De buenas a primeras calculé que los cristianos habían cometido un error táctico. Otras religiones creen en todo tipo de dioses amorfos e invisibles y eso es difícil de definir de una manera u otra. Pero los cristianos basaban su religión en las supuestas enseñanzas y milagros de alguien que ellos alega- ban que era una persona histórica real, Jesucristo, quienes, según ellos, es Dios.
Pensé que esto era un craso error porque si Jesús realmente había vivido, habría dejado algún tipo de evidencia histórica. Me imaginé que lo único que necesitaba hacer era verificar la verdad histórica acerca de Jesús y descubriría que él era un hombre bueno, quizá una persona muy moral y un maestro excelente, pero sin dudas, nada absolutamente de Dios.
Comencé haciéndome la primera pregunta que hace cualquier buen periodista: «¿Cuántos ojos hay?» En el argot popular el término «ojo» quiere decir «testigo ocular». Todo el mundo sabe cuán convincente puede ser el testimonio de testigos oculares para establecer la veracidad de un suceso. Créeme, he visto a muchos acusados ir a la cárcel por causa del testimonio de testigos oculares.
Así que yo quería saber: «¿Cuántos testigos conocieron a esta persona de nombre Jesús? ¿Cuántos escucharon sus en- señanzas? ¿Cuántos le vieron realizar milagros? ¿Cuántos en realidad lo vieron luego de que, supuestamente, resucitara?»
Me sorprendió descubrir que no solo había un testigo, sino que fueron muchos y el Nuevo Testamento contiene escritos tangibles de varios de ellos. Por ejemplo, están Mateo, Pedro, Juan y Santiago, todos fueron testigos presenciales. Está Mar- cos el historiador, quien cuenta el relato de primera mano de Pedro; está Lucas, un médico que escribió una biografía de Jesús basada en el testimonio de testigos presenciales y está Pablo, cuya vida se viró al revés después que dijo que había encontrado al Cristo resucitado.
Pedro fue categórico al decir que estaba contando informa- ción exacta de primera mano. «Cuando les dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos», escribió,
«sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos».(3)
Juan dijo que estaba escribiendo acerca de «lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos». (4)
Tomado del libro Como piensan los incrédulos por Lee Stroble . ISBN: 978-0-8297-4610-5 ©2006 por Lee Stroble. Usado con permiso de Editorial Vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario