Larry Walker
Los cristianos creen que Dios se ha revelado a sí mismo a través de la Biblia. Por lo tanto, los que leen la Biblia pueden beneficiarse aprendiendo lo más posible acerca de los idiomas en los cuales fue escrita, que son tres: hebreo, arameo (un primo del hebreo) y griego.
La conexión entre el idioma y el pensamiento no es vaga; el idioma es el producto y la reflexión del alma humana. El idioma no es una clase de vestido que el pensamiento se pone o se quita cuando quiere, sino que es el «cuerpo» del que el pensamiento es el «alma». Cada uno de los idiomas que Dios ordenó para que transmitieran la revelación divina tenía una «personalidad» que lo hacía apropiado para dicho propósito. Los dos idiomas principales de las Escrituras son el griego y el hebreo, que representan dos familias de idiomas importantes: la indo-europea y la semítica. Sus rasgos lingüísticos contrastantes se combinan para producir una revelación de Dios que es profunda, progresiva y proposicional. Esta revelación se caracteriza por su simplicidad, su variedad y su poder.
Ninguna traducción puede reemplazar los idiomas originales de la Biblia en su importancia para transmitir y perpetuar la revelación divina. Deberíamos aprender esos idiomas no simplemente desde «afuera», con la gramática y el vocabulario, sino desde «adentro», con la debida apreciación por la singularidad de cada uno.
hebreo
El Antiguo Testamento no aplica la palabra «hebreo» para referirse a su propio idioma, aunque el Nuevo Testamento usa el nombre de esa manera. En el Antiguo Testamento, «hebreo» significa el individuo o la gente que usa ese idioma. El idioma mismo es llamado «la lengua de Canaán» (Isaías 19:18), o «la lengua de los judíos» (Nehemías 13:24, NVI).
Origen e historia
En la Edad Media, un punto de vista común era que el hebreo era el idioma primitivo de la humanidad. Aun en la época de la colonización en los Estados Unidos, se referían al hebreo como «la madre de todos los idiomas». Los eruditos lingüísticos ahora han probado que esa teoría es insostenible.
El hebreo es, en realidad, uno de varios dialectos cananeos que incluían el fenicio, el ugarítico y el moabita. Existían otros dialectos cananeos (por ejemplo, el amonita), pero no han dejado suficientes inscripciones para realizar una investigación académica. Tales dialectos ya estaban presentes en la tierra de Canaán antes de que los israelitas la conquistaran.
Hasta alrededor de 1974, los testimonios más antiguos del idioma cananeo se encontraban en los registros de Ugarit y Amarna fechados a partir de los siglos XIV y XV a.C. Unas pocas palabras y expresiones cananeas aparecieron en registros egipcios tempranos, pero el origen de la lengua cananea es incierto. Sin embargo, entre 1974 y 1976, casi diecisiete mil tablillas fueron excavadas en Tell Mardikh (la antigua Ebla) en la parte norte de Siria, escritas en una lengua semítica hasta entonces desconocida. Debido a que es posible que daten de 2400 a.C. (o tal vez aún antes), muchos eruditos piensan que ese idioma puede ser el «cananeo antiguo», que dio lugar al hebreo. Para 1977, cuando se desenterraron otras mil tablillas, sólo se había informado de unas cien inscripciones de Ebla. Los idiomas cambian a través de un largo tiempo. El idioma inglés que se usaba en tiempos de Alfredo el Grande (siglo IX d.C.) les parece casi un idioma extranjero a los que hablan el inglés actual. Aunque el hebreo no fue una excepción al principio general, al igual que otros idiomas semíticos permaneció notablemente estable a través de muchos siglos. Poesías tales como la Canción de Débora (Jueces 5) tendieron a preservar la forma más antigua del idioma. Los cambios que ocurrieron en la larga historia del idioma se muestran en la presencia de palabras arcaicas (a menudo preservadas en el lenguaje poético), y en una diferencia general en el estilo. Por ejemplo, el libro de Job refleja un estilo más arcaico que el libro de Ester.
Varios dialectos hebreos aparentemente existían lado a lado en la época del Antiguo Testamento, como se refleja en la pronunciación de la palabra hebrea «Shibolet/Sibolet» (Jueces 12:4–6). Parece que los israelitas del este del Jordán pronunciaban la sílaba inicial con un sonido «sh» fuerte, mientras que los que vivían en Canaán pronunciaban el sonido simple de la «s».
Los eruditos también han identificado características del hebreo que podrían describirse como que reflejaban la parte norte o sur del país.
Familia
El hebreo pertenece a la familia de los idiomas semíticos; estos idiomas se usaban desde el Mar Mediterráneo hasta las montañas al este del valle del Río Éufrates, y desde Armenia (Turquía) en el norte hasta el extremo más austral de la península de Arabia. Los idiomas semíticos se clasifican como sureños (árabe y etíope), orientales (acadio) y noroccidentales (arameo, siríaco y cananeo [hebreo, fenicio, ugarítico y moabita]).
