sábado, 30 de mayo de 2015
viernes, 29 de mayo de 2015
jueves, 28 de mayo de 2015
Trabajo "secular" y estudio. Basado en 2 a los Tesalonicenses
Entendamos además que el trabajo no era de evangelista, pastor o maestro. El trabajo era el de labrar la tierra, lo que haría posteriormente cualquier campesino. En términos socialmente más modernos diríamos un trabajo "secular". Aparentemente no había nada de "espiritual" en él, como lo entendemos hoy en día. Pero a la luz de este primer pasaje, el trabajo es un acto de adoración a Dios. Es cumplimiento a la voluntad de Dios; es un acto de obediencia.
En otra oportunidad, un intérprete de la ley entendió que las Escrituras resumían en dos mandamientos fundamentales los requisitos para heredar la vida eterna, y el primero de ellos era: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente." (Lc. 10:27). Dejando de lado las espiritualizaciones exageradas, aquí nos habla de amarlo "con toda tu fuerza, y con toda tu mente". El amor a Dios no debe ser algo emocional simplemente o místicamente espiritual. Dios quiere que lo amemos en cosas concretas; cosas que requieren nuestra fuerza y transpiración. No es sólo un amor de palabras, sino de hechos que lo testifiquen. Amar al Señor con toda nuestra fuerza implica amarlo con todas nuestras labores, con todo nuestro trabajo y con todo lo que requiera el desgaste físico para modificar el medio ambiente, dando cumplimiento así al mandamiento original: "… llenad la tierra y sojuzgadla; y ejerced dominio …" (Gn. 1:28). Ésta es la labor del hombre sobre el planeta. Y aun cuando hubo caído en pecado, este mandamiento original se mantiene dentro de los propósitos divinos para él.
De modo que nuestro trabajo concienzudo, arduo, fatigante, extenuante, responsable es una forma de demostrar nuestro amor a Dios. Qué sabio es Dios en afirmar que el segundo mandamiento "era parecido", y como dice aquel intérprete "y a tu prójimo como a ti mismo". Nuestro trabajo responsable no es sólo una muestra de nuestro amor a Dios, sino una muestra de nuestro amor hacia nuestro prójimo. El apóstol habla de "no andar desordenadamente" y luego de no haber comido "de balde el pan de nadie". Por el contrario, afirma que "trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros". Los dos primeros mandamientos complementados y funcionando como corona y piñón. La actitud del apóstol y los que estaban con él fue el de trabajar ardua y entusiastamente para causar no sólo un "beneficio espiritual" a los tesalonicenses, sino también para no causar una "maleficio material" a los mismos.
Nuestro trabajo responsable ayuda en forma inmediata o directa a nuestro prójimo, al no serle gravoso e, indirectamente, por la contribución positiva que hacemos a toda la sociedad en la cual vivimos, junto con nuestro prójimo. Dios no nos llama a ser parásitos de la sociedad, sino a trabajar efectivamente por el bien de la misma (cf. Jer. 29:7).
Y esto repercute luego en la iglesia como congregación local. Los hermanos no tienen que "mantener" a tanta gente que no tiene sustento propio, y al mismo tiempo goza con mayores ingresos para realizar su labor "espiritual".
Ese primer mandamiento concluye diciendo "con toda vuestra mente". En estos tiempos postmodernos, en donde prevalece el sentir más que el pensar y se encumbra a las emociones, hablar de pensar, meditar, razonar, etc. suena como algo anacrónico y herético, que tiende finalmente a "apagar el Espíritu". Pero el mandamiento de Dios fundamental es amarlo con toda nuestra mente. Nuestra mente, nuestra capacidad de elaborar ideas, razonamientos nos distingue tremendamente de los animales y de otros seres inferiores. Y si Dios nos creó con ella es para poder amarlo con ella; y es un mandamiento, no una opción. Lamentablemente hoy el uso de éstas, nuestras facultades cerebrales, está desprestigiada en la iglesia, y tradicionalmente hubo una oposición, o al menos tensión, entre fe y razón. Pero la Biblia nos manda a amarlo con toda nuestra mente.
Y creo que tiene una razón de ser. Porque antes de amarlo con nuestras fuerzas y hacerlo así efectivamente necesitamos prepararnos y esto, por lo general, en un grado u otro, implica estudiar y el usar nuestras capacidades cognoscitivas y de razonamiento. De modo que cuando estudio, preparándome para trabajar en pro de la sociedad que me rodea, yo estoy haciendo una demostración de amor a Dios; estoy demostrando que lo amo. Lo que implica nuevamente que estudiar y prepararse, todo lo que implica usar nuestra mente, no es una mera actividad académica, sino además también religiosa o espiritual.
