jueves, 12 de diciembre de 2024

Mateo 24:29 a 25: 46 Comentario de Charles Swindoll

Aunque podríamos pasarnos volúmenes explorando los detalles de los acontecimientos del final de los tiempos, he decidido centrar la atención en el panorama general extrayendo siete principios (a menudo con aplicaciones relacionadas) del discurso de Jesús sobre los días que precederán a Su glorioso regreso y que lo incluirán. Estos principios se basarán principalmente en las profecías de Mateo 24:29-51 y 25:31-46, aunque también se extraerán algunas ideas de las dos parábolas relacionadas de Mateo 25:1-30. No explicaré punto por punto el significado de cada versículo, ni me adentraré en las turbias aguas de la especulación. En mi comentario sobre el libro del Apocalipsis ofrezco una explicación más completa de los detalles de los acontecimientos del final de los tiempos. Básicamente, me gustaría ofrecer una visión concisa de los puntos principales de Jesús en esta sección, junto con algunas palabras prácticas relativas a nuestra respuesta. En primer lugar, el retraso de Cristo puede ser largo, así que esperemos con paciencia. Como ahora está claro, desde el momento en que Jesús pronunció las palabras en el discurso del Olivar hasta su regreso, pasarían muchos siglos. Los discípulos originales sentados con Él en el Monte de los Olivos no tenían idea de que habría un retraso tan largo. Tampoco lo sabían las siguientes generaciones de la iglesia primitiva, que estaban viviendo una intensa persecución. Tampoco el fiel remanente de verdaderos creyentes que mantuvo viva la llama de la esperanza durante la Edad Media. Ni los reformadores, que veían su movimiento como una restauración del Evangelio antes de la Segunda Venida. Ni tampoco muchos entusiastas de las profecías de hoy, que se han convencido a sí mismos y a otros de que ciertamente somos la generación que experimentará el rapto de la iglesia. Sin embargo, Jesús dijo claramente que nadie puede saber cuándo comenzarán a suceder los acontecimientos del fin de los tiempos (24:36). De hecho, en la Parábola de las Diez Vírgenes, la figura del novio (que representa a Cristo) retrasó su venida (25:5). Del mismo modo, al relatar la Parábola de los Talentos, Jesús hizo notar que el amo volvió para ajustar cuentas "después de mucho tiempo" (25:19). El hecho es que la brecha entre Su primera venida y Su segunda venida es un retraso sólo desde nuestra perspectiva humana. No debemos olvidar 2 Pedro 3:8: "Para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día". El tiempo de Dios es diferente del nuestro. Por lo tanto, debemos estar siempre alerta, esperando pacientemente mientras trabajamos diligentemente. En segundo lugar, el regreso de Cristo será repentino e inesperado. Aunque debemos ser fieles en nuestra espera y fructíferos en nuestro servicio, nunca debemos acomodarnos demasiado en el mundo. En Mateo 24:37-39, Jesús comparó el contexto de su futura venida con los días de Noé y Lot: La gente llevaba una vida normal, ajena al hecho de que su maldad estaba a punto de ser juzgada. Del mismo modo, la última generación sobre esta tierra no esperará el repentino comienzo de los juicios en la Tribulación (24:39, 42-44, 50). A la luz del hecho de que Él vendrá tan inesperadamente como un ladrón (24:43), nuestra responsabilidad es clara: "Estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos pensáis" (24:44). En la Parábola de las Diez Vírgenes, las vírgenes prudentes estaban preparadas para la llegada repentina e inesperada del novio, y fueron acogidas en el banquete de bodas (25:6-10). Sin embargo, las vírgenes necias fueron sorprendidas con la guardia baja. Se quedaron fuera sin esperanza de entrar (25:10-12). La aplicación: "Estad, pues, alerta, porque no sabéis el día ni la hora" (25:13). En tercer lugar, el juicio de Cristo será irreversible. La gente necesita aprender a tomar en serio a Dios y Su Palabra. Él no vacila en Su voluntad ni tartamudea en Sus palabras. En Mateo 24 y 25 hay advertencias contra la demora en las decisiones, la falta de preparación y la esperanza de segundas oportunidades. Cuando llega el tiempo de la prueba de Dios, Él no califica en una curva, ni ofrece repeticiones o crédito extra. Los juicios serios y repentinos en el regreso de Cristo no son sólo metafóricos, diseñados para mover a la gente al arrepentimiento; son reales e irreversibles. Sólo tenemos una oportunidad de creer mientras estemos vivos: "Está establecido que los hombres mueran una sola vez y después de esto viene el juicio" (Heb. 9:27).
En cuarto lugar, cuando Cristo regrese, se revelará la verdad. En la parábola de las diez vírgenes, las vírgenes insensatas, que no estaban preparadas para la llegada del novio, se encontraron encerradas fuera de la fiesta de bodas, sin poder entrar (Mt. 25:8-11). Cuando llamaron a la puerta y pidieron entrar, el novio les respondió: "En verdad os digo que no os conozco" (25:12). Aunque los que fingen pueden jugar el papel de amigos fieles y guardar las apariencias durante un tiempo, al final, la verdad se manifestará. Ciertamente, es posible vivir la vida de un hipócrita y salirse con la suya durante mucho tiempo. Algunos cristianos actúan de una manera en público pero se comportan de otra en privado. A menudo, la familia y los amigos cercanos conocen la verdad, pero a veces incluso ellos se dejan engañar. Al final, sin embargo, ni el mejor charlatán ni el hipócrita más experimentado podrán engañar al Juez omnisciente. La verdad será revelada.


Quinto, cada individuo será personalmente responsable al regreso de Cristo. La misteriosa descripción de Mateo 24:40-41 nos dice que en la venida de Cristo dos personas estarán trabajando juntas en la misma ocupación, pero una será tomada y la otra dejada. Algunos entienden que esto significa que los que sean tomados serán rescatados del juicio venidero y por lo tanto llevados a un lugar seguro. Sin embargo, creo que es mejor entender a los tomados como los que son barridos en el juicio-paralelo a los malvados en el tiempo de Noé, mencionado en 24:38-39, donde Jesús dijo que "vino el diluvio y se los llevó a todos". Pero en cualquier caso, el punto se mantiene: Cada individuo será responsable de su propia fe o incredulidad. Usted no será capaz de estar detrás de su esposa o esposo, reclamar para sí mismo la fe de sus padres, o declararse inocente sobre la base de su apellido, membresía de la iglesia, o la participación en el ministerio. Uno será tomado en juicio, el otro dejado para heredar las recompensas del reino de Dios.

En sexto lugar, el futuro de los fieles será gozoso. Las promesas de Dios se cumplirán, y Él nunca olvidará a Sus propios hijos. Mateo 24:31 nos dice que al final de la Tribulación, el Hijo del Hombre enviará a Sus ángeles con sonido de trompeta para reunir a Sus elegidos de "los cuatro vientos", o, como dice Marcos, "desde el extremo más lejano de la tierra hasta el extremo más lejano del cielo" (Marcos 13:27). En otras palabras, desde el norte, el sur, el este y el oeste -hasta donde alcanza la vista- se reunirá a los creyentes en el reino mesiánico terrenal. Algunos han identificado erróneamente este acontecimiento con el rapto de la iglesia mencionado en 1 Tesalonicenses 4:16-17, pero la cita del Antiguo Testamento en Mateo 24:31 apunta a una reunión diferente de unos elegidos distintos. Isaías 11:12 dice que Dios "levantará estandarte a las naciones y reunirá a los desterrados de Israel, y congregará a los dispersos de Judá desde los cuatro puntos cardinales". Esta reunión ocurrirá en la segunda venida de Cristo, cuando Él venga en gloria (ver Mateo 19:28) -después de la Tribulación (ver 24:29). Como explica un comentarista: "Se trata de la reunión de aquellos que se habrán convertido en creyentes durante la Septuagésima Semana de Daniel y que se habrán dispersado por diversas partes del mundo a causa de la persecución (véase Mateo 24:16)."

Esta reunión de los elegidos en el reino también se describe en el gran juicio de "las ovejas y las cabras" en Mateo 25:31-46, en el que el Mesías invita a las ovejas que están a Su derecha -los justos- a "heredar el reino" (25:34-36). Aunque esta promesa está escrita en relación con el remanente de santos fieles que estarán en la tierra durante los últimos días de la Tribulación, antes de la segunda venida de Cristo, hay una aplicación para nosotros también: Dios honra la vida de fe y obediencia. Incluso promete recompensas específicas en el reino futuro por los actos de fidelidad en esta vida (25:21). Y, del mismo modo que los creyentes que sobrevivan al final de la Tribulación serán reunidos y recompensados con la vida en el reino, los creyentes de hoy -durante la era de la Iglesia- seremos arrebatados al cielo para encontrarnos con el Señor en el aire, basándonos únicamente en nuestra posición en Cristo (1 Tesalonicenses 4:16-17).


Por último, el destino de los perdidos será terrible. No hay manera de restarle importancia a esto. Los incrédulos, los que no están preparados para el regreso de Cristo, los hipócritas y los malvados injuriadores, serán consignados a un lugar donde habrá "llanto y crujir de dientes" (Mateo 24:51). La Parábola de los Talentos describe este lugar como "las tinieblas de afuera" (25:30). En otro lugar, se refiere a él como un lugar de "castigo eterno" (25:46). Cambiar nuestro destino eterno es algo que debe tener lugar en esta vida. La única forma de asegurarse la vida eterna es aceptar la muerte sacrificial y expiatoria de Cristo por nosotros y su milagrosa resurrección corporal (1 Co. 15:1-5). Somos salvos sólo por gracia mediante la fe sólo en Cristo, o no somos salvos en absoluto.