Carácter
El hebreo, al igual que otros idiomas semíticos antiguos, se concentra más en la observación que en la reflexión. Es decir que las cosas por lo general se observan de acuerdo a su apariencia o fenómeno, y no son analizadas en cuanto a su ser interior o esencia. Se observan los efectos pero no se les sigue la pista a través de una serie de causas.
La intensidad, concisión y simplicidad del hebreo hacen que sea un idioma difícil de traducir fielmente. Es un idioma sorprendentemente conciso y directo. Por ejemplo, el Salmo 23 contiene cincuenta y cinco palabras; y la mayoría de las traducciones requieren casi el doble para traducirlo. Las dos primeras líneas, con rayas inclinadas que separan las palabras hebreas, se leen así en el original:
El Señor/(es) mi pastor/
me faltará/nada
Por lo tanto, se necesitan ocho palabras españolas para traducir cuatro palabras hebreas.
El hebreo no usa expresiones separadas y distintas para cada matiz de pensamiento. Alguien ha dicho: «Los semitas son las canteras cuyas rocas los griegos han cortado, pulido y hecho encajar juntas. Los primeros dieron religión; los últimos filosofía».
El hebreo es un idioma pictórico en el cual el pasado no es simplemente descrito sino pintado verbalmente. No sólo se presenta un paisaje, sino un panorama en movimiento. El curso de los acontecimientos se revive en los ojos de la mente. (Fíjese en el uso frecuente de la expresión «he aquí», un hebraísmo que se llevó al Nuevo Testamento.) Tales expresiones hebreas comunes como «se levantó y se fue», «abrió la boca y habló», «elevó los ojos y vio», y «alzó su voz y lloró» ilustran la fuerza pictórica del idioma.
Muchas expresiones teológicas profundas del Antiguo Testamento están estrechamente ligadas al idioma y a la gramática hebrea. Aun el nombre más sagrado de Dios mismo, «el Señor» (Jehová o Yahweh), está relacionado directamente con el verbo hebreo «ser» (o tal vez «causar ser»). Muchos otros nombres de personas y lugares del Antiguo Testamento se pueden entender mejor sólo con un conocimiento adecuado del hebreo.
Gramática
Muchas figuras del lenguaje y recursos retóricos usados en el Antiguo Testamento tienen más sentido si la persona está familiarizada con la estructura del idioma hebreo.
Alfabeto y escritura a mano El alfabeto hebreo consta de veintidós consonantes; los signos para las vocales fueron creados y agregados más tarde en la historia del idioma. No se conoce el origen del alfabeto. Los ejemplos más antiguos de un alfabeto cananeo fueron preservados en el abecedario cuneiforme ugarítico del siglo XIV a.C.
El estilo antiguo de escribir las letras se llama escritura fenicia, o paleo-hebrea, y es la predecesora de los abecedarios griegos y occidentales. La forma de escritura que se usa en las Biblias hebreas modernas (arameo o escritura cuadrada) se puso de moda después del exilio de Israel en Babilonia (siglo VI a.C.). El estilo más antiguo todavía se usaba esporádicamente en la era cristiana temprana para las monedas o para escribir el nombre de Dios (como en los Rollos del Mar Muerto). El hebreo siempre se ha escrito de derecha a izquierda.
Consonantes El alfabeto cananeo de los idiomas fenicio y moabita tenía veintidós consonantes. El antiguo idioma cananeo, que se reflejaba en el ugarítico, tenía más consonantes. El árabe también conserva algunas consonantes cananeas antiguas que se encuentran en el ugarítico, pero que no están en el hebreo.
Vocales En la escritura original hebrea, que usaba sólo consonantes, las vocales simplemente se entendían por el escritor o el lector. Basándose en la tradición y el contexto, el lector supliría las vocales necesarias, muy similar a lo que se hace en las abreviaturas de algunos idiomas modernos (por ejemplo, «Sr.» por «Señor»). Después que comenzó la era cristiana, y después del colapso de la nación, la dispersión de los judíos y la destrucción de Jerusalén, el hebreo comenzó a ser un «idioma muerto», y no se hablaba en muchos lugares. La pérdida de la pronunciación y la comprensión tradicionales llegaron a ser más una posibilidad, así que los escribas judíos sintieron la necesidad de establecer en forma permanente los sonidos de las vocales.
Primero se agregaron las vocales llamadas «madres de lectura» (matres lectionis). Estas eran consonantes que se usaban especialmente para indicar vocales de sonido largo, y fueron agregadas antes de la era cristiana, como revelan los Rollos del Mar Muerto.
Más tarde (alrededor del siglo V d.C.), los escribas llamados masoretas agregaron signos de vocales para indicar vocales de pronunciación corta. Se empleaban por lo menos tres sistemas diferentes de signos de vocales en tiempos y lugares diferentes. El texto que se usa hoy representa el sistema creado por los escribas masoréticos que trabajaron en la ciudad de Tiberíades. Las vocales, cada una de las cuales puede tener sonido corto o largo, se indican con puntos o rayas colocadas sobre o debajo de las consonantes. Ciertas combinaciones de puntos y rayas representan sonidos muy cortos de vocales o «medias-vocales».
Uniones El hebreo une muchas palabras que en los idiomas occidentales escribiríamos separadas. Algunas preposiciones (be-, «en»; le-, «a»; ke-, «como») son prefijadas directamente al sustantivo o al verbo que presentan, como son el artículo definido ha-, «el» y la conjunción wa-, «y». Los sufijos se usan para los pronombres, relacionados ya sea con el posesivo o el acusativo. La misma palabra puede tener simultáneamente ambos, un prefijo y un sufijo.
Sustantivos El hebreo no tiene género neutro; todo es masculino o femenino. Los objetos inanimados pueden ser masculinos o femeninos dependiendo de la formación o el carácter de la palabra. Por lo general, las ideas o palabras abstractas que indican un grupo son femeninas. Los sustantivos se derivan de raíces y se forman de distintas maneras, ya sea por la modificación de las vocales o agregando prefijos o sufijos a la raíz. A diferencia del griego y de muchos idiomas occidentales, los sustantivos compuestos no son característicos del hebreo.
Los plurales hebreos se forman agregándoles -im a los sustantivos masculinos (seraphim/serafines, cherubim/querubines), y -oth a los nombres femeninos.
Las tres terminaciones que indican nominativo, genitivo y acusativo han sido dejadas durante la evolución del hebreo. Para compensar la falta de casos de terminación, el hebreo recurre a varios indicadores. Los complementos indirectos se indican con la preposición le-, «a»; los complementos directos por el signo complementario eth; la relación genitiva poniendo la palabra antes del genitivo en la «construcción» o la forma más corta.
Adjetivos El hebreo es deficiente en adjetivos. La expresión «doblez de corazón» se indica en el original hebreo con «un corazón y un corazón» (Salmo 12:2), y «pesa grande y pesa chica» es realmente «una piedra y una piedra» (Deuteronomio 25:13); «toda la descendencia real» es «la semilla del reino» (2 Reyes 11:1).
Los adjetivos que existen en el hebreo no tienen formas comparativas o superlativas. La relación se indica con la preposición «desde». «Mejor que tú» se expresa literalmente en hebreo como «bien desde ti». «La serpiente era astuta, más que todos los animales» es literalmente «la serpiente era astuta desde cada animal» (Génesis 3:1). La forma superlativa se expresa en varias construcciones diferentes. La idea de «muy profundo» literalmente es «profundo, profundo» (Eclesiastés 7:24); y la de «cántico mejor» es literalmente «cántico de cánticos» (compare «rey de reyes»); «santísimo» es literalmente «santo, santo, santo» (Isaías 6:3).
Verbos Por lo general, los verbos hebreos se forman de una raíz que consta de tres letras. De esa raíz se desarrollan formas verbales al cambiar las vocales o al agregar prefijos o sufijos. La raíz de las consonantes provee la columna semántica del idioma y le da una estabilidad de significado que no es característica de los idiomas occidentales. Las vocales son muy flexibles, por lo que le dan bastante elasticidad al hebreo.
El uso de los verbos en hebreo no se caracteriza por una definición precisa de los tiempos. Los tiempos de los verbos en hebreo, especialmente en la poesía, están determinados en gran parte por el contexto. Las formaciones de dos tiempos son el tiempo perfecto (acción completada), y el imperfecto (acción incompleta). El imperfecto es ambiguo y representa el modo indicativo (presente, pasado, futuro) pero también puede representar modos tales como el imperativo, optativo y cohortativo. Un uso diferente del tiempo perfecto es el «perfecto profético», donde la forma perfecta representa un evento futuro considerado tan seguro que se expresa como pasado (por ejemplo, vea Isaías 5:13).
Estilo
La dicción hebrea se caracteriza por una cualidad pintoresca.
Vocabulario Originalmente, la mayor parte de las raíces hebreas expresaron alguna acción física o denotaron algún objeto natural. El verbo «decidir» originalmente significó «cortar»; «ser fiel» al principio significó «estar firmemente fijo»; «estar en lo cierto» significó «estar derecho»; «ser honorable» significó «ser pesado».
Los términos abstractos son ajenos al carácter del idioma hebreo; por ejemplo, el hebreo bíblico no tiene palabras específicas para «teología», «filosofía» o «religión». Los conceptos intelectuales o teológicos se expresan por medio de términos concretos. La idea abstracta del pecado se representa por palabras tales como «errarle al blanco» o «torcido» o «rebelión» o «traspasar» («cruzar la línea»). La mente o el intelecto se expresan con la palabra «corazón» o «riñones», la emoción o la compasión con «entrañas» (vea Isaías 63:15). Otros términos concretos en hebreo son «cuerno» por fortaleza o vigor, «huesos» por el yo y «semilla» por descendientes. Una cualidad mental se describe a menudo usando la parte del cuerpo que mejor la representa. La fuerza puede ser representada por un «brazo» o una «mano», y el enojo por la «ventana de la nariz», el desagrado por «caerse la cara», la aceptación por «rostro brillante», pensar por «decir».
Algunos traductores han tratado de representar una palabra hebrea usando siempre la misma palabra en el idioma receptor, pero eso lleva a problemas serios. Algunas veces hay considerable desacuerdo en el matiz exacto del significado de una palabra hebrea en un pasaje dado. Con frecuencia, una sola raíz representa una variedad de significados, dependiendo de cómo se usa y el contexto. La palabra para «bendecir» también puede significar «maldecir, saludar, favorecer, alabar». La palabra para «juicio» también se usa para «justicia, veredicto, castigo, ordenanza, deber, costumbre, manera». La palabra para «fortaleza» o «poder» también significa «ejército, virtud, valor, coraje».
Más ambigüedad también surge del hecho de que algunas consonantes hebreas representan dos consonantes originales diferentes que se han unido en la evolución del idioma. Dos palabras que superficialmente parecen idénticas pueden ser investigadas y se puede llegar a dos raíces diferentes. Para un ejemplo de este fenómeno en español, compare carpa (un pez) y carpa (una tienda de campaña).
Sintaxis La sintaxis hebrea no es muy complicada. Se usan muy pocas conjunciones subordinadas («si», «cuando», «porque», etcétera); por lo general, las oraciones se coordinan usando la conjunción simple «y». Los traductores de textos bíblicos por lo general tratan de mostrar la conexión lógica entre frases sucesivas aunque no siempre es clara. En Génesis 1:2–3:1, todos menos tres de los 56 versículos comienzan con «y», sin embargo la versión Reina-Valera traduce esa conjunción de diferentes maneras como «y» (1:3), «luego» (1:24), «entonces» (1:26), «sino» (2:6), y «pero» (3:1).
El estilo hebreo cobra vida por el uso del discurso directo. El narrador no simplemente dice que «tal y cual persona dijeron que …» (oración indirecta). En cambio, los involucrados hablan por sí mismos (oración directa), creando una novedad que permanece aun después de lecturas repetidas.
Poesía La poesía hebrea usa una variedad de recursos retóricos. Algunos de ellos—tales como la asonancia, la aliteración y los acrósticos—se pueden apreciar solamente en el hebreo original. Pero el paralelismo, la característica más importante de la poesía hebrea, es evidente aun en las traducciones. Dentro de las muchas formas de paralelismo que son posibles, existen cuatro categorías comunes: (1) los sinónimos, un estilo repetido en el cual líneas paralelas dicen lo mismo usando diferentes palabras; (2) la antítesis, un estilo contrastante en el cual se expresan pensamientos contrarios; (3) la forma completiva, con una línea paralela al final que termina el pensamiento de la primera; (4) la climácica, en la cual una línea paralela ascendiente toma algo de la primera línea y lo repite. Hay muchas otras formas de paralelismo que enriquecen la poesía hebrea. Las formas posibles de paralelismo son casi infinitas.
Formas de expresión/figuras literarias El hebreo abunda en ricas formas de expresión (figuras literarias) que se basan en el carácter y forma de vida del pueblo hebreo. Ciertas expresiones raras, pero bien conocidas, han pasado a la literatura de otros idiomas y vienen del estilo hebreo, como por ejemplo: «la niña de su ojo» (Deuteronomio 32:10; Salmo 17:8; Proverbios 7:2; Zacarías 2:8), y «la piel de mis dientes» (Job 19:20). Algunas de las expresiones más llamativas de las formas de expresión (figuras literarias) del hebreo son difíciles de transferir a otro idioma, tales como «descubrir la oreja», significando «divulgar, revelar». Otras son más familiares, como «endurecer el cuello» para «ser testarudo, rebelde», e «inclinar el oído» para «escuchar atentamente».
Legado
Nuestro idioma y muchos otros idiomas modernos han sido enriquecidos por el hebreo.
Palabras El español contiene una variedad de palabras hebreas que se han tomado «prestadas». Algunas de ellas han tenido mucha influencia («amén», «aleluya», «jubileo»). Muchos nombres propios hebreos se usan en los idiomas modernos para personas o lugares, como David, Jonatán/Juan, Miriam/María, Belén (que también se ha usado para muchas ciudades en diferentes países).
Expresiones Muchas expresiones comunes hebreas han sido aceptadas, sin darnos cuenta, como formas de expresión (figuras literarias) en nuestro idioma, como «la boca de la cueva» y «la faz de la tierra». Algunas formas, como «al este del Edén», han sido usadas para títulos de libros y películas.
Arameo
Un idioma secundario del Antiguo Testamento es el arameo, que se encuentra en partes del libro de Daniel (2:4–7:28) y Esdras (4:8–6:18; 7:12–26). También aparecen frases y expresiones arameas en Génesis (31:47), Jeremías (10:11) y en el Nuevo Testamento.
Uso en el Antiguo Testamento
Génesis 31:47 refleja el uso del hebreo y del arameo por dos individuos que eran contemporáneos. Jacob, el padre de los israelitas, y Labán, el arameo, se refirieron al mismo montón de piedras como «testimonio», cada uno usando su propio idioma. Labán usó su propia expresión aramea, pero Jacob usó la expresión hebrea.
Lingüísticamente, el arameo es muy cercano al hebreo y similar en estructura. Los textos arameos de la Biblia están escritos usando la misma forma de escritura que el hebreo. En contraste al hebreo, el arameo usa un vocabulario más amplio, incluyendo muchas palabras prestadas, y una variedad mayor de conjunciones. También contiene un sistema de tiempos verbales muy elaborado con pronombres o con varias formas del verbo «ser». Aunque el arameo es menos eufónico y poético que el hebreo, probablemente es superior como vehículo de expresión exacta.
El arameo tiene tal vez la historia más larga y continua de un idioma vivo que cualquier otro idioma conocido. Se usaba durante el período patriarcal de la Biblia y todavía lo hablan actualmente algunas personas. Del arameo y de su pariente, el siríaco, salieron muchos dialectos en diferentes lugares y épocas. Caracterizado por la simplicidad, la claridad y la precisión, se adaptó con facilidad a las distintas necesidades de la vida diaria. Era un idioma que podían usar los eruditos, los estudiantes, los abogados y los mercaderes. Algunos lo han descrito como el equivalente semítico del inglés.
No se conoce el origen del arameo, pero parece haber estado estrechamente relacionado al amorita, y posiblemente a otros dialectos semíticos antiguos del noroeste que no les son muy conocidos a los eruditos. Aunque un reino arameo como tal nunca existió en realidad, varios «estados» arameos se desarrollaron y formaron centros de influencia. Se han encontrado y estudiado algunas cortas inscripciones arameas de esa era (siglo X al VIII a.C.).
Para el siglo VIII a.C., los representantes del rey Ezequías le pidieron al portavoz de Senaquerib, rey de Asiria, «hábleles a sus siervos en arameo, ya que lo entendemos. No nos hable en hebreo, que el pueblo que está sobre el muro nos escucha» (2 Reyes 18:26, NVI). Para el período persa, el arameo había llegado a ser el idioma del comercio internacional. Durante su cautividad, es probable que los judíos lo hubieran adoptado por conveniencia—por cierto en el comercio—mientras que el hebreo fue el idioma de los eruditos y de los líderes religiosos.
En forma gradual, especialmente después del exilio babilónico, la influencia aramea se extendió a toda la tierra de Palestina. Nehemías se quejó de que los hijos de matrimonios mixtos no sabían hablar hebreo (Nehemías 13:24). Parece que los judíos continuaron usando el arameo durante los períodos persa, griego y romano. Finalmente, las Escrituras hebreas fueron traducidas a paráfrasis arameas llamadas tárgumes, algunas de las cuales se han encontrado entre los Rollos del Mar Muerto.
Uso en el Nuevo Testamento
En la creencia popular, el arameo era el idioma común de Palestina durante el tiempo de Jesús. Sin embargo, eso no se sabe con certeza, y probablemente sea una simplificación de la situación lingüística de aquel tiempo. Los nombres que se usan en el Nuevo Testamento reflejan el arameo (Bartolomé, Bar-jonás, Barnabás), el griego (Andrés, Felipe) y el latín (Marcos), así como el hebreo. No hay duda de que se usaba mucho el arameo, como también el griego y el hebreo. El latín probablemente estaba limitado a los círculos militares y gubernamentales. El hebreo Mishnaic, una clase común de dialecto hebreo diario, también se usaba en el tiempo de Jesús; entre los Rollos del Mar Muerto se han descubierto algunos documentos escritos en hebreo Mishnaic.
¿Cuál era el «hebreo» al que se hace referencia en ciertos pasajes del Nuevo Testamento (Juan 5:2; 19:13, 17, 20; 20:16 [NVI]; Apocalipsis 9:11; 16:16)? Los idiomas que se usaron para la inscripción que se puso en la cruz de Jesús fueron «en hebreo, en griego y en latín» (Juan 19:19–20). Más tarde, el apóstol Pablo dijo que hablaba «en lengua hebrea» (Hechos 22:2; 26:14). Se puede debatir en qué dialecto específico habló, pero siendo fariseo sin duda que podía leer el hebreo del Antiguo Testamento. La palabra griega para «hebreo» a veces se traduce «arameo», y puede ser un término general para semítico, o una combinación de hebreo-arameo (tal como el yiddish es el hebreo-alemán). De cualquier forma, el arameo sirvió como una transición del hebreo al griego como la lengua que hablaban los judíos en el tiempo de Jesús. En ese sentido, el arameo conecta el hebreo del Antiguo Testamento con el griego del Nuevo Testamento.
Griego
Como instrumento de comunicación, el idioma griego es hermoso, rico y armonioso. Es una herramienta apropiada para ambos, el pensamiento intenso y la devoción religiosa. Durante su período clásico, el griego fue el idioma de una de las culturas más grandes del mundo. Durante ese período cultural, el idioma, la literatura y el arte florecieron más que la guerra. La mente de los griegos estaba preocupada con ideales de belleza. El idioma griego reflejaba el arte en sus diálogos filosóficos, en su poesía y en sus discursos ceremoniales.
El idioma griego también se caracterizaba por su fuerza y vigor. Tenía variación y efectos notables. El griego era el lenguaje de las discusiones, con un vocabulario y estilo que podía penetrar y aclarar fenómenos en vez de sólo relatar historias. El griego clásico desarrollaba, de manera compleja, muchas formas de unas pocas raíces de palabras. Su compleja sintaxis permitía complicados arreglos de palabras para expresar finos matices de significado.
Historia antigua
Aunque los antecedentes del griego no son claros, las primeras pistas de lo que podrían llamarse antecedentes del idioma griego aparecen en documentos micénicos y minoicos que usan tres tipos de escritura: los jeroglíficos minoicos (los más tempranos), linear A y linear B (los posteriores). La forma llamada linear B, que generalmente se considera «pre-greca», está escrita en una escritura silábica encontrada en tablillas de arcilla descubiertas en la isla de Creta y en el territorio continental de Grecia (1400–1200 a.C.)
La civilización micénica y su forma de escritura terminaron abruptamente con las invasiones dorias (1200 a.C.), y parece que la escritura desapareció por varios siglos. Más tarde, cerca del siglo VIII a.C., aparecieron escritos griegos con una escritura distinta. Esa forma de escribir estaba basada en un abecedario que aparentemente se tomó prestado de los fenicios y luego fue adaptado al sistema de sonidos griegos del habla y a la dirección de su escritura. Al principio, el griego se escribía de derecha a izquierda, al igual que los idiomas semíticos del oeste, luego en un patrón de un lado al otro y finalmente de izquierda a derecha. Varios dialectos aparecieron durante el período arcaico (siglos VIII a VI a.C.): el dórico, el jónico, el aqueo y el eólico.
Durante el período clásico (siglos V a IV a.C.), la cultura griega alcanzó su cenit literario y artístico. El griego clásico (o ático) se caracterizaba por la sutileza de su sintaxis y un uso expresivo de partículas (partes de un oración cortas, sin inflexiones, que a menudo no se podían traducir). A medida que la ciudad de Atenas obtuvo el control cultural y político, el dialecto ático también obtuvo prestigio. Con las conquistas macedónicas, el griego ático, combinado con las influencias de otros dialectos (especialmente el jónico), llegó a ser el idioma internacional de la zona este del Mediterráneo.
El helenismo y el dialecto koiné
Las conquistas de Alejandro Magno fomentaron la difusión del idioma y la cultura griegos. Los dialectos regionales fueron, en su mayor parte, reemplazados por el griego «helenístico» o «koiné» (común). La lengua griega koiné es un dialecto preservado y conocido a través de miles de inscripciones que reflejan todos los aspectos de la vida diaria. El dialecto koiné le agregó muchas expresiones vernáculas al griego ático, haciéndolo así más cosmopolita. El simplificar la gramática también lo adaptó mejor a una cultura mundial. El nuevo idioma, que reflejaba el hablar simple y popular, llegó a ser el idioma del comercio y la diplomacia. El idioma griego, como resultado de su evolución de clásico a koiné, perdió mucha de su elegancia y de sus matices de significado. Sin embargo, mantuvo sus características distinguidas de fuerza, belleza, claridad y poder retórico lógico.
Es significativo que el apóstol Pablo escribiera su carta a los cristianos en Roma en griego y no en latín. El Imperio Romano de aquel entonces, culturalmente, era un mundo griego, excepto por las transacciones gubernamentales.
La Septuaginta
Durante los siglos inmediatamente antes de Cristo, la zona este del Mediterráneo había estado pasando no sólo por la helenización, sino también por la «semitización». Se pueden observar ambas influencias en la traducción griega del Antiguo Testamento.
La traducción al griego de las Escrituras hebreas fue un acontecimiento trascendental. La Septuaginta (la primera traducción griega del Antiguo Testamento) tuvo más tarde una fuerte influencia en la manera de pensar cristiana. Una consecuencia necesaria del hecho que los escritores hebreos usaran el idioma griego fue que el espíritu griego y las formas de pensamiento griegas ejercieron influencia sobre la cultura judía. Muy pronto los judíos tomaron algunas expresiones del rico y refinado vocabulario griego para manifestar ideas que estaban más allá del alcance de la terminología hebrea. También las expresiones griegas antiguas alcanzaron nuevos y más amplios significados en esta traducción del Antiguo Testamento hecha por judíos que hablaban griego.
El Antiguo Testamento griego ha tenido un papel muy significativo en el desarrollo de la manera de pensar cristiana. A menudo, el uso de una palabra griega en la Septuaginta provee una clave para su significado en el Nuevo Testamento. El dialecto «judío-griego» del Antiguo Testamento se ve a veces en el Nuevo Testamento en pasajes traducidos muy literalmente; otras veces, la traducción del texto del Antiguo Testamento que se usó en el Nuevo Testamento es muy libre.
El griego del Nuevo Testamento
Aunque la mayoría de los autores del Nuevo Testamento era judía, escribió en griego, que era el idioma universal de su época. Además, parece que el apóstol Juan estaba al tanto de algo de la filosofía griega, la cual ejerció influencia en su estilo. Juan usó «Verbo» (en griego logos) para referirse a Cristo (Juan 1:1), y otras varias expresiones abstractas. Tal vez Juan haya sido influenciado por el centro egipcio de Alejandría, donde el aprendizaje hebreo y la filosofía griega se habían combinado de una forma muy singular.
El apóstol Pablo también tenía conocimiento de autores griegos (Hechos 17:28; 1 Corintios 15:33 [NVI]; Tito 1:12). Los grandes oradores y filósofos griegos influenciaron el lenguaje de Pablo al igual que lo hicieron los profetas y eruditos hebreos.
No se sabe con exactitud qué dialecto hebreo o arameo habló Jesús. Ciertamente es posible que también hablara griego. El hecho es que originalmente los Evangelios fueron escritos como textos griegos. Los registros griegos de las enseñanzas de Jesús prepararon el camino para que el evangelio se esparciera a través de una cultura que hablaba griego.
La dignidad y el comedimiento del dialecto koiné que usaban los escritores cristianos no era ni tan artificial ni tan pedante como algunos escritos clásicos, ni tan trivial y vulgar como el koiné hablado.
Las palabras griegas tomaron un significado más rico y espiritual en el contexto de las Escrituras. Influenciado por la simplicidad y el brillo del estilo semítico, el Nuevo Testamento no fue escrito en un raro idioma del «Espíritu Santo» (como creían algunos eruditos medievales), sino en koiné (griego común)—en su mayor parte por autores de pensamiento semítico. Decenas de miles de papiros que han sido excavados en Egipto en la primera parte del siglo XX nos han dado paralelos léxicos y gramáticos del lenguaje bíblico, revelando que este era parte de la trama y acción de aquellos tiempos. Pero el Nuevo Testamento griego fue «libre», creando, a menudo, su propio idioma. Los escritores cristianos ejercieron influencia en el pensamiento griego usando expresiones nuevas para impartir su mensaje acerca de Jesucristo.
Influencia semítica
Debido a que el griego del Nuevo Testamento combina la cualidad de directo del pensamiento hebreo con la precisión de la expresión griega, a menudo la delicadeza sutil del griego interpreta conceptos hebreos. La influencia semítica es más fuerte en los Evangelios, el libro del Apocalipsis, y la carta de Santiago. Libros como Lucas y Hebreos exhiben un estilo más típicamente griego. Las Epístolas del Nuevo Testamento combinan la sabiduría del hebreo con la filosofía dialéctica del griego. Los sermones registrados en el Nuevo Testamento combinan el mensaje profético hebreo con la fuerza de la oratoria griega.
Además de las citas directas y alusiones provenientes de la Septuaginta, se ha notado, en muchas áreas, una influencia semítica dominante en el griego del Nuevo Testamento. Por ejemplo, la sintaxis del griego del Nuevo Testamento contiene muchos ejemplos del estilo semítico.
Vocabulario
El vocabulario del Nuevo Testamento griego es amplio y suficiente como para comunicar el matiz de significado que desea el autor. Por ejemplo, el Nuevo Testamento usa dos palabras diferentes para «amor» (para dos clases de amor), dos palabras para «otro» (otro del mismo, u otro de una clase diferente), y varias palabras para diferentes clases de conocimiento. Significativamente, algunas palabras se omiten, tal como eros (una tercera clase de amor), y otras palabras comunes que usaba la cultura helenística de aquel tiempo.
Además, a menudo las palabras griegas tomaban un nuevo significado en el contexto del evangelio, surgiendo de la combinación de una enseñanza nueva con una moralidad exaltada. Los escritores no vacilaban en usar palabras como «vida», «muerte», «gloria» e «ira» en nuevas formas para expresar pensamientos nuevos. A veces el significado literal de una palabra casi desaparece, como cuando los autores usan «agua», «lavar» y «bautismo» para indicar el poder espiritual purificador de Cristo. El vocabulario del Nuevo Testamento también contiene palabras que se encuentran sólo en otros lugares del Antiguo Testamento griego, tales como «circuncisión», «idolatría», «anatema», «diáspora» y «pentecostés». Las palabras tomadas del hebreo o del arameo incluyen aleluya y amén (hebreo); y abba, mammón y corbán (arameo).
Entonces, un diccionario de griego clásico es de ayuda, pero no es suficiente para entender el significado de una palabra del Nuevo Testamento. También debemos saber cómo se usa la palabra en el Antiguo Testamento griego, en escritos helenísticos, y en las inscripciones y documentos que representan el idioma de la vida diaria. Los documentos en papiro proveen muchas ilustraciones del significado de palabras del Nuevo Testamento. Por ejemplo, la palabra griega para «ofrenda» (1 Corintios 16:1), que en un tiempo se pensaba que estaba limitada al Nuevo Testamento, se usa comúnmente en los papiros. Muchas palabras griegas que antes se definían basándose en el griego clásico han cobrado un significado más exacto a la luz de su uso en los papiros.
Gramática
Al igual que en los idiomas indo-europeos, el significado de las palabras griegas es afectado por agregar o alterar varios prefijos y sufijos (el proceso conocido como «flexión»). Aunque su sistema de flexión es simple, comparado con el griego clásico, el griego del Nuevo Testamento tiene más flexiones que muchos otros idiomas. El significado griego, por lo tanto, es menos susceptible a las ambigüedades que algunos idiomas modernos.
En contraste con el hebreo, el griego tiene un género neutro así como masculino y femenino. Las muchas y precisas preposiciones griegas son sutiles y tienen varios significados que dependen del contexto. El griego del Nuevo Testamento usa sólo cerca de la mitad de las partículas que se usan en el griego clásico.
El sistema griego de verbos, mucho más complicado que el del hebreo, es capaz de transmitir matices de significado difíciles de expresar aun en inglés. Cada verbo griego tiene cinco aspectos, que los gramáticos llaman tiempo, modo, voz, persona y número.
Tiempo El tiempo del verbo griego trata principalmente de «la clase de acción», más que del «tiempo de la acción», como es en algunos idiomas modernos. En el griego hay tres clases básicas de acción: «durativa», expresada por los tiempos presente, imperfecto y (a veces) futuro; «simple» o punctiliar, expresada por los tiempos aoristo y (a menudo) futuro; y «completo», expresado por el pretérito perfecto (los resultados de acciones pasadas que continúan en el presente) y el pluscuamperfecto (los resultados se limitan al pasado).
Los tiempos verbales griegos a menudo son difíciles de traducir al otro idioma; el tiempo de la acción así como el significado básico de la raíz del verbo (así como si lleva complemento) deben ser combinados sutilmente, con la clase de acción, en una sola idea.
Modo El modo muestra la forma en que se debería entender la acción de un verbo. ¿Es real la acción? (Use el modo indicativo.) ¿Alguien demanda la acción? (Use el modo imperativo.) ¿Depende la acción de otras condiciones? (Use el modo subjuntivo u optativo.) ¿Describe la acción básicamente a otro sustantivo? (Use un participio). ¿Es la acción básicamente sustantiva? (Use un infinitivo). En la gramática, un sustantivo es una palabra o grupo de palabras que funcionan como nombre; los dos últimos ejemplos no son estrictamente modos, pero los gramáticos los usan de esa forma. Los modos le dan a un escritor griego un rico caudal de expresiones verbales.
Voz La voz de un verbo describe si la acción está dirigida hacia afuera (activa), hacia adentro (en el medio), o de regreso al sujeto de la frase (pasiva).
Persona La persona de un verbo dice quién está realizando la acción, ya sea yo (primera persona), tú o usted (segunda persona) u otra (tercera persona).
Número El número del verbo indica si la acción está siendo realizada por una persona (singular) o por más de una persona (plural).
Estilo
El Nuevo Testamento contiene una variedad de estilos de escritura en su uso del griego. Los Evangelios, especialmente, muestran estilos semíticos. Mateo usa un estilo menos pintoresco que Marcos, y en algunos aspectos es más cercano al de Lucas, Hechos, Hebreos, Santiago y 1 Pedro. El estilo de Lucas varía de los estilos de Marcos y Mateo; es elegante. El estilo más bien simple de Juan contiene muchas características semitas.
Se han notado diferencias de estilo entre las cartas del apóstol Pablo. Las menos literarias y más directas en su forma de expresión son las cartas a los Tesalonicenses. Las Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) tienen un estilo más cercano al dialecto koiné que la mayoría de las otras Epístolas—no tan judío y no tan influenciado por la Septuaginta como sus otras cartas.
La carta a los Hebreos combina la elegancia con un estilo judío-griego. La carta de Santiago, aunque tiene una cualidad cultural muy alta, no es tan sensible en cuanto al estilo como Hebreos. Menos elegante es 1 Pedro, la cual fue fuertemente influenciada por la Septuaginta y, por lo tanto, refleja el estilo semítico.
La carta de Judas contiene dicción elevada y a veces laboriosa, y muestra la influencia del estilo judío. Segunda de Pedro, que se parece a Judas en su elevado estilo, ha sido influenciada aún más por la Septuaginta.
El libro del Apocalipsis tiene un estilo que generalmente es simple, pero muestra una influencia semítica considerable en el uso del paralelismo y la redundancia. Los eruditos lingüistas han identificado una cantidad de errores gramáticos aparentes en el griego del Apocalipsis.
Conclusión
Para los cristianos, el mensaje que comunica la Biblia es simple y directo, y sin embargo es capaz de trasmitírselo a la gente que vive en las circunstancias culturales más complejas. Aunque todos los idiomas humanos tienen sus limitaciones, los idiomas bíblicos han probado ser un medio sumamente adecuado para comunicar el mensaje de Dios en todo su poder y riqueza.
Bibliografía
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[1] Comfort, P. W., & Serrano, R. A. (2008). El Origen de la Biblia (pp. 221–244). Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc.
Gracias…
Bendiciones.
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor