sábado, 17 de junio de 2017

Descanso

IPUL BALTIMORE
Adonay Rojas Ortiz
June 17, 2017


El descanso.
Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mt
11:29–30)

Este realmente no es un sermón propiamente dicho, es la conclusión de
un sermón que dividí en tres partes. Las dos partes anteriores las
prediqué consecutivamente estos dos domingos anteriores.
En el primero de ellos les hablé sobre lo primero que el Señor quiere
que aprendamos de él, la mansedumbre, el estar dispuesto a sufrir de
manera injusta pero encomendando la causa a quien todo lo juzga y
quien dijo:
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira
de Dios, porque escrito está: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el
Señor». (Ro 12:19)

La mansedumbre no es debilidad, es sabiduría, y nos libra de muchos
problemas. Necesitamos la mansedumbre.
El domingo anterior proseguí con lo otro que quiere el Maestro que
aprendamos, la humildad. Aquella esquiva virtud que si alguno descubre
que la tiene acaba de perderla. Los humildes no notan que lo son.
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte
a su debido tiempo. Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él
tiene cuidado de vosotros.
(1 Pe 5:6–7)

También dijimos que una cosa es la humildad y otra la humillación,
recordando lo que le pasó a Nabucodonosor, que cual el salmista pudo
exclamar:
Antes que fuera yo humillado,
descarriado andaba;
pero ahora guardo tu palabra.
(Ps 119:67).

Humildad es aceptar nuestra condición, llena de limitaciones e
imposibilidades, sólo de esa forma podemos aceptar el divino socorro.
Lo contrario a humildad es arrogancia, altivez, orgullo, petulancia.
Estas palabras, mansedumbre y humildad, son sinónimas y tienen que ver
con doblegarse, con inclinarse, postrarse, y son además actitudes que
produce el Espíritu Santo en nuestra vida. No es fruto del
entrenamiento eclesial, es fruto del Espíritu Santo que moldea en
nosotros el carácter de Jesús.
Hoy entonces llegamos a la conclusión de éste sermón: Si aprendemos de
Jesús mansedumbre y humildad descansaremos, hallaremos el verdadero
reposo.
El pasaje bíblico que hemos estado analizando forma parte de una
cláusula textual más amplia en la que sobresalen algunas palabras que
parecieran contradictorias, yugos, cargas, trabajos, y descanso:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas,
porque mi yugo es fácil y ligera mi carga».
(Mt 11:28–30)

¿Saben ustedes qué es y para qué se usa el yugo?
Un yugo es un aparato de madera que se colocaba en el cuello a los
bueyes para que tiraran del arado atrás de ellos, generalmente se
trabajaba en yuntas de bueyes que no solo unían y sumaban sus fuerzas
sino que aprendían a jalar hacia el mismo lado y al mismo ritmo. Se
procuraba colocar un buey experimentado con uno que apenas comenzaba a
usarse, de ese modo el nuevo aprendía del viejo la tarea a realizar.
En los tiempos bíblicos también se usaba el yugo en seres humanos,
cuando se los llevaba cautivos. También en ocasiones se mantenía a los
esclavos cautivos por medio de un yugo.
Figurativamente, cualquier carga impuesta sobre otro, o cualquier
medio de sujeción, se consideraba yugo.
Ésta figura del yugo se usa además de manera alegórica para estados
que exigen unión, como el matrimonio por ejemplo:
Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.(La 3:27).
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos. (2 Co 6:14).

Además se usaba la expresión "lleven mi yugo" para indicar "háganse
más discípulos", "sigan mi norma", "permítanme enseñarles". Y ese es
el sentido en el que Jesús lo usa.
La idea que se describe es aceptar "las condiciones o el yugo". Es una
acción concreta que consiste en colocarnos este yugo y aceptar las
condiciones.
Se denota entonces que quien lleva el yugo puesto no hace lo que
quiere. Tiene que ponerse de acuerdo con su compañero de yugo para
hacer algunas actividades y hay que ceder entonces la voluntad a la de
otro.
¿Cómo es que eso nos puede dar descanso?
En una oportunidad Jesús tomó un niño y lo puso como ejemplo, dijo:
—De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos. (Mt 18:3).