¡Qué poco valoran algunos adolescentes hoy en día en nuestras congregaciones sus estudios! Les parece irrelevante lo que tienen que estudiar, la asignación de tareas, la rendición de exámenes, etc. Ven simplemente el efecto inmediato de la nota y el "pasar", pero dejan de ver el efecto a largo plazo y el hecho de que es un acto de amor o desamor a Dios. A muchos no les importa llevarse materias a examen. Más allá de lo molesto de truncar las vacaciones por dar uno o más exámenes durante ese período de descanso, que por algo está, no están valorando el hecho de que están violando este mandamiento.
Más triste es cuando por desarrollar algún servicio en la congregación local consiguen deficiencias académicas, porque aquello es "servir a Dios", porque aquello es "espiritual", mientras que esto, según ellos, es "secular". Más deplorable, permítaseme el término, es cuando el siervo al frente aconseja no estudiar, no ir a la universidad, porque allí las ovejas se "apagan" se "enfrían", dejan de servir al Señor por dedicarse a estudiar, ya que aquellos ámbitos académicos son muy absorbentes. Un amor egoísta y enfermizo que trunca el futuro de muchos jóvenes, a la luz de una doctrina tendenciosa, que finalmente repercute como boomerang sobre el propio pastor y su congregación, y descalabra a la sociedad.
Si uno está estudiando, el día de mañana va a ser feliz, porque es y hace lo que dicta su vocación y, al mismo tiempo, va a ser un profesional aportando a la sociedad que lo o la rodea toda una contribución desde una perspectiva cristiana, que obviamente va a beneficiarla. ¿Qué iglesia latinoamericana hoy no está orando por sus gobiernos corruptos, para que Dios levante dirigentes que engrandezcan la nación? Pero ¿cómo va a levantarlos si no hay gente comprometida con el mensaje del evangelio completo, con un sólido carácter cristiano y con conocimientos que puedan competir y superar ampliamente a aquellos de los mundanos?
Y esto beneficia finalmente a la congregación local, porque el ingreso de un profesional es superior al de un trabajador sin preparación alguna; luego las ofrendas y los diezmos de los mismos van a ser proporcionalmente superiores también. Las iglesias dejarían de llorar por sus pocos recursos si en los púlpitos predicaran que estudiar es un mandamiento y una forma concreta que tienen los hijos de Dios en una etapa especial de sus vidas de mostrar su amor a Dios. Eso es tener visión de futuro, no sólo para la congregación local, sino para toda la sociedad. No en vano, dice la Escritura: "Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová." (Sal. 33:12).
Un poco de esperanza, basado en 1 a los Tesalonicenses
Analizando la misma, hablando o simplemente viendo a la gente, escuchando los comentarios que hacen o las discusiones que se levantan en la calle, notamos un factor común: desesperanza. Estamos ante un mundo desesperanzado. La desesperanza y, en algunos casos, la desesperación se debe al haber depositado su esperanza en ilusiones. Así como se produjo la desilusión, se produce la desesperanza. Fue una equívoca dirección de nuestra vida a valores, ideales, personas, instituciones (sociales, económicas, políticas o religiosas) que se presentaban muy convenientes o promisorias, pero en el momento desencadenante, donde la tensión urgía una respuesta o desenlace, dichos entes diplomáticamente difirieron su respuesta a otros o para el futuro (interminable) o respondieron en su ignorancia con evasivas.
Pablo observó y felicitó a los tesalonicenses por su fe, por su amor y por la constancia de su esperanza. Pero conforme continúa la carta el apóstol se inclina a reforzar la esperanza. Su concepto de esperanza, aunque sólidamente fundado en la persona de Jesucristo, las circunstancias naturales o esgrimidas por el entorno hicieron que se planteasen preguntas sobre el más allá y, por otro lado, que se desviaran en su conducta diaria.
La esperanza se la presenta en otro lugar como un ancla del alma. Si mi vida está anclada entonces pueden venir vientos, la marea puede subir o descender, las corrientes del agua pueden variar su curso, pero mi posición sobre la superficie de las aguas va a estar definida; no voy a estar a la deriva. El ancla encontró un punto fijo –una roca– en las profundidades invisibles del mar. No conocemos ni la forma ni el tamaño de la roca y, en rigor, cómo está anclada; sólo sentimos sus efectos: la estabilidad ante los cambios de superficie.
Stuart Briscoe comparó la fe y la esperanza con respecto a las venidas de Cristo y la vida cristiana en amor con un puente colgante que tenía dos fundamentos: la primera venida, cuya unión es la fe, y la segunda venida, cuya unión es la esperanza. La fe se soporta en el pasado, en el acontecimiento histórico de la primera venida de Cristo, fundamentalmente en su muerte y resurrección. Pero la esperanza se proyecta en un apoyo futuro. Un puente colgante necesita de ambas. El segundo apoyo le da solidez, estabilidad y dirección correcta a lo establecido por el primer apoyo. Finalmente, el camino que conduce de un margen del río al otro, o de un mundo al otro, está sostenido por cuerdas de amor. Aunque esos dos sólidos pilares estén allí inamovibles, el camino entre ambos no podría sostenerse a no ser por esas cuerdas que, en definitiva, unen directa o indirectamente los pilares con el camino.
El mundo sufre de desesperanza, pero nosotros tenemos un mensaje de esperanza. El mundo no sabe para dónde va, pero nosotros sí. El mundo piensa en el hoy, en cómo satisfacerlo y disfrutarlo sin pensar en el mañana, ni en las consecuencias de sus actos. Nosotros, en cambio, tenemos nuestra esperanza en la venida gloriosa de nuestro Señor. Pese a los fracasos y desaciertos que se apilan en la historia de la humanidad ante las vanas y mentirosas propuestas de falsos líderes e instituciones de todo tipo que buscaron y buscan lucrar con el dolor y la ignorancia humana, la gente sigue creyendo a la mentira. Es más fácil, menos comprometida, pero a la larga, desilusiona. Al no estar fija a esos dos pilares inamovibles, el histórico y el futuro, al no andar por el camino que conduce al futuro glorioso para el hombre, el futuro pensado por Dios, la persona sigue a tientas haciendo o deshaciendo lo que otros le dicen.
Pero la iglesia no escapa a la realidad de vivir en un mundo convulsionado por falsos profetas. No son pocos los religiosos dentro de la iglesia que han "profetizado" la datación de la venida de Jesucristo y han llevado a sus seguidores a realizar ciertos hechos curiosos o a dejar los quehaceres diarios para "recibir" al Señor. Pablo nos enseña que debemos estar expectantes, pero no desesperados; preparados, pero no ociosos. En otras palabras, debemos pensar en la segunda venida como si fuera a ocurrir dentro de un par de minutos, y estar preparados y prevenidos para ello pero, al mismo tiempo, compenetrarnos en nuestras actividades diarias como si la segunda venida ocurriese dentro de mil o dos mil años. Y esto implica todo una ética, una conducta.
Es muy común oír de algunos: "¿Para qué prepararme, si Cristo ya viene?" Inclusive: "¿Por qué estudiar tanto la Biblia, si lo que hay que hacer es salvar las almas, antes que venga Cristo, que está a las puertas?" Generaciones enteras fueron afectadas por esta filosofía e iglesias completas han sucumbido ante las falsas enseñanzas, rupturas y fallos morales por ignorar adrede las Escrituras. No se cuestiona el hecho de ganar almas para Cristo, en toda forma que se implemente la evangelización; pero debemos recordar que el fin de la iglesia no es sólo evangelizar, sino también discipular, es decir, edificarlas y solidificarlas en la fe. Al mismo tiempo, como ciudadanos de dos reinos, debemos ser testimonio, sal y luz en este mundo, para lo cual nuestra preparación y desempeño debe cobrar alturas de excelencia.
Mi sólida preparación a nivel "secular" como a nivel "espiritual" se complementan perfectamente, y deben hacerlo, ya que en realidad no existe tal división para el cristiano. Mi trabajo secular se hace espiritual porque lo hago para el Señor. La calle por la cual camino se hace santa porque la presencia de Dios en mí está pasando por allí. Y podríamos seguir dando ejemplos.
Mi esperanza en la venida de Jesucristo, el hecho de que viene a buscarme, me compele a la excelencia, a dar testimonio no sólo verbal, sino también paradigmático. Debo ser ejemplo de imitación para otros. Mis obras y mi conducta deben testificar por sí mismas y dar el sólido fundamento y respaldo para mi predicación. Es el hecho esperado de que Jesús viene el que me hace comportar de cierta manera, como también el hecho de que Jesús vino ya una vez a rescatarme de una vana manera de vivir. Por cuanto me salvó, me regeneró y me potenció con su Espíritu Santo puedo hacer cosas que antes no podía, pero por cuanto me va a salvar en forma total en el futuro, oriento todo ese potencial en esa dirección.
