Sobre las experiencias divinas en los seres humanos: gracia de Dios y dignidad humana 1
ELSA TAMEZ2
Revista Kronos Teológico, Año 3 # 3, Julio 2010 -Julio 2012, pag. 67 -79
Resumen
En este artículo la autora discurre sobre los sentidos que evocan los términos dignidad humana y gracia de Dios. Para ella son palabras misteriosas que se remiten mutuamente, pues hablar de dignidad humana es hablar de gracia divina y hablar de gracia de Dios es también tocar la dignidad como una dimensión inherente a los humanos. Estos términos solo se pueden reflexionar con profundidad a la luz de la experiencia personal y colectiva. El desafío de reflexionar sobre estas dimensiones desde América Latina lleva a replantear estas nociones desde experiencias situadas en contextos de opresión, desigualdad y marginación. Lleva a respetar la dignidad del otro u otra porque esta es un don gratuito de Dios a todas sus creaturas.
Palabras claves: gracia de Dios, dignidad humana, derechos humanos, don, dignidad negada.
Introducción
Tanto la palabra dignidad como la palabra gracia son términos difícilmente definibles al estilo analítico. Se parecen a aquellas expresiones del discurso amoroso que solo un crítico literato como Roland Barthes podría definir sin que sonara ridículo. Usamos la palabra "adorable", por ejemplo, sin saber exactamente qué podría significar; pero nos gusta emplearla, claro, en determinados momentos y espacios propicios. "Adorable" pertenece a esos vocablos donde el lenguaje no puede más, pues se cae irremediablemente en la tautología. En términos de Barthes se llega a "la huella fútil de una fatiga, que es la fatiga del lenguaje"; se reconoce y se practica la tautología porque "adorable es lo que es adorable" (Barthes, 1982, p 28s).
1. Dignidad humana y gracia de Dios, dos frases misteriosas y mutuamente referidas
Por eso es dable relacionar la gracia con la dignidad humana; ambas nos remiten a Dios y ambas nos remiten a los humanos. Nos remiten a la divinidad porque es la fuente de donde procede la gracia y toda dignidad humana desde la creación y en la recreación continua de sus creaturas; y nos remiten a los seres humanos porque solo en la creación entera y la historia humana es posible percibir hasta hoy la gracia de Dios y la dignidad de los humanos. Es más, dignidad humana y gracia divina son inseparables porque es imposible experimentar la gracia de Dios al margen del sentimiento de la dignidad humana. Si no hay vivencia de dignidad humana hay ausencia de gratuidad o de gracia de Dios; y si hay dignidad humana, de alguna manera hay presencia de la gracia de Dios y su gloria.
Por eso, antes de hablar de gracia hay que hablar de la experiencia de la gracia. Ya lo decía el teólogo holandés de apellido difícil: Schillebeeckx, cuando hablaba de la autoridad de la experiencia y. de la experiencia neotestamentaria de la Gracia (1982, p. 13ss). Testigo de la gracia de Dios es justamente la experiencia propia de la gracia, muchas veces inefable, así como lo es la experiencia de la dignidad humana, también indecible.
2. Dignidad, gracia e igualdad
Esta connotación aún perdura en nuestro ,medio. Dentro de los significados de la palabra, según los diccionarios, dignidad alude a: excelencia, realce; cargo o empleo honorífico o de autoridad (en las ordenes militares o eclesiales, por ejemplo). De igual manera en la vida cotidiana observamos que no es lo mismo la resistencia de un grupo indígena que lucha por su dignidad, y está dispuesto a morir de hambre antes de someterse a las condiciones que determinado gobierno o sector privado impone, a la de una dama rica que también prefiere pasar hambre antes de sentarse a la mesa con una de sus empleadas domésticas. Esto para ella sería "rebajarse".3 ¿Dónde está la diferencia, entonces? Está, nos parece, en la percepción que ambos tienen de dignidad. Para esta mujer ella es digna y la sirvienta es indigna; pero para el grupo indígena todas las personas son dignas y ellos también luchan para que no se les arrebate su dignidad. Así, pues, tenemos acercamientos a la dignidad que son excluyentes porque en ellos perdura el sentido aristocrático y de realeza presente en la antigüedad, como el de la dama rica, y otros que no lo son, como el del grupo indígena. La negación de ambas dignidades es diferente. Mientras que la del grupo indígena es porque no se les reconoce como personas con derechos iguales a todos, la de la dama es justamente porque quiere marcar la diferencia de las desigualdades. Vergüenza es para ella el sentarse a la mesa a la par de sus sirvientes, vergüenza es para los indígenas el que no se les permita sentarse.
La experiencia de "la dignidad negada" podría ser similar en todos los humanos : rabia por un lado y satisfacción en la resistencia por otro. No vamos a negar que quienes luchan por la dignidad muchas veces caminan "con garbo", con libertad porque no se arrodillan frente a los amos. Y es que experimentar la dignidad humana conlleva esa manera de caminar con donaire, independientemente de la condición económica. Nunca olvidaré la imagen de un mendigo sentado en unos escalones en la plaza central en la Paz, Bolivia, cruzado de piernas, leyendo, erguido, con aires de nobleza en una mañana espléndida, sin importarle sus calcetines rotos, su ropa deteriorada; profundamente concentrado en su folletín de dibujitos, también hecho pedazos. "Este señor sabe pedir con honor", pensé. No se sentía indigno ni hacía teatro como unos niños que encontré en las calles de un pueblito de México pidiendo limosna y que venían gimiendo detrás de mí con la mano levantada, intentando crear lástima a los transeúntes para que les arrojaran monedas. Molesta me detuve y los regañé, como una mamá regaña a sus hijos que se portan mal: "si van a pedir limosna porque lo necesitan, pidan con dignidad", les dije y no les di nada. Me imagino que pedir con dignidad es menos beneficioso que pedir creando lástima con la cola bajo el rabo. Por supuesto entiendo que la sobrevivencia lleva a esas escaramuzas.
Que estos ejemplos no confundan; lo que quiero señalar es que la experiencia de la dignidad humana eleva los corazones de todos los humanos, y no solo la de aquellas personas que jamás se han sentido excluidas. Porque la experiencia de sentirse persona no excluida, con los mismos derechos de todo el mundo hace que todas las personas, incluyendo los pobres y excluidos, caminen con gracia, erguidas, y no encorvadas, como aquella mujer que recurrió a Jesús de Nazaret para que la enderezara y la sanara con su poder.
Caminar con dignidad es caminar con gracia
Y aquí tenemos ese juego de palabras entre "gracia" en el sentido de "garbo" y "gracia" en el sentido del don de Dios. Y aunque parezca extraño, la gracia en el caminar, metafóricamente hablando, tiene mucho que ver con el don de la gracia de Dios. Porque como dijimos arriba, la experiencia de la gracia "empodera" a las personas y las hace sentirse dignas. El cuerpo reacciona psicosomáticamente a esta experiencia. Y así como el sentimiento de la dignidad humana se refleja en el rostro de las personas, así también, la epifanía de la gracia es posible palparla en aquellos creyentes capaces de manifestarla corporalmente. Tengo la impresión que a ciertos teólogos, especialmente varones, muy comprometidos en su opción por los pobres tienen temor de estas afirmaciones porque les parece que es centrarse en el "yo" y no en el compromiso con el otro. Esto es, desde mi punto de vista, un error, pues experimentar la dignidad y reflejar la gracia de Dios, aunque sea desde el basurero, es afirmar frente al mundo negador de dignidad y de gracia, que se es persona digna igual a todos los humanos por gracia de Dios. Para las mujeres, por lo menos, es fundamental.
Pero igual, frente a las desigualdades, aquí también debemos hacer precisiones, en este caso teológicas.
Las Escrituras insisten en hablar de la gracia como un regalo de Dios. Se es salvo por gracia, se es justificado por gracia, subraya el apóstol Pablo. Hoy día esta verdad es importante recalcarla en grado sumo. No porque va de acuerdo a la ortodoxia, que a Dios le tienen sin cuidado los dogmas, sino porque en algunas corrientes de pensamiento la gracia esta poniéndose a la venta. Y otra vez, con ese atrevimiento, se está corriendo el peligro de caer en la desgracia de las desigualdades, y no solo de eso, sino de los temores y de la esclavitud. Vender o subastar la gracia de Dios por aparatos electrónicos o carros es hacer caer al hermano o hermana en la carrera insensible de la prosperidad individualista de espaldas a la solidaridad. Se trata de una marcha atrás del seguimiento a Jesucristo. Si todos los cristianos tuviésemos la certeza de que Dios, en Jesucristo, nos ha liberado de la ley, del pecado y de la muerte y asumiéramos como una verdad la afinnación paulina de que "delante de Dios no hay ni griego ni bárbaro, ni mujer ni varón ni amo ni esclavo", ese "regateo" de la gracia fracasaría.
La experiencia de la gracia no se limita a emociones o caprichosos estados de ánimo, es algo profundo que transforma y renueva la conciencia, el cuerpo y el caminar de quienes la acogen, es una "fuerza cognitiva, crítica y productiva" diría Schillebeeckx (1982, p. 21). Por eso no puede ser una apuesta acrítica al progreso monetario egoísta. La eficacia de la gracia así como de la fe se mide en la manera de ser de las personas, su honestidad y transparencia, su estilo de vida solidario. Porque la gracia recibida por Dios no es para guardarse en cofres ocultos, sino para irradiar esa vivencia divina que testifica del amor de Dios en medio de tantas hostilidades y sufrimientos. Pues así como Dios actúa graciosamente con nosotros, así se espera también que actuemos con nuestros hermanos y hermanas que se sienten abandonados por las desgracias del mundo. "Por cuanto disteis de comer y beber a estos mis pequeñitos a mí lo hicisteis" subraya el evangelio de Mateo, dejando claro la verdadera experiencia de la gracia.
No es fácil en nuestros tiempos actuales actuar como Dios quiere, de acuerdo a los valores del Reino de Dios. Pareciera que a la gracia se le ubica en dos extremos: o se experimenta como estados de ánimo caprichosos, limitado a sensaciones intimistas o se le recita como a una definición de catequismo preocupada por la ortodoxia. Pero de esta forma ninguno de los extremos ni son fieles al Espíritu del evangelio ni muestran la eficacia de la fe en un mundo sin corazón. y es que es fuerte la ideología mercantil que está presente en todas las instituciones y medios de comunicación. La gracia es un anti-valor del mercado porque se da como regalo y dentro de la ideología del mercado todo se vende y todo se compra. No basta ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. En la sociedad meritocráctica este tiene que luchar para "ser alguien", para no ser invisible, para ser persona digna. A codazos y a patadas corren los fuertes por el primer puesto. Esta es una lógica de vida tan diferente y contraria a la de la gracia. En nuestra sociedad excluyente la dignidad humana es selectiva.
Yd Dussel tiene razón, en nuestro contexto latinoamericano, la dignidad, en tanto negada, se manifestará siempre como una lucha por afirmarla. y esto no porque pululan a nuestro alrededor los espíritus apocados y cobardes sino porque la negación de la dignidad humana y de la ausencia de gracia de Dios en nuestro contexto latinoamericano es algo permanente en lo cotidiano y en las estructuras económicas, sociales y culturales. No podrá hablarse objetivamente de dignidad humana o de presencia de la gracia de Dios si hay violencia homicida y si no hay trabajo, comida, educación, techo y posibilidades del ocio y libertad. La falta de estas necesidades vitales es falta de respeto a la dignidad humana y ausencia de la gracia de Dios. Por esta razón, la experiencia de la dignidad humana plena jamás podrá quedarse y limitarse al sentimiento de la llenura del pecho, como lo describimos al inicio, al contrario, esta afirmación de dignidad hace posible el henchimiento del corazón en la continua lucha por su reconocimiento y para que la gracia de Dios se haga presente, como se hizo en la resurrección del Crucificado.
Por eso, la dignidad humana y la gracia de Dios, no pueden simplemente ser proclamados y ser asumidos con la cabeza y el corazón sin ninguna concreción histórica. Ambos son dones divinos y desafíos a ser afirmados. La dignidad humana y la gracia de Dios son vocaciones, es decir, son regalos divinos que llaman a ser vividos. Son llamamientos que tienen la tarea de ser realizados, son vocaciones que acogen los desafíos de "vivir la dignidad" y de "reflejar la gracia de Dios", y a la vez de reconocer la dignidad y la gracia de Dios en el otro.
Hablar de la dignidad humana y de la gracia de Dios como vocación o llamamiento prohíbe cualquier interpretación que quiera postergar la experiencia inusitada de sentirse persona digna en el ahora a pesar de la negación, o hija de Dios por su gracia en el mundo que no conoce la gracia. En el hecho de reapropiarse del don de la dignidad humana y de luchar por su reconocimiento pleno ya se puede caminar como personas dignas. Job, reducido a la miseria extrema, huesudo, mal oliente, abandonado y lleno de llagas, en su deseo se ve caminando "como un príncipe" hacia el tribunal de Dios para hacer su defensa. Así traduce Schokel Job 31. 35-37:
Lo mismo encontramos en testimonios cotidianos, como el de Vicenta Mamani, mujer aymara, estudiante de maestría. En sus tiempos de adolescente, cuenta, un hombre se burló de ella, la humilló y la insultó, y continúa:
En ese momento, yo lloraba profundamente, pero al mismo tiempo con mucha fuerza hice un compromiso conmigo misma y me dije: no voy a ir a "humear" sin antes estudiar (humear significa hacerse de marido y cocinar en fogón la comida para servir al esposo), tampoco me voy a dejar utilizar por los hombres para que hagan burla de mí. Me voy a respetar yo misma y me voy a hacer respetar; haya dinero o no haya dinero voy a estudiar hasta lograr una profesión. y así cumplí mi promesa hasta ahora, porque yo soy una mujer digna (Mamani,
2003).
Eso es caminar con dignidad, aun en medio del basurero como Job o Vicenta, en la lucha por su reconocimiento.
Para los cristianos eso es además caminar como hijos e hijas libres, irradiando una luz que hace brillar la bondad de Dios manifestada en su gracia. Ambas son experiencias divinas que exigen el respeto a la dignidad de todos los seres humanos y a la creación. En estas experiencias divinas de la dignidad y de la gracia, no hay forcejeos mercantiles4 con intenciones de "sacarle algún provecho a Dios", pues en la verdadera experiencia de la gracia, no hay utilitarismos, ni hay sometimientos frente a nadie ni frente a Dios, solo hay vivencia de la gracia, lucha continua por el reconocimiento de la dignidad negada y agradecimiento a Dios por estos dones.
Bibliografía
Barthes. Roland. (1982). Fragmentos de un discurso amoroso. México: Siglo XXI.
Canek. (1969). Historia y leyenda de un héroe maya. México: Ed. Oasis.
Schillebeeckx, Edward. (1982). Cristo Y los Cristianos. Gracia y Liberación. Madrid: Cristiandad.
Kiiseman, Emst. (1986). Commentary on Romans. Grand Rapids: William B. Beerdmans.
Sobrino Jon. Cp. (2001). La fe en Jesucristo. Madrid: Trotta.
Tamez, EIsa. (2002). "El desafío de vivir como resucitados. Reflexión sobre Romanos 6 y 8." en Revista Pasos No. 102. San José: DEI.
González-Faus, José Ignacio. (1987). Proyecto de hermano. Santander: Sala TelTae.
Dussel, Enrique. (2003). "Dignidad, negación y reconocimiento en un contexto de liberación" en Revista Concilium 300. NavalTa: Editorial Verbo Divino.
Mamani Bemabé, Vicenta. (2003). Testimonio (bolTador). Documento inédito. Gutiérrez, Gustavo, Cp. Beber en su propio pozo. Lima: CEPo
(2003).
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
Le esperamos!
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