Ahora que tengo mi bebé me he dado cuenta de lo dependiente que es la
vida de un niño.
Él no vive afanado por nada, se divierte, come, duerme, si quiere que
lo alce en brazos extiende sus manitas hacia mí, poco le importa a él
si yo estoy cansado, si ya pagamos la renta, si hay o no mercado, no
se preocupa por la ropa que le vamos a poner, ni por el alimento que
debemos darle. Él solo pide, él solo presenta la necesidad, la
solución de ella no es asunto suyo, él tiene unos padres que velan por
él.
Las decisiones de su vida las ha dejado a cargo de otro. ¿Qué ropa
ponerse? ¿Qué comer? ¿Dónde vivir? ¿En qué escuela estudiar? Él no
decide, otro lo hace por él y él acepta plácidamente acatar esas
decisiones sin cuestionarlas ni pedir explicaciones.
Si no nos hacemos como Lancelot Adonay, no entraremos en el reino de los cielos.
Adán y Eva en el paraíso eran como niños, ellos no andaban afanados
tomando sus propias decisiones, alguien proveía para ellos, alguien
decidía lo que era bueno y lo que no, ellos solo confiaban y
disfrutaban la vida, hasta que vino la tentación.
Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y
seréis como Dios, conocedores del bien y el mal. (Ge 3:5).

¿Conocedores del bien y del mal?
¿Y tomaremos nuestras propias decisiones sin depender de nadie?
¿Seremos independientes entonces?
Y vino la desgracia, el hombre queriendo ser como Dios terminó esclavo
del pecado, con un pesado yugo sobre su cuello. Había sido engañado,
pero se había atrevido a desobedecer, a no acatar la orden de Dios, a
independizarse, a no depender de nadie. ¡Cuan frustrado terminó el ser
humano!
En su impotencia e incompetencia el hombre solo tiene una alternativa
de verdadera liberación, reconocer con mansedumbre y humildad su
lamentable estado y volver a su estado inicial, aceptar el yugo que
quebró en su desobediencia. Ese es el yugo fácil que nos ofrece
Jesucristo.
Una hermana, que con toda seguridad experimentó la frustración de
vivir sin la guía del Espíritu Santo, compuso esta hermosa canción:
Tu opción señor muy simple parecía Quise
probar que había algo mejor Más todo
lo que hice me hizo daño Y cada
paso más me descarrió.
Oí tu dulce voz que me guiaba
Más terca quise hacer mi voluntad
Construí un mundo de poder, fama y fortuna
Y solo aumentaba mi pesar.
Lo haré a tu manera, pues traté a la mía
Y anduve errante sin hallar
una salida
Lo haré a tu manera y con alegría
Señor tu amor, sanó mi
corazón.
Luché contra tu intento de ayudarme
Te di la espalda una y otra vez
Huí con la esperanza de ser alguien
Pero al final de todo fracasé.
//Lo haré a tu manera, pues traté a la mía
Y anduve errante sin hallar
una salida
Lo haré a tu manera y con alegría
Señor tu amor, sanó mi
corazón.//
Esa es la realidad de alguien que quiere en su orgullo hacer las cosas
a su manera, es mejor permitir que el Señor sane nuestras heridas, y
hacer las cosas a su manera.
¿Qué tal Lancelot Adonay tratando de tomar las decisiones que me
competen a mí? ¿Cómo se sentiría de frustrado, incompetente, y
fracasado?

Alguna vez oí una ilustración sobre un hombre que iba caminando con
una enorme carga de leña sobre sus espaldas, tan pesada que casi
doblaba al hombre por la cintura.
Alguien que pasaba por esa misma carretera, pero en una camioneta, se
apiado de aquel laborioso hombre leñador y le invitó a subir a la
parte trasera de su carro mientras llegaban al pueblo más cercano, a
donde también se dirigía el leñador.
Al llegar al pueblo y estacionar su camioneta el conductor fue a la
parte trasera a ver cómo había llegado su pasajero. Cual sorpresa se
llevó al ver al anciano leñador aún doblado por la cintura y con la
pesada carga sobre sus espaldas...
-¿Pero cómo es posible que no hayas soltado esa enorme carga sobre el
platón de la camioneta?
-Ésta es mi carga, soy yo quien tengo que llevarla, no voy a permitir
que otro la lleve por mi, yo puedo solo.

¡Qué falta de humildad la de aquel anciano!

Ocupemos nuestro lugar.

¿Trabajados?
¿Cargados?

Les invito a que descansemos en el Señor…

BIBLIOGRAFÍA
Diccionario Teológico Beacon (p. 731). Lenexa, KS: Casa Nazarena de
Publicaciones.
Scott, C. (2012). Recursos misioneros para la Iglesia local (p. 37).
Buenos Aires, Argentina: Carlos Scott.



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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor Ordenado IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

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