El mal aumenta, todos somos testigos de ello, independientemente del rincón del planeta en que nos encontremos. Aun el mundo incrédulo está notando esto. Aunque es motivo de oración y de acción, no nos debe alarmar: es algo esperable y predicho, pero también es la antesala del regreso glorioso de Jesucristo. Que el mal aumente no quiere decir que el anticristo ya haya entrado en acción, aunque su espíritu sí lo está desde el nacimiento de la iglesia. Lo que sí es claro por este pasaje y por la historia pasada, es que nos encontramos en los albores de una gran visitación del poder y de la presencia de Dios. ¿Debemos por esto abandonar todo y dedicarnos a orar y a predicar? No. Debemos dedicarnos a orar, a predicar y hacer cuánta cosa agrade a Dios vislumbrando una gran cosecha de almas, pero al mismo tiempo seguir trabajando con todas las fuerzas, ímpetu, empeño y esmero para seguir dando testimonio en cada puesto de trabajo donde el Señor nos haya ubicado. Él nos pedirá cuentas, cuando regrese, de qué tan fieles hemos sido allí donde nos puso. Él nos dará galardones en función del uso que hemos dado a los talentos que él nos entregó en gracia para desarrollar su obra a través de nuestro ministerio.
¡Cristo viene! "Sí, ya lo sé". Pero por cuanto lo sé, voy a tener una ética conforme con esa realidad. No es una ética para un "cierto tiempo" previo a su venida. Es la ética que cada uno de nosotros debe vivir desde el mismo momento que recibe a Cristo y se monta en ese puente colgante para caminar hacia la segunda venida. No creo que sea casualidad que la primera carta, o al menos una de las primeras cartas, a la iglesia es la que habla ya del fin. El fin se acerca desde hace dos mil años y mi vida en general está condicionada por ello. Mi ética está condicionada por esos dos pilares y no hay lugar, ni tiempo, para la especulación y, en consecuencia, la aplicación de otras éticas a mi vida.
Fe, Esperanza, y Amor
miércoles, 27 de mayo de 2015
martes, 26 de mayo de 2015
El Padre y El Hijo
Hamartiología 1
La naturaleza del pecado
Objetivos del capítulo
Después de estudiar este capítulo, debería ser capaz de:
Resumen del capítulo
La doctrina del pecado es importante para nosotros porque afecta y sufre el efecto de otras doctrinas. Se han utilizado varios métodos para estudiar el pecado, pero el análisis de los datos bíblicos es el método que nos hace entender mejor el pecado y sus consecuencias. Las causas, el carácter y los resultados del pecado se pueden analizar mediante el estudio de los términos que para pecado se utilizan en las Escrituras. El pecado es cualquier mala acción o mal motivo que se opone a Dios. Dicho de forma simple, el pecado es no dejar que Dios sea Dios y colocar otra cosa u otra persona en el lugar correcto de supremacía que corresponde a Dios.
Cuestiones de estudio
1. ¿Por qué le resulta difícil a la gente en la cultura contemporánea hablar incluso del concepto de pecado?
La relación entre la doctrina del pecado y otras doctrinas
La relación entre la doctrina del pecado y otras doctrinas
La doctrina del pecado es muy importante y muy controvertida. Es importante porque afecta y recibe la influencia de muchas otras áreas de la doctrina. Nuestro punto de vista sobre la naturaleza de Dios influye en nuestra manera de entender el pecado. Si Dios es un ser muy alto, puro y exigente que espera que los humanos sean como él, entonces la más pequeña desviación del estándar ideal es pecado y la condición humana se encuentra en una situación muy seria. Si, por otra parte, Dios mismo es bastante imperfecto, o es indulgente, del tipo parecido a un abuelo quizá un poco senil que no es consciente de muchas cosas que pasan, entonces la condición humana no es tan seria. Por tanto, en un sentido real nuestra doctrina del pecado reflejará nuestra doctrina de Dios.
La dificultad de discutir sobre el pecado
Por importante que sea la doctrina del pecado, no es un tema fácil de discutir en nuestros días, por varias razones. Una es que el pecado, como la muerte, es un tema desagradable. No nos gusta pensar en nosotros como personas malas o malvadas. Sin embargo, la doctrina del pecado nos dice que eso es lo que somos por naturaleza. Nuestra sociedad enfatiza tener una actitud mental positiva. Se insiste en acentuar sólo las ideas y las consideraciones positivas, las posibilidades y logros humanos. Hablar de los hombres como pecadores es como gritar una blasfemia o una obscenidad en una reunión muy formal, digna y distinguida, o incluso en una iglesia. Está prohibido. Esta actitud general es casi un nuevo tipo de legalismo, cuya mayor prohibición podría ser: "No dirás nada negativo."
Métodos de estudiar el pecado
El tema del pecado se puede enfocar y estudiar de diversas maneras. Uno es el enfoque empírico o inductivo. Se pueden observar las acciones de los seres humanos contemporáneos o examinar las obras de las personas bíblicas, y después sacar conclusiones sobre su comportamiento y la naturaleza del pecado. En este caso las características generales del pecado se extraen de una serie de ejemplos específicos.
Términos para pecado
Términos que enfatizan las causas del pecado
La Biblia utiliza muchos términos para expresar el pecado. Algunos se centran en sus causas, otros en su naturaleza y otros en sus consecuencias, aunque estas categorías no siempre están bien delimitadas. La primera es la de los que enfatizan las causas del pecado, factores de predisposición que dan lugar al pecado.
Ignorancia
Una de las palabras del Nuevo Testamento que resalta una causa del pecado es ἄγνοια (agnoia). Una combinación de un verbo griego que significa "conocer" (γινώσκω- ginōscō, de γνόω– gnoō) y del alfa privativa, que se relaciona con la palabra agnóstico. Junto con sus palabras afines se utiliza en la Septuaginta para traducir verbos como שָׁגָה (shagah) y שָׁגַג (shagag), que básicamente significan "errar." Su derivación inmediata es de ἀγνοέω (agnoeō, "ser ignorante"). Esta palabra a menudo se utiliza en frases donde significa ignorancia inocente (Ro. 1:13; 2 Co. 6:9; Gá. 1:22). Algunas cosas hechas en ignorancia eran aparentemente inocentes a los ojos de Dios, o al menos él las pasaba por alto (Hch 17:30). Sin embargo, en otros casos las acciones de los ignorantes parecían ser culpables. Ef. 4:18 dice de los gentiles: "teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón." En dos pasajes, Hch. 3:17 y Pedro 1:14, es cuestionable si la ignorancia es culpable o inocente. En la primera, la inmediata apelación de Pedro a sus oyentes para que se arrepientan sugeriría responsabilidad. El único ejemplo de ἀγνόημα se encuentra en He. 9:7, refiriéndose a la visita anual del sumo sacerdote al Lugar santísimo para ofrecer sacrificio por él y "por los pecados de ignorancia del pueblo." Estos errores o ignorancias aparentemente eran tales que la gente podía ser castigada por ellos. Esto era ignorancia voluntaria: la gente podía haber sabido el camino a seguir, pero eligieron no conocerlo.
Error
Más abundantes son las referencias al pecado como error, esto es, la tendencia del hombre a extraviarse, a cometer errores. Los términos principales del Antiguo Testamento son שׁגָה (shagah) y שָׁגַג (shagag), sus derivados y las palabras relacionadas con ellos. שָׁגָה (shagah) se utiliza tanto de forma literal como figurativa. En su sentido literal se utiliza para ovejas que se extravían del rebaño (Ez. 34:6) y borrachos que tropiezan y se tambalean (Is. 28:7). Aunque el nombre relacionado מֹּשְגֶּה (mishgeh) se utiliza para un error accidental en Génesis 43:12, el verbo por lo general hace referencia a un error en la conducta moral. El contexto indica que la persona que comete el error es responsable de su acción. Un ejemplo particularmente claro lo encontramos en 1 Samuel 26:21. Saúl quería matar a David, pero David perdona la vida a Saúl. Saúl dice: "He pecado; vuelve, David, hijo mío, que ya no te haré ningún mal, porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He obrado neciamente, he cometido un gran error."
Falta de atención
Otra designación bíblica de pecado es la de falta de atención. En el griego clásico la palabra παρακοή (parakoē) tiene el significado de "oír mal o de forma incorrecta." En varios pasajes del Nuevo Testamento hace referencia a la desobediencia por falta de atención (Ro. 5:19; 2 Co. 10:6). El caso más claro es Hebreos 2:2–3, donde el contexto indica el significado que estamos sugiriendo: "Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme y toda transgresión y desobediencia [παρακοή] recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron."
