viernes, 16 de marzo de 2012

Tercera Advertencia!

3.       Una exhortación a esforzarse hasta conseguir el premio. 4.11-13

Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.

La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

En vista de este espléndido premio alcanzable por la fe obediente, y de la consecuencia trágica de la desobediencia incrédula, el Señor Jesucristo nos exhorta a través de este texto a hacer el reposo de Dios la meta de nuestra vida, y a hacer todo esfuerzo para alcanzarlo.

Este párrafo es la expresión positiva de la exhortación de 4:1: Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.

La vida de fe no es pasiva; requiere el máximo esfuerzo. El autor reconoce que la mayoría de la congregación se está esforzando, pero con verdadero instinto pastoral se preocupa por los pocos que están en peligro de caer.

»¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla que por las noventa y nueve que no se descarriaron. De igual modo, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños. (Mat. 18:12–14).

El gran peligro es el mismo que acechaba a Israel en el éxodo y que acecha a cada generación: desobediencia a Dios.

Expresamos la fe por seguir con empeño total el camino que Dios nos indica. El que no da obediencia enérgica muestra que no tiene la fe genuina.

Hacer la voluntad de Dios es el único camino para llegar a la meta celestial.

Hagamos, por lo tanto, todo esfuerzo por entrar en ese reposo. De ahora en adelante, dice el escritor, esforcémonos por entrar en el reposo de Dios. No demos ya por ganado dicho reposo, sino que con esfuerzo luchemos por vivir en armonía con Dios, por hacer su voluntad y por obedecer su ley. Pablo, en su epístola a los filipenses, formula el mismo pensamiento con otras palabras: Continuad ocupándoos en vuestra salvación con temor y temblor (2:12).

Este celo debería ser el sello distintivo de toda creyente y la consigna de la iglesia. No es fanatismo, pero sí debemos demostrar certeza interior en la obediencia a la Palabra de Dios. El escritor de Hebreos habla con definitiva seriedad cuando dice: En vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido todavía hasta el punto del derramamiento de sangre (Heb. 12:4).

Para que nadie caiga. Un recordatorio directo del peregrinar de los israelitas por el desierto tal cual está registrado en el Pentateuco y en el Salmo 95. Esta gente pecó, y como consecuencia de la maldición de Dios, sus cuerpos cayeron en el desierto. La palabra caer debe ser tomada en un sentido más amplio que el de una mera referencia a la muerte física; incluye caer y apartarse espiritualmente y quedar, por ende, totalmente en ruinas. Los que han caído han perdido su salvación y merecen la destrucción eterna.

Como pastor que guarda su rebaño, el escritor de Hebreos exhorta a sus lectores a cuidarse espiritualmente unos a otros. Subraya la responsabilidad de cada creyente para con los miembros individuales de la iglesia. Nadie de la comunidad cristiana debe ser desatendido de modo tal que, por estar solo a sus propios recursos, caiga.

Siguiendo el ejemplo de desobediencia de ellos. Los israelitas desobedientes que perecieron en el desierto se transformaron en un ejemplo para sus descendientes. Llegaron a ser una lección objetiva de cómo no vivir ante la presencia de Dios.

Los padres le enseñarían a sus hijos (Sal. 78:5–8) cuales fueron las consecuencias de la desobediencia para los israelitas rebeldes en su viaje hacia la tierra de Canaán. Y les advertirían de no seguir su ejemplo.

En forma implícita el escritor de Hebreos le está diciendo a sus destinatarios: Si alguno de ustedes cae siguiendo el ejemplo de los israelitas en el desierto, él mismo se transformará en un ejemplo para sus contemporáneos, y cada cual tomará su fracaso como advertencia para no cometer el mismo error. En vez de ello, usted debe hacer todo lo que está en su mano para caminar por el sendero de la obediencia y para exhortar a su hermano y hermana en el Señor a hacer lo mismo.

La incredulidad lleva a la desobediencia premeditada, lo que resulta en una incapacidad de llegar al arrepentimiento. ¿Y cual es la conclusión? La respuesta es directa y al punto: condenación eterna. Por consiguiente, dice el escritor, hagamos todo esfuerzo por entrar en el reposo de Dios.

Si Josué, al guiar a los israelitas en su entrada a la tierra de Canaán, les hubiera dado reposo, el salmista no hubiese tenido que repetir la promesa del reposo (Sal. 95:11). El reposo prometido en el Salmo 95 y explicado en 4:10 es una copia del reposo de Dios; este reposo es obtenido por el creyente en el arrepentimiento personal y en una dedicación ardiente a la obediencia a Dios a través del compromiso y confesión pública en el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo. Cuando el creyente reposa de sus malas obras, entra en el descanso sabático concedido al pueblo de Dios.

