PREFACIO DE LOS EDITORES
Fue en 1936 cuando apareció por primera vez la traducción del profesor Thomson de este medio volumen de la Dogmática de la Iglesia de Karl Barth. Al presentar esta nueva traducción, nuestra primera palabra debe ser de profunda gratitud por lo que hizo. Sólo ahora, con la finalización de la edición inglesa de la Dogmática de la Iglesia, somos capaces de apreciar adecuadamente el arduo trabajo intelectual y lingüístico que tuvo que realizar, en aquella primera etapa, para penetrar en el pensamiento de Barth y encontrar la manera de darle una articulación inteligible en inglés. Sin su trabajo pionero, la traducción de los volúmenes siguientes habría sido mucho más difícil y bastante menos exitosa. Mientras tanto, se han impreso unos 14.000 ejemplares de la traducción de Thomson, y su distribución por todo el mundo, no sólo en los países de habla inglesa, ha servido para introducir a muchas generaciones de estudiantes y lectores en la obra que más que ninguna otra ha cambiado el rumbo de la historia de la teología. El hecho de que la demanda de este volumen y de los siguientes, en inglés, no disminuya, desmiente los rumores siempre recurrentes (¡evidentemente difundidos por reaccionarios ilusos!) de que la influencia de Barth está en decadencia, y sostiene más bien que la teología moderna es consciente de que, lejos de eludir a Barth, o incluso de pasar a través de él, todavía tiene que alcanzarlo. Este creciente interés por la dogmática de Barth se manifiesta también en la persistente demanda de una nueva traducción de este medio volumen, hecha a la luz del resto y que unifique la edición inglesa de la Dogmática de la Iglesia en su totalidad. Ahora que ya está terminada, le seguirá en breve el Volumen Índice.
Remitimos a los lectores al Prefacio de los Editores a la Dogmática de la Iglesia I, 2, para algunas indicaciones sobre las dificultades que plantean para su traducción al inglés las formas de pensamiento características de Barth, así como su peculiar estilo alemán. No obstante, cabe mencionar aquí varios puntos de especial relevancia para esta obra. En su discusión sobre el carácter científico de la dogmática, el lenguaje de Barth refleja claramente la lógica y la filosofía de la ciencia que conoció en la década de 1920, sobre todo a través de su amigo Heinrich Scholz, a quien invitó a unirse a él en los seminarios cruciales que celebró en Bonn en 1930 para la elucidación del método teológico de San Anselmo. Sin embargo, su uso de términos técnicos era característico, en consonancia con su negativa a divorciar la forma del contenido material y su determinación de desarrollar el carácter científico de la dogmática en su propio terreno. Se ha procurado traducir su pensamiento al inglés con la mayor exactitud posible, pero se advierte a los lectores que no interpreten sus términos (por ejemplo, "analítico") simplemente a partir de su conocimiento de la filosofía lingüística actual, sino que se atengan a su uso real. Tal vez sea útil señalar que Barth reaccionó enérgicamente contra las tendencias nominalistas y convencionalistas de esta filosofía, incluso tal como la representaba el propio Heinrich Scholz. Dos términos en particular han dado mucho que pensar, Gegenstand y Seinsweise. A menudo, la mejor traducción al español de Gegenstand sería "sujeto" en lugar de "objeto", pero como esto se presta una y otra vez a graves ambigüedades en español, hemos mantenido sistemáticamente la traducción "objeto", dejando claro que no puede entenderse en un sentido "objetivador". En relación con Seinsweise, el propio Karl Barth coincidió una vez con nosotros en que "manera de ser" podría ser una mejor traducción al español que "modo de ser", aunque sólo fuera para evitar cualquier atisbo de "modalismo", que él rechaza por completo. Sin embargo, su intención de referirse aquí al τρόπος ὑπάρζεως* capadocio y al modus entis* de la ortodoxia protestante hizo evidente que sería mejor conservar la traducción "modo de ser" adoptada por Thomson. En todo caso, "manera de ser" parece desvirtuar en algunos contextos la determinación de Barth de pasar de una Trinidad "económica" a una Trinidad "inmanente" (es decir, ontológica)
La importancia duradera de esta obra puede señalarse brevemente llamando la atención sobre dos de sus características principales. (1) En ella, Barth intenta fundamentar la teología de la manera más rigurosa posible en la relación mutua entre Dios y el hombre, actualizada por la gracia divina en el ser de la Iglesia. Al mismo tiempo, su intención es liberar a la teología de su persistente tendencia a reducirse a una especie de antropología, y también establecer la libertad y racionalidad del sujeto humano en la dirección creativa de Dios a través de su Palabra. Gran parte de la letra pequeña de la Introducción y del primer capítulo representa el intento de Barth de establecer esta posición mediante argumentos en dos frentes, con el protestantismo modernista y con el catolicismo romano medieval, cada uno de los cuales, según él, a su manera, subordina erróneamente el conocimiento de Dios a un sistema de pensamiento antecedente e independientemente fundamentado. (2) En él, Barth intenta reconducir la teología moderna a sus fundamentos patrísticos en el dogma de la Santísima Trinidad, y mostrar que la raíz de la comprensión de la Iglesia de la Triunidad de Dios se encuentra en la revelación de Dios como Señor. Ataca consecuentemente la escisión que se desarrolló tanto en la teología católica romana como en la protestante entre el ser y la actividad de Dios, ya sea en la creación o en la redención, que condujo a la grieta fatal en el concepto básico de Dios evidente tanto en la división entre una teología natural independiente y la teología revelada como también en la separación entre el tratado sobre el Dios único y el tratado sobre el Dios Trino. Lejos de ser una mera inferencia o una deducción de una posición "más básica", la doctrina de la Trinidad pertenece por sí misma a la base misma de la fe cristiana y constituye la gramática fundamental de la teología dogmática. Al menos en este punto, Karl Barth ha sido seguido por algunos de los teólogos dogmáticos más eminentes, sobre todo en la Iglesia católica romana. En la introducción de su traducción de esta obra, el profesor G. T. Thomson afirmó que era "sin duda el mayor tratado sobre la Trinidad desde la Reforma", pero cuando se estudia en conexión con el volumen dos sobre la doctrina de Dios, bien puede afirmarse que es el mayor tratado de este tipo desde el De Trinitate de San Agustín.
Los editores desean expresar su agradecimiento al Sr. Richard H. Roberts, del New College de Edimburgo, por su ayuda con las pruebas de imprenta, y sobre todo a los editores y a la imprenta por su continua paciencia y cortesía al hacer posible esta nueva edición en inglés.
PASADENA Y EDIMBURGO, Trinity 1973.
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