Términos que enfatizan el carácter del pecado
En la sección precedente examinamos términos que resaltaban las causas del pecado, los factores que nos predisponían a pecar, en lugar del carácter o la naturaleza del pecado, aunque algo de esto último también está contenido en esos términos. En muchos casos, los pecados que examinábamos traían consecuencias relativamente menores. Sin embargo, ahora llegamos a un grupo de pecados que son tan serios en carácter que hay poca diferencia en por qué ocurren, qué provoca que los individuos los cometan. Su naturaleza es el tema crucial.
Errar el blanco
Probablemente el más común de los conceptos que resalta la idea de la naturaleza del pecado es la idea de errar. La encontramos en el verbo hebreo חָטָא (chata') y en el verbo griego ἁμαρτάνω (hamartanō). El verbo hebreo y sus palabras afines aparecen unas seiscientas veces y se traducen en la Septuaginta con treinta y dos palabras griegas diferentes, la más común de ellas, con mucho, es ἁμαρτάνω y sus afines.
Irreligiosidad
El pecado también es denominado irreligiosidad, en particular en el Nuevo Testamento. Una palabra prominente es el verbo ἀσεβέω (asebeō), junto con su forma nominal ἀσέβεια (asebeia) y su forma adjetiva ἀσεβής (asebēs). Este es el negativo de σέβω (sebō) que significa "alabar" o "reverenciar" y se encuentra siempre en voz media en el Nuevo Testamento. Ἀσεβέω es lo contrario del término εὐσεβέω (eusebeō) y sus afines, que son especialmente comunes en las Epístolas pastorales. El verbo εὐσεβέω y sus afines, junto con el término θεοσεβής (theosebēs) se utilizan para la piedad del devoto. Por tanto el conjunto de los términos que giran en torno a ἀσεβέω no significan tanto falta de santidad como irreverencia. Los encontramos particularmente en Romanos, 2 Pedro y Judas. "Impiedad" y sus afines puede ser la mejor manera de traducirlos.
Transgresión
La palabra hebrea עָבַר ('abar) aparece aproximadamente seiscientas veces en el Antiguo Testamento. Significa literalmente "atravesar" o "pasar"; en casi todos los casos se utiliza en sentido literal. Sin embargo, en algunos pasajes, la palabra conlleva la idea de transgredir una orden o ir más allá de un límite establecido. En Ester 3:3 se utiliza con una orden terrenal de un rey. Sin embargo, en la mayoría de los casos paralelos, se utiliza para transgresiones de mandamientos del Señor. Hay un ejemplo concreto en Números 14:41–42. El pueblo de Israel quiere subir al lugar que el Señor les ha prometido, pero Moisés dice: "¿Por qué quebrantáis el mandamiento de Jehová? Esto tampoco os saldrá bien. No subáis, pues Jehová no está en medio de vosotros: no seáis heridos delante de vuestros enemigos." El pueblo de Israel no tenía que transgredir el pacto de Dios (Dt. 17:2) o su mandamiento (Dt. 26:13). Otros ejemplos incluyen Jeremías 34:18; Daniel 9:11 y Oseas 6:7; 8:1.
Iniquidad o falta de integridad
Al pecado también se le caracteriza como una iniquidad. La palabra principal aquí es עָוַל ('awal) y sus derivados. El concepto básico parece ser la desviación del curso correcto. Por lo tanto, la palabra puede conllevar la idea de injusticia, fracaso en el cumplimiento del estándar de rectitud o falta de integridad. La idea de la injusticia queda clara en Levítico 19:15 "No cometerás injusticia en los juicios, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo." En el primer caso la falta de integridad se ve al no cumplir o mantener la justa ley de Dios. En el último caso, se ve la falta de integridad en la desunión en el individuo: una discrepancia entre el comportamiento o carácter presente y pasado.
Rebelión
Algunas palabras del Antiguo Testamento describen el pecado como rebelión, una idea bastante destacada en el pensamiento hebreo. La más común de estas palabras es פָּשַׁע (pasha') junto con su nombre פֶּשַׁע (pesha'). El verbo a menudo se traduce por "transgredir," pero la raíz significa "rebelarse." Se utiliza a veces para la rebelión contra un rey humano (por ejemplo en 1 R. 12:19), pero con más frecuencia se refiere a la rebelión contra Dios. Uno de los usos más vívidos de este último es el que encontramos en Isaías 1:2: "Crié hijos y los engrandecí, pero ellos se rebelaron contra mí."
Traición
Muy relacionado con el concepto de pecado como rebelión está la idea de pecado como abuso de confianza o traición. La palabra hebrea más común en esta conexión es מָעַל (ma'al), que en la mayoría de los casos denota traición a Dios. Se utiliza en Números 5:12, 27 sobre una mujer infiel a su esposo. El pecado de Acán de tomar cosas devotas es considerado "cometer una infidelidad" (Js. 7:1; 22:20). Un ejemplo excelente del uso de este término denotando traición contra Dios lo encontramos en Levítico 26:40: "Pero si confiesan su maldad y la maldad de sus padres, y su traición y constante rebeldía contra mí…" (NVI). En Ezequiel 14:13 y 15:8 Dios afirma que toda tierra que actúe de forma infiel contra él quedará desolada y vacía. Otra palabra hebrea, בָּעַד (bagad), se utiliza ocasionalmente para referirse a traición contra Dios (Sal. 78:57; Jer. 3:10; Mal. 2:11).
Perversión
El significado básico de la palabra עָוָה (awah) es "doblar o torcer." También significa "doblarse o arrodillarse." Este sentido literal lo podemos ver en Isaías 21:3 ("Me siento agobiado al oírlo y al verlo me lleno de espanto.") y 24:1 ("He aquí que Jehová devasta la tierra y la arrasa, trastorna su faz y hace esparcir a sus moradores"). En Proverbios 12:8 la idea pasa del plano físico al mental, desde un cuerpo retorcido (como en Is. 21:3) a una mente pervertida: "Por su sabiduría es alabado el hombre, pero el perverso de corazón es menospreciado." Las formas nominales derivadas de עָוָה hablan de destrucción de ciudades (Sal. 79:1; Is. 17:1; Jer. 26:18; Mi. 1:6; 3:12) y de distorsión de juicios: "Jehová mezcló un espíritu de vértigo en medio de él, y extraviaron a Egipto en toda su obra, como tambalea el ebrio cuando vomita" (Is. 19:14).
Abominación
La caracterización del pecado como abominación parece tener especial referencia con la actitud de Dios hacia el pecado y su efecto en él. "Abominación" es la traducción más común para שִׁקּוּץ (shiqquts) y תּוֹעֵבָה (to'ebah). Estos términos generalmente describen un acto particularmente reprensible para Dios, como la idolatría (Dt. 7:25–26), la homosexualidad (Lv. 18:22; 20:13); vestirse con ropas del sexo contrario (Dt. 22:5), sacrificar hijos e hijas (Dt. 12:31) o animales con defectos (Dt. 17:1) y brujería (Dt. 18:9–12). Estas prácticas eran casi nauseabundas para Dios. El término abominación indica que estos pecados no son simplemente algo contra lo que Dios se opone de mala gana, sino que son algo que le produce repulsión.
Términos que enfatizan los resultados del pecado
Algunos términos no se centran en los factores que predisponen al pecado, ni en la naturaleza del acto mismo, sino en las consecuencias que produce el pecado.
Agitación o inquietud
Se cree que la palabra רֶשַׁע (resha'), que normalmente se traduce por "impiedad," originalmente sugería el concepto de movimiento e inquietud. Relacionada con una palabra árabe que significa "estar suelto (de miembros)," la raíz de רֶשַׁע podría significar "estar inconexo, mal regulado, anormal, mal." Hay evidencia del significado literal en Job 3:17 ("Allí dejan de perturbar los malvados, y allí descansan los que perdieron sus fuerzas") e Isaías 57:20–21 ("Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto y sus aguas arrojan cieno y lodo. 'No hay paz para los impíos' ha dicho mi Dios"). Los impíos tienen que verse como causantes de agitación e incomodidad para ellos y los demás. Viven en confusión caótica y traen esa misma confusión a las vidas de los que están cerca de ellos. Este sentido moral siempre está presente cuando la palabra רֶשַׁע o una afín se aplica a los seres humanos.
