-- Introducción
El famoso zoólogo y etólogo británico, Richard Dawkins, conocido en todo el mundo por su furibundo ateismo- dice en el libro, el espejismo de Dios, que la creencia en Dios se puede calificar de delirio o locura. Insiste en que tal como ya había señalado a mediados del s XX el escritor estadounidense, Robert M. Pirsig, cuando una persona sufre delirios, se dice que está loca o es demente, pero cuando los padecen muchas personas a la vez, se le denomina "religión".
Sin embargo, el apóstol Pablo escribe a la iglesia de Corinto: Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son una locura; y tampoco las puede entender, porque tienen que discernirse espiritualmente (1 Co. 2:14). ¿Quién tiene razón, Dawkins o Pablo? ¿Podemos confiar en el testimonio de la Biblia cuando nos habla de Dios o quizás corremos el peligro de volvernos locos?
¿Cómo es posible saber que la Escritura es verdaderamente la Palabra de Dios y no una colección de mitos y fábulas inventadas por los hombres, como creen algunos?
Es evidente que la existencia de Dios no puede ser demostrada racionalmente. Si así fuera no habría ateos. Si se pudiera demostrar a Dios matemáticamente, o mediante razonamientos filosóficos, todo el mundo sería creyente. Pero sabemos que no es así. Entonces, ¿por qué hablar de pruebas o argumentos sobre la existencia de Dios?
¿Qué decir de todos los razonamientos generados a lo largo de la historia para demostrarla? Como las cinco vías de Tomás de Aquino, el argumento teleológico, el ontológico, el cosmológico, el primer motor móvil, etc.
Tales argumentos son útiles para reafirmar la fe del creyente, para expresar ciertas intuiciones fundamentales, pero no pueden ser considerados como "pruebas irrefutables" de la realidad de Dios. La ciencia humana no puede demostrar o negar a Dios. Con la divinidad no es posible formular hipótesis, hacer cálculos de probabilidades o elaborar teoremas. La existencia de Dios es presupuesta, más bien, por todos los fenómenos que se dan en el universo.
Los cristianos creemos que si no existiera Dios, no habría nada de nada. Ni leyes físicas que regulan el funcionamiento del cosmos, ni fenómenos naturales que permiten la vida, ni científicos que investigan, ni filósofos que piensan, ni posibilidad de razonar y conocer.
Ahora bien, si la ciencia no puede decir nada sobre Dios, ¿por qué existe esa intuición universal en el ser humano que le lleva a pensar que debe haber una mente inteligente que lo ha planificado todo?
El método científico no puede experimentar con Dios, pero esto no significa que la ciencia no pueda proporcionar evidencias, que pueden ser interpretadas, a favor de la posibilidad de la existencia de Dios. El razonamiento filosófico -aparte de la ciencia- sí puede trabajar con la idea de un creador trascendente y mostrar realidades del universo que solo pueden ser explicadas si existe una mente inteligente que las ha diseñado.
Ahora bien, ¿es posible convencer a quien no quiere creer? ¿Qué autoridad tiene la Biblia para un escéptico? Pienso que no es conveniente emplear la Escritura para discutir con los no creyentes puesto que estos, al no aceptar su inspiración divina, no consideran que tenga ninguna autoridad. Decir, por ejemplo, que el Antiguo Testamento profetiza correctamente sobre la vida de Jesucristo, no le sirve de mucho a una persona que considera los libros del Antiguo Testamento como una colección de leyendas inventadas por los judíos La Biblia es útil cuando ya se acepta que es Palabra de Dios.
Pues bien, teniendo esto en cuenta, ¿cómo podemos argumentar a favor de Dios desde la razón humana, que es lo único que muchos o reconocen hoy? El apóstol Pablo dice en Romanos 1:20: Porque las cosas invisibles de él, (Dios) su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las o A cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Veamos algunas de estas "cosas hechas", a que se refería el apóstol Pablo, que nos permiten visualizar las huellas del Dios creador.
Hay, por lo menos, cinco "cosas hechas o características humanas y naturales que solo pueden ser explicadas si Dios existe. Se trata deda racionalidad del mundo la vida, la conciencia humana, el pensamiento simbólico y nuestro propio "yo". A todas ellas se les ha intentado dar una explicación desde la púra materialidad, sin embargo, nunca se ha aportado una solución satisfactoria y concluyente. En último termino, se acaba apelando siempre a aquello que se pretende rechazar del teísmo. Es decir, a la fe.
