martes, 27 de marzo de 2012

LO QUE VAMOS A ESTUDIAR HOY Y EL JUEVES: La Obra del Espíritu Santo

LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO.



"Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo".

Filipenses  1:6

¿Que es la obra del Espíritu?


Dios introdujo en el Nuevo Pacto una dimensión nueva: La dimensión del Espíritu. Esta no es simplemente una experiencia sino un proceso por medio del cual Dios perfecciona a los creyentes. La vida espiritual siempre ha sido  planteada por Dios de la misma manera. 

En Proverbios 4:18  se nos dice que "La senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto" (léase 2ª. Cor. 3:18)               


¿Cuándo comienza?


Las escrituras nos enseñan que el hombre sin Dios tiene el entendimiento entenebrecido,  que vive según la corriente del mundo, y  que su conciencia no percibe la voz de Dios. (Efesios 4:18; Efesios 2:2). En este estado moriría sin esperanza.  Pero a Dios le pareció bien escoger la predicación como medio de llevarle la salvación al hombre, por decirlo así, a su casa. (1ª Cor. 1:21) Esto quiere decir que Dios, por su Espíritu, y a través de su Palabra alcanza al hombre, pues la Palabra es la espada del Espíritu.

"Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre" (1ª.Pedro 1:23).

Jesucristo nos dice que este método no es otra cosa que el Espíritu Santo en acción:

(Juan 6:44; San Juan 14:6; Juan 16:8.) Así que la reacción del ser humano es bajo la presión del Espíritu de Dios.

Aquí se inicia la operación de regeneración que debe culminar con el perfeccionamiento del creyente.


El bautismo Del Espíritu Santo.


A un grupo de personas ya convertidas y que habían andado con el Señor por mas de tres años haciendo milagros y predicando el evangelio Jesús les dijo: "Porque Juan  ciertamente bautizo con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días... Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos en Jerusalén…" (Hechos 1:5 y 8).


Este grupo de personas en número de 120 se fueron al Aposento Alto y esperaron hasta que fueron llenos del Espíritu Santo. En ese día que estaban reunidos en Jerusalén varones piadosos de todas las naciones el apóstol Pedro predicó un memorable sermón y se convirtieron un gran número de ellos y fueron añadidos al grupo de creyentes  unas tres mil almas pero no nos dice que recibieron el bautismo del Espíritu Santo. Es decir que fueron añadidos a la Iglesia pero no recibieron el bautismo Espíritu Santo. (Hechos 2:41)    

 

En el caso del capitulo cuatro se  nos informa que el numero de los que creyeron fue como de cinco mil de los cuales tampoco se afirma que recibieran el bautismo del Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas.

En la ocasión de Samaria, Felipe les había predicado el evangelio pero ellos no habían recibido el bautismo del Espíritu Santo hasta que descendieron los apóstoles de Jerusalén. (Hechos 8:14-17). De estas personas se afirma que la obra de Dios había sido efectiva en ellos y que habían sido incorporados al cuerpo, pero todavía no habían recibido el bautismo del Espíritu, un verso que no debemos pasar por alto porque resume toda una posición doctrinal ya que la discusión que la genera es doctrinal: "Y Dios que conoce los corazones, les  dio testimonio, dándoles es Espíritu Santo lo mismo que a nosotros". (Hechos 15:7 –8) 

¿Cómo es esto posible? Esto es posible si comprendemos la escritura contenida en Gálatas 4:4 -6). Porque primero el Señor nos quito el yugo de en esclavitud y nos hizo sus hijos, luego, por cuanto éramos hijos, envió el Espíritu de su hijo…    

La palabra bautizar quiere decir "sumergir". Cuando somos bautizados en agua, somos "sumergidos en el agua. Cuando somos bautizados en el Espíritu, somos  "sumergidos"  en el Espíritu. 

Los cristianos somos bautizados, sumergidos, en el Espíritu por la experiencia del bautismo en el Espíritu. Pero somos bautizados, sumergidos, en el cuerpo por la obra del Espíritu Santo.  (1ª.Cor. 12:13). En la versión "Dios habla Hoy" dice: De la misma manera, todos nosotros, judíos, o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu.

No es escrituralmente sano pensar que siempre que la Biblia habla de la presencia del Espíritu o la acción del Espíritu Santo en nuestra vida se refiera al bautismo del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas.

Las sagradas Escrituras nos hablan de ser como Cristo, de tener su carácter, de proyectar su naturaleza, haciendo referencia a la identificación del cristiano con los principios y naturaleza del Cristo. (Romanos 8:9 y  Filipenses 2:5 – 7).

Una escritura que ha generado confusión por su fraseología es Efesios 1:13-14. Pero veamos otra versión: Lo recibieron como prueba de que Dios cumplirá su promesa cuando haya liberado totalmente a los que formamos su pueblo. Por eso, alabamos la grandeza de Dios. (Biblia Lenguaje Sencillo) El derramamiento del Espíritu sobre su pueblo es una reafirmación colectiva de que el plan de Dios es en serio.




 ¿Qué paso en el Jordán?


Es increíble pensar que la experiencia que se nos narra en los Evangelios sobre Cristo cuando fue bautizado pueda ser equiparada con el bautismo del Espíritu.

Cristo no tuvo que recibir el bautismo del Espíritu Santo porque "en el habita, corporalmente toda la plenitud de la deidad". Además; de Juan bautista se dice que fue lleno del Espíritu desde el vientre de su madre. ¿A quien se le ocurre pensar que Cristo fue inferior a Juan  si el mismo Juan  dice: Detrás de mi viene uno, el cual es primero, o mas grande, que yo…"? (Lucas 1:15)

 

¿Cuál es el regalo?


Ha habido también confusión en  el hecho de "recibiréis el don". Como la palabra "don" significa regalo y Cristo es el "don de Dios," y también nos ha sido dado. Algunos han llegado a decir que una vez que se recibe a Cristo se recibe el bautismo del Espíritu. Esto tampoco es cierto porque precisamente los discípulos que habían recibido a Cristo no habían recibido el bautismo del Espíritu, aunque algunos ya habían sido bautizados en agua como lo hemos visto.  El bautismo en agua no presupone el bautismo del Espíritu. Son dos experiencias diferentes.


El hablar en Lenguas.


No hay duda ni discusión de que los que recibieron el bautismo del Espíritu hablaron en Otras lenguas. Eso es evidente. (Hechos 2:4;  2:7 – 8, 10:45 – 46.)

Así es hoy todavía: Todo el que recibe el bautismo del Espíritu, habla en lenguas. La única forma de saber lo que esta ocurriendo dentro del hombre  es que de alguna manera externa lo sepamos. Y en el caso que nos ocupa esta señal externa son las lenguas.