LOS DOS ADVENIMIENTOS DE CRISTO CONTRASTADOS
En Su Primera Venida ...
Vino con mansedumbre de siervo (Mateo 20:28).
Vino a buscar y salvar a los perdidos (Mateo 18:11; Lucas 19:10; Juan 3:17).
Vino como siervo para sufrir la ira por los pecadores (Mateo 16:21; 17:12; Marcos 9:12).
Vino a sembrar la semilla del Evangelio (Mt. 13:3-9; Lc. 8:11).
En Su Segunda Venida ...
Vendrá con poder como juez (Mateo 24:30-31; 25:31-46; Juan 5:26-29).
Vendrá en majestad y esplendor (1 Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 1:7).
Vendrá para juzgar y reinar (Hch. 10:40-42; 2 Co. 5:10; Apoc. 11:15).
Vendrá como vencedor para rescatar a los justos de la ira (1 Co. 15:51-52; 1 Ts. 4:15-17).
Vendrá a recoger la cosecha (Mt. 13:37-43)

Nadie sabe el día ni la hora
Desde Jesús a Pablo, desde Pedro a toda la Iglesia primitiva, todos estaban de acuerdo en que nadie sabe cuándo comenzará el Día del Señor ni cuándo regresará el Señor. Considere estos claros textos bíblicos:
    - "Pero de aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". (Mt. 24:36)
    - "Estad, pues, alerta, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor". (Mt. 24:42)
    - "Estad atentos, manteneos alerta, porque no sabéis cuándo llegará el tiempo señalado". (Marcos 13:33)
    - "Cuando se reunieron, le preguntaban diciendo: "Señor, ¿es en este tiempo cuando vas a restaurar el reino a Israel?". Él les respondió: 'No os corresponde a vosotros conocer tiempos o épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad.' " (Hechos 1:6-7)
    - En cuanto a los tiempos y las épocas, hermanos, no tenéis necesidad de que se os escriba nada. Porque vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche." (1 Tes. 5:1-2)
    - "Pero el día del Señor vendrá como un ladrón". (2 Pe. 3:10)
    - "Vendré como ladrón, y no sabréis a qué hora vendré a vosotros". (Ap. 3:3)
    - "He aquí que vengo como ladrón. Bienaventurado el que permanece despierto y guarda su ropa, para que no ande desnudo y los hombres no vean su vergüenza." (Ap. 16:15)

APLICACIÓN: MATEO 24:29-25:46

Tres preguntas que sólo tú puedes responder

En esta sección he adoptado un enfoque poco habitual. En lugar de repasar cada versículo explicando los detalles y respondiendo a algunas de las preguntas más complicadas, he optado por presentar el panorama general y centrarme en las implicaciones prácticas para todos nosotros. ¿Por qué? Porque cuando un día nos presentemos ante el Señor para rendir cuentas de nuestras vidas, no nos hará un examen teológico sobre la doctrina del fin de los tiempos ni un examen bíblico sobre pasajes clave del Rapto o la Segunda Venida. No nos dará una hoja en blanco y nos pedirá que dibujemos un gráfico del fin de los tiempos con todos los acontecimientos en el orden cronológico correcto. Más bien, seremos evaluados en base a cómo respondamos a tres preguntas vitales.


Primero, ¿cómo respondí a lo que oí? Algunos seguirán ignorando la verdad durante toda su vida, retrasando una decisión por Cristo día tras día, año tras año. Sin embargo, para entrar en la vida eterna, el evangelio de la salvación sólo a través de Cristo debe ser recibido por fe. Esto requiere una aceptación decisiva e inequívoca de quién es Él (el Dios-hombre) y de lo que hizo por nosotros (murió y resucitó). Creo que los acontecimientos del final de los tiempos descritos en Mateo 24 y 25 se exponen temáticamente, no de forma estrictamente cronológica, por una razón: para desviar nuestra atención de la tabla y dirigirla hacia el corazón.


En segundo lugar, ¿soy capaz de presentarme ante Cristo con plena seguridad? Debemos confiar en Cristo y sólo en Cristo para nuestra salvación. No se trata de un esfuerzo cooperativo, en el que Jesús hace su parte y nosotros la nuestra. Nuestros propios esfuerzos son una afrenta a la gracia absolutamente gratuita e inmerecida que recibimos por la simple fe. Así como no contribuiremos absolutamente en nada a nuestra futura resurrección corporal al regreso de Cristo, tampoco podemos contribuir en nada al poder que nos levanta de la muerte espiritual cuando aceptamos a Cristo por la fe. Nuestra seguridad de salvación se tambaleará y vacilará si depositamos siquiera una pizca de confianza para esa salvación en algo que no sea el Dios-hombre, que murió, resucitó y ascendió, y que un día regresará como Juez y Rey.


Tercero, ¿he estado viviendo mi vida como si Él pudiera llamarme a casa en este mismo momento? Ninguno de nosotros sabe cuántos minutos, horas, días o años tenemos por delante. Pero sí sabemos que todos tenemos un segundo menos de lo que teníamos hace un segundo. Nuestras vidas pasan, y también las oportunidades de servir al Señor y de amar a los demás con todo lo que tenemos. Los que hemos sido salvados por la fe estamos llamados a la fidelidad, no porque amar a Dios y amar a los demás con nuestras palabras y obras nos salve, sino porque estamos habitados e impulsados por el Espíritu Santo a vivir una vida nueva en Cristo. Las palabras de Jesús en el discurso del Olivar nos recuerdan una y otra vez que la fidelidad trae consigo la recompensa cuando Él regrese como nuestro tan esperado Rey.


 "¡HE AQUÍ EL NOVIO!" MATEO 25:1-13 Cuando vemos que el Nuevo Testamento compara la relación de Cristo con la Iglesia con la relación de un novio con su novia (por ejemplo, 9:15; 25:1-13), debemos comprender el contexto histórico y cultural de esta analogía. Las tradiciones matrimoniales del antiguo Oriente Próximo eran muy diferentes de las de nuestra cultura occidental del siglo XXI. En lugar de haber una única celebración, en las tradiciones matrimoniales judías hay varias etapas distintas. Los esponsales. Era mucho más oficial y legalmente vinculante que un compromiso moderno. Los padres de la novia y el novio sellaban un contrato. A continuación, comenzaban los preparativos para la ceremonia, que solía celebrarse un año o más después. Durante este periodo de esponsales, el hombre y la mujer se consideraban legalmente casados -aunque no vivían juntos- y los esponsales sólo podían romperse mediante una sentencia de divorcio. La presentación. Una vez terminados los preparativos del futuro hogar de la pareja y ultimados los arreglos, podía comenzar la siguiente etapa del matrimonio. Antes de la ceremonia, el novio salía de su casa y se dirigía a la de la novia, donde ella esperaba con sus amigas, las damas de honor. El novio la reclama como su amada esposa. La ceremonia. La presentación de la novia daría inicio a una larga fiesta conocida como la cena nupcial, que podría durar varios días. Los nuevos novios saldrían de la cena nupcial con todos los derechos, privilegios y responsabilidades de marido y mujer. La analogía del matrimonio de la Iglesia con Cristo refleja estas antiguas costumbres nupciales judías. En la previsión de Dios Padre, Él escogió a la iglesia "antes de la fundación del mundo" (Ef. 1:4). Así, cuando los pecadores se salvan, son desposados con Cristo, una relación vinculante que aún espera su completa realización. En el momento de la presentación, la Iglesia será raptada para encontrarse con el Señor en el aire (1 Tes. 4:17; cf. Mt. 25:1-13). Luego, en el banquete de bodas del Cordero (Ap. 19:7-9), el matrimonio será finalizado, y Cristo y Su pueblo tomarán sus lugares para reinar sobre la tierra (Ap. 20:4-6).


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


miércoles, 11 de diciembre de 2024

JACOB

JACOB

Jacob fue el tercero de los grandes patriarcas hebreos y el segundo de los mellizos de *Isaac y Rebeca. Se le presenta como uno que a veces manifestó episodios de gran fe y que en sus últimos años de vida mostró una profunda espiritualidad. A pesar de estas excelentes cualidades Jacob fue, en ciertos aspectos, un héroe poco corriente, ya que especialmente en la primera etapa de su vida estuvo fluctuando entre la piedad y la mundanalidad. En ocasiones fue un maquinador, como cuando engañó a su padre. Fue un astuto oportunista en su trato con su hermano *Esaú. Fue un padre amargado y furioso cuando perdió a *José. A veces fue un hombre egoísta, llegando a la conducta inmoral en algunos de sus tratos con su tío Labán. No obstante, en relación con algunos de estos defectos puede que hayan concurrido circunstancias atenuantes. Su mellizo, Esaú, tenía un carácter mucho más fuerte y estaba menos interesado en cuestiones espirituales que él; el propio Labán era un charlatán embaucador; y su madre, Rebeca, posiblemente le animo a reivindicar la hegemonía que se le había prometido frente a su hermano.

1. Patrón literario

2. Primeros años

3. Jacob en Harán

4. Los últimos años de Jacob

5. Evaluación de Jacob.

1. Patrón literario

El material sobre Jacob consiste de una serie de episodios biográficos que constituyen casi todos "los descendientes [tôlĕdōt] de Isaac" (Gn 25:19–35:22). Este material se encuentra situado entre el de *Ismael (hermano mayor de Isaac) y el de Esaú (hijo mayor de Isaac), ninguno de los cuales formaba parte del linaje de la promesa. Teniendo en cuenta las sugerentes líneas divisorias, y a tenor de que determinados casos aparece como estrechos paralelos el uno del otro, se ha propuesto que los acontecimientos individuales del relato de Jacob están unificados en el patrón literario de una estructura quiástica. La presentación más completa y convincente de esta posición es el análisis llevado a cabo por M. A. Fishbane:

A búsqueda del oráculo; Rebeca brega durante el alumbramiento; bĕkōrâ ("derecho de primogenitura"); nacimiento; temas de lucha, engaño, infertilidad (Gn 25:19–34)

B interludio; lucha; engaño; bĕrākâ ("bendición"); alianza con un extranjero (Gn 26:1–35)

C engaño; bĕrākâ robada; temor de Esaú; huida de la tierra (Gn 27:1–28:9)

D encuentro (verbo: pāga') con lo divino en un lugar sagrado cerca de la frontera; bĕrākâ (Gn 28:10–22)

E se abre el ciclo interno; llegada; Labán en la frontera; engaño; salarios (Gn 29:1–35)

F (Gn 30:1–43) Raquel estéril; Lea fértil (Gn 30:1–24) Raquel fértil; Jacob incrementa sus rebaños (Gn 30:25–43)

E' se cierra el ciclo interno; partida; Labán en la frontera; engaño; salarios (Gn 31:1–55)

D' encuentros (verbo: pāga' con seres divinos en lugares sagrados cerca de la frontera; bĕrākâ (Gn 32:1–32)

C' planificación del engaño; temor de Esaú; el don de la bĕrākâ devuelto; regreso a la tierra (Gn 33:1–20)

B' interludio; lucha, engaño; alianza con un extranjero (Gn 34:1–31)

A' cumplimiento del oráculo; Raquel brega durante el alumbramiento; bĕrākâ; muerte, resoluciones (Gn 35:1–22)

Este patrón demuestra una hábil prefiguración literaria que va creando una tensión dramática exquisita. Muchos de los temas vuelven a aparecer, para deleite del lector. Algunos de los juegos de palabras nos permiten vislumbrar el propósito del autor.

2. Primeros años

El material concerniente a los primeros años de Jacob está incluido en las secciones A y C del quiasmo (Gn 25:19–34; 27:1–28:9; véase 1 más arriba). Antes de narrar el episodio con Esaú, el autor cuenta tres asuntos solemnes: (1) Rebeca era la hermana de Labán de Padan-aram; (2) era estéril; y (3) después de que Isaac intercediera, concibió mellizos, cuyas luchas prenatales le provocaron considerables dificultades.

Jacob y Esaú nacieron cuando sus padres llevaban veinte años casados (Gn 25:20); Isaac tenía sesenta años en ese momento (Gn 25:26). Los mellizos nacieron, probablemente en Beer-lajai-roi (Viviente-que-me-ve) en torno al 2006 a.C., como respuesta a la oración (Gn 25:21). Antes de nacer forcejearon en el seno de Rebeca, un presagio de la lucha que iban a mantener durante toda su vida y en la historia futura de sus respectivas progenies. En el mundo del AT, el momento de ponerle nombre a un niño era una feliz ocasión. Esaú ("peludo") recibió ese nombre debido a su aspecto, pero el nombre de Jacob ("el que agarra por el talón" o, por derivación, "el que suplanta", que se parece a la palabra que designa el "talón") vino como consecuencia de su comportamiento inusual durante el nacimiento. Jacob y Esaú eran mellizos, pero se parecían poco entre sí. A medida que fueron creciendo, las diferencias entre ellos se hicieron evidentes, ya que Jacob eligió una vida tranquila y hogareña, permaneciendo cerca del hogar, probablemente trabajando no muy lejos en labores de pastoreo. Era un "hombre pacífico que habitaba en tiendas" (LBLA) y totalmente distinto a su hermano, que se dedicó a la peligrosa tarea del cazador (Gn 25:27). Jacob era el favorito de su madre, mientras que su padre sentía debilidad por Esaú.

En circunstancias normales, el primogénito recibía ciertos derechos de herencia, incluida una doble porción de la herencia material, la posición como cabeza de familia, con un énfasis especial en el liderazgo espiritual, y la *bendición en el "lecho de muerte" del padre. Tales costumbres reflejaban la práctica del mundo del antiguo Oriente Próximo. Por ejemplo, la hacienda familiar solía estar dividida en una serie de partes igual a la del número de hijos más uno, y el primogénito recibía dos partes. En relación con el liderazgo de la familia, C. F. Keil escribe lo siguiente: "Con los patriarcas, esta jefatura incluía el control sobre los hermanos y toda la familia [Gn 27:29], y, más importante todavía, la titularidad de la bendición de la promesa [Gn 27:4, 27–29], que comprendía la futura posesión de Canaán y la relación de alianza con Yahvé [Gn 28:4]" (Keil, 1.268–69). Atendiendo al orden de nacimiento, a Esaú le aguardaban estos privilegios especiales de primogenitura, pero Dios le dio a Rebeca un mensaje especial, mientras estaba embarazada de los mellizos, en el que le indicaba, entre otras cosas, que "el mayor servirá al menor" (Gn 25:23). Aunque Dios, en su propósito soberano, le concedió a Jacob estos privilegios del "primogénito", la manera en que Jacob se apropió de esas ventajas es considerada por algunos como artera y maquinadora, lo que quedó demostrado en dos sucesos independientes.

2.1. El derecho de primogenitura. La primera de las ocasiones en las que Jacob se apoderó de la posición de primogénito de Esaú fue en la adquisición del derecho de primogenitura. El incidente tuvo lugar un día en el que Jacob estaba cocinando un guiso de lentejas mientras Esaú volvía de una expedición de caza. Habría que puntualizar que en la cultura de la época, la preparación de la comida la realizaban tanto hombres como mujeres. Jacob se aprovechó de lo famélico que estaba su hermano y compró el derecho de primogenitura de Esaú por un plato de guiso. Si bien Jacob tomó esta oportunidad, el narrador comenta que "Esaú menospreció la primogenitura" (Gn 25:34). Según Hebreos 12:16, Esaú era una persona "profana", y Malaquías 1:2–3 dice que Yahvé amó (mantuvo una relación de alianza con) a Jacob pero aborreció (no mantuvo una relación de alianza con) a Esaú.

2.2. La bendición. La segunda ocasión en la que Jacob hizo gala de su taimada manera de adquirir los derechos prometidos ocurrió cuando su padre tenía 137 años; este material se presenta en la sección quiástica C (Gn 27:1–28:9; véase 1 más arriba). O bien Isaac no sabía nada del cambio de la primogenitura o no reconoció la transacción como válida, ya que le ofreció uno de los elementos concretos del derecho de primogenitura—la bendición en el lecho de muerte—a Esaú. Isaac le encargó a Esaú que cazara y preparara venado para inducirle al mejor estado de ánimo posible y darle esa bendición.

2.2.1. El engaño de Isaac. Rebeca escuchó las palabras de su marido a Esaú. Dado que tal bendición era considerada tan vinculante como lo sería un documento legal en la actualidad, ella y Jacob actuaron rápidamente para obtener la bendición para el propio Jacob. Deliberadamente engañaron a Isaac haciéndose pasar Jacob por su hermano, mediante falsedades y subterfugios. La bendición incluía promesas de fertilidad del suelo, la supremacía sobe otras naciones, el dominio sobre Esaú y sus descendientes y una promesa especial de que aquellos que bendijeran a Jacob serían bendecidos, y que aquellos que maldijeran a Jacob serían maldecidos. Comprensiblemente, al enterarse del engaño que había perpetrado Jacob, Esaú lo lamentó mucho y se volvió violento contra él.

2.2.2. La respuesta de Esaú. Esaú decidió matar a Jacob a la primera oportunidad que se le presentase, pero optó por posponer el asesinado hasta después de la muerte de su padre. Cuando Rebeca supo de las intenciones de Esaú, aconsejó a Jacob que huyera a *Harán, en Padan-aram, y se refugiara con su hermano Labán, justificando su consejo en la necesidad de que Jacob no se casara con una mujer cananea local, como había hecho Esaú, sino que buscara esposa de entre su propio pueblo. La endogamia (casarse dentro de un grupo selecto) parece haber sido el procedimiento recomendado durante la época patriarcal. La huida de Jacob se produjo cuando tenía unos setenta y siete años.

3. Jacob en Harán

3.1. Viajes de Jacob. Jacob habría viajado siguiendo la ruta de la cadena montañosa central, desde Beerseba hasta Hebrón, a través de Belén, pasado Jerusalén, y después por Gabaa, Mizpa y Bet-el (también llamada Luz), donde tuvo un sueño de una escala—más probablemente una escalera—que llegaba al cielo, con ángeles que ascendían y descendían por ella (Gn 28:10–22). Allí Dios le prometió a Jacob que su presencia continuaría acompañándole. A la mañana siguiente, Jacob ungió la piedra que había utilizado como reposacabezas para conmemorar la confirmación que Dios le había hecho de las promesas de la *alianza patriarcal, en virtud de las cuales se le aseguraba a Jacob la presencia protectora de Dios, y para recordarle determinados votos de aprecio (e.g., el diezmo de sus bienes) que había hecho. El compromiso de Jacob con Dios resultó fundamental en este punto de su vida, pues pronto iba a encontrarse en una cultura donde se adoraba a falsas divinidades. Tras esta ocasión tan importante y personal, Jacob cambió el nombre del pueblo de Luz y lo denominó Bet-el ("Casa de Dios"). Este encuentro divino se presenta en la sección quiástica D (28:10–22; véase 1 más arriba); la sección D' (Gn 32:1–32) describe otro encuentro divino. Pasado Bet-el, se interrumpe la cadena que va de norte a sur, pero la ruta general continúa hasta Siquem, Tirza y Bet-seán, donde esta ruta local se une a la vía internacional hacia Mesopotamia. La distancia total que Jacob habría recorrido de la misma sería de más de 640 kilómetros, o lo que es lo mismo, unos veinte días de camino.

3.2. Llegada de Jacob. Al llegar a Harán, Jacob se encontró con Raquel, la hija de Labán, que trabajaba como pastora. Dado que el pastoreo era una actividad generalmente reservada a los hombres, esto probablemente dé a entender que en ese momento Labán no tenía hijos. Después de darle a Raquel un beso de saludo, Jacob la ayudó quitando la pesada piedra que cubría el pozo. Tras presentarse como pariente suyo, Raquel informó a su padre de la llegada de Jacob y Labán le recibió en su casa. Jacob iba a pasar los siguientes veinte años como parte de la familia de su tío.

3.3. Matrimonios de Jacob. Transcurrido un mes desde que Jacob llegara a casa de Labán, su tío preguntó qué salario quería recibir Jacob. Puesto que Jacob deseaba casarse con Raquel y que en circunstancias normales un matrimonio incluiría un pago como una especie de "fondo fiduciario" que se le entregaba a la familia de la novia por parte del novio o de su familia, Jacob solicitó contraer matrimonio con Raquel a cambio de siete años de servicio a Labán. Durante la ceremonia nupcial celebrada al final de ese período, Labán sustituyó a escondidas a Raquel por Lea, excusando su comportamiento en la costumbre del país. A la luz del engaño de Jacob a su hermano y a su padre, resulta especialmente irónico que su suegro le estafara a él, no sólo en esta ocasión, sino de manera sistemática durante los veinte años que vivieron juntos.

Labán sugirió que tan pronto se cumplieran los siete días de celebraciones nupciales que acompañaron su matrimonio con Lea, Jacob podía casarse con Raquel, a condición de que trabajara para Labán otros siete años. Al darle a Zilpa y a Bilha por criadas a Lea y Raquel, respectivamente, Labán se aseguró de que cada una de sus hijas dispusiera de una criada personal que la ayudara en la realización de sus deberes.

3.4. Hijos de Jacob nacidos en Harán. Durante su servicio a Labán, Jacob tuvo una serie de hijos. Lea fue la madre de los cuatro primeros: *Rubén ("¡ved, un hijo!"), Simeón ("escuchado"), *Leví ("unido") y *Judá ("alabanza"). Debido a que no había tenido hijos, Raquel, llevada por los celos, le presentó a Bilha a Jacob con vistas a que tuviera hijos en su nombre. Entonces Bilha dio a luz a un hijo a quien Raquel llamó *Dan ("juez"); el segundo hijo de Bilha fue *Neftalí ("lucha"). Posteriormente, contagiada por ese espíritu de competición, Lea le dio a su sierva Zilpa a Jacob; Zilpa tuvo a *Gad ("una compañía") y a *Aser ("dichoso"). Después de nacer los hijos de las dos criadas, Lea dio a luz a *Isacar ("recompensas") y *Zabulón ("morada"); Lea fue también la madre de Dina ("juicio"). Tras los nacimientos de estos diez hijos y una hija, Dios le permitió a Raquel tener un hijo, a quien puso de nombre *José ("añadido"). El final del segundo ciclo de siete años de servicio de Jacob a Labán y el final de la esterilidad de Raquel le proporcionaron un estatus en la familia de Jacob, de modo que éste se sintió con la libertad de pedirle permiso a Labán para regresar a Canaán. (Más tarde, durante el viaje de regreso de la familia a Canaán, Raquel murió al dar a luz al duodécimo hijo de Jacob, *Benjamín ["hijo de la diestra"].) Aparentemente el servicio de Jacob a Labán había supuesto un gran beneficio, ya que en lugar de darle permiso a Jacob y a su familia para marcharse, Labán lo persuadió para que se quedara más tiempo. Como se demostró finalmente, el acuerdo fue beneficioso para ambas partes, pues Jacob pudo amasar sus propios bienes durante ese tiempo.

3.5. Posterior servicio de Jacob a Labán. Durante posteriores negociaciones sobre el salario, Jacob propuso que a cambio de pastorear los rebaños y las manadas de Labán, su parte fueran todos aquellos animales que no fueran de un solo color. Puesto que Labán sabía que los animales a rayas o moteados normalmente formaban tan solo una pequeña porción de la manada, accedió rápidamente a la propuesta de Jacob. Viendo otros contratos de la época parece ser que Jacob iba a recibir una parte mucho más pequeña de lo habitualmente le correspondía a los pastores, ya que documentos antiguos muestran que en algunas ocasiones recibían hasta un veinte por ciento de las crías que iban naciendo. El acuerdo ya era extremadamente favorable para Labán, pero tomó la precaución adicional de apartar a los animales abigarrados de la manada de cría y ponerlos bajo el cuidado de sus propios hijos. Respondiendo a la doblez de Labán, Jacob, que como pastor estaba familiarizado con los ciclos de reproducción de sus animales, sabía que la cría de ovejas robustas produciría corderos sanos. N. Sarna propone que las ovejas y cabras inusualmente marcadas eran híbridos que mostraban ciertos genes recesivos, y que cuando Jacob apartó a estos animales en concreto, los genes recesivos tuvieron una posibilidad mayor de aparecer (Gn 30:40). Pero evidentemente Jacob también creyó en la superstición de que el uso de ayudas visuales con la madre podía afectar las características de la descendencia. Parece ser que tío y sobrino estaban tratando de engañarse el uno al otro. Con todo, Dios bendijo a Labán con un gran aumento de sus propios rebaños y manadas (Gn 30:29–30), pero Dios bendijo a Jacob todavía más, y los animales multicolores se hicieron especialmente abundantes. El éxito de Jacob disgustó mucho a Labán y a sus hijos, y su actitud hacia su pariente se deterioró aún más.

Llegado ese punto, Jacob, que había trabajado para Labán otros seis años (haciendo así un total de veinte), recibió instrucciones especiales de Dios de que era el momento de que regresara a Canaán. Es interesante observar que, según Jacob, Dios se le identificó como "el Dios de Bet-el", recordándole a Jacob el voto que había hecho en Génesis 28:20–22. Clandestinamente hizo planes de viaje con sus esposas, quienes a causa de los tratos económicos de su padre con él, estaban dispuestas a partir con su esposo. Incluso, es posible que Labán hubiera adoptado a Jacob y estuviera pensando en desheredarle en favor de sus hijos que habían nacido con posterioridad a la adopción. Si ese era el caso, ciertamente se trataba de una medida severa. Tal adopción podría explicar el hecho de que, sin el conocimiento de Jacob, Raquel hubiera robado los "dioses" domésticos de Labán, que tal vez podían haber servido para garantizar los derechos de la herencia y ser reconocidos como evidencia tangible del derecho de Jacob a todo lo que él poseía (véase Ídolos, idolatría, terafines, dioses domésticos). Muchos especialistas, sin embargo, ponen en duda esta función de los "dioses domésticos" (tĕrāpîm).

3.6. Regreso de Jacob a Canaán. Para evitar un conflicto abierto, Jacob aguardó hasta que llegara el momento en que Labán estuviera preocupado con la trasquiladura de las ovejas. Tras esos veinte años llenos de incidencias, Jacob reunió a su familia y sus propiedades y partió hacia Canaán aproximadamente en 1909 a.C.

Cuando supo de la marcha de Jacob tres días más tarde, Labán se enfadó y salió en persecución del grupo de Jacob. Antes de que alcanzara a Jacob, Dios se apareció a Labán en sueños y le advirtió de que no impidiera el regreso de Jacob. Pudiendo desplazarse con mucha mayor rapidez que el grupo de Jacob, Labán lo alcanzó a la altura de Mizpa, en la región de Galaad, a unos 440 kilómetros de Harán, lo que sugiere que para su regreso Jacob había escogido la ruta de los reyes que sigue el borde occidental de la meseta transjordana. Labán se quejó agriamente a Jacob de que hubiera abandonado Harán encubiertamente, lo acusó de robar sus dioses domésticos y le reprochó a Jacob que con su partida secreta le hubiese impedido tener la oportunidad de celebrar una fiesta de despedida, tal como era habitual en esa cultura. Jacob le devolvió el reproche con una recriminación, explicando que su sigilosa marcha obedecía a su falta de confianza en su tío. Negó vehementemente el robo de los tĕrāpîm, recomendando incluso la muerte para el ladrón si se llegaba a encontrar a éste entre los suyos. Raquel, engañando a su padre, se sentó sobre los ídolos, invocando a su ciclo menstrual como excusa para no levantarse en presencia de su padre. Es posible que esta excusa fuera aceptada en parte porque, en el mundo antiguo, la sangre de la menstruación a menudo se creía que era una guarida para los demonios.

Posteriormente Labán declaró, casi en tono amenazante, que las esposas de Jacob eran sus hijas, que la familia de Jacob era su familia y que los bienes de Jacob eran sus bienes. Esta desagradable reunión concluyó con el acuerdo por ambas partes de no invadir los dominios del otro. Como testimonio de su acuerdo levantaron una columna en Mizpa. Por parte de Jacob, esto representaba el compromiso de que no tomaría otras esposas. Es posible que la columna también sirviera como una especie de hito que marcaba la frontera entre las áreas de influencia de los dos hombres. A continuación sellaron el acuerdo con una comida sacrificial (Gn 31:54), destacando así la solemnidad de la ocasión. Finalmente se separaron de forma amistosa.

3.7. Jacob en Mahanaim

3.7.1. Encuentro de Jacob con los ángeles. Veinte años antes, mientras iba camino de Harán, Jacob había visto una compañía de ángeles en su *sueño; ahora, en su viaje de regreso, volvió a ver una compañía de ángeles (Gn 32:1). Desde una perspectiva literaria, esto parece formar una inclusión, haciendo de la experiencia de Harán una unidad literaria. Del mismo modo que estas experiencias angélicas habían llevado a Jacob a nombrar el lugar Bet-el, también esta segunda manifestación angélica le llevó a nombrar el lugar Mahanaim ("dos campamentos").

3.7.2. Preparativos de Jacob para encontrarse con Esaú. Jacob quiso contactar con su hermano Esaú con un informe sobre su propio estado, así que envió mensajeros, que siguieron bajando por la ruta de los reyes hacia Seir; estos mensajeros regresaron con las alarmantes noticias de que Esaú y cuatrocientos hombres estaban viniendo a su encuentro. Temeroso, Jacob dividió su gente y animales en dos campamentos como medida de precaución, de manera que en caso de ataque uno de los campamentos pudiera escapar. Esto también ofrece una segunda explicación etiológica del nombre Mahanaim. Luego mandó a Esaú un generoso regalo como propuesta de paz.

3.7.3. Encuentro de Jacob con el ángel. Sintiendo temor ante la amenaza de hostilidad por parte de Esaú, Jacob envió a su gente y animales a la orilla sur del río Jaboc mientras él se quedaba en la orilla norte. Allí Jacob pasó una agónica noche en oración. En el transcurso de la misma experimentó una confrontación durante la cual luchó con el ángel de Yahvé. Al pelear, el encaje del muslo de Jacob se dislocó, dejándolo cojo. El ángel preguntó por el nombre de Jacob y a continuación lo cambió por el de Israel ("luchador con Dios" o, menos probablemente, "príncipe de Dios"). Entonces Jacob le pidió a este ser sobrenatural que le dijera su nombre, pero su petición fue denegada. No obstante, se le aseguró que la continua presencia de Dios estaría con él. Tras este memorable encuentro, Jacob nombró el lugar, cerca de los vados del Jaboc, Peniel ("cara de Dios"), porque, dijo, "He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida" (NVI).

3.7.4. Reunión de Jacob con Esaú. Al amanecer, a pesar de las garantías que se le habían dado la noche anterior, Jacob todavía estaba atemorizado cuando vio a Esaú acercarse con su comitiva. Dividió a su propia gente en tres grupos, los menos prescindibles acompañados por las siervas y sus hijos, el siguiente grupo con Lea y sus hijos, y el más protegido con Raquel y José. Jacob iba delante de los grupos, y al acercarse a Esaú se postró siete veces. Inclinarse era una expresión de respeto hacia un superior; repetirlo en siete ocasiones magnificaba el respeto de manera exponencial. Esaú lo recibió amablemente, abrazándolo entre lágrimas, sin ningún signo de ira o amargura. Esaú se ofreció a devolver los regalos de Jacob, pero a instancias de Jacob se los quedó. Esaú le imploró a Jacob que lo acompañara a Seir, su patria, pero Jacob declinó, alegando que los débiles y jóvenes de entre su grupo no podían seguir el ritmo. Entonces Esaú ofreció dejar algunos de sus propios hombres para que ayudaran; Jacob también declinó esta propuesta. De hecho, parece que Jacob no tenía ninguna intención de ir a Seir, ya que en lugar de viajar hacia el sur cambió de dirección y tomó rumbo al oeste, siguiendo más o menos el curso del Jaboc en dirección a Sucot, cerca del río Jordán. Tras vadear el Jordán, llevó a su grupo en dirección noroeste por el Wadi Faria hasta Siquem (identificado como Tell Balatah). En Siquem, compró propiedad y allí construyó un altar a El-Elohe-Israel (Dios, el Dios of Israel).

3.8. Continuación y conclusión del viaje de Jacob. En Siquem, Dina, la hija de Jacob, fue violada por el hijo del líder de una ciudad. Al enterarse de la violación de Dina, Jacob se mostró extrañamente reticente. Parece que estaba ansioso por preservar las buenas relaciones con sus vecinos, quizás por temor. Cuando Hamor pidió la mano de Dina en matrimonio, sus hermanos respondieron insistiendo en que todos los hombres de la ciudad debían circuncidarse. Mientras los hombres de Siquem estaban incapacitados por el dolor, los hermanos llevaron a cabo una terrible venganza. De este modo Jacob se convirtió en persona non grata y Dios le mandó que se fuera a Bet-el. Antes de partir, Jacob quiso purificar su campamento y tomó todos los "dioses extraños" y los enterró "debajo de una encima que estaba junto a Siquem".

En Bet-el, Dios se le apareció a Jacob y renovó la alianza con él. Mientras el grupo de Jacob viajaba de Bet-el a Efrat, Raquel falleció durante el nacimiento de Benjamín. Jacob erigió allí un monumento donde enterró a su amada esposa. Bajando más al sur llegó hasta Hebrón, donde todavía vivía su padre Isaac. Fue durante el tiempo de estancia en Hebrón que diez de los hijos de Jacob vendieron a José a una caravana de mercaderes ambulantes y le dijeron a su padre que José había muerto. Jacob se sintió devastado por la pérdida de su hijo favorito. Poco después de esa pérdida, Isaac murió. Para el entierro, a Jacob se le unió su hermano Esaú.

4. Los últimos años de Jacob

4.1. Viaje de Jacob a Egipto. Veinte años después de perder a José, la hambruna que asolaba la tierra hizo necesario que Jacob enviara al resto de sus hijos, excepto Benjamín, a Egipto para comprar grano. Allí fueron interrogados solícitamente por el egipcio al mando, sin saber que en realidad se trataba de su hermano José. Durante su entrevista, José les preguntó específicamente acerca de Jacob y Benjamín. José informó luego a sus hermanos que no podían recibir más sustento de Egipto a menos que estuvieran acompañados de Benjamín. Además, José hizo que sus siervos devolvieran a cada uno de sus hermanos lo que habían pagado por el grano. Más tarde, cuando se hubieron agotado las provisiones, Jacob pidió nuevamente a sus hijos que fueran a Egipto a comprar grano. Judá le recordó a Jacob que no podían comprar grano a menos que Benjamín fuera con ellos; finalmente, rindiéndose ante la insistencia de Judá, Jacob permitió que Benjamín fuera. A su regreso a Egipto descubrieron la identidad de José y fueran enviados de vuelta a Canaán con una invitación de parte de José para que toda la familia se trasladara a Egipto. Respondiendo a las noticias de que José estaba vivo y recibiendo los regalos que había enviado, Jacob viajó a Egipto cuando tenía 130 años para ver de nuevo a su amado hijo José. Tras ser presentado ante *Faraón, Jacob vivió en la región de Gosén durante diecisiete años; probablemente años de gozo y satisfacción. Murió a la edad de 147 años (Gn 47:28).

4.2. Muerte de Jacob. Poco después de su muerte, Jacob bendijo a los dos hijos de José y después a sus propios once hijos restantes. Su cuerpo fue embalsamado, y posteriormente llevado a Canaán para ser depositado en la cueva de Macpela, en Hebrón. Debido a que fue el padre de los progenitores de las doce tribus, a Jacob se le puede considerar como el padre de la nación que lleva el nombre que recibió en lugar de su nombre anterior, Israel.

5. Evaluación de Jacob

¿Qué impresión debería sacar el lector de Jacob? Está claro que la reputación de Jacob como engañador se ve corroborada por el relato bíblico, que plantea la pregunta de cómo puede Dios utilizar a personas como él. En la narración aparecen pocos juicios morales, así que esta conclusión debe ser una conclusión teológica. Sin duda este fue un caso de gracia divina aceptada por alguien especialmente necesitado de ella. Jacob no merecía estas bendiciones, pero Dios las concedió.

Véase también ESAÚ, EDOMITAS; ISAAC; ISRAELITAS; JOSÉ.

Bibliografía. L. Brodie, "Jacob's Travail", JSOT 19 (1981) 31–60; G. W. Coats, Genesis, with an Introduction to Narrative Literature (FOTL 1; Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1983); E. M. Curtis, "Structure, Style and Context as a Key to Interpreting Jacob's Encounter at Peniel", JETS 30 (1987) 129–37; J. L. Davis, Paradise to Prison: Studies in Genesis (Grand Rapids, MI: Baker, 1975); M. A. Fishbane, "Composition and Structure in the Jacob Cycle (Gen 25:19–35:22)", JJS 26 (1975) 15–38, reimpr. en M. A. Fishbane, Text and Texture: Close Readings of Selected Biblical Texts (Nueva York: Schocken, 1979) 40–62; H. Freedman, "The Book of Genesis", en The Soncino Chumash, ed. A. Cohen (Londres: Soncino, 1949); T. E. Fretheim, "The Jacob Tradition", Int 26 (1972) 419–36; R. E. Friedman, "Deception for Deception", BRev 2 (1986) 22–31; V. P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 18–50 (NICOT; Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995); A. J. Hoerth, Archaeology and the Old Testament (Grand Rapids, MI: Baker, 1998); C. F. Keil, The Pentateuch (3 vols.; Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1967 [1874]); A. Kempinski, "Jacob in History", BAR 14/1 (1988) 42–47; J. Kodell, "Jacob Wrestles with Esau", BTB 10 (1980) 65–70; C. Mabee, "Jacob and Laban", VT 30 (1980) 192–207; V. H. Matthews, "Jacob the Trickster and Heir of the Covenant", PRS 12 (1985) 185–95; H. A. McKay, "Jacob Makes It Across the Jabbok", JSOT 38 (1987) 3–13; S. McKenzie, " 'You Have Prevailed': The Function of Jacob's Encounter at Peniel in the Jacob Cycle", ResQ 23 (1980) 225–32; M. A. Morrison, "The Jacob and Laban Narrative in Light of Near Eastern Sources", BA 46 (1983) 155–64; N. M. Sarna, Understanding Genesis: The Heritage of Biblical Israel (Nueva York: McGraw-Hill, 1966); S. D. Walters, "Jacob Narrative", ABD 3.599–608 (esp. 3.600); J. H. Walton, Genesis (NIVAC; Grand Rapids, MI: Zondervan, 2001); G. J. Wenham, Genesis 16–50 (WBC 2; Dallas: Word, 1994); L. Wood, A Survey of Israel's History (ed. rev.; Grand Rapids, MI: Zondervan, 1986).


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


miércoles, 30 de octubre de 2024

William J. Seymour

En septiembre de 1999, visité los Archivos Nacionales en Washington, D.C., en busca de información sobre Simon Seymour, el padre de William Seymour. Había estado estudiando a William Seymour durante varios años, pero había encontrado nueva información. Esto fue antes de que mucha información genealógica estuviera disponible en línea, y las búsquedas eran difíciles.

Anteriormente, había visitado la ciudad natal de Seymour, Centerville, Louisiana, y me reuní con la esposa de Van Seymour, el sobrino de William. Ella compartió conmigo las circunstancias de la muerte de su madre. Después de la reunión, obtuve un certificado de defunción de la madre de William; sospecho que soy el primer investigador que lo encontró.

Una respuesta en el certificado de defunción me sorprendió. Preguntaba si ella era veterana de guerras anteriores, y la palabra "civil" estaba garabateada en el espacio. Sabía que eso era imposible; ninguna mujer sirvió en el ejército en la Guerra Civil. Me pregunté si Simon podría haber sido veterano. No lo creía. Hubo soldados negros en la guerra, pero eran soldados de la Unión. Simon vivía en el Sur profundo, tan al sur como se podía ir.

Siguiendo las nuevas pistas, busqué en la web. Alguien había catalogado una lista de soldados que sirvieron en las Tropas de Color de los Estados Unidos durante la Guerra Civil. Ahí estaba: Simon Seymour, de Louisiana. Todavía no podía estar seguro de que fuera "el" Simon Seymour.

A los pocos días estaba en Washington, D.C. El archivista me trajo una carpeta con el nombre de Simon Seymour. La cinta roja que sellaba el archivo había sido literalmente cortada, de ahí la expresión "cortar la cinta roja". En la carpeta había información que no se había visto en décadas. Es muy probable que hayan pasado décadas desde que alguien viera el contenido de la carpeta. Descubrí hechos nunca antes conocidos sobre el padre, la madre y los hermanos de Seymour. Para un historiador, era mejor que una mina de oro.

No hace falta decir que estaba en la gloria. Al salir de los Archivos, hay dos estatuas de sesenta y cinco toneladas que guardan las puertas delanteras. Las estatuas de Robert Aiken representan el futuro y el pasado. Al salir a la derecha, Future es una "mujer joven que contempla las cosas por venir. Sosteniendo un libro abierto que simboliza lo que aún está por escribirse". A la izquierda, Past es un "anciano que mira por los pasillos del tiempo. Sosteniendo un libro cerrado que representa la historia". Inscrito en el pedestal debajo de Past está esta paráfrasis de Confucio: "Estudia el pasado".1

Esa frase resume bastante bien mi vida. Amo la historia. Me encanta estudiar el pasado. Cuando estaba en la escuela primaria, teníamos la oportunidad de ganar un certificado por cada veinticinco libros que leíamos. Un año leí cien, la mayoría biografías. Todavía me emociona saber que un gran hombre o mujer puede cobrar vida en las páginas de un buen libro.

También amo el avivamiento: avivamiento ardiente, comprado con sangre, del Espíritu Santo y de fuego, avivamiento pentecostal. Nací en un avivamiento. Bueno, en realidad nací en un hospital, pero mi iglesia local estaba en servicios de avivamiento cuando nací. Tenía una deformidad en los pies y recibí sanidad cuando la iglesia oró por mí. ¿Por qué no iba a amar el avivamiento?

Cuando el amor por el avivamiento y el amor por la biografía se encuentran en un solo corazón, obtienes un libro como este. Es la historia de uno de los más grandes avivadores de la historia de la iglesia, William J. Seymour.

Seymour es mi héroe. Creo que es uno de los hombres más puros, santos y humildes que jamás haya vivido. Creció en la pobreza y la opresión. Conocía el amargo dolor del racismo y el odio puro. Sufrió una enfermedad que puso en peligro su vida y lo dejó ciego de un ojo. Las probabilidades estaban en su contra, pero prevaleció. Es un ejemplo casi perfecto de lo que significa ser un cristiano fiel. Seymour podría haber dicho: "Síganme como yo sigo a Cristo", como lo hizo Pablo, pero probablemente no lo habría hecho. (Ver 1 Corintios 11:1 MEV). De todos modos, quiero seguirlo.

Cuando publiqué por primera vez La vida y el ministerio de William J. Seymour a finales de 1999, fue la primera biografía completa de Seymour jamás publicada. Eso no quiere decir que otros no hayan escrito sobre él. Douglas Nelson escribió una disertación sobre su vida que fue muy útil en mi investigación. Cecil M. Robeck ha estado estudiando Azusa Street y Seymour más tiempo que yo. Sus obras publicadas también me han guiado. Les doy crédito a estos hombres por liderar el camino.

Han pasado más de veinte años desde que publiqué ese libro. Este libro reescrito fue todo un proyecto, pero también una oportunidad para hacer revisiones y adiciones y abordar errores y omisiones para aclarar aún más la vida y el legado de Seymour.

No quería simplemente presentar un libro antiguo con un nuevo editor. Quería que alguien que ya hubiera leído el original quisiera leer esta edición. Quería que fuera un libro nuevo. Creo que lo es. Hay nuevos capítulos, nuevo material de fondo y nuevas fotos. El recuento de palabras es un 25% más alto que el libro original. Este es un mejor libro. Rezo para que lo disfrutes.

Cuando Whitaker House publicó mi libro Charles Fox Parham: The Unlikely Father of Modern Pentecostalism, comenzamos a discutir la reedición de mi libro sobre Seymour. Mi amigo Tim Enloe me animó a seguir adelante y animó a un amigo de Whitaker House. Me doy cuenta de que es un gran problema para una importante editorial publicar un libro que ya ha estado impreso, incluso si fue autoeditado. No estaba seguro de si este libro se publicaría, pero Whitaker House eliminó mis dudas. Me siento honrado por su consideración del libro.

Después de haber recopilado materiales durante más de treinta años, me resulta difícil saber a quién agradecer por su ayuda. He merodeado en sótanos polvorientos de juzgados, bibliotecas públicas, seminarios y universidades de costa a costa. No solo investigué en los Archivos Nacionales en tres lugares diferentes; también visité ocho archivos estatales diferentes y al menos cuatro archivos denominacionales. He hecho docenas de llamadas telefónicas, escrito cientos de cartas y correos electrónicos, y pasado horas tratando de leer periódicos y revistas microfilmados descoloridos. Más recientemente, mi búsqueda me ha mantenido frente a una computadora durante días. ¿Estaría exagerando si dijera que mil personas han ayudado de alguna manera? Quizás no.

Sin embargo, una persona destaca por encima de todas las demás. Glenn Gohr, del Flower Pentecostal Heritage Center de Springfield, Missouri, ha sido un activo inconmensurable en toda mi investigación. Glenn sabe más sobre la historia pentecostal que nadie que conozco, y lo comparte con una falta de egoísmo sin igual. Glenn es un querido y confiable amigo. Recuerdo que hace más de veinticinco años, Glenn me dejó sostener y leer las ediciones originales del periódico Apostolic Faith por primera vez. Me quedé asombrado. Todavía lo estoy.

También quiero agradecer a mi familia. Compartir una casa con un investigador y escritor fanático puede ser un sacrificio. Eso ni siquiera comienza a contar la carga financiera que mi costoso hobby nos ha costado. No he tenido universidades que me patrocinen; no he tenido becas. Esta ha sido mi pasión, y una que mi preciosa familia ha soportado bien.

Cerré el prefacio del libro original diciendo: "Oremos todos para que el amor, la humildad, las lágrimas, el hambre y el poder pentecostal que fueron el espíritu de Azusa nos visiten nuevamente. Nuestro mundo, nuestra nación, nuestras iglesias necesitan el avivamiento del Espíritu Santo".

No podría decirlo mejor hoy de lo que lo dije entonces. Concédelo, Señor. Amén.


1 Jessie Kratz, "The National Archives' Larger-Than-Life Statues," May 22, 2018, National Archives Pieces of History, prologue.blogs.archives.gov/2018/05/22/.

Larry Martin, William J. Seymour: Pentecostal Trailblazer and Revered Pastor of the Azusa Street Revival (New Kensington, PA: Whitaker House, 2024).



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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


Charles F. Parham

A medida que he estudiado la vida de Charles Fox Parham, a menudo he pensado en "Él me eligió", una canción góspel escrita por el prolífico escritor de himnos Mosie Lister. Lister escribió: "Había tantos otros a quienes pudo haber elegido".

La pregunta que sigue viniéndome a la mente es: ¿por qué Dios eligió a Charles Parham como el improbable fundador de un gran movimiento espiritual? Al leer este libro, puede que te hagas la misma pregunta. Parham era un hombre muy imperfecto. Seguramente, había otros a quienes Dios podría haber elegido. Pero, en Su soberanía, Él eligió a Parham.

Un amigo mío bautista solía definir la soberanía como "Dios es Dios, y tú no lo eres". Tal vez eso diga todo lo que necesita decirse. Dios, que lo sabe todo, seleccionó un vaso marcado. Eso debería recordarnos que todos estamos marcados de alguna manera. El glorioso evangelio de Jesucristo se confía a vasos de barro. Si esa es la lección más importante de este libro, así sea.

Durante más de veinticinco años, he estado recopilando materiales para esta biografía. Hubo momentos en que no estaba seguro de si la escribiría. Hubo otras veces en que estaba bastante seguro de que no lo haría. He autopublicado varios libros, pero no quería publicar este yo mismo. Si iba a dedicar el tiempo y la energía necesarios a este proyecto, quería que tuviera una distribución más amplia.

Además, contar una historia como esta tiene riesgos. Hay pentecostales a quienes no les gustará este libro por las verdades inquietantes que saca a la luz. A algunos no les gustaré porque lo escribí. Demasiada gente preferiría mirar hacia otro lado, temiendo confrontar las debilidades de nuestros padres espirituales. Sin embargo, celebramos la Palabra de Dios porque pone al descubierto los fracasos de algunos de nuestros más grandes héroes bíblicos. Esperemos no repetir los mismos errores y aprender de nuestro pasado. Oro para que lo hagamos.

Por otro lado, algunos antagonistas pentecostales darán la bienvenida a este libro. Usarán la vida de Parham como un pincel para pintar un amplio lienzo contra todos los pentecostales. Tales ataques serían injustos. Los pentecostales nunca han aprobado los fracasos de Parham y nunca lo harán.

Soy pentecostal de toda la vida. Con ironía, me refiero a mí mismo como un "santo rodante de cáscara dura". Siempre sentiré una deuda con Charles Parham por restaurar el poder de Pentecostés a la iglesia. Me duele dar munición a sus críticos; sin embargo, por incómoda que sea la verdad, las partes feas de la historia siguen siendo la verdad.

A principios de 2021, recibí un mensaje de Dale Gentry, un amigo y un verdadero profeta. Dale dijo: "Larry, oigo al Espíritu decir que necesitas terminar lo que empezaste". Bañé la palabra en oración. Lamento admitir que tengo demasiadas tareas inconclusas. Sin embargo, mi mente seguía volviendo a esta biografía de Parham. Tal vez Dios quería que la terminara. Sabía que algún día se contaría la verdad desagradable. Podría ser contada por alguien con la intención de menospreciar a todos los pentecostales y carismáticos. Sentí que, como pentecostal, podía contar la historia con simpatía hacia Parham y el movimiento en general, presentando la verdad sin adornos.

Hace un tiempo, había escrito un capítulo del libro y luego lo había dejado en el estante. Sin embargo, envié ese capítulo al evangelista Tim Enloe, otro amante de la historia pentecostal. A Tim le gustó el capítulo y me animó a terminar el libro. Se puso en contacto con Don Milam en Whitaker House, y Don se puso en contacto conmigo. Después de pasar por un proceso de revisión, el libro fue aceptado por Whitaker. Estoy profundamente agradecido.

Este libro no habría sido posible si no hubiera contado con la ayuda de docenas de archivos y bibliotecas denominacionales, gubernamentales y educativas. No puedo enumerar a todos los que ayudaron con mi investigación, pero por favor sepan que mi agradecimiento es profundo. Glenn Gohr en el Flower Pentecostal Heritage Center, Gary W. Garrett en los Archivos Apostólicos, Daniel Isgrigg en el Holy Spirit Research Center, Esther Park en Fuller Theological Seminary y Karen Oakes en Apostolic Faith Bible College fueron especialmente útiles al proporcionar acceso a sus colecciones de material sobre la vida y el ministerio de Parham.

Estoy especialmente agradecido por mi esposa, Lynda, quien me animó mientras ella soportaba el proceso.

Que Dios esté con ustedes mientras viajan a través de la vida de Charles Fox Parham, el muy improbable padre del pentecostalismo moderno.



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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


miércoles, 9 de octubre de 2024

Prefacio a la segunda edición de Dogmática de Barth

PRÓLOGO

Los asuntos humanos -incluso aquellos sobre los que creemos tener algún control- a menudo toman un curso diferente del planeado. ¿Hominum confusione? ¿Dei providentia? Sin duda también lo segundo y de manera decisiva, y sin embargo de tal manera que en el lado humano todo es principalmente y per se confusio*, muchos planes no se llevan a cabo en absoluto, o se llevan a cabo de una manera muy diferente a la prevista.

Cuando hace cinco años publiqué La Doctrina de la Palabra de Dios como primer volumen de una Dogmática Cristiana en Esbozo, tenía a mano muchos materiales útiles y pensaba que debía y podía terminar el conjunto prometido en el tiempo que ahora ha transcurrido. Pero las cosas no fueron así. Cuando tuve ante mí el primer volumen impreso, me mostró claramente -independientemente de la experiencia de los demás, mucho más claramente de lo que podría haberlo hecho un manuscrito guardado en un armario- lo mucho que me queda por aprender, tanto histórica como materialmente. La oposición que encontró, al menos entre los colegas, fue demasiado general y vehemente, los cambios que se produjeron en la situación teológica, eclesiástica y general me dieron tanto en qué pensar, y la necesidad de mi pequeño trabajo sobre Anselmo de Canterbury era tan apremiante, que no pude prestar atención al coro, cada vez más numeroso, de preguntas amistosas o irónicas sobre lo que había sucedido con el segundo volumen, ni siquiera pensar en continuar en el nivel y la tensión del volumen inicial de 1927. Esto me quedó claro, por supuesto, cuando empezaron a agotarse los cuatro mil ejemplares de la primera edición de lo que se había publicado como primer volumen, y me enfrenté a la tarea de preparar una segunda edición. Se repitió mi experiencia de hace doce años al reeditar el Römerbrief. Todavía podía decir lo que había dicho. Deseaba hacerlo. Pero no podía hacerlo de la misma manera. ¿Qué otra opción me quedaba que empezar de nuevo desde el principio, diciendo lo mismo, pero de una manera muy diferente? Por lo tanto, debo gratificar o tal vez en parte molestar a mis lectores dándoles una revisión del viejo libro en lugar del esperado nuevo. Que al menos algunos crean que, desde mi punto de vista, este cambio de plan me ha sido impuesto por la presión de las necesidades externas e internas. Y que al menos a algunos les quede claro que hay buenas razones para esta inusual detención o cambio de dirección.

La modificación que he introducido consiste, en primer lugar y formalmente, en que he creído conveniente hacer mucho más explícita mi exposición. Esto se refleja inmediatamente en la relación entre el tamaño del libro y el material tratado. El libro es mucho más extenso y se ha comprimido mucho en algunas partes, pero sólo abarca la mitad del material tratado en la primera edición, por lo que sólo es medio volumen. Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? En los últimos cinco años todos los problemas han adquirido para mí un aspecto mucho más rico, fluido y difícil. He tenido que hacer sondeos más extensos y sentar bases más amplias. Y, sin embargo, me atrevo a esperar que el resultado haya sido hacerlo todo más sencillo y claro.

El crecimiento externo del libro está también relacionado con mi deseo de dar más espacio a la indicación de los presupuestos bíblico-teológicos y a las relaciones histórico-dogmáticas y polémicas de mis afirmaciones. He condensado todas estas cosas en las secciones interpuestas en letra pequeña, y he ordenado de tal modo la presentación dogmática que especialmente los no teólogos puedan leer con conexión aunque se salten estas secciones en letra pequeña. ¿Tengo que pedir a los teólogos sibaritas que no lean estas secciones solos? En un apuro, aunque sólo en un apuro, el texto puede entenderse sin ellas, pero no viceversa. Si en la mayoría de los casos he reproducido in extenso* pasajes tomados de la Biblia, de los Padres y de los teólogos, no ha sido sólo por el bien de los muchos que no tienen fácil acceso a los originales, sino para que todos los lectores tengan la oportunidad, más directamente de lo que sería posible por meras referencias, de oír las voces que estaban en mis propios oídos mientras preparaba mi propio texto, que me guiaron, enseñaron o estimularon, y por las que deseo ser medido por mis lectores. Nunca imagino que esas voces dijeran exactamente lo que yo digo, pero sí sugiero que lo que hay que decir y oír en dogmática hoy se entiende mejor, y en última instancia sólo puede entenderse, si nos unimos a la escucha de esas voces en lo que concierne a los pasajes bíblicos, es decir, al texto básico sobre el que todo lo demás y todo lo nuestro sólo puede esperar y comentar. Si hay quienes creen echar de menos la cita de una autoridad que consideran importante, deberían considerar que la dogmática sigue un principio de selección distinto del que se da en la presentación histórica en sentido estricto. De ahí que no haya seguido sistemáticamente las tesis contrarias implícita o explícitamente impugnadas por mí, ni siquiera las de mis adversarios y críticos especiales y directos del momento, sino que he seguido mi propio curso, retomando las tesis que me han causado algún tipo de impresión, y haciéndolo en el punto en que parece que sirven materialmente para avanzar o, en todo caso, para aclarar los problemas.

En cuanto al cambio de contenido entre la primera y esta segunda edición, el lector puede deducirlo del propio libro. Me contentaré aquí con algunas observaciones generales.

Al sustituir la palabra Iglesia por cristiano en el título, he intentado dar un buen ejemplo de moderación en el uso desenfadado de la gran palabra "cristiano" contra la que he protestado. Pero materialmente también he tratado de mostrar que desde el principio la dogmática no es una ciencia libre. Está ligada al ámbito de la Iglesia, donde sólo es posible y tiene sentido. Como los lamentos han acompañado el curso general de mi desarrollo, sin duda aumentarán ante esta evidente alteración. Pero algunos verán lo que he tenido en mente cuando en los últimos años, y de hecho incluso en este libro, he tenido que hablar a menudo con cierto vigor en contra, o más bien a favor, de la Iglesia. Sea como fuere, se verá que en esta nueva edición las líneas están trazadas más nítidamente en la dirección indicada por esta alteración.

Esto significa sobre todo que ahora creo comprender mejor muchas cosas, incluidas mis propias intenciones, hasta el punto de que en este segundo borrador he excluido en la medida de mis posibilidades todo lo que pudiera parecer que encuentra para la teología un fundamento, un apoyo o una justificación en el existencialismo filosófico. "¿La Palabra o la existencia?" La primera edición daba a la perspicacia, o quizá a la estupidez, algún fundamento para plantear esta pregunta. Puedo esperar que, en lo que concierne a mis propias intenciones, la respuesta esté ahora clara. En la primera empresa sólo puedo ver una reanudación de la línea que conduce de Schleiermacher a Herrmann, pasando por Ritschl. Y en cualquier continuación concebible a lo largo de esta línea sólo puedo ver la simple destrucción de la teología protestante y de la Iglesia protestante. No puedo ver ninguna tercera alternativa entre la explotación de la analogía entis*, que sólo es legítima sobre la base del catolicismo romano, entre la grandeza y la miseria de un supuesto conocimiento natural de Dios en el sentido del Vaticanum*, y una teología protestante que se nutra de su propia fuente, que se sostenga sobre sus propios pies y que se libere finalmente de esta miseria secular. De ahí que no me haya quedado más remedio que decir No en este punto. Considero la analogia entis* como un invento del Anticristo, y creo que por ello es imposible llegar a ser católico romano, siendo todas las demás razones para no hacerlo, en mi opinión, cortas de miras y triviales.

Decir esto es aclarar mi actitud ante la acusación que preveía claramente hace cinco años y que se ha planteado de inmediato a lo largo de toda la línea y en todos los tonos posibles, desde la preocupación amistosa hasta la franca ira, a saber, que histórica, formal y materialmente estoy siguiendo ahora el camino del escolasticismo. Parece que la historia de la Iglesia ya no comienza para mí en 1517. Puedo citar a Anselmo y a Tomás sin horror. Evidentemente, considero que la doctrina de la Iglesia primitiva es, en cierto sentido, normativa. Trato explícitamente la doctrina de la Trinidad, e incluso la del Nacimiento Virginal. Esto último es, obviamente, suficiente para que muchos contemporáneos sospechen que soy criptocatólico. ¿Qué voy a decir? ¿Me excusaré señalando que la conexión entre la Reforma y la Iglesia primitiva, el dogma trinitario y cristológico, y los propios conceptos de dogma y de Canon bíblico, no son en último término maliciosas invenciones mías? ¿O opondré a la indignación mi propia indignación ante la presunción que parece por su propia parte considerar la necesidad de ignorar o negar estas cosas, y por tanto un fideísmo epígono, como dogmas cuyos despreciadores se exponen de inmediato a la acusación de catolicismo? ¿O he de preguntar, tal vez mencionando nombres, por qué ninguno de los llamados teólogos positivos, de los que se supone que todavía hay varios en las universidades alemanas -ellos o sus predecesores llevaron a cabo una campaña bastante animada a favor de la "confesión" hace sólo veinte años- han acudido en mi ayuda en este asunto? ¿O he de preguntar qué o qué tipo de enseñanza creen que debe impartirse ahora sobre la Trinidad y el nacimiento de la Virgen? ¿O simplemente me asombraré del filisteísmo que cree que debe lamentar la "especulación" cuando no reconoce su propio eticismo, y no ve que no sólo los problemas más importantes, sino también los más relevantes y hermosos de la dogmática comienzan en el mismo punto en el que la fábula del "escolasticismo inútil" y el eslogan sobre el "pensamiento griego de los padres" nos persuaden de que debemos detenernos? ¿O debo reírme de la fonéticamente ridícula palabrería sobre fides quae* y fides qua*, con la que muchos obviamente piensan que pueden descartar de un plumazo toda la preocupación de la escolástica, ocupándose puntualmente de mí al mismo tiempo? ¿O debo más bien lamentar la confusión, el tedio y la irrelevancia cada vez mayores del protestantismo moderno, que, probablemente junto con la Trinidad y el Nacimiento Virginal, ha perdido toda una tercera dimensión -la dimensión de lo que por una vez, aunque sin confundirlo con la seriedad religiosa y moral, podemos calificar de misterio-, con el resultado de que ha sido castigado con todo tipo de sucedáneos sin valor, que ha caído más fácilmente víctima de camarillas y sectas tan incómodas como la Alta Iglesia, la Iglesia Alemana, la Comunidad Cristiana y el Socialismo religioso, y que muchos de sus predicadores y seguidores han aprendido finalmente a descubrir un profundo significado religioso en la intoxicación de sangre nórdica y en su Führer político? Por muy acertados que puedan ser estos diversos derroteros, no puedo sino ignorar la objeción y el rumor de que estoy catolicizando, y frente al enemigo repetir tanto más enfática y expresamente cuanto se ha deplorado en mi libro a este respecto. Precisamente en relación con este aspecto controvertido me siento particularmente valiente y seguro de mi causa.

Cabe hacer una última observación sobre la situación teológica actual. Se entenderá mejor este libro, ya sea en acuerdo o en oposición, cuanto más se conciba, como ya he dicho en el prefacio a la primera edición, como autónomo, y cuanto menos se conciba como representante de un movimiento, tendencia o escuela. También en este sentido pretende ser una dogmática de la Iglesia. Puedo dar por sentado que entre Eduard Thurneysen y yo existe una afinidad teológica que viene de lejos y que siempre se ha mostrado evidente. Además, entre mis colegas teólogos, ministros y no teólogos, conozco a muchos hombres y mujeres con los que simpatizo de todo corazón. Pero esto no constituye una escuela, y ciertamente no puedo pensar de esta manera tan enfática de aquellos que son comúnmente asociados conmigo como líderes o adherentes de la llamada "teología dialéctica". Es justo tanto para ellos como para mí que, también en su nueva forma, este libro no sea aclamado como la dogmática de la teología dialéctica. La comunidad en la que y para la que lo he escrito es la de la Iglesia y no una comunidad de esfuerzo teológico. Por supuesto, en la Iglesia hay una teología evangélica que hay que afirmar y una no-teología herética que hay que negar resueltamente. Pero me alegro de que en concreto* no sé ni tengo que saber quién está en qué lugar, de modo que puedo servir a una causa y no a un partido, y desmarcarme de una causa y no de un partido, sin trabajar ni a favor ni en contra de personas. Así puedo ser libre en relación tanto con los vecinos ostensibles como con los verdaderos, y responsable en la tierra sólo ante la Iglesia. Sólo desearía poder aclarar las cosas a quienes quisieran verme caminando del brazo con X o Y.

No ignoro que emprender hoy una dogmática de la Iglesia evangélica es intrínsecamente, y al margen de objeciones concretas, exponerse a dificultades que no puedo resolver fácilmente. Porque ¿dónde está hoy la Iglesia evangélica que desea ser tomada en serio y confesarse en el sentido del presente libro? ¿Acaso no me doy cuenta de que en el ámbito del protestantismo moderno las propias autoridades de la Iglesia no parecen tener un deseo más urgente que el de prestar la menor atención posible a la doctrina de la Iglesia? ¿No soy consciente de que incluso el interés doctrinal que existe en la Iglesia de hoy se centra en cuestiones muy diferentes de las que se tratan en este estudio básico? ¿No me doy cuenta de la falta de relación entre lo que hoy llena las cabezas y los corazones de todos y lo que pretendo exponer como estimulante e importante en estas páginas? ¿No me doy cuenta de lo probable que es que en amplios círculos de personas acostumbradas a prestar atención a la labor teológica en general surja de nuevo el grito de que aquí se ofrecen piedras en lugar de pan? Sí, soy consciente de todas estas cosas, y bien podría desanimarme pensar en ellas. Mi única respuesta puede ser que tengo prohibido desanimarme por pensar en ellas. Porque creo que hasta el mismo día del juicio esperaremos en vano una Iglesia evangélica que se tome en serio a sí misma, a menos que estemos dispuestos a intentar, con toda modestia, correr el riesgo de ser tal Iglesia en nuestra propia situación y en la medida de nuestras posibilidades. Creo entender a las autoridades actuales de la Iglesia mejor de lo que ellas se entienden a sí mismas cuando ignoro su conocido resentimiento contra lo que debería haber sido su tarea más importante, apelar de autoridades mal informadas a autoridades mejor informadas. Estoy firmemente convencido de que, especialmente en el amplio campo de la política, no podemos llegar a las aclaraciones que hoy son necesarias, y sobre las que la teología podría tener una palabra que decir, como de hecho debería tenerla, sin llegar antes a las amplias aclaraciones en y sobre la teología que son nuestra preocupación actual. Creo que se espera de la Iglesia y de su teología -un mundo dentro del mundo, no menos que la química o el teatro- que sigan con precisión el ritmo de sus propias preocupaciones relevantes y, por tanto, consideren bien cuáles son las necesidades reales del día por las que debe orientarse su propio programa. He comprobado por experiencia que, en última instancia, el hombre de la calle que tanto respetan muchos eclesiásticos y teólogos nos hará realmente caso cuando no nos preocupemos por lo que él espera de nosotros, sino que hagamos lo que se nos ha encomendado. De hecho, creo que, aparte de sus aplicaciones éticas, una dogmática eclesiástica mejor podría ser finalmente una contribución más significativa y sólida incluso a cuestiones y tareas como la de la liberación alemana que la mayoría de las cosas bienintencionadas que incluso tantos teólogos piensan de forma diletante que pueden y deben aportar en relación con estas cuestiones y tareas. Por estas razones me prohíbo desanimarme. Por estas razones me aventuro en lo que es realmente una aventura para mí también, dirigiéndome en pleno 1932 a una dogmática, y a una dogmática de tal compás. No he podido dejar de decir esto en señal de que me han afectado los muchos comentarios jocosos o serios que se han hecho al respecto.

Por deseo de los editores, cuento de buena gana, pero sin obligación, a mis lectores cómo espero continuar después del comienzo hecho con este medio volumen.

En primer lugar, en un segundo medio volumen, supongo que del mismo tamaño, pienso concluir los Prolegómenos a la Dogmática. Como en la primera edición, se dedicarán a terminar la doctrina de la revelación y, a continuación, la doctrina de la Sagrada Escritura y el anuncio de la Iglesia.

El segundo volumen debería contener la doctrina de Dios, el tercero la doctrina de la creación, el cuarto la doctrina de la reconciliación y el quinto la doctrina de la redención.

Lo que se llama ética lo considero como la doctrina del mandamiento de Dios. De ahí que no me parezca correcto tratarla de otro modo que como parte integrante de la dogmática, o elaborar una dogmática que no la incluya. En esta dogmática el concepto del mandato de Dios en general será tratado al final de la doctrina de Dios. El mandamiento de Dios desde el punto de vista del orden se tratará al final de la doctrina de la creación, desde el punto de vista de la ley al final de la doctrina de la reconciliación y desde el punto de vista de la promesa al final de la doctrina de la redención.

No necesito decir que tendré que disponer de muchos años para llevar a cabo el plan tal como ahora está previsto. Y todas las personas sensatas se darán cuenta de que en un asunto de tan amplias perspectivas no puedo comprometerme con pronunciamientos detallados a la luz de mi trabajo preliminar, sino que debo pedirles que crean, sobre la base de las indicaciones dadas, que al menos sé lo que persigo. "Si el Señor quiere, y vivimos" (Stg. 4:15).

BERGLI, OBERRIEDEN (Cantón de Zurich)

Agosto de 1932.

Karl Barth, Geoffrey William Bromiley, and Thomas F. Torrance, Church Dogmatics: The Doctrine of the Word of God, Part 1, vol. 1 (London; New York: T&T Clark, 2004), xi–xvii.
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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


Generalidades de la Escatología Bíblica

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