Importancia de obtener la membresía en una iglesia local. Hay creyentes sinceros que sienten cierta repugnancia a formar parte de una iglesia local determinada. Hay incluso quienes pretenden apoyar en la Escritura su equivocada actitud. Sin embargo, se trata de algo muy importante. El contexto entero del Nuevo Testamento, al hablar de iglesias locales, nos está indicando que todos los creyentes de una localidad determinada formaban parte de la «familia de la fe» (Gál. 6:10), a no ser que se les marginase como medida disciplinar correctiva.
El ser miembro de una iglesia implica tanto privilegios como responsabilidades, que deben extenderse a toda la familia eclesial. Los creyentes no pueden descuidar el servicio que deben prestar a su iglesia, ni ser negligentes en el testimonio que compromete a la comunidad. Rom. 12, 1.a Cor. 12, Ef. 4, etc., nos enseñan que somos miembros los unos de los otros, con la consiguiente vida de relación en verdad y amor, y no es lícito eludir la responsabilidad y el privilegio que ello implica.
La relación familiar que la iglesia local comporta, se muestra congregándose en un determinado lugar de culto, comunión, servicio, plegaria, observancia de las ordenanzas del Señor, donación generosa y afán misionero y evangelizador colectivos (1.a Cor. 16:2; 2.a Cor. caps. 8 y 9). La iglesia local es el lugar a donde han de ser encaminadas las personas ganadas para Cristo, y donde, mediante el ministerio de la Palabra, son después formadas y edificadas en la fe y en el reconocimiento de Cristo (Ef. 4:11–14; 2.a Ped. 3:18; Judas 20). ¿Dónde mejor que en la iglesia local vamos a hallar el lugar apropiado para educar a nuestros hijos en la disciplina y en la amonestación del Señor? (Ef. 6:4). Hebreos 10:25 exhorta a asistir con asiduidad a los servicios de nuestra iglesia. Romanos 12:13; Gál. 6:6; Heb. 13:16 nos recomiendan el sostener la obra de la iglesia y a sus ministros. Todo regenerado (y sólo él) debe hacerse miembro de una iglesia local.
F. Lacueva, La Iglesia, Cuerpo de Cristo, Curso de Formación Teológica Evangélica (Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE, 1973), 139–140.
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