domingo, 5 de mayo de 2013

Dio dones a los hombres!

 ¿Será quitado el botín al valiente?

¿Será rescatado el que es cautivo de un tirano?».

              Pero así dice Jehová:

«Quizás el cautivo sea rescatado del valiente

y el botín sea arrebatado al tirano,

pero yo defenderé tu pleito

y salvaré a tus hijos.

Is 49.24–25

»Mientras el hombre fuerte y armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte el botín.

Lc 11.21–22

 Por lo cual dice:

«Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,

y dio dones a los hombres»

Ef 4.8

INTRODUCCIÓN

En la medida en que valoremos lo que recibimos así mismos será la utilidad y el cuidado que le demos a esas cosas.

Muchos aunque reciben herencias grandes a los pocos días ni tienen nada precisamente por no apreciar bien lo que se recibe.

Las cosas también las valoramos dependiendo de quien nos las dé. ¿Será que lo que Dios nos da es valioso para nosotros?

DESARROLLO

Indudablemente que al inicio de la historia el ser humano, en ese estado de perfección en el que fue creado por Dios, estaba dotado de inmensas habilidades y capacidades que a causa del pecado ha perdido.

El hombre esclavo del pecado no solo ha perdido su identidad sino también su capacidad de hacer cosas buenas para la honra de Dios.

Pero entonces aparece la redención, y luego la adopción. Pablo lo define muy bien en Gálatas 4:

 Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo, sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

Gl 4.1–7

Entonces una vez recuperada nuestra identidad, también somos restablecidos a la posición privilegiada que teníamos antes de caer. Así como el padre que recibió a su hijo pródigo y le restableció a su dignidad dotándole de dádivas, lo mismo ocurre con Jesucristo cuando regresamos a él..  

Entonces se levantó y fue a su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó. El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo". Pero el padre dijo a sus siervos: "Sacad el mejor vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies. Traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta, porque este mi hijo muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado". Y comenzaron a regocijarse.

Lc 15.20–24

Ahora pregunto, ¿merecía eso aquel muchacho? Por supuesto que no! Pero aquí es donde entra la doctrina de la gracia de Dios, que nos regala lo que no nos merecemos..

Y específicamente en este culto misionero quiero que miremos un poco más de esta gracia, pero no la gracia salvadora inicial sino la gracia como don que capacita para un servicio o ministerio específico

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

 Tenemos, pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene el don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

Romanos 12:3–8

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos. A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía: a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

1 Corintios 12:4–11

Esta gracia de Dios se nos dio según una medida; en otras palabras, no todos tienen las mismas capacidades, ni los mismos dones; cada miembro tiene su función especial en el Cuerpo de Cristo y, por tanto, una medida especial de gracia para el desempeño de tal función:

Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijera el pie: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», ¿por eso no sería del cuerpo? Y si dijera la oreja: «Porque no soy ojo, no soy del cuerpo», ¿por eso no sería del cuerpo? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero ahora Dios ha colocado cada uno de los miembros en el cuerpo como él quiso, pues si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, aunque el cuerpo es uno solo.

Ni el ojo puede decir a la mano: «No te necesito», ni tampoco la cabeza a los pies: «No tengo necesidad de vosotros». Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos miembros del cuerpo que nos parecen menos dignos, los vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro, porque los que en nosotros son más decorosos no tienen necesidad. Pero Dios ordenó el cuerpo dando más abundante honor al que menos tenía, para que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.

Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos? Procurad, sin embargo, los dones mejores.

1 Co. 12:14 y ss.

Quien pretenda acaparar todos los dones y todas las funciones está destruyendo el Cuerpo en su propia definición.

Esta medida de gracia es un regalo de Cristo, un don que el Señor da mediante su Espíritu Santo.

«Por lo cual …» significa la razón por la que Cristo puede distribuir sus dones a la Iglesia. Fue por su triunfo en la Cruz sobre los principados y potestades de las huestes espirituales de maldad: a los que, con el derramamiento de su propia sangre y con su triunfante resurrección y ascensión a los cielos, arrebató los que estaban bajo cautiverio del diablo.

 porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Ef 6:12.

Él anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, y la quitó de en medio clavándola en la cruz. Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

Col. 2:14 y 15.

¡Jesucristo, por medio de su Obra redentora, arrebató el botín que después iba a distribuir!

 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

Hch. 2:32 y 33

Indudablemente que la gloria de este evangelio no es solo que no vayamos al infierno, es Cristo en nosotros!

Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le llevaron un paralítico tendido sobre una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:

—Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.

 Entonces algunos de los escribas se decían a sí mismos: «Este blasfema». Conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo:

—¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Los pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados—dijo entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Entonces él se levantó y se fue a su casa. La gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.

Mt 9.1–8

 »De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.

Jn 14.12

Los que creían en el Señor aumentaban más, gran número de hombres y de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles y los ponían en camas y camillas para que, al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. Aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados de espíritus impuros; y todos eran sanados.

Hch 5.14–16

Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que hasta los pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo eran llevados a los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.

Hch 19.11–12

CONCLUSIÓN

No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.

1 Ti 4.14–16

Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos, porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

2 Ti 1.6–7

¡Aviva el fuego del don!

 

APLICACIÓN

Dios nos honra con sus dones.. Recibir dones de Dios es lo más grande que un mortal puede recibir en su vida.

 

Al recibir dones divinos también recibimos responsabilidades.

 

¿Qué estamos haciendo con lo que Dios ha puesto en nuestras manos?

 

Él nos pedirá cuentas, recuerde las minas, los talentos, etc.


Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
Le esperamos!




1 comentario:

Unknown dijo...

Deseo felicitarle por su articulo "pensando en voz alta" debido a que hay muchos ministros de otras denominaciones que se creen muy abanderados y han sacado de la Biblia los dones que Cristo repartió, no se con que autoridad y tratan de denigrar la iglesia pentecostal con sus enseñanzas de error y demoníaca y muchos incautos los siguen como siego que van al mismo hoyo.
He tomado en consideración los textos utilizados en este estudio para defender con dignidad los dones que repartió Cristo y que hoy día están siendo utilizados fuera de contexto.
Osvaldo Rosa, Pastor en Brooklyn New York
Dios bendiga su ministerio.

Generalidades de la Escatología Bíblica

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