13) | "Y no os amedrentéis por temor a ellos, ni os turbéis", sino santificad a Cristo como Señor (1 P. 3:14–15) |
3. LA ADORACIÓN DE YAHVEH
Por mí mismo [el Señor] he jurado, ha salido de mi boca en justicia una palabra que no será revocada: Que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua jurará lealtad (Is. 45:23) Adoren [al Señor] todos los ángeles de Dios (Dt. 32:43; Septuaginta) Adórenle [al Señor] todos los dioses, Y vosotros todos sus ángeles (Sal. 97:7, Septuaginta) | Que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el Cielo, y en la Tierra, y debajo de la Tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor (Fil. 2:10–11) Y de nuevo, cuando trae al Primogénito al mundo, dice: "Y adórenle todos los ángeles de Dios" (He. 1:6) |
4. LA OBRA CREADORA DE YAHVEH
En el principio, oh Señor [Dios], Tú pusiste los cimientos de la Tierra, y los cielos son la obra de tus manos (Sal. 101:26, Septuaginta) | Tú, Señor, en el principio pusiste los cimientos de la Tierra, y los cielos son obra de tus manos (He. 1:10) |
5. LA SALVACIÓN DE YAHVEH
Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo (Joel 2:32) | Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor [Jesús] es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque: "Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo" (Ro. 10:12–13 [Hch. 2:21]) |
Una voz clama: "Preparad en el desierto camino al Señor; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios" (Is. 40:3) | Éste [Juan el Bautista] es aquel a quien se refirió el profeta Isaías, diciendo: "Voz que clama en el desierto: "Preparad el camino del Señor [Jesús el Mesías], haced derechas sus sendas (Mt. 3:3) |
6. EL JUICIO DE YAHVEH
Entonces Él [el Señor Todopoderoso] vendrá a ser santuario; pero piedra de tropiezo y roca de escándalo para ambas casas de Israel (Is. 8:14) | Una piedra [Jesucristo] de tropiezo, y roca de escándalo (1 P. 2:8 [Ro. 9:33]) |
7. EL TRIUNFO DE YAHVEH
Tú [Dios el Señor] has ascendido a lo alto, has llevado en cautividad a tus cautivos; has recibido dones entre los hombres (Sal. 68:18) | Por tanto, dice: "Cuando [Cristo] ascendió a lo alto, llevó cautiva una hueste de cautivos, y dio dones a los hombres" (Ef. 4:8) |
Si hay varios pasajes del Antiguo Testamento que hablan de Yahveh que los autores del Nuevo Testamento aplican directamente a Jesús, ¿qué conclusión sacaremos en cuanto a la relación entre Jesús y Yahveh? Los cristianos han respondido de dos formas a esta pregunta. Algunos hacen una ecuación directa: "Jesús es Yahveh". Eso implica que Yahveh es un nombre personal que puede aplicarse tanto a Dios el Padre como a Jesús. "El nombre… sobre todo nombre" que Dios le dio a Jesús en la Resurrección (Fil. 2:9–11) es Kyrios ("Señor"), que en el Antiguo Testamento griego representa el nombre personal del Dios de Israel, Yahveh. Otros creen que aunque Jesús tiene el mismo estatus y las mismas funciones de Yahveh, es una persona distinta a Yahveh. Eso implica que Yahveh es un nombre personal que solo se refiere al Padre y, por tanto, la distinción del Nuevo Testamento entre Padre e Hijo corresponde exactamente con la distinción entre Yahveh y Jesús. Sea como sea, la igualdad en estatus y funciones de Jesús y Yahveh apunta a su naturaleza. Lo que se destaca en los pasajes del Nuevo Testamento, donde a Jesús se le da el título de "Dios" es, precisamente, esa naturaleza. Vamos a ver esos pasajes.
III. El título divino "Dios" referido a Jesús
El Nuevo Testamento está repleto de títulos que se le aplican a Jesús, términos descriptivos que indican su estatus, su carácter, o sus funciones. Pero tan solo uno de estos títulos describe de forma explícita su carácter o naturaleza: el término griego teso ("Dios"). Hay, al menos, siete pasajes neotestamentarios en los que Jesús recibe el nombre de "Dios".
Juan 1:1
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
El primer versículo del Prólogo (1:1–18) al cuarto evangelio es, claramente, una tríada: todas las frases tienen el mismo sujeto ("el Verbo") y el mismo verbo (en griego, en). El término griego que traducimos por Verbo o Palabra es logos, que recoge la idea tanto de razón como de discurso, por lo que, como dice un comentarista, "el apóstol declara que Cristo es a la vez el pensamiento interno y el pensamiento explícito de la mente eterna". Aunque Jesucristo no aparece de forma explícita hasta el versículo 17, está claro que el evangelista da por sentado que el Logos no es otro que el mismo Jesucristo, el "Unigénito Hijo" (1:14, 18).