Malo o malvado
La palabra רַע (ra') es un término genérico, que significa malo en el sentido de malvado. Por tanto, puede referirse a algo que es dañino o maligno, no únicamente a lo moralmente malo. Por ejemplo, se puede utilizar para comida que se ha puesto mala o para un animal peligroso. Puede significar aflicción o adversidad. Jeremías 42:6 cita a los capitanes del ejército cuando le dicen a Jeremías: "Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová, nuestro Dios, al cual te enviamos, obedeceremos, para que, obedeciendo a la voz de Jehová, nuestro Dios, nos vaya bien." Las palabras "sea bueno, sea malo" se podrían haber traducido aquí por "sea prospero o adverso." En Amós 6:3 leemos de un día malo. Esta palabra, por tanto, une el acto del pecado y sus consecuencias. En Deuteronomio 30:15 Dios pone ante la gente la elección entre "la vida y el bien, la muerte y el mal." Pueden escoger seguir los mandamientos de Dios, en cuyo caso el bien vendrá a ellos, o pueden desobedecer, en cuyo caso el resultado será malo: perecerán (v. 18).
Culpa
Aunque algunas de las palabras examinadas anteriormente implican la idea de culpa, en la palabra אָשַׁם ('asham) se hace explícita. Hablando del acto de pecar, אָשַׁם significa "hacer algo equivocado, cometer una ofensa, infligir un agravio." Se le ha hecho algo a alguien, algo malo por lo que se debe castigar al que lo ha hecho o se debe compensar a la víctima. Y, de hecho, en una tercera parte de los pasajes donde aparece אָשַׁם o una palabra relacionada, el significado es de "ofrenda de pecado." En Números 5:8 significa "indemnización del agravio." "Y si aquel hombre no tiene pariente al cual sea compensado el daño, se dará la indemnización del agravio a Jehová entregándola al sacerdote, además del carnero de las expiaciones, con que el sacerdote hará expiación por él." La idea en este caso y en muchos otros es que el daño ha sido hecho por el acto del pecado, y debe haber alguna forma de restitución para arreglar las cosas.
Problema
La palabra אָוֶן ('aven) literalmente significa "problema," casi siempre en un sentido moral. La idea que subyace es la de que el pecado trae problemas al pecador. Por eso Oseas se refiere a Betel, después de que se convirtiera en lugar de idolatría, como Bet-avén (casa de iniquidad" (Os. 4:15; 10:8). En los Salmos aparece con frecuencia la expresión "hacedores de iniquidad" (por ejemplo, 5:5; 6:8, etc.). El equivalente árabe significa "estar cansado, fatigado"; sugiere cansancio, pena, problema. El término hebreo parece expresar la idea de la consiguiente miseria, problema, dificultad y tristeza. Esta implicación del término está claramente explicado en su uso en Proverbios 22:8: "El que sembrare iniquidad, iniquidad segará."
La naturaleza esencial del pecado
Hemos visto que hay una gran variedad de términos para pecado, cada uno de ellos resaltando un aspecto distinto. Pero ¿es posible en medio de esta desconcertante variedad formular una definición amplia de lo que es pecado, identificar la esencia del pecado? Hemos visto que los pecados se caracterizan de forma variada en la Biblia como desconfianza, rebelión, perversidad, errar. Pero ¿qué es el pecado?
Sensualidad
Una sugerencia es que el pecado es sensualidad. Esta era la idea de Friedrich Schleiermacher entre otros. Según este concepto, el pecado es una tendencia de la naturaleza más baja o naturaleza física que controla la naturaleza más alta o espiritual. Esto hace que las advertencias de Pablo en contra de vivir "de acuerdo a la carne" se toman de forma bastante literal, y se base el pecado en el aspecto físico o material del humano. Esta concepción, que a menudo asume que la materia es inherentemente mala, es también destacada en el pensamiento de Agustín; en su caso procede de su propia lucha contra la sensualidad.22
Egoísmo
Una segunda idea es que el pecado es esencialmente egoísmo: La "elección del ser como fin supremo, lo cual constituye la antítesis del amor supremo a Dios." Este punto de vista fue mantenido por Augustus Strong, y, de una forma un tanto diferente, por Reinhold Niebuhr. Niebuhr sostenía que el egoísmo, la arrogancia, es la principal forma de oposición del hombre contra Dios.24
Sustitución de Dios
Una alternativa preferible a las ideas de pecado como sensualidad o egoísmo básicamente es la de que la esencia del pecado es simplemente no dejar que Dios sea Dios. Es colocar algo más, cualquier cosa, en el lugar supremo que le pertenece a él. Por lo tanto, escogerse a uno mismo en lugar de a Dios no es equivocado porque se haya escogido uno a sí mismo, sino porque se ha escogido algo distinto a Dios. Escoger un objeto finito frente a Dios es equivocado, no importa lo poco egoísta que este acto pueda ser.