Hagamos la diferencia


Tendríamos que hacer una diferencia entre las lenguas como señal  inicial y las lenguas como "carisma" o Don del Espíritu. La función del primero es detectar al que recibe el bautismo del Espíritu y la segunda es para la edificación del cuerpo de Cristo.


Una experiencia exclusiva el Nuevo Testamento.


No se pueden  ni se deben  comparar las experiencias espirituales acontecidas en el Antiguo Testamento  con la del bautismo del Espíritu Santo porque tienen muy poco en común. 


Las primeras eran una posesión en la que el poseído no siempre era conciente de lo que le acontecía y no entendía la experiencia. En el nuevo Testamento la experiencia es generalmente conciente y el que la experimenta no pierde su voluntad la Biblia dice: "y si alguno  habla y no hay quien interprete calle en la congregación y hable para si…" Esta disciplina supone mantener un dominio sobre la voluntad. Así que la manifestación del Espíritu Santo en el nuevo Testamento no anula al hombre.


La necesidad de recibir el Espíritu Santo.


El bautismo del Espíritu Santo es una necesidad:


Para empezar cuando Jesucristo prometió el Espíritu lo asocio a diferentes actividades Puntuales. 


  1. Cuando venga el Espíritu de verdad el os guiará a toda la verdad
  2. El Espíritu os enseñará todas las cosas
  3. El Espíritu os recordará
  4. El Espíritu tomará de lo mío y os lo hará saber
  5. En los Hechos capitulo uno el Señor les dice Me seréis testigos
  6. San Pablo enseña que el Espíritu Renueva
  7. El Espíritu Santifica.
  8. Pedro no enseña que el Espíritu Purifica.


(Juan 14:26; 16:14- 15; Hechos 1:8. 1ª.Cor. 6:11)


Una experiencia tan  extraordinaria que afecta tan profundamente no se puede tomar ligeramente. El bautismo del Espíritu es muy valioso. 


Los dones del Espíritu. 


Con la frase " No quiero hermanos que ignoréis" comienza el apóstol Pablo una disertación  sobre los dones del Espíritu. En la que nos descubre un campo inmenso  y profundo de donde podemos enriquecer nuestra alma con las inescrutables riquezas de Dios. (Leer capitulo 12 de 1ª. Corintios) Todos estos dones nos llegan por la vía del Espíritu Santo.


Palabra de sabiduría.

Palabra de ciencia o de conocimiento

Fe.

Dones de Sanidades.

El hacer Milagros.

Don de Profecía

Discernimiento de espíritus.

Diversos géneros de lenguas.

Interpretación de lenguas.


El fruto del Espíritu


El bautismo del Espíritu Santo trae consigo un efecto que perfecciona la santidad y capacita al hombre para que su vida sea todo cuanto Dios y el mundo esperan de los hijos de Dios.


Este fruto consiste de:


Amor.

Gozo.

Paz.

Paciencia.

Benignidad.

Bondad.

Fe.

Mansedumbre.

Templanza


Dice el apóstol: "Contra tales cosas no hay ley".


La vida en el Espíritu.-


El  hombre consta de dos dimensiones la carnal y la espiritual. La carne plantea un problema en la relación con Dios porque "no se sujeta a la ley de Dios, ni puede".  Porque "la carne siempre esta enferma". Es decir, la carne no es afín con Dios. Por tanto queriendo Dios relacionarse con el hombre y tener comunión con el, solo encontró una manera: Su espíritu. Por eso ha derramado de su Espíritu y ha hecho énfasis en vivir en esta dimensión.


El apóstol Pablo nos dice en Romanos 8:5: "Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; Pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu". Vivir en la carne o según la carne es complacerse  en las cosas que la carne demanda, no necesariamente pecaminosas, pero obviamente en mayor grado las que lo son.


Vivir conforme al Espíritu o según las inclinaciones del Espíritu  es poner primero los intereses de Dios y aquellas cosas que por ser afines a Su Espíritu, son edificantes. La visión de un hombre espiritual domina todas las áreas de su vida dándola así una dimensión espiritual a cada una de sus acciones.

La  Biblia afirma que si por el Espíritu dominamos las obras de la carne viviremos.

La certeza de que somos hijos de Dios viene reforzada por la seguridad de ser guiados por el Espíritu de Dios.


El Espíritu Santo y el Servicio


Aun desde el Antiguo Testamento para poder ministrar había que ser ungido. Ningún  sacerdote, jamás ministro sin haber recibido el aceite de la unción santa. En  el Nuevo Testamento encontramos la misma mentalidad. Cuando se anunció el Bautismo del Espíritu Santo se conectó a testificar con poder. Cuando se escogieron los diáconos en el libro de los Hechos se exigió que fueran varones llenos del Espíritu Santo. Así que siempre Dios ha querido que los que ministran lo hagan desde una perspectiva espiritual.




Hermano  Álvaro Torres


Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
Le esperamos!

sábado, 24 de marzo de 2012

Cuarta Advertencia!

4.       Cuidado con la Apostasía. 5.11—6.20

Acerca de esto tenemos mucho que decir, pero es difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño. El alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.

Es imposible que los que una vez fueron iluminados, gustaron del don celestial, fueron hechos partícipes del Espíritu Santo y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla. La tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida y su fin es ser quemada.

Pero en cuanto a vosotros, amados, estamos persuadidos de cosas mejores, pertenecientes a la salvación, aunque hablamos así, porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndolos aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo diciendo: «De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.» Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. Los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento, para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho Sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

A. No caigáis

1. Lentos para aprender

Una  exhortación a ser mejores estudiantes de la Palabra.

Un maestro con experiencia se da cuenta cuando los alumnos ya no están captando el material de la lección. Sabe que los alumnos no siempre progresan en su pericia en el aprendizaje y que a veces una llamada de atención o una corrección son apropiadas.

¿Cuantos años de preparación se necesitan para enseñar la fe cristiana? Los lectores iniciales de la carta ya deberían ser maestros.

La iglesia cristiana debe crecer para existir. Aquellos que han oído el evangelio y lo han aceptado en fe deben compartir su conocimiento con otros que necesitan instrucción.

¡Qué desilusión cuando un cristiano que ha recibido la oportunidad de dar testimonio de Cristo y de enseñar el evangelio rehúsa hacerlo porque se siente inepto!

¡Vosotros necesitáis leche, no alimento sólido! Cualquiera que se alimenta con leche, siendo todavía un niñito, no está familiarizado con la enseñanza acerca de la justicia. Pero el alimento sólido es para los maduros, quienes por medio del uso constante se han ejercitado para distinguir el bien del mal.

El escritor usa la metáfora de la leche para los niños y de la comida sólida para los adultos para estimular a sus lectores a un mayor actividad espiritual e intelectual.

El reproche del escritor es comparable a las duras observaciones de Pablo a los creyentes en Corinto: Hermanos, no pude hablarnos como a espirituales sino como a carnales—como a meros niños en Cristo. Os dí leche, no alimentos solidos, puesto que no estabais todavía listo para el mismo. En realidad, todavía no estáis listos. (1 Co. 3:1–2). Se les da leche a los muy pequeños, y cuando ya son mayores reciben comida sólida. Los infantes en la fe no pueden digerir el alimento sólido de la Palabra de Dios; necesitan en su lugar leche espiritual.

Cualquiera que se alimenta con leche … no está familiarizado con la enseñanza acerca de la justicia. Sacando la conclusión lógica de la ilustración de los niños que sobreviven solamente en base a leche, indica que así como los bebés no conocen la diferencia entre el bien y el mal, así los receptores de esta carta desconocen "la enseñanza acerca de la justicia". Un niño pequeño no está acostumbrado a tomar decisiones acerca de la conducta correcta, puesto que necesita ser enseñado diariamente.

Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en cuanto a la malicia y maduros en cuanto al modo de pensar. 1 Co. 14:20;

Así ya no seremos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error; Ef. 4:14.

Pero el alimento sólido es para los maduros, quienes por medio del uso constante se han ejercitado para distinguir el bien del mal.

Los adultos necesitan alimento sólido, no una dieta de leche, para ser nutridos. El escritor llama a los adultos gente madura—aquellos que constantemente están tomando decisiones acerca de la conducta ética. Su capacidad mental y espiritual se usa constantemente cuando distinguen entre el bien y el mal. Esta gente, desde la niñez hasta la madurez, se ha ido ejercitando y continúa ejercitando su sentido moral y espiritual. Los adultos son constantemente confrontados con decisiones morales que se deben tomar. Y a causa de su experiencia, los adultos están en condiciones de escoger sabiamente cuando les toca distinguir entre lo bueno y lo malo.

Los adultos obtienen un conocimiento por medio de la experiencia que todavía está ausente en los niños. A medida que los niños maduren, también ellos adquirirán un sentido moral para discriminar entre el bien y el mal.

Aplicación

Debemos cuidarnos de no criticar a los destinatarios originales de esta epístola, ya que nosotros mismos exhibimos tales características. Nosotros, que hemos escuchado el evangelio proclamado a lo largo de muchos años—muchos de nosotros desde la niñez—con frecuencia no demostramos discernimiento espiritual. Aunque tenemos la revelación de Dios en le Antiguo y en el Nuevo Testamento, seguimos siendo de lento aprendizaje.

La tarea de la iglesia es la de exponer las enseñanzas de la fe cristiana. La formulación de las doctrinas acerca de Dios, del hombre, de Cristo, de la salvación, de la iglesia, y del fin de los tiempos corresponde a toda la iglesia y no solamente a unos pocos teólogos talentosos que han sido instrumentos en la formulación precisa de estas doctrinas.

La iglesia, como cuerpo de creyentes, es el agente responsable de la formulación, adopción, enseñanza, y defensa de estas doctrinas de la fe. Por lo tanto, se exhorta a la persona cristiana a progresar mas allá del nivel de "las verdades elementales de la Palabra de Dios".

2. Enseñanzas elementales

Por lo tanto, dejemos las enseñanzas elementales acerca de Cristo y avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de las obras que llevan a la muerte, y de la fe en Dios, de la instrucción acerca de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos, y del juicio eterno.

Ellos no ignoran las enseñanzas elementales de la doctrina cristiana. Deben repasar las enseñanzas elementales acerca de Cristo, para estar listos para recibir mayor instrucción.

Los exhorta a que avancen hacia la perfección, habiendo dejado atrás las enseñanzas elementales. El escritor se incluye y se coloca a sí mismo en el nivel de sus lectores aunque, por ser el maestro, ocupa realmente una posición superior a la de los destinatarios de su carta. Esto implica que el escritor no ha logrado todavía la madurez en asuntos espirituales.

No echando otra vez el fundamento:

Dado que los lectores saben que para ser miembros de la iglesia deben tener un fundamento de arrepentimiento y fe, el escritor afirma que no es necesario volver a poner dicho fundamento.

del arrepentimiento de las obras que llevan a la muerte:

El primer componente del fundamento espiritual del cristiano es el arrepentimiento:

Pedro les dijo:

—Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo, porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame. Hch. 2:38;

Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo. Hech 3:19.

El arrepentimiento es una actividad que involucra la mente y el pensamiento de una persona—es un vuelco total en la vida de un creyente. Él ya no muestra interés en actividades que llevan a su destrucción.

Y de la fe en Dios:

Pedro, en el día de Pentecostés, exhortó al pueblo al arrepentimiento, y como resultado de ello tres mil creyentes fueron añadidos a la iglesia (Hch. 2:38, 41).

Instrucción acerca de los bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno:

La palabra baptismos, expresión en el plural probablemente exprese un contraste entre el bautismo cristiano y todos los otros lavamientos religiosos … conocidos por los lectores.

En Hechos, la imposición de manos resulta en el derramamiento del Espíritu Santo.

Otros pasajes demuestran que la práctica de imponer las manos sobre alguien está relacionada con la ceremonia de la ordenación para algún servicio.

Fuera de aquellas ocasiones que mencionan la imposición de manos en relación con las curaciones y con la bendición de Jesús a los niños, el Nuevo Testamento guarda silencio al respecto.

La próxima etapa en la instrucción del creyente es el conocimiento acerca de la resurrección de los muertos. Ya en el Antiguo Testamento se conocía la doctrina de la resurrección. En los días de Jesús y de los apóstoles el pueblo en general conocía la enseñanza acerca de la resurrección de los muertos, y los fariseos se separaron de los saduceos debido a que estos dos grupos discrepaban en cuanto a dicha doctrina.

Jesús enseñó la doctrina de la resurrección reclamándola para sí: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn. 11:25); los apóstoles hicieron de esta doctrina el fundamento de su proclamación del evangelio.

Hebreos 6:2 es el único texto del Nuevo Testamento que tiene la lectura juicio eterno. El pasaje que se parece un poco a éste es Hch. 2:25, que dice: "Pablo disertó sobre la justicia, el dominio propio y el juicio por venir. Que Jesús volverá "para juzgar a los vivos y a los muertos" es una enseñanza fundamental.

Dios quien tiene que abrir los corazones de la gente que recibe instrucción en las verdades de la Palabra de Dios.

3. Arrepentimiento Imposible

En los capítulos 3 y 4, el escritor de Hebreos analizó el pecado de incredulidad que resulta en la apostasía. Ahora, en una extensa oración (6:4–6), él desarrolla esa enseñanza más detalladamente. El énfasis recae, en esta oración, en su verbo principal, a saber, ser traídos al arrepentimiento (v. 6), que es introducido negativamente por medio de la frase es imposible.

Es imposible para aquellos que fueron una vez iluminados, que han gustado del don celestial, que han participado del Espíritu Santo, que han gustado de la bondad de la Palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, si caen, ser traídos de nuevo al arrepentimiento, porque para su perdición están crucificando de nuevo al Hijo de Dios y exponiéndolo a la vergüenza pública.

A todo lo largo de la epístola, el escritor ha exhortado a sus lectores a aceptar la Palabra de Dios en fe, y a no caer en el pecado de incredulidad que resulta en un juicio eterno.

¿Quién es la gente que se menciona en 6:4–6?

¿Qué sucede con la gente mencionada en 6:4–6?

¿Qué significó este pasaje (6:4–6) para los lectores originales de Hebreos?

¿Está el escritor haciendo sonar solamente una alarma de advertencia, o es que piensa que el ejemplo de los israelitas podría ser imitado por la gente a la que dirige su carta?

Las advertencias constantes, repetidas y sentidas del escritor demuestran de modo convincente que la apostasía puede acaecer. Una y otra vez él coloca ante los lectores la responsabilidad de proteger cada uno el bienestar espiritual del otro "para que nadie caiga siguiendo su ejemplo [el de los israelitas] de desobediencia" (4:11).

Es necesario hacer aquí una distinción:

El escritor habla de caer y perderse, y no de caer en pecado. Por ejemplo, Judas cayó y se apartó de Jesús y nunca regresó a él; Pedro cayó en pecado pero poco después vio al Jesús resucitado. Estos dos conceptos (apostasía y volver a pecar) nunca deben ser confundidos.

En 6:6 el escritor se refiere a la apostasía; tiene en mente a la persona que deliberada y completamente abandona la fe cristiana.

La apostasía no acontece de un modo repentino e inesperado. Es más bien parte de un proceso gradual, una declinación que lleva de la incredulidad a la desobediencia y a la apostasía. Y cuando llegan la caída y el apartarse de la fe, éstas llevan al endurecimiento del corazón y a la imposibilidad del arrepentimiento. El escritor, al usar el ejemplo de los israelitas, ha demostrado cuál es el proceso que desemboca en la apostasía.

Si los israelitas del tiempo de Moisés deliberadamente desobedecieron la ley de Dios y "recibieron su justo castigo" (2:2; y véase 10:28), "¿con cuánta más severidad creéis que merece ser castigado el hombre que ha pisoteado al Hijo de Dios?" (10:29).

Es imposible … ser traídos de nuevo al arrepentimiento.

¿Está acaso diciendo que Dios no permite (6:3) un segundo arrepentimiento?

¿O querrá decir que una persona que ha caído y se ha apartado del Dios vivo no puede ser traída nuevamente al arrepentimiento debido al corazón endurecido del pecador?

¿Es la iglesia incapaz de restaurar a un pecador endurecido y traerlo de nuevo a la gracia de Dios?

El pecador puede esperar el juicio de Dios que llegará a él como "un fuego devorador que consumirá a los enemigos de Dios" (10:27).

Es cierto, que Jesús dijo que con respecto a la salvación "para Dios todas las cosas son posibles (Mt. 19:26; Mr. 10:27; Lc. 18:27). Pero aquí, el contexto es distinto. Dios cambia el corazón del hombre pecador para hacer que éste sea receptivo al evangelio. Pero Dios no permite que el pecado deliberado quede impune. Es imposible traer nuevamente a una persona tal al arrepentimiento.

El Antiguo Testamento habla en varios lugares de las consecuencias de pecar deliberadamente contra Dios. Por ejemplo, en Nm. 15:30–31 Dios dice: "Todo aquel que peca desafiantemente, ya sea nativo o extranjero, blasfema contra el Señor, y tal persona debe ser cortada de su pueblo. Por haber despreciado la Palabra de Señor y quebrantado sus mandamientos, dicha persona debe ciertamente ser cortada; su culpa permanece con ella".

Familiarizado con las enseñanzas del Antiguo Testamento acerca de este tema, el escritor de Hebreos compara al hombre que pecaba rechazando la ley de Moisés con alguien "que pisotea al Hijo de Dios" y que "ha insultado al Espíritu de gracia" (10:29). Luego hace una pregunta retórica: "¿No recibirá la persona que ha ofendido al Hijo de Dios y al Espiritu Santa un castigo más severo que aquel que rechazó la ley de Moisés?" La respuesta es: por supuesto.

Pecar deliberadamente contra Dios con plena consciencia y conocimiento de la divina revelación de Dios constituye un pecado contra el Espíritu Santo (Mt. 12:32; Mr. 3:29; Lc. 12:10). Este pecado no tiene el perdón de Dios.

Las preguntas teológicas acerca de lo genuino del arrepentimiento y de la fe de la gente que reniega de Cristo quedan sin contestar. El escritor rehúsa juzgar a la gente; en lugar de ello les advierte en contra de caer en el mismo error que cometieron los israelitas en el desierto. El alienta a sus lectores a crecer espiritualmente y a continuar obedeciendo la Palabra de Dios.

Estamos frente a un misterio cuando vemos a Dios sacar de Egipto a la nación escogida, Israel, y luego destruir a la gente de veinte años y arriba en el desierto (Nm. 14:29); o cuando vemos a Jesús pasar una noche en oración antes de designar a Judas como uno de su discípulos (Lc. 6:12, 16) y más tarde declarar que Judas estaba "condenado a la perdición (Jn. 17:12); y también cuando vemos a Pablo aceptar a Demas como compañero evangelista y ver cómo éste años más tarde abandona a Pablo porque, en las palabras del mismo Pablo, "Demas amaba este mundo" (2 Ti. 4:10).

¿Es posible que verdaderos creyentes se aparten de Cristo?

El escritor exhorta sin cesar a los destinatarios de su epístola a permanecer fieles porque Dios es fiel. Dios no rompe la buena promesa hecha a su pueblo. "Dios no es injusto" (6:10). Por lo tanto, dice el escritor, "imitad a aquellos que por la fe y la paciencia heredaron lo prometido" (6:12).

4. Bendiciones de Dios

La tierra que bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella y que produce una cosecha útil para aquellos por quienes es labrada, recibe la bendición de Dios. Pero la tierra que produce espinos y abrojos no tiene valor y está en peligro de ser maldecida. Al fin será quemada.

En la sociedad agraria del siglo primero, la gente vivía mucho más cerca de la tierra que nosotros hoy en día. Cuando el escritor de Hebreos describe la lluvia, las cosechas, los espinos y los abrojos, sus lectores rápidamente entienden el significado de la ilustración del escritor. Nosotros somos más analíticos y nos gusta ver esta comparación en una presentación esquemática.

a. La lluvia sigue cayendo sobre la tierra como una continua bendición de Dios; la tierra bebe la lluvia.

b. Parte de la tierra es cultivada, y como resultado de esta diligente labor, continúa produciendo el fruto del campo para alimentar a la gente; a la vista de todos, Dios está bendiciendo la tierra, los labradores y las personas que reciben las cosechas.

c. Aunque la lluvia continúa cayendo también sobre la otra parte de la tierra, nadie trabaja el campo, ni siembra la semilla ni planta los brotes. El dueño del campo no parece mostrar interés en su tierra, por lo que los espinos y los abrojos han tomado el lugar de los plantíos que don cosecha. Con el tiempo la tierra inútil será limada de estos espinos y abrojos por medio del fuego.

Las bendiciones de Dios, en forma de lluvia, continúan cayendo sobre la tierra. La estructura de la tierra, junto con la diligente labor de los labradores, produce una cosecha; pero al faltar labradores que trabajen la tierra, la lluvia sólo nutre espinos y abrojos que crecen en abundancia. Por analogía, los creyentes y aquellos que han caído en la incredulidad reciben continuas bendiciones. Si el corazón del hombre es malo, ni aun todas las bendiciones de Dios conseguirán hacerle prosperar espiritualmente. En vez de bendiciones de Dios, al ser rechazadas por un corazón incrédulo es condenado.

Cuando el nuevo nacimiento es evidente y las bendiciones de Dios son recibidas con acción de gracias, la vida espiritual se desarrolla y produce frutos. Las palabras de Jesús ("por su fruto los conoceréis" [Mt. 7:20]) aclaran lo que sucede. No solamente la lluvia, sino la lluvia y el trabajo hecho para cultivar la tierra determinan la cosecha que el campo produce.

Aunque hablamos de esta manera, queridos amigos, estamos persuadidos de mejores cosas con respecto a vosotros—cosas que acompañan la salvación. Dios no es injusto; no olvidará vuestra labor y el amor que le habéis mostrado al haber ayudado a su pueblo y al continuar ayudándolo.

El pastor-maestro habla palabras de tierno amor a su pueblo. Se dirige a ellos como a amigos queridos y por medio de estos términos les transmite el amor pastoral que siente por ellos. El escritor desea decir que, en su opinión, los lectores son herederos de la promesa de salvación. Los destinatarios de su epístola no deben pensar que ellos son los apóstatas descritos en el pasaje anterior. Todo lo que el escritor desea hacer en estos versículos es advertirles para que eviten la incredulidad. Y ahora alienta a sus lectores asegurándoles que ellos recibirán mejores cosas que tienen que ver con su salvación.

Contrastando el miserable destino del apóstata con la gloriosa herencia del creyente. Los creyentes están seguros de cosas mejores que están por venir—cosas estrechamente relacionadas con la salvación.

La Escritura enseña que Dios perdonará la maldad y nunca más recordará los pecados (Jer. 31:34) de aquella gente que conoce al Señor y que tiene su ley escrita en su corazón. Dios olvida el pecado, pero recuerda los hechos de bondad efectuados en beneficio de su pueblo.

Los lectores demostraron su amor por el prójimo cuando las dificultades y privaciones eran evidentes, y continuaron demostrando abnegado amor. Este amor es fruto de un corazón regenerado y está siempre listo a servir al pueblo de Dios. Sus vidas son ejemplo del campo que produce una cosecha útil para el pueblo de Dios, en marcado contraste con la descripción que le escritor hiciera del campo enmalezado de espinos y abrojos.

Dios es justo. No se olvida de bendecir aquello que es bueno ni de castigar lo que es malo. Sobre aquellos que han caído y han endurecido sus corazones, él trae juicio; sobre aquellos que reflejan las virtudes de Dios, él derrama su bendición. ¿Y cuáles son estas bendiciones? En esta vida terrenal el creyente recibe fuerza para resistir la tentación y las pruebas de modo tal que su fe continúe creciendo y desarrollándose; en la vida de la era venidera estas bendiciones consisten en estar con Jesús eternamente y en apropiarse totalmente de la realidad de la salvación.

Deseamos que cada uno de vosotros demuestre esta misma diligencia hasta el fin, para asegurar vuestra esperanza. No deseamos que os volváis indolentes, sino que imitéis a aquellos que por medio de la fe y la paciencia heredan lo prometido.

Lo que él quiere ("deseamos") es que cada uno, individualmente, demuestre la misma diligencia en su servicio de amor a las necesidades del pueblo de Dios. Teme que algunos miembros de la iglesia sean deficientes en la virtud de la esperanza. Esta deficiencia será dañina para el desarrollo espiritual del creyente.

En Hebreos 6:10–12 el escritor menciona tres virtudes bien conocidas: amor, esperanza y fe. Estas tres virtudes, mencionadas con frecuencia en el Nuevo Testamento, están relacionadas integralmente entre si. A modo de ilustración podríamos decir que el crecimiento espiritual de cristiano está sostenido por el trípode de la fe, el amor ay la esperanza. Cuando una de las tres patas se doble, las otras dos caerán, y cesará el desarrollo espiritual.

Los apóstoles constantemente instan a los creyentes a crecer espiritualmente. Por ejemplo, Pedro, en su segunda epístola, alienta a sus lectores a "crecer en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (3:18) y a "procurar tanto más hacer firme vuestra vocación y elección" (1:10-R.V. 1960). Cuando el escritor de Hebreos exhorta a sus lectores a asegurar su esperanza, recurre al término dilegencia. Los creyentes deben demostrar esta diligencia "hasta el fin". Muchos desean gozar de una seguridad plena pero no se esfuerzan para ser diligentes.

No deseamos que os volváis perezosos. Les habla con palabras de aliento. Es positivo en su evaluación; los exhorta a imitar a los que heredan las promesas por medio de la fe y la paciencia; dirige su atención hacia los santos que se han apropiado las promesas de Dios. Y apropiarse dichas promesas siempre demanda fe y paciencia.

Los creyentes son herederos de las promesas de Dios.

El cristiano está familiarizado con los temas de la fe y del amor, pero el tema de la esperanza no recibe le atención que se la otorga a los otros dos temas. En nuestra época en que es muy común el éxito instantáneo, parecería que la esperanza estuviese fuera de moda. En los días de Jesús y de los apóstoles, empero, este concepto era pertinente. Si exceptuamos a Marcos, Santiago, 2 Pedro, Judas y Apocalipsis, el tema de la esperanza aparece en todos los libros del Nuevo Testamento. Pablo enfatiza este concepto aun más que cualquier otro escritor del Nuevo Testamento. La esperanza enseña a tener paciencia y una anhelante anticipación de lo que se transformará en realidad.

 

Cuando Dios le hizo su promesa a Abraham, al no haber uno más grande que é1 por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: "Ciertamente te bendeciré y te daré muchos descendientes". Y así después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido.

Los hombres juran por alguien más grande que ellos, y el juramento confirma lo dicho y pone fin a todo argumento. Puesto que Dios quería dejar bien en claro la inmutable naturaleza de su propósito a los herederos de lo prometido, él lo confirmó con un juramento. Dios hizo esto para que, por medio de dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, fuésemos grandemente alentados nosotros que hemos acudido a asirnos de la esperanza que nos fue ofrecida. Tenemos esta esperanza como ancla del alma, firme y segura. La misma entra al santuario interior que está tras el velo, donde Jesús, que nos precedió, ha entrado por nosotros. El ha llegado a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

B. Aferráos a la promesa de Dios

1. La promesa a Abraham

Si alguien del Antiguo Testamento ejemplifica el concepto esperanza, esa persona es Abraham. Contra toda esperanza, Abraham en esperanza creyó y llegó a ser así el padre de muchas naciones (Ro. 4:18). El patriarca conocido como padre de los creyentes demuestra que la fe y la esperanza están interrelacionadas. La fe genera esperanza, y la esperanza, a su vez, fortalece la fe.

Cuando Dios le hizo su promesa a Abraham, al no haber una más grande que él por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: "Ciertamente te bendeciré y te daré muchos descendientes".

Abraham tenía setenta y cinco años cuando recibió la promesa: Dios haría de él una gran nación en la tierra que le mostraría a Abraham (Gn. 12:1–9. Dios se le apareció en Siquem y prometió darle esa tierra a los descendientes de Abraham (Gn. 12:6–7). Dios repitió su promesa después de que Abraham y Lot se separaran (Gn. 13:14–17).

Algunos años más tarde Abraham quiso declarar a Eliezer de Damasco como heredero, puesto que Dios no le había dado todavía un heredero. Dios le había dicho a Abraham que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas del cielo (Gn. 15:5). Cuando Abraham tenía ochenta y seis años, nació Ismael (Gn. 16:16); pero Dios le dijo que en Isaac, no en Ismael, se cumplía la promesa del pacto (Gn. 17:21; 21:12). E Isaac nació cuando Abraham tenía cien años (Gn. 21:5).

Abraham puso su fe en Dios y confió en que Dios cumpliría su promesa de hacer de él una gran nación. Esperó veinticinco años para que Dios cumpliera dicha promesa. Sesenta años después del nacimiento de Isaac, nacieron Jacob y Esaú (Gn. 25:26). Cuando estos niños llegaron a los quince años, Abraham murió a la edad de 175 años (Gn. 25:7). Al momento de morir, Abraham tenía un hijo del pacto (Isaac) y un nieto del pacto (Jacob).

Dios probó la fe de Abraham en una montaña de la región de Moriah al pedirle que sacrificara a su hijo Isaac. Dios premió esa fe al reiterar, bajo juramento, la promesa que Abraham había recibido: "Ciertamente te bendeciré y haré a tus descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo y como la arena de la playa" (Gn. 22:17). Dios le hizo a Abraham su promesa bajo juramento no porque fuese amigo de Dios (Stg. 2:23) sino porque Abraham "fue escogido como modelo y ejemplo para todos los creyentes". Tal como lo afirma el escritor de la epístola a los hebreos al fin del capítulo 11, Abraham fue ensalzado por su fe, y sin embargo no recibió "lo que se había prometido" (v. 39). En otras palabras, Abraham y todos los otros héroes de la fe vivieron por fe y esperaron la venida de Cristo. Pero no se les dio el privilegio de ver el cumplimiento de esta promesa. Los destinatarios de la epístola, sin embargo, ya no vivían con la promesa. Cristo la había cumplido para ellos.

Dios no necesitaba jurar para garantizar la confiabilidad de su Palabra; su Palabra es verdad, y Dios será fiel a su promesa. Pero Dios se adaptó al modo humano de hacer las cosas y juró por sí mismo (Ex. 32:13; Sal. 95:11; Is. 54:9).

El hombre siempre jura por alguien más grande que él mismo; Dios, empero, no tenía nadie que lo superara. Por lo tanto, "él juró por sí mismo". El escritor constantemente establece comparaciones en su epístola. En este caso, sin embargo, él admite que "no había nadie más grande por quien [Dios] jurase".

Y así después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se la había prometido.

Abraham esperó veinticinco años para ver el cumplimiento de la promesa del nacimiento de Isaac. Pero él nunca vio los descendientes prometidos bajo juramento cuando Dios dijo: "Ciertamente te bendeciré y te daré muchos descendientes". El padre de los creyentes solamente vio un cumplimiento parcial.

2. Herederos de la promesa

Después de aportar la ilustración que muestra a Abraham como receptor de la promesa, el escritor de la epístola aplica la enseñanza de la promesa a todos los creyentes. Así como Dios aseguró a Abraham la veracidad de su Palabra y para ello hizo un juramento, así también a los creyentes, llamados herederos de la promesa, Dios les confirma con un juramento.

Los hombres juran por alguien más grande que ellos, y el juramento confirma lo dicho y pone fin a todo argumento.

El juramento establece, entonces, la verdad en toda disputa.

Puesto que Dios quería dejar bien en claro la inmutable naturaleza de su propósito a los herederos de lo prometido, él lo confirmó con un juramento.

Al leer Gn. 22:16–17, se nos da la impresión de que Dios le hizo la promesa específicamente a Abraham, puesto que es él quien obtiene la promesa: "Ciertamente te bendeciré", le dice Dios a Abraham. Pero el escritor de la epístola a los hebreos extiende la aplicación de la bendición divina a todos los creyentes llamándoles herederos de la promesa. Esto significa que la promesa de Dios a Abraham trasciende los siglos y es, en Cristo tan pertinente hoy en día como lo fuera en los tiempos de Abraham (Gá. 3:7, 9, 29). El juramento que Dios le hizo a Abraham era también para nosotros para fortalecerlos en la fe.

El propósito de Dios de salvar a los creyentes en Jesucristo es firme, inalterable e inviolable.

Ningún creyente debería dudar de la voluntad que Dios tiene de salvarle, puesto que Dios le da una seguridad perfecta de que la naturaleza de su propósito es inalterable.

Dios hizo esto para que, por medio de dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, fuésemos grandemente alentados nosotros que hemos acudido a asirnos de la esperanza que nos fue ofrecida.

Dios ha dado su promesa inmutable y ha confirmado esta promesa con un juramento inmutable. Aparte de notar estas "dos cosas inmutables", el escritor declara que Dios no puede mentir. Estas expresiones tienen una redundancia incorporada, ya que Dios es por naturaleza la personificación de la verdad. "Dios no es un hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que cambie de parecer" (Nm. 23:19; véanse también 1 S. 15:29; Sal. 33:11; Is. 46:10–11; Mal. 3:6; Stg. 1:17).

Entonces, si Dios se acomoda a la costumbre humana de hacer un juramento para establecer la verdad, la implicación es que cuando un cristiano rehúsa aceptar esta promesa de salvación confirmada con un juramento y se vuelve al pecado o a otra religión, se arriesga a ser un blasfemo. Esta persona da a entender que no se puede confiar en la Palabra de Dios, y que Dios es un perjuro.

Como verdaderos herederos de la promesa, nos aferramos a la esperanza que Dios nos ofrece. Hemos huido como fugitivos y nos aferramos a aquel que nos ofrece nueva vida.

Asirnos a la promesa no es algo que hagamos desganadamente. Al contrario, debemos alcanzar la esperanza que nos es ofrecida con el vigoroso aliento que recibimos de la Palabra de Dios. Dios nos ofrece esperanza y al mismo tiempo nos insta seriamente a que la aceptemos y nos la apropiemos.

Tenemos esta esperanza como ancla del alma, firme y segura. La misma entra al santuario interior que está tras el velo.

La imagen propuesta es vívida y descriptiva. El escritor pinta el cuadro de una barca sacudida por las olas pero mantenida en su sitio por un ancla invisible que se aferra al fondo del mar. Así el alma del hombre, sacudida por los vientos y las olas de la duda, tiene un ancla segura de esperanza firmemente arraigada en Jesús. Esta ancla le da estabilidad al alma del hombre, y ello incluye la totalidad de la vida interior del hombre, con sus poderes de la voluntad, la razón y la emoción.

Pero los hebreos del Antiguo Testamento y los judíos del siglo primero sentían aversión por el mar. Esto se ve en el hecho que la palabra ancla no aparezca nunca en el Antiguo Testamento; y solamente cuatro veces en el Nuevo Testamento, tres de las cuales aparecen en el relato del naufragio de Pablo (Hch. 27:29, 30, 40). Es así que el escritor cambia de metáfora casi abruptamente y menciona el velo del Lugar Santísimo. Los destinatarios de la epístola a los hebreos estaban mucho más familiarizados con el culto del tabernáculo y del templo; ellos conocían cómo estaba construido el santuario; y la cláusula "entra al santuario interior que está tras el velo" tenía significado para ellos.

Donde Jesús, que nos precedió, ha entrado por nosotros. El ha llegado a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Fin de la exhortación. Nuestra esperanza está cifrada en Jesús, que ha entrado en el santuario interior. Un ancla yace sin ser vista en el fondo del mar; nuestra esperanza permanece sin ser vista en el altísimo cielo. "Porque en esta esperanza fuimos salvados", escribe Pablo. "Pero la esperanza que se ve, no es en manera alguna esperanza" (Ro. 8:24). El ancla de nuestra esperanza tiene su absoluta seguridad en que Jesús en su forma humana, ahora glorificada, ha entrado al cielo. Y él ha entrado al cielo en su humanidad como garantía de que también nosotros estaremos con él. Esta garantía es indicada por la frase que nos precedió. (En el griego, la expresión equivalente es la palabra prodromos, que significa "precursor".) El va delante y nosotros le seguimos.

Jesús "ha llegado a ser sumo sacerdote para siempre". Esta breve oración está llena de significado.

Él fue el Cordero de Dios que fue sacrificado por el pecado del mundo; tal como lo dice el escritor de Hebreos, "Cristo fue sacrificado una vez para quitar los pecados de mucha gente" (9:28)

Jesús entró en el cielo como sumo sacerdote, como aquel que expió los pecados del pueblo de Dios. Él abrió la puerta del cielo con su obra sumosacerdotal.

Un sumo sacerdote aarónico ocupaba el cargo de sumo sacerdote durante un período determinado. Jesús lo ocupa para siempre. El sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo una vez al año. Jesús está en el cielo para siempre. "Dado que Jesús vive para siempre, él tiene un sumosacerdocio permanente" (7:24). El intercede por nosotros constantemente (Ro. 8:34; Heb. 7:25; 9:24).

Por su muerte en la cruz Jesús cumplió las responsabilidades del sacerdocio aarónico. Pero como sumo sacerdote él tenía que pertenecer a un orden diferente. El escritor de Hebreos demostró que, según el Sal. 110:4, Dios designó a Jesús sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (5:6, 10).

La Palabra de Dios es cierta. Dios no miente; eso es lo que Pablo dice explícitamente (Tit. 1:2). En la epístola a los hebreos la promesa de Dios es reforzada—como si necesitase tal apoyo—por medio de un juramento hecho por Dos mismo. Lo que se quiere expresar es que la Palabra de Dios es absolutamente confiable. Tras exhortar a los destinatarios a que aseguren su esperanza (6:11), y al alentarlos a tener su esperanza anclada en Jesús, el escritor prosigue su exposición acerca del sumosacerdocio de Cristo.

Conclusión

El capítulo que comienza en 5:11 y concluye en 6:20 es una extensa exhortación pastoral. Es un interludio. Antes de explicar la doctrina del sumo-sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec, el escritor exhorta a sus lectores a la fidelidad. Primeramente los amonesta por su dureza en el aprendizaje de las doctrinas elementales de la Palabra de Dios. Después describe cuales son estas enseñanza elementales: el arrepentimiento, la fe, el bautismo, la ordenación, la resurrección y el juicio. El escritor exhorta a los destinatarios de su carta a avanzar en su comprensión de estas enseñanzas.

A lo largo de esta epístola, el escritor advierte a los cristianos en contra del pecado de la incredulidad (3:12; 4:1, 11; 10:26, 29; 12:15, 28–29). Describe a los israelitas rebeldes que perecieron en el desierto a causa de dicho pecado (3:16–19). En 6:4–6 el escritor continúa el mismo tema al referirse a aquellas personas que han endurecido su corazón después de recibir un conocimiento de la verdad. Esta gente continúa crucificando a Jesús y despreciándolo. Lo hacen en una rebelión abierta. Para tales personas, dice el escritor, no hay posibilidad de ser traídas nuevamente al arrepentimiento. Están perdidos para siempre.

Esta observación sirve como advertencia a los lectores para que no caigan en el pecado de la incredulidad, sino que demuestren su diligencia exhibiendo las cualidades de fe, esperanza y amor. El escritor escoge el tema de la esperanza y los alienta para que hagan de la esperanza una prioridad en su vida espiritual. Los alaba por el cuidado amoroso que han mostrado por la gente necesitada y les asegura que ellos son los receptores de las bendiciones de la salvación. Los exhorta a cultivar la esperanza. Les señala a Jesús, el precursor que ha entrado al cielo como sumo sacerdote y que por su presencia en el cielo les garantiza la entrada.

La esperanza está anclada en la obra terminada de Cristo, que expió los pecados de su pueblo.


Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
Le esperamos!

La Fe y La Obediencia

Fe y Obediencia

La fe nos motivará a la obediencia. Así que usted no puede separar realmente la fe de la obediencia.

Romanos 1.5 (RVR60)

y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre;

Así que él dice he sido llamado como apóstol para traer gente a la obediencia a la fe. Él esperaba que al predicar el evangelio la gente iba a creer el evangelio y lo iban a creer tanto que lo iban a obedecer.

Él termina la carta de la misma forma.

Romanos 16.26 (RVR60)

26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe

La razón por la que este mensaje ha sido revelado (verso 15) es para que la gente lo crea y, consecuentemente, lo obedezca.

De manera que si estamos viviendo por fe, tendremos un corazón obediente. La obediencia será la evidencia.

Si alguien pretendiera creer en el Señor Jesucristo. Esta creencia daría por sentado el hecho de que ha obedecido el evangelio de Jesucristo.

No sería lógico que alguien dijera: Yo creo en el evangelio de Jesucristo, y al ser interrogado: Bien. Usted creyó el evangelio de Jesucristo. ¿Alguna vez se arrepintió de sus pecados? –No. Nunca llegué hasta allá. Sólo creí.

No. Esa persona no creyó. Porque Jesús dice: Arrepentíos, y creed en el evangelio. San Marcos 1.15.

Y luego al preguntarle: ¿Ha sido usted bautizado en el nombre de Jesús? –Bueno, realmente nunca consideré que eso fuera importante. Sólo me limité a creer. No. Jesús dice: El que creyere y fuere bautizado será salvo. San Marcos 16.16

Así que cuando usted tiene fe eso involucra todo. Así que alguien podría preguntarme: Bien, usted enseña –y ya he utilizado un ejemplo– no fume, no tome. Nosotros enseñamos de la Biblia que la gente debe vestirse con modestia. Enseñamos de la Biblia que el hombre debe cortarse el cabello. Que las mujeres deben dejárselo crecer. Y así sucesivamente. La gente dice: Bien, ¿usted quiere decir que todo eso es necesario? Usted quiere decir que si hago esto voy al cielo; y si no lo hago, voy al infierno. Bueno usted está malinterpretando. Nosotros somos salvos por fe.

Yo le puedo mostrar cantidad de personas que vienen a Dios en estados diferentes. Yo bauticé gente que estaba vestida impíamente cuando descendieron a las aguas y cuando salieron del agua todavía tenían la ropa impía. Pero ellos eran salvos. Sin embargo, ellos necesitan crecer en la gracia. He tenido algunos que han extraviado las joyas en el bautisterio o en la piscina. Tal vez Dios le está dando una señal o lo que sea. Pero el punto es que ellos están en crecimiento.

Así que para mí, sólo decir: Bien. Porque ellos hacen esto. No hacen aquello. Están salvos o están perdidos. Un momento.. Hay que remitirse a la fe. Y hay algunas personas que pueden guardar todas las reglas o todas las pautas que se hayan inventado y a la vez tener un corazón malvado: celos, murmuraciones, contiendas, lo que sea. Y está más salvo un poste que ellos. Ellos pueden nunca haber nacido de nuevo y nunca haberse apercibido acerca del Espíritu. Pero piensan que están bien por lo que hacen.

Es decir, hay gente que en el nombre de Dios le ponen una bomba a otros. Son muy sinceros, sacrifican sus vidas. Pero eso no los hace salvos. Hacen más de lo que cualquiera de nosotros hacemos por la religión. Pero eso no los hace salvos. Sólo la fe en Jesucristo.

Así que alguien dice: ¿Su iglesia predica que si usted no paga los diezmos, se va al infierno? ¿Su iglesia predica que si una mujer usa maquillaje, se va al infierno? Lo que hay que decir es: Nuestra iglesia predica que usted salvo por su fe en Jesucristo. Que usted debe tener una relación con el Señor. Y todo lo demás surge de la relación.

Dicho esto. Si la Palabra de Dios enseña algo y nosotros deliberada y persistentemente rehusamos obedecer. ¿Qué está mostrando esto acerca de nuestra relación de fe? Indica que hay un gran problema, ¿no?

Así que no ponga el carro adelante y los caballos atrás. Pero entienda que la obediencia es una evidencia o un indicativo de la fe. Y una desobediencia tajante muestra falta de fe. Así que yo no me estoy deshaciendo de todo, diciendo: Viva como quiera, la gracia lo cubre. No. Yo estoy diciendo: La gracia lo va a enseñar. Y la fe hará que usted obedezca lo que usted aprenda. Pero es un proceso. Y en último término dejamos el juicio en las manos de Dios. Ahora, cuando predico y enseño y aconsejo puedo amonestarle a que haga esto o aquello. Pero en lo que concierne a cuando usted se presente ante Dios en el juicio será entre usted y Dios. Así que ¿Puede usted convencer a Dios de que usted vivía por fe? Eso es suficiente para mí.

Pero presentarse ante Dios y decirle: Fui tu mejor creyente. Sólo que no hice nada de lo que tú me dijiste que hiciera. No creo que eso sea posible. Sería como decir: Mamá realmente te amo, y creo en ti, pero nunca tomaré en cuenta tu consejo. Bueno, el amor no significa que tengamos que seguir el consejo de alguien. Pero si usted cree algo, usted hará lo que esa persona diga. Si usted no lo cree mucho, usted no lo hará. Así que la fe se relaciona con la obediencia.

David K Bernard

Presidente UPCI

 

 


Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
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