Juan 1:18
Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Hijo, que es Dios y reside en el corazón del Padre, Él le ha dado a conocer (traducción del autor)
En Juan 1:18 hay una importante variante textual. En muchos manuscritos leemos ho monogenes huios ("el unigénito Hijo") en lugar de monogenes theos ("el unigénito Hijo, Dios"). Pero la mayoría de los críticos textuales están de acuerdo en que monogenes theos era lo que aparecía en el texto original. El uso de monogenes en el resto del Nuevo Testamento y el orden de las palabras en el texto griego nos sugieren que traduzcamos de la siguiente manera: "el unigénito Hijo, Dios"; así, la palabra Dios explica quién es "el unigénito Hijo". Así es como he llegado a la traducción que propongo más arriba: "el unigénito Hijo, que es Dios". Lo que Juan quiere expresar en este versículo es que, aunque no hay nadie en este mundo que pueda decir que conoce a Dios de forma perfecta, Jesucristo, el unigénito Hijo, ha dado a conocer a Dios de forma plena a toda la Humanidad, ya que Él mismo es Dios (por su naturaleza) y conoce de forma íntima al Padre (por su experiencia).
Juan 20:28
Respondió Tomás y le dijo: "¡Señor mío y Dios mío!"
A veces se ha interpretado esta declaración de Tomás como una exclamación que expresa su adoración a Dios por el milagro de la resurrección de Jesús: "¡Alabado sea mi Señor y mi Dios!". Pero las palabras "le dijo [a Jesús]" (eipen auto) revelan que esa interpretación no es correcta. Estas palabras tienen un paralelo tanto en el versículo anterior como en el posterior: "[Jesús] dijo a Tomás" (v. 27) y "Jesús le dijo [a Tomás]" (v. 29). Lo que tenemos en el versículo 28 no es una exclamación causada por oír lo que Jesús ha dicho, sino una exclamación dirigida a Él. Tomás está diciéndole: "Tú eres mi Señor y mi Dios". Reconoció que Jesús, que había resucitado de entre los muertos, estaba por encima de toda vida física y espiritual ("Señor") y era de naturaleza divina ("Dios").
Romanos 9:5
A ellos [los israelitas] pertenecen los patriarcas y de ellos, según la carne, precede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
En los primeros cinco versículos de Romanos 9, Pablo expresa su dolor porque la mayoría de sus compatriotas judíos no abrazan la salvación que se encuentra en Cristo. Para explicar por qué está tan apenado, Pablo hace una lista de los incomparables privilegios judíos, el mayor de los cuales es que "hablando en términos humanos, el Mesías proviene de su pueblo" (v. 5a). Llegado este punto, algunos editores y traductores ponen un punto y coma, o un punto, lo que convierte a la última parte del versículo en una doxología dirigida a Dios el Padre: "Dios, que está sobre todas las cosas, sea bendito por los siglos. Amén". Sin embargo, si consideramos el orden de las palabras en el texto griego nos daremos cuenta de que es mucho más natural ver las palabras finales del versículo como una descripción del Mesías o una doxología dirigida a Él, a Jesucristo. Al final de Romanos 9:1–5, el apóstol Pablo está afirmando que a pesar de que la mayoría de los judíos ha rechazado a su Mesías, Jesucristo sigue estando sobre todo el Universo, animado e inanimado, y como el Dios por naturaleza, es y siempre será objeto de adoración.
Tito 2:13 y 2a Pedro 1:1
Aguardando la esperanza bienaventurada: la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús.
A los que mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo han recibido una fe como la nuestra.
Vamos a considerar estos dos versículos juntos porque usan la misma fórmula para referirse a Jesús: "Dios y Salvador". En el primer siglo esta fórmula de terminología religiosa era muy común. La usaban los judíos palestinos y de la diáspora para referirse a Yahveh, el único Dios verdadero, pero también lo usaban los gentiles cuando hablaban de un Dios individual o de un gobernante deificado. En todos estos usos, la expresión Dios y Salvador habla solo de una deidad, no de dos, así que cuando Pablo y Pedro usaban esta fórmula y a continuación escribían Jesucristo, los lectores siempre entendían que se estaban refiriendo a una sola persona, Jesucristo. No se les ocurría pensar que "Dios" hacía referencia al Padre, y "Salvador", a Jesucristo.
Hebreos 1:8a
Pero al Hijo [Dios] le dice:
Hebreos 1:8 es una cita del Salmo 45:6, donde vemos a un rey de la línea de David el día de su boda; a este rey se le dice "Dios" porque era el representante de Dios ante su pueblo y porque era un anticipo del Mesías y Rey que había de venir, que desempeñaría de forma perfecta el ideal dinástico como se describe en el salmo. En los dos primeros capítulos de Hebreos el autor demuestra la superioridad de Jesús sobre los ángeles, primero como Hijo de Dios (1:5–14), y luego como Hijo del Hombre (2:5–18). El contraste entre 1:7 y 1:8 no se centra solo en el servicio temporal de los ángeles frente al dominio permanente del Hijo, sino que también destaca la no permanencia de la forma angélica frente a la divinidad de la persona del Hijo. Los ángeles a veces son "espíritus" o "vientos", y otras, "llamas de fuego" (1:7), pero la persona del Hijo es divina. Dios el Padre solo puede llamar "Dios" a una persona que posee una naturaleza totalmente divina. La superioridad de Jesús sobre los ángeles no se debe solo a que posee títulos importantes, como "Hijo" (1:5), o "Primogénito" (1:6a), o a que es el objeto de la adoración de los ángeles (1:6b), o a que es el Inmutable Señor de la Creación (1:10–12) y el co-regente de Dios que ha sido exaltado (1:13). También se debe a que pertenece a una categoría de ser diferente, a la categoría de la deidad. La expresión "oh Dios" que era figurada e hiperbólica cuando el Salmo 45 la aplica a un rey mortal, Hebreos 1 la aplica de forma literal al Hijo inmortal.
Observaciones generales
Llegamos al final de nuestro breve análisis de estos siete pasajes. Si los vemos como un todo, podemos sacar algunas observaciones generales. En primer lugar, encontramos cuatro autores neotestamentarios que le atribuyen a Jesús el título de "Dios": Juan (tres veces), Pablo (dos), Pedro (una), y el autor de Hebreos (una). En segundo lugar, este uso cristológico del título tiene su inicio inmediatamente después de la Resurrección en la década de los 30 (Jn. 20:28), y es obvio que continuó en los 50 (Ro. 9:5) y los 60 (Tit. 2:13; He. 1:8; 2 P. 1:1), y en los 90 (Jn. 1:1, 18). En tercer lugar, el uso de "Dios" para referirse a Jesús no era exclusivo de los cristianos de una misma región geográfica, o de una línea teológica particular. Lo encontramos en literatura escrita en Asia Menor (Juan, Tito), Grecia (Romanos), y posiblemente Judea (Hebreos) y Roma (2a Pedro), y que estaba dirigida a personas que vivían en Asia Menor (Juan, 2a Pedro), Roma (Romanos, Hebreos), y Creta (Tito). También, el uso aparece en un contexto teológico que es judeocristiano (Juan, Hebreo, Pedro) o cristiano gentil (Romanos, Tito). En cuarto lugar, las tres veces que este uso aparece en el Evangelio de Juan está colocado de forma estratégica. El cuarto evangelio empieza (1:1) y acaba (20:28), y el prólogo empieza (1:1) y acaba (1:18), con una clara afirmación de la deidad de Cristo: "El Verbo era Dios" (1:1); "el unigénito Dios" o "el unigénito Hijo, que es Dios" (1:18); "¡Señor mío y Dios mío!" (20:28). Jesús es Dios en su estado antes de la Encarnación (1:1), en su estado encarnado (1:18) y en estado resucitado (20:28). Para Juan, el reconocimiento de la deidad de Cristo es la marca principal del cristiano.
Conclusiones
Entonces, si el Nuevo Testamento no usa por lo general el término Dios como nombre propio de Jesús, ¿cuál es la importancia de los siete usos aislados que hemos encontrado? El término theos aplicado a Jesús es un título genérico, una descripción que indica a qué clase o categoría (genus) pertenece. Jesús no solo es la manifestación de Dios, el encargado de revelar a Dios (título oficial), sino que es Dios mismo. Jesús no solo hacía las obras de Dios y hablaba las palabras de Dios, sino que la naturaleza de Jesús es la misma que la naturaleza de Dios. Jesús es Dios, tanto en su naturaleza, como en sus acciones. Otros títulos que el Nuevo Testamento otorga a Jesús como por ejemplo "Hijo de Dios", "Señor" o "Alfa y Omega", apuntan a la divinidad de Jesús, pero el título Dios afirma de forma explícita e innegable su deidad.
Gracias…
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
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