A veces se asume, por ejemplo, la eternidad de la materia, de la energía o de las leyes que rigen el universo, el azar como causa creadora de toda la realidad, misteriosas leyes de auto-organización desde la materia inorgánica a la vida, una inexplicable panspermia extraterrestre, la enigmática complejidad de las neuronas cerebrales, etc. Pero para aceptar cada una de tales sugerencias naturalistas hacen falta también grandes dosis de fe.
Empecemos por analizar brevemente la primera cosa hecha, según el sentido que le da el apóstol Pablo. ¿Qué es la racionalidad?
Pues, aquello que es razonable. El universo está dotado de razón. El mundo está hecho con racionalidad, por eso podemos estudiarlo, analizarlo y comprenderlo. Ahora bien, solo puede haber racionalidad en el cosmos si ésta se basa en una racionalidad última. Es decir, en una mente inteligente que lo ha hecho con sabiduría.
¿Cómo se hace evidente en el mundo esta mente inteligente que llamamos Dios? Mediante cosas tan extraordinarias como nuestra capacidad de conocer y poder explicar las verdades. Mediante la relación que hay entre el funcionamiento de la naturaleza y nuestra manera abstracta de explicarnos tal actividad (incluso, a veces, por medio del lenguaje matemático). Las leyes naturales pueden ser expresadas en números.
El papel de los códigos, de los sistemas de símbolos que actúan en el mundo físico, como el código genético, capaz de convertir la información de los tripletes del ADN en aminoácidos para elaborar proteínas; el código neuronal, que transforma los estímulos lumínicos, acústicos, olorosos o táctiles en pulsos eléctricos o potenciales de acción que viajan por las fibras nerviosas hasta ser interpretados en el cerebro; el código de las histonas, que activan o desactivan genes, etc Todo esto no refleja caos sino orden. Pero, ¿por qué debería ser así? Se trata de la manifestación de la racionalidad que lo empapa todo y está en el origen de todo.
¿Es lógico creer que esta racionalidad sea el producto de la casualidad o el azar? Desde luego que no. La existencia de tal racionalidad no puede ser explicada si no existe una mente infinita racional que sea el origen de la realidad. El universo es racional y refleja el orden Se la mente suprema que lo gobierna. La evidencia de la racional. dad no se puede eludir apelando a la selección natural, como hacen los nuevos ateos. Porque, aún admitiendo que la selección natura fuera la causa de todos los seres vivos como propone la teoría de la evolución, este mecanismo físico presupone la existencia de organismos que interactúan según leyes determinadas y con arreglo a un código genético que posee mucha información. Hablar de selección natural es asumir que existe alguna lógica en lo que ocurre en la naturaleza, que hay racionalidad en la adaptación de las especies, y que nosotros somos capaces de entender esa lógica y esa racionalidad.
Pero decir que la sola evolución ciega, por medio de la selección natural no inteligente, convirtió la materia muerta o inerte en seres humanos es como afirmar que una roca después de miles de millones de años será capaz de adquirir conciencia y reflexionar acerca de ella misma. ¡Esto es algo absolutamente inconcebible! Sin embargo, la posición atea es que en algún momento de la historia del universo, lo imposible ocurrió por casualidad y sin la intervención de ninguna inteligencia superior. Semejante convicción supone un grandísimo acto de fe en las posibilidades de la naturaleza impersonal. Ahora bien, si en definitiva se trata de tener fe, ¿no resulta más coherente creer que Dios es la racionalidad última que subyace en cada dimensión del mundo y de los seres vivos?
La vida es la segunda "cosa hecha" que solo puede ser explicada si existe un ser trascendente. Los organismos vivos de la Tierra y el propio ser humano se caracterizan sobre todo por cuatro cosas:1) son agentes que actúan y que sus acciones dependen de ellos mismos.
Ningún león, por ejemplo, necesita el permiso de nadie para cazar a una determinada cebra; 2) las acciones de los seres vivos suelen estar orientadas hacia fines concretos, como alimentarse, sobrevivir, aparearse, etc; 3) pueden reproducirse y dejar descendientes semejantes a ellos mismos. El misterio de la reproducción es una realidad habitual en ellos y 4) su existencia depende de ciertos códigos reglas, leyes, energía, materia, lenguajes, Información, control, etc. De manera que poseen en las células de su cuerpo la información inteligente que les permite vivir como lo hacen.
Richard Dawkins, es el único representante del Nuevo ateísmo que aborda el asunto del origen de la vida, y reconoce que este tema está todavía por resolver Sin embargo, cree que la vida surgió por azar en el universo, en un planeta de cada mil millones, de los que la Tierra solo sería uno más. Desde luego, este enfoque de Dawkins es manifiestamente inadecuado porque se parece más a un ejercicio de superstición que a un razonamiento científico. Según su pretensión, cualquier cosa que deseemos puede existir en algún sitio, con tal que invoquemos lo que él denomina "la magia de los números". Si se dispone de tiempo, lo imposible puede suceder. Obviamente este argumento no es científico y no nos puede convencer porque si una cosa es imposible (como la aparición de la vida por azar), seguirá siendo imposible por muchos miles de años o de planetas que se le añadan.
El tercer fenómeno que no puede ser explicado sin Dios es la conciencia. Los seres humanos somos conscientes y, además, somos conscientes de que somos conscientes. Nadie puede negar esta realidad, aunque algunos lo intenten. El filósofo ateo Daniel Dennett dice que ser conscientes es una cuestión que carece de interés y que no debería preocuparnos ya que no se puede resolver. Según su opinión, las máquinas llegarán también algún día a ser conscientes porque nosotros mismos solo seríamos máquinas conscientes con neuronas.
El problema es que cuando observamos la naturaleza de las neuronas, vemos que no tienen ningún parecido con nuestra vida consciente. Las propiedades físicas de estas células nerviosas no ofrecen ninguna razón para creer que sean capaces de producir conciencia. Es verdad que la conciencia está asociada a ciertas regiones del cerebro, pero cuando las mismas neuronas están presentes en la médula espinal (o en el tronco encefálico), no hay ninguna producción de conciencia. Solo una fe ciega e infundada en la materia permite creer que ciertos trozos de ella pueden "crear" una nueva realidad, la conciencia, que no tiene el menor parecido con la materia.
Los ordenadores, o las computadoras, pueden resolver problemas pero no saben lo que están haciendo. No son "conscientes" de lo que resuelven. Esta es la diferencia fundamental entre las máquinas y las personas. Decir que una computadora entiende aquello que esta haciendo es como decir que un equipo de audio (un reproductor de CD's o un MP3) comprende y disfruta la música que hace sonar.
Sin embargo, los seres humanos somos conscientes de lo que hacemos y de por qué lo hacemos. La mayor parte de los teóricos del Nuevo ateísmo reconoce que no poseen una explicación satisfactoria para el problema de la conciencia.
El cuarto fenómeno inexplicable sin un creador es el pensamiento simbólico. Más allá de la conciencia se encuentra el fenómeno del pensamiento, de la comprensión, de la captación de significado. Detrás de nuestros pensamientos de nuestra capacidad de comunicarnos o de nuestro uso del lenguaje hay un poder milagroso. Ese poder de darnos cuenta de las diferencias y de las semejanzas el poder de generalizar y universalizar. Es decir, eso que los filósofos llaman elaborar conceptos universales.
por ejemplo, yo sé en qué consiste ese sentimiento concreto que siento hacia mi esposa o hacia mis hijas y nietos, (amor conyugal o paternal), pero también puedo pensar en el concepto de amor en abstracto, sin relacionarlo con ninguna persona concreta. Y esto es algo connatural a los seres humanos, pero también es desconcertante.
¿Cómo es que desde niños somos capaces de pensar en el color rojo, por ejemplo, sin necesidad de pensar en una cosa roja concreta?
El color rojo no existe por sí mismo, independientemente de los objetos rojos. Estamos empleando continuamente el pensamiento abstracto sin darnos cuenta. Pensamos cosas que no son físicas, como la idea de libertad, de verdad, de perdón o de misericordia de Dios y no le damos importancia. Pero esta capacidad humana de pensar por medio de conceptos abstractos, es algo que trasciende la materia, que supera con creces sus posibilidades.
Podría decirse que nuestras neuronas, o nuestro propio cerebro, no entienden nada y que somos nosotros en realidad quienes entendemos. Es nuestra "conciencia" quien comprende, no nuestras neuronas. ¿Por qué las neuronas de la médula espinal no ge-meran conciencia? El acto de comprender es un proceso físico en su ejecución (porque depende de las neuronas del cerebro), pero espiritual en su esencia. Y este acto es indivisible en la persona humana. No se puede descomponer en partes para explicarlo o analizarlo científicamente.
Y por último, estaría el "yo" humano (o el centro de la conciencia). Una ver que se admite la existencia del "yo" personal nos encontramos ante el mayor de los misterios. Yo soy, yo pienso, yo percibo. yo deseo, yo actúo.., pero, ¿quien es este Yo? ¿Dónde está? ¿Como llegó a existir? Nuestro "yo" no es algo solamente físico. No somos solo un cuerpo, pero tampoco somos algo solo espiritual. ¿Qué somos entonces? Un "yo" encarnado, un cuerpo con alma.
Yo no estoy en una célula específica de mi cerebro, de mi corazón o en alguna otra parte de mi cuerpo. Ninguna de mis neuronas tiene la propiedad de ser mi "yo". Mis células están cambiando continuamente y, a pesar de ello, "yo" sigo siendo el mismo. El científico sueco, Jonas Frisen, cree que la edad media de todas las células de un cuerpo adulto puede ser de entre 7 y 10 años. Por ejemplo, los glóbulos rojos de la sangre solo viven unos 120 días, las células que recubren el estómago y las de la epidermis un par de semanas. Cada tejido tiene su propio tiempo de renovación. Solo las neuronas de la corteza cerebral, y pocas más, parece que duran hasta la muerte.
Pero la conciencia no se explica por medio de las neuronas.
Pues bien, aunque nuestro cuerpo cambia cada diez años, nuestro "yo" permanece. Ser persona humana es tener cuerpo y alma.
El yo tiene dimensión corporal, anímica y espiritual. Es una unidad psicosomática. La existencia del yo personal del hombre es la realidad más evidente, pero también más inexplicable para la ciencia.
No podemos analizar el yo porque no es un estado mental que pueda ser observado o descrito científicamente. El "yo humano" no puede ser explicado en términos físicos o químicos. Se podría decir que la ciencia no descubre el yo, sino que es al revés, es el yo quien descubre la ciencia.
¿Cómo llegaron, pues, a existir la racionalidad, la vida, la conciencia, el pensamiento y el yo? La única forma coherente de describir todos estos fenómenos es reconocer que están por encima de las realidades físicas, a las que la ciencia humana tiene acceso. Aunque el Nuevo ateísmo no se ha enfrentado seriamente al problema del origen de la vida, la conciencia, el pensamiento y el yo, la respuesta es evidente. Lo metafísico (o espiritual) solo puede proceder de una fuente metafísica o espiritual. La vida, la conciencia, la mente y el yo solo pueden tener su origen en lo divino, en lo consciente y pensante.
Es inconcebible que la materia, por sí sola, sea capaz de generar Seres que piensan y actúan. Por tanto, desde el nivel de la razón y de nuestra experiencia cotidiana, podemos llegar a la conclusión de que el mundo de los seres vivos, conscientes y pensantes debe tener su origen en una fuente viviente que nosotros consideramos la mente de Dios. Pensamos que no es erradicando la religión como vamos a terminar con el terrorismo fundamentalista, sino como propuso la canciller de Alemania, Ángela Merkel, "Volviendo a la Iglesia y a la lectura de la Biblia" (16.11.2015). Conviene recordar que su padre, fallecido en el año 2011, fue pastor protestante de la iglesia luterana y le inculcó estos valores desde la infancia.
Como dijera el apóstol Pablo en su discurso en el Areópago de Atenas (Hch. 17:24-28): El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay... de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres... para que busquen a Dios, si en alguna manera palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos. Todos los seres humanos tenemos a nuestra disposición, en nuestra experiencia cotidiana, la evidencia necesaria para llegar a creer en Dios. El escepticismo, el deseo de negar su realidad, se debe solo a una resistencia personal y deliberada a la fe.
Sin embargo, a Dios se llega por medio de la creencia según afirma Hebreos 11:6: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. La Biblia no está interesada en demostrar la existencia de Dios mediante pruebas metódicas o científicas. La existencia del Altísimo se da como evidente, como una creencia natural del ser humano. Porque la fe, aunque pueda apoyarse en los datos de la razón, no surge necesariamente de un proceso demostrativo.
Algunos creyentes piensan que la fe, esa capacidad para creer aquello que está más allá de la razón humana, es un don de la gracia divina. En mi opinión, esto es una mala interpretación de las palabras del apóstol Pablo: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Ef. 2:8-9). Aparentemente la fe sería un don de Dios que vendría a justificar al ser humano. Pero entonces, ¿no sería Dios injusto al conceder el don de la fe a unos y negárselo a otros?
El error de tal interpretación tiene que ver sobre todo con el sentido gramatical de la frase. En el griego antiguo cada sustantivo tenía su propio género y había tres géneros diferentes: masculino, femenino y neutro. ¿Cuál es el género de la palabra "fe" que emplea aquí Pablo? Evidentemente el género femenino ya que se habla de "la fe".
¿Cuál es el género de la palabra "esto" que aparece en el versículo 8? En griego es el genero neutro. Lo que significa que la palabra antecedente de "esto" no es "fe" porque si así fuera debería llevar el pronombre femenino para referirse a "la fe". De manera que el termino "esto" se está refiriendo en realidad a la "salvación" que es por gracia por medio de la fe. Es la salvación lo que es un regalo de Dios y no la fe.
La salvación del ser humano es algo que éste no puede generar por sí mismo ya que es un don divino. Se trata del plan de Dios para que la humanidad caída pueda salvarse por medio de la gracia divina. Pero dicho plan gratuito se aplica solamente a aquellos que tienen fe en Jesucristo. ¿Quiere esto decir que la fe es una obra meritoria para la salvación? Por supuesto que no. Ya se encarga Pablo de especificarlo: no por obras, para que nadie se gloríe. Lo que pasa es que para el apóstol, la fe no se puede considerar nunca como una obra meritoria humana. La "fe" sería lo opuesto a las "obras". La antítesis de las mismas. La fe en Cristo no es ningún mérito personal para alcanzar la salvación.
De manera que, al recibir a Jesucristo mediante la fe personal en su obra redentora, no estamos realizando nada meritorio para ganarnos la vida eterna. Simplemente estamos cediendo a su gracia divina y permitiendo que el plan de Dios actúe en nosotros para justificarnos y salvarnos. Dios habla y aparece. El ser humano escucha y contempla. Dios se acerca al hombre y a la mujer, acuerda un pacto o inicia relaciones especiales con ellos; les da mandamientos y las personas lo reciben cuando se abren a Dios, cuando aceptan su voluntad y obedecen sus preceptos.
La Biblia no presenta jamás a Moisés, ni a ninguno de los profetas o apóstoles en actitud pensante, como si fueran filósofos, elucubrando sobre cómo demostrar la existencia de Dios o llegando a conclusiones filosóficas con respecto a él. Es justamente al revés: el Dios invisible se manifiesta ante ellos, y ellos descubren su don. Pero solo cuando el ser humano deja de resistirse a Dios y le acepta por fe, el don de la salvación puede florecer en su alma.
Este libro está dividido en tres partes, o capítulos, que tratan sobre cuestiones actuales que interpelan la realidad divina. El primero se refiere a preguntas procedentes del ámbito de la cosmología contemporánea y analiza si los modelos científicos que se proponen socavan la necesidad del Dios creador o, por el contrario, la refuerzan.
El segundo, presenta el misterio del origen de la vida así como de la información biológica que la sustenta como inexplicables desde una cosmovisión puramente naturalista. Mientras que el tercero y último, se introduce en el análisis de la conciencia humana para concluir que solo puede proceder de una mente inteligente y consciente, como la del Dios que se revela en las Escrituras.
Antonio Cruz
Terrassa, junio, 2017
Introducción al libro "Dios, ciencia, y conciencia." CLIE 2018
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