Pedro les dijo:
—Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del
Espíritu Santo, porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro
Dios llame. (Hechos 2:38–39).
¿Quién es el que llena con el Espíritu Santo y cómo lo hace?
Parte 1.
Encontrarnos con Dios, o mejor, tener una relación con él, no es una
experiencia única y de momento, es una cosa continua, que inicia
cuando escuchamos, entendemos, y creemos la Palabra de Dios y
terminará cuando seamos transformados a su imagen y le recibamos a él
en las nubes para estar para siempre con el Señor. Así que esto no
termina cuando alguien habla en lenguas como algunos piensan, ¡uff! Al
fin hablé en lenguas ¡Gloria a Dios! Eso de hablar en lenguas por el
poder del Espíritu Santo es sin lugar a dudas algo glorioso, pero no
lo es todo, es apenas una etapa más en este proceso de conocimiento de
Dios.
Hay experiencias traumáticas, por llamarlas de alguna manera, que le
transforman la vida a quien las vive. Un pastor amigo tenía que usar
gafas para poder ver bien, hasta el día en que tuvo un accidente de
tránsito y se dio tal golpe en la cabeza que ya nunca más necesitó de
gafas para ver bien. Y qué decir del adolescente de Georgia que
despertó de un coma de tres días hablando en perfecto español, un
idioma que hasta ese momento desconocía.
El bautismo del Espíritu Santo es una de esas experiencias que le
cambian la vida a uno. Samuel le dijo a Saul:
Entonces el espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder y
profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. (1 Samuel
10:6).
Recibir el Espíritu Santo no es un adorno. Esto no es solo para hablar
en lenguas, hay muchas cosas más que trae esta gloriosa dimensión del
Espíritu. No es el tema para hoy hablar de la necesidad de recibir el
bautismo del Espíritu Santo, pero basta decir que si Dios me lo
prometió, si Dios me lo da, eso es suficiente razón para que sea más
que necesario recibirlo. Todo lo que Dios me de es necesario
recibirlo, ¿no le parece?
Abordaremos el tema Biblia en mano, y la primera pregunta planteada es
¿Quién es el que llena con el Espíritu Santo? Me parece pertinente
esta pregunta porque hoy en día veo que algunos están desenfocados, es
decir están poniendo sus ojos en el objeto equivocado, en el
instrumento usado y no en quien lo usa. Eso es tan ilógico como
asistir a un concierto de piano enfocándonos principalmente en la
marca del piano y no en quien lo toca. ¡Esto realmente no cabe en
ninguna cabeza! Los anuncios publicitarios respecto al concierto
siempre harán énfasis en la persona que vendrá a tocar el piano, la
marca de éste es lo de menos, es más en la mayoría de los casos ni se
pregunta por ella. Por eso digo que algunos están desenfocados, porque
en muchos casos al oír que en la vigilia que tuvimos el fin de semana
pasado veinte recibieron el bautismo del Espíritu Santo, la primera
pregunta que se oye es ¿quien predicó? O cuando anunciamos el
campamento que viene el otro mes, de inmediato la pregunta que surge
es ¿quien va a venir a enseñar? que para el ejemplo del concierto es
como preguntar ¿qué marca es el piano que se usará?
Entonces, me parece que para resolver esta primera cuestión debemos
tener bien claro también ¿quién fue el que lo prometió? porque en
últimas es el que prometió quien debe cumplir.
Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis purificados de todas
vuestras impurezas, y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré un
corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré
de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré
dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y
que guardéis mis preceptos y los pongáis por obra. (Ezequiel
36:25–27).
»Después de esto derramaré
mi espíritu sobre todo ser humano,
y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos soñarán sueños,
y vuestros jóvenes verán visiones.
También sobre los siervos y las siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días. (Joel 2:28–29).
¿Quién hizo estas promesas en Ezequiel y en Joel?
Así que una vez identificado el que lo prometió veamos el
cumplimiento, porque el que lo prometió tiene la buena costumbre de
cumplir su palabra:
Dios no es hombre, para que mienta,
ni hijo de hombre para que se arrepienta.
¿Acaso dice y no hace?
¿Acaso promete y no cumple? (Números 23:19).
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió. (Hebreos 10:23).
Y así lo vemos en el inicio del Nuevo Testamento, con el ministerio
de Juan el Bautista, quien decía:
Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que
viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso
que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Mateo 3:11).
Como el pueblo estaba a la expectativa, preguntándose todos en sus
corazones si acaso Juan sería el Cristo, respondió Juan, diciendo a
todos:
—Yo a la verdad os bautizo en agua, pero viene uno más poderoso que
yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os
bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Lucas 3:15–16).
Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
"Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es
el que bautiza con Espíritu Santo". (Juan 1.33)
Claro que en el tiempo que lo declaró Juan el bautista, aun no era
posible ese bautismo, por una sencilla razón: Jesús no había sido
glorificado, como el apóstol Juan lo explicó en su evangelio, en el
capítulo 7, versos 37 al 39:
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la
voz, diciendo:
—Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él,
pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido
aún glorificado.
La glorificación de Jesucristo fue el proceso que implicó su muerte,
sepultura, resurrección y ascensión al cielo.
Antes de ese proceso de glorificación nadie fue bautizado con el
Espirito Santo, pues esta promesa tuvo cumplimiento en el capítulo dos
del libro de los Hechos de los Apóstoles, en el día de Pentecostés.
Así que quien bautiza con el Espirito Santo es el Cristo glorificado.
Esto deja bien claro que el mismo Señor Jesús es quien bautiza con el
Espíritu Santo, es Él quien tiene toda la potestad, todo el poder y la
autoridad de dar de su mismo Espíritu:
Y al decir esto, sopló y les dijo: —Recibid el Espíritu Santo. (Juan 20:22).
Fue Jesús quien dijo que enviaría la promesa del Espíritu Santo:
Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero
quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos
de poder desde lo alto. (Lucas 24:49).
Y estando juntos, les ordenó:
—No salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del Padre, la cual
oísteis de mí, porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
(Hechos 1:4–5).
Me parece que es suficiente esto para demostrar bíblicamente que no es
el instrumento que Dios usa, el predicador en este caso, sino que es
el mismo Jesús quien bautiza con el Espíritu Santo, por lo que nuestra
fe y convicción debe estar bien enfocada en que Jesús es quien bautiza
con el Espíritu Santo y no el predicador.
Entonces mis hermanos, vayámonos enfocando, vayamos poniendo nuestros
ojos en donde debemos ponerlos. No es cuestión de multitudes, del
sonido, o de la música, las luces, el humo, los escenarios, ni del
predicador de turno; muchas veces la actitud de algunos es mejor
dependiendo de los factores mencionados, si viene tal o cual
predicador, si es una convención o una célula, etc. Pero no debería
ser así sino que nuestra actitud debe ser la mejor siempre y cuando
estemos convencidos que el que bautiza con el Espíritu Santo está
presente.
¡Preocúpese por saber que el que bautiza con el Espíritu Santo esté
presente y actúe en consecuencia!
--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com
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