Dios nos mandó que recordáramos el día de reposo santificándolo y, haciendo referencia a la semana de la creación y a su propio descanso del séptimo día, nos ordena que sigamos su ejemplo (Ex. 20:8–11; véase también Dt. 5:12–15). El sustantivo reposo no transmite la idea de inactividad sino la de paz. Representa la consumación de una obra concluida y el gozo y la satisfacción que se derivan de ello. Tal fue el prototipo que Dios estableció.

La Palabra de Dios

4:12–13

En esta última sección de la exposición que el escritor hace del reposo que Dios tiene reservado para los creyentes, el enfoque se centra en la Palabra de Dios (v. 12), y en la imposibilidad de que el hombre se oculte de dicha Palabra (v. 13).

La palabra de Dios es viva y activa.

El escritor le recuerda al lector que la Palabra de Dios no puede ser tomada a la ligera; lo cierto es que si el lector no desea escuchar, se enfrenta nada menos que con Dios mismo:

¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! 10:31;

porque nuestro Dios es fuego consumidor.12:29.

La Biblia no es una colección de escritos religiosos de la antigüedad, sino un libro que habla a toda la gente en todas partes en casi todos los idiomas del mundo. La Biblia demanda una respuesta, puesto que Dios no tolera ni la indiferencia ni la desobediencia.

En el original griego, el participio viva (=viviente) ocupa el primer lugar en la oración, por lo que recibe todo el énfasis. Este participio describe la primera característica de la Palabra hablada y escrita de Dios: ¡esa Palabra es viva! Por ejemplo, Esteban, al recitar la historia de Israel en el desierto, dice que Moisés recibió en el Monte Sinaí "palabras vivas" (Hch. 7:38), y Pedro dice a los destinatarios de su primera epístola que ellos "han nacido de nuevo … por medio de la Palabra viva y permanente de Dios" (1 P. 1:23).

Le segunda característica es que la Palabra de Dios es activa. Es decir, es efectiva y poderosa. (El original griego utiliza una palabra de la cual nosotros hemos derivado la palabra energía.) la Palabra de Dios es, entonces, energizante en su efecto. Nadie puede escaparse de esa Palabra viva y activa. Así como la Palabra hablada de Dios originó su hermosa creación, del mismo modo su Palabra vuelve a la vida al hombre muerto en transgresiones y pecados (Ef. 2:1–5).

Así como en el desierto algunos israelitas rehusaron escuchar la Palabra de Dios mientras que otros demostraron obediencia, del mismo modo vemos hoy que "el mensaje de la cruz es necedad para aquellos que perecen, pero para nosotros que estamos siendo salvados es el poder de Dios" (1 Co. 1:18).

La Biblia no es letra muerta, como si fuese alguna ley que ya no se pone en vigor. Aquellas personas que escogen pasar por alto el mensaje de la Escritura experimentarán no solamente el poder de la Palabra de Dios sino también su aguzado filo.

Más cortante que cualquier espada de dos filos.

En el mundo antiguo, la espada de dos filos era el arma más cortante que había en cualquier arsenal. Y en el v. 12b, el escritor de Hebreos compara la Palabra de Dios con dicha arma. (En un pasaje similar [Ap. 1:16] leemos acerca de la "espada aguda de dos filos" que salía de la boca de Jesús, tal como lo viera Juan en la isla de Patmos.) El simbolismo transmite el mensaje de que el juicio de Dios es severo, justo y tremendo. Dios tiene el poder final e inapelable sobre sus criaturas; aquellos que rehusan escuchar su Palabra enfrentarán juicio y muerte, en tanto que aquellos que obedecen entrarán en el reposo de Dios y tendrán vida eterna. Nadie tome la Palabra de Dios hablada o escrita como cosa común; nadie la pase por alto; nadie se oponga a ella caprichosamente. Esa Palabra corta y divide, así como el bisturí del cirujano descubre los nervios más delicados del cuerpo humano.

Sin embargo, la Palabra de Dios también da protección. Pablo, en su epístola a los efesios, identifica a la Palabra con la espada del Espíritu—es decir, con parte de la armadura espiritual del cristiano (6:17).

Penetra hasta dividir el alma y el espíritu, las coyunturas y la médula; juzga los pensamientos y las actitudes del corazón.

¿Quién es capaz de dividir alma y espíritu o coyunturas y médula? ¿Y qué juez puede conocer los pensamientos y actitudes del corazón? El escritor recurre al simbolismo para decir que lo que el hombre habitualmente no puede dividir, la Palabra de Dios lo separa completamente. Nada queda sin ser tocado por la Escritura, ya que se dirige a cada aspecto de la vida del hombre. La Palabra sigue dividiendo la existencia espiritual del hombre y aun su ser físico. Hasta lo más recóndito del cuerpo y del alma—incluyendo pensamientos y actitudes—enfrentan el aguzado filo de la espada de Dios. Si bien los pensamientos del hombre permanecen ocultos del ojo inquisidor de su prójimo, la Palabra de Dios los descubre.

La Palabra de Dios es llamada discernidora de los pensamientos e intenciones del hombre. En el salterio dice David:

Oh Señor, tú me has examinado

y me conoces.

Tu sabes cuando me siento y cuando me levanto;

percibes mis pensamientos desde lejos.

Disciernes mis salidas y mi recostarme;

conoces bien todos mis caminos.

[Salmo 139:1–3]

Y Jesús dice estas palabras:

En cuanto a la persona que oye mis palabras pero no las guarda, yo no le juzgo. Porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. Hay un juez para el que me rechaza y no acepta mis palabras; la misma palabra que hablé le condenará en el día postrero. [Juan 12:47–48]

El Señor, por medio de su Palabra revela los motivos ocultos que hay en el corazón del hombre. En su epístola el escritor enfatiza el hecho de que Dios habla al hombre. La Palabra no es un documento escrito de siglos pasados. Es viva y actual; es poderosa y efectiva; y es completa e inalterado. Escrita en tiempos y culturas de los cuales estamos muy lejos, la Palabra de Dios de todos modos toca al hombre hoy en día. Dios se dirige al hombre en la totalidad de su existencia, y el hombre es incapaz de escapar al impacto de la Palabra de Dios.

Nada en toda la creación está oculto de la vista de Dios. Todo queda descubierto y desnudo ante los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Si la Palabra de Dios todo lo descubre, entonces es evidente que Dios mismo tiene pleno conocimiento de todas las cosas. Por consiguiente es imposible para el hombre esconder sus pecaminosos motivos en los oscuros rincones de su corazón. Dios sabe. El ve todo; hasta la oscuridad es para él como la luz (Sal. 139:12).

Además, el pasado, el presente y el futuro son una misma cosa para Dios. En tanto que nosotros estamos sujetos al tiempo y al espacio, Dios mora en la eternidad y trasciende todo lo que ha hecho en su gran creación. El creó las magníficas constelaciones del espacio exterior y colgó a las estrellas en su sitio. También creó a la pequeña araña que laboriosamente teje su tela. Entonces, si su mirada ve a la avecilla, ¿no conocerá los motivos ocultos del hombre? Antes que abramos nuestras bocas para hablar, Dios ya lo sabe. Si permanecemos en silencio, él discierne.

Ninguna criatura está oculta de los ojos de Dios, puesto que con Dios todo es luz—no hay oscuridad.

Tu palabra es lámpara a mis pies y luz en mi sendero.

[Sal. 119:105]

Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

[Juan 8:12]

El incrédulo busca huir de Dios, pero es incapaz de hacerlo (Jer. 23:24). El hombre puede ocultar de su prójimo sus pecados secretos, pero ante Dios el hombre queda "descubierto y desnudo".

La cláusula "a quien hemos de rendir cuentas" es bastante interesante. Los libros serán examinados, y todas las facturas, los pagos y los recibos serán entregados para revisión. El hombre debe rendir cuentas a Dios, el revisor de cuentas. Los libros de la conciencia del hombre están abiertos ante los ojos de Dios. Nada se la escapa.

En el día postrero los pecadores le pedirán a las montañas y a las rocas: ¡Caed sobre nosotros y ocultadnos del rostro de aquel que se sienta sobre el trono y de la ira del Cordero! (Ap. 6:16). En el juicio final, cada cual deberá dar cuenta de sí mismo. Solamente los que están en Cristo Jesús oirán la palabra liberadora: absuelto.

El enfoque central del capítulo 4 no recae tanto en los incrédulos israelitas que se negaron a obedecer a Dios, sino más bien en los creyentes que por fe entran en el reposo de Dios, ese reposo sabático que hay para el pueblo de Dios. Y esta entrada en el reposo puede obtenerse solamente escuchando obedientemente el evangelio.


Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
Le esperamos!

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