viernes, 5 de septiembre de 2014

Consejería

> El 29 de noviembre de 1993, la revista Time publicó una serie de artículos sobre la confusión en la psicología moderna. En su cubierta apareció una fotografía retocada de Sigmund Freud, su cabeza era un rompecabezas tridimensional, vacío e incompleto, y la pregunta sugestiva: «¿HA MUERTO FREUD?».
> Uno de tales artículos suscita la duda: «¿Qué pasaría si Freud estuvo errado?». Señalando que este siglo ha visto ya el repentino colapso del marxismo, sugiere que podríamos estar cerca de ser testigos de un derrumbe igualmente dramático del «complejo monumento freudiano».
> No hace mucho los evangélicos se hubieran alegrado sinceramente con tales nuevas. Pero vivimos en tiempos extraños e, irónicamente, mientras el mundo secular en forma creciente se ha estado desconectando de la industria de la psicoterapia profesional, el mundo evangélico ha estado abiertamente tratando de conciliar la psicología secular con las verdades bíblicas. Mientras el mundo ha llegado a desconfiar cada vez más de la psicología, los cristianos parecen estar cada vez más comprometidos con ella. Quizás sea acertado decir que muchos en la iglesia son adictos a la psicoterapia.
> La urgencia por introducir la psicología en la iglesia es algo que francamente resulta extraño. Psicología y cristianismo han sido enemigos desde el principio. Las presuposiciones de Freud fueron ateístas y cínicas. Calificó a la religión de «neurosis obsesiva universal». Para él, la religión era una ilusión que derivaba sus fuerzas de lo irracional, simples pensamientos cargados de deseos irreales con raíces en el instinto humano. Quienes siguieron a Freud fueron en principio hostiles a las creencias bíblicas. Las doctrinas fundamentales del movimiento fueron, por tanto, basadas sobre presuposiciones abiertamente anticristianas. Para Freud y sus seguidores el ser humano no fue sino un animal motivado por los impulsos sexuales y otras necesidades de su ego.
> Con mucha justificación a la iglesia se le previno sobre estas ideas. Las teorías de Freud estaban entre varias hipótesis ateístas, junto con el darwinismo y el marxismo, que fueron ganando popularidad al final del siglo pasado. La batalla más importante de la iglesia era en ese entonces, sin embargo, librada contra otro enemigo insidioso: el liberalismo teológico, un pseudocristianismo que negaba la autoridad de las Escrituras y cuestionaba lo sobrenatural. Esta fue otra doctrina que contribuiría a la rápida secularización de la sociedad.
> Entre los cristianos profesantes, sólo los teólogos liberales encontraron aliados entre los psicólogos ateos. Carl Jung escribió mucho acerca de religión. En su enseñanza, sin embargo, el subconsciente humano era divino. William James, padre del pragmatismo moderno, mezcló también teorías de conducta y religión con un credo humanístico que hizo un uso copioso de terminología teológica. Pero tales hombres de ninguna manera fueron cristianos. Rechazaron decididamente lo sobrenatural, repudiaron la autoridad de las Escrituras y desecharon la mayoría de los principios de la fe cristiana histórica.
> La psicología fue así ideal para una época crecientemente secular. Hacia mediados de nuestro siglo, la nueva disciplina se aceptó en las mentes populares como una ciencia desarrollada a plenitud, aun cuando el movimiento comenzaba ya a fragmentarse en docenas de escuelas y filosofías reñidas entre sí y pese a que sus hipótesis no podían comprobarse ni verificarse sus resultados a través de ninguno de los medios tradicionales de la verdadera ciencia. Nada de esto logró disminuir la aceptación de la psicología en una edad que creció hostil a toda noción de verdad absoluta.
> En el espacio de pocas décadas, la industria de la psicoterapia y los evangélicos establecieron una coexistencia más o menos resguardada. Los cristianos parecieron intimidados por la abrumadora aceptación que el mundo dio a la psicoterapia como ciencia verdadera. Los terapeutas creían poseer un conocimiento superior y terapias efectivas que la consejería espiritual tradicional jamás había podido ofrecer. Declaraban en términos no inciertos que los clérigos y consejeros espirituales debían permanecer fuera de su campo de juego.
> Un libro de texto sobre psicología pastoral escrito en los años cincuenta resumió la actitud de los terapeutas profesionales hacia la consejería espiritual en estos términos:
> Es deber [del pastor] no procurar arrogarse el papel de psiquiatra sino que, tan rápido como sea posible, debe remitir al paciente a un profesional. A menudo debe asegurarse del juicio del psiquiatra tocante a los síntomas que muestra quien hace la petición. Sobre todo, el clérigo, en tales casos, debe colocarse bajo la dirección del psiquiatra, si es que este último cree que su colaboración como religioso es de ayuda. La psicoterapia y la terapia religiosa demandan continuidad, tratamiento paciente por largos períodos y el clérigo pocas veces encuentra las horas para cumplir con esto. Por tanto, como parte del personal de su iglesia o sinagoga, debe tener un especialista al cual pueda referir los casos. Si no cuenta con tal profesional, este podría ser un amigo y consejero del clérigo cuando se requiera. Todo esto demanda tiempo y dinero, y no debe olvidarse que mientras el clérigo está dispuesto a brindar su tiempo libremente, el psiquiatra profesional debe hacer que sus horas cuenten en términos de dinero. Con demasiada frecuencia personas en angustia van al clérigo cuando no han tenido éxito en sus consultas con el psiquiatra, pero es astuto el pastor que de inmediato las envía de vuelta a su psiquiatra.
> Con frecuencia, pastor y psiquiatra pueden trabajar de la mano, especialmente en el caso de personas que en un momento aceptarán la guía del clérigo mismo y en otro la del psiquiatra. Cónyuges se han reunido como resultado de esta técnica. Algunas veces el psiquiatra recomendará al religioso que reciba a un joven convaleciente como miembro de la organización juvenil de su institución, en la esperanza de que las oportunidades sociales lograrán acelerar su cura. Otras el psiquiatra apreciará la utilidad de asistir a los servicios de la iglesia, la lectura de material religioso y la ejecución de ritos y ceremonias tradicionales. En todos estos casos, el psiquiatra debe ser el mentor y director del tratamiento.
> Demasiados pastores se han rendido a tal manera de pensar y desde hace unos cuarenta años la consejería se ha removido sin titubeos desde la iglesia hasta las clínicas. Ahora la psicología «cristiana» es un negocio de miles de millones de dólares. Sin embargo, ¿ha mejorado el estado espiritual y emocional de los creyentes con esta tendencia? Es seguro que nadie afirmará con seriedad tal cosa.
> Una de las tendencias prometedoras en el mundo evangélico de nuestros días es el surgimiento de un énfasis renovado sobre la consejería que es bíblica y no simple psicología coloreada con palabras y frases bíblicas, sino un ferviente esfuerzo por ayudar a la gente a resolver sus problemas llevándolas a las verdades escriturales objetivas que pueden cambiar la vida.
> Al fin y al cabo, las Escrituras son el único recurso digno de confianza al que podemos ir para la solución de nuestros problemas espirituales:
> • ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu Palabra (Sal 119:9).
> • Pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros (Sal 119:24).
> • Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos (Sal 119:98–100).
> • Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Ti 3:16–17).
> Muchísimos pasajes similares podrían citarse para demostrar la superioridad y absoluta suficiencia que las Escrituras tienen. O creemos lo que Dios enseña en su Palabra tocante a esto o nos abrimos a toda clase de influencias corruptoras de pensamientos mundanos. Así es de simple la elección.
> Me alienta ver un importante movimiento de creyentes que vuelven a las Escrituras como la única fuente de sabiduría y corrección para el alma. Estoy muy agradecido a Dios por los hombres y mujeres que está utilizando para despertar la iglesia a esta necesidad.
> Wayne Mack es uno de esos que han estado en la línea del frente en estos problemas durante muchos años. Bajo su sabio liderazgo, The Master's College ha venido consolidando un programa de consejería bíblica que no tiene igual en parte alguna. Mientras llevaba a cabo esta tarea, el Dr. Mack halló también tiempo para compilar y editar este libro. Es la realización de un deseo mío de muchos años tener un libro de texto fácil de comprender sobre los problemas que enfrentan los consejeros: Una guía para quienes desean ofrecer verdaderos consejos bíblicos y no sólo los conceptos recalentados y tomados de los montones de migajas de la psicología secular. Creo que este libro, en forma efectiva, equipará y animará a los consejeros cristianos que han sufrido la intimidación o confusión de las pretensiones de la psicología moderna. También instruirá y ayudará a quienes están ya involucrados en la consejería bíblica, de modo que resulten más efectivos.
> Ya sea usted un consejero bíblico maduro o alguien que está comenzando, sé que en este volumen hallará mucho que le va a ayudar y animar. Mi oración es que este libro llegue a ser un catalizador en alejar a la iglesia de la falsa e intoxicante consejería del saber mundano para volver a la leche pura de la Palabra de Dios.
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> John MacArthur
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> Gracias!
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> Bendiciones...
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> ADONAY

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