Unos pocos datos sirven para recordar quien fue el escritor. Era de la tribu de Benjamín, y dentro del contexto religioso de su tiempo miembro del grupo de los fariseos (Hch. 23:6; Ro. 11:1; Fil. 3:5). Nacido en Tarso tenía por esa razón la ciudadanía romana (Hch. 16:37; 21:39; 22:25 ss.), lo que lleva consigo que sus padres habían residido en aquella ciudad por bastante tiempo antes del nacimiento de su hijo. Tarso era una ciudad con un alto nivel cultural, por lo que Pablo llegó a conocer bien la filosofía y cultura del mundo greco-romano. Es muy probable que fuese trasladado por sus padres profundamente religiosos a Jerusalén cuando era muy joven para que estudiase las Escrituras con los más cualificados maestros de entonces. Él mismo testifica de haber aprendido con el Rabí Gamaliel (Hch. 22:3). Por el relato general de Hechos se aprecia que Saulo había llegado a ser miembro del Sanedrín con voz y voto en las decisiones de aquel tribunal, posiblemente uno de los miembros más jóvenes, llegando a dar su voto a favor de la muerte de Esteban, y liderando la persecución y muerte de los cristianos (Hch. 26:10). Según ciertas apreciaciones deducidas de sus escritos, su aspecto físico no era destacable, siendo además un orador de discurso pesado (2 Co. 10:10). No hay ninguna evidencia bíblica por la que se pueda afirmar que Pablo hubiese conocido personalmente a Jesús, a pesar de sus palabras en el escrito a los corintios (2 Co. 5:16), que deben entenderse como una consideración de Jesús desde el punto de vista humano. Tal vez Saulo tuvo parientes cristianos (Ro. 16:7), pero, a pesar de ello, su condición anticristiana era evidente. La muerte por lapidación de Esteban, su discurso ante el sanedrín y su aspecto personal en aquella ocasión debieron haber impactado profundamente a Pablo (Hch. 8:1). Sin embargo fue el decisivo encuentro con el Señor resucitado, lo que le llevó a la conversión (Hch. 26:14). Después de esa experiencia pasó un tiempo en algún lugar al este del río Jordán, donde recibió revelaciones directas de Jesús y recicló su teología preparándose para el apostolado al que había sido llamado por elección divina. De ahí pasó al área de Damasco predicando el evangelio (Hch. 9:19 ss; Gá. 1:18). Ante las dificultades de entrar en los grupos cristianos en Jerusalén por su anterior relación como enemigo de la Iglesia, tuvo necesidad de que Bernabé le introdujera levantando toda prevención contra él. Su ministerio en Jerusalén debió ser por poco tiempo, debido a que los judíos helenistas procuraban matarle, por lo que regresó a su ciudad natal de Tarso. También fue Bernabé el que fue a buscarle a ese lugar para que le ayudase en la enseñanza a los creyentes recién convertidos de la iglesia en Antioquía (Hch. 11:25-26). Tiempo después fue llamado por el Espíritu y encomendado por la iglesia antioquena para la obra misionera (Hch. 13:1-3). Su estrategia se convirtió en modelo para las misiones lideradas por él, consistente en predicar en la sinagoga a los judíos para establecer un núcleo de creyentes que fuesen también conocedores de la Escritura. Cada vez que la oposición contra él alcanzó un alto nivel, se volvía directamente a la evangelización de los gentiles (Hch. 13:46 ss.). Los judaizantes fueron sus más firmes enemigos en el ámbito de las iglesias que establecía, visitando las congregaciones para hacer que los cristianos fuesen una extensión del judaísmo, conminándolos a circuncidarse y guardar la ley ceremonial, especialmente la referida a las limitaciones establecidas en ella. Los continuos enfrentamientos con los judaizantes ocasionaron la necesidad de una consulta con los líderes de la iglesia en Jerusalén, en lo que se llamó el primer concilio de la Iglesia. En esa reunión dialogaron con los apóstoles y ancianos sobre el problema, alcanzando un consenso que se hizo extensivo a toda la Iglesia mediante carta circular, en la que las propuestas judaizantes quedaron sin respaldo, afirmándose la libertad de los creyentes con unos limitados mandatos que eran necesarios para mantener la comunión y unidad entre los creyentes de procedencia judía y los de ascendencia gentil (Hch. 15:28-29). En el segundo viaje misionero, Pablo acompañado por Silas y Timoteo recorrió un amplio territorio visitando las principales poblaciones de la zona de Grecia, atendiendo el llamamiento hecho en visión por un varón macedonio que le solicitaba ayuda, por lo que pasaron a Macedonia iniciando la evangelización de Grecia y estableciendo iglesias, entre las cuales estaba la de Tesalónica. Más adelante el apóstol llevó una ofrenda para los pobres de Jerusalén, llegado a la ciudad en Pentecostés (Hch. 21:14 s.). Con mucho tacto observó los ritos del templo. En ese lugar los judíos procedentes de Éfeso lo acusaron de violar la ley que prohibía el acceso al santuario de los gentiles, suponiendo que había introducido en el lugar a compañeros que no eran judíos, incitando a la multitud para que le diesen muerte. Para evitarlo intervinieron los soldados romanos, rescatándolo del gentío, llevándolo a Cesarea donde Félix, el gobernador romano, lo mantuvo en prisión durante dos años (Hch. 23:26). Dada la situación en que se encontraba y las demandas que los judíos hacían al gobernador para que lo llevase a Jerusalén y fuese juzgado allá de lo que le acusaban, Pablo apeló, en su condición de ciudadano romano el tribunal del César, siendo conducido prisionero a oma, donde estuvo en una casa alquilada con la custodia de un soldado romano (Hch. 28:1, 30). Lo más probable es que en el juicio no compareciesen los acusadores por lo que sería puesto en libertad, sobre el año 63. Muy probablemente, según su deseo, visitó España y la región del Egeo antes de ser encarcelado nuevamente por orden de Nerón, quien lo sentenció a muerte, siendo ejecutado en Roma.
Samuel Pérez Millos: comentario-exegetico-al-texto-griego-del-nuevo-testamento-1ª-y-2ª-tesalonicenses
(Por favor me confirma si lee este correo electrónico)
Muchas gracias.
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
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