La mina terrestre de la codicia Leer | 2 Corintios 1.3-7 28 de enero de 2015 Una de las minas terrestres mejor ocultas en la vida de un creyente es la codicia. Tendemos a pensar que la palabra se refiere simplemente al deseo de tener un objeto que pertenece a otra persona, pero es más profundo que eso. La codicia es un anhelo intenso de algo que no tenemos, junto con la creencia de que no seremos felices o no estaremos satisfechos hasta que lo obtengamos. Si somos impulsados por un deseo insaciable que nos distrae de nuestra relación con Dios, entonces estamos en peligro, porque ese anhelo vehemente es, en realidad, una forma de idolatría. Nuestra preocupación por satisfacer el deseo se traduce en dar mayor prioridad al objeto que a Dios. Esa es la naturaleza intrínseca de la adoración idolátrica. Todos tenemos deseos, y muchos de ellos son plantados en nuestro corazón por el Señor. Los anhelos dentro del marco de la voluntad de Dios son aceptables. Por ejemplo, no hay nada en la Biblia que condene querer una casa o un automóvil. Dios tiene un propósito, un plan y un tiempo señalado para responder a nuestras necesidades. Sin embargo, cuando decidimos hacer realidad un deseo dado por Dios de una manera que no corresponde a la voluntad del Señor, somos culpables de codicia. La razón por la cual la codicia es tan perjudicial, es porque no se detiene. Cuando logramos un objetivo que pensábamos que iba a satisfacernos, descubrimos que todavía no estamos contentos. Por tanto, intentamos obtener algo más. Pero nada, aparte de una relación con Jesucristo, puede traer paz y contentamiento genuino a nuestro corazón. |
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