viernes, 5 de septiembre de 2014

Evangelización

El redescubrimiento de la evangelización bíblica
John MacArthur y Jesse Johnson
«Evangelizar es como un limosnero diciéndole a otro limosnero donde conseguir pan».
—D. T. Niles (líder y educador de la iglesia de Sri Lankan, 1908–70)
Casi todo el mundo sabe que la palabra evangelio quiere decir «buenas nuevas» y cada cristiano verdadero comprende que el evangelio de Jesucristo es la mejor noticia en todo tiempo y por la eternidad.
Por supuesto que cuando alguien tiene buenas noticias, la inclinación natural es querer decirlas a todo el mundo. Cuando las noticias son especialmente buenas, nuestro impulso podría ser proclamarlas desde los tejados. Si pensamos con atención acerca del mensaje del evangelio, considerando su significado, sus implicaciones, su simplicidad, su libertad y la bendición eterna de los que lo reciben, el urgente deseo de decirlo a los otros debería ser irresistible.
Este es precisamente el porqué los nuevos cristianos son a menudo los evangelizadores más apasionados. Sin ningún adiestramiento o incentivo para que lo hagan, pueden ser asombrosamente eficaces llevando a otros a Cristo. No están obsesionados con las técnicas ni bloqueados por el temor al rechazo. La gloria pura y grandiosa del evangelio llena sus corazones y su visión, y quieren hablar con todo el mundo acerca del evangelio.
Desafortunadamente y con mucha frecuencia, esta pasión disminuye con el paso del tiempo. El nuevo creyente pronto se da cuenta de que no todo el mundo piensa que el evangelio son esas buenas nuevas en las que él cree. Algunos reaccionan como reaccionarían al hedor de la muerte (2 Corintios 2:16). Las multitudes desprecian el mensaje o se sienten ofendidas por él porque ataca el orgullo humano. Muchos simplemente aman su pecado tanto que no quieren escuchar un mensaje de redención que les llame a arrepentirse. Los encuentros reiterados con rechazadores vehementes del evangelio pueden desalentar aun al más dotado evangelizador.
Encima de esto, los cuidados de este mundo y las distracciones de la vida diaria compiten para acaparar nuestro tiempo y nuestra atención. Se da el caso que cuando el discípulo se vuelve cada vez más familiar con el evangelio, ese sentido inicial profundo de admiración y asombro se desvanece un poco. Por supuesto que el evangelio sigue siendo buenas noticias, pero de pronto se transforman en viejas noticias, y esto hace que se pierda el sentido de urgencia.
Por consiguiente, es necesario que nos estemos recordando constantemente lo completamente vital que es la tarea de evangelizar y con cuanta urgencia este mundo caído necesita del evangelio. La evangelización no es meramente una actividad incidental en la vida de la iglesia; es el deber más urgente que como cristianos se nos ha dado para hacer. Casi cada ejercicio espiritual que hacemos juntos como miembros del cuerpo de Cristo todavía podremos hacerlo en el cielo: alabar a Dios, disfrutar del compañerismo unos con otros, saborear la riqueza de la Palabra y celebrar la verdad juntos. Pero es ahora cuando tenemos la única oportunidad para proclamar el evangelio al perdido y ganar personas para Cristo. Seriamente necesitamos redimir el tiempo (Efesios 5:16).
Un cristiano no necesita ser llamado de forma individual o tener dones especiales para ser un heraldo de las buenas nuevas; se nos manda a ser testigos de Cristo, comisionados a enseñarles a otros cómo ser discípulos. Esta es una obligación individual, no simplemente la responsabilidad colectiva de la iglesia. Ningún deber es más significativo y ninguno producirá más gratificante fruto por la eternidad.
Además, los campos están listos para la cosecha (Juan 4:35). La generación actual está tan madura para el mensaje del evangelio como ninguna otra en la historia. Sea cual fuere el aspecto de la cultura contemporánea que examine usted, descubrirá necesidades espirituales que claman, y personas cuyas almas están sedientas y hambrientas de la verdad. La respuesta a una hambruna espiritual tal en nuestra tierra no es la excitación artificial del sentimiento religioso, ni más activismo político, ni una campaña de mejoramiento de las relaciones públicas y con seguridad, no que los cristianos adapten su mensaje a la cosmovisión secular predominante.
La tesis central de este libro es que la respuesta verdadera es el evangelio puro, proclamado con claridad, poder, sin artificios, en toda su poderosa simplicidad. El evangelio es el instrumento de Dios para la salvación de los pecadores (Romanos 1:16). La clave para la evangelización bíblica no es estrategia o técnica; ni primordialmente asunto de estilo, metodología, o programa y pragmática. La primera y preeminente preocupación en todos nuestros esfuerzos evangelísticos debe ser el evangelio.
El apóstol Pablo fue enfático en repudiar la ingeniosidad, los artificios, la elocuencia, la complejidad filosófica y la manipulación psicológica como herramientas del ministerio del evangelio: «Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado» (1 Corintios 2:1–2).
Lo que es particularmente interesante acerca de la determinación de Pablo de tener el solo propósito de predicar el evangelio no diluido es su admisión inmediata de que luchaba con los mismos sentimientos de aprensión e intimidación que todos nosotros experimentamos ante nuestro deber de proclamar el evangelio. Al reflexionar sobre su temprano ministerio en Corinto, Pablo lo caracterizó de esta manera: «Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor» (1 Corintios 2:3).
Sin embargo, el ministerio de Pablo entre ellos fue «con demostración del Espíritu y de poder» (1 Corintios 2:4), no por cualquier técnica o capacidad personal innata en él sino simplemente desató el evangelio en Corinto y las almas se salvaron. Fueron solo un puñado al principio y se vieron en medio de feroz oposición (Hechos 18:1–8). Pero a partir de estos comienzos pequeños se fundó una iglesia y el evangelio se propagó aun más allá.
Eso es lo que queremos decir por «evangelización bíblica». Su éxito no se mide por resultados numéricos inmediatos. No tiene que ser reelaborado o completamente rediseñado si a primera vista parece que no funciona. Permanece enfocado en la cruz y el mensaje de redención, no diluido por los intereses pragmáticos o mundanos. No está nunca obsesionado con preguntas como cuántas personas podrían responder, qué podemos hacer para que nuestro mensaje sea más atrayente o cómo podríamos enmarcar el evangelio de forma diferente a fin de minimizar el vituperio de la cruz. En lugar de eso, está preocupado de la verdad, claridad, exactitud bíblica y (sobre todo) de Cristo. Su mensaje es acerca de Él y lo que ha hecho para redimir a los pecadores; no acerca de las necesidades sentimentales de las personas heridas o de lo que deberían hacer para merecer la bendición de Dios.
Mantener esas cosas como se debe es la clave para la evangelización bíblica. De principio a fin y desde varias perspectivas bíblicas, este libro nos recordará esos principios una y otra vez. En la primera parte trataremos con la teología de la evangelización a partir de la enseñanza de Cristo acerca del tema en Marcos 4. Una cosa que usted verá claramente cuando examinemos las presuposiciones teológicas y los fundamentos bíblicos de la evangelización es la insensatez de intentar ganar el mundo para Cristo con métodos mundanos. En la segunda parte consideraremos la evangelización desde una perspectiva pastoral, y en la tercera parte nos ocuparemos de los asuntos relacionados con la evangelización personal uno a uno. La cuarta parte integra todo lo dicho en una mirada cuidadosa de cómo un ministerio evangelístico determina la vida y las actividades de la iglesia local.
Esperamos que usted sea bendecido y edificado al estudiar los principios que le presentamos en este libro; que no encuentre en él conocimiento meramente teórico sino algo que encienda su pasión por la tarea evangelística ante la urgencia de comunicar las buenas nuevas de gozo que Cristo nos ha confiado.






Gracias!

Bendiciones...


ADONAY
Gracias!

Bendiciones...



ADONAY ROJAS ORTIZ

No hay comentarios:

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO