Las Señales
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Juan 20: 30 y 31
En este último versículo el autor expresa en forma clara y concisa el propósito del Evangelio. Y el objetivo general de todo evangelista.
Este párrafo que hemos leído tiene toda la apariencia de una conclusión del Evangelio y también expresa el propósito que el autor tuvo en escribirlo. Por esta razón, muchos comentaristas opinan que el texto original termina aquí. Porque al parecer el propósito del Evangelio se ha logrado. Jesús se había aparecido a todos los discípulos, les había comisionado y les había dado simbólicamente el Espíritu Santo, Tomás había pronunciado la confesión más elevada y Jesús había pronunciado una bendición especial sobre los que creerían en él, sin verlo. Por esto, se piensa que el cap. 21 fue agregado más adelante, como un epílogo, por el mismo autor.
Juan mira hacia atrás y afirma que Jesús hizo muchas otras señales, refiriéndose a todos los milagros que había realizado durante su ministerio terrenal, y no sólo a las apariciones después de la resurrección.
Luego afirma dos cosas acerca de todas esas señales:
1) no fueron hechas en secreto, sino en presencia de sus discípulos, y
2) muchas no fueron registradas en este Evangelio (ver 21:25).
Juan deja ver que había escogido de entre todas las señales de Jesús las que más claramente apuntaban a él como el Hijo de Dios. Entonces, el evangelio de Juan es en este sentido un Evangelio selectivo con un propósito definido.
Nótese que el propósito no es de crear fe como el objeto final, sino de convencer a los hombres de la naturaleza verdadera de Jesús. Tenemos que poner la fe en su respetivo sitio, no es fe por sí misma, no es creer en nada, simplemente creer y ya, no. La fe cobra valor dependiendo del objeto en que la depositemos. Tenemos que aprender a creer en Jesús.
Hay mucha gente que cree en las señales, pero no en quien provoca ese señal. No somos seguidores de Señales, somos seguidores de Jesucristo, es a él a quien apuntan directamente todas estas señales en los evangelios.
Jesús no es un mero hombre, ni tampoco sólo un buen hombre, sino que Jesús es el Cristo, el Mesías de Dios, prometido largamente a través del Antiguo Testamento, la manifestacion personal, final y última de Dios que aparece con una misión salvífica especial. Dios se manifestó en carne en la persona de Jesús.
Así que el Evangelio tiene el propósito de convencer a los hombres que ese Mesías es el mismo ser divino, la expresión Hijo de Dios hace referencia a su divinidad, pero no en esencia, es la divinidad manifestada en carne, no es otro sino el mismo Dios, tal cual confesó Tomás.
Entonces Tomás respondió y le dijo:
—¡Señor mío y Dios mío! Jn 20.28
Como en las palabras de Tomás, ese convencimiento genuino de la verdadera identidad de Jesús nos debe llevar a los lectores delevangelio a tener una confianza y un compromiso real con Jesucristo como nuestro Señor y nuestro Dios.
El segundo propósito, o mejor dicho, la finalidad última del Evangelio y el resultado o consecuencia benéfica de creer en Jesús se expresa en la exprsión que sigue:
y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Una vez que uno cree en Jesús como el Hijo de Dios (primera cláusula) recibirá la vida, y seguirá teniendo vida para siempre (segunda cláusula).
Entonces el Evangelio de Juan tiene un propósito decididamente evangelístico y misionero. Está en perfecto acuerdo con el propósito para el cual Jesús vino al mundo, para salvar.
De esta forma Juan une magistralmente los dos temas dominantes en su Evangelio: "creer" y "vida".
Ahora bien, Jesús hizo ciertamente muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que continuéis creyendo que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, continuéis teniendo vida en su nombre.
Con la gloriosa confesión de Tomás, "Señor mío, y Dios mío", el escritor ha logrado su propósito. Debiéramos compararse esta confesión con la sublime declaración de 1:1: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Juan comienza su relato con la Divinidad de Jesú y lo va concluyéndolo con la misma declaración.
El propósito del evangelista verdadero ha sido todo el tiempo el mismo: mostrar que Jesús es realmente Dios (o, si se prefiere, el Hijo de Dios; y con ello está indicando que es el mismo Dios pero manfestado en carne).
En cuanto al significado del término señal en el evangelio de Juan:
· Indica un milagro que es considerado como prueba de la autoridad y majestad divinas. La atención del espectador se dirige, por ello, del hecho mismo hacia el divino Hacedor de ese hecho. La señal es una obra de poder en la esfera física, pero frecuentemente está ilustrando un principio que opera en la esfera espiritual; lo que sucede en la esfera de la creación señala hacia la esfera de la redención.
· La señal desvía la atención más allá de sí misma hacia Aquel que la realizó.
- La multiplicación de los panes, por ejemplo, (una señal, 6:14, 26, 30) dirige la atención hacia Cristo, el Pan de Vida (6:35);
- la curación del ciego de nacimiento (otra señal, 9:16) se basa en las palabras del Señor: "Yo soy la luz del mundo" (9:5)—luz en la esfera espiritual (9:39–41)—; y
- la resurrección de Lázaro (una señal también, 11:47; 12:18) se conecta inmediatamente con Jesús como el Dador de toda vida, tanto espiritual como física (11:23–27).
Había realizado Jesús muchas señales. Se realizaron en la presencia de los discípulos, de modo que estos hombres pudieran ser testigos calificados, es decir, para que pudieran dar testimonio competente respecto a lo que ellos mismos habían visto, oído o experimentado.
Los discípulos vieron al Cristo resucitado, y esto ciertamente implicaba la realidad de la resurrección. La resurrección de Jesucristo fue la mayor señal de todas. La señal del profeta Jonás:
—La generación mala y adúltera demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Mt 12.39–40
Además de la gran señal de la resurrección, que merece una consideración aparte, las señales que se relatan en el cuarto Evangelio son:
- la tranformación del agua en vino,
- la curación del hijo del cortesano,
- la curación del hombre "seco" en la piscina de Bethzatha,
- la milagrosa alimentación de cinco mil,
- Jesús anda sobre el mar,
- la devolución de la vista al ciego de nacimiento, y
- la resurrección de Lázaro.
Pero esto no es todo en modo alguno, el tema no se agota ahí. Se podría preguntar, "¿Acaso la purificación del templo no fue una señal? ¿Acaso la entrada triunfal en Jerusalén no fue otra señal?"
Además, la señal nunca va sola. No es sólo una obra poderosa. Siempre hay algo más: el milagro introduce cierta enseñanza con relación a Cristo. A veces esa enseñanza está implícita; a menudo se expresa por medio de largos discursos. De ahí que lleguemos a la conclusión de que desde el principio hasta el fin el cuarto Evangelio es un libro de señales. Relata las acciones maravillosas de Jesús y su significado.
La señal no está ahí para que creamos en la señal, sino para que creamos en aquel que provoca esa señal.
Ahora bien, Juan no ha relatado todas las acciones y enseñanzas de Jesús una a una. Ha sido, como ya dijimos, selectivo. Probablemente dio por sentado que los lectores ya habían estudiado los evangelios anteriores.
Y finalmente pues reconoce que el relatar todas las acciones y palabras significativas de Jesús habría sido imposible:
Hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén. Jn 21.25
¿Cuál fue, pues, el propósito de Juan al referir las señales que relata?
La respuesta se expresa en las palabras que hemos analizado:
Pero éstas se han escrito para que continuéis creyendo que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, continuéis teniendo vida en su nombre
Hermanos, continuemos creyendo no en las señales sino en Jesucristo el Señor!
Hay un hombre de quien hablan en la lieteratura patríatica Cerinto, que trataba de socavar la fe de la iglesia en la divinidad de Cristo. Pero noostos como Iglesia debemos fortalecerse esa fe.
Cerinto: un ebionita que según la tradición eclesiástica era contemporáneo de Juan y en su interpretación de Jesús afirmaba que un ser divino llamado Cristo vino al ser humano llamado Jesús en el momento de su bautismo, lo guió en su ministerio, pero lo dejó en la crucifixión. Que Jesús no era Dios, sino un hombre ungido de una manera excepcional.
Pueden existir muchas teorías acerca de Jesús, pero nosotros tenemos una verdad que nos ha sido revelada, y es en esa verdad en la que debemos mantenernos.
Cuando la iglesia sigue aceptando a Jesús como el único y verdadero Dios menifestado en carne, es decir, como el Cristo, el cumplimiento de todas las esperanzas y promesas del Antiguo Testamento; cuando se sigue reconociéndolo y recibiendo a Jesús como el Hijo de Dios, en el sentido más excelso de la palabra, se seguirá teniendo vida—vida eterna;—en su nombre, en el nombre de Jesús.
Pienso que ya entendemos que tan gloriosa es esta revelación que Dios nos ha dado.
Jesucrito es el verdadero Dios y la vida eterna.
Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. 1 Jn 5.20
El nombre de Jesús es el único nombre que trae salvación.
Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Hch 4.11–12
Analicemos estas señales de Jesús en el evangelio de Juan.
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