jueves, 28 de mayo de 2015

Un poco de esperanza, basado en 1 a los Tesalonicenses

Una de las características de la iglesia de los últimos tiempos es la falta de predicación sobre la segunda venida de Cristo. Por la década del 70 y 80 era ferviente la temática de la parousía, pero luego la iglesia pasó a lo que podríamos llamar una modorra o apatía. ¡Cristo viene!… "Sí, ya lo sabemos", parecía contestar la iglesia. Y este tema no es menos importante que otros en el evangelio, pero además presenta un elemento que la sociedad actual necesita.

Analizando la misma, hablando o simplemente viendo a la gente, escuchando los comentarios que hacen o las discusiones que se levantan en la calle, notamos un factor común: desesperanza. Estamos ante un mundo desesperanzado. La desesperanza y, en algunos casos, la desesperación se debe al haber depositado su esperanza en ilusiones. Así como se produjo la desilusión, se produce la desesperanza. Fue una equívoca dirección de nuestra vida a valores, ideales, personas, instituciones (sociales, económicas, políticas o religiosas) que se presentaban muy convenientes o promisorias, pero en el momento desencadenante, donde la tensión urgía una respuesta o desenlace, dichos entes diplomáticamente difirieron su respuesta a otros o para el futuro (interminable) o respondieron en su ignorancia con evasivas.

Pablo observó y felicitó a los tesalonicenses por su fe, por su amor y por la constancia de su esperanza. Pero conforme continúa la carta el apóstol se inclina a reforzar la esperanza. Su concepto de esperanza, aunque sólidamente fundado en la persona de Jesucristo, las circunstancias naturales o esgrimidas por el entorno hicieron que se planteasen preguntas sobre el más allá y, por otro lado, que se desviaran en su conducta diaria.

La esperanza se la presenta en otro lugar como un ancla del alma. Si mi vida está anclada entonces pueden venir vientos, la marea puede subir o descender, las corrientes del agua pueden variar su curso, pero mi posición sobre la superficie de las aguas va a estar definida; no voy a estar a la deriva. El ancla encontró un punto fijo –una roca– en las profundidades invisibles del mar. No conocemos ni la forma ni el tamaño de la roca y, en rigor, cómo está anclada; sólo sentimos sus efectos: la estabilidad ante los cambios de superficie.

Stuart Briscoe comparó la fe y la esperanza con respecto a las venidas de Cristo y la vida cristiana en amor con un puente colgante que tenía dos fundamentos: la primera venida, cuya unión es la fe, y la segunda venida, cuya unión es la esperanza. La fe se soporta en el pasado, en el acontecimiento histórico de la primera venida de Cristo, fundamentalmente en su muerte y resurrección. Pero la esperanza se proyecta en un apoyo futuro. Un puente colgante necesita de ambas. El segundo apoyo le da solidez, estabilidad y dirección correcta a lo establecido por el primer apoyo. Finalmente, el camino que conduce de un margen del río al otro, o de un mundo al otro, está sostenido por cuerdas de amor. Aunque esos dos sólidos pilares estén allí inamovibles, el camino entre ambos no podría sostenerse a no ser por esas cuerdas que, en definitiva, unen directa o indirectamente los pilares con el camino.

El mundo sufre de desesperanza, pero nosotros tenemos un mensaje de esperanza. El mundo no sabe para dónde va, pero nosotros sí. El mundo piensa en el hoy, en cómo satisfacerlo y disfrutarlo sin pensar en el mañana, ni en las consecuencias de sus actos. Nosotros, en cambio, tenemos nuestra esperanza en la venida gloriosa de nuestro Señor. Pese a los fracasos y desaciertos que se apilan en la historia de la humanidad ante las vanas y mentirosas propuestas de falsos líderes e instituciones de todo tipo que buscaron y buscan lucrar con el dolor y la ignorancia humana, la gente sigue creyendo a la mentira. Es más fácil, menos comprometida, pero a la larga, desilusiona. Al no estar fija a esos dos pilares inamovibles, el histórico y el futuro, al no andar por el camino que conduce al futuro glorioso para el hombre, el futuro pensado por Dios, la persona sigue a tientas haciendo o deshaciendo lo que otros le dicen.

Pero la iglesia no escapa a la realidad de vivir en un mundo convulsionado por falsos profetas. No son pocos los religiosos dentro de la iglesia que han "profetizado" la datación de la venida de Jesucristo y han llevado a sus seguidores a realizar ciertos hechos curiosos o a dejar los quehaceres diarios para "recibir" al Señor. Pablo nos enseña que debemos estar expectantes, pero no desesperados; preparados, pero no ociosos. En otras palabras, debemos pensar en la segunda venida como si fuera a ocurrir dentro de un par de minutos, y estar preparados y prevenidos para ello pero, al mismo tiempo, compenetrarnos en nuestras actividades diarias como si la segunda venida ocurriese dentro de mil o dos mil años. Y esto implica todo una ética, una conducta.

Es muy común oír de algunos: "¿Para qué prepararme, si Cristo ya viene?" Inclusive: "¿Por qué estudiar tanto la Biblia, si lo que hay que hacer es salvar las almas, antes que venga Cristo, que está a las puertas?" Generaciones enteras fueron afectadas por esta filosofía e iglesias completas han sucumbido ante las falsas enseñanzas, rupturas y fallos morales por ignorar adrede las Escrituras. No se cuestiona el hecho de ganar almas para Cristo, en toda forma que se implemente la evangelización; pero debemos recordar que el fin de la iglesia no es sólo evangelizar, sino también discipular, es decir, edificarlas y solidificarlas en la fe. Al mismo tiempo, como ciudadanos de dos reinos, debemos ser testimonio, sal y luz en este mundo, para lo cual nuestra preparación y desempeño debe cobrar alturas de excelencia.

Mi sólida preparación a nivel "secular" como a nivel "espiritual" se complementan perfectamente, y deben hacerlo, ya que en realidad no existe tal división para el cristiano. Mi trabajo secular se hace espiritual porque lo hago para el Señor. La calle por la cual camino se hace santa porque la presencia de Dios en mí está pasando por allí. Y podríamos seguir dando ejemplos.

Mi esperanza en la venida de Jesucristo, el hecho de que viene a buscarme, me compele a la excelencia, a dar testimonio no sólo verbal, sino también paradigmático. Debo ser ejemplo de imitación para otros. Mis obras y mi conducta deben testificar por sí mismas y dar el sólido fundamento y respaldo para mi predicación. Es el hecho esperado de que Jesús viene el que me hace comportar de cierta manera, como también el hecho de que Jesús vino ya una vez a rescatarme de una vana manera de vivir. Por cuanto me salvó, me regeneró y me potenció con su Espíritu Santo puedo hacer cosas que antes no podía, pero por cuanto me va a salvar en forma total en el futuro, oriento todo ese potencial en esa dirección.

El mal aumenta, todos somos testigos de ello, independientemente del rincón del planeta en que nos encontremos. Aun el mundo incrédulo está notando esto. Aunque es motivo de oración y de acción, no nos debe alarmar: es algo esperable y predicho, pero también es la antesala del regreso glorioso de Jesucristo. Que el mal aumente no quiere decir que el anticristo ya haya entrado en acción, aunque su espíritu sí lo está desde el nacimiento de la iglesia. Lo que sí es claro por este pasaje y por la historia pasada, es que nos encontramos en los albores de una gran visitación del poder y de la presencia de Dios. ¿Debemos por esto abandonar todo y dedicarnos a orar y a predicar? No. Debemos dedicarnos a orar, a predicar y hacer cuánta cosa agrade a Dios vislumbrando una gran cosecha de almas, pero al mismo tiempo seguir trabajando con todas las fuerzas, ímpetu, empeño y esmero para seguir dando testimonio en cada puesto de trabajo donde el Señor nos haya ubicado. Él nos pedirá cuentas, cuando regrese, de qué tan fieles hemos sido allí donde nos puso. Él nos dará galardones en función del uso que hemos dado a los talentos que él nos entregó en gracia para desarrollar su obra a través de nuestro ministerio.

¡Cristo viene! "Sí, ya lo sé". Pero por cuanto lo sé, voy a tener una ética conforme con esa realidad. No es una ética para un "cierto tiempo" previo a su venida. Es la ética que cada uno de nosotros debe vivir desde el mismo momento que recibe a Cristo y se monta en ese puente colgante para caminar hacia la segunda venida. No creo que sea casualidad que la primera carta, o al menos una de las primeras cartas, a la iglesia es la que habla ya del fin. El fin se acerca desde hace dos mil años y mi vida en general está condicionada por ello. Mi ética está condicionada por esos dos pilares y no hay lugar, ni tiempo, para la especulación y, en consecuencia, la aplicación de otras éticas a mi vida.



Piccardo, H. R. (2006). Introducción al cuerpo epistolar del Nuevo Testamento: Tomo 1. Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.




(Por favor me confirma si lee este correo electrónico)

Muchas gracias.

Paz de Cristo